Archive for Abril, 2012

Salve quien pueda la vida

Sábado, Abril 21st, 2012

En estos tiempos en el que el monstruo que conspira para hacernos infeliz aprieta un poquito más las tuercas satisfecho por el miedo que nos ha metido en el cuerpo, escucho las dramáticas declaraciones del poeta y Premio Canarias de Literatura Arturo Maccanti. Declaraciones dramáticas en las que revela los apuros económicos por los que está atravesando pese, recalca, a contar con treinta años, cinco meses y veinticinco días de trabajo y cotización.

Maccanti, como otros muchos canarios y españoles, no tiene jubilación y el Estado le ha negado una pensión no contributiva.

Su situación es desesperada, y como un personaje kafkiano se enfrenta ahora a la fría maquinaria burocrática que nos gobierna reclamando, defiende, lo que cree que es suyo. Que le pertenece.

Pienso, mientras esucho la queja desesperada de Maccanti, en lo que están pasando otros ciudadanos que, como Maccanti, se encuentran en la misma situación. El poeta, al menos, aún conserva su voz. Y su caso, perfectamente traducible a otros tantos que se encuentran en su misma situación, se hace público y sabe a trago muy amargo.

En el laureado poeta se manifiesta así los juegos del hambre que está proponiendo esta nueva reformulación del sistema. El cambio radical de un modo de vida que es capaz de movilizar a todo un gobierno para proteger a una empresa multinacional pero que obvia –casi diría que con asco–  a sus ciudadanos, cada día más pobres. Cada día más confusos ante lo que ya tienen encima.

La situación de Maccanti, que es la misma situación por las que están atravesando otros, con independencia de la edad, urge una respuesta inmediata. Respuesta, lamentablemente, que no creo que llegue nunca.

En unos días donde la consigna es salve quien pueda la vida, y en el que la palabra cultura ha sido relegada a un indiscreto tercer plano, lo mejor que podemos hacer es salir a la calle y protestar o encerrarnos en nuestras casas y volarnos la tapa de los sesos.

Entiendo así el caso de Maccanti como el de otra víctima más de un estado de las cosas donde ya no importa mirar hacia otro lado.   

Maccanti dice: “Soy mayor y no tengo por qué ocultar a los canarios el dolor que estoy sufriendo. Creo que he hecho mucho por mi país, por mi pueblo canario, aunque sea desde el ámbito poético e idealista. Ahora es el país el que tiene que ayudarme, no estoy pidiendo yates, ni cacerías, sino que me concedan una mínima pensión con la que vivir”.

Y entiendo, no sabe cómo, su reclamación y su miedo.

Pero también entiendo, y no saben cómo, que su grito quedará en nada.

La respuesta de ese país al que tanto contribuyó con su idealismo y su poesía es que ya no le queda dinero.

Una invitación a búsquese usted la vida que como frase no resulta tan aplastante y atronadora como cuando te la sueltan a la cara.

El mensaje es claro: Salve quien pueda la vida.

Eso sí, cuando el señor Maccanti no esté entre nosotros (y le deseo una larga vida y que sus asuntos se arreglen en la medida en que se pueda) ese mismo país que se encogió de hombros ante casos como el suyo llorará su muerte y, probablemente, hasta le dedique un Día de las Letras Canarias.

Ya saben, ahora de lo que se trata es: Salve quien pueda la vida.

Saludos, el miedo cultiva el miedo, desde este lado del ordenador.

Bram Stoker nunca muere

Viernes, Abril 20th, 2012

En una de las tres ediciones de Drácula que conservo (Brugera, Molino y Plaza y Janés) se encuentra la pequeña corteza de un árbol que un viejo y querido amigo me trajo del jardín de la casa en la que Bram Stoker, su escritor, nació.

La casa se encuentra en Dublín, Irlanda, y desde que tengo esta pequeña corteza no dejo de cambiarla ocasionalmente entre las páginas del libro quizá porque el espectro de Stoker me anima a que juegue con ella porque, quiero pensar, esa corteza igual estaba en ese mismo árbol cuando el escritor vivía.

Son pocos los títulos que he vuelto a repasar transcurrido el tiempo, y quizá el volumen más agradecido en mis raras relecturas sea, precisamente, Drácula.

El pasado sábado 14 de abril, mientras los nostálgicos celebraban otro aniversario de la proclamación de la II República en España y el centenario del hundimento del Titanic, pocos pero suficientes rendimos honores a Bram Stoker, un escritor por el que el responsable de este blog siente devoción y que falleció tal día como hoy, pero un 20 de abril de 1912.

La primera vez que leí Drácula fue en un libro de ediciones Molino. Se trataba de una versión abreviada aunque respetaba la estructura en la que está ordenada la novela. Es decir: cartas, diarios, facturas, albaranes, telegramas a través de los cuales los protagonistas que luchan contra el vampiro van desgranando la historia del insólito conde transilvano desde su oscuro castillo en los montes Cárpatos (Rumanía), su terrorífico viaje en barco y arribo a las costas británicas en las que intenta imponer la dictadura de los no muertos comenzando con dos amigas recatadas, educadas bajo una estricta disciplina.

Cuando aquel ejemplar de Drácula llegó a mis manos, yo ya me había iniciado en los terrores cósmicos lovecraftianos y en el de otros escritores de su círculo. Los relatos de H. P. Lovecraft, sin embargo, nunca me produjeron inquietud sino un atractivo viaje a otros territorios poblados por entidades aparentemente dormidas que eran despertadas por insensatas invocaciones del libro prohibido: el Necronomicón.

No he vuelto a leer a Lovecraft desde mi tierna adolescencia. Lo intenté no hace mucho con Las montañas de la locura pero tuve que dejarlo apenas iniciado porque no sentía las mismas emociones que me sedujeron en aquella época, hoy ya tan lejana de mi vida. De hecho, su lectura me resultó demasiado espesa y de pronto descubrí un lenguaje ampuloso y una demora amarga y tediosa para llegar al horror, ominoso e indescriptible, con el que el escritor de Providence solía cerrar sus historias.

Conservo aún los libros de Lovecraft, pero he llegado a la conclusión que lo mejor es dejarlos intocables en ese puesto privilegiado que ocupan en mi biblioteca. Y es que si hay escritores que fueron fundamentales para una época de tu vida, también es cierto que el paso del tiempo no suele actualizarlos en las derrotas cotidianas en las que se convierte tu existencia cuando te das cuenta que no te queda más remedio que hacerte mayor.

Con Drácula, sin embargo, no me ha ocurrido esto.

Con Drácula y con otras novelas y cuentos (pienso en La casa del juez) de Bram Stoker.

Hay algo que permanece inquietantemente vivo entre sus apretadas páginas. Quizá sea que se trata de una obra irrepetible y única pese a las muchas imitaciones que aparecieron y aparecen después de haber sido publicada. Nuevas versiones que por mucho que intenten ofrecer audaces vueltas de tuercas al inmortal conde no superan una novela que ya es un clásico.

Drácula fue además, y he aquí para mí su mayor mérito, la primera novela de miedo con la que pasé miedo de verdad.

No sé si han sentido alguna vez miedo leyendo una novela de miedo pero es una de las emociones más deliciosas que como lector he tenido a lo largo de mi vida como lector.

Tenía que dejar el libro, mirar debajo de la cama, permanecer un buen rato con todos los sentidos alerta mientras miraba de reojo la ventana con la certeza de que iba a ver como se materializaba el vampiro. Vampiro que me pedía que lo invitara a entrar.

No sé que hubiera dicho entonces. 

Digamos que hoy sí lo tengo claro.

El caso es que una vez me había relajado continuaba leyendo la novela como un yonqui para seguir pasando miedo.

Leí la versión completa de Drácula cuando llegó a mis manos el libro editado por Plaza y Janés. En portada: las letras de Drácula en relieve y pintadas en sangre…

Había pasado bastante tiempo desde su primera lectura y era un tipo con ganas de comerse el mundo cuyas lecturas fantásticas había dejado en un segundo plano. Recuerdo que no tenía demasiadas esperanzas cuando inicié la tarea de releerlo… Tonta equivocación. Drácula volvió abducirme. Así que mientras el vampiro comienza a parasitar la felicidad de aquel grupo de amigos solo esperaba en la llegada del doctor Van Helsing para que pusiera nombre y apellido al responsable de todo aquel mal usando para ello métodos expeditivos y de una crudeza que aún me pone los pelos de punta.

La escena del cementerio, donde aguardan a que Lucy Westenra regrese a su tumba, tras saciar su apetito de sangre con un bebe, es de una fuerza que todavía hace flaquear mi corazón. En especial cuando Van Helsing obliga a que sea el prometido de Wenstera quien tiene que cortarle la cabeza y llenar su boca de ajos.

“Hay que combatir al mal con el mal”, dice Van Helsing, personaje al que siempre vi como Peter Cushing y nunca como Anthony Hopkins.  

La tercera vez que leí Drácula fue en la colección Libro Amigo de Bruguera. En la portada aparecía Bela Lugosi y no Christopher Lee.

Había visto recientemente en cine la versión de Francis Ford Coppola, de la que salí, y aún salgo, muy disgustado cuando la veo.

Su Drácula no tiene nada que ver con el de Stoker. De hecho, creo que su Drácula es un antecedente de ese romanticismo para adolescentes en el que ha terminado por teñirse a los vampiros y a su rey.

La relectura de la novela contribuyó a que entendiera que tenía razón.

Drácula es la encarnación del mal. Y el mal no tiene nada de romántico para quienes lo sufren. En todo caso, sugiere Stoker, un despiadado atractivo que hace que el lamento de los lobos suene a música en la noche…

También, cómo no, a la promesa de una vida eterna sin vida.

Bram Stoker es autor de otras dos extraordinarias novelas de terror victorianas: La joya de las siete estrellas y La guarida del gusano blanco. También de irregulares relatos góticos como La dama del sudario pero, sobre todo, de extraordinarios cuentos que invitan a no dormir.

Antes citaba La casa del juez, pero también recuerdo El entierro de las ratas o el horripilante Las almas gemelas, entre otros tantos.

Saludos, Bram Stoker vive eternamente, desde este lado del ordenador.

Cine leve, ¿leve?

Jueves, Abril 19th, 2012

Decíamos ayer

Sesión de cine leve en TEA Tenerife Espacio de las Artes.

La sala no está abarrotada pero parece que flota en el ambiente buenas vibraciones. Esto me hace suponer que todos los que están saben de qué va esto del cine leve. Es decir, que son espectadores avisados, que conocen las carencias y pretensiones de hacer este tipo de cine cuyo mayor mérito es que continúa latiendo pese al estado moribundo en el que se encuentra el cine español y, por extensión, el que se hace en Canarias.

La sesión incluye tres piezas: El hijo de Pasolini, de Pedro García; Naturaleza viva, de Josep Vilageliu, y El último plano, de Daniel León Lacave.

Se apagan las luces. Y yo, que soy de culo inquieto, me pregunto cuantas veces voy a moverme en la butaca.

El primer corto que perfora la pantalla es El hijo de Pasolini, de Pedro García. En la presentación, Vilageliú advierte a los espectadores lo que nos espera. Anima más o menos a que el espectador se deje llevar por las imágenes. A que no arme una historia en su cabeza… El hijo de Pasolini quiere ser así, pienso, un trabajo de sensaciones.

Una pareja juega (Rubén Darío y Marine Discazeaux) en lo que, supongo, fue un ingenio hoy abandonado de caña de azúcar. No pasa nada. Bueno, la pareja parece que tontea.

La pareja se encuentra ahora en una habitación. Él lee, ella parece que escucha. En off se recita en italiano un poema del director de esa obra maestra del cine verdad que fue y es Saló o los 120 días de Sodoma.

Para los que desconozcan el idioma de Papini, Malaparte, Buzzati o Moravia, se agradecen los subtítulos en castellano que traducen los versos.

El problema es que, como espectador, disfruto más de las palabras del maestro que de las imágenes que, presuntamente, quieren hacerle justicia.

Fundamos a negro.

El segundo cortometraje de la jornada es Naturaleza viva. Lo firma Josep Vilageliú, el padre fundador de este movimiento que se autodefine como cine leve.

Vilageliú es tan productivo cinematográficamente hablando como lo fue literariamente hablando Benito Pérez Galdós. Su constancia, los cortos y largometrajes que presenta con una periodicidad que resulta abrumadora se caracterizan así por un sello, un estilo que es cien por cien Vilageliú.

Por ello, y a estas alturas, ya no me siento engañado por lo que veo en pantalla. Casi parece como si el cineasta rodara una y otra vez la misma película. Asumo así sus claves, que esconde a través de pudorosas metáforas.

En este sentido, Joseph Vilageliú construye poemas visuales –que lo son–  en cualquier escenario. En esta ocasión, propone una nueva relectura a sus constantes en torno al universo del vino y la fruta que lo genera: la uva.

Protagonizado por Verónica Galán y José Sosa, Naturaleza viva hay que verla como un ballet en el que la mujer invita al hombre a soñar en el gozoso disfrute del sexo y en el que el hombre intenta atrapar a la mujer iniciándola en el gozoso disfrute del vino.

Dividida en dos tiempos, o estaciones: verano e invierno, quiero entender Naturaleza viva como un emocionado canto erótico al vino: a la vida.

Y todo ello narrado a través de dos protagonistas que se acercan y que se alejan mientras la cámara recorre las entrañas de una bodega.

Sin embargo, y a mi juicio, El último plano, de Daniel León Lacave, es el cortometraje más agradecido en esta noche de cine leve.

También está protagonizado por dos actores –Lamberto Guerra y Penélope Acín–, pero en contra de El hijo de Pasolini y Naturaleza viva hay diálogo.

Me desconcierta El último plano.

Sabe a reencuentro amargo y a una tierna declaración de amor a los que hacen cine por amor al arte.

El corto me hace reír pero también me hace emocionar por el carácter crepuscular que tiene.

De demoledor, por resignado, se acabó esto de soñar.

El último plano respira una tierna verdad que desarma. Y es un vigoroso homenaje a todos esos locos que arriesgan el poco dinero que les queda en la cuenta corriente por intentar creerse el sueño del cine.

Es el primer cortometraje canario que se molesta en rendir homenaje a los cortometrajistas canarios independientes. Un tributo en el que además de nostalgia hay un agradecido e insólito sentido del humor para todos aquellos hombres y mujeres que siendo capaces han visto frustradas sus esperanzas cuando llegaron a la conclusión que es inútil confiar en la subvenciones si no perteneces a la familia. A esa endogamia, comenta resignado y con desarmante sentido del humor el personaje que interpreta Guerra –en la ficción hoy un hombre con trabajo estable– que vuelve a ser tentado por el veneno del cine cuando se reencuentra con su Eva.

Feroz zarpazo el que Lacave hace a lo que ha terminado –sugiere– el cine canario que respalda el miope Gobierno regional y los festivales que solo recompensan –da a entender con esa irónica mirada a cámara que hace la pareja protagonista– el trabajo de los de siempre.

Los que tienen nombres y apellidos.

El último plano es así, y a su peculiar manera, un poema.

O una reflexión personal de cine dentro de cine ¿leve? cuya sinceridad, profunda y para nada leve, desarma.

Saludos, espero que no sean leves, desde este lado del ordenador.

Noticias sobre ese cine que tanto nos (dis)gusta

Miércoles, Abril 18th, 2012

“La mayoría de la gente se deja llevar por una especie de progresivo sentido común y descubre demasiado tarde que las únicas cosas de las que nunca nos arrepentimos son nuestros propios errores.” (El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde)

EL CINE LEVE REGRESA AL TEA

TEA Tenerife Espacio de las Artes inició este miércoles un ciclo que bajo el denominador de Juego de máscaras. La identidad como ficción mostró El fantasma de la ópera, filme mudo dirigido por Rupert Julian en 1925 con Lon Chaney senior como protagonista.

Esta iniciativa –que continuará el próximo miércoles, 25 de abril, con la exhibición de esa deliciosa extravagancia camp que es Batman: The Movie (Leslie H. Martinson, 1966); Víctor o Victoria (Blake Edwards, 1982); Zelig (Woody Allen, 1983);  Velvet Goldmine (Todd Haynes, 1998) y que concluirá el 30 de mayo, Día de Canarias, con el programa doble Rosario Miranda (David Baute, 2002) y El camerino (Cristina Hotz)-- sirve de apoyo a la exposición que con el mismo título del ciclo cinematográfico exhibe obra de Andy Warhol,Sarah Lucas, Cindy Sherman y Jorge Ribalta, entre otros, para proponer una reflexión en torno “a las diferentes posibilidades del ser y la opción de construir nuevas identidades y la ambigüedad de las mismas.”

Comisariada por Yolanda Peralta, no deja de resultarme curiosa y atractiva la idea de que este jueves, 19 de abril, TEA acoja otra proyección en la que se plantea, o al menos se quiere articular, un discurso radicalmente distinto al que suscita la máscara y que sus miembros reivindican con devota emoción como cine leve.

Un cine, sin embargo, que no quiere ser liviano pese al adjetivo que lo califica y cuya razón de ser parece que aún busca desde que  Joseph Vilageliú abanderó su denominación por uno de esos golpes maestros que en ocasiones caracterizan a este veterano y afortunadamente asombrado espíritu de la cultura audiovisual en Canarias.

El cine leve no es, en contra de lo que algunos quieran pensar, un chiste. Es un movimiento todavía pequeño que reclama su espacio. Un espacio cuyo único dogma es haz películas. Rueda y diviértete con esto del cine…

Por lo que se puede observar, nada nuevo bajo el sol. Lo realmente emocionante, a mi juicio, de lo que ahora unos llaman cine leve es que se recupera con otro nombre una forma de entender un arte, como es el cine, que nació como espectáculode feria y que hoy se ha convertido en una industria fundamental del entretenimiento.

Por ello, y a mi entender, lo que llaman cine leve se trata de un cine realmente leve por su pobreza. Pero no una pobreza de ideas sino dineraria.

Un cine, por lo tanto, que se hace así por la cara, sin apenas contar con una sólida producción a sus espaldas… Un cine inmediato y meridianamente libertario al que se le puede perdonar, por eso, su empeño por intelectualizarlo.

Los cortometrajes que forman esta sesión son Naturaleza viva, del ya mencionado Vilageliú, iniciador este curioso ¿movimiento? a este lado del Atlántico; El último plano, del inquieto Daniel León Lacave y El hijo de Pasolini, de Pedro García.

Animo por eso a quienes puedan asistir a la sesión que este jueves, y a las 20 horas se exhibe en TEA, a que las vean sin prejuicios porque si por algo se caracteriza eso que dicen es leve es su amor al cine.

UNA CONFERENCIA

Medio hora antes de este mismo jueves, y a las 19.30 horas, el periodista y crítico Enrique Carrasco impartirá en la sala del Ámbito Cultural de El Corte Inglés la conferencia Redes Sociales y Marketing Cinematográfico.

La ponencia, revela Carrasco, explicará con ejemplos cómo las estrategias del marketing cinematográfico han cambiado radicalmente ante el nuevo papel de las Redes Sociales.

GUILLERMO RÍOS DIRIGE EUROFOUM

Leo en el Diario de Avisos que Guillermo Ríos sustitutuye a su padre, Teodoro Ríos, al frente de EuroForum. También que  EuroForum 2012 logró formalizar acuerdos de coproducción o distribución internacional para cuatro películas del Archipiélago.

Estas son: El perfecto extraño, de Aarón J. Melián (La Crème Films); Jockbot, de Manuel González (Oasis Europkikara); Slimane, de José Alayón (El Viaje Films) y Zoo Station, de Iván López (Telesistemas Canarias). 

Saludos, yo, como el Rey de las Expañas, pido perdón porque me he equivocado, desde este lado del ordenador.

El escritor Peter Stamm, en ‘El Perseguidor’

Martes, Abril 17th, 2012

El Perseguidor, suplemento cultural del Diario de Avisos, publica este miércoles, 18 de abril de 2012, entre otros contenidos, un relato inédito del escritor suizo Peter Stamm, traducido al español por José Aníbal Campos, así como una entrevista con su autor.

El Perseguidor incluye además una interesante reflexión sobre Aire de Dylan, de Enrique Vila-Matas firmado por Francisco Amoraga, y dos poemas del último libro del escritor Nicolás Melini, titulado Los chinos.

El suplemento recoge, además, otros contenidos.

El Perseguidor hace este miércoles, contra viento y marea, su número 94.  

Saludos, escuchando a Charlie Parker, desde este lado del ordenador.

Lecturas para alejarse de la cruda realidad

Lunes, Abril 16th, 2012

Leo Edipo en Stalingrado, de Gregor von Rezzori, traducido al español por José Aníbal Campos.

Una novela inclasificable, teñida de humor, ambientada a finales de los años treinta en Berlín. Edipo en Stalingrado (Sexto Piso Editorial, 2011) cuenta con un epílogo del cineasta alemán Volker Schlondorff, quien explica que tanteó la posibilidad de llevarla al cine en los años sesenta. ¡¿Infilmable?! títula el realizador, autor años más tarde de la adaptación cinematográfica de El tambor de hojalata del hoy polémico Günter Grass por su poema Lo que hay que decir

Disfruto con Edipo en Stalingrado, con esa extraña historia de amor, con los habitaules del bar de Charley y por el extraordinario sentido del humor de Von Rezzori, actor de reparto en esa decliciosa extravagancia que es ¡Viva María! (Louis Malle, 1965).

Transcribo solo dos citas, entre otras muchas, que pueden orientarnos para desgarrar la tinieblas que hoy solo pretenden confundirnos.

“Por cierto, esto tiene tan poco que ver con la vocación como con la profesión. Profesión: tenga usted la bondad de decirme quién, hoy en día, tiene eso que llaman profesión. Se tiene un trabajo, para mantenerse más o menos a flote. Pero, ¿profesión? Se es un con-tempo-ráneo. Un figurante en una pieza con final desconocido. Media docena de directores y veinte millones de apuntadores. Y de paso, en cierto modo como una aparición especial, uno actúa y se representa un poco a sí mismo. C’ est tout.”

“Pero quizá comprenda usted ahora que es preciso tener un gusto muy refinado para buscar el propio radio de acción precisamente en este territorio: se requiere un olfato que no tiene nada en común con el bajo arribismo del advenedizo. Piense tan sólo en las dificultades de tal designio: una sociedad de esa índole está acabada, cerrada, finita. Su exclusividad –para expresarme con palabras actuales– está ontológicamente condicionada. Y a ella no se arriba, se pertenece o no.”

Compagino a regañadientes la lectura de Edipo en Stalingrado con Enterrar a los muertos, del español Ignacio Martínez de Pisón.

Sí, sé que llego tarde a este fascinante reportaje periodístico que indaga en la amistad que mantuvieron José Robles, su traductor, con el escritor norteamericano John Dos Passos.

Encuentro el título el domingo pasado en el Rastro, y ya estoy a punto de finalizarlo, capturado por un relato en el que, entre otras cosas, se explica el divorcio de Dos Passos con el comunismo a raíz del asesinato de su amigo José Robles en plena Guerra Civil. Ernest Hemingway, miembro como Dos Passos de la Generacíón Perdida, no queda muy bien. 

Leyendo Enterrar los muertos recuerdo que la primera novela de Dos Passos que leí fue Tres soldados. Me encontraba en Madrid y aún recuerdo un momento del libro. Uno de los protagonistas avanza con el resto de sus compañeros al campo de batalla cuando de pronto se detiene y observa desde la distancia como sus camaradas se dirigen a la muerte.

Más tarde llegó Mahanttan Transfer y Brillante porvenir, título que sin ser de lo mejor de su autor cuenta con una excelente descripción del Hollywood de los años treinta.

Por último, y para aligerar peso, devoro a modo de inquietante aperitivo los relatos de la excepcional Patricia Highsmith compilados en la antología Los cadáveres exquisitos. Libro que reúne donce cuentos adaptados a televisión por cinestas como Samuel Fuller o Maurice Dugowson.

Con esto quiero decir que permanezco relativamente tranquilo. También, afortunadamente, bastante alejado de la siniestra realidad que nos rodea.

Saludos, tengan buena lectura, desde este lado del ordenador.