Archive for Marzo, 2013

Sesenta años con Él

Sábado, Marzo 16th, 2013

Cuentan las crónicas que el público salía de las salas de cine con los ojos anegados en lágrimas provocadas por la risa. Y no porque hubieran visto una frívola comedia con la que pasar una tarde de domingo sino, simple y llanamente, porque ese Él les daba risa.

No sé, sin embargo, qué gracia les daba la película.

Tampoco si la risa era nerviosa, escondida, espontánea o un reflejo al empatizar con la historia. 

Quiero pensar así que el sonido de las carcajadas aún debe de escucharse mientras la figura de su director, transparente como la de un fantasma, no deja de fumar cigarrillos y sacudir la cabeza.

Hace sesenta años se estrenó en las pantallas Él, una “de mis películas preferidas” comenta Luis Buñuel en Mi último suspiro, probablemente el libro de memorias más dicharachero de la historia del cine e imprescindible manual para acercarse a la vida y a la obra de un hombre que vio la vida con otros colores.

Él está basado, como todo el mundo sabe –o debería saber– en la novela del mismo título de la escritora tinerfeña Mercedes Pinto, una mujer de turbadora belleza demasiado adelantada a su tiempo.

En esta novela, vuelta a editar hace dos años por Escalera y objeto de un interesante estudio, BuñuÉl, de la investigadora Teresa Rodríguez Hague, y personaje desdibujado en el frustrante documental Ella(s), de David Baute, la escritora volcó las experiencias personales que vivió durante su primera matrimonio. Una unión que fracturó los celos de su esposo y que pronto degeneraron en maltratos.

La acción de la novela se desarrolla en una ciudad –La Laguna– provinciana y encogida en su humedad; y geografía urbana en la que sus habitantes miran hacia otro lado, probablemente para convencerse de que allí, y siempre de puertas afuera, nunca pasa nada.

No es de extrañar que con este material el cineasta aragonés apostara por llevar el relato de Mercedes Pinto al cine en una película en la que dio rienda suelta a muchas de sus obsesiones, entre otra su fetichismo por los pies femeninos, afición que compartió con otro gran clásico del cine: Cecil B. DeMille.

Cuenta Buñuel en Mi último suspiro: “Rodada en 1952 después de Robinson Crusoe, Él es una de mis películas preferidas. A decir verdad, no tiene nada de mexicana. La acción podría desarrollarse en cualquier parte, pues se trata del retrato de un paranoico.

Los paranoicos son como los poetas. Nacen así. Además, interpretan siempre la realidad en el sentido de su obsesión, a la cual se adapta todo. Supongamos, por ejemplo, que la mujer de un paranoico toca una melodía al piano. Su marido se persuade al instante de que se trata de una señal intercambiada con su amante, escondido en la calle. Y todo así.

Él contenía un cierto número de detalles verdaderos, tomados de la observación cotidiana y también una buena parte de invención, Al principio por ejemplo, en la escena del mandatum, del lavatorio de pies en la iglesia, el paranoico descubre inmediatamente a su víctima, como un halcón que ve a una alondra. Me pregunto si esta intuición descansará sobre alguna realidad.”

Protagonizada por Arturo de Córdova y Delia Garcés, entre otros actores, Buñuel volvió a recurrir a un autor nacido en las islas –el director de Los olvidados era un confeso admirador de la obra de Benito Pérez Galdós– para rodar una cinta que, aseguran algunas fuentes, llegó a influenciar entre otros cineastas a Alfred Hitchcock, quien se inspiraría en algunos momentos de Él para filmar el que sigue siendo el filme más extraño de quien fue conocido como el mago del suspense: Vértigo.

Cuentan que cuando un puñado de grandes directores de Hollywood (entre otros William Wyler, Billy Wilder, George Cukor, George Stevens y Rouben Maomulian) celebraron el famoso encuentro con el hombre de Calanda (Teruel), Hitchcock lo recibió con los brazos abiertos.

Claro que había pasado mucho tiempo desde el estreno de Él.

No obstante, pienso que las carcajadas del público nunca terminaron por desaparecer de la cabeza de Buñuel, quien comenta que “la película fue mal recibida. Con algunas excepciones, la Prensa se mostró hostil. Jean Cocteau, que antaño me había dedicado algunas páginas en Opium, declaró incluso que con Él yo me había “suicidado”. Cierto que más tarde cambió de opinión.”

Es probable que la película, como la misma novela de Mercedes Pinto, publicada a finales de la década de los años veinte, se adelantara a su tiempo porque con el discurrir de los años fue descubierta por espectadores que ya no tenían tantas ganas de reír.

O que aprendieron a reír con el universo personal de un cineasta que contribuyó a que este trabajo sea hoy considerado un arte.

Jacques Lacan, que tuvo la oportunidad de verla en una proyección organizada por medio centenar de psiquiatras, tuvo la buena idea de presentarlas a sus alumnos en varias ocasiones. Lo cuenta Buñuel en Mi último suspiro, pero añade: “aunque en Méjico fue un desastre.

“El primer día, Óscar Dacingers salió de la sala absolutamente consternado, diciéndome: “¡Se ríen! Entré en el cine, vi la escena en que –lejano recuerdo de las casetas de baños de San Sebastián– el hombre hunde una larga aguja en el agujero de una cerradura para saltarle el ojo al observador desconocido que imagina tras la puerta, y, en efecto, la gente se ría a carcajadas.”

Pese al fracaso, Luis Buñuel continuó dirigiendo películas en México.

Rodó, de hecho, otras obras maestras: Ensayo de un crimen, Nazarín, El ángel exterminador… Tuvo incluso tiempo de regresar a España y, más tarde, sin encontrar hueco en un país que se había transformado en un cuartel, se trasladó a Francia donde apenas quedó nada del genio de Calanda pero sí de Luis Buñuel.

Claro que eso es otra historia. 

Saludos, mirando hormigas en la palma de mi mano, desde este lado del ordenador.

José Luis Correa presenta hoy en Tenerife Blue Christmas, su última novela

Viernes, Marzo 15th, 2013

El escritor grancanario José Luis Correa presenta esta tarde, a las 19 horas, su última novela, Blue Christmas, sexto libro protagonizado por el detective privado Ricardo Blanco, quien en esta ocasión debe de investigar la misteriosa muerte de una anciana en su casa durante las fiestas de Navidad.

El lado más oscuro de Las Palmas de Gran Canaria, personajes consistentes y una trama negrocriminal hilada con mucho oficio son solo algunos de los elementos que Correa reúne en este volumen, editado por Alba Editorial.

El salón de actos de la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC), en la capital tinerfeña, acogerá este acto, en el que intervendrá además de Correa, quien ahora mismo redacta estas apresuradas líneas.

Saludos, más vale tarde que nunca, desde este lado del ordenador.

La piel de la lefaa, una novela de Juan R. Tramunt

Jueves, Marzo 14th, 2013

En su país este término es una obscenidad. En la tierra de mis abuelos es la muerte silenciosa. Nadie la ve, pero se sabe que existe porque existen los cadáveres de sus víctimas. Nos podemos imaginar cómo es porque, a veces, encontramos algunos restos de piel que sugieren su forma, su tamaño, su color… su existencia a fin  de cuentas, pero nadie la ve hasta que es demasiado tarde, y después… no lo cuenta.”

(La piel de la lefaa, Juan R. Tramunt, Ediciones Aguere/Idea)

Absorbente e inquietante me ha parecido la lectura de la última novela de Juan R. Tramunt, La piel de la lefaa, porque se trata de un libro en el que se dan cita varios géneros que su autor maneja con pericia.

En cierto sentido, La piel de la lefaa resulta un buen thriller, pero también una interesante novela de política no tan de ficción con aliento policíaco y, sobre todas las cosas, un libro de viaje por el sur de Marruecos, en concreto al agitado territorio del Sahara Occidental que tantas pasiones levanta a un lado y al otro de la frontera.

En este escenario, Tramunt ubica a Víctor Fargas, de la comisaría central en Canarias, y la fotógrafa de nacionalidad francesa Claire Blanchard. Al fondo, como si de un fantasma se tratara, un terrorista internacional que bajo el nombre de lefaa, víbora, pretende incendiar el sur marroquí coincidiendo con la visita del rey Mohámed VI.

Tiene La piel de la Lefaa ecos de Graham Greene, un autor al que el mismo Tramunt cita en su relato, aunque bien es cierto que la novela carece de la profundidad moral que caracterizó la mayoría de los personajes que protagonizan las historias de quien es, a mi juicio, uno de los mejores escritores británicos del pasado siglo XX.

Casi parece, en este sentido, que a Tramunt lo que le interesa de Greene es captar el aroma del autor de El revés de la trama, más que sus contradicciones, lo que no deja de resultar atractivo a un lector iniciado, ya que pese a su tributo, Juan R. Tramunt apuesta por otros derroteros sin perder el sentido de la aventura con el que dota a su relato.

Una aventura, como las que escribió Graham Greene, en la que el viaje significa también un radical proceso de transformación en el espíritu de sus personajes. Algo así como que todo itinerario genera cambios, nos convierte en individuos diferentes.

Juan R. Tramunt describe así, y muy bien, la belleza de un país, Marruecos, que parece incapaz de modernizarse al estar anclado en un pasado que no ha resuelto sus enigmas, así como con la de ambientar su historia en un escenario presente en el que intenta mantener en todo momento un equilibrio sobre el conflicto que en la actualidad marca las relaciones entre Marruecos con ese pueblo condenado a la diáspora que es el saharaui.

Los mejores momentos de La piel de la lefaa los encuentro así en su inicio, cuando nos presenta a sus dos protagonistas aunque no desmerece la construcción argumental de una acción que hace del conjunto un libro en el que se ve que detrás se esconde un escritor vigoroso, que controla los mecanismos aunque el motivo que desencadena el misterio quede un tanto opaco por la capacidad por unos paisajes que, se aprecia, conoce muy bien.

Al margen de la historia que desencadena la aventura, esa búsqueda de un terrorista sin rostro que opera por nihilismo sin sumarse a ninguna causa, lo que hace más estremecedor su retrato; La piel de la lefaa tiene ecos, aunque lejanos, con El chacal de Frederick Forsyth, quien ideó un personaje inspirado en Carlos, profesional del terror cuya vida ha sido llevada recientemente a la televisión en una miniserie que nadie debería perderse en estos tiempos confusos, extraños, y de ir hacia atrás que nos ha tocado vivir.

Tramunt hace coincidir a sus dos protagonistas al comienzo de la novela mientras viajan en avión a Marrakech, una ciudad que parece quemada por el sol. Y los separa para  dividir el relato en dos partes.

Por un lado, propone que sigamos las complejas peripecias con las que se tropieza el policía español en la ciudad marroquí, quien en un momento de la novela empieza “a sentirse como un condenado a muerte con todos los gastos pagados.” Y por el otro, la aventura que inicia una fotógrafa parisina, Claire, que tras reunirse con su compañero, comienza a sentirse atraída por un país que no tiene nada que ver con el suyo.

De alguna manera, en este territorio, Claire Blanchard se despoja de su disfraz de europea consentida y bien alimentada para fusionarse en la medida que sus prejuicios culturales se lo permiten, en un mundo que aún permanece atado a una forma de entender la vida que no tiene nada que ver con la que ha conocido hasta ahora.

Claire era consciente de que las características de Marrakech le estaban facilitando su cambio de actitud hacia aquel entorno y aquellas gentes, ya que se trataba de una ciudad claramente residencial, de una belleza insólita, que sabía combinar su historia, permanentemente expuesta a algunos elementos arquitectónicos como la gran muralla que delimita la medina, con sus tradiciones ancestrales en los miles de comercios t pequeños tenderetes que trufaban la Kabbah y, sobre todo, en los zocos, esencialmente en el de Semmarine, colindante con la plaza que de una forma inimaginable la había seducido. Por eso tenía cada vez más claro que su visión era absolutamente parcial, limitada a un escaparate turístico hábilmente mantenido por los gobernantes.”

Quizá sea por ello, por lo que significa de aventura no solo exterior sino interior a la que somete a Claire Blanchard, la parte más interesante y atractiva de una novela que va más allá del thriller, género que en manos de Tramunt parece más una excusa para reflexionar en torno no ya un conflicto político, sino sobre los sentimientos, el cambio de mentalidad, que padece una mujer en una geografía que, pese a su belleza, no deja de resultarle hostil al no poder fusionarse con ella.

Hay más elementos que transcienden en esta novela que apenas supera las 250 páginas, claves que proponen otras reflexiones, así como una acerada crítica al aparato represor marroquí y al orgullo saharaui, pero lo que de verdad es importante en este relato es –como en algunas de las novelas de Graham Greene– la aventura que viven más por dentro que por fuera sus dos personajes protagonistas.

Un hombre y a una mujer a los que la mano del escritor coloca en un espacio cuya telúrica luz pero también sombras terminan por devorarlos por dentro.

Saludos, en algún lugar del mundo, desde este lado del ordenador.

Sobre la XXV Feria del Libro en ambas capitales canarias y otras cosas no menos importantes

Miércoles, Marzo 13th, 2013

SANTA CRUZ, CIUDAD LEÍDA

La Asociación Canaria de Escritores se hará cargo del programa Santa Cruz, ciudad leída, iniciativa en la calle que puso en marcha el Ayuntamiento a finales de 2012 y que inauguraron textos de las novelas Los puercos de Circe La ciudad de las miradas, de Luis AlemanyPablo Martín Carbajal, respectivamente. Como informamos en un post anterior, es más que probable que este cambio se anuncie en la XXV Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife, que se celebrará en el Centro de Arte La Recova a finales de mayo y principio de junio. El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife anuncia así que se ha alcanzado un acuerdo con la Asociación Canaria de Escritores, que preside en la actualidad Cirilo Leal, y que será ésta quien se haga cargo de la selección de narradores para futuras ediciones.

ALTERNATIVAS

Parece ser que algunos libreros se movilizan para evitar que la XXV edición de la Feria del Libro se enclaustre entre cuatro paredes en las dos capitales canarias. Por un lado, editores y libreros de Las Palmas de Gran Canaria están barajando la posibilidad de organizar actos y presentaciones en un espacio ajeno al que se quiere llevar la Feria, probablemente Infecar; mientras en Santa Cruz de Tenerife los libreros de Tenerife se han reunido “para tratar de proponer alternativas acordes con los tiempos. La propuesta parte por integrar la Feria del Libro con la Exposición de Flores, Plantas y Artesanía Tradicional Canaria programada para principios de mayo con motivo de la celebración del Día de Canarias y las Fiestas de Mayo”, informa el blog de La librería Masilva, que plantea una serie de ideas para evitar el encierro del encuentro. Entre otras, sugieren compartir el espacio del Parque García Sanabria para reducir costes; reducir  los días de feria de diez a cinco y retomar la programación y dinamización de la feria después de que en años anteriores se encargara a una empresa externa dicha tarea.

COGIDO CON ALFILERES

Nos parece muy bien que la Biblioteca Pública de Santa Cruz de Tenerife propicie un encuentro entre escritores y lectores, así como que esta iniciativa comience con Mariano Gambín para que hable de su trilogía Ira Dei, cuyo tercer volumen, La casa Lercaro, aún no ha llegado a las librerías del archipiélago… Lo que inquieta de la información que hoy aparece publicada en la prensa local es, sin embargo, que no se cite más nombres de autores ni se explique qué criterio de selección se ha elaborado para poner en marcha un proyecto que, mucho nos tememos, está cogido con alfileres. La nota informativa asegura además que se ha elaborado una guía sobre novela negra, aunque no se especifica si tratará la que, actualmente, se está escribiendo en Canarias. Y si se refiere a la escrita en Canarias a qué fuentes se ha recurrido para elaborar este trabajo… En fin, cogido con alfileres.

Saludos, la vida me da sorpresas, sorpresas me da la vida, desde este lado del ordenador.

El Centro de Arte La Recova acogerá la XXV Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife

Martes, Marzo 12th, 2013

La XXV Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife no se celebrará a finales de mayo y principios de junio de este año en el Recinto Ferial aunque sí en el Centro de Arte La Recova, otro espacio cerrado que se ubica frente a la plaza de la Isla de La Madera, al lado del teatro Guimerá.

Pese a la desafortunada iniciativa de encerrar este encuentro con los libros por motivos presupuestarios –la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias insiste en que no hay dinero para celebrar la XXV edición en la calle como ha sido tradicional hasta ahora– la Feria al menos gana al desarrollarse en el área centro de la capital tinerfeña, aunque no sé hasta que punto cabrán todas las librerías y editoriales que participaron en el pasado debido a lo limitado de su espacio.

Este cambio de ubicación, no obstante, cuenta por el momento con el apoyo de algunas asociaciones implicadas del sector, que entienden y asumen las dificultades económicas que atraviesa en la actualidad el Gobierno regional, lo que ha forzado, según su parecer, el anunciado enclaustramiento de las ferias de libro en ambas capitales canarias.

En este sentido, cabe apuntar que Infecar sigue sonando como posible emplazamiento en Las Palmas de Gran Canaria.

“No hay presupuesto para la Feria, por lo que este año se celebrará modestamente en el Centro de Arte La Recova”, informó una fuente en conversaciones con El Escobillón.

Las preguntas que nos suscita esta decisión, que  a nuestro juicio solo podemos calificar de lamentable porque no estamos de acuerdo que se encierre el libro una semana en la que, precisamente, debe salir a la calle, es ¿cuántas librerías y editoriales se sumarán a la nueva ubicación que recomienda la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural, que gestiona en la actualidad el nacionalista Aurelio González?

¿Y cómo afectará su nuevo emplazamiento al sector?

¿Y entre los visitantes?

Las últimas ediciones de la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife se vinieron desarrollando en el que considero su espacio natural, el parque municipal García Sanabria, uno de los rincones más bellos de la capital tinerfeña.

Por otro lado, El Escobillón ha podido saber que en el marco de la Feria se recuperará el programa Santa Cruz, ciudad leída –del que ya dimos oportuna información en su momento (pinchar enlace) y que suscitó un debate en este su blog, siendo contestado por el Ayuntamiento (enlace)– pero con cambios.

Santa Cruz, ciudad leída en vez de seleccionar párrafos de novelas de dos escritores relacionados con la capital tinerfeña –-la iniciativa se puso a caminar en diciembre del año pasado con paneles que reproducían textos de Los puercos de Circe y La ciudad de las miradas, de Luis Alemany y Pablo Martín Carbajal, respectivamente– estudia la posibilidad de ampliar a una decena de títulos y autores los fragmentos que, en esta ocasión, decorarán el interior del Centro de Arte La Recova coincidiendo con la enclaustrada Feria del Libro.

Cabe destacar que por el momento no se ha seleccionado todavía los textos de los autores que compondrán la nueva etapa de Santa Cruz, ciudad leída.

Terminamos informando que ésta no es la primera vez que se utiliza el Centro de Arte La Recova para un encuentro de estas características, ya que en el pasado acogió, entre otros, las primeras ediciones de la Feria de la Edición, así como varios salones del Cómic, encuentros que no llegaron a la mayoría de edad y que hoy forman parte del recuerdo cultural de una ciudad que, como cantara Eduardo Bercedo, se ha acostumbrado a vivir en soledad.

(*) La imagen está tomada de La revista de Canarias.

Saludos, es lo que hay, desde este lado del ordenador.

La casa Lercaro, una novela de Mariano Gambín

Lunes, Marzo 11th, 2013

Cuando apareció Ira Dei. La ira de Dios en el panorama literario canario nadie se esperaba –entre ellos su propio autor, Mariano Gambín– el éxito que iba alcanzar entre los lectores la primera parte de una trilogía que, tras El círculo platónico, cierra ahora con La casa Lercaro (Roca Editorial).

Todavía son muchas las voces que cuestionan el trabajo de Gambín, el milagro que ha hecho posible que un escritor que nunca ha ido por la vida de escritor, trascendiera la pequeña e interesante editorial independiente con la que se dio a conocer, Oristán y Gosciano, para desembarcar en un sello de los considerados majors en el mercado nacional como es Roca.

Si se leen las tres novelas que conforma lo que se ha venido a denominar como su trilogía lagunera, puede entenderse sin embargo las claves por las que ha alcanzado popularidad estas tres novelas, ya que se tratan de productos perfectamente armados, que han sabido reinterpretar los elementos del thriller a una geografía tan nuestra como es La Laguna, evitando en todo momento trascendencias y filosofía de bolsillo para contar simple y llanamente historias con aroma a folletín.

Un aroma a folletín que, inevitablemente, al lector sin prejuicios por lecturas mayores o menores termina por seducir.

Gambín escribe capítulos muy cortos, los protagonistas de sus tres novelas obedecen a estereotipos fácilmente reconocibles y, además y lo mejor a mi juicio, es que escribe thriller que desarrolla en La Laguna con absoluta libertad, adaptando las calles y plazas de la ciudad como escenario en el que desarrollar historias con acción trepidante en muchas casos deliciosamente hollywoodiense.

Mariano Gambín cierra con La casa Lercaro –aunque quizá pronto nos volvamos a reencontrar con algunos de los personajes de estas tres novelas en futuros trabajos de ficción del autor– su ciclo lagunero demostrando que detrás del escritor que nunca quiso ser escritor sino un sencillo y atrevido contador de historias, se encuentra un buen narrador. Un narrador que en La casa Lercaro revela además a un hombre que ha sabido madurar literariamente habñando.

Quizá por ello, me resulta esta tercera entrega la mejor de las que ha escrito hasta la fecha, ya que aquí hay más del Mariano Gambín escritor que el de contador de thriller.

Un paso hacia delante que no desmerece el esqueleto ni el vistoso y atractivo traje con el que viste –no disfraza– La casa Lercaro. Una novela de aventuras que cabalga sobre La Laguna y también Santa Cruz de Tenerife, ciudades que Mariano Gambín en apenas tres o cuatro trazos hace creíbles como territorio de aventura. Una aventura que en La casa Lercaro adquiere tintes sobrenaturales, con el célebre fantasma que dice la leyenda habita la hermosa mansión lagunera –hoy Museo de Historia–,  y de insólito carácter romántico.

En el cuadrilátero de sus personajes principales, el inspector Galán, la arqueóloga Marta Herrero, la periodista Sandra Clavijo, destaca en esta historia Luis Ariosto, probablemente el personaje más atractivo del grupo de investigadores a la fuerza, y a quien Mariano Gambín humaniza en esta tercera entrega tras ironizar sobre su supuesta homosexualidad y la ambigua relación que mantiene con su leall chófer Olegario.

El escritor aprovecha también las páginas de la novela para bromear sobre su éxito como autor de ventas, así como dirige críticas a la realidad política y social que caracteriza las islas en las que vivo.

Ya lo demostró con El círculo platónico, aunque en La casa Lercaro estas pullas discretas van directas al centro de la línea de flotación. Solo hay que quedarse con su doble sentido.

El pianista, entre acorde y acorde, reconoció entre los elegantes invitados –no era necesario vestir de etiqueta: traje y corbata para ellos, vestido de cóctel para ellas– a un grupo selecto de personalidades de la vida social y política de la isla. El presidente del Cabildo, que disfrutaba como pez en el agua aparentando conocer a todo el mundo y estrechando cuantas manos se ponían a su alcance; el alcalde, a quien las últimas encuestas invitaban a una jubilación anticipada tras el previsible resultado de las inminentes elecciones; el aspirante a alcalde, jefe de la oposición, que miraba inquisitivamente a los ojos a quienes se cruzaban con él buscando un reconocimiento que no siempre llegaba; la directora del museo, cuya forzada sonrisa revelaba la tensión que aquella velada le producía, muy alejada de la cotidiana labor anodina de su despacho. Todos ellos rodeados por otros políticos de segunda fila, por miembros del estirado cuerpo consular y por un conjunto de gente bien compuesto por una mezcla de poseedores de apellidos interminables y de arribistas aupados por la fortuna –o un buen padrino– a la élite de la sociedad tinerfeña del momento.”

La acción de La Casa Lercaro se inicia durante la inauguración de una exposición que exhibe algunas de las banderas que se portaron en el frustrado ataque del contralmirante Horacio Nelson a las costas de la capital tinerfeña y acto en el que se produce un asesinato ritual. Al mismo tiempo aparece el fantasma de un alma en pena que, una vez comienza a desarrollarse la acción, toma como protagonistas la sede del actual Museo de Historia, un pozo en ese mismo Museo de Historia, así como un inquietante y seductor multimillonario argentino, una médium con atractivos que van más allá de su supuesta comunicación con, precisamente, el más allá, y un tesoro escondido que ha guardado a lo largo de los años monedas que hoy resultan de incalculable valor.

Para contarnos todo esto, separando a sus protagonistas y volviéndolos a unir, narrando una eléctrica historia de amor entre la médium y el ambiguo hasta ahora Ariosto, Gambín pinta al fondo una ciudad, La Laguna, que el autor amplifica y reivindica sin trazo grueso. Haciéndola, para que me entiendan, mucho más atractiva de lo que es al mostrarnos los misterios que se esconden tras sus señoriales mansiones al recuperar ese pasado castellano que la caracteriza como la gran ciudad de frontera que fue.

El escritor cuenta así la historia de una casa con apellido en la que se nota un trabajo previo de rigurosa investigación. Elementos que acopla y dan consistencia a un título que te enseña lo que hay detrás de esas grandes casas que datan del siglo XVI, XVII. Más o menos lo mismo que ya hizo en El círculo platónico con los templos que salpican la geografía del casco antiguo lagunero.

Sin embargo, lo interesante de la tercera entrega de Ira Dei, La casa Lercaro, es que más allá de su misterio, más allá de su trepidante aventura, más allá incluso de los rasgos con los que pretende justificar las aparentes excentricidades de Ariosto, Gambín se nos revela como un escritor dotado para dar vida a la amplia galería de secundarios que rodea como satélites al grupo de investigadores protagonistas.

Estos secundario, muchos de los cuales apenas aparecen en una, dos, tres páginas, dan credibilidad y consistencia al universo imaginado por Gambín porque resultan, decíamos, reales como elementos de la historia, las historias, que desarrolla el escritor en su novela.

Y no es un trabajo fácil, porque todos ellos forman parte de esa geografía lagunera en el que pasado y presente se dan la mano al ser articulados con pericia en una trama repleta de misterios por resolver, algunos de cuyos senderos terminan confluyendo en una capital tinerfeña que, entre otros retratos, describe el autor: “La bahía de Santa Cruz brillaba bajo el sol del mediodía. La cordillera de Anaga, al fondo, a la izquierda, compartía decorado con un puñado de barcos fondeados en la ensenada. Más cerca, la actividad del puerto de la ciudad, con varios cruceros repletos de turistas, competía con el bullicio de la plaza de España y su enorme fuente de un solo chorro, que recordaba siempre a un estanque medio vacío.”

Y casi como si controlara los hilos, aunque su retrato esté caracterizado por la ambigüedad, la inquietante figura de un multimillonario argentino rodeado de un ejército de guardaespaldas cuya presencia parece que deja abierta el novelista para que aparezca en nuevas aventuras no sé ya si con  los cuatro investigadores que han protagonizada la trilogía.

Y todo ello puesto al servicio de una historia que solo pretende entretener. Literatura para unos mal llamada ligera, inconscientes del trabajo que implica y de lo complicado que resulta enganchar al lector. Lector, lectores, que han conectado con esa La Laguna misteriosa perfectamente reconocible para quienes tenemos la suerte de conocerla pero también cuajada de atractivos para quienes no han tenido la oportunidad de pasear por una ciudad que, insisto, durante un tiempo fue señera como núcleo urbano de frontera.

Mariano Gambín me recuerda así a un escritor con todas sus letras más próximo al universo del James Bond literario que al de otros autores de éxito que hoy por hoy copan la lista de los libros más vendidos. Y escribo Bond porque la trilogía de Ira Dei --salvando distancia temporales y de géneros-- tiene algo del espíritu de Ian Fleming, el creador del agente secreto 007, cuando describe los platos de una cena o de un almuerzo y los vinos que acompañan a esas viandas, así como la sensación de que todo lo que se cuenta va en función de la historia. Incluso en aquellos capítulos en los que, aparentemente, no pasa nada pero en los que planea siempre una sombra ominosa, un continuará que obliga a continuar con su lectura hasta llegar a un final que si bien no está lo suficientemente amarrado, sí que me parece la más literaria de las tres novelas de la serie.

NOTA: La casa Lercaro se presenta el martes, 19 de marzo, en el Casino de Tenerife.

Saludos, ¿acaso es Amaro Pargo quien llama a la puerta?, desde este lado del ordenador.