Archive for Mayo, 2014

Noches sin sexo, un libro de Yanet Acosta

Jueves, Mayo 15th, 2014

Simón, el tendero, era del Movimiento y, quizás, había sido él mismo quien había acusado a su marido de espía. No obstante, nunca se había negado a que se llevara algunos productos con la promesa de que en una semana los pagaría. Prefería no pensar en quién había vendido a Juan, pero sabía que alguien del barrio lo había hecho. Juan había llegado con el comienzo del verano al pueblo. Como todos los años desde hacía cinco, él se quedaba un mes en casa y después regresaba a la Gran Manzana, como le gustaba decir.

(El batido de chocolate, relato incluido en Noches sin sexo, Yanet Acosta, Adeshoras, 2014)

Yanet Acosta comenzó a masticar su primera novela en la Semana Negra de Gijón, idea que fue desarrollando en la guagua que la traía de regreso a Madrid mientras conversaba con Ernesto Mallo, un escritor argentino que no dejaba de darle ánimos para que asumiera el reto mientras el ruido del motor dejaba al resto de los pasajeros en una amable somnolencia que terminó cuando por fin se llegó a destino.

Una vez publicada la novela, El chef ha muerto, y trabajo que Acosta presentaría en una nueva edición de la snegragijonesa, algunos preguntamos con que nos iba a sorprender la escritora… Y fue poco el tiempo que discurrió para comprobarlo aunque hubo, confieso, esperanzas entre unos y otros aficionados para que recuperara a su peculiar detective privado Ven Cabreira, un personaje que casi es una parodia del ya mítico por legendario Pepe Carvalho, aunque Acosta –por naturaleza a la contra– apostó por continuar indagando en el género negro y criminal con un relato, No hay trabajo nuevo, dándole el protagonismo no a Cabreira sino a una empleada, Nieves, que por esas cosas de la ficción vive la aventura de su vida en una novela que la propia autora define como “un western urbano y erótico.

Noches sin sexo es un inquietante volumen que combina cuentos con microrrelatos y en los que late un desenfreno atroz y en ocasiones una ingeniosa vuelta de tuerca, al modo de O’Henry, pero en un sentido más radical, y en el que palpita la voz de una autora que narra y describe situaciones extremas, muchas de ellas violentas, que no dejarán indiferente a nadie.

Se aprecia en varias de las historias de Noches sin sexo el empleo de una lírica violencia que pone la piel de gallina pero sus mejores relatos son aquellos donde esa violencia está soterrada, y solo se intuye para dejar un regusto amargo en el paladar del lector.

En cuanto a los microrrelatos, como saben algunos, y si no lo saben lo escribo para que lo sepan, no soy un entusiasta, aunque los que publica Acosta están escritos con el claro propósito de desconcertar. Y en este sentido sí que funcionan como pequeños artefactos que esconden, detrás de las palabras, cargas mortíferas que estallan literalmente entre las manos.

Sin embargo, donde encuentro a la escritora, a una creadora que ha sabido reprimir su entusiasmo por generar provocación y si puede encender la llama de la polémica, son en sus relatos cortos. Algunos de ellos con sobresaliente octanaje literario y emocional y en los que se mezcla una ciudad que hace tiempo abandonó su idea de alcanzar el cielo, Madrid, y otros que se desarrollan en la tierra que vio nacer a la escritora: Tenerife.

Yanet Acosta no busca ninguna reconciliación con estas geografías que son escenarios determinantes en esta producción, en todo caso resultan solo paisajes en los que se mueven  historias protagonizadas por víctimas. Gente con miedo.

El miedo es un elemento fundamental en todos los relatos, incluso los micros, que se diseminan por este libro. Miedo no ya a la vida, que no va por ahí la cosa, sino a los demás. A sus reacciones e impulsos. Cuentos en los que hasta un taxista no es que dé miedo sino que da terror por grosero y acosador; y miedo por lo que pasa una mujer que en plena postguerra vende su cuerpo para que su esposo, represaliado y reducido a la condición de bebé, pueda tomar una taza de chocolate caliente.

Como ya sucediera en El chef ha muerto, la gastronomía, los sabores y el olor ocupan un importante espacio en algunos de los cuentos que presenta este libro. Un libro que pese a las tragedias de la vida vulgar no renuncia a una sutil ironía que refuerzan unas sencillas pero potentísimas ilustraciones a dos colores de Ariadna Acosta.

Se trata Noches sin sexo de un libro ejemplar por su capacidad no de acariciar sino arañar el alma del lector. De desarmarlo. Cuenta además con una notable capacidad para revivir miedos. Porque de miedo, ya digo, van estos relatos. Unos excelentes, casi redondos, y otros menos, pero historias en su conjunto que despiertan el coraje y la rabia que es esto de vivir.

Saludos, eso, eso es todo amigos, desde este lado del ordenador.

Silence, una novela de Alba Sabina Pérez

Miércoles, Mayo 14th, 2014

Se hizo de madrugada entre besos y conversaciones sobre el paraíso en Indonesia, y el regreso al sur durante los meses de invierno. Ya tenían los dedos arrugados de llevar tanto tiempo en el agua. Salieron de allí a las seis de la mañana y se sentaron en una tumbona, abrazados, a ver el amanecer. Marcos señaló hacia el oeste. “Mira, va a salir el sol”, dijo. “El sol sale por el otro lado”, respondió Claudia riendo. “Perdona, yo llevo  toda la vida viviendo aquí  y el sol siempre ha salido por ese lado”. “Marcos, el sol lleva millones de años saliendo y siempre ha salido por el este”. “Pues nos quedamos aquí hasta que salga, y verás que tengo razón”, dijo Marcos convencido de sus palabras. Se quedaron allí, pero se perdieron la salida del sol besándose;  él sobre ella, tendidos en la hamaca.”

(Silence, Alba María Pérez. Neys Books Ediciones, 2014)

El año pasado irrumpió con ¿Quién cuidará de mis guardianes? Alba Sabina Pérez, una escritora de la que hasta ese momento apenas se sabía nada pero que se hizo un hueco en la caprichosa marea de las letras con un libro pequeño en el que diseminaba una serie de historias conmovedoras y que despertaban emociones escondidas en el lector.

Con ¿Quién cuidará de mis guardianes? me encontré con una escritora que sabía narrar y acariciarte a través de una serie de cuentos e instantes en los que se detectaba oficio y un agradecido mestizaje cultural –combinación airada si quieren de influencias literarias y cinematográficas varias– a los que hacía referencia sin ánimo doctrinario ni erudito. Aquellos títulos se mencionaban en sus relatos porque habían resultado determinantes y era una manera de expresar, quiero entender, su reconocimiento a todas esas fuentes genéricas y contradictorias que, de una manera u otra, contribuyeron a que fantaseara y creciera como persona.

Todos estos elementos y alguno más se dan cita ahora en Silence, su primera novela. Un libro que afortunadamente no ha traicionado las expectativas que había depositado en una narradora que ahora se atreve a jugar en otra pista. Pista en la que se mueve con la misma agilidad que en ¿Quién cuidará de mis guardianes?, aunque en esta ocasión pisando con más fuerza, como si hubiera dejado de lado los balbuceos y dudas anteriores para contar la misma historia: el adiós a esa primera y rebelde juventud que es la adolescencia.

Silence se lee y se devora con pasmosa rapidez y Silence se lee y se devora con pasmoso desconcierto. Dividida en cuatro partes, la novela tiene el aroma del final de un viaje y está narrada en una tercera persona para la que no existe, afortunadamente, el pudor.

Claudia, su protagonista, se aloja en un apartamento cedido por unos amigos de sus padres en Costa del Silencio, una geografía turística que se confunde con los descampados sureños de la isla de Tenerife y en la que residen una serie de personajes de numerosas nacionalidades que trabajan o pasan sus vacaciones en ese paraíso venido a menos con pinta del oeste salvaje.

Como en ¿Quién cuidará de mis guardianes? hay referencias literarias, en esta ocasión La Divina Comedia de Dante, y una presencia sutil pero insistente de la televisión. Artefacto que utiliza la protagonista para mirar una serie de documentales sobre asesinos. Asesinos servidos como entretenimiento y que pesan a lo largo de toda la narración como algo ominoso y siniestro.

Algo de que puede suceder cualquier cosa.

Que algo pasará…

Y son muchas las cosas que, efectivamente, pasan en Silence, aunque la novela no termina decantándose por el festín sanguinario sino que apuesta por la terapia. Una terapia narrada en tercera persona y en la que su protagonista –que toma notas que reproduce en el libro– no usa para ahuyentar sino asumir sus fantasmas y derrotas.

La única manera, entiendo que sugiere, de poner fin a los traumas que la despedazan.

Silence conmueve y emociona. Y se trata de uno de esos libros que tienen muchas más lecturas que la primera. Respira vida y también una nostalgia por las cosas que no duran. Sueños que se disuelven en una geografía donde se amontonan apartamentos y bares en una planicie yerma que terminan a orillas de la playa. Un territorio en el que se puede escuchar toda clase de idiomas y acentos y el sonido del viento y del mar: el silencio.

Toca la fibra esta novela y a veces incluso pone la piel de gallina. Y todo recurriendo a un estilo sencillo, sin exageraciones. De una aplastante sencillez en el que late sustratos y emociones que hacen que el ejercicio de la lectura resulte más atractivo.

Su único defecto es que se trata de una novela demasiado estructurada, pero tiene la virtud en muchos momentos de emocionar. De que el lector esté ahí dentro, en esa costa con parque de atracciones donde una vez quiso reinar el silencio.

Saludos, otra vez con The Kinks, desde este lado del ordenador.

Réquiem habanero por Fidel, una novela de J. J. Armas Marcelo

Martes, Mayo 13th, 2014

Estaba profundamente dormido, o tal vez no tanto, pero descansaba en el silencio absoluto cuando la perra del vecino empezó a llorar, me despertó de un golpe y me llevó de nuevo a pensar en la muerte. No en la muerte del Comandante en Jefe, sino en mi propia muerte, porque de tanto cavilar sobre la muerte de los demás uno no se da cuenta de cómo se acerca la Matona a decirnos que nos toca. ¿Tengo suerte? ¿Diría que tuve suerte hasta hoy? Diría que sí. Fui y sigo siendo un funcionario que cumplió con su misión por la patria y por la Revolución.”

(Réquiem habanero por Fidel, J. J. Armas Marcelo, Alfaguara, 2014)

El escritor y periodista J. J. Armas Marcelo regresa a territorio cubano con su última novela, Réquiem habanero por Fidel, una historia bien escrita en la que mimetiza el habla peculiar de esa tierra del Caribe pero que, mucho me temo, resulta irregular en su fondo, como suele suceder con otras historias firmadas por este autor.

Planteada como un largo monólogo –el que emprende el coronel retirado de la Seguridad del Estado Walter Cepeda–, el libro de Armas Marcelo no resultará redondo para los lectores iniciados en los complejos vericuetos de la historia reciente de Cuba porque apenas aporta nada nuevo bajo el sol salvo el insistente mensaje de las otras Cubas. Las que por circunstancias económicas y políticas viven en el exilio y se han empañado en ventilar sobre el régimen que instauró Fidel Castro en lo que ya casi parece la noche de los tiempos.

Armas Marcelo emplea para ello la voz interior de un hombre cuyas convicciones se cimentaron en un sistema que hoy, resalta el escritor a través de su personaje, agoniza en soledad.

Por la novela desfilan algunos de los hitos más tristes de la revolución cubana. Su peligrosa inclinación a un estalinismo de guayabera que condujo al caso Heberto Padilla, al fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, a la guerra de Angola y a los tanteos con el narcotráfico. También a la supervivencia del castrismo y sus consignas cuando se abrazó el turismo como fuente de ingresos tras los dolorosos y durísimos años del Período Especial, y que tuvo su director, su hombre de acción, en el chileno Max Marambio.

Hay otros momentos oscuros que recuerda el protagonista de esta historia que quiere ser la crónica de la muerte anunciada de Fidel Castro, pero se pasa de puntillas, o a los que ni siquiera se alude sospecho que por una cuestión de no engordar demasiado sus páginas.

La novela quiere ser, en todo caso, un relato sobre el fanatismo. Aunque ese fanatismo resulte cansado, un clavo ardiendo al que se aferra Cepeda pese a que su fe ciega en Castro haya provocado la disolución de su familia –su hija triunfa presuntamente como cabaretera en Barcelona y su ex mujer no deja de humillarlo en largas conversaciones telefónicas mientras ladra y llora un perro del vecindario que responde al nombre de María Callas– y que ha multiplicado sus dudas como revolucionario.

Todo esto mientras crece el rumor en la novela de que Fidel ha muerto, lo que dispara esta especie de examen de conciencia de un agente que ha colaborado con una revolución demasiado acostumbrada a devorar a sus hijos.

No cuenta Réquiem habanero por Fidel con elementos suficientes para despertar la atención del lector, ya digo, conocedor de las luces y sombras de ese proceso que algunos llaman revolución cubana. La revolución, viene a decir Armas Marcelo, ha terminado por transformarse en involución, en una siniestra gerontocracia que, probablemente, perderá sus papeles cuando Fidel abandone este mundo…

En contra de lo que se supone, y hay que reconocer la habilidad del escritor para evitarlo, la novela no plantea qué pasará en Cuba cuando el Jefe no esté entre nosotros, sino cómo podría afectar su desaparición a quienes contribuyeron a la supervivencia de un régimen cuyo sistema resulta esquizofrénico.

Lo más atractivo de lo que parecía una prometedora nueva novela sobre Cuba escrita por alguien que no es cubano pero que ha sido mordido más que por el veneno cubano por el tónico habanero, la capital bullanguera que retrató Guillermo Cabrera Infante en sus novelas y escritor que escogió el exilio cuando comprobó que “el comunismo es el fascismo de los pobres”, es la forma en cómo está escrito el libro. La capacidad que tiene Armas Marcelo para mimetizar el habla habanera y darle color a un relato que sabe demasiado a un ajuste de cuentas que a otra cosa.

El resto son páginas y páginas en las que se intenta aniquilar la fe de su anciano protagonista en esa revolución que hoy solo se aguanta por los viejos, pero poco más.

Al final, cuando se cierra las tapas de Réquiem habanero por Fidel, uno se queda con una agria sensación.

Por un lado entiende y asume el final de un proceso como tiene que haberlo entendido y asumido Armas Marcelo, pero no termina de explicarse –y más en el caso de un escritor y periodista que conoce profundamente las idas y venidas de la historia reciente cubana– la endeble consistencia con la que sustenta históricamente el relato. Más un paseíllo por los tópicos siniestros de la revolución que dejó de serlo cuando el bloque soviético se desplomó; que por el descreimiento que supone su fin para alguien que trabajó con fe ciega en un proyecto que buscaba, presuntamente, el nacimiento de un hombre nuevo.

No, no me ha funcionado en este sentido los ladridos de María Callas a modo de conciencia. Ni los de su Mami, ni la hija, ni las perversas orientaciones que recibe el protagonista de Raúl Castro, entre otros personajes reales y ficticios que pueblan esta novela que, como otros títulos de J. J. Armas Marcelo, pudo haber sido y sin embargo no fue.

Saludo, no es tarea fácil, desde este lado del ordenador. 

Quedan avisados (2)

Lunes, Mayo 12th, 2014

* El escritor Jorge Eduardo Benavides estará en Tenerife entre el 28 y el 29 de mayo para participar en el encuentro  I Jornada Literaria Peruana, con el título de La literatura antes y después de Internet, de las que ya informamos en este su blog El Escobillón.com. Benavides aprovechará su estancia, además, para presentar su última novela, La paz de los vencidos (Nocturna Ediciones), un relato en el que “un inmigrante peruano en Tenerife, da cuenta de sus historias mínimas en un cuaderno-diario que casi empieza con su nuevo trabajo en un salón recreativo de máquinas tragaperras. Sus días simplemente transcurren sin buenas noticias, al ras del suelo y sin ninguna proyección de cambio. Los personajes que lo rodean se encuentran en un limbo muy parecido. Capote, su amigo aspirante a escritor que nunca publica. El profesor, un hombre viejo y solitario, ya sin alumnos, con el que entabla una cálida relación. Enzo, el músico uruguayo, el eterno hippie sin ambiciones. Y la joven Elena, novia de Enzo. Cuando parecía haber adquirido un mínimo de alegría, un poco de velocidad, algo ocurre en la vida quieta del peruano, un suceso que provocará, por fin, un cambio brusco.”

* Llega a las librerías El diario de Luise Schmidt, Canarias 1904-1906 (Editorial Zech) en su traducción al castellano. Solo seis meses después de publicar la edición original en alemán, se presenta ahora una cuidadosa traducción, revisada y prologada por Elia Hernández Socas. Luise Schmidt, a la edad de veinte años, llegó en 1904 a Tenerife para trabajar como institutriz en la familia del hotelero alemán Christian Trenkel en Puerto de Orotava y en La Laguna. Durante tres años y medio de estancia en la isla, guardó celosamente en una cajita su diario junto con numerosas fotografías, tarjetas postales, cartas y recortes de prensa. Su nieto, Klaus Matzdorff, ha recopilado y publicado en este libro estos documentos históricos. Una relación de viaje auténtica e histórica sobre la vida en Tenerife a principios del siglo XX. En el prólogo de Elia Hernández Socas, filóloga y experta en literaturas de viaje sobre Canarias (se doctoró en el tema Las Islas Canarias en viajeras alemanas), se destaca las peculiaridades de este diario de viaje y lo ubica en su horizonte histórico-científico adecuado.

Saludos, decir adiós es morir un poco, desde este lado del ordenador.

Una extraña complicidad que Dios la bendiga

Domingo, Mayo 11th, 2014

Concluye la octava edición de NNegra de Arona suscitando la misma pregunta de siempre. Esa gigantesca interrogación que me acompaña en el viaje de vuelta a casa, con la banda sonora del zumbido del motor de una guagua que atraviesa la autopista bajo un sol de justicia.

La pregunta que me asalta siempre que estoy de vuelta es cómo sobrevive un encuentro con la novela policíaca al que apenas se promociona y en el que, sin embargo, participan escritores de primera línea en el panorama narrativo que aborda lo criminal en español.

Entre otros, NNegra de Arona contó esta edición con Andreu Martín, un escritor que es referente del género y un tipo que ya lleva treinta años escribiendo historias negras, otras tantas infantiles y personajes del mundo del colorín como sir Tim O’Theo que dibujara Raf.

Para los que consumimos esta literatura, algo cansados ya de los protestones de siempre, Andreu Martín ha trascendido la frontera de sus cuentos y novelas para convertirse en una marca. Cuando escribo marca me refiero a que es normal buscar sus libros como los del Andreu Martín, con independencia del título que se trate. La marca Andreu Martín no suele fallar porque sus relatos implican entretenimiento y que los devores –en uno o dos días– mientras el libro tiembla entre tus nerviosas manos.

Andreu Martín es una leyenda del género dentro y fuera de España. Un compañero de viaje con el que pasar el tiempo. Así que conocerlo personalmente es dejar que las horas se evaporen como si nada y una lección de cómo hay que actuar ante la vida. Olvidas las primeras y desde entonces ya no últimas lágrimas que soltaste cuando saliste a trompicones del vientre de tu madre.

Andreu Martín habló y con él se habló en NNegra de Arona.

Es verdad que ante un auditorio pequeño, en el que casi siempre se veían las mismas caras, pero muy agradecido por el vitalismo y la sencillez que emana un escritor que lleva muy bien eso de ser un referente del género que cultiva y que tan bien conoce.

Un escritor que responde más o menos al imaginario que uno se hace de esta clase de marcianos que son los escritores. O que deberían ser los escritores. El 9 de mayo, que cayó viernes, celebraba además su aniversario. Así que hubo tarta y algo de vino y regalos.

Con Andreu Martín se habló, ya digo. Y Andreu Martín habló, digo también en un encuentro en que participaron otros narradores como Luis Gutiérrez Maluenda, para quien la novela policíaca nació y murió entre los años que van desde la década de los treinta a la de los sesenta y que sin embargo cultiva el género con un entusiasmo que desarma; Carlos Álvarez, que además de fina ironía es capaz de hacer entendible la historia de Canarias con relatos en los que tendríamos que reconocernos; y Alexis Ravelo, quien además de ser un excelente escritor es igual de excelente como persona.

Cuatro esquinas de un mismo cuadrilátero que hace que NNegra de Arona se haya convertido en uno de esos extraños milagros que aún se mantienen y que parecen conspiran para hacerme feliz.

Y es que algo tiene la literatura negra.

Cosa de buena gente.

O de una extraña complicidad que Dios la bendiga.

Saludos, tomando una cerveza negra en El Pájaro Turuta, desde este lado del ordenador.

Arona escribe en negro

Miércoles, Mayo 7th, 2014

El Centro Cultural de Los Cristianos protagonizará del 7 al 9 de mayo la VIII edición de NNegra de Arona, un encuentro en el que se analiza las tendencias por las que se mueve este género y que este año contará, entre otros invitados, con la presencia del escritor Andreu Martín, Luis Gutiérrez Maluenda, Carlos Álvarez y Alexis Ravelo.

Mesas redondas, encuentros con los escritores, proyecciones cinematográficas –este año se exhibe Chinatown para celebrar su cuarenta aniversario– son solo algunas de las citas que componen un programa donde lo literario y cinematográfico se dan la mano con lo lúdico.

Como en anteriores ediciones, uno de los escritores invitados protagonizará la sesión Descuartizando a… Papel que este año asumirá Luis Gutiérrez Maluenda y en el que participan alumnos de los IES del municipio, quienes debatirán con el autor sobre su última novela, Ruido de cañerías (Alrevés Editorial). El encuentro será el viernes, 9 de mayo, a las 11 horas en el Auditorio Infanta Leonor.

Retrato robot de los autores

Andreu Martín (Barcelona, 1949) es novelista, guionista de cómic y de cine y está considerado, con justicia, uno de los maestros de la novela negra española. En su producción literaria destacan títulos como Prótesis (1980), que obtuvo el Premio Círculo del Crimen,6 y que posteriormente fue llevada a la gran pantalla por Vicente Aranda con el título Fanny Pelopaja (1984); Por amor al arte (1982); Crímenes de aficionados (1987), El hombre de la navaja (1992); Jugar a matar (1995); Los miedos de la ciudad sin miedo (2002); Barcelona trágica (2009);  y Sociedad negra (2013).

Andreu Martín ha ganado varios premios, como el Nacional de Literatura Juvenil; tres veces el Hammett, que concede cada año la Semana Negra de Gijón la Asociación Internacional de Escritores Policíacos a la mejor novela negra publicada originalmente en castellano en el año; el Deutsche Krimi Preis –premio a la mejor novela policíaca publicada en el año en Alemania–, así como el Premio Ateneo de Sevilla; La sonrisa vertical y el II Premio Alandar de Narrativa Juvenil de la editorial Edelvives. En 2004 obtuvo –junto a Jaume Ribera– el Premio Brigada 21 a la mejor novela del año escrita en catalán, con Amb els morts no s’hi juga y en 2011 se le concedió el premio Carvalho en el marco de BCNegra y también el Sant Joan Unnim por la novela Cabaret Pompeia, ambientada en la Barcelona de la primera mitad del siglo XX.

Luis Gutiérrez Maluenda (Barcelona, 1945) es autor, entre otras novelas, de Putas, diamantes y Cante Jondo, por la que fue finalista a la mejor primera novela en la Asociación de Novela Negra Brigada 51; Música para los Muertos, título seleccionado como mejor novela del mes por Radio EusKadi; Una anciana obesa y tranquila, Los muertos no tienen amigos, Un buen lugar para reposar y Ruido de cañerías. En su labor como ensayista destaca Jazz y Blues en la novela negra americana, conferencia que ha impartido en las Universidades de Salamanca, Autónoma de Barcelona y Carlos III de Getafe.

El escritor y guionista Carlos Álvarez ((Navaleno, Soria, 1957) es autor de Negra hora menos, por el que obtuvo el premio de Narrativa Santa Cruz de Tenerife (1991); La pluma del arcángel, premio de Novela Benito Pérez Armas (1998); Si le digo le engaño. 100 kilos a la deriva para salir de la crisis (2011) y La Señora. Beatriz de Bobadilla, Señora de Gomera y Fierro (2012), así como coguionista de Mararía (Antonio J. Betancor, 1998 ) y guionista y codirector junto a Sigfrid Monleón e Imanol Uribe, del documental Ciudadano Negrín (2010). En su último trabajo, Crónicas de la conquista de Canarias, reescribe las transcripciones paleográficas que en su momento realizaron investigadores como Francisco Morales Padrón, Elías Serra Ráfols-Buenaventura Bonnet y Agustín Millares Carlo. Una edición digital que se puede descargar gratuitamente hasta el 30 de mayo en la web diadecanarias.es.

El cuarto sospechoso invitado en la VIII Negra de Arona es Alexis Ravelo, un viejo conocido de este encuentro. Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) forma junto a Carlos Álvarez, Antonio Lozano, José Correa, Jaime Mir, Tomás Felipe y Javier Hernández Velázquez, entre otros, la hornada de escritores que han renovado la literatura negrocriminal en Canarias. Creador del investigador privado a su pesar, Eladio Monroy, a quien le ha dedicado cuatro novelas, Ravelo es autor además de La noche de piedra (La Iniquidad I), Los días de Mercurio (La Iniquidad II), La estrategia del pequinés, finalista al premio Hammett en la Semana Negra de Gijón 2014 y La última tumba, por la que obtuvo el XVII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe en 2013. Ravelo es autor también de varios libros de literatura infantil y juvenil y un excelente maestro para conocer cómo se debe escribir una novela.

Saludos, nos vemos en NNegra de Arona, desde este lado del ordenador.