Archive for Mayo, 2014

La droga es el demonio

Jueves, Mayo 22nd, 2014

Llego tarde, como a tantas otras cosas en mi vida, a The Wire, serie de televisión que suscita encendidas pasiones como odios entre los aficionados al invento del maligno.

Mientras devoro la cuarta temporada, descubro poco a poco un producto total que, en contra de otras experiencias televisivas, crece a medida que se suceden sus entregas y aparecen y desaparecen personajes porque el verdadero protagonista de The Wire es Baltimore, Maryland, una especie de Irak en la geografía de los Estados Unidos de Norteamérica.

Ver de seguido The Wire –como ver seguidas otras grandes series que la televisión estadounidense produce en estos tiempos convulsos y que ha encontrado en este medio, la caja tonta, un vehículo eficaz para narrar historias adultas cuando su cine claudica en nombre de la más enfermiza lobotomía– es puro disfrute intelectual y para los sentidos.

Y todo ello considerando The Wire no como la mejor serie de televisión de todos los tiempos como aseguran sus voceros oficiales, sino como un todo que, efectivamente, a veces araña la perfección y aproxima su espíritu al de la novela del siglo XIX que a los experimentos que sufrió en el XX, centuria salpicada de dos grandes conflictos mundiales y deslumbrada ante los adelantos tecnológicos, entre otros el de consegur que  el hombre pisara el satélite lunar.

The Wire es una serie extremadamente compleja que, en cada temporada, ofrece un retrato feroz sobre Baltimore desde la mirada de los que trabajan al lado de la ley y de quienes conspiran para saltársela y enriquecerse con negocios sucios. Este es el juego, se insiste en cada uno de sus capítulos.

La conclusión que saco, por ahora, es que nada es lo que parece. Que ese Baltimore que se refleja funciona como una moneda que tiene la misma cara, lo que extrema un realismo rabioso y desasosegante que culpabiliza al sistema y a los vicios que genera la democracia norteamericana como origen de sus conflcitos y de las frustraciones de una ciudad que, pese a todo, se levanta cada mañana para repetir la misma historia.

Creada por David Simon y Ed Burns, The Wire pone de manifiesto lo que importa una historia, un guión notablemente urdido y personajes creíbles para enganchar al espectador en cada uno de sus capítulos. Una obra coral en la que desfilan hombres, mujeres, adolescentes y niños que son retratados con un realismo que raya en ocasiones lo documental. Y ahí se encuentra, a mi juicio, uno de sus pilares: mostrar y narrar con vertigínoso ritmo cinematográfico las entrañas urbanas de una gran ciudad estadounidense sin esconder sus vergüenzas.

Viendo The Wire es inevitable pensar las razones de que no realice un trabajo similar, con estas mismas características, en la Europa de los mercaderes.

Doy por imposible el caso español, que ha encontrado un cómodo refugio en sus astracanadas telecomedias, pero también de países presumo satisfechos de su madurez como Francia y Alemania. Gran Bretaña es otra cosa, aunque espero un producto compacto y cien por cien británico que sea capaz de mostrar las oscuras miserias que esconden sus ciudades y aldeas.

Es inevitable que The Wire seduzca a quienes se han curtido literariamente a través de la novela policíaca. En especial la que se cultiva en la actualidad en ese país al que todo el mundo condena si no es norteamericano aunque yo me cansé hace tiempo de echarle las culpas de las miserias del mundo al convencerme de su capacidad para hablar de lo que más les duele.

Y The Wire pone, en este sentido, el dedo en la llaga.

No sorprende así que colaboren en la redacción de sus guiones escritores del género como George Pelecanos, Dennis Lehane o Richard Price. Tipos que han escrito sobre policías y criminales dándole a esos mismos policías y criminales sustancia y un aliento trágico cuya fuente de inspiración es objetivamente homérica.

Logra, además, que el desconcertado espectador sentando cómodamente en casa entienda, aunque no comparta, las debilidades de sus protagonistas. Que sufra y se divierta con ellos.

Ya escribimos en cierta ocasión que el mejor cine norteamericano se encuentra actualmente en la pequeña pantalla. Y The Wire es solo una de esas grandiosas producciones que me enseñan una vez más que en ese país saben cómo mezclar entretenimiento con mensaje sin resultar enojosamente doctrinario. Uno, incluso, hasta le perdona la confusa moral que prevalece en las cuatro entregas que hasta hoy he podido disfrutar de ella.

El entusiasmo es tanto, la droga ha contaminado tanto mis ideas, que se me hace cuesta arriba enfrentarme a una quinta temporada al saber que ya no habrá más The Wire. Que ya no podré evadirme mientras observo ese retrato feroz y en ocasiones descarnado de una ciudad, Baltimore, que como toda ciudad que se precie –e incluyo la que vivo, tan aparentemente provinciana y dormida– demanda productos que, como The Wire, funciona como purgante.

Aunque mañana sea otro día igual de rutinario que ayer.

Sí, la droga es el demonio.

(*) El Escobillón quiere agradecer a Lester Freamon el descubrimiento de esta serie.

Saludos, yo nací…, desde este lado del ordenador.

Más de medio centenar de cineastas, actores y técnicos firman un Manifiesto en el que explican sus razones para no participar en LPA Rueda

Miércoles, Mayo 21st, 2014

INTRO

Reproducimos a continuación el manifiesto que un grupo de profesionales del cine en Canarias ha firmado para mostrar públicamente su rechazo a OMF Asesores SLP (Pacific Nihil) para organizar LPA Filma.

Manifiesto de no participación en LPA Rueda

Por la presente, comunicamos nuestra rechazo a la designación de OMF ASESORES SLP (PACIFIC NIHIL), cuya cabeza visible se ve representada en la figura del señor Heber Martín, como organizador del evento “LPA Filma” dentro del marco de acciones del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria de 2014, en primera instancia al Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria y al Ilmo. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria como responsables máximos de la situación.

A pesar de que tenemos conocimiento de que a nivel legislativo cualquier proyecto que se presente a una institución pública por una cifra inferior a dieciocho mil euros (18.000 €) no está sujeto a concurso público, consideramos que dado los tiempos que corren, y en defensa de una política de transparencia y democracia, un evento de estas características debería asignarse a través de concurso público y tener en cuenta a los diferentes agentes del sector.

En esta ocasión, al conocer la empresa que ha sido designada, OMF ASESORES SLP, concluimos que ésta carece del recorrido, empaque y capacidad demostrada o demostrable para desarrollar adecuadamente un evento de este calibre. Para tal afirmación nos basamos en la experiencia vivida, tanto directa como indirectamente, por muchos de los autores, técnicos e intérpretes abajo firmantes en el único evento de cierto peso que han realizado en el ambiente cinematográfico, el “Festival de Cine de Gáldar”.

Dicho festival estuvo plagado de errores de diversa gravedad, donde reinó la desorganización, el caos logístico y la desafección por parte de la organización. Consideramos además que en el poco tiempo que llevan funcionando, son demasiadas las graves desavenencias que esta empresa, con sus correspondientes responsables, ha generado a numerosos compañeros, profesionales de la industria audiovisual en Canarias, así como las malas formas mostradas con nosotros en múltiples ocasiones.

Somos gente que amamos el cine y creamos y creemos en consonancia con nuestras posibilidades en esta tierra y es por ello que deseamos que el Festival de nuestra ciudad pueda desarrollarse con las condiciones técnicas y humanas proclives para generar un ambiente positivo y profesional.

Para nosotros es un enorme sacrificio la no participación, pero consideramos que nuestro trabajo tiene un importante anclaje en la sociedad como generador de cultura, y queremos desvincularnos de personas y formaciones que dañan la imagen y el buen funcionamiento de nuestro sector de una forma flagrante.

Es por todo ello que los abajo firmantes, desde el respeto y la objetividad, de mutuo acuerdo y en consonancia con el sentir de los autores, técnicos y artistas que apoyan esta declaración, nos vemos en la obligación moral de plantearnos la no participación en la sección “LPA Filma” como medida de protesta, a falta de que las autoridades pertinentes recapaciten sobre la adjudicación del evento a dicha compañía y así podamos replantear la situación.

Estando todos conformes con lo aquí expuesto, lo expresamos para el conocimiento público y que así conste.

1. Francisco Melo Junior, productor, empresario

2. Gorka San Juan, actor

3. Javier Caldas, director

4. José Medina, director

5. David Sainz, director

6. Dani Mendoza, sonidista

7. Nael Cardona, director

8. José Antonio González, actor

9. Héctor Martín, sonidista

10. Iván López, director

11. Marta Viera, actriz

12. Carolina Hernández, sonidista

13. Begoña Viera, actriz

14. David Pantaleón, director

15. Carlos Santos, escenógrafo

16. Daniel León Lacave, director

17. Chicho Castillo, actor

18. Jonay García, director

19. Cayetana H. Cuyás, directora

20. Cris López Noda, directora

21. Armando Ravelo, director

22. Naira Gómez, actriz

23. Iriome del Toro, actor

24. Verónica Galán, actriz

25. Fran Vázquez, actor

26. Jorge Reyes, actor

27. Jairo López, director

28. Fernando Alcántara, director

29. Marta Bombín, producción

30. Ángel Valiente, producción

31. Lorena Mares, arte

32. Antonio de la Cruz, actor

33. Coré Ruiz, director

34. Cristo Quintana, actor

35. Ado Santana, director

36. Lamberto Guerra, actor

37. María de Vigo, actriz

38. Mingo de Luis, director

39. Rafael Navarro Miñón, director

40. Adrián León Arocha, director

41. Luis Expósito Medina, director de fotografía

42. Arima León, directora

43. Élida Pérez, actriz

44. Patricia Haridian Rivero, actriz

45. Laionel Marrero, director

46. Pino Luzardo, actriz

47. Esther Munuera, actriz

48. Abián de la Cruz, actor

49. Manuel Sánchez Jiménez, técnico

50. Alejandro Butler, actor

51. Miguel G. Morales, director

52. José Cabrera Betancort, director

53. Ramón del Pino, director de fotografía

54. Paco Marrero, director

55. Filiberto Díaz, músico

56. Vane Manjarres, producción

57. Esteban Calderín, director

58. Ruth Sánchez, actriz

Saludos, ya saben, desde este lado del ordenador.

Anuncios por palabras

Miércoles, Mayo 21st, 2014

* TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge este miércoles, 21 de mayo, a las 20 horas, el estreno del cortometraje MinAa, de Cándido Pérez de Armas (Santa Cruz de Tenerife, 1981). La entrada es gratuita previa retirada de las invitaciones en la taquilla del centro de arte contemporáneo del Cabildo de Tenerife.  MinAa es un proyecto altruista desarrollado en Canarias por un grupo de personas amantes del universo Sigur Rós. Tras participar en 2012 en el Talenthouse convocado por el grupo, deciden reunir fuerzas para crear un nuevo Mystery Film Experiment de forma desinteresada. El género elegido para la historia es el  realismo mágico y cuenta con multitud de personajes fantásticos, desde faunos hasta hadas o piratas del tiempo. MinAa se rodó integramente en Canarias en el mes de abril bajo la co-producción de las productoras El Cazador de Sombras, Centrífuga Producciones y Anatael Productions. Panadería Cafetería Km5, Muebles Mary, Peluquería Pino Estilista y Arian son algunas de las empresas que han prestado sus servicios para poder llevar a cabo el proyecto. Cuenta con la interpretación de os actores Carlos Pedrós, Aarón Gómez, Idaira Santana, Rebeca Pérez, Dailos González, Sara López, Tribal Shai, Irene Álvarez, Yessica Abreu, Daya Sierra, Yurena Perdomo, Maricarmen Cruz, Norberto Trujillo, Gabriele Zizzi, Beneharo Hernández, Miguel Lorenzo Gay, Francis Lorenzo, Alicia Ponce y Ruyman Reyes entre otros.

* El ciclo literario Entre palabras es un conjunto de citas entre escritores y público asistente, en encuentros destinados a indagar en el proceso creativo y el universo narrativo de cada autor, la valoración de la literatura y el panorama actual de las letras canarias. Durante mayo, José Rivero Vivas y Emilio González Déniz protagonizarán dos sesiones de este ciclo: Emilio González Déniz, profesor y escritor de novelas, narrativa infantil y juvenil, teatro, etnografía y folclore, estará este miércoles 21 de mayo en la Biblioteca Pública del Estado de Las Palmas de Gran Canaria, a las 19.30h.  José Rivero Vivas, cultivador del cuento, la novela, el ensayo, el verso y el teatro, protagonizará el jueves 22 de mayo en la Biblioteca Pública del Estado de Santa Cruz de Tenerife, la jornada a partir de las 19:30.

* Alba Sabina Pérez presentará su primera novela, Silence, el viernes 23 de mayo a las 19:30 en el Instituto de Estudios Canarios (Casa de Ossuna, C/ Juan de Vera, 4, La Laguna). En el acto intervendrán Cecilia Domínguez Luis (poeta y narradora), Juan Andrés Herrera (director de Neys Books Ediciones y escritor) y la autora. Silence cuenta la historia de Claudia, una joven vulnerable y solitaria, que se va sola de vacaciones por primera vez. Al llegar a su destino, Costa del Silencio, en Tenerife, recuerda que ya había estado allí. Disfruta de su descanso en una casa alquilada sin saber nada de sus antiguos inquilinos y por donde se cuela casi cada noche un enigmático joven. Claudia empieza a hacer nuevas amistades y se siente fascinada por ese chico misterioso. Pero en Costa del Silencio nada es lo que parece y quienes la rodean parecen guardar un viejo y terrible secreto que aún los tortura. Claudia llegará hasta las últimas consecuencias para saber quién es cada cual y por qué cree haber encontrado su lugar en el mundo.

Saludos, bailando voy, bailando vengo, desde este lado del ordenador.

Pedro Víctor Debrigode y sus mil pseudónimos

Martes, Mayo 20th, 2014

“- ¿Cómo empezó usted a escribir?

- Por una apuesta. Un amigo leía novelas tipo bolsilibros y yo le hice un comentario despectivo, de los que hacen tantos cuando desconocen el género. Mi amigo me contestó que si era tan fácil por qué no hacía yo una. Nos apostamos una caja de coñac. Tardé tres meses en escribirla, pero la escribí.”

(Entrevista del autor a Peter Debry. Incluido en el volumen Guiones argumentales, Pedro Víctor Debrigode Duggi, El Vigía Editora, 2002)

Historias ambientadas en el lejano oriente, en los mares del sur, en el oeste americano fueron solo algunos de los escenarios en los que se desarrollaron las historias del escritor Pedro Víctor Debrigode Duggi, que el próximo 13 de octubre celebra el centenario de su nacimiento como uno de los reyes indiscutibles de la literatura popular en España.

Tras una vida igual de aventurera que la que transmitió en los relatos que nacieron de su máquina de escribir, Debrigode dijo adiós a este planeta 1982, en la villa de la Orotava, rodeado del aprecio incondicional de miles de aficionados –su obra cuenta con un club de fan en Alemania– y autor de una novela (publicadas por Ediciones Idea con el título de Luchar por algo digno, y en dos volúmenes, El barco borracho y El espía inocente) donde resume sus experiencias durante la Guerra Civil española primero en Tenerife y más tarde en la Península, aunque no fuera “rojo, ni azul. Soy un cachondo, y la política me tiene sin cuidado”.

Como escritor de novelas de aventuras Debrigode firmó casi todas con los más variados pseudónimos: Arnaldo Visconti, Peter Debry, Vic Peterson, Geo Dugan, Chas Logan, Peter Briggs o P. W. Debrigaw, y vivió buena parte de su vida en Tenerife, isla en la que ambientó algunos de sus relatos, y en la que se casó en segundas nupcias con Clotilde Miranda.

“Un espíritu libre”, como lo califican quienes lo conocieron, la literatura de Debrigode se caracteriza por su “fértil imaginación, proporcionando a sus lectores un vehículo para sus sueños de libertad, sirviendo de válvula de escape de la cotidiana –y dura– realidad”, según el especialista Manuel del Valle.

Entre los numerosos personajes que salieron de su cabeza destaca la serie de historias que dedicó en clave a lo Emilio Salgari: El pirata negro, una de cuyas aventuras, Escala en Tenerife, transcurre entre el macizo de Anaga y La Laguna; El galante aventurero, Diego Montes, Capitán Pantera y Audax, entre otros.

Debrigode, que no se cansaba de repetir que llegó a este negocio a raíz de una apuesta, insistía en que a él lo que le gustaba de verdad era escribir novelas policíacas, género que alternó con el de la aventura en casi medio millar de títulos que lo consagran como uno de los escritores pulp españoles más respetados y queridos, lo que hace que se codee de igual a igual con otros que hicieron oficio, un medio de vida, escribir para toda clase de públicos como José Mallorquí y Marcial Lafuente Estefanía.

Así resume su trabajo Pedro Víctor Debrigode: “nosotros hemos de conseguir que las novelas, o al menos yo lo intento, sean como guiones de cine o televisión para que luego el lector, al complementarlo con su propia imaginación, vea la acción, y esto contrariamente a lo que pueda creerse, no se logra con interminables descripciones, sino todo lo contrario… y todo esto se consigue con un notable dominio del oficio“.

Un dominio del oficio que impuso la acción por encima de todas de las cosas y con un espíritu cercano al folletín, y en la que ritmo es lo que primero en una serie de novelas que lograron engañar tanto al hambre que sufrió este país durante la postguerra.

Pasado el tiempo y con pesadillas más o menos iguales que a las de aquel entonces, merece la pena acercarse y conocer la producción de un escritor frenético y que parecía inagotable…

Cien años son pocos años para celebrar su trabajo.

Un trabajo al servicio de la evasión, una palabra que despierta hoy en algunos el inquietante y sospechoso instinto de sacar el revólver…

ALGUNAS DE SUS SERIES

* El pirata negro

Debrigode escribió con el pseudónimo de Arnaldo Visconti 85 novelas sobre este personaje. En alguna de ellas la acción se desarrolla en Tenerife. La serie, que alcanzó gran popularidad no sólo en España sino también en Alemania y Austria, narra las aventuras por los siete mares del corsario Carlos Lezama a finales del siglo XVII.

* Galante aventurero

Para el especialista Manuel del Valle se trata de la mejor serie del escritor, que vuelve a firmar otra vez como Arnaldo Visconti. Son veinte novelas que fueron publicadas de julio a diciembre de 1949 y cuya historia comienza en Córcega a principios del siglo XVI, cuando un trovador español, Luys Gallardo, se mueve por el mundo bajo el lema de “todo por mi dama”.

* Pabellón negro

Ocho novelas de Arnaldo Visconti que son independientes unas de otras y no hay personaje fijo. Una mezcla trepidante de aventuras de piratas, cosacos del Volga y cazadores de la Frontera del Canadá. Ecos de Salgari, Karl May, James Oliver Curwood.

* Diego Montes

Otra vez como Arnaldo Visconti escribe diez novelas que transcurren en España durante la Guerra de Independencia. Relatos sobre la lucha que mantienen españoles de capa y espada contra el invasor francés. Diego Montes es descendiente de El pirata negro.

* El Halcón

Arnaldo Visconti ataca de nuevo con las aventuras de Rock Gambler (alias Dandy Pólvora), un aventurero al que le gusta el póker y el boxeo –igual que a Pedro Víctor Debrigode– y cuyas historias se desarrollan en los albores del estallido de la Guerra de Secesión norteamericana. Llegó a publicar catorce títulos.

* Capitán Pantera

Diez títulos que firma como P.V. Debrigode, y en los que narra las hazañas de El capitán Pantera, un tal Ross Maloney, joven norteamericano que, capitán de  la nave Furia, se dedica al comercio y el contrabando por los mares de China y Java.

Saludos, qué fácil resulta a veces ser dios, desde este lado del ordenador.

Bang bang, Wilco Wallace, una novela de Ángel Vallecillo

Lunes, Mayo 19th, 2014

Conozco la Casa Encantada como la palma de mi mano. Solo los locos o los necios van a jugar contra BB Leroy en la trastienda. BB Leroy es un tipo a quien vale la pena conocer. Es un maricón al que le gustan las mujeres. Se pasó la adolescencia cascándosela olisqueando bragas o con el ojo pegado a una rendija, hasta que el día de su veintisiéis cumpleaños, borracho como un fogonero, se dejó dar por un negrazo que le reveló el lado luminoso de la oscuridad: Créeme, Wilco, la próstata es el clítoris de los hombres. Dudé entonces, y dudo ahora, si en el fondo no estaba proponiéndome un plan. Se hizo maricón por vicio, pues nunca he conocido a nadie a quien le gustaran tanto las mujeres.”

(Bang Bang, Wilco Wallace, Ángel Vallecillo, Difácil, 2014)

Cormac McCarthy es un escritor que juega con los géneros y que entusiasma a lectores que de otra manera no se acercarían a la literatura de género. Una durísima reflexión sobre el fin del mundo con La carretera; el western visto en clave épica y mística en Meridiano de sangre y la novela negra versión frontera en sus también celebradas No es país para viejos y el guión de la irregular El consejero son un puñado de títulos que ha consagrado a McCarthy como un escritor de referencia aunque no ha sido el primero, ni será el último, que cuente con el respaldo de crítica y lectores cuando a los géneros se les imprime el sello de autor.

Casos hay muchos. Y no solo en la literatura.

En los territorios de la novela gráfica Frank Miller está más preocupado por reflejar la estética que la narración en sus discutidas aproximaciones al mundo clásico (300) y el policíaco (Sin City). Miller se ha empeñado en primar el efecto ilustrado por encima del relato. Efecto ilustrado que más que imitar, calcan las versiones cinematográficas que se han realizado sobre su trabajo.

Ángel Vallecillo propone con Bang Bang, Wilco Wallace su peculiar interpretación del género negro. Un experimento hard boiled que emplea recursos de la literatura y el cine criminal para una gamberra representación de sus estereotipos –detective privado, rubia peligrosa, policías corruptos; gángsters– y de la estética de sus espacios –hipódromos, prostíbulos, bares  y comisarías–.

Y el escritor se mueve muy bien por estos territorios. Conoce el invento para contar una novela donde lo que importan son los momentos –el efecto descriptivo en ingeniosa aunque algo retorcidas comparaciones– que la historia.

La acción de Bang Bang Wilco Wallace tiene lugar en una ciudad de los Estados Unidos de Norteamérica que pertenece al imaginario del autor. Se ambienta en los años cincuenta y su protagonista es un hombre de raza negra que podría haber sido blanco, amarillo o piel roja. Es decir, que el color de su piel no es fundamental en el relato. Lo que resulta determinante y anima esas páginas –casi doscientas– son los escenarios que reconoce el iniciado en la sociedad negrocriminal.

Espacios que Vallecillo recrea en una constante y en ocasiones desconcertante huída hacia delante, como si no tuviera muy claro su objetivo.

Bang Bang Wilco Wallace se trata de una divertida novela que está más próxima al espíritu de un cómic que al de un relato. Derrama tanto entusiasmo, y late dentro de sí un espíritu de improvisación que alcanza resonancias (ya de onomatopeya en el título) que parecen de tebeo. Un tebeo con olor a pólvora en el que Vallecillo interpreta, a veces con mucha gracia, las claves del género negro.

La novela tiene así ecos del universo Chester Gould, el creador de Dick Tracy. Puro pulp pop en el que se cuela una chica peligrosa y un detective más que cínico, irónico, que recuerda más a un paródico Mike Hammer de Spillane que a un personaje fracasado de David Goodis, James M. Cain o W. R. Burnett.

Ángel Vallecillo utiliza para ello un estilo directo y en continuo movimiento. Mucho bang, bang y trepindantes diálogos entre asesinatos, besos y caricias, que el escritor arropa en atmósferas que son escenarios de su fantasía negrocriminal.

Y como toda fantasía que se respete, en ocasiones un desenfrenado tributo a un género que a veces, solo a veces,  llega a su estado de natural ebullición.

Las cosas del pulp fiction.

Saludos, allelujah, desde este lado del ordenador.

Pero hermoso. Un libro de jazz, de Geoff Dyer

Viernes, Mayo 16th, 2014

El día toca a su fin  y la gente no puede seguir obviando la persistente sensación de futilidad que ha ido intensificándose a  lo largo de la jornada, conscientes de que se sentirá mejor cuando se despierten y vuelva a ser de día, pero conscientes también de que cada día conduce a esta sensación de aislamiento silencioso. Que los platos estén primorosamente recogidos o el fregadero repleto de vajilla sucia  no cambia nada porque todos estos detalles –la ropa colgada en el armario, las sábanas de la cama— cuentan lo mismo: que se acercan a la ventana y miran las calles iluminadas por la lluvia preguntándose cuántas personas más estarán mirando igual que ellos, personas que esperan con ilusión el lunes porque los días laborales tienen un propósito que se desvanece el fin de semana, cuando solo quedan la colada y la prensa. Y conscientes también de que estos pensamientos no comportan revelación alguna  porque a estas alturas forman parte de la misma rutina de desesperación soportable, una recapitulación que constantemente se funde con el día a día. Un momento del día en que es posible arrepentirse de todo y de nada al mismo tiempo, cuando el único deseo de todos los solteros es que alguien los ame, que alguien piense en ellos aunque esté en la otra punta del mundo.”

(Pero hermoso. Un libro de jazz, Geoff Dyer. Traducción: Cruz Rodríguez Juiz, Literatura Random House)

Ha tardado veintitrés años en publicarse en España pero como me dijo en cierta ocasión un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme: más vale tarde que nunca porque ante libros así merece la pena cualquier espera… Su título es Pero hermoso, un libro de jazz en los que su autor, el periodista y escritor Geoff Dyer, ofrece ocho retratos de grandes músicos y compositores que entregaron su vida a un tipo de música que enciende turbulentas pasiones entre los aficionados, y cuya banda sonora acompaña buena parte de su existencia con similar capacidad de improvisación.

Los retratos –más literarios que biográficos– que despliega Dyer están escritos con épica franqueza y revelan a un autor profundamente conocedor del jazz y algunos de sus más grandes artistas.

El ensayo se mezcla así con la narración para componer un relato conmovedor que indaga en las entrañas de una serie de músicos que vivieron, en la mayoría de los casos hasta el límite de sus fuerzas, su relación con la música. Una música, el jazz, que habla sobre las realidades que te rodean.

Pero hermoso es uno de esos libros que consiguen que veas a través de ellos. También, que observes con curioso detenimiento tus demonios particulares. Demasiadas las vibraciones que me han empapado durante una lectura que demoré con el único objeto de sentirme otra persona.

Por sus páginas y pese al poco mimo de la edición española, desfilan grandes solistas y creadores. La mayoría de ellos marginados que se ahogaron en litros de alcohol y consumiento todas clase de drogas. Víctimas también de una enfermiza segregación racial, cultural, social.

El libro de Dyer cuenta esto y más con muy buena música. Y te invita a viajar por la carretera junto a Duke Ellington y Harry Carney; y vivir momentos, instantes que pudieron ser definitivos, en las trayectoria profesional y vital de Lester Young, Thelonius Monk, Bud Powell, Ben Webster, Charles Mingus, Chet Baker y Art Pepper.

Escribe Geoff Dyer en el epílogo de la obra y con el título de Tradición, influencia e innovación: “el oyente contemporáneo se enfrenta a un problema similar al del intérprete contemporáneo. Cuando hoy ponemos un disco de jazz, “tratamos de oír una voz distinta, si podemos, y, si esa voz no esta ya un tanto diferenciada de la de sus precursores y colegas, dejamos de escucharla, sin tomar en cuenta lo que está tratando de decir.”

En el caso del jazz tal vez eso se aplique con más fuerza a los maestros del pasado que a los intérpretes contemporáneos. Jorge Luis Borges ha señalado que ahora nos parece que el Ulises, como nos lo encontramos primero, va antes que La odisea y exactamente de igual modo Miles va antes que Armstrong, Coltraine antes que Hawkins. Por lo general, la persona que se acerca al jazz aterriza en algún punto (Kind of Blue suele ser un punto de partida habitual, pero para muchos, cada vez más, será John Zorn o Courtney Pine)  y a partir de ahí avanza y retrocede. Es una lástima, puesto que el jazz se aprecia mejor cronológicamente (Parker impresiona menos si llegamos a él a través de los gritos de Pharoah Sanders). Y en un sentido más general, incluso aunque nunca hayamos escuchado sus discos, oímos a Louis Armstrong, Lester Young, Coleman Hawkins, Art Tatum y Bud Powell prácticamente en todos los temas de jazz con lo que nos topamos. Cuando por fin escuchamos a Bud Powell cuesta ver qué tenía de especial: suena como cualquier pianista (aunque lo que queremos decir en realidad es que todos los demás pianistas suenan como Bud Powell). El lado positivo de esta relación con el pasado es que ahondar en la tradición puede deparar tantos descubrimientos como avanzar hacia el futuro.”

Hacen mal, y está escrito con el corazón y algo de cabeza, que desaprovechen la oportunidad de leer este libro. Con independencia de sea o no aficionado al jazz, esa música que alguno denominó despectivamente de y para negros pero que mostró otra clase de latido para contar el mismo sentimiento.

Los ocho cuadros que escribe Dyer sobre algunas de las leyendas del jazz trasciende el pálpito sonoro para convertirse en lecciones –en ningún caso morales sino creativas y sentimentales– sobre el arte de crear a través de la música.

Un libro hermoso.

Tan hermoso como el jazz.

Saludos, ya saben, desde este lado del ordenador.