Archive for Julio, 2016

Trece novelas sobre la Guerra Civil (y la posguerra) en Canarias

Lunes, Julio 18th, 2016

INTRODUCCIÓN

España se fragmentó en mitades tal día como hoy, pero hace ochenta años. Y si bien es verdad que ha llovido mucho desde ese entonces, aquella guerra en la que hermanos contra hermanos se partieron la cara hasta la muerte continúa sonando como un eco fantasmal entre los nietos y bisnietos de quienes se vanagloriaron de ganar y perder una guerra.

Visto con perspectiva y tras esa cortina de años que todo lo mitifica, en ocasiones con apetito enfermizo, todos salieron perdiendo por culpa de aquella guerra. Una guerra civil que sirvió de ensayo para lo que años más tarde sumiría a Europa en un baño de sangre de cuyos efectos, con forma de traumas y espectros, aún no ha sanado.

Hace unos años dedicamos a la Guerra Civil española un artículo en el que repasábamos por encima algunas de las novelas que se preocuparon por darnos su versión de aquellos hechos con forma literaria en Canarias.

El intento de ahora es escoger algunas historias para que el lector, o el curioso que lo mismo da, las conozca para que se haga una idea no de lo que fue la Guerra Civil en las islas, sino en cómo esa misma Guerra Civil afectó a los que vivían en ellas.  Así que con independencia de su calidad literaria, los títulos que se han reunido coinciden en denunciar lo que somos capaces de hacer cuando nos convertimos en bestias.

NOVELAS PARA UNA GUERRA

El barranco, Nivaria Tejera.- Narrada a través de la mirada de una niña que observa cómo un hombre bueno, su padre, es detenido tras declararse la Guerra Civil, la escritora, fallecida a inicios de 2016, describe la violencia que rompe su aún inocente universo en mil pedazos. La historia, autobiográfica, transcurre en la ciudad de La Laguna. 

La prisión de Fyffes, José Antonio Rial.- Las valientes pero tristes memorias de un preso condenado, como tantos otros, por sus ideas en el improvisado penal que se habilitó en una empaquetadora de plátanos a las afueras, entonces, de la capital tinerfeña.

Luchar por algo digno. El barco borracho, Pedro Víctor Debrigode.- Mientras sirve en las milicias universitarias, el protagonista de la novela, el mismo Debrigode, sirve como soldado en uno de los barcos prisión anclados en el muelle de la capital tinerfeña. El escritor continuaría en otro volumen sus recuerdos de la Guerra Civil pero ya en territorio peninsular en Luchar por algo digno. El espía inocente.

El fulgor del barranco, de Juan Ignacio Royo Iranzo.- Frenético y también irónico retrato de aquel julio de 1936 en Tenerife y que protagoniza un tipo desubicado con unos hechos que ni le van ni le vienen. Entre otros protagonistas de la novela aparece el mismo Francisco Franco.

La isla y los demonios, de Carmen Laforet.- No es una novela de la Guera Civil pero sí su consecuencia: la posguerra.  Transcurre en Las Palmas de Gran Canaria y si bien ha quedado relegado en la escasa pero emotiva producción literaria de su autora, se trata de un libro intimista en el que pesa un sombrío existencialismo y una historia de amor.

Sima Jinámar,  de José Luis Morales.- Es una lástima que no se la reivindique como la novela que es. Será porque en ella salen a la luz muchos de los fantasmas de aquellos años de tinieblas y el recuerdo de una matanza que aún mancha la memoria de no solo la isla donde transcurrieron los hechos, Gran Canaria, sino de todo el archipiélago.

La infinita guerra, de Luis León Barreto.- Transcurre en Tamarán, territorio que se confude con la isla que son todas. Inexplicablemente no es uno de los títulos más comentados de su autor, aún tratándose de una novela que transmite congoja, miedo, recelo de tus semejantes.

Mientras maduran las naranjas, de Cecilia Domínguez Luis.- La historia de una niña que asiste impotente al castigo que someten a su familia los que tomaron la isla, las islas, en apenas unas pocas horas tras declararse la rebelión militar. Dura crónica de la derrota, la novela no se queda solo en el retrato social de los que perdieron la Guerra sino también en cómo le afecta a esa niña esa misma derrota.  

Los amores perdidos, de Miguel de León.- Una emotiva historia de amor que transcurre en El Terrero, un pueblo que podría estar localizado en cualquiera de las islas Canarias en aquellos años donde nada fue fácil: la posguerra.

Memorias de una isla sin memoria, de Agustín Carlos Barruz.- La represión y las secuelas que deja  son  protagonistas de una historia que transcurre durante la Guerra Civil en Sacura, aunque se nos recuerda que se trata de un anagrama de Arucas, en Gran Canaria.

La maleta y el obelisco, de Andrés Servando Llopis.- A través de los recuerdos y las memorias escritas de un nacional y de un republicano, respectivamente, se traslada al lector al frente de Extremadura y a la feroz represión que se emprendió aquellos años en una capital de provincias expañola: Santa Cruz de Tenerife.

La lista, de Juan Bosco.- El retrato de un joven fraile que toma conciencia y, por ello, es ajusticiado por los nacionales. También contiene una notable descripción de la sociedad de La Orotava de aquellos años y describe con crudeza una matanza que aún mancha la memoria de no solo la isla donde transcurren los hechos sino de todo el archipiélago.

Guad, de Alfonso García-Ramos.- Feroz retrato de Tenerife, una isla, las islas, en los años de la posguerra. Novela poblada de personajes con huella, Guad enseña lo duro que resulta vivir en un territorio que por chico hace el infierno grande. Mineros que extraen agua de las entrañas de la tierra, sacerdotes que pese a todo no han perdido su fe son algunas de las piezas que arman este clásico de la literatura española y canaria.

Saludos, ochenta años que no son nada, desde este lado del ordenador.

Demasiados cadáveres en el armario

Sábado, Julio 16th, 2016

Marcelo Luján obtiene el premio Dashiell Hammett 2016 por Subsuelo, una novela extraña aunque sí muy negra y criminal, que rompe el molde urbano y ocasionalmente rural en el que transcurre las mayoría de las historias del género…

La novela se desarrolla en un chalet que puede situarse en cualquier parte del mundo, aunque el lector imagine que se trata de algún lugar de la geografía española que sirve de marca, y con marcado protagonismo también, del drama familiar que se desata entre padres e hijos, pero sobre todo entre hermanos, con hormigas al fondo y otros elementos que más que símbolos operan como inquietantes refuerzos de un escenario turbio y desolador, propicio a sacar violentamente los fantasmas que todos escondemos en los armarios  para despertar vergonzosas venganzas larvadas en el tiempo.

Subsuelo, que fue la novela ganadora del Premio Ciudad de Santa Cruz 2016, y capital de provincias que en 2003 le concedió el premio Santa Cruz de Tenerife de Cuentos por la colección que reúne en Flores para Irene, Marcelo Luján es un escritor argentino que con un luminoso lado oscuro se sumerge en Subsuelo en aguas muy pantanosas para   explorar los senderos de la maldad sin plantear demasiadas conjeturas morales.

Y Marcelo Luján se mueve muy bien por estas carreteras secundarias ya que Subsuelo no aspira a retratar el delirio de la sociedad de su tiempo sino en hurgar en las heridas sin cicatrizar de una familia trágica que parece que sonríe todo el tiempo.

Subsuelo es una rareza en la literatura que se escribe en español en la actualidad. Se construye un thriller del que creemos saber todo y al mismo tiempo se describe la brutal descomposición de una familia con demasiados cadáveres en el armario.   

Saludos, aullamos, desde este lado del ordenador.

‘El baile de madame Kalalú’, una novela de Juan Carlos Méndez Guédez

Miércoles, Julio 13th, 2016

La belleza sin alma es impacto y luego nada y en torno a esta idea gira la última, y notablemente irónica, novela de Juan Carlos Méndez Guédez, El baile de madame Kalalú, título que ya anuncia ritmo latino que el autor encarna en Emma, una ladrona de altos vuelos de piedras preciosas y obras de arte, y maestra del disfraz porque cambia de identidad como un sentimental de pañuelos.

El baile de madame Kalalú es también la búsqueda de una historia de amor y del hombre que pudo prender esa llama y, al mismo tiempo, una danza frenética de recuerdos con forma de pequeñas historias con las que se ¿construye? su mundo. Un mundo que puede ser fruto de la invención de una mujer que no puede ser una sino no es mil veces distinta.

Juan Carlos Méndez Guédez se mueve muy bien en estas aguas que navega con un estilo de espartana sencillez, aunque detrás de esas palabras que marca el ritmo del sujeto verbo y predicado se esconden ideas que derivan hacia una ambigüedad que tonifica el relato precisamente por su aparente levedad.

Por eso hay más vida que las excéntricas y divertidas aventuras de su protagonista, quien recrea en primera persona el universo que ha organizado como artista de guante blanco de lo ajeno y en el que se cruza con villanos a los que burla por su vocación de Arsenio Lupin, solo que con faldas y un físico poca agraciado.

Sí, todo lo que nos cuenta puede resultar poco creíble y en ocasiones irritantemente ingenuo, pero como advierte: “El universo no está preparado para que yo revele mi verdad”, una verdad cuyo velo ya nos anuncia la estupenda portada del libro pero sobre todo la estupenda canción que da origen al título y que sirve de banda sonora mientras se lee la novela.

Saludos, búsquenla, desde este lado del ordenador.

‘Farándula’, una novela de Marta Sanz

Martes, Julio 12th, 2016

Marta Sanz obtuvo con Farándula el premio Herralde de Novela 2015, título que hace unas semanas presentó en la librería de Mujeres en Santa Cruz de Tenerife con gran éxito de público, imagino que todos, o casi todos, lectores de un libro que tampoco es para tanto si se raspa el barniz que evoca, pero con mala digestión, la película Eva al desnudo (All About Eve, 1950), escrita y dirigida por Joseph L. Mankiewicz.

Uno de los aciertos de la novela de Sanz es que más que imitar, adapte ese clásico del cine a su propuesta narrativa aunque es como si la autora presintiera que no ganaría esa jugada, pese a que rinde un cariñoso homenaje al filme de Mankiewicz proponiendo un nuevo montaje al teatro, espectáculo en el que se resaltara el blanco y negro de la película original.

Lo que promete compromiso, sin embargo, pronto se transforma pero es marco, un espacio al que recurre Marta Sanz para ubicar los límites de un territorio en el que quiere hablar sobre el paso de los años, lo efímera que resulta la fama y con paleta gruesa toda la tramoya humana que está detrás de las bambalinas, del escenario, de eso que se llama teatro. De ahí el título de la novela, Farándula.

Farándula está narrada con cierta gracia pero no emociona ni invita a continuar su lectura con entusiasmo. Probablemente fuera un recurso impostado por la misma escritora, pero el tono y el estilo suena a falso, a nerviosa descripción de unos personajes que, a nuestro juicio, carecen de voces distintas.

La fotografía, porque Farándula es una imagen congelada, del teatro se ha visto otras veces, y en concreto en una película como Eva al desnudo que sigue siendo uno de los mejores retratos de un universo dominado por la envidia y el peso de la juventud frente a la vejez, y en continuo proceso de transformación.

Esta tormenta para nada perfecta afecta a los protagonistas del relato. Por un lado dibuja a los actores que se esfuerzan en la adaptación de Eva al desnudo, como la veterana Valeria Falcón, actriz ante el abismo del final de su carrera; Natalia de Miguel, una mujer joven que ha aprendido a sobrevivir y Lorenzo Lucas, su esposo. Y por otro, retrata a unos personajes que asumen su labor de secundarios en la novela como el mundo en el que se mueven, el del teatro. Ahí destaca Ana Urrutia, una actriz mayor de edad que ha sufrido un ictus cerebral, entre otros.

Uno de los problemas que gravita en torno a Farándula, además del artificioso alambicado que sostiene personajes y estructuras, es que se nota que Marta Sanz intenta ser en todo momento y en todo lugar demoledoramente sarcástica, lo que rompe ya hemos dicho el tono. Tono que pulveriza porque se nota que quien escribe quiere hacerse demasiado la graciosa.

Y si bien resulta graciosa en ocasiones, hay otras en la que es repetitiva, lo que lleva al lector a hartarse de la situación y contar el número de páginas que le queda para finalizar una novela a la que si se araña para quitar lustre, el barniz al que nos referíamos al principio, se queda en nada.

Es la interpretación personal de una novela que suena además de por el premio obtenido, por estar escrita por alguien que procede de la farándula literaria de un país que parece que se ha perdido definitivamente. Habrá así lectores a los que abrume y divierta este divertimento con intenciones críticas, como aburrirá a otros lectores, la mayaría cansados de las pretensiones, a medio camino de la frivolidad, que detectan en esta agridulce comedia de la vida.

Con todo lo bueno y lo malo, Farándula cuenta con diálogos y momentos sobresalientes, como la cruel descripción de la vejez, pero es una luz que emana de una vela, una llama intermitente que con solo un soplo se funde a negro.

Saludos, pensando que no veía…, desde este lado del ordenador. (más…)

El club de la lucha

Lunes, Julio 11th, 2016

“Está escrito que hay cuatro tipos de hombres. El primero dice: ‘Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo’. Es la tribu de las clases medias, Sodoma, según la llaman algunos. El  segundo grupo, formado por la gente vulgar y humilde, dice: ‘Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío’. Un tercer grupo, los piadosos, dicen: ‘Lo mío es tuyo y lo tuyo también es tuyo’. Por último, otros dicen: ‘Lo mío es mío y lo tuyo también es mío’; son los  malvados. Así está escrito. Los eruditos dicen que el primer hombre del grupo de lo mío-mío y lo tuyo-tuyo fue Caín, que mató a su hermano Abel y fundó la primera ciudad. Por tanto, aunque esta visión es muy común en nuestros días, se la rechaza y se la considera propia de Sodoma. La tercera opinión, la de los piadosos, también es rechazada, porque aquellos que no poseen bienes terrenales entregan lo poco que tienen para demostrar que sólo persiguen la virtud. Es una singular forma de hipocresía que podríamos denominar ‘la  arrogancia de los débiles’ y que, por sobre todas las cosas, es estúpida. La cuarta modalidad, que corresponde a los grandes terratenientes y usureros, es abominable y detestada. Sólo queda la segunda, ‘lo tuyo es mío y lo mío es tuyo’, que es la nuestra.”

(Espartaco, Arthur Koestler. Traducción de María Eugenia Ciocchini e introducción de Manuel Vázquez Montalbán. Círculo de Lectores)

Existen novelas que deberían de leer, o releer según lo casos, los que defienden ideas maravillosas que se enferman por estúpida ortodoxia.  Una de ellas es Los Gladiadores o Espartaco (según las traducciones), de Arthur Koestler, intelectual comunista que en la década de los treinta renunció a la idea porque el fantasma que recorría Europa tenía la cara de Satín, un tipo que pensaba que la muerte de un millón de personas era solo una estadística.

Primera novela de una trilogía que posteriormente aglutinaría El cero y el infinito y Llegada y salida, para Koestler la historia es una máquina y el individuo un engranaje.

En la novela, ese individuo son los gladiadores, rebeldes que han hecho de la muerte un oficio y que encabezan una rebelión de esclavos que choca con Roma, ciudad con la que libran batallas contra sus legiones.

Entre los esclavos aparece un tracio, Espartaco, y frente a él Graco, un senador romano corrupto y especulador.

Espartaco es la ética revolucionaria. Ética que se pudre cuando dirije sus esfuerzos en construir el Estado del Sol entre un grupo dividido y heterogéneo de tribus.

El Estado del Sol es una sociedad basada en la justicia y la buena voluntad, les dice Espartaco, aunque muchos no se acostumbran o no entienden porque hay que dar la vida por lo que predica

Espartaco, que cuenta también con otra novela escrita por Howard Fast y que inspiró la película dirigida por Stanley Kubrick, narra las contradicciones que confunden al líder. Actúa a veces como tirano “por el bien de todos”, aunque todos no sean los que lo siguen ciegamente.

Paralelamente, Koestler describe un atractivo y realista retrato de Roma, una sociedad satisfecha y corrupta que sus castas mantienen gracias a una inhumana explotación en la que lo esclavos ocupan el último peldaño.

No son ciudadanos.

Los protagonistas romanos de la novela hacen negocios en las letrinas, y los poderosos (Craso y Pompeyo) compran ejércitos para engrandecer e intervenir en las fronteras de una república que todavía no sospecha lo que llegará a ser cuando se convierta en imperio.

Mientras tanto, y tras frustrarse la creación del Estado del Sol, Espartaco recorre la península italiana en dirección al norte con la esperanza de penetrar en los territorios salvajes, libres aún del yugo romano.

Esta larga marcha, como ironiza Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo, es difícil no solo por el hostigamiento al que es sometido por las legiones sino por las divisiones internas que desangran a los hombres y mujeres de Espartaco, y lo que hace éste para cauterizar la herida.

Narrada con estilo directo y en ocasiones demoledor, Espartaco es una notable y necesaria novela para los tiempos que corren. Contiene crítica, a veces ruda y otra vez sutil; alecciona y está perfectamente articulada para ilustrar nuestro presente.

Un presente en el que supuestamente no existe la esclavitud aunque el sistema avanza y retrocede porque su maquinaria se mueve. ¿Pero quién la mueve?, ¿quién forma parte de ese ejército de personas que sostiene una sociedad satisfecha, corrupta y caprichosa?

Saludos, un, dos, tres, desde este lado del ordenador.

¡Abrace a un británico!

Sábado, Julio 9th, 2016

Desgraciadamente no se trataban ni de Sherlock Holmes ni de Watson sino de dos cabezas rapadas británicos hasta las cejas de alcohol y no sé que más… Hablaban encima en una jerga que no era inglés ni nada parecido mientras se liaban a guantazos con un pibe de aquí para escándalo de los que estaban alrededor, pero nadie hacía nada.

Me acerqué a uno de los gorilas borracho y le toqué en la espalda. El gorila dejó de dar puñetazos para mirarme dando eses mientras eructaba bombas de alcohol.

- What?- preguntó.

- Deja al pibe, chacho, deja al pibe y dame un abrazo.- le respondí cristianamente.

Pero el son of a bitch no se había enterado de lo del brexit.

Así que vi las estrellas con los brazos en alto, coño, por dar un puto abrazo.

Saludos, abrazos, desde este lado del ordenador.