Archive for Diciembre, 2020

El palacio oscuro, una novela de Mariano Gambín

Martes, Diciembre 22nd, 2020

Mariano Gambín representa uno de los casos más extraños de las literaturas que se escriben en Canarias. Extraño porque irrumpió en el universo literario sin que el resto de sus compañeros de letras lo conociera y extraño también porque con sus primeros libros, los que conformaron la trilogía de La Laguna (Ira Dei, El círculo platónico y La ira de Dios) rompió las expectativas de ventas al menos en Tenerife, convirtiéndose en uno de los autores más vendidos de la isla. Este éxito hizo que reparase en él una editorial nacional que apostó por publicar sus thriller de misterios tinerfeños en el mapa peninsular.

La popularidad de estas novelas han terminado por convertir a los personajes que protagonizaban las tres primeras entregas en una serie que, desde la primera, aparece todos los años y por estas mismas fechas con la precisión de un reloj suizo en las librerías del archipiélago. Con El palacio oscuro (Oristán, 2020) hace ya la décima de una saga que comenzó casi como un juego para Gambín, un juego que ha ido creciendo a medida que se publicaban nuevas novelas del grupo de investigadores que protagonizan estos libros en los que el paisaje de la ciudad de La Laguna así como el de Santa Cruz de Tenerife (que es la ciudad en la que gira la acción de dos o tres títulos de la serie) es igual o más fundamental que los personajes que el escritor hace intervenir en sus historias.

Historias todas ellas documentadas y que sirven de escenario para sus aventuras que discurren en una geografía –La Laguna– a la que rinde emocionado homenaje cuando saca a relucir las grandezas del pasado que recuerdan sus palacios y templos religiosos en el caso de la que fue en su día capital de Canarias.

Mariano Gambín, que afortunadamente permanece al margen de tensiones literarias tan del gusto de ésta como de otras tierras, y como una especie de outsider sigue su camino literario como quien busca su El Dorado. Hasta el momento, ha logrado crear un mundo con señas de identidad en las que se reconoce el lector y unos personajes que, por arquetípicos, funcionan como se espera en unas historias plagadas de misterios y pistas falsas, todas ellas relacionadas con aspectos históricos que Mariano Gambín (también historiador) ordeña con la sagacidad de quien ya se mueve en terreno seguro.
Diez novelas después, se aprecia que Mariano Gambín ha crecido como representante de lo que podría denominarse thriller de misterio con acento de aquí, canario, esas variedad del habla española que no conoce el sonido de la c ni de la z, y que ha adquirido mayor soltura como narrador.

Como en sus anteriores títulos, El palacio oscuro se lee prácticamente de una sentada y añade en algunas de sus páginas códigos QR que permiten la visualización de algunos de los cuadros y escenarios que aparecen en la novela.

No es fácil lo que ha conseguido Mariano Gambín con estos libros. Que llegue a diez títulos es una especie de milagro que debería de celebrarse porque corona la trayectoria de un escritor que se nota que se lo pasa bien con lo que escribe. Que disfruta con los retos a los que somete a sus personajes protagonistas, todos ellos lo suficientemente conocidos por sus lectores, tanto, que casi parece con cada nueva novela que uno se encuentra con un grupo de amigos a los que no veía desde hacía un año.

Uno de los hechos que distingue a Gambín de otros narradores de éstas y otras orillas es que sabe vender sus libros. El palacio oscuro, por ejemplo, es fruto de los meses de confinamiento que vivimos para frenar la pandemia cuando el escritor propuso a sus lectores a través de una cuenta de Facebook cómo y dónde podría comenzar una nueva novela con sus personajes. Una vez publicada, y ajustándose a todas las reglas de protocolo sanitarios que exigen los tiempos, firmó ejemplares quedando con sus lectores en los aparcamientos del Palmétum… Y no firmó ni uno ni dos sino más de una decena… Mariano Gambín, en pocas palabras, sabe vender sus novelas porque tiene además de un afinado olfato comercial, lectores que son leales a sus propuestas literarias. Una propuesta que no se rompe la cabeza por sorprender estilísticamente sino por lo que cuenta, el misterio que plantea y que en El templo oscuro es la búsqueda de un objeto histórico de un inmenso valor que permanece oculto en uno de los más señoriales edificios de La Laguna.

Como los nueve libros anteriores la fórmula de Gambín sigue siendo la misma, la misma que esperan los lectores y la misma con la que el escritor comenzó la saga con Ira Dei, que es la madre de todas las novelas que siguieron.

Escritas con el único objetivo de entretenee, El templo oscuro es a mi juicio es una de las mejores de la serie. Se aprecia que Mariano Gambín ya se mueve por ese universo como Pedro por su casa y que ha ganado contenido en sus descripciones de escenarios y tipos humanos.

El mejor elogio que se me ocurre para definir ésta y las demás novelas es que Mariano Gambín las escribió sin ningún tipo de prejuicios autorales y que se tratan de productos diseñados para sorprender al lector. Y el lector, algo que suelen obviar escritores con pedigrí, autores difíciles y por lo tanto de escaso acceso, es la pieza más importante de la combinación autor más editor más librerías. Sin él, sin ellos los lectores, no existirían de hecho los libros.

Saludos, tiempos extraños, desde este lado del ordenador

Reflexiones en torno a la Feria del Libro

Lunes, Diciembre 21st, 2020

Las críticas de la XXXII Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife han sido coincidentes, también malévolas que para eso vivimos en un pueblo chiquito donde todo el mundo se (des)conoce. Entre otras pullas, se rumoreó durante la misma Feria un boicot de los libreros. Y daba para pensar que algo de razón había ya que si por algo se ha caracterizado la Feria de este 2020 de pesadilla ha sido por la práctica ausencia de casetas de libreros y editoriales. Para llenar el vacío, y son suposiciones, se instalaron varias carpas que vendían artesanía y la que acogió un programa de presentaciones y mesas redondas que, con la que cae, mantuvo el nivel muy alto pese a los impedimentos –naturales o no– que le salieron al paso en un diciembre que comenzó muy pluvioso.

He leído en algún sitio, probablemente en este mismo periódico, algunas críticas a la Feria de tipos que, curiosamente, no vi en la Feria. Estas críticas me resultan por lo tanto una farsa además de pomposas e infantiles. Sin argumento crítico real.
Para los que sí estuvimos y asistimos a muchos de sus actos –y no uno ni dos ni tres, precisamente– se puede afirmar que entre los defectos salvables para próximas ediciones del encuentro está el lugar donde se instaló este año de pesadilla: el aparcamiento del Palmétum, y la inclemencia de un tiempo que no dio tregua. Sin embargo, con o sin lluvia los habituales a la Feria allí se encontraron.

Ignoro de momento el número de asistentes al encuentro de este año, me dicen que 3.000 pero no me parece una cifra fiable, pero si se compara con la de otros años, que se celebra en primavera y en el parque García Sanabria de la capital tinerfeña, se justifica el nuevo emplazamiento por razones estrictamente sanitarias.

Al margen de todo esto, una queja real fue la escasez de promoción de los actos que se celebraron y varias son las voces que afirman que si no asistieron es porque no se enteraron que había Feria. Un tirón de orejas pues a los organizadores que, la verdad sea dicha, conocieron que contaban con el visto bueno de Sanidad el día antes de que se inaugurara. Es decir, que hasta 24 horas antes sus organizadores no sabían si Sanidad daba el visto bueno a una Feria que por las razones que todos sabemos (la pandemia) retrasó su celebración de mayo a diciembre de este año, insistimos, de pesadilla.

Entre las novedades, y aciertos es que la Feria se celebró conjuntamente con las actividades programadas por Tenerife Noir, Festival que se celebra en marzo en la capital tinerfeña, mayo en 2021, y que llegó a un acuerdo para insertar parte de su programación en la Feria del Libro.

Gracias a Tenerife Noir por el aparcamiento del Palmétum desfilaron, entre otros escritores, la ecuatoriana Mónica Ojeda y se puede afirmar que la agenda de charlas y presentaciones de este Festival alimentó gran parte de la programación de la Feria del Libro del 2020. Parece ser, incluso, que esta colaboración podría continuar en futuras ediciones.
Con el objeto de explorar los pro y los contra de la Feria del Libro de este año planteamos una serie de preguntas con sus respuestas:

¿Era necesario celebrar la Feria del Libro 2020?

Quien les escribe opina que sí aunque los resultados no hayan sido los que todos esperaban.

¿Contó la organización con el apoyo suficiente para ponerla en marcha?

Por lo que me han dicho sí. La intervención del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife a través de su concejalía de Cultura fue en este sentido decisiva. Agilizó trámites, facilitó las carpas y estuvo ahí cuando tuvo que estar ahí. El Gobierno de Canarias aportó también su grano de arena no así el Cabildo Insular de Tenerife.

¿Por qué no hubo megafonía ni un autobar dentro del recinto?

Por indicaciones de los responsables de Sanidad, departamento que negó hace unos meses la celebración de la Feria en su espacio natural, el parque García Sanabria de la capital tinerfeña.

¿Se cumplieron los protocolos sanitarios?

A la entrada de la Feria se tomaba la temperatura de los asistentes así como quedaba registrado su nombre y apellidos, documento nacional de identidad y número de teléfono. Había que limpiarse las manos con alcohol no solo a la entrada del recinto sino también en todas las casetas que se habilitaron, fueran de libreros o artesanos. Como marcan los tiempos se accedía y se visitaba la Feria con mascarilla y el aforo era estrictamente limitado en la carpa de presentación y mesas redondas.

¿Debe la próxima Feria ser la XXXII?

La organización baraja esa posibilidad aunque me parecería un error. Está claro que la de este año fue de transición, que se celebró en un mes y en un espacio distinto al habitual por las razones que ya todos conocemos pero debe ser la XXXII porque pese a sus resultados, muy minimizados por la pandemia y las condiciones climatológicas que no contribuyeron a ayudar, se logró hacer cuando todo parecía lo contrario. Solo por eso, esta Feria –adopten la decisión que adopten sus organizadores– debe ser la XXXII y no la que nunca existió.

¿Conclusión?

Visto lo visto, no se puede calificar de fracaso una Feria que con todo en contra se celebró y capeó el temporal con dignidad. Es verdad que no hubo encuentros con amigos y amigas que siempre coincidimos en la Feria pero al menos sí que me tropecé con los que, como quien ahora les escribe, no solemos faltar a esta cita truene y llueva y, créanme, este año llovió aunque no sonaran truenos. Por esto y algo más, mis felicitaciones a la organización y al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ya que con gestos como éste obliga a pensar que hay voluntad política por apostar por la cultura en la capital de la isla.

Que cunda el ejemplo.

Saludos, año raro, raro, raro, desde este lado del ordenador

Un camerino propio, un libro de Daniel María

Viernes, Diciembre 18th, 2020

Dejando al margen sus trabajos en poesía, Daniel María se dio a conocer con El hombre que ama a Gene Tierney, experiencia literaria por la que recibió el premio de edición Benito Pérez Armas y en la que proponía, a modo de rompecabezas, un juego literario que al lector veterano no le sonaba a nuevo. Unos pocos años antes, y con semejante (des)estructura, Dr. R (Jramallo) había hecho lo mismo en su todavía hipnótica Cucarachas con Channel, retrato fragmentado de una ciudad, Santa Cruz de Tenerife (en el libro Santa Pus) y de un personaje que transmite, recurriendo como hace María a sus recuerdos más sentimentales, su caótica visión del mundo.

Daniel María continuó explotando sus filias y sus fobias con su siguiente novela, Un crimen lejos de París, que publica en la misma colección que Jramallo había dado a conocer sus cucarachas, G21. En esta ocasión, el escritor que no termina de encontrar su universo, intentó plantear una novela de misterio imitando a los maestros que hicieron popular el género en las novelas de bolsillo pero la recreación tampoco funcionó pese a su aplicado empeño por imitar aquellos productos literarios populares ya que estaba más preocupado en rendir homenaje que en contar una historia que, en este tipo de novelas, requiere cálculo y sobre todo suspense. Un misterio que logre enganchar la atención del lector.

Años más tarde, la editorial Baile del sol publicaría El misterio de los filichristi de Agulo, libro en el que procuraba escribir la historia de una congregación mística que apareció a principios de los años 30 del pasado siglo XX en esta localidad de la isla de La Gomera, localidad natal además de Daniel María y libro interesante por recuperar una historia olvidada no solo en Agulo y el resto de las islas por extensión, sino por su carácter espiritista aunque al no contar con suficiente información el volumen deja demasiadas puertas abiertas que invitan a la recreación más que a la creación.

Daniel María es autor de otros libros y como se dijo de varios poemarios. Su última aportación literaria es Un camerino propio (Editorial Egales, 2020) una miscelánea en la que propone a través de treinta y cinco relatos y artículos la construcción de una “identidad camp, pop y queer” se informa en la contraportada del libro.

El volumen recopila una serie de textos (cuentos, artículos) sin unidad aparente aunque los temas giran más o menos sobre el mismo asunto, la identidad sexual, la mitomanía y las relaciones. El resultado final no termina, sin embargo, de convencer y como pasa con otros libros de estas características cuenta con historias que son mejores que otras.

El nivel general no es muy alto lo que sorprende en un escritor que, intuía, se preocupaba más por arropar a sus criaturas que, ahora y en este libro, parecen artefactos, máquinas que caminan y hablan pero que carecen de alma, un aliento que reviva la relación de historias y artículos que desarrolla.

En este sentido, da la sensación que el noventa por ciento de los contenidos que incluye en Un camerino propio no han sido revisados por el autor y que incluyó los textos tal cual le salían de la cabeza. Que fueron escritos con improvisación y que con improvisación pasaron a formar parte de esta obra. La sensación que deja una vez se termina de leer es que Daniel María lo podía haber hecho mucho mejor.

No cae, afortunadamente, en lo cursi aunque sí que bordea por el filo de la navaja de lo kitch ya que como advierte la contraportada la intención del autor fue la construcción de una “identidad camp, pop y queer”, otra cosa es que lo consiguiera aunque algunos de sus cuentos y artículos sí que logran arañar ese objetivo pero se queda en eso, arañazos.

“Juan Gabriel nos enseñó a amar para siempre con la condición de que termine un día. Porque solo los amores eternos merecen una canción cuando se acaban. Pero también a odiar para siempre, a perdonar para siempre, a olvidar para siempre y a desear para siempre. En su apuesta por darlo todo nunca tuvo miedo a perder” (2016, el año del fin del mundo).

Como venía a pasar con El hombre que ama a Gene Tierney, Un camerino propio se mueve mucho mejor cuando Daniel María tira de los recuerdos que cuando escribe ficciones.

Confecciona también textos escritos con “el corazón en la mano” acerca de las grandes actrices que forman parte de su particular imaginario de aficionado al cine, un apartado en el que destacaría el espacio que dedica a una actriz española poco o nada reconocida, Lina Canalejas y a cineastas del calibre de Chaplin o Billy Wilder como a estrellas rutilantes de la gran pantalla llámense Joan Crawford, Marlene Dietrich o Greta Garbo. Estos artículos si aportan algo es una visión muy personal pero poco original de estos iconos cinematográficos a los que añade también perfiles de escritores, Truman Capote, Terenci Moix y cantantes como Massiel o David Bowie, todos ellos y alguno más que ahora no recuerdo, personajes a los que evoca con la emoción de quien pretende rendir tributo con palabras que son las de siempre. La sensación es que como divertimento no está muy bien atado y como imitación/homenaje (tengamos esta lectura) de la colosal cinefilia de Terenci Moix mejor evitar molestas comparaciones.

A la espera de que Daniel María encuentre por fin su camino de baldosas amarillas ya que literariamente no ha dejado de dar bandazos, una señal de que no ha llegado aún a lo que espero sea su mundo de Oz, su tierra prometida, la sensación que me deja éste y otros libros del autor es que suele llegar casi siempre demasiado tarde a las modas y modos que impone la realidad en la que vivimos. No obstante, aún mantengo la esperanza de que sorprenda con una obra en la que despeje todas las briznas de hierba que pueblan su imaginario y se atreva por fin a desnudarse ante sus lectores. A dejar atrás imitaciones literarias con el fin de enfrentarse al escritor que lleva dentro, cara a cara y frente al espejo.

Saludos, reloj no marques las horas, desde este lado del ordenador

Notas

Jueves, Diciembre 17th, 2020

* El proyecto de largometraje Pescadores del desierto, producido por Siroco Factory y dirigido por el realizador grancanario Ayoze O’Shanahan, ha ganado el premio Canary Islands Film de la cuarta edición de la Aceleradora Canaria de Cine que organiza el Clúster Audiovisual de Canarias (CLAC), con la colaboración de PROEXCA, empresa pública adscrita a la Consejería de Economía, Conocimiento y Empleo del Gobierno de Canarias. Junto a otros siete finalistas, el proyecto ha participado en un programa intensivo de encuentros con ocho expertas del sector audiovisual a nivel internacional durante las últimas dos semanas, incluyendo las sesiones presenciales de trabajo del 1 al 4 realizada en el Edificio Nexo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Pescadores del desierto es un largometraje de cine documental liderado por la productora Siroco Factory que cuenta para el guion con el periodista José Naranjo y con el historiador Germán Santana. La historia vincula la pesca tradicional del pueblo Imraguen de Mauritania con la de Canarias, ambas en peligro de desaparecer. El premio patrocinado por Canary Islands Film está dotado con 1.200 euros para la asistencia a mercados y foros internacionales 2021 y, además, incluye la selección directa en el CIIF Market 2021, el foro de coproducción más antiguo de Canarias que tiene previsto celebrarse en el primer semestre de 2021 en Santa Cruz de Tenerife, fruto de un reciente acuerdo con el Clúster Audiovisual de Canarias.

El Festival de Cine Fantástico de Canarias Isla Calavera ha desarrollado en esta edición 2020 un nuevo videojuego como parte de su programación de actividades paralelas. Titans came from the Ray, creado por el equipo de diseño y desarrollo de videojuegos PlayMedusa, rinde homenaje al titán de los efectos especiales y animación en stop-motion Ray Harryhausen. Titans came from the Ray pone a los jugadores en la piel de cuatro criaturas míticas creadas por Harryhausen: el pulpo de It came from beneath the sea (1955), el ceratosaurio de Hace un millón de años (1966, rodada en Tenerife), el cíclope de El viaje fantástico de Simbad (1974) y el Kraken de Furia de Titanes (1981). En cada una de las cuatro fases del juego, los monstruos deberán encontrar varios huevos ocultos en los edificios de la ciudad, mientras evitan, o destrozan, al ejército. Los jugadores podrán visitar ciudades como Atlantic City de 1955, Carson City de 1958, la Santa Cruz de 1966 y el Nashville de 1981 en recreaciones virtuales de fantasía. Titans came from the Ray, que pudo descargarse para Windows y Mac o ser jugado online de forma gratuita durante la celebración del evento, sigue estando disponible para quien desee disfrutar un rato aplastando al ejército y arrasando ciudades (https://playmedusa.itch.io/titans-came-from-the-ray).

Se trata de la colaboración entre el estudio independiente PlayMedusa y el Festival Isla Calavera, tras el éxito en 2019 de la recreativa An american werewolf in L. A., como tributo al clásico de culto Un hombre lobo americano en Londres, a Paul Naschy, al cine fantástico y a los videojuegos de los años 80.

Saludos, resistir, desde este lado del ordenador

Mi padre, el pornógrafo, unas memorias del subsuelo de Chriss Offutt

Miércoles, Diciembre 16th, 2020

Uno de los descubrimientos literarios de este año fue el escritor Chris Offutt y su novela Noche cerrada (Sajalín, 2020), ya nos hicimos eco de su impacto en estas mismas páginas, elogios que no me canso de repetir porque se trata de un escritor extraño, raro, uno de esos infames que desprecia la crítica servil y acomodada pero que adoran los buscadores de rarezas escritas con verdad, esas que no mienten al lector.

La editorial Malas tierras había publicado en 2016 un libro de Offutt que se apartaba de la ficción y que el escritor había escrito hacia tres años antes como un acto de exorcismo. El libro, que había reunido en torno al mismo a una legión de seguidores, se trataba más que de unas memorias de un retrato del padre del escritor, Andrew Offutt, escritor como su hijo aunque su literatura se hubiera decantado en favor de la novela popular, de kiosco, lo que en los Estados Unidos de Norteamérica se conoce como literatura pulp y que abarcaba en ediciones baratas todo tipo de géneros. Las había fantásticas, policíacas, de misterio, aventuras, de ciencia ficción. Andrew Offutt destacó en este último género donde llegó a alcanzar un éxito meridiano ya que fue más un amanuense de relatos y novelas que un autor. Como la ciencia ficción no daba suficiente dinero para mantener a su familia y a sus amantes, el padre de Chris apostó por la literatura erótica y de ahí a la pornográfica, géneros para los que escribió numerosos libros utilizando infinidad de pseudónimos.

Mi padre, el pornógrafo no es así una novela ya que no tiene nada de ficción y sí se trata de un retrato sincero de un hombre que, a tenor de lo que escribe su hijo, no fue ni buen ni mal padre.

La relación que mantuvo con él y con su madre forma el grueso de una obra que no va a dejar indiferente a nadie y al mismo tiempo que ofrece pinceladas sobre el modus vivendi de un escritor de novelas baratas, profundiza en el deseo de un hijo que quiere encontrar lecciones de quién fue su progenitor. Entre otras, que él también se convirtiera en escritor solo que en otra clase de escritor.

El libro narra paralelamente el proceso de transformación de Chris Offutt primero como hijo y más tarde como adulto que intenta abrirse paso en el mundo de las letras antes el desprecio del padre, e indaga en las relaciones extrañas y cuajadas de crueldad que su padre mantuvo a lo largo de su vida con el mayor de la familia Offutt. En ningún caso, si embargo, se juzga al padre. El escritor solo describe hechos y deja que el lector dicte su veredicto. Una sabia decisión porque en ningún momento hay reproches hacia el padre y, por otro lado, sí que una interesante reflexión sobre el proceso de creación literaria.

Para escribir este libro y acercarse a la mentalidad de un hombre con el que convivió tanto tiempo y que sin embargo apenas conoció, Chris Offutt rebuscó en el archivo personal de su padre. Leyó cartas, manejó documentos para hacerse una idea de quién fue Andrew Offutt. El resultado de esta investigación en la que el narrador se desnuda también ante el lector lo encuentran en Mi padre, el pornógrafo, uno de esos títulos a tener en cuenta para aceptar de una vez por todas que las familias por muy opuestas y diferentes que sean sí que son semejante en algunas cosas, y son los vínculos entre padres e hijos. Vínculos que Chris Offutt encontró cuando comenzó a escribir un libro en el que narra una infancia solitaria porque su padre se pasaba la mayor parte del tiempo escribiendo y asistiendo a convenciones donde además de promocionar sus libros siempre ligaba con alguna de las asistentes.

La novela cuenta al final con un apéndice donde Chris Offutt recupera la copiosísima producción literaria de su padre. La ordena cronológicamente lo que da una idea de las ambiciones que mantuvo en vida a medida que escribía más y más. Como autor de novelas pornográficas, advierte el hijo, siempre escribió historias heterosexuales, algunas de las cuales tienen algún interés a tenor de lo que piensa el autor de estos recuerdos sobre su padre. Un personaje que describe con sus grandezas, que las tuvo, y también sus miserias. El caso, sugiere Chris Offutt es que observarlo encerrado en su mundo, metido en sus propias fantasías quizá significó el empuje definitivo que lo llevó a escribir otra clase de libros. Leyendo sus páginas uno puede incluso encontrar un puñado de razones que explican el universo cerrado que, años más tarde Offutt hijo volcaría en Noche cerrada, esa fantástica novela rural que publicó Sajalín en 2020 y en la que se plantea el retrato de un hombre que solo quiere vivir en paz.

Saludos, la vida te da sorpresas, desde este lado del ordenador

Los escritores canarios y el mar

Martes, Diciembre 15th, 2020

Por Cecilia Domínguez Luis

«Si la isla se define en función del mar, resulta que sin el mar no existirían las islas y no existiríamos los canarios como tales; de modo que el mar es quien nos da a nosotros nuestra identidad, y si somos en la actualidad lo que somos, se lo debemos al mar, que nos trae aquello que nos destruye, pero también aquello por lo que confirmamos nuestra existencia. Y, muchas veces el mar, cuando nos trae aquello que no nos gusta, está haciendo por nuestra personalidad más que si nos trajera aquello que nos agrada siempre.» Palabras textuales de Pedro García Cabrera, en una entrevista que le hice por los años 70.

¿Por qué las traigo ahora a colación? Pues porque me llamó mucho la atención el que una serie de escritores, principalmente poetas canarios actuales, dadas sus declaraciones y también sus omisiones, parece que le han vuelto a dar la espalada al mar. ¿ O esa ha sido siempre su postura?

He dicho “le han vuelto” porque, si por lo que han afirmado o corroborado con su silencio, lo único que les interesa es su isla y cómo y qué se escribe de ella, – las rocas, la tierra y el hombre que las trabaja, la vegetación, los frutos, el cielo…- y consideran al mar como un elemento casi enemigo al que no quieren alabar ni defender, recuerdan a los poetas regionalistas laguneros (muy insularistas ellos también), que sólo cantaban a su Vega, al Teide (de vez en cuando), a las casas con buganvillas. a sus calles mojadas por la lluvia etc… Poetas, escritores que, a pesar de vivir en una isla, no han interiorizado el paisaje del mar, ni siquiera para desprenderse de sus condicionantes.

Afirmaciones como que el canario – en este caso me imagino que se referirían a escritores o artistas- no quiere saber nada del mar o lo considera, prácticamente un enemigo, ya de por si me parecen un tanto atrevidas.

Pero ocurre. Y de pronto, de un palmetazo, han echado por tierra a autores, no digo ya Antonio de Viana que con su mito de Dácil revalorizó el mar ( Incierto mar, no sé si es bien que crea/que atesoras el bien de mi esperanza…), sino a toda la pléyade de Modernistas :Tomás Morales, y su El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte…,o Hermano mar: tú cuidarás mi vida… de Alonso Quesada, o Ola mansa, hola humilde,/ola de la ribera…de Saulo Torón, entre otros. Qué decir de Gaceta de Arte y componentes como Pérez Minik y la condición del insular, de Agustín Espinosa que escribe cosas como esta ¿Qué sueña el mar en estos amaneceres de agosto para que su canto sea tan tierno… en su obra Crimen, o de Domingo López Torres y su Diario de un sol de Verano o el reivindicativo Pedro García Cabrera, que iba a buscar en el mar naranjas libertarias, o de Manuel Padorno y su luz en el mar de Las Cantera etc… Y no solo eso, qué decir de artistas plásticos, como Néstor de la Torre, Juan Ismael, Guezala, Pedro González, Juan José Gil o Gonzalo González y muchos más que han tenido el mar como uno de sus principales motivos.

Se me dirá que esas son interpretaciones de la isla que ya no son válidas, al menos para ellos. Y a lo mejor es así, y yo estoy totalmente “fuera de onda”. Pero el mar está ahí, aunque le vuelvan la espalda, conformando la isla y conformándonos a nosotros mismos, nos guste o no.

Que eso lo quieran ignorar me parece una postura tan respetable como otra, pero de eso a decir que los únicos que alaban el mar son gente de la meseta, porque no conocen lo peligroso que puede ser y por eso lo añoran, ya me parece demasiado. Si, como dicen, todo el paisaje- el que vivimos, claro- se interioriza, me pregunto cómo interiorizarán el mar escritores que no lo conocen.

En fin, ahora que estamos en la época de negarlo todo, a lo mejor resulta que está surgiendo (o resurgiendo) un nuevo movimiento literario y artístico, de espaldas al océano, y no me he enterado.

Saludos, mil gracias, Cecilia, deste este lado del ordenador