Archive for Diciembre, 2020

John Le Carré, nuestro hombre en el Circus

Lunes, Diciembre 14th, 2020

Cuatro escritores forman el cuadrado perfecto de la novela de espías británica.

Con permiso de Eric Ambler, que es un poco el padre de todos ellos, arriba, en la cúspide, Graham Greene, un escritor que no fue exactamente un escritor de novelas de espías pero sí que tiene las mejores que he leído desde que sentí afición por el género. En la otra esquina se encuentra Ian Fleming, el creador de James Bond. Sin él, la novela de espías no habría tenido tanta repercusión popular. Estas novelas más que de espías eran relatos donde se enfrentaba un atractivo funcionario al servicio de su graciosa majestad con un multimillonario con ganas de comerse el mundo.

Partamos de la base que el James Bond literario no se parece al del cine. Es un excelente gourmet y jugador de cartas, como en las películas, pero también un sentimental y lector ocasional de Raymond Chandler además de un agente que en cada misión consume puñados de dexidrinas para engañar al cansancio.

En las dos esquinas inferiores (aunque al cuadrado le podemos dar la vuelta y serían entonces las esquinas superiores) están Len Deighton, creador de Harry Palmer, el espía anti Bond, aquel que lleva espejuelos y le da más a la cabeza que a los puños y un maestro, John Le Carré, David John Moore Cornwell (Poole, 19 de octubre de 1931 – Truro, 13 de diciembre de 2020), creador como Fleming y Deighton de otro agente secreto pero sin las características de 007 y Palmer.

John Le Carré bautizó a su criatura con el nombre de George Smiley y lo describió como un hombre corriente que trabaja en el juego más peligroso. Su contrincante en esa partida de ajedrez es Karla, su contrario en la KGB.

Smiley trabaja en una oficia gris, rodeado de compañeros igual de grises, todos ellos con sus pequeñas historias personales. El Circus lo llaman. En este ambiente se desarrollan las novelas que Le Carré le dedicó, algunas tan excelentes como El Topo, en la que mide sus fuerzas contra Karla y que continuó en El honorable colegial, demasiado larga y espesa, y que concluye con la mediana La gente de Smiley. El personaje aparece pero como secundario en la que entiendo es su mejor novela, El espía que surgió del frío.

John Le Carré no escribió sin embargo solo novelas de Smiley y continuó en el género con libros cada vez más sólidos y adaptados a la realidad de su tiempo y de nuestros tiempos. En algunas de estas obras se permite un extraño sentido del humor como sucede con El sastre de Panamá, una versión y así lo explica, de Nuestro hombre en La Habana de Graham Greene solo que en el país que gobernó Noriega.

Otras de sus grandes novelas fueron Una pequeña ciudad de Alemania, muy lenta pero redonda para entender cómo pervivió el nazismo en la República Federal Alemana; El infiltrado, otra de sus obras redondas; Amigos absolutos, Un traidor como los nuestros, Una verdad delicada y La canción del misionero. Me dejo unas cuantas más.

Le Carré no fue sin embargo pese a ser un escritor de género un autor fácil. Sus historias suelen imbricarse demasiado, a veces se pierde uno en la madeja aunque tiene el gancho de lo que cuenta y cómo lo cuenta a través de sus protagonistas. Y sí, en sus novelas se reflexiona sobre la traición pero también sobre el fracaso y servir a una causa que no ta ha dado nada. Tuvo una mirada distante y amarga sobre el mundo que reflejaba en sus páginas y abarcó todos los palos cuando la Guerra Fría finalizó con el desmoronamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus países satélites. El fin del comunismo (ahora dicen que vuelve) no significó el fin de John Le Carré como escritor de novelas de espías.

Publicó su último libro el año pasado y me pregunto si estaría mascando alguno nuevo relacionado con todo esto de la pandemia, esta especie de guerra silenciosa contra el virus que libran esas naciones que desconfían unas de otra.

Una post data, entre los libros de no ficción que escribió Le Carré cuenta con ¿El traidor del siglo?, en la que estudia las razones que llevaron al general suizo Jean-Louis Jeanmarie a convertirse en un traidor. Se lee con un suspiro, es una obra muy corta y precisa pero también densa. Se trata, resumamos, de un Le Carré en estado puro.

Con su desaparición, la novela de espías y la literatura pierde a uno de los más grandes. No hay, que piense ahora, nadie que lo sustituya. John Le Carré conocía demasiado bien cómo se la gasta esa otra realidad en la que se mueven hombres y mujeres que han hecho de la traición y la mentira un oficio. Todos, o casi todos, suelen terminar solos.

Observen a George Smiley que sigue siendo su personaje más popular. Un hombre casado y tan inglés que toma el té a las cinco de la tarde. Varias novelas después, su esposa lo engaña con uno de sus mejores amigos y lo abandona. Smiley, el cerebro capaz de destruir a Karla está solo. No eran lecturas fáciles. Te dejaban la mayor parte de las veces un poso de amargura que solo se curaba dejando reposar el libro unos días. Era inevitable sin embargo volver a él pasado un tiempo. Sí, no fue un escritor de acción a raudales pero sus lectores tampoco buscaban esto en sus novelas. Si buscaban algo era que nos mostrara las grandezas y miserias de hombres y mujeres que no son lo que aparentan. Los amigos se transforman en enemigos. La traición puede llegar incluso a las más altas esferas como sucede en El topo y como sucedió en la realidad en los servicios secretos británicos. La sombra de Kim Philby es alargada. Dicen que Philby obsesionó a Graham Greene como a John Le Carré. Probablemente también a Len Deighton, que escribe sobre el gran juego en su ciclo de novelas de Bernard Samson. Lástima que fuera tan prolífico y que decayera, éste sí, cuando la Guerra Fría declinó en favor de Occidente…

El caso es que ha muerto John Le Carré, nuestro hombre en el Circus.

Saludos, demasiadas ausencias, desde este lado del ordenador

(*) En la imagen John Le Carré junto a Richard Burton en una pausa del rodaje de El espía que surgió del frío (Martin Ritt, 1965)

Javier Gorostiza, un hombre bueno

Sábado, Diciembre 12th, 2020

Me cruzo por la calle con un buen amigo que me comunica la muerte de Javier Gorostiza (Santa Cruz de Tenerife, 1961), un hombre bueno y el que hizo posible la recreación de la Gesta, sí, Gesta, del 25 de julio de 1797 que este año por las circunstancias que todos conocemos no pudo celebrarse.

La familia de los Gorostiza y la mía han estado siempre muy hermanadas, me atrevería de hecho a decir que forman parte de la historia de esta ciudad. De los que por generación pertenecen a esta entrañable y contradictoria capital de provincias que gracias a hombres como él contribuyen a que mire de otra manera.

Mi ciudad, nuestra ciudad, tiene su historia. Una historia humilde y en ocasiones cómica pero también trágica. Y trágica fue la batalla por Santa Cruz que libraron británicos al mando del contralmirante Horacio Nelson contra españoles dirigidos por el general Antonio Gutiérrez de Otero.

Javier Gorostiza y su tropa se encargaron de recordárnoslo todos los 25 de julio con su recreación del combate por las calles de Santa Cruz. Se escuchaba entonces el estampido de las balas, quedaba flotando en el aire el olor de la pólvora… Y ahí, al frente de los españoles, Javier Gorostiza sable en mano.

No era difícil imaginar que el mismo Javier estaba ahí, en las calles de Santa Cruz de Tenerife de julio de 1797, enfrentándose al enemigo británico… Y ojalá –sé que es lo que querría él– cuando se diluya la nueva normalidad impuesta por la pandemia mi ciudad, mi pequeña y enclaustrada ciudad, siga recordando aquellos hechos cada 25 de julio de años venideros…

Apenas conocí a Javier pero ya era mi amigo porque su y mi familia se conocen de toda la vida. Esas cosas solo pasan en Santa Cruz de Tenerife. Javier, además, fue de los primeros en animarme a que continuara, cuando coincidía con la Gesta, una serie de pequeñas narraciones en este mismo su blog en las que planteo que todo lo que nos han contado es mentira: fue Horacio Nelson quien conquistó la plaza y más tarde la isla.

Lo solía encontrar en el Museo Histórico Militar de Canarias que está ubicado en el Fuerte de Almeyda y charlábamos un rato de Historia, de Historia de nuestra ciudad y de libros. Me da pena, como me comprometí, no haberle regalado un ejemplar de Madrid, de corte a checa, de Agustín de Foxá, pero no quiso el destino que encontrara uno a tiempo y que luego el oleaje de la vida no hiciera nada para que coincidiéramos otra vez. Con todo, sí que lo echaba ya de menos en Facebook. Nos unía nuestra común devoción por el cine y Tintín, que es el periodista que siempre quise llevar dentro.

Javier Gorostiza muere demasiado joven. Y da mucha rabia porque se ha ido, ya dije, un hombre bueno.

Catálogo Canarias en corto 2021… Más, otra vez más, de lo mismo

Sábado, Diciembre 12th, 2020

Un año más el área de Cultura del Gobierno de Canarias ha seleccionado siete cortometrajes de realizadores de las islas para su promoción en festivales y mercados especializados durante el año 2021. La iniciativa, que lleva por nombre Canarias en Corto, vuelve sin embargo a caer en los mismo errores que en ediciones pasadas. Tanto, que casi parece que los trabajos escogidos para mostrar en el 2021 son los que formaron el catálogo de 2020 porque repiten varios autores de la edición pasada. Una edición que críticamos en su día porque si bien se trataban de obras muy cuidadas técnicamente, cinco de los siete filmes ni se habían rodado ni tenían nada que ver con la tierra que nos vio nacer salvo el origen de quien estaba detrás de las cámaras o repartía los bocadillos de mortadela y las botellas de agua entre los miembros del equipo.

Imagino, por imaginar que no sea, que los cortometrajes que se presentaron por gente de aquí que vive aquí y que contaban historias que se desarrollaban en este archipiélago abandonado de las manos de los dioses resultaban tan espantosas que los “miembros acreditados del jurado de esta ediciòn” decidieron tirarlas al cubo de la basura y apostar por los filmes que ahora forman parte de un catálogo que, viene ya de lejos, contiene un poco de todo menos de la tierra que les regaló la promoción. La historia, por lo tanto, se repite. Y “nuestro cine” por llamarlo de alguna manera, vuelve paradójicamente a caer en ese provincianismo patológico que sufren los canarios ante todo lo que viene de fuera porque, ya saben, si viene de fuera y encima tiene acento que pronuncia sonoramente las C y la Z tiene que resultar rematadamente bueno aunque sea rematadamente malo. Nos ciega lo foráneo, chacho y todo eso.

Los trabajos elegidos y que recibieron mayor puntuación en una convocatoria en la que tomaron parte medio centenar de cortometrajes –la mayor cifra de participantes que ha habido en la historia de este programa– formarán parte de la décimo quinta edición y son, por orden de puntuación:

La prima cosa, de Omar Razzak y Shira Ukrainitz

Lovebirds, de Víctor Moreno

[Beeeeeeeeee’ee], de Irene Sanfiel Arriaga alias ziREja

Mammifèeres, de Rafael Navarro Miñón

Derivas, de Nayra Sanz

Apache, de Octavio Guerra

Hiperrealidades, de Carlos S. Peña.

La selección de estos trabajos fue realizada por Marjorie Bendeck, Ana Zamboni y Jorge Rivero.

Saludos, esto es un bucle, desde este lado del ordenador

Sergio Constán recibe el Premio de Novela Benito Pérez Armas por El salón de los espejos mudos

Viernes, Diciembre 11th, 2020

El salón de los espejos mudos, del escritor Sergio Constán (Las Palmas de Gran Canaria, 1974) obtiene el Premio de Novela Benito Pérez Armas 2020. El fallo se hizo público esta mañana, 11 de diciembre, en un acto que tuvo lugar en el salón de actos de la Fundación CajaCanarias y que fue presentado por el director general de la Fundación, Alfredo Luaces, quien recordó durante su intervención al presidente de la misma Alberto Delgado Prieto, fallecido la semana pasada.

El Premio Benito Pérez Armas está dotado con 12.000 euros y la publicación de la novela ganadora aunque, paradójica y probablemente debido al confinamiento provocado por la pandemia y al cambio de editorial, que cede el testigo a Gráficas Sabater, nos informa la Fundación, aún no se ha editado la galardonada del año pasado, que recibió Alicia Ramos por El último vándalo (que yo sepa).

El salón de los espejo mudos tiene como telón de fondo el extraño asesinato que se produjo en el teatro Eslava, en Madrid, en marzo de 1923 cuando el escritor bohemio Alfonso Vidal disparo a quemarropa al también escritor y periodista Luis Antón Olmet. Según el autor de la novela, El salón de los espejos mudos es “una reflexión sobre la vanidad”. En esta edición se presentaron 78 novelas.

Durante el acto se dio a conocer también las obras ganadoras del Premio de Poesía Pedro García Cabrera, en el que concursaron 80 poemarios resultando ganador Pablo Alemán Falcón con Este cosmo de raíces, poemas que le inspiraron el escultor ecuatoguineano Fernando Nguema; el Premio de Relato Corto Isaac de Vega, que obtuvo Carmen de la Rosa Moro con Nosotras somos humanas, y que compitió con medio centenar de obras y, finalmente, los correspondientes a cine y que llevan el nombre de Manuel Villalba en la categoría de Documental y de Ficción.

En la categoría de Documental recayó en Fuera de campo, de Pablo Vila y Adriana Tomasa y en Ficción en Naranjas, de Cora Cruz Arias.

Se da la circunstancia que Fuera de campo, cortometraje rodado íntegramente en Chile, fue uno de los trabajos seleccionados en el catálogo Canarias en Corto 2020.

Saludos, el desierto de los tártaros, desde este lado del ordenador

Carlos Zanón: “Barcelona es una ciudad de perdedores”

Jueves, Diciembre 10th, 2020

Poeta, escritor, articulista, guionista y letrista, Carlos Zanón (Barcelona, 1966) ha hecho prácticamente de todo en literatura aunque le faltaba escribir sobre su ciudad natal que es protagonista de casi todas su obra pero no desde una perspectiva personal, de cuál es la Barcelona de Carlos Zanón y no la Barcelona que aparece en las novelas de Carlos Zanón. El resultado es un libro que ha sido editado con mucho mimo y oficio y que cuenta con ilustraciones de Lara Costafreda y edita Tinta Blanca este año de pandemia.

Carlos Zanón fue uno de los invitados de la octava edición del Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras Periplo que se celebró a finales de octubre en el Puerto de la Cruz. Vino para participar en Los mundos de Antonio, sección que recuerda al escritor y cómplice de Periplo, Antonio Lozano, y en ella habló de Barcelona, su Barcelona personal, y también de dos de sus más ilustres paisanos: Juan Marsé y Pepe Carvalho, el investigador creado por Manuel Vázquez Montalbán y al que Zanón revivió el año pasado en la novela Carvalho: Problemas de identidad.

- Barcelona se publica en un año caracterizado por la pandemia de la Covid-19, ¿qué tiene esta ciudad que la hace tan literaria?

“La hacen los artistas. Vamos a Nueva York o París en busca de lo que hemos leído, de la sensación que nos evoca y que es resultado de la superposición de muchos que han dado su visión con anterioridad de la ciudad y esas visiones son las que hacen tan literaria a Barcelona que es una ciudad como un pueblo en el que conviven varias culturas. También una ciudad que ha perdido todas las guerras y que nunca ha tenido un poder efectivo”.

- ¿Y narrativamente?

“Narrativamente es una ciudad de perdedores. La literatura se construye mucho de la derrota y de lo que pudo ser y no fue, y esto lo tiene Barcelona aunque también cuenta con elementos menos románticos como fue ser una capital industrial y sede de la producción del libro durante bastantes años, lo que generó editoriales, escritores… El boom latinoamericano se queda en Barcelona y no en Francia porque se hablaba el español y existía una industria y un circuito del libro. La idea de Barcelona como ciudad literaria y los mitos del barrio chino o de El Raval son cosas de Jean Genet cuando contó sus correrías por la ciudad pero es un invento literario que refuerza la importancia de la cultura ya que hizo que la gente viniera a Barcelona a conocer a Gaudí y de lo que de ella habían escrito esos autores. La cultura crea un imaginario de las ciudades”.

- Usted dijo que Barcelona es una ciudad con la que no “puedes estar enfadado mucho tiempo”.

“Barcelona es una ciudad que nunca se pone demasiado seria. Incluso cuando se queman contenedores para hacer una revolución a las diez de la noche todo el mundo está en casa. Es una ciudad bastante pacífica en el sentido de que no puedes enfadarte con ella. Hasta cierto punto es amable y abierta aunque sea tan ensimismada”.

- El libro cuenta con ilustraciones de Lara Costafreda, ¿cómo fue trabajar con ella?

“La verdad es que nunca nos hemos visto y eso que vivió durante mucho tiempo en Barcelona –ahora reside en Lleida– pero la pandemia evitó que nos conociéramos personalmente. Nuestro trabajo consistiió en que le enviaba los textos y dejaba que ella hiciera lo que quisiera con ellos. La edición del libro es una preciosidad, cuenta con todos los elementos para hacerlo atractivo a un coleccionista como es la textura del papel, el mimo y cuidado con que se ha publicado. Lara hace además una interpretación de mis textos que van más allá de lo que escribí, lo que acrecienta las ganas de conocerla personalmente”.

- El libro es un trabajo de encargo, ¿cómo se lo planteó?

“No iba a hablar de Barcelona como hablan otros escritores aunque es una ciudad de tal magnitud que confieso que estaba intimidado. El editor me pidió que escribiera sobre mi Barcelona y ese fue su error porque supe entonces que no tenía que escribir una guía y me volqué en un relato sentimental de la Barcelona que recordaba. Contacté con otros escritores y les pedí que me enseñaran sus barrios y la experiencia resultó muy curiosa. En la Barcelona que recuerdo podía ocurrir cualquier cosa y pensé que sería interesante mirar desde los barrios al centro, que es lo que aparece siempre por televisión y que son barrios donde apenas vive gente porque los han echado. La mirada que propongo es un poco la de Juan Marsé, que es la mirada del apache que está encima de la colina observando a los rostros pálidos. La mirada del Pijoaparte, del que mira de fuera hacia adentro”.

- Barcelona fue durante mucho tiempo la capital de la cultura de este país. Si hay novela negra en España es gracias precisamente a Barcelona que es donde nace el género en España.

“Barcelona es un escenario de novelas negra porque es una ciudad de derrota y porque tuvo la inmensa suerte que en ella naciera Manuel Vázquez Montalbán, que creó a Pepe Carvalho tras conversar con varios amigos mientras tomaban unos whiskys. Con Carvalho, Vázquez Montalbán utiliza las claves de la novela popular para contar las historias de un personaje que transita al final de la dictadura y la transición hacia la democracia. Creó un personaje que es paradigmático y que influyó en toda la novela negra mediterránea y en autores como Donna Leon, Camilleri, Markaris… y todo con un personaje, Carvalho, que parece un poco paródico y un sibarita que, pese a que el mundo pueda destruirse, se sienta a la mesa para comer. Lo que hizo también fue animar a otros escritores como Andreu Martín y González Ledesma a que escribieran novelas criminales que se caracterizaron por ser muy mediterráneas y muy distintas entre sí. El género prospera además porque en Barcelona había escritores y una industria editorial y periódicos que promocionaban estos libros”.

- ¿Y qué lleva a un poeta a cultivar el género?

“Publiqué mi primer libro a los 22 años y mi primera novela con 42. Durante veinte años estuve perfeccionando el estilo porque quería publicar una. Desde siempre había querido escribir novela y lo intentaba pero me resultaban muy endogámicas y me las rechazaban en todas partes. Son historias donde hablo de mi barrio. El protagonista de una odia a Manu Chao y le quitan a su novia. Era una historia muy loca. En otra, un chico quiere escribir una novela hasta que da con la idea que empieza en un bar donde se produce un asesinato. No tenía entonces ni idea de qué era la novela negra, mi primer editor dijo que se trataba de una novela macarra pero es que era un editor muy raro”.

- ¿Raro?

“Tenía un socio publicista y decidieron enviar el libro a los periódicos con un paquete de macarrones pero no pasó nada hasta que una periodista de El País leyó la novela y le gustó y propuso escribir un reportaje sobre esa novela negra tan rara. Con esto quiero decir que entré un poco de casualidad en el género porque yo hasta ese momento pensaba que la novela negra era solo de policías. Luego te das cuenta que es mucho más amplia. Como poeta tampoco era muy bueno”.

- Pero ¿se siente cómodo con esa etiqueta?

“Me da un poco igual. La etiqueta te sirve para que te localicen en las librerías. Yo escribo las novelas que me gustan. Además, tú no eliges es el género el que te elige a ti. Taxi, por ejemplo, no es una novela negra, la única novela negra que he escrito es la de Carvalho.”

- Paco Ignacio Taibo II dice que la novela negra es la novela social de nuestro tiempo.

“Sí, claramente. Y también la novela costumbrista porque nos dice cómo se vive en nuestras sociedades. En Jo Nesbo descubres el sustrato nazi que aún conserva la sociedad noruega a través de sus novelas porque el género es la novela social y costumbrista de nuestro tiempo claramente. El formato thriller es otra cosa. Se aplica a todos los géneros porque tiene que haber suspense para atrapar al lector. El formato thriller siempre funciona”.

- Pero ¿cómo explicaría el éxito que sigue teniendo la novela negra?

“Hace muchos años escribir novela negra era un demérito porque se trataba de un género denostado porque la mayoría de sus escritores producían en serie, eran todos unos artesanos, gente acostumbrada a trabajar a destajo pero se trataba de un género que heredaba la necesidad de contar una historia para que el lector se sintiera atrapado. Aquellos escritores no eran divos. En segundo lugar, la crisis de 2008 que fue muy importante hizo que comenzáramos a mirar la sociedad de otra manera y que, como hace Pepe Carvalho, se intentase explicar qué estaba pasando en el país. Se crea así una red de festivales bajo el influjo de la Semana Negra de Gijón y se establece un circuito que permite a escritores, editores y lectores verse las caras. Por otro lado, Stieg Larsson sitúa a la novela negra en el siglo XXI con Los hombres que no amaban a las mujeres ya que tuvo la virtud de crear un personaje como Lisbeth Salander que es totalmente nuevo. Una hacker antisistema. Una mujer desclasada pero que toma la iniciativa. La novela negra palpaba el espíritu de un mundo que estaba cambiando en ese momento. Y Larsson lo vio”.

- Carvalho ha aparecido a lo largo de la conversación en varias ocasiones, ¿que sintió cuándo le propusieron escribir una nueva novela del personaje?

“La editorial y la familia tuvo la idea, como pasa con otros personajes, de revitalizar a Carvalho y se planeó que un nuevo autor se encargara de ello y Paco Camarasa me recomendó aunque primero dije no porque ese encargo se me hacía muy grande y le pregunté a otros escritores si debía aceptarlo y todos coincidieron en decirme también que no la escribiera pero me lo pensé y finalmente acepté. Asumí el encargo como un privilegio y una oportunidad para probar con un personaje fascinante”.

- Y el Carvalho que propone es su Pepe Carvalho.

“Si se sigue la cronología del personaje tendría ahora ochenta años y no era buen plan. Manuel Vázquez Montalbán cuenta en una serie de columnas que publicó en Interviú que Pepe Carvalho vive en un piso de Las Ramblas de Barcelona al que el escritor sube para hablar con el detective y Biscuter de la realidad de su tiempo. Y con esa idea fui creando la novela y sus fantasmas. Introduje personajes nuevos que se relacionan con Biscuter pero prescindí de otros, como Charo, la prostituta, porque me resultaba muy complicado, no sabía cómo gestionar la relación que mantiene con Carvalho”.

- ¿Habrá continuación?

“De la misma manera que me hizo ilusión el proyecto no quiero convertirme en el tío que hizo las de Carvalho. Mi idea era escribir solo una novela pero me gustaría que hubieran otros Carvalho escritos por otros escritores. En Gran Bretaña lo hacen con las novelas de James Bond y es muy interesante”.

- Y llegamos al documental sobre Juan Marsé. ¿Qué recuerda de él?

“Televisión Española puso en marcha cuando le concedieron el Cervantes un proyecto de serie que tituló Los imprescindibles. Yo ya conocía a Marsé pero no había tenido una relación con él. Lo recuerdo como un tipo fascinante, con una gran fuerza. Muy competitivo en el sentido literario pero también un hombre sencillo que se metía en todas las polémicas. Con Juan Marsé no tuve la sensación de que se le podía comprar y comprar a un escritor es adorarle y concederle premios para que se amanse y acabe escribiendo lo que la editorial y el público pide. Y él no era así. Fue un privilegio conocerlo” .

————————————————————

ANTONIO LOZANO

La muerte del escritor Antonio Lozano significó un mazazo para Carlos Zanón, que solo guarda buenos recuerdos del autor de El caso Sankara. “Tuve el lujo de ser amigo suyo, de estar a su lado y que me dejara quererlo y que me quisiera. Fue una persona especial. Lo echo mucho de menos”, recuerda el escritor barcelonés, que revela que “me siguen pasando cosas que me gustaría comentar con él. Realizó una labor con todos nosotros muy importante ya que logró reunir a gentes muy distintas. Era como un profesor ante su clase”. Gracias a él, reconoce Zanón, “descubrí la literatura africana”. “Antonio –concluye– tuvo una mirada distinta”.

NUEVA NOVELA

Carlos Zanón está escribiendo ahora un thriller sobre un matrimonio y un amigo de la pareja que viajan desde Gerona a Tarifa. En la novela, explica el escritor, “intento hacer algo que no sé si me saldrá, pero ahí estoy”. De momento el relato sigue su curso, una novela de carreteras por la geografía de España que uno imagina que comenzó a escribir en tiempo pre Covid-19. Carlos Zanón calcula que el libro podría publicarse en 2021 y no se amilana ante el trabajo que le espera porque “sé de que va esto: invertir horas pero a mi me gusta escribir”. Entre otros, Zanón que ha sido poeta y letrista de canciones, es autor de Tarde mal y nunca, Yo fui Johnny Thumders y Taxi.

Saludos, agitamos las manos, desde este lado del ordenador

Línea de fuego, una novela de Arturo Pérez Reverte

Miércoles, Diciembre 9th, 2020

“Pues que con esa edad estés aquí, en vez de haciéndote fotos o soltando mítines en cines y teatros… En vez de ir por ahí del brazo de un diputado, o de un patriota de los que se dedican al estraperlo en la retaguardia, o de uno de esos intelectuales cuyo antifascismo consiste en llevar pistola en los restaurantes y denunciar a quienes criticaron sus novelas o no aplaudieron sus poesías… Todo eso dice mucho de ti.”

(Línea de fuego, Arturo Pérez-Reverte, Alfaguara, 2020)

Arturo Pérez-Reverte ha escrito una monumental epopeya sobre la batalla más sangrienta de la Guerra Civil, El Ebro, en Línea de fuego (Alfaguara, 2020) que, pese a su extensión y desarrollarse en un mismo y ficticio escenario: Castellets del Segre, significa un importante punto y aparte en la carrera del también periodista. Por un lado porque propone una muy personal Iliada a la española, un novelón (más de seiscientas páginas) en la que narra con nervio cómo se libraron los combates en esa guerra cuyas heridas no han podido cicatrizar y, por otro, su carácter colectivo, de preocuparse por brindar una visión “realista” de esas dos España a través de una serie de personajes a los que solo conoces por su dinamismo en el campo de batalla aunque de alguno sí que se revele de dónde procede y el porqué está ahí.

En el lado republicano además de una miliciana del servicio de comunicaciones, actúan mineros asturianos, soldados de las brigadas internacionales y jóvenes de la conocida como Quinta del Biberón; militares y comisarios políticos que forman parte de todo un ejército que ha apostado por un golpe de mano que los primeros días de la batalla hicieron retroceder a las sorprendidas tropas nacionales. El contragolpe y el dominio del aire hará que en apenas unos días los rebeldes recuperen el territorio ocupado y arrollen con furia desatada al enemigo hasta la otra orilla del Ebro.

En este escenario, en concreto en la línea de fuego en la que se desarrolla la novela, se despliega una obra colosal que no deja respiro desde la primera a la última página, más de seiscientas en las que Pérez-Reverte describe con colores vivamente periodísticos cómo tuvo que ser el combate cuerpo a cuerpo así como las dudas, los miedos y también el coraje de los protagonistas de esta ópera con música de guerra pese a que al escritor no le interesa tanto el conflicto político que separa a los dos ejércitos en lid sino el hombre y la mujer que luchó a un lado y al otro no solo en esta batalla sino también en aquella guerra.

Y el resultado es, como en otras novelas del escritor, una reivindicación del español de a pie, a quien describe con un alto sentido del honor defienda la bandera que defienda. Aparecen, es verdad, elementos equivocados en los dos bandos, asesinos que solo se alimentan de venganza pero en conjunto el retrato que ofrece de fachistas y rojos es bastante positivo. Gente de bien, además de excelentes soldados.

En el lado nacional, Arturo Pérez Reverte sitúa a un grupo de legionarios al mando de un alférez con un sagrado sentido del honor, requetés catalanes y falangistas, la mayoría con camisa azul porque se la obligaron a poner para ir al frente y que apenas conocen quién fue José Antonio Primo de Rivera, solo que su ideario político y social resulta sospechosamente parecido al que defienden los rojos en la otra orilla. En este lado, actúa también uno de Albacete que hace uña y carne con un soldado marroquí mientras las balas, los cañonazos destrozan todo a su paso.

Se agradece que el escritor procure en todo momento mantener la distancia, no caer en maniqueísmos y prácticamente lo consigue porque, como se dijo, a Arturo Pérez Reverte no le interesan las ideas de sus protagonistas sino el hombre y la mujer que llevan dentro. Su dibujo de una España recia y bastante tosca por primitiva se mantiene así a lo largo de toda la novela pero sin que chirríe. El lector debe asumirlo ya que si no fuera así lo mejor es que no lea Línea de fuego porque no se trata de una novela sobre la Guerra Civil sino sobre los hombres y las mujeres que lucharon, cada uno de ellos por su España, en la trinchera. Cuerpo a tierra. Mascando el miedo y buscando valor para enfrentarse a la muerte. Tan caprichosa en la guerra como en la paz. Solo que más violenta e inesperada y que segó a lo mejor de la juventud española de aquellos años donde cada parte dejó de negociar para resolver sus conflictos a tiro limpio.

Como si se tratara de una película, de hecho no deja de pasar por la cabeza la posibilidad de que con dinero termine llevándose algún día al cine o convirtiéndose en serie de televisión, Línea de fuego es una novela de acción en su sentido más puro, lo que la hace más vulnerable a la repetición aunque son tantas las escaramuzas, los combates en el pueblo y en sus alrededores que llega un momento que, la verdad, no importa demasiado. Ello se debe a que el escritor tiene la capacidad de trasladarte al campo de batalla, a sufrir con los personajes los vaivenes y el horror de la guerra.

Como no podía ser de otra manera, la novela aprovecha también para denunciar la España cuartelera por la que luchaban los nacionales y el cinismo político de la republicana ya que en retaguardia miraba a otro lado mientras sus mejores hombres y mujeres morían en los campos de batalla. Fachistas y rojos, unos y otros en el frente, parece que quiere decir Pérez Reverte, eran lo mismo: hombres de bien a los que una idea o haberle tocado la guerra en un lado o en el otro, determinó su destino.

Si algún mérito tiene entonces esta novela, esta especie de ebroiada es que un soldado fuera rojo o fachista era lo mismo. El miedo y el valor no entiende de ideas sino de lo que esconde cada uno cuando lucha por su vida.

Es probable que a partir de la publicación de Línea de fuego se publiquen otras novelas que describan con paisajes y personajes de ficción (es lo que hace Pérez-Reverte) nuevas novelas que narren desde tierra, desde la trinchera, aquella guerra. Quizá entonces, quién sabe, los que están empeñados en despertar el fantasma guerracivilista se den cuenta que en el campo de batalla el enemigo podía ser tu padre, tu hermano, tu amigo y quien ordena que se maten un militar de alta graduación o un político para quien esos hombres y mujeres que peleaban con uñas y dientes solo eran carne de cañón. Una fría estadística que desconocía los nombres y apellidos de ese puñado de soldados, de ese puñado de valientes.

Saludos, hazañas bélicas, desde este lado del ordenador