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Donde soplan los alisios, diez cuentos escritos por Pedro M. García

Martes, Febrero 14th, 2023

Los premios literarios que concede la Fundación CajaCanarias son unos, por no decir prácticamente los únicos, que resisten el paso del tiempo en estas islas abandonada de la mano de los dioses. El que dedica a la novela, el Benito Pérez Armas, se ha convertido así en toda una distinción, distinción que enriquece el currículo de los premiados. Este premio, que lleva en activo desde los años 50 aunque después haya pasado por épocas en las que aparecía y desaparecía como dicen que hace el río Guadiana, ha terminado en todo caso en permearse en la sociedad, siendo muchos las escritoras y los escritores que optan a él. Conozco casos de hecho de autoras y autores que se sienten francamente dolidos por no haberlo recibido aún, lo que incita, afirmaríamos que resulta natural, sospechas varias aunque hasta donde sabemos la transparencia está garantizado en un concurso literario que además de entregar al ganador en sus distintas modalidades una determinada cantidad de dinero también publica la obra ganadora.

Por otro lado, si se conoce la historia tanto de su premio de novela como el de relatos y el de poesía uno se puede ir dando cuenta de por dónde soplan edición tras edición los gustos del jurado, jurado que como pasa en casi todos los jurados, los miembros están sujetos a sus prejuicios particulares.

Donde soplan los alisios, de Pedro M. García, fue la colección de cuentos que en la edición del año pasado, ese 2022 que parece que todavía fue ayer, se hizo con el Premio de Relato Corto Isaac de Vega. Antes de todo, indicar que se trata de un libro interesante aunque no redondo pese a que hurga en las entrañas de la nostalgia desde una perspectiva a la que no le falta cierta sorna, ironía o un sentido del humor que está, afortunadamente, controlado.

Diez son las historias que forman Donde soplan los alisios, todas piezas más o menos regulares que ahondan en las raíces de un mundo que parece que se disolvió. Pesa, en este sentido y mucho, un pasado que se idealiza frente a una realidad donde casi todo está en proceso de transformación. El primer cuento que inicia el libro, titulado precisamente Raíces, ya nos advierte del contenido más o menos sostenido que llevará esta compilación de relatos:

“A través de los cristales de la guagua observo cómo trabajan la montaña, cómo, con máquinas cuyos nombre ignoro, taladran la roca y abren surcos en la tierra mientras el cielo se cubre de nubes”.

La voz que nos habla en primera persona es la de una mujer cuya edad sin determinar –debe ser la de la adolescencia– recrea en el presente un momento de su existencia que se convierte en pasado cuando se lee.

Tras Raíces, Donde soplan los alisios continúa con Crónicas de un revés anticipado, un relato que protagonizan personajes que llevan nombres como Berta y Ayoze, y que nos conduce de la mano a la infancia de sus protagonistas. En todo momento parece que sobrevuela algo amenazador la páginas del cuento pero no termina de manifestarse esa sensación de temor leve a medida que se avanza en su lectura. Como cuento me parece uno de los mejores que reúne el libro, también es de los más cortos, un territorio en el que sospecho que se mueve mejor Pedro M. García, que cuando estira sus historias más allá de las cuatro o seis páginas.

Donde soplan los alisios presenta a continuación los relatos Bolardos, que protagoniza un hombre casado; uno de los más largos y esforzadamente experimentales del libro; Emma, igual de extenso y destacable sobre todo por su sencilla reivindicación de la infancia y del cariño que los suyos le expresan a su protagonista, un pequeño que responde al nombre de Periquín; La guía, que refleja una de las pesadillas constantes de las viejas y nuevas generaciones: buscarse la vida mientras trabajan en oficios que no desean pero que prestan para sobrevivir; San Simplón el justo que como indica ya en su título se toma a broma y por eso muy en serio las primeras relaciones de amistad que, se pierde un poco, debido al número de sus páginas, siendo otro de los cuentos más largos de un libro que ya en su recta final recuerda con una insistencia que no se hace reiterativa que todas las historias que se cuentan, que todas las historias que se narran, están ambientadas en un archipiélago que los que vivimos en estas islas conocemos meridianamente bien.

En esta lista entran La higuera y los cuervos, que no es una fábula aunque así lo haga pensar su título; Cerveza y media, otro regreso a la infancia aunque en esta ocasión bajo la mirada de un padre que no sale de su sorpresa, quizá la de haberse levantado una mañana y descubrir que es un adulto y Orgullo herido y Atis Tirma, que son dos cuentos en los que parece que se va a desbordar la fantasía con la que están escritos, un perro coprotagoniza Orgullo herido y tiene incluso frase en el relato aunque sea en forma de ladrido y un relato que confunde realidad con leyenda e inspirado en la conquista de Gran Canaria sirve para que Pedro M. García más que actualizarlo se sirva en Atis Tirma para narrar una historia de playa y surf con un protagonista que se llama Doramas.

En conclusión, me sorprende la variedad de estilos en las que se cuentan estas diez historias y la variedad de personajes y perfiles narrativos en los que se mueve su autor, el escritor Pedro M. García, un narrador al que a partir de ahora se debe seguir con la atención que se merece.

Saludos, lo hablamos, desde este lado del ordenador

La Fundación CajaCanarias presenta los volúmenes de sus premios literarios 2022

Viernes, Febrero 10th, 2023

La Fundación CajaCanarias celebra esta tarde de viernes, 10 de febrero, el acto de presentación de las obras ganadoras de los Premios de Novela Benito Pérez Armas, de Poesía Pedro García Cabrera y de Relato Corto Isaac de Vega 2022.

La sesión, que dará comienzo a partir de las 19:00 horas, tendrá lugar en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife, con entrada libre hasta completar aforo y firma de ejemplares por parte de los respectivos autores galardonados. El acto será presentado por el escritor y periodista Eduardo García Rojas y la información se encuentra disponible en www.cajacanarias.com. 


 
La 38º edición del Premio de Novela Benito Pérez Armas CajaCanarias ha recaído en el manuscrito titulado Don Jeremías cuenta hasta cien, obra del escritor tinerfeño Antonio Martín Sosa. Dotado con 6.000 euros y la publicación del volumen, a la más reciente edición del Premio se presentaron un total de 53 piezas literarias a concurso aumentando, de este modo, un 20% la participación respecto a la edición anterior.
 
El título de la novela galardonada con el Premio Benito Pérez Armas CajaCanarias 2022 hace referencia al juego infantil conocido, entre otros nombres, por la escondidilla: Quien no se ha escondido, tiempo ha tenido. Y tiempo es, en palabras del autor, lo que se tiene en Las Cándidas, lugar que une los múltiples personajes que pululan por esta novela polifónica, como no puede, quizá, ser de otra manera. Las Cándidas es metamorfosis continua para la búsqueda y el encuentro con el otro, que es la búsqueda y el encuentro con uno mismo. Fiestas. Locura. Voces y voces.


 
La Ironía Naturae de Nieves Delgado, por su parte, se convirtió en nuevo Premio de Poesía Pedro García Cabrera CajaCanarias tras la celebración que contó, en esta ocasión, con 79 ejemplares a concurso, un 10% más que la edición del año pasado. En palabras de la autora, Ironia Naturae es, en parte, el resultado de las curiosas analogías que he creído descubrir entre las características, e incluso comportamientos, de algunos individuos del reino vegetal y las de los siempre enrevesados seres humanos. En ocasiones, la planta me llevo a la persona; en otras sucedió justo lo contrario.
 
Por otro lado, a Nieves Delgado le atrajo, de una manera instintiva a lo largo del proceso creativo, la sonoridad de las palabras propias del vocabulario botánico, en gran parte ininteligibles para ella, pero seductoras siempre para mi oído. Mi gran reto ha sido, usando las palabras de un amigo poeta, procurar traducir estas impresiones al código de la poesía, afirma la autora de un poemario redondo, a juicio del jurado del Premio Pedro García Cabrera CajaCanarias 2022, que decidió otorgarle el galardón por unanimidad.


 
Finalmente, medio centenar de obras optaron el pasado año a obtener el Premio de Relato Corto Isaac de Vega, galardón que finalmente obtuvo el autor Pedro M. García por su conjunto de textos titulado Donde soplan los alisios. Las historias que pueblan Donde soplan los alisios giran en torno a la nostalgia, la inocencia de la niñez, el humor y la pérdida. Forman, en palabras del autor, una especie de ropa vieja en la que ingredientes de distinta forma, sabor y textura se unen para dejar ese saborcillo tan típico de nuestra tierra, o que al menos yo asocio a nuestra tierra, en el paladar de quien los degusta. En ellas hay calor y algo de hielo, piedra labrada, laurisilva, olas, incluso duendes y perros. Sus protagonistas, tan dispares como lo pueden ser, por ejemplo, una antropóloga, un panadero, una guía turística, un excoronel o un surfista retirado, hablan y se mueven por escenarios autóctonos que incluyen lugares reconocibles como el barrio de Vegueta o la iglesia de Arucas, y otros menos concretos, pero igualmente isleños como una playa, un barranco o una cuesta interminable.

Saludos, allí estaremos, desde este lado del ordenador

Hoy, miércoles, mismamente

Miércoles, Febrero 8th, 2023

Saludos, allá nos vemos, desde este lado del ordenador

El cine negro, un ensayo de Nöel Simsolo

Martes, Febrero 7th, 2023

Actor, guionista, crítico cinematográfico, Nöel Simsolo es autor de un libro de referencia para acercarse al cine policíaco que hace unos años publicó en España Alianza Editorial en su colección de bolsillo. El trabajo lleva el título de El cine negro y es una completa guía, aunque se hayan producido muchísimas más desde la publicación de este trabajo, en torno a uno de los géneros por excelencia del cine norteamericano. Tanto, que el propio Simsolo como quien ahora les escribe, compara estas películas y la literatura en la que se inspira con otro género tan norteamericano como es el western.

El crítico francés justifica esta conclusión contando que las historias y los personajes que en ellas intervienen son casi los mismos, un héroe generalmente solitario que se enfrenta a las fuerzas vivas que rigen una ciudad o una gran explotación agrícola o ganadera, aunque en el policíaco cobran vida y aire de denuncia otras constantes que no se dejan ver demasiado en las películas del oeste como son cierto entusiasmo por denuncian la corrupción (de cualquier gobierno como de un individuo, todos somos corruptibles) y la aparición de la mujer fatal, que dentro del género negro y criminal ya se ha convertido en todo un clásico.

Sin embargo, lo que me ha resultado más atractivo de la lectura de este libro es en sus inicios el relato que nos cuenta Simsolo de las disputas que sobre cine mantuvieron las revistas especializadas en Francia a mediados de los años 50, y en la que participaron críticos que más tarde se convertirían en cineastas (la mayoría influenciados por el cine norteamericano y en especial por el cine negro) como Godard o Truffaut por mencionar solo a dos de los más conocidos pero no sé yo si populares.

El especialista divide la obra en capítulos en los que va reconstruyendo la historia de un género al que pone fecha de nacimiento y también de caducidad ya que considera que son los filmes que entran en este arco temporal los que legítimamente pueden ser considerados como negros y criminales. Es una afirmación que justifica y razona pero que a mi, personalmente, no termina por convencerme ya que si por algo ha sobrevivido el género, mucho más que el werstern que no deja de ser un revival cuando se estrena alguno en la actualidad, es porque el policíaco sabe adaptarse a la realidad de los tiempos, como un camaleón sabe mimetizarse en cualquier territorio.

Como pasa casi siempre en libros de esta natujraleza, estudios más que sesudos, divulgadores, por El cine negro desfilan numerosas películas que uno descubre que no ha visto. En mi caso, la sensación de ahogo es enorme porque muchas de ellas son destacadas por el especialista como curiosidades que no deben de dejarse ver. He elaborado una lista con la idea de hacerlo un día de estos. Entre esas películas se incluyen muchas que son negras en sus diferentes aproximaciones al género.

Se habla, y Nöel Simsolo lo remarca, de un género al que le han salido subgéneros que al ser trasladados a pantalla conservan el lenguaje cinematográfico que define este cine: la fotografía, los escenarios urbanos y protagonistas que pueden ser detectives o ladrones y criminales. Otros subgéneros del policíaco podrían ser el thriller, el cine carcelario y el pugilístico así como el que se centran en periodistas, entre otros muchos.

El interesante y adictivo repaso que hace Nöel Simsolo llega incluso a reseñar dos grandes películas adscritas al género pero que nos llegaron a finales del siglo XX. Estos largometrajes se caracterizan por estar rodados en color aunque las historias que cuentan son reelecturas, puestas a punto del cine negro porque como se dijo, se trata de un género que no muere ni resucita tarado como le sucede al western, sino que se adapta a los nuevos tiempos sin traicionar su lenguaje. Estas películas son Érase una vez en América y Reservoir Dogs, dirigidas por Sergio Leone y Quentin Tarantino, respectivamente.

El cine negro recuerda también a los cineastas que contribuyeron a engrandecer el género y a los actores y actrices que rodaron algunas de sus mejores películas haciendo de buenos y malos en estas cintas que buscan, como buscaron las novelas que inspiran a la mayoría de estos largometrajes, denunciar lo que no se atrevían a denunciar los medios de comunicación en aquellos años. Y la verdad es que pasado el tiempo, esta denuncia sigue igual o más latente que antaño. Las películas negras (y aquí cabe un poco de todo) es un cine, subraya Nöel Simsolo, que tiene casi siempre mensaje. Y su mensaje, como ya se dijo, es la denuncia. Por eso resulta a la postre tan progresista en sus acciones aunque en ocasiones degenere en un cine con intenciones individualistas y ultras cuando el héroe se transforma en un héroe vengativo, en un personaje que apunta con su arma al villano de turno y ruega –más que pedir– que, por favor, le alegre el día.

Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador

La culpa transparente, una novela de Gerardo Pérez Sánchez

Lunes, Febrero 6th, 2023

“Tobías nunca fue un hombre muy despierto. Era del peor tipo de tonto que existe, el que se cree listo”.

(La culpa transparente, Gerardo Pérez Sánchez, Editorial Verbum, 2022)

La culpa transparente es la séptima novela de Gerardo Pérez Sánchez, quien se desdobla en escritor cuando la ocasión y el tiempo se lo permiten. Conozco su producción literaria desde que saltó al ruedo con El peso del tiempo, a la que siguieron títulos más o menos regulares, más o menos irregulares, como Las tormentas interiores, La sonrisa Duchenne, El amor y otras vías de escape, Historia desconocida de nuestros antepasados y Amanecer en el ocaso, este último y a mi parecer el mejor libro que ha escrito hasta la fecha.

Nadie le puede negar a Gerardo Pérez que tras siete novelas haya consolidado un estilo e incluso idénticas constantes entre obra y obra. Estas constantes, este persistir en los mismos temas pero narrados bajo miradas diferentes es, a pesar de ser uno de sus aciertos, también uno de los mayores escollos de su trabajo como escritor, y es que a veces se va por la tangente cuando cuenta una historia. Parece entonces como si a Gerardo Pérez Sánchez le preocupara más el cómo que lo que quiere decir y eso es un lastre que arrastra no solo en La culpa transparente sino también en anteriores novelas.

Hay que reconocerle en todo caso la capacidad que tiene para hurgar en los géneros, también para cruzarlos y apropiárselos. Estas constantes se observan de nuevo en La culpa transparente y como suele pasar con sus otros libros, el acabado si no es perfecto, casi.

Como escritor Gerardo Pérez ha ido creciendo con el paso de los años. De hecho, se nota que no se ha dejado dormir en los laureles. Ya apreciaba esta evolución en Amanecer en el ocaso, una novela que, como todas las suyas, parece que está conectada, que es un vaso de los muchos vasos comunicantes que forman parte de la arquitectura de una literatura que ha sabido construir, con sus aciertos y defectos, un universo personal en el que destaca especialmente los personajes.

Todo esto y algo más está volcado en La culpa transparente. Una novela que, a mi juicio, supone un interesante cambio de guión en la producción literaria de un escritor que comienza a manejar con soltura las historias que retrata. Muchas de ellas mostrando algunos de los complejos que nos definen como seres humanos.

En su último libro, ha construido un personaje que además de atractivo pisa terreno sólido. Ella, Clara Durán, es la protagonista absoluta de una novela que indaga en la vida y en la obra de una mujer con problemas, y que tras una serie de vicisitudes que invitamos a que conozcan, cambia de identidad (Carla) para vivir una segunda oportunidad.

Para meternos dentro de su cabeza, Gerardo Pérez prefiere recurrir a una voz omnisciente que busca más que la complicidad, la mirada voyeur del lector en torno a las revelaciones que hace, algunas de ellas tan sorprendentes que lo dejarán desconcertados. Resulta en este aspecto un libro contundente, con matices y un retrato que indaga en las interioridades de su protagonista, un personaje que lo reúne todo y que justifica las contradicciones por las que Clara lleva una vida desordenada que le exige un cambio. Este cambio vendrá por la vía del desdoblamiento que caracteriza su comportamiento, carne de psiquiatra si quieren. De esa materia aparece primero Clara y luego Carla.
La idea es original y a medida que se va desarrollando muestra al mismo tiempo el peregrinaje de su protagonista y los amores frustrados y frustrantes que salpican su existencia a lo largo de todo el relato.

Se agradece que la voluntad de Gerardo Pérez Sánchez no haya sido la de retratar de manera unidimensional a su personaje. También que haya sabido insuflarlo de sustancia, lo que termina por reforzar que su acabado resulte redondo y sobre todo verosímil a lo largo de las más de doscientas páginas que forman el libro. Una novela que comienza muy bien, sobre todo con un prólogo rompedor que augura una tormenta que termina por expandirse a las páginas siguientes.

Ya lo hemos detectado en otras ocasiones y es que el escritor tiene afición por cruzar géneros. En La culpa transparente, por un policíaco que eleva un poquito el vuelo de un libro que termina por despegar y volar sin motor.

Son en estas páginas ligeramente negras donde encuentro al escritor que avisté en Amanecer en el ocaso. Es decir, al autor sin vendas en los ojos, el que se arriesga a adentrarse en un universo que escapa de momento a su zona de confort y que hace descubrir a un Gerardo Pérez Sánchez que si apuesta más por el riesgo podría encontrar su propio camino de baldosas amarillas. Sospecho que si llegara a final del sendero y desenmascarara al Oz que lleva dentro, asombraría a propios y a extraños.

En conjunto, La culpa transparente con todos sus peros nos descubre a un escritor más seguro de sí mismo. A un autor que evoluciona mientras se desprende poco a poco del lastre que oxidaron algunos de sus títulos anteriores, todos libros en los que sigue insistiendo, desde ángulos muy diversos, en los mismos temas: las mentiras y la verdades que alimentan nuestra vida diaria. Lo demás, la caída en desgracia, el embarazo y la redención de Clara/Carla son capítulos de una existencia literaria que uno tiene la sensación de, si no haberlo leído antes, sí al menos haberlo visto antes en un largometraje. Esto podría conformar el hecho irrefutable que la vida más que puro teatro es para Gerardo Pérez una producción cinematográfica. De sus ambiciones depende que el trabajo resultante sea A, B o Z.

Saludos, aún heridos, desde este lado del ordenador

Un escritor a secas

Lunes, Enero 30th, 2023

He conocido a pocas personas con el corazón de Alexis Ravelo, escritor pero sobre todo amigo que hoy nos dijo adiós para sorpresa de quienes tuvimos la ocasión de disfrutar de su amistad y de su literatura hace apenas unas semanas en Aridane Criminal, el festival de novela negra que dirigió tres años seguidos en esa entrañable ciudad de La Palma.

Como debe ser con un escritor, conocí primero a Alexis a través de su literatura. Y de aquel encuentro no guardo grato recuerdo. Cayó en mis manos Los tipos duros no leen poesía, tercera entrega de la saga protagonizada por Eladio Monroy, y recuerdo que fui bastante crítico con esta novela que no merecía el juicio que le di entonces. Claro que entonces escribía más con las tripas que con la cabeza aunque de algo tuvo que servir (quiero pensar) aquel comentario para que unos pocos meses después (¿o fueron años?, con Alexis nunca se sabía) publicara en Alrevés La estrategia del pequinés, una novela por la que recibiría y con justicia años más tarde el premio Hammett que concede la Semana Negra de Gijón.

El caso es que La estrategia del pequinés supuso un revulsivo para la novela negra y criminal que se escribía y se escribe en España. Y la razón es bien sencilla, por una vez los protagonistas de la historia trabajaban al otro lado de la ley. Es verdad que se trataban de granujas de medio pelo, de tíos de la calle que se buscaban la vida delinquiendo con menudencias hasta que en la novela planifican y ejecutan robar a un traficante de drogas y se desata la balacera.

Estos personajes que proceden de la nada más absoluta se convirtieron en una especie de constante en su literatura. Constantes a la que habría que sumar la lucha que emprenden contras los poderosos que son, en sus libros, los verdaderos delincuentes, la chusma a la que hay que señalar y, si procede, robar porque quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

En sus novelas policíacas, muchas de ellas inspiradas en hechos reales, Alexis se dedicó a denunciar la corrupción no solo de los de arriba sino de los que le sirven, llámalos policías corruptos, chandaleros que trabajan al precio del mejor postor e incluso periodistas que han dejado de serlo para convertirse en chantajistas. Y esto es solo una pequeña galería de villanos, de personajes torvos que no parpadean en explotar a sus semejantes sometiéndolos a toda clase de humillaciones.

La novela negra se convertía en sus manos en un arma de denuncia, de denuncia política. Sabía, además, escribir muy bien, lo que le venía de lejos. Una vez me explicó de hecho que en parte se lo debía a un taller literario en el que le dio clase Alfredo Bryce Echenique, y que su olfato para retratar a los parias de la tierra se lo debía a su oficio de portero y camarero antes de hacerse un nombre en la república de las letras.

No sé si lo sabe la gente, pero Alexis, que venía de Escaleritas, siempre tiró al barrio y presumía, cuando había que presumir, de unos orígenes muy humildes a los que supo sacar partido a través de su literatura.

Lector voraz, de esos que cuando les gusta un libro se empeña en que lo leas porque te vas a divertir con él lo mismo que se divirtió él mismo leyéndolo, con Alexis se podía hablar de muchas cosas además de literatura. También fue de esa clase de amigo, ya casi hermano, que estaba ahí. Siempre tendiendo una mano aunque como le cayeras mal, y además de los ricos y poderosos había mucha gente a la que no aguantaba, sacaba un rejo siciliano que fulminaba al instante a todos aquellos que por una u otra razón le caían lo que se dice muy gordos.

Sí, Alexis Ravelo era bastante cabezón pero no le faltaba razón para que fuera tan cabezón.

En cuanto a su forma de escribir, Alexis Ravelo conocía muy bien a los clásicos del género, de hecho, La estrategia del pequinés es una versión muy libre de La jungla de asfalto, que cuenta la preparación de un robo visto desde la perspectiva de quienes lo van a cometer. Pero Alexis, que además de conocer a los grandes de la novela negra también conocía a los grandes de la literatura universal, no quería encasillarse como un escritor de novelas policiacas sino como el escritor a secas que fue, y así escribió La otra vida de Ned Blackbird y Los milagros prohibidos, que transcurre esta última durante la Guerra Civil en la isla de La Palma.

En cuanto a su producción policial, que fue donde le llovieron los premios, Alexis Ravelo publicó una lista larga de notables novelas negras y policíacas, todas ellas protagonizadas por tíos de la calle, buscavidas, gente del arroyo. Con esta galería de perdedores que hablan con acento canario sin que chirriara, Alexis cimentó una novela policíaca canaria que gustaba no solo en su isla, Gran Canaria, sino en las otras que forman esta desestructurada comunidad autónoma y la península. También fuera de sus fronteras.

La última tumba, Las flores no sangran, La ceguera del cangrejo (que se desarrolla en Lanzarote, y que sirve de paso para recordar a César Manrique); Un tío con una bolsa en la cabeza y Los nombres prestados son las novelas que deja tras de sí, eso sin contar las que escribió con destino al público adolescente y algunos relatos que Alrevés ha ido incorporando para las cuidadas reediciones de las seis novelas protagonizadas por Eladio Monroy (Tres funerales para Eladio Monroy, Solo los muertos, Los tipos duros no leen poesía, Morir despacio, El peor de los tiempos y Si no hubiera mañana).

Con Los nombres prestados recuperó además el territorio ficticio de San Expósito, localidad en la que se desarrollan también las dos novelas que forman parte del ciclo La iniquidad, La noche de piedra y Los días de mercurio. A este repaso de las obras que nos legó, destacaría El viento y la sangre, un hard boiled que firma un tal M.A. West, un escritor que nunca existió, ya que se trataba de una broma (y qué broma) de Alexis Ravelo con la complicidad de la editorial Navona.

El bromista que llevaba dentro nos hizo creer que había descubierto esta novela en inglés en una librería de viejo, avisándonos que se trataba de un escritor olvidado de la época dorada del género en los años 40.

Tras revelar la verdad, que A. M. West era él mismo, solo lamento que no tuviera tiempo para escribir alguna novela más con ese pseudónimo aunque ahora echo de menos que no vuelve a escribir más historias pero sobre todo compartir con él mesa y mantel y echarnos unas risas. Muy estruendosas y contagiosas las suyas, por cierto.

Por eso, más que como escritor, que también, me gustaría recordar a Alexis Ravelo como el amigo y el hermano que fue. Por eso este terrible vacío que tengo dentro y la sensación rabiosa de que siempre se nos van antes los mejores. Las personas que lo dan todo sin pedir nada a cambio.

Mientras escribo estas líneas apresuradas no dejo de escuchar su risa, y así, con Alexis riendo es como me gustaría despedir estas líneas urgentes para rendir el homenaje que mi amigo, mi hermano, se merece.

Joder, qué triste es todo esto.