La colección de libros fantasmas del Gobierno de Canarias

Miércoles, Noviembre 6th, 2019

Hace unas semanas el Gobierno de Canarias presentó en Madrid tres colecciones de libros (1) que, mucho me temo, terminarán durmiendo el apacible sueño de los justos o como regalo institucional con el noble (¿?) fin de desembarazarse de ellos.

Lo extraño, lo insólito del caso es que estas colecciones, Agustín Espinosa, Poesía y Nuevas Escrituras Canarias han sido producida y editadas por ese mismo Gobierno de Canarias que luego se queja de la errática trayectoria de las editoriales insulares, pero como aquí nadie dice nada públicamente pero sí en pequeños comités, resulta escandaloso observar cómo se prescinde de los servicios locales para asumir desde 2017 una línea editorial que si bien nace para “fortalecer el apoyo y la difusión de las letras canarias”, no hay manera en que se encuentren algunos de estos ejemplares en librerías, en librerías de Canarias porque mejor no hablar de las peninsulares.

Es verdad que el Gobierno canario cuenta con su Biblioteca de Artistas Canarios y la Biblioteca Atlántica a la que no sé qué futuro le aguarda ya que partía de una iniciativa del anterior Ejecutivo regional, pero hubiera sido elogiable para un departamento como Cultura que recibe tan pocos elogios que invitara a las editoriales canarias a participar en un concurso para escoger a la mejor que podía haber llevado a cabo esta iniciativa.

Quien escribe estas líneas formó parte del jurado de la primera edición de Nuevas Escrituras Canarias y desde entonces y hace de eso tres años, sigo esperando el libro de cuentos al que le dimos el premio. Recuerdo habérselo reprochado al anterior viceconsejero de Cultura y Deportes, Aurelio González, y su espontánea respuesta: “Pásate por el despacho y coges uno”.

No creo que sea necesario decir que desde entonces no he visto ni ése ni ningún otro de los libros ganadores del concurso. La experiencia, como si de un déjà vu se tratara, se repite ahora con las otras dos colecciones que se presentaron a finales de octubre de este año en una pequeña sala, nueva le dicen, del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2).

Entiendo que esta colección de libros canarios fantasmas que se presenta en la capital de España pero no en Canarias (¡!) es un proyecto del anterior equipo que dirigía los destinos de la Cultura Oficial del Archipiélago pero el relevo que ocupa ahora tan alta responsabilidad debería de tomar nota y estudiar la rentabilidad cultural y económica de unas colecciones con vida tan efímera porque nace, se presenta en Madrid y muere prácticamente en cuestión de unas pocas semanas. Esto hace que sea tan lógico el cabreo que tienen las editoriales canarias al haber sido ninguneadas para que hicieran su trabajo, promocionar y distribuir estos libros, antes de ser aplastadas por la lógica excéntrica que llevó Cultura con el anterior equipo de Gobierno.

A la espera de que alguien me explique por qué no se confió en ninguna editorial canaria para la publicación de estos textos y por qué se presentan en Madrid y no en Canarias, entre otras cuestiones que irán apareciendo en próximas entregas, se anuncia para 2020 la publicación de nuevas obras canarias fantasmas como las de Digna Palou y Josefina Zamora, así como la recuperación de la narrativa de Josefina de la Torre… Libros que volverán a presentarse en la sala nueva y estrecha del Círculo de Bellas Artes de Madrid y que ninguno de nosotros, de los interesados, veremos y por lo tanto tampoco tendremos oportunidad de conocer.

Canarias, ya se ha dicho, es diferente.

(1) En el acto celebrado en Madrid se presentaron los libros de existencia fantasma Crónicas de Artemi de Ángel Sánchez y La fiesta del tedio de Elisa Rodríguez Court, El libro de las horas y los días de Dolores Campos-Herrero, Poesía completa de Juan José Delgado, Ceremonia de Yeray Barroso y La muerte de Alaia Parisi de Natalia Toledo.

(2) En el acto intervinieron el viceconsejero de Cultura Juan Márquez y la profesora de la ULPGC y crítica literaria Blanca Hernández Quintana. Además de los autores y responsables de las introducciones críticas de estos títulos, Ángel Sánchez, Cecilia Domínguez Luis, Santiago Gil, y Yeray Barroso.

Saludos, peor cuando improvisas, desde este lado del ordenador

Periplo, Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz

Sábado, Septiembre 14th, 2013

Doce autores se dan cita en Periplo, el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz, a partir del próximo 23 de septiembre. La primera edición de este festival, pionero en España, comienza el próximo 16 de septiembre con un taller de creación literaria en los cinco colegios del municipio, que correrá a cargo de la Escuela Canaria de Creación Literaria.

Ana M. Briongos, Reyes Calderón, Juan Cruz, Juan Gómez-Jurado, Ander Izagirre, Antonio Lozano, Julio Llamazares, Mary Morris, Javier Reverte, Enrique Reyes, Paloma Sánchez-Garnica y Marc Serena son los escritores que inauguran esta primera edición de un festival que aspira a ser un referente nacional e internacional de la literatura de viajes y que se configura como algo más que un encuentro literario, al indagar en todos los formatos que pueda adoptar el relato en otros lenguajes artísticos, como el cine, la música y el teatro.

Los autores son los protagonistas de las actividades agrupadas en las secciones Conversaciones en La Ranilla, Nada que declarar. Mujer viajando sola, Tan lejos, tan cerca y Derribando murallas: itinerarios vitales. La escritora estadounidense Mary Morris es la primera escritora que interviene en Periplo y además es la encargada de inaugurar la sección dedicada a las mujeres viajeras, que en el festival toma el nombre de uno de los relatos de viajes más reconocidos de la autora: Nada que declarar. Mujer viajando sola. Morris se encontrará con el público en el patio del Museo Arqueológico el lunes 23 de septiembre.

Las conversaciones son las que mantendrán en público –del 24 y al 28 de septiembre– Reyes Calderón, Juan Cruz, Julio Llamazares, Paloma Sánchez-Garnica y Juan Gómez-Jurado con quien firma ahora estas letras en la carpa situada en el Museo Arqueológico, en el corazón del barrio histórico de la ciudad turística del norte de Tenerife, La Ranilla.

En Tan lejos, tan cerca, el público entra en contacto directo con autores y libros cuyas tramas o experiencias personales están vinculadas a los distintos continentes, con especial énfasis en África y América; es la forma en la que Periplo rinde homenaje al papel de las Islas Canarias y especialmente Puerto de la Cruz, como encrucijada entre continentes, con contactos tanto simbólicos como reales, favorecidos por los viajes y su relato. En este espacio presentarán sus libros Ana M. Briongos: ¡Esto es Calcuta!; Ander Izagirre: Groenlandia cruje (y tres historias islandesas); Antonio Lozano: Harraga; Javier Reverte: En mares salvajes: un viaje al Ártico y Marc Serena: La vuelta de los 25.

Derribando murallas: itinerarios vitales es el ámbito en el que los protagonistas de la historia toman la palabra. Ya no se trata de centrarse en la voz del autor, sino en la experiencia vital de unos viajeros para los que precisamente el viaje ha significado la oportunidad de cambiar un destino mediante una ruptura vital, un esfuerzo de superación de inconvenientes y dificultades. En ese tránsito, el viajero encuentra en Canarias una posta, un hito que le permite recuperar fuerzas y continuar la ruta. En esta edición, el público conocerá las vivencias de Waleed Saleh, protagonista de la novela de Antonio Lozano Las cenizas de Bagdad, y de la princesa Marie Laure, centro de la historia de La princesa que emigró, del escritor canario Enrique Reyes.

Periplo es un programa cultural que incluye una agenda muy completa de actividades, más allá del encuentro con los autores y la presentación de libros. El Festival comienza con la celebración de los talleres de escritura de aventuras en los colegios de primaria de Puerto de la Cruz. La actividad, Triángulo de las Bermudas, se inicia la próxima semana, para que niños y niñas se formen y escriban sus relatos. En la semana siguiente, compartirán sus textos con sus compañeros de otros colegios. La Escuela Canaria de Creación Literaria es la encargada de esta actividad, con el escritor Víctor Conde y la directora de la escuela, Antonia Molinero.

Triángulo… es una de las dos actividades de Periplo en la escuela, que se completa con Viaje al centro del aula, donde, un encuentro entre escritores y estudiantes de secundaria en el corazón del centro educativo permite a los estudiantes conocer en profundidad a los autores, sus obras, sus motivaciones, sus experiencias y sus técnicas literarias. Este año, los autores que visitarán los tres Institutos de Educación Secundaria de la ciudad son Javier Reverte y Antonio Lozano.

El festival se lanza a la calle para incitar la participación activa de la ciudadanía y para encontrar en el espacio urbano a empresas, entidades, agrupaciones sociales que deseen compartir con la Concejalía de Cultura el esfuerzo de crear este evento cultural.

Este parte, la más amplia, del programa del Festival en la ciudad se desarrolla en el perímetro de Periplo, del 23 al 29 de septiembre. Aquí es donde se dan las citas con los autores mencionadas. El programa comienza con Periplo Explorado, la sección dedicada a la presentación de los materiales que dan testimonio del viaje. En esta ocasión se cuenta con la exposición Exotismo, tradición, modernidad, que presenta guías turísticas de Tenerife elaboradas a lo largo de un siglo, en colaboración con la red de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife.

La agenda del primer día de Periplo incluye ya el resto de los contenidos que lo caracterizan: Periplo Audiovisual, Periplo Musical, Periplo Escena y Singladura hacia la cultura se desarrollan durante toda la semana y ofrecen una visión del viaje desde la perspectiva de disciplinas artísticas diferentes a la literatura.

Así, Periplo Audiovisual presenta viajes registrados en imágenes en movimiento, en películas de cine, de televisión o los filmes caseros generados por los viajeros. Organizado con la participación de Tinglado Films y del cineasta tinerfeño David Baute, esta sección ofrece distintos apartados en los que se presentan los distintos formatos audiovisuales sobre el viaje.

La sección Viajes Interiores, dedicada al cine de autor, posa su mirada en cineastas que han utilizado el cine para realizar un viaje personal y bucear en su pasado, su identidad, su familia… con nuevas propuestas de lenguaje audiovisual. La sección cuenta con Los viajes del viento, de Ciro Guerra (2009, Colombia), y Elena, de Petra Costa (2012, Brasil).

Canal Viajar, sección dedicada a la importancia del viaje en la programación televisiva actual y su lenguaje audiovisual, se acerca a la serie Vivir de este canal temático de televisión, que ofrece en cada episodio un recorrido urbano desde el punto de vista de la gente que conoce la ciudad porque la vive. Se presentan los capítulos dedicados a Ámsterdam y Nueva York. Pequeños viajeros es la ventana abierta para el público infantil, centrada este año en la animación, con cintas que muestran diferentes técnicas y protagonizadas por viajes increíbles, con un trasfondo de valores tejidos por la amistad. Los filmes seleccionados son En busca del valle encantado, de Don Bluth (Estados Unidos, 1990), y El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki (Japón, 2000).

Orígenes es la última sección de este Periplo Audiovisual, en la que se exhiben películas de viajes tomadas con tomavistas por viajeros de ida o vuelta: residentes en Canarias que han viajado al exterior, o visitantes que han recogido imágenes del Puerto de la Cruz de hace décadas. La muestra se organiza en colaboración con la Filmoteca Canaria.

Periplo Escena es el lugar del Festival en el que el viaje cobra cuerpo y voz a través del trabajo de actores, narradores orales, clowns… Todas las propuestas escénicas hacen hincapié en el hecho viajero para acercar al público al mundo de la literatura y se organizan en Peripecias, con representaciones dirigidas al público infantil; y Zoco, para el público adulto. Singladura hacia la cultura es el resultado de un rumbo común que comparten las empresas del municipio, la ciudadanía y la Concejalía de Cultura de Puerto de la Cruz. Librerías, restaurantes, hoteles y otros centros comerciales o de servicios dan forma al sello de identidad de la gestión de esta área municipal. Las actividades de Singladura se celebran de lunes a sábado, a partir de las 21.30 horas y hasta las 24.00, en los locales implicados.

Periplo abre su propuesta de incursión en el género literario de los relatos de viajes y aventuras con una feria del libro temática, del jueves 26 al domingo 29 de septiembre, organizada por la Asociación de Libreros de Tenerife, en la calle Mequinez. El festival extiende su área formativa más allá de las aulas con Periplo Formación, destinado al público general, que este año ofrece dos actividades: Imágenes para el testimonio viajero, masterclass a cargo del fotógrafo sueco Mikael Helsing, y Blogs. Bitácoras de viajes, taller de cuadernos de viaje en Internet, a cargo de la Escuela Canaria de Creación Literaria, con Víctor Conde y Alberto Mora.

Finalmente, Periplo Diverso ofrece una visión particular que identifique las razones que han hecho de Puerto de la Cruz una ciudad referente en Canarias, de propuestas culturales, de ebullición de ideas y de una ciudad acogedora, abierta al turismo y los viajeros. Programa en esta primera edición La llave de la Isla, ruta guiada en bicicleta, organizada por Patea tus montes. En la calle de la Verdad, Puertobello homenajea la influencia británica nacida de unos vínculos estrechos y centenarios, con gastronomía, exposiciones y un mercadillo vintage.

Una suelta de libros no podía faltar en este encuentro literario. Libros en ruta se pone en marcha en Periplo con la participación de la biblioteca municipal, para hacer de las calles un espacio en el que ofrecer libros a los paseantes. Un recorrido por el barranco de Tafuriaste pone la nota científica de Periplo, gracias al Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), que facilita el reconocimiento de las características vulcanológicas de la zona con la actividad Geopuerto.

La avaricia según Frank Norris

Jueves, Agosto 29th, 2013

“Y aventuraré una profecía –continuó Jerry, mirando fijamente a su amigo–. Ross, tú eres un hombre nacido y criado en una ciudad. Esto está en tu sangre y en tus huesos. Te concedo tres años para que se borre de tu ánimo esa clase de vida que quieres emprender. Sí, ahora estás convencido de que lo mejor para ti es vivir el resto de tu existencia como un bucanero aficionado. Dentro de tres años, a lo sumo, habrás consumido tu “botín”, como lo llamas, o sus intereses al menos, para pagar los impuestos y el sastre, el alquiler y la cuota del club, y volverás a ser lo que los biógrafos llaman un miembro respetable de la comunidad”.

- ¿Has matado a alguien alguna vez, Jerry? –le preguntó Wilbur– ¿no? Bueno, ya lo matarás algún día, lo matarás en una pelea leal, y verás cómo te sientes después y qué influencia ejerce sobre ti; entonces, ven a hablar conmigo.”

(La capitana de la Lady Letty, Frank Norris)

No sé si Stephen Crane y Frank Norris se cruzaron en Cuba cuando, acreditados como periodistas, cubrían la guerra que separó los destinos de España y unió los de Estados Unidos con Cuba.

Se han compilado los relatos firmados por Crane sobre este conflicto que convirtió en noticia William Randolph Hearts, uno de los primeros grandes magnates de la prensa estadounidense y promotor de eso que se conoce como sensacionalismo.

Pero no sé si en Cuba se vieron las caras Crane y Norris, dos talentosos contadores de historias cuya obra coincide con el nacimiento como gran nación de lo que hoy son los Estados Unidos de Norteamérica.

Stephen Crane murió demasiado pronto pero dejó novelas tan imprescindibles y pegadas/adelantadas a su tiempo como La roja insignia del valor y Maggie, una chica de la calle sin olvidar sus cuentos, los que centró en la guerra hispano norteamericana y publicados en español bajo el título Heridas bajo la lluvia (Rey Lear, 2006) o los recopilados en El bote descubierto (editorial Fontana, 1983).

De ambiente marinero es, precisamente, La capitana de la Lady Letty (Ediciones Abraxas, 2002), de Frank Norris, un escritor al que la suerte se le torció cuando disfrutaba de lo mejor de la vida, y autor también de McTeague, Avaricia (La orilla negra, 2007), una novela que continúa siendo conmovedora y que explora emociones humanas con un retorcido sentido del drama que engancha y abduce.

Porque todo es extremo en esta voluminosa novela que habla sobre el lado más perverso de la condición humana

Y el sentido del amor, la lealtad, la amistad, el dinero, la envidia, la usura, la avaricia… Avaricia fue el título que acuñó Erich von Stroheim en su lastrada pero pese a todo gigantesca Avaricia (1924), una película que transmite muy bien el pesimismo y los excesos de la novela original que, en palabras del escritor Marc Saporta en su interesante Historia de la novela norteamericana, propone “una naturalización del naturalismo en suelo americano, como las novelas de Fenimore Cooper habían naturalizado a la novela gótica derivada de Walter Scott”.

McTeague/Avaricia se lee sin apenas darte cuenta, y produce ese inquietante efecto de temer que se aproxime su final.

Mientras la lees casi parece que recuperas tu adormecido espíritu y te atreves a mirar al exterior.

La aventura.

La conquista.

La del aventurero y la de la misma naturaleza.

En la novela de Norris el protagonista termina macabramente confundido con el paisaje.

El paisaje, literalmente, lo devora.

Avaricia.

No conozco más novelas de Frank Norris en español.

¿Acaso Octopus?

Octopus es el segundo volumen que junto a McTeague iba a formar parte de una trilogía que no llegó a completar el escritor.

No lo sé, y eso me hace sentir como el protagonista de Avaricia al final de la novela.

¿Por qué leer a Frank Norris?

En La capitana de la Lady Letty, su protagonista Ross Wilbur, un joven adinerado y caprichoso es secuestrado en la calle y vendido como marinero en una goleta que gobierna con mano de hierro el capitán Kitchell.

La  goleta encuentra, ya en alta mar, una nave a la deriva.

Lady Letty.

¿A bordo?

A bordo Ursula Andress.

Saludos, Norris, Frank, desde este lado del ordenador.

Sobrevivir a la isla

Miércoles, Julio 10th, 2013

Eran los años de instituto, una época que no tiene nada que ver con la que reflejan las películas y series norteamericanas, aunque algo de ese ardor juvenil se explayaba entre toda aquella tropa que se dividía en cómoda convivencia entre los que practicaban deportes y los que iban de intelectuales en unos tiempos en los que la sombra del General apenas hacía ya sombra porque había pasado a la historia, aunque el ambiente social y político que se respiraba resultaba aún demasiado complicado.

Y ese ambiente se reflejaba en el instituto, el Teobaldo Power para más señas, aunque no recuerdo peleas entre las derechas y las izquierdas pero sí encendidos debates que podían haber llegado a las manos.

Entre café con leche en el Unamuno, un bareto próximo a los institutos, o las tertulias improvisadas que nos montábamos tumbados en el césped de la plaza, los que leían compartían lecturas o bien se empeñaban en ganar prosélitos mientras se citaban títulos y autores que, por aquellos años, no solían enseñarse en clase.

Por un lado estaba la tribu que defendía a Hermann Hesse como el primer autor serio, y encima europeo que, explicaban, les había cambiado la vida.

Se mencionaba así Siddhartha, que siempre me pareció bastante hippy para mis instintos alternativos; Damien y, cómo no, El lobo estepario y Bajo las ruedas. En las filas de los lovecraftianos militábamos un reducido grupo que, náufragos en océanos sin nombre, nos empeñábamos en convencer a los hesseianos de la existencia del Necronomicón.

Luego te topabas con los que solo leían a Marx y su “fantasma recorre Europa”, y los nietzcheanos, quienes agitaban Así habló Zaratustra y El anticristo como si fuera bandera.

En mi grupo, donde siempre fuimos más angloamericanos, apenas nos atrevíamos a levantar la voz ante unos y otros para reivindicar El guardián entre el centeno y El señor de las moscas por temor a que esa pandilla nos respondieran que se trataban de naderías. Algo así como leer a una Enid Blyton que se tomaba en serio cuando yo era más de Los tres investigadores.

Otros autores que tenía que leer a escondida cuando llegaba al instituto era Ray Bradbury, y a Erich Maria Remarque, de quien adquirí su Sin novedad en el frente un Día del Libro organizado en el mismo instituto, y título que me cambió la vida. No he vuelto a leerlo otra vez, como no he vuelto a leer Guardián entre el centeno porque sé que la dicha ya no será la misma.

Un amigo me prestó un día y por aquellas mismas fechas una novela que, vino a decirme, es como la de Salinger pero en español. Se llamaba Edad prohibida, de Torcuato Luca de Tena, pero debo de confesar que a mi ese libro no consiguió abrirme ninguna puerta de la percepción, como tampoco las novelas de un autor por aquel entonces muy conocido, J. L. Martín Vigil, que le encantaba a una chica que por aquel entonces me atraía bastante.

Mucho más tarde se puso de moda leer a los sudamericanos.

Gracias a otra mano generosa pude así descubrir Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez que era el libro que estaba en boca de todos, aunque yo prefería los cuentos de Borges y Cortázar. Rayuela, de la que ahora se cumple no sé cuantos años, pues sí pero no. Entre sus novelas me quedo con Los premios

Hubo más escritores sudamericanos, pero no llegué a ellos hasta mucho tiempo después creo que movido más por el rechazo en aquel entonces a lo que presumía no era otra cosa que una moda.

Moda fueron en aquellos tiempos El principito y Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Puedo entender sentimentalmente el éxito del relato de Saint-Exupéry pero no el de Bach, aunque por algún lado de mi librería debe de encontrarse uno de aquellos ejemplares, profusamente ilustrado y cuya notoriedad nunca alcancé a entender por qué.

¿Quizás porque entonces se leía El arte de amar, de Erich From?

La pibada que leía mientras tanto sacaba sus fanzines artesanales, perdía el tiempo dando la brasa en el kiosco de la Rambla –por aquel entonces aún conocida como del general Franco– y se resistía –era mi caso– a tomarse en serio las novelas y escritores que le recomendaban en clase.

Las novelas que nos mandaban a leer eran, entre otras, fragmentos de Don Quijote de La Mancha, y El árbol de la ciencia y Zalacaín el aventurero, de Pío Baroja; Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle Inclán y San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno porque en mi clase, al menos, siempre llegábamos a fin de curso hasta la generación del 98.  Y si no…

En cierta ocasión me quejé amargamente a un escritor veterano que despreciara imprudentemente a Ramón J. Sender al serme impuesto obligatoriamente porque tocaba en examen La tesis de Nancy y la más entretenida Réquiem por un campesino español.

- ¿Por qué no incluyeron El bandido adolescente?- pregunté al escritor que tomaba un güisqui en vaso corto en la barra del Metro.

El escritor me miró de reojo y mientras tragaba una generosa ración de centeno destilado contestó:

- ¿Crees realmente que así lo hubieras descubierto?

Y la verdad es que no.

Probablemente lo hubiera leído a toda pastilla horas antes del examen.

Llegué más tarde a Sender porque tenía que llegar a Sender.

Todo esto que cuento es fruto del recuerdo. Aunque más que recuerdo se traten de sensaciones de recuerdo. De fragmentos de experiencias que me mostraron otro camino. Otra forma de ver las cosas.

Faltan muchos más libros. Como El señor de los anillos, de Tolkien, pero desembarqué en Tolkien por culpa de la película de dibujos animados y quería saber como terminaba la historia. No fui, en este aspecto, un tolkenmaníaco destacado. Por aquel entonces lo mío iba sobre criaturas innombrables a lo Lovecraft. Y sobre todo Stevenson, el escritor que me enseñó por primera vez la magia de leer gracias a La isla del tesoro; y Daniel Defoe, quien con su Robinson Crusoe me enseñó que es posible sobrevivir a la isla.

Aún estando solo.

En cuanto a literatura canaria, el único eco que nos llegaba era Mararía, de Rafael Arozarena, novela que, efectivamente, me obligaron a leer en el Instituto.Ya fuera y en sus alrededores, me llegó clandestinamente Crimen, de Agustín Espinisa. Y tarde, mucho más tarde, iniciado ya en los senderos de la novela negra, conocí a poetas y escritores canarios, una pandilla que se reunía para hacer tertulia en una tasca canaria.

Pero esa es otra historia.

Han pasado los años. Pero a veces tengo la sensación de que todo sigue como antes.

Que nada ha cambiado, en especial el nauseabundo olor que los gases de la Refinería dejan flotando en el aire de esta ciudad de provincias en la que vivo.

Mi mirada hacia atrás no está lastrada por el peso de la nostalgia sino por un ligero encogimiento de hombros.

Lo mejor, eso lo sé ahora, está siempre por descubrir.

Saludos, se nos fue Concha García Campoy, desde este lado del ordenador.

Érase una vez en el oeste…

Domingo, Mayo 12th, 2013

Mientras rebusco en la pila de libros usados, algunos incluso maltratados, el tipo de rostro barbado que atiende el puesto me dice, cuando comienzo a dar media vuelta, que hoy es un día malo.

- ¿Un día malo?- respondo con la camiseta bañada en sudor.

 - Pocos clientes.- informa el tipo que atiende el puesto mientras se frota la frente con un pañuelo de papel.- Debe ser que están en lo de Expolsados…

Expolsados reproduce mi cerebro achicharrado.

Ni puta idea de que es eso del Expolsados.

Pero asiento con la cabeza y me confundo entre el gentío que sube y baja por el Rastro de la capital tinerfeña un poco como a la deriva, como pez que se deja llevar por la corriente.

Bajo el arco de las puertas del Mercado de Nuestra Señora de África me encuentro con un amigo que me comunica nada más verme:

- Ha muerto Darth Vader.

- ¿Darh Vader?- Pregunto en un día que parece va estar plagado de preguntas.

- Sí, el que le ponía voz.

- ¿James Earl Jones?

- ¿Cuálo?

- James Earl Jones.

- No, no, el que presentaba concursos.

- No jodas, el gran Constantino Romero.

- Ese tiene que ser.- dice el amigo no muy convencido.

- Puso la voz a Terminator, a Clint Eastwood, a Rutger Hauer en Blade Runner, a…

- Ese, ese mismo.- dice el amigo desapareciendo entre la gente que entra y sale del Mercado de Nuestra Señora de África.

Algo conmocionado porque esta semana que termina está repleta de nombres de ausentes me detengo en puestos atiborrados de libros y encuentro la acariciada edición que Planas de Poesía publicó en 1981 de los cuentos de Antonio Bermejo, el escritor que ha recuperado y reivindica un grupo de narradores canarios y el mismo escritor que inspira la que será la próxima novela de Javier Hernández Velázquez.

El librito, que apenas llega a las cincuenta páginas, está prologado por Víctor Ramírez e incluye una imagen de Bermejo que esa tarde, cuando se lo muestro a mi madre y a uno de mis hermanos reconocerán.

De hecho, yo mismo creo reconocerlo si doy marcha atrás en mi memoria, cruzando la calle de Salamanca y a mi padre señalándomelo.

Cae un sol de justicia sobre Santa Cruz de Tenerife.

Y hay un cielo sin rastro de nubes. Un día perfecto, no malo, para quien les escribe.

Tras dejar el mercadillo y su sinfonía de colores y aromas, enfilo a la parada del tranvía donde leo los relatos de Bermejo. Hay uno en concreto que me desconcierta, La busca.

No había aprendido a odiar. Para encontrar lo que anhelaba era condición previa odiar ferozmente. Odiar a todos y amarse a sí mismo con la adoración de un dios. Encendería su lamparilla en el templo de su persona y el odio respondería. El odio y el amor.”

Así lo escribe Bermejo, un autor que apenas dejó textos escritos y cuya errática existencia casi parece devorar al hombre que, ahora que observo su fotografía, tiene unos ojos inconfundiblemente tristes.

Es un domingo de un día cualquiera en una pequeña capital de provincias que a lo largo del día de hoy se me antoja un pueblecito del lejano oeste. No solo por el calor que se desparrama por su caprichosa geografía sino también porque respiro un aire que siendo el mismo de todos los días me resulta diferente.

¿Un mal día?

Un domingo distinto en todo caso, reflexiono mientras le doy al pedal de la Dakota rumbo a Las Teresitas…

El viento caliente estampándose contra mi rostro y haciendo equilibrio sobre dos ruedas que se deslizan sobre la carretera mientras en mi cabeza, como a latigazos, se repite un fragmento de La huida de Antonio Bermejo pero a toda velocidad, lo que hace que resuene en mi cabeza con la vocecilla de un Pitufo:

Era preciso huir. Aquella noche marcaría el punto de partida. Salir del castigo de vivir entre unos hombres que remueven torturados oleadas de inmundicia. Apartarse, con la mansedumbre del elegido, de entre unos hombres que chillan como simios, que sienten como simios y que no creen ni en ellos mismos. Huir del contagio poderoso que apaga o anula el pensamiento y la voluntad.”

¿Un mal día?

¿Un mal día un día de revelaciones?

- ¡¡¡Alabado sea el Señor!!!- grita el grupo de Evangelistas que se reúnen en el templo que han montado frente a mi casa. 

- Alabado sea.- murmuró observándolos desde la ventana.

(*) La imagen corresponde a The Crowd, Y el mundo marcha (King Vidor, 1928)

Saludos, érase una vez en el oeste…, desde este lado del ordenador.

Tomando un escocés con Domingo Pérez Minik en la XXV Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife

Miércoles, Mayo 1st, 2013

Imaginemos por un momento que el fantasma de Domingo Pérez Minik me acompaña este miércoles 1 de mayo mientras me confundo entre el gentío que se reúne en la plaza de Weyler para formar parte de esa manifestación que en tiempos como los nuestros ya poco dicen, ya poco dictan aunque tiene su no sé qué…

…Ese pálpito emocionado que encuentro en la mirada de un niño que reparte banderolas plastificadas con un símbolo que no identifico entre tantas hoces y martillos, entre tantas banderas tricolores unas con siete estrellas verdes y otras de rojo, amarillo y morado, distintivos de una II República que, resulta paradójico en una mañana donde hace sol y bastante calor, identifico como mía cuando recorro con los ojos la fachada del palacio decimonónico de la antigua Capitanía General donde aún tremola la roja y gualda.

Imaginemos por un momento que Domingo Pérez Minik me coge de la mano y guía hasta el parque municipal García Sanabria donde en el paseo que lleva su nombre se han instalado las veintiséis casetas de la XXV Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife que, tal día como hoy, debe ser cosa de que es feriado, está repleta de gente que ha aprovechado para pasear por uno de los rincones más hermosos de esta capital de provincias chiquita en la que vivo.

Y siento otro pálpito al observar a unos niños sentados en uno de los bancos de piedra con lápices de colores en las manos mientras dibujan en sus cuadernos, así como a hombres y mujeres de todas las edades echando un vistazo a esas novedades que se venden con un diez por ciento de descuento y que se apretujan en una casetas pequeñas, tan pequeñas como una feria que, afortunadamente, respira aire fresco entre tantas flores y árboles.

A mi me alegra el día.

Y creo que la gente con la que me cruzo, rostros anónimos la mayoría, también les alegra el día.

Incluso imaginemos por un momento que, me dice Domingo Pérez Minik con un vaso de escocés en la mano, se la alegra a un parque municipal en el que se concentran además de libros: plantas, artesanía, dulces y quesos de este pequeño país que quieren hacerme creer que es Canarias.

O que debería ser la Canarias que sueño, susurra Minik llevándose el vaso de escocés a los labios.

Alexis Ravelo presenta en la carpa institucional Morir despacio, cuarta entrega de las novelas que ha dedicado hasta la fecha a Eladio Monroy. Hace de maestro de ceremonia el también escritor Javier Hernández Velázquez, y ambos mantienen un diálogo salpicado de referencias literarias y cinematográficas, también políticas.

Alexis Ravelo deja caer que Morir despacio podría ser la última entrega de sus historias dedicadas a Monroy y se queja, con justicia, de encontrar sus dos últimos libros –Morir despacio y La estrategia del pequinés–  en algunas de las casetas de la Feria entre volúmenes que promocionan el arte de los mojos canarios y los orígenes de los primeros habitantes del archipiélago cuando su lugar natural es el de los libros que asumen sin rubor alguno eso que llaman novela de género.

Ya he comentado lo suficiente de Morir despacio y La estrategia del pequinés, este último título que por cierto el escritor presentará el próximo martes 14 de mayo en la MAC, en Santa Cruz de Tenerife, para volver a insistir sobre ellos. De hecho, no insisto porque, imaginemos por un momento, Domingo Pérez Minik me invita a que tome un escocés con él para que, contaminado por el veneno del alcohol, piense que tal día como hoy, en un uno de los rincones más hermosos de la capital de provincias en la que vivo, es posible que me crea eso de que vivo en un archipiélago donde no solo se toca la chácara y el tambor.

Recorro las casetas y me tropiezo con amigos y conocidos en cuyos rostros encuentro un entusiasmo nervioso y agradecido que se contagia como el perfume de las flores por la superficie del parque municipal García Sanabria.

Y por unos momentos, imaginemos que gracias al escocés que me ofrece Domingo Pérez Minik, me siento parte de una isla apacible y feliz dentro de otra isla que no está apacible y mucho menos feliz.

Y que solo por eso, solo por esa insólita sensación de expansión, de que pese a la que nos está cayendo aún es posible soñar y encontrar refugios en los que te sientes la persona que quieres ser, piense que la XXV Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife –hoy más que nunca pequeñita y apretada– es un agradecido milagro.

Saludos, The Kinks suenan una vez más de fondo, desde este lado del ordenador.