Memorias de un perenquén

Sábado, Octubre 6th, 2012

Un pedazo de mi vida quedó triturado entre los dedos del destino cuando comenzaron a desaparecer las salas de cine del provinciano universo en el que me muevo. Demasiados recuerdos almacenados en unos tiempos donde hablar de vídeo, Internet y teléfono móvil sonaba a ciencia ficción.

La primera vez que escuché la palabra computador, no ordenador, fue de hecho en una película para mayores de 18 años en la que logré colarme. Fue en el teatro San Martín, y el filme respondía al nombre, si la memoria no me traiciona, de Scanner, dirigida por David Cronenberg.

No he vuelto a ver el filme, aunque sigo con bastante atención el cine que dirige este señor, canadiense con pinta de psicópata que cuenta con un buen libro en español escrito por Ana Pérez y Jorge Gorostiza, y que publicó en su día Cátedra.

En el disco duro de mi memoria está grabado al rojo la escena final de este largometraje y el fármaco que empleaban aquellos exploradores de la mente para mantener a raya sus poderes: el Efemerol

Caprichoso que es el recuerdo…

Desaparecidos los grandes cines de la capital tinerfeña ante el avance implacable del progreso –el Baudet, el Víctor, el Rex, el Greco, el Real Cinema, el Fraga, el Delta…– para reconvertirse algunos en multisalas, boleras o simple y llanamente en solares, paseo de vez en cuando frente a a sus fachadas para observar en que han terminado por convertirse aquellos espacios con los que aún mantengo una deuda pendiente y una complicidad al ofrecerme entretenimiento en una ciudad que respiraba por aquel entonces de otra manera.

Creo –con perspectiva– que la ciudad llenaba esos días sus pulmones con otra clase de oxígeno… Y que su gente respiraba un aire más puro. Y eso viviendo en la misma  pequeña ciudad de provincias en la que vivo. Solo que en aquel entonces todos sus vecinos se conocían como si formaran parte de una misma tribu.

Más que vecinos eran parientes aunque no te uniera con la mayoría de ellos ningún lazo sanguíneo pero sí el hecho de habitar un mismo territorio.

En aquellos tiempos ya remotos, mi padre que fue un señor de orden y por lo tanto de buenas costumbres, me inició en las primeras librerías que poblaban como setas la geografía de la ciudad.

El primer establecimiento de esta clase en los que puse mi huella fue en la ya mítica Goya, y una vez comencé a crecer, mis expediciones aventureras me condujeron a  buscar otros refugios repletos de libros muchos de los cuales ya no existen.

Quiero citar por ello dos librerías en las que sus responsables me descubrieron novelas y autores y en las que podía perder el tiempo hablando de esas mismas novelas y autores antes de que se pusieran de moda los clubes de lectura.

Jarama y La internacional, que así se llamaban, tienen por lo tanto parte de culpa de mi afición a los libros.

También son responsables de la profunda congoja que significó descubrir un buen día que habían colgado en su puerta el cartel de Cerrado.

Sin avisarme, sin prepararme para lo que fue sin duda alguna uno de los primeros grandes golpes a la línea de flotación de mi existencia en la tierra.

Es verdad que se abrieron más librerías y que se cerraron otras tantas, pero la magia que respiré en las entrañas de Jarama y La Internacional no me ha vuelto a tocar salvo en la Antonio Machado, en Sevilla, donde el librero que resultó ser un señor muy agradable, me recomendó que me llevara una antología de relatos de Joseph Sheridan Le Fanu que más tarde presté a un desgraciado y desagradecido conocido que nunca me lo devolvió.

Esto me hace pensar en cuánta razón tenía aquel aviso que colgaba en uno de los estantes de la mejor librería de viejo y libros usados que hubo en mi ciudad, Sonora, y en el que se podía leer a modo de advertencia: Libro prestado, libro robado.

Cansado de mis paseos por las librerías de la capital tinerfeña, amplié el radio de acción de mi recorrido a La Laguna donde aún se respira, imagino que por la Universidad, otra relación con los libros…

Si viajo al pasado me veo sentado en la guagua y sacudiendo la cuerda que servía a modo de timbre para avisar que bajaba en una de las paradas de aquella geografía en la que para engañar al frío te tomabas un café con leche y churros mientras le echabas el primer vistazo a la pieza que horas antes habías adquirido en Lemus.

Luego regresabas a la capital tinerfeña donde el tradicional frío lagunero desaparecía como por arte de magia.

Eso sí, abriendo y cerrando la boca para desentumecer los oídos y oliendo, por desgracia, las pestilencias que de tanto en tanto emanaba de la Refinería a modo de inquietante y contaminada bienvenida.

Escribo todo esto porque son recuerdos en los que coincido con tres escritores tinerfeños que han tenido el acierto de trasladar esta memoria más o menos en sus novelas.

Los escritores se llaman Jaime Mir Payá, Pablo Martín Carbajal y Javier Hernández Velázquez.

Los tres son de las pocas personas de mi generación con las que comparto una forma de ver y entender nuestro entorno no con una nostalgia sospechosa sino como un escenario literario en el que no falla la crítica mordaz y socarrona (Mir); el engorroso y asfixiante ambiente provinciano al que tanto le cuesta desprenderse a sus habitantes (Carbajal), o la reivindicación que reclama Velázquez en sus novelas sobre el pasado de una ciudad con el fin de que entendamos su caótico presente.

Escribo este post porque en el caso de Velázquez se produce, además, un extraño fenómeno que me une, sensiblemente, un poco más a su idea de ver el lugar que tanto le marcó.

Escribía líneas más arriba sobre salas de cine y librerías que forman parte de mi peculiar historia personal, circunscribiendo esta tímida reflexión a la tierra en la que nací y en la que todavía habito, pero es que hay otras librerías fueras de las fronteras que impone la isla que tanto para Javier como para mi son territorios míticos porque se han convertido en oasis para esos lobos con pieles de cordero que son los lectores.

Y si hay una que sobresale de entre todas ellas es Negra y criminal, la primera librería especializada en España en el género policiaco que dirige junto a su mujer el Don, o Paco Camarasa en Barcelona.

No, nunca he estado en Negra y criminal, pero háganse una idea que es como una especie de Meca para todos los que nos confesamos seguidores de una literatura que para nosotros es Literatura.

Con L mayúscula.

Este sábado, 6 de octubre y a partir de las 13 horas, Javier Hernández Velázquez presenta su última novela El sueño de Goslar en Negra y Criminal.

A continuación disfrutará–aunque me confiesa que no le gustan– de los imagino sabrosos mejillones que ya se han convertido en una de las señas de identidad de la Librería todos los sábados en los que toca presentación de libros.

Muy bien.

Bravo.

Palabra de un perenquén que últimamente tiene bastante olvidado el género porque está empeñado en viajar a otros lugares del mundo que requieren sus modestos esfuerzos.

Saludos, mirando hacia atrás sin ira, desde este lado del ordenador.

Lucha Libro… La vida es eterna en cinco minutos

Domingo, Junio 24th, 2012

Yo, que no soy aficionado al fútbol, resulto también contaminado por el virus del balompié. Sigo a ratos el partido que enfrenta a la selección de España con la de Francia imaginando con la ironía del perdedor que en ese lejano terreno de juego este país va a repartir justicia histórica con su vecino.

El gabacho, que impuso un rey como José I al que la maledicencia de un pueblo que comenzaba a construirse como nación conoció como Pepe Botella, y una ocupación que se equivocó en inculcar lo de libertad, igualdad y fraternidad a base de represión, sangre y fuego.

Debe ser que al francés nunca le gustó el olor a cebolla y la rudeza de los vinos ibéricos… Así que pensó: la letra con sangre entra.

Puto error.

Bajo al Atlántico acompañado del sonido de las vuvuzelas y de los gritos aguardentosos de la gente que canta, al modo de una desafinada banda sonora: soy español, españolSoy español, españoool…

Un corro de señoras de edad, en una terraza, y vestidas con camisetas de la selección española lo corea mientras tres pibes que podrían ser sus hijos las mandan a callar.

“¡Silencio, cojones, que somos africanos!.- les chilla uno, el más jovencito.

Una de las señoras le responde: “¡Malcriado, no tienes educación! ¡Es-pa-ña!, ¡Es-pa-ña!”, y durante un momento pienso que los críos las van a inflar a hostias cuando una pareja pasa a su lado y los gallitos patriotas le increpan al chico que se quite la bandera roja y gualda que lleva colgada al cuello.

El chico se niega. Y la chica que va a su lado lanza un gritito nervioso.

Los gallitos, envalentonadossuben el volumen de la voz aunque cierran la boca precipitadamente cuando aparece un coche de la Policía Nacional que al encender sus luces hace que se pierdan en una noche de patriotismos idiotas que por si algo se caracteriza es por su aplastante y aplatanado calor africano que, imagino, hace derretir también al asfalto.

Esquivo a una cucaracha gigante que planea borracha alrededor de una farola en la plaza de Weyler y por fin llegó al Atlántico que –noto– no registra la asistencia de público que esperaba encontrar con respecto al primer día –y los que han seguido me cuentan– del Primer campeonato de improvisación literaria en Canarias, Lucha Libro, un original concurso en el que participan escritores con máscaras tan extravagantes como la de los que hacen Lucha Libre en esas tierras que son las de Iberoamérica, y del que hoy formo parte del jurado.

Porque hoy es la final.

Y hoy es la noche de San Juan.

Así que es probable que la gente esté quemando sus frustraciones en las improvisadas hogueras de la playa, del solar de al lado…

Job Ledesma y Pablo Martín Carbajal son los otros miembros del comité deliberador. Los tres hombres sin piedad y con gafotas que tenemos la siempre difícil tarea de seleccionar a los finalistas y, obviamente, al ganador de esta primera edición de gladiadores de las letras impovisadas.

Cuatro son los que se la juegan: El Esguince de Lince, Muñeca de Letras, Musidora y El Pollito de Macondo.

La primera lucha enfrenta a El Esguince de Lince y Muñeca de Letras.

Tienen que escribir un relato inspirado en estas tres palabras: Garganta, Festival y Linterna.

El Esguince de Lince escribe un cuento original pero se complica con el teclado y no termina por cerrarlo. Muñeca de Letras tira por la prosa poética y le sale algo, a juicio de los tres gafotas, más interesante.

La decisión no deja sin embargo de dejarme un mal sabor de boca porque esto de actuar como el rey Salomón es complicado.

La segunda lucha pone frente a frente a Musidora y El Pollito de Macondo.

Las tres palabras claves a través de las cuales deben articular su historia son: Cicatriz, Sujetador y Sospechoso.

Musidora escribe un cuento fantástico. De una tacada, sin apenas dudar. Sus manos se deslizan por el teclado del portátil con la misma agilidad de una curtida pianista.

El Pollito de Macondo hace lo mismo. Quizá sin la agilidad en los dedos de Musidora pero sí con más divertida imaginación. Su historia, una vez que nos ponemos a deliberar, nos convence a los tres para que pase a la final.

La final…

El Pollito de Macondo y Muñeca de Letras.

Enmascarados.

Las tres palabras: Enfermo, Piscina y Revista.

Suena la campana.

El de Macondo construye un cuento divertido, irónico. De los que hacen sonreír.

La de Letras permanece fiel a su estilo… Prosa poética, con imágenes potentes precisamente por lo improvisada que salen de su cabeza en esos cincos minutos que hace que la vida sea eterna en cinco minutos.

Los gafotas, tras una ardua deliberación, deciden otorgar el premio a El Pollito de Macondo.

Game over.

Sin la máscara El Pollito de Macondo resulta ser Enrique Sicilia y es autor del blog 100palabras.blogspot.com.

Acompañado de Pablo Martín Carbajal subo la cuesta que nos lleva a nuestras respectivas mansiones y comentamos –durante el camino que se me hace larguísimo cuando voy solo y con Pablo muy breve en el tiempo– la edad de los participantes de esa noche.

Son jovencísimos. ¡Te tratan de usté

Gente educada. Para los que el don ya no existe, afortunadamente, salvo para Don Juan Carlos I y Don Johnson

Bromeo con Pablo.

Esa gente forma parte de la Generación XXII, cuidado los de la XXI porque hay relevo y pisa con fuerza.

Me despido de Pablo cerca de mi mansión.

España ha ganado a Francia.

Claro que, como le comento antes de decirle adiós, la patria es el último refugio de los cobardes.

Saludos, entre mi país y mi madre: siempre mi madre, desde este lado del ordenador.

En la presentación de ‘Cucarachas con Chanel’

Sábado, Mayo 5th, 2012

Muy buen rollo en la presentación de Cucarachas con Chanel de Dr. R (JRamallo) en el Ateneo de Miraflores, un espacio que junto a El Generador se está convirtiendo en un reducto en el que disfrutar de cultura sin nombres ni apellidos en esta capital de provincias que es Santa Cruz de Tenerife.

En la mesa además de Dr. R se encuentra el editor Ánghel Morales y el escritor Jesús Castellano. También quien ahora escribe estas líneas. Hay bastante gente y se nota en el aire lo dicho con anterioridad y sin alevosía: muy buen rollo.

Mantengo un diálogo con el autor del libro, pero lo mejor es el turno de preguntas, donde los asistentes por una vez levantan la mano y proponen preguntas realmente interesantes. Dr. R responde, así que lo que podría haberse convertido en otra más de esas aburridas presentaciones de libros en las que se leen loas y más loas al autor, se me pasa volando porque me lo paso bien.

Muy bien.

¿Debo escribir algo más de lo que se ha escrito sobre Cucarachas con Chanel?

No.

El libro ya está presentado oficialmente y ahora pertenece no ya a su autor sino a sus lectores. A partir de este momento, ellos son los que juzgarán los atractivos de una obra que no va a dejar indiferente a nadie.

Entre los asistentes se encuentra Pablo Martín Carbajal y Javier Hernández Velásquez, dos de los escritores cuyos cuentos aparecieron publicados en el volumen G 21: Narrativa Canaria Actual, e iniciativa que hoy se ha convertido en editorial con la publicación de cuatro novelas: Murmullo de hojarasca (José Luis Correa), Biografía reciclada de Manolito el Camborio (Cristo Hernández), Malpaís (Víctor Conde) y estas Cucarachas con Chanel. Ánghel Morales anuncia un quinto título, una novela de Carlos Cruz, autor de la excelente  h.

También están Agustín Díaz Pacheco y Eduardo Montelongo, Antonio Jiménez PazRamón Herar y Gonzalo, y la gente de Lucha Libro y alguno más que se me escapa…

Termina el encuentro y, en torno a unos vinos, acabo hablando de lo que más me gusta que son los libros.

Con el escritor Juan Ignacio Royo Iranzo termino conversando de ciencia ficción británica. Coincidimos en autores: J. G. Ballard y John Wyndham. Recuerdo también a Brian W. Aldiss.

Cae mientras tanto la noche en Santa Cruz de Tenerife.

Terminamos cenando frente al teatro Guimerá, que abre sus puertas de la que sale un puñado de cucarachas con forma de  espectadores que han visto una obra de teatro que protagoniza, informa alguien, Lola Herrera.

Lola Herrera.

Siempre que me hablan de Lola Herrera recuerdo Cinco horas con Mario.

Y eso que no soy buen espectador de teatro. Tampoco, lo confieso, lector de poesía.

La gente se levanta de la mesa y se marcha a El Generador donde va a continuar la fiesta de Cucarachas con Chanel.

Pablo Martín Carbajal y quien ahora les escribe nos retiramos rumbo a nuestras guaridas.

Durante el largo paseo y mientras subimos la cuesta en esta ciudad de cuestas que es Santa Pus (Dr. Dixit) continuamos hablando de libros.

Y más libros.

Libros.

Llego a casa, enciendo el ordenador y pienso: qué buena tarde y noche he pasado.

Y todo se lo debo a unas cucarachas empapadas no sé si de Chanel pero sí del perfume que tienen los libros.

Saludos, ya es noche cerrada, desde este lado del ordenador.

Claves

Domingo, Octubre 9th, 2011

Resulta alentador, al menos para quien ahora les escribe, que la narrativa que se escribe a este lado del Atlántico esté comenzando a no tenerle miedo a la realidad en la que se mueve. Y que se atreva a desarrollar historias que transcurren en las calles y plazas de las ciudades en las que vive.

En todos estos casos, se tratan de novelas interesantes por las reflexiones que suscitan, también de curiosos y en ocasiones inquietantes retratos de un entorno urbano que con independencia de que el lector conozca o no, se desarrollan en unas calles y plazas que –reitero– sí que conoce el autor.

Y esto hace que su lectura sepa a sincera y honesta, sin imposturas.

Es una buena noticia que entre los narradores canarios empiece a palpitar la vena de lo que podríamos considerar como literatura urbana.

Urbana.

Canaria.

O una novela que callejea sin prejuicios y que rinde a su manera un extraño y nostálgico tributo a sus calles y plazas.

Es afortunado que esté surgiendo una hornada de narradores canarios que describen y reflexionan sobre su (nuestro) territorio.  

Un entorno  aparentemente yermo al que a través de sus obras están sometiendo a un riguroso y castigador interrogatorio.

A un examen en el que dotan de paisaje urbano y personajes una realidad tan necesitada de paisaje urbano y personajes.

Entre otros escritores que están indagando en estas claves –la ciudad como espacio literario– se encuentran los tinerfeños Javier Hernández Velásquez y Pablo Martín Carbajal, así como los grancanarios Alexis Ravelo y José Luis Correa.

Y cito como antecedente Los puercos de Circe, de Luis Alemany. Una obra que el paso del tiempo ha convertido en clásico. 

La ciudad de las miradas es la segunda novela de Pablo Martín Carbajal. Y sorprende no ya por el estilo narrativo escogido sino por sus pretensiones.

Protagonizada por personajes a los que la isla y la ciudad que habitan ha terminado por vencer –vencer por el peso familiar que arrastran y el miedo que les devora– La ciudad de las miradas es un grito. El grito de una generación frustrada.

Novela intimista pero urbana, cuenta la historia de unos personajes que, por una u otra razón, acariciaron la posibilidad de ser ellos mismos en Madrid o París para terminar siendo lo que se espera de ellos mismos en su lugar de nacimiento.

Una capital de provincias.   

La ciudad de las miradas resulta así una novela inquietante. De frustraciones.  

El narrador escribe: “Siempre se habían saludado sin saber muy bien por qué, ese saludo distante carente de interés por intercambiar palabras, ese saludo de miradas superficiales, uno de esos saludos tan cotidianos de ciudades pequeñas como Santa Cruz.” 

“- ¿Y tú?, ¿por qué viniste a París?

- Necesitaba salir de la isla, estaba agobiado, rodeado de mar por todas partes y siempre con la misma gente…”

La ciudad de las miradas es una novela acerca de una ciudad que seduce y repele a la vez.

Casi con enfermizo calor maternal.

 Saludos, sonámbulo, desde este lado del ordenador

Como un gato en Tarifa

Lunes, Junio 20th, 2011

Tarifa, el punto más meridional de la península ibérica, debe tener como unos 20.000 habitantes aunque en verano “quillo, se duplica su población” me informa un tarifeño con marcado acento andaluz nada más llegar.

Lo primero que sorprende de esta pequeña población es, como me pasa con otros pueblos gaditanos de la costa, la laberíntica geografía de su parte vieja, un conjunto de pequeñas casitas que se alzan en pequeñas y laberínticas callejuelas que cuando llegas como aprendiz parece que se diseñaron para confundirte.

Esta disposición tiene algo de judería y morería, y si fuiste de los que siguió con atención las lecciones de Historia que te enseñaron siendo un niño, recordarás que aquí fue donde cuentan que Guzmán el bueno prefirió sacrificar a su hijo el bueno, preso entonces de las tropas invasoras que venían del otro lado del mar, al ponerlo en la tesitura de rendir la plaza a cambio de su vida.

El castillo de Guzmán el bueno es uno de los atractivos turísticos de este pueblecito apacible que mira de frente la costa de Marruecos, literalmente a un tiro de piedra.

El caso es que Tarifa acoge desde hace ochos el Festival de Cine Africano (FCAT), una cita obligada para todos aquellos que quieran conocer por donde se mueve tan interesante pero también desconocida cinematografía bajo la sombra del Bueno de Guzmán. 

Por estas fechas, el pueblo queda así invadido por cineastas, actores, periodistas y aficionados que ocupan el pueblo (sin necesidad de sacrificios) para ver cine, asistir a mesas redondas y degustar la ya de por sí deliciosa gastronomía de la zona.

Por esas extrañas circunstancias que a veces te depara el destino, he tenido la oportunidad de asistir este año a este encuentro multicultural y a regresar a las islas con esa tonta sensación –que solo procuran los viajes productivos– de haber crecido como persona.

Sea porque conoces en unos pocos días a gente de otros sitios. Sea porque callejeas por un lugar que desconoces hasta hacerlo tuyo o sea porque tienes esa maravillosa sensación de que el mundo es gigantesco (aunque te encuentres en un pueblo diminuto) mientras mandas a paseo las enojosas caenas que me caracterizan como habitante de esta, ay Canarias, tierra mía.

En Tarifa he tenido la oportunidad de charlar largo y tendido sobre cine italiano con una señorita que no sabía hablar español aunque al final la frontera idiomática quedara triturada.

Me recomendaba, entre otras cosas, que no me perdiera las películas de la serie Fantozzi no sin advertirme antes que se trataban de comedias muy, pero que muy ligeras pero también muy divertidas protagonizadas por Paolo Villaggio.

También la de compartir mesa y mantel con el escritor senegalés Boubakar Diop (que estará con nosotros en el III Salón Internacional del Libro Africano, a celebrar en Tenerife del 21 al 25 de septiembre), y si bien mi francés aún no pasa del oui, entender lo que iba narrando a medida que la tarde era devorada por la noche tarifeña.

O enterarme de primera mano de cómo va el cine africano de nuestros días por boca de algunos de sus protagonistas. Gente que parecían uno más en este extraño y mágico punto de la costa peninsular.

La sorpresa fue encontrarme en un  tablado improvisado instalado en una calle, donde un dueto interpretaba flamenco con una señorita que lo bailaba con arte, a Teodoro Ríos igual de entusiasmado de quien les escribe por el hechizo de Tarifa.

Teodoro me cuenta que estaba en el FCAT con la intención de atar compromisos para el que será el primer largometraje de Guillermo Ríos, una historia basada en los niños soldados.

Alguien de la organización me informa que el mismo día que aterrizo en Tarifa, David Baute, documentalista y uno de los responsables de Miradas Doc, también estuvo por aquí.

Por unos momentos, solo por unos de esos momentos que merece la pena congelar, tengo la sensación de que estoy dentro de un sueño y que me deslizo por él tontamente feliz escuchando de fondo una mezcla de francés con español andaluz moteado caprichosamente de un inglés que viene a modo de ráfagas que exhala una realizadora keniata con pinta de gacela que anuncia que intenta poner en marcha la primera película de ciencia ficción africana.  

En definitiva, que han sido cuatro días intensos y provechosos para el cuerpo y el alma. Cuatro días que me han permitido olvidarme de mi otra realidad y por lo tanto endulzar una existencia que tampoco, demonios, está tan mal.

Con el profesor Alberto Elena Díaz charlo sobre las colonias españolas en África y de cómo las reflejó el cine español en pantalla.  

Con Antonio Lozano hablo de novela negra y coincido con el también escritor Pablo Martín Carbajal en que la noche de Tarifa tiene algo muy especial.

La noche de Tarifa es arrolladora y viva.

No descansa.

Así que viniendo de un lugar donde solo te dejan ver la luna hasta primeras horas de la madrugada, compruebo en Tarifa que aquí la puedes seguir contemplando si lo deseas hasta primeras horas de la mañana.

Es verdad que las numerosas terrazas que se desparraman por sus calles y plazas tienen que cerrar oficialmente a las tres de la madrugada, pero también es verdad que puedes cenar a la una o las dos de la madrugada antes de que la policía local ordene la clausura bajo amenaza de multa.

En el aire queda siempre, inevitablemente, ese delicioso olorcito a pescaíto frito como solo saben freírlo en la provincia de Cádiz, pero es que aún digiriéndolo puedes refugiarte en uno de los innumerables pubs abiertos y diseminados en este pueblo amurallado que Guzmán (que dicen fue bueno) no quiso rendir pese a que eso significara que degollarían a su hijo.

Probablemente el vástago pensara antes de sentir la daga moruna cercenar su garganta: ¡Hijo de puta!

Pero así se escribe la Historia.

Guzmán es bueno. Los moros son malos y de su hijo el bueno nadie se acuerda.

Veo la estatua que Tarifa le ha dedicado a Guzmán y siento escalofríos porque en una de sus manos porta la daga que tiró antes de rendir la plaza.

Así se escribe la Historia.

Se lo cuento así a una francesa voluntaria del festival mientras miramos las titilantes luces de la costa marroquí. Y le recuerdo que tan amarga experiencia se repitió mucho tiempo después pero en Toledo y en plena Guerra Civil.

¡El Alcázar no se rinde!

Quizá por eso, y mientras jugamos a buscar colores a países que mencionamos exclama cuando le pregunto por España: Rouge!

No, le respondo, Noire!

El sábado fue la ceremonia de clausura del FCAT en la Casa de la Cultura de Tarifa. El salón estaba hasta la bandera.

La gala contó como maestros de ceremonias con la actriz Rossy de Palma y el actor Ángelo Torres, quienes aportaron grandes dosis de sano cachondeo a la sesión.

Pero no fue su improvisación para salvar los fallos típicos que se producen siempre lo que me llamó la atención. Lo que me abrió los ojos de verdad fue la reacción del público asistente, las ovaciones que brindaron a los premiados y sobre todo los gritos salidos de tono que más de uno exclamó, para que me diera cuenta que Tarifa es un pueblo que sabe que lo lúdico y lo cultural deben de ir unido.

Que la cultura, en definitiva, debe ser siempre una fiesta.

Saludos, recordando que vivo en una tierra donde también se toca el tambor, desde este lado del ordenador.

La unión hace la fuerza

Viernes, Abril 29th, 2011

Acabo de venir del acto de presentación de Generación 21: Nuevos novelistas canarios, un encuentro que acogió el salón de actos de la MAC en la capital tinerfeña y que contó con la presencia de once de los doce escritores seleccionados en este volumen que desde hoy comienza a labrar su propia historia.

El ausente fue Nicolás Melini, a quien tenía ganas de darle un fuerte abrazo. Desgraciadamente, motivos personales hicieron imposible que estuviera con el resto de los compañeros en un acto que si por algo se caracterizó fue por su desenfado. Hubo risas, muchas risas, y una atmósfera de buen rollo que los once –de los doce– participantes de esta iniciativa supieron transmitir al público.

En un momento dado llegué a pensar incluso que Ánghel Morales, el responsable de este volumen, se iba a desmayar de la risa. Cuando Morales logró tranquilizarse insistió que este libro se trata de una carta de presentación de una serie de autores que, entre todos ellos, ya reúne medio centenar de obra publicada. Mucha de ella traducida a otros idiomas y con varios premios respaldándola para los que confían en la honestidad de los premios.

Siguiendo el orden de los autores publicados, el primero que intervino fue Víctor Álamo de la Rosa quien comenzó bien y terminó mejor celebrando esta reunión de narradores que hasta el día de ayer solo se conocían a través de la lectura de sus libros.

Recogió el testigo Víctor Conde.

Víctor Conde es sencillamente buena gente. Y también sencillamente un gigantesco escritor de género. Para alguien que como quien les escribe siente predilección por la fantasía, el terror, la novela negro criminal, la ciencia ficción ha sido un acierto notable que esta antología haya logrado contar con uno de sus relatos.

El tercero en participar fue el escritor grancanario José Luis Correa quien destacó la importancia de otras generaciones precedentes en la literatura canaria. Su intervención fue divertida y me atrevería a decir que lúdica. Me preguntaba al escucharlo lo que pensarían los que siguen alimentando la ridícula hoguera de las vanidades del pleito insular. Lo escribo porque en el acto de presentación de Generación 21: Nuevos novelistas canarios no se habló en ningún momento de isla. O islas. Sino de archipiélago. De Canarias en definitiva. Y así sí que da gusto imaginar que vivo en una isla donde no solo se toca el tambor.

David Galloway coincidió casi punto por punto con las palabras de sus tres compañeros anteriores. Y si bien ya lo escribí en el post dedicado a comentar lo que me parecieron los cuentos compilados en esta antología, el suyo destaca por su excelente atmósfera.

Entre las intervenciones más emotivas, me gustó la de Santiago Gil. El escritor recordó a Ezequiel Pérez Plasencia y por unos momentos (sensible que es uno a veces, solo a veces) quise pensar que estaba ahí, acompañándonos otra vez. Gil también puso el dedo en la llaga al lamentar que viviendo en islas nos enteremos antes de lo que pasa en Madrid que de lo que se cuece justo en el territorio que tenemos delante de nuestras narices.

Cristo Hernández Morales contribuyó bastante a desacralizar este acto no sé si histórico, quiero pensar que sí, con una intervención salpicada de humor donde soltó verdades como puños. Espero, esperamos casi todos, a que el escritor busque tiempo y continúe con su labor creadora por el bien de las letras que se escriben a este lado del Atlántico.

El escritor Javier Hernández Velásquez fue otro de los autores que explotó la vena del humor para desacralizar una presentación literaria diferente.

G21 ha sabido venir al mundo con una sonrisa. Con esto quiero decir que la criatura  viene al mundo sin lágrimas. Casi como si quisiera decir que el llanto solo existe para los diletantes.

La mejor intervención de la tarde fue, a mi juicio, la de Álvaro Marcos Arvelo. No tuvo pelos en la lengua. Atacó “los denostados Premios Canarias” y reivindicó el espacio que ahora ocupan esos otros que son los autores de Generación 21: Nuevos narradores canarios.

En la rica y también compleja variedad que ofrece esta antología, la voz (y la serenidad intelectual) de un escritor como Álvaro Marcos Arvelo es lo que se dice necesaria. Un acierto, además, su recuerdo a Domingo Pérez Minik.

Autor de las novelas Azul cobalto y La ciudad de las miradas, Pablo Martín Carbajal abogó por una literatura potente que debe trascender fronteras insulares. Me gustó su discurso, que navegó muy bien entre la crítica y la autocrítica.

Alexis Ravelo no es Eladio Monroy –su personaje de ficción que como sir Arthur Conan Doyle con Sherlock Holmes quiere enviar definitivamente al otro barrio–  pero sí creo que tiene algo de él. Igual es el extraordinario vitalismo que emana con sus gestos,  la manera en como dice las cosas.

Por último, intervino Anelio Rodríguez Concepción. El escritor estaba afónico, así que fue breve y coincidió con Correa en recordar a las otras generaciones literarias canarias a la que se incorpora ahora G21.

Los once coincidieron en dedicarle esta presentación a Rafael José Díaz.

CONCLUSIÓN

La clave la dio Ánghel Morales.

G21 además de ser un grupo de buenos contadores de historias, de gente que no le hace asco a los géneros y que mira a los ojos y a la misma altura a otros compañeros de fatigas generacional de la península, son tipos que en donde vivo los llamamos simple y llanamente buena gente. Y quizá sea por eso, porque son buena gente, por lo que son también tan buenos escritores.

Saludos, bienvenidos como nación a este mundo cruel, desde este lado del ordenador.