Archive for Septiembre, 2014

Otra vez dando la nota

Martes, Septiembre 30th, 2014

UNA DE CINE

* El Casino de Tenerife acoge este miércoles, 1 de octubre, a las 20.30 horas, el estreno del documental Néstor, un trabajo que recoge la vida del pintor, artífice entre otras obras de Poema del Mar y autor de los murales El Mar y La Tierra, que adornan las paredes del Salón Principal del Casino. Néstor está dirigido por Antonio de Nascimento y realizado por Alejandro Gutiérrez Gil-Roldán y cuenta con entrevistas con distintos expertos en torno a la obra del pintor como Caridad Pérez Galdós de la Torre, el crítico e historiador del arte Frank González y Daniel Montesdeoca, director del Museo Néstor, en Las Palmas de Gran Canaria. Néstor es una producción de Lasal, S. L. y ha contado con la colaboración de Televisión Canaria, Patronato de Turismo del Cabildo de Gran Canaria, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Museo Néstor, Real Casino de Tenerife y Loro Parque.

Y OTRAS DE LIBROS

* El escritor y profesor de la Universidad de La Laguna, Juan-Manuel García Ramos adelantó en la segunda edición del Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la Cruz (Periplo) su próxima novela, obra en la que quiere rescatar al político y escritor Luis Rodríguez Figueroa así como de algunos de sus hijos. El catedrático de Literatura expuso en Periplo además sus estudios sobre la atlanticidad, idea que ha transmitido involuntariamente, destacó, en sus tres últimas novelas como son El inglés. Epílogo en Tombuctú; El guanche en Venecia y El zahorí del Valbanera, en la que sus protagonistas se trasladan a África, Europa y América.

* La Editorial Zech publica la primera versión española del libro Alexander von Humboldt. Su semana en Tenerife, 1799, obra de Alfred Gebauer, empresario alemán que dedicó buena parte de su vida a investigar la vida de Humboldt, y en especial la semana que el naturalista y erudito permaneció en la isla. El volumen cuenta además con ilustraciones y mapas, así como dibujos originales de la flora del Teide. Un volumen, en definitiva, más que interesante.

* Tras la publicación de El samurai desnudo (Ediciones Éride), Manuel Pérez Cedrés anuncia en una entrevista que está trabajando en un nuevo título, el Apóstol, “una historia que no tiene nada que ver, por cierto, ni con la línea ni con la temática de El samurai desnudo.”

* La colección Sitio de Fuego de Baile del Sol publica Luchalibro, volumen que recoge historias de los cuatro finalistas de la segunda edición del Campeonato de Improvisación Literaria celebrado en las dos provincias Canarias. El libro incluye relato de Amos Milbor, Alejanda García López, Aimara Oleaga y Paula Quintana.

* El salón de actos de la MAC acoge el viernes 3 de octubre a las 19 horas la presentación del volumen de relatos Unidades libres, de Cristo Hernández, que está publicado por Ediciones Aguere/Idea.

* Ediciones Aguere/Idea publican también la novela Divisas de las hojas, de María Teresa de Vega.

* Y dentro de la colección G21 Narrativa Canaria Actual (Ediciones Aguere/Idea) aparecer La Laguna es ella, de Maca Martinón.

Saludos, mañana será otro día, desde este lado del ordenador.

Soy Cuba. Cincuenta años después

Lunes, Septiembre 29th, 2014

La vida está repleta de paradojas. Que un cineasta norteamericano como Martin Scorsese se esforzara en dar a conocer recién iniciado el siglo XXI un filme soviético y objetivamente propagandístico como Soy Cuba debe de asumirse como un elogiable esfuerzo por defender el arte más allá de las barreras geográficas e ideológicas.

La película celebra además su cincuenta aniversario, una excusa cualquiera para recomendar un trabajo al que no araña el paso del tiempo por su condición de rareza, rareza que no fue bien recibida ni por el público cubano ni por el soviético de su tiempo porque carecía de unos valores revolucionarios en su mensaje que la alejaban del gélido y ortodoxo realismo socialista.

Soy Cuba es pues un objeto extraño, que casi parece que nada en tierra de nadie mientras la Guerra Fría se volvía por aquel entonces peligrosamente caliente.

Vista con cierta perspectiva cincuenta años después, Soy Cuba continúa conservando sus personales señas de identidad y sorprende aún por su audacia técnica porque se trata de un largometraje donde prima la técnica por encima de las historias. Cuatro relatos en los que se pretende mostrar cómo era Cuba antes del triunfo castrista al pasear la cámara por los campos cultivados de caña de azúcar, la politización en la vida universitaria y la vibrante y bullanguera vida urbana que se cocía en una ciudad como La Habana. Se recorre también y en clave poética un espartano campamento guerrillero del Movimiento 26 de Julio en la Sierra Maestra.

Soy Cuba está firmada por Mijaíl Konstantínovich Kalatózov, un cineasta que cuenta entre otras películas con una hermosa y tremendamente lírica película bélica, Cuando pasan las cigüeñas (1957) y un curioso aunque fallido filme histórico, La tienda roja (1969), donde narra la trágica expedición al Ártico del dirigible de la clase N Italia al mando de Umberto Nobile y el rescate de los supervivientes semanas más tarde y que protagonizan Peter Finch como Nobile y Sean Connery como Roald Amundsen.

Retomando el espíritu que alimenta Soy Cuba, y cribando el mensaje ideológico que inunda los distintos episodios en los que se vertebra el filme, que hoy resultan de una desconcertante ingenuidad por su carácter de propaganda, la cinta de Kalatózov continúa siendo una obra excepcional en cuanto a sus proezas técnicas así como una atractiva postal sobre un país recién entrado en el socialismo y que conservaba todavía vestigios del esplendor capitalista.

Un esplendor material, discursea la película, pero no moral, subraya la película.

Observada de esta manera, se multiplica su efecto de rareza, de producto único. Casi puede interpretarse como metáfora de un sueño que para unos terminó por convertirse en pesadilla.

El valor en todo caso de una película tan extraña por su singularidad como Soy Cuba es que pese a las adversidades, pese a su entusiasmo propagandístico disfrazado con poéticos movimientos de cámara, es que el filme resiste y se mantiene contra viento y mareas ideológicas. Casi como una isla acostumbrada a recibir huracanes.

Una cinta, en definitiva, que va más allá de su mensaje de buenos y malos porque conserva su carácter de cosa rara. De producto inclasificable, de filme donde el mensaje se diluye en sus atractivas acrobacias técnicas.

Saludos, hasta la victoria siempre, desde este lado del ordenador.

Dan Fante: En el nombre del padre

Viernes, Septiembre 26th, 2014

Lo que le ocurrió a él en Los Ángeles es lo que le ocurre al hombre que se enamora de una zorrona hermosa y sin corazón: cada vez que roza sus pechos duros y redondos y se la hunde profundamente entre sus piernas, el arrobamiento estalla en su corazón. Poseer ese cuerpo sublime se convierte en un chute en las venas; ella encarna la dicha perfecta, lo divino. La polla de ese hombre nunca fallará, porque los cheques –los besos de esa mujer sin corazón– siempre lo arreglarán todo.”

(Chump Change, Dan Fante. Traducción: Claudio Mollinard Dassatti. Sajalín Editores, 2011)

Resulta complicado averiguar cuánto hay de ficción y de realidad en Chump Change, la primera novela que el escritor Dan Fante publicó en España hace ahora cuatro años. La conclusión a la que llego es que no merece la pena resolver el acertijo sino dejarse llevar por un libro que si por algo destaca es por conmovedor. También porque sabe a verdad. Una verdad a medias pero qué más da en unos tiempos donde casi toda la literatura que se ofrece promete viajes imaginarios y no al centro de uno mismo.

Y Chump Change es una odisea en toda regla a las profundidades abisales de su protagonista, un escritor y alcohólico desmadrado (el orden los factores no altera el producto) que se llama Bruno Dante. Un tipo que cuenta su vida y también cómo es eso de vivir dentro de una nube mientras se despilfarra el poco dinero que tiene en litros de vino peleón. Al fondo, porque siempre hay un fondo, un padre y un perro moribundo que casi parece que se mezclan en el itinerario sentimental de Dante. Un relato pues que va más allá de las borracheras legendarias, esas en las que se pierde por completo el sentido y que inevitablemente da con los huesos del protagonista en territorio de nadie.

Las mejores páginas de Chump Change, que en argot significa algo así como calderilla, algo de poco valor y persona que no consigue trabajo o que cobra un sueldo irrisorio, son aquellas en las que planea la sombra del padre. Un escritor venido a menos que tiene el rostro y el cuerpo de John Fante, padre de Dan Fante, y figura que marca desde el inicio de la novela el devenir de su errático protagonista.

Y Dan Fante consigue al menos uno de sus objetivos, que el lector no iniciado en la literatura de su progenitor se interese por ella.

Las palabras que le dedica a Pregúntale al polvo más que un juicio de valor es una declaración emocionada de amor que explica que el vástago intente seguir los caminos del padre como escritor. Anotamos seguir porque el hijo no quiere continuar una carrera imposible de superar. Ni siquiera de arañar, que es lo que hace Bruno Dante a lo largo de esta novela que es toda ella una búsqueda del padre, una confesión a corazón abierto del respeto y desconcertante amor que sintió por un hombre al que no llegó a conocer bien y que pudrió su alma apenas acarició la fama.

Al margen de otras consideraciones, Chump Change es una novela que derrama toneladas de vitalismo pese a estar contada desde la indigencia y la ebriedad.

Un libro que propone un trayecto a través del infierno de su protagonista. Pero un infierno que está dentro de su cabeza y que él se empeña en desaparecer consumiendo  alcohol.

Demasiado alcohol.

Porque esta es una novela sobre la inmundicia, que es el elemento en el que se mueve Dante. Un título del arroyo que se transforma en uno de esos extraños y relucientes diamantes que de vez en cuando se encuentra en el fondo de una alcantarilla.

Un objeto que brilla con luz cegadora entre la mierda. Que derrama rayos que te obligan a mirarla de otra manera y con respetuosa fascinación.

Un libro en definitiva que sabe a verdad, lo mismo que la literatura del padre. El real y el ficticio: John Fante/Jonathan Dante.

Saludos, en el nombre del padre, desde este lado del ordenador.

Tarabas, una novela de Joseph Roth

Martes, Septiembre 23rd, 2014

“En realidad nunca has sido un héroe. Has demostrado valor, porque tu vida ni tiene valor alguno. Has sido un buen soldado en la guerra, porque en realidad anhelas la muerte, y la guerra es lo más próximo a la muerte. Es una vida echada a perder.”

(Tarabas, Joseph Roth, Acantilado, 2007. Traducción: F. Formosa)

Joseph Roth es un escritor al que conviene volver de vez en cuando. Lo descubrí hace años por mediación de un amigo que ya no está entre nosotros, un escritor también que tuvo la feliz idea de regalarme un día su novela más conocida, La marcha Radetzky, despertando desde entonces una relación que ha sabido envejecer como los mejores vinos.

Hay unos cuantos libros de Roth que no dudaría en llevarme a una isla desierta, pese a la melancolía que transpiran, uno de ellos es La marcha Radetzky y el otro un relato sencillo pero que esconde una turbadora complejidad redentora como es La leyenda del santo bebedor.

Hace algunas semanas y por casualidad, la casualidad es la madre de muchas alegrías, llegó a mis manos Tarabas, una de las últimas novelas de Roth, un escritor que terminó refugiado en París, Francia, mientras huía de los nazis y refugio en el que además de escribir se dedicó a agotar las existencias de absenta de los garitos que frecuentaba y que, finalmente, rayando la indigencia, lo condujeron a la muerte unos meses antes de que estallara la II Guerra Mundial.

Muchos creen que su delirio final fue el golpe de gracia, el último mazazo que la vida le daba a un hombre cuyas historias se inspiran fundamentalmente en el ocaso de un imperio, el austrohúngaro, y el desarraigo de un pueblo, como es el de los hijos de Israel que deambulan como sombras por una Europa que ya nunca volverá a ser la misma.

Tarabas, como La leyenda del santo bebedor, es el relato del perdón, que no es otra cosa que redención, de un hombre extremadamente vital y violento que solo se siente cómodo en la guerra. “La guerra que llamea en la frontera occidental del Imperio ruso en el momento de su disgregación.”

Cuenta Tarabas con momentos de conmovedora literatura. También de cruentas escenas como la de un progromo en el que víctimas y verdugos parecen confundirse en una orgía de sangre y violencia. Es una descripción vívida la que ofrece Roth, quien ahorra adjetivos y muestra con frases cortas la facilidad en que el ser humano se transforma en bestia.

Novela de un personaje, Tarabas más que un agudo estudio psicológico es un formidable retrato sobre un bruto ingenuo, “pozo profundo y oscuro”, al que las circunstancias ponen en el lugar equivocado. Un hombre que no se adapta a la paz porque está en guerra con todo el mundo, consigo mismo.

En Tarabas se resume el mejor Roth. La mirada tierna pese a todo de un profundo humanista al que los nazis intentaron silenciar arrojando sus libros a la hoguera.

La mirada de un hombre que escribía febrilmente sobre las mesas de los cafés mientras bebía tragos de absenta.

Saludos, ¡larga vida!, desde este lado del ordenador.

El Escobillón cumple siete años… ¡y la nave va!

Lunes, Septiembre 22nd, 2014

El sábado pasado, que fue 20 de septiembre, este blog últimamente abandonado a la mano de los dioses cumplió siete añitos. Lo que se dice pronto pero un reto para quien lo administra ya que a veces le genera acidez y otras espectaculares subidones de azúcar.

Desde El Escobillón (elescobillon.com) adquirimos la mala costumbre de celebrar esta jornada porque como ya hemos repetido en post anteriores, cuando en septiembre de 2007 la por aquel entonces directora de La Opinión de Tenerife, la periodista y amiga Carmen Ruano me propuso lanzarme a la piscina y probar con la bitácora virtual, no pensaba que la aventura iba a prolongarse en el tiempo. Y más con la propia historia interna que encierra este blog, una especie de ventana con la que miro al mundo y con la que me atrevo a mirarme a mi mismo pensando siempre que nadie nos lee. Recurro a la segunda persona del plural porque la primera no existe en este diario en el que repaso la actualidad cultural que, fundamentalmente, se genera en el archipiélago en el que vivo y en la que también doy rienda suelta a dos de mis grandes pasiones como son la literatura y el cine, expresiones que en más de una ocasión se han convertido en tablas de salvación cuando creía que ya todo estaba perdido.

No me atrevo a contar los post que hemos subido desde que partimos de puerto ese 20 de septiembre de 2007. Post, todo sea dicho, escritos más con el corazón que con la cabeza lo que ha generado –y me ha generado también– más de un disgusto. No sé hasta cuándo continuaremos con la singladura porque en estos momentos, y para qué voy a engañarles y engañarme, las aguas que agitan este océano están bastante revueltas. Pese a todo, El Escobillón se empeña en sortear las olas, algunas de ellas tan grandes como las que contemplé en la película Al este de Java

De todas formas, El Escobillón va. Y el número de lectores, imagino que curiosos y despistados que recalan por casualidad en esta bitácora, crece y decrece como las mareas y según el día de la semana. Caprichos de la singladura virtual.

Por razones que ahora no vienen al caso, la espartana periodicidad con la que antaño actualizaba el blog se ha eclipsado en los últimos tiempos pero sin desvelar los motivos que no interesan a nadie, digamos solamente que culpa de ello lo tiene la salud y ciertas ocupaciones y tareas que aún requieren el concurso de mis modestos esfuerzos.

Celebramos pues el séptimo aniversario de El Escobillón con retraso. Y pese al retraso, como una excusa para insuflar un chute de autoestima que tiene forma de tarta adornada con siete velitas.

Ahora toca soplar.

Saludos, cierro los ojos y pienso un deseo, desde este lado del ordenador.

Unos más y otros menos… Todos son sospechosos

Miércoles, Septiembre 17th, 2014

En el debate de si la novela negra, policíaca, negra y criminal o como el lector desee caprichosamente denominarla, se trata de una moda o, por el contrario, de un género perfectamente instalado en la actual literatura española, irrumpe ahora en el mercado editorial y bajo el cobijo de una independiente, Pan de Letras, Todos son sospechosos, una antología en la que se reúnen relatos firmados por algunos de los más conocidos escritores del género con otros de los que apenas se tiene noticia con el objetivo, presumo, de hacer llegar a la legión que forman las bandas de apocalípticos e integrados que lo negro, lo policíaco, más que un fenómeno que obedece a oscuras estrategias comerciales es un hecho que ahí está. Que su presencia en las estanterías de las bibliotecas y en las mesas de novedades de las librerías es inevitable porque este tipo de novelas despierta el interés de los que aún presumen que leen.

Como toda antología que se precie Todos son sospechosos no funciona como un reloj. Tiene cuentos que casi parecen horas punta pero también otros que no llegan a dar ni los cuartos. Pese a ello, la lectura de sus catorce relatos puede orientar al profano sobre cuáles son los callejones por los que transita ese tipo de literatura en España aunque lamentablemente se omite –por descuido o por criterios editoriales, no se explica– información de los autores seleccionados, algunos de ellos muy conocidos para iniciados pero absolutos desconocidos para quienes no son expertos en las letras negras que se escriben en la actualidad en España.

Noto en falta en este sentido y como lector un breve resumen de la obra de cada uno de los escritores que colaboran en la antología. Y un prólogo, que rubrica Laura González,  con más enjundia para celebrar el milagro. Un milagro que debe ser entendido como la aparición de este libro a través del cual se justifica el laborioso proceso de trabajo que lo ha hecho posible y que coordina el también periodista Xavier Borrell.

El espíritu que alimenta Todos son sospechosos es el de ofrecer una visión panorámica del género negro en España así que pese a sus peros, Todos son sospechosos tiene la virtud de ser un libro abierto, que repasa geográficamente las tendencias de lo negro y criminal que se prodiga en este país y sirve de guía para aproximarse a las claves que se manejan en Madrid, Valencia, Cataluña, Canarias y País Vasco, entre otros, cuando se aborda el crimen como reclamo literario.

Entre los relatos se cuelan dos firmados por canarios. Y es que Canarias hoy suena con sonoro redoble de chácara y tambor en la literatura negra escrita en español gracias sobre todo a los éxitos cosechados recientemente por Alexis Ravelo (premio Hammett y Getafe Negro) y Javier Hernández Velázquez, un escritor que no renuncia a ir por su camino y que casi parece que recurre al género para construir novelas que a veces, solo a veces, son otra cosa. Las historias de Velázquez y Ravelo comparten espacio con las que rubrican Empar Fernández, Nacho Cabana;  Nieves Abarca, Xavier Borrell, Claudio Cerdán, Paco Gómez Escribano,  Luis Gutiérrez Maluenda, Toni Hill, Lluc Oliveras, José Antonio Castro Cebrián, Rosa Ribas y Desirée B. Silvage.

Y si por algo se definen todas ellas es por la variedad de estilos que proponen aunque al final, ese momento en el que se cierra definitivamente las tapas del libro, el lector tiene la sensación de que el cuento escrito en clave negra no termina de cuajar entre los integrantes de este volumen cuanto menos curioso.

A mí, al menos, me da la sensación de que lo negro y criminal tiene su naturaleza en la novela. Que las historias cortas se adaptan mejor a otros géneros como puede ser el fantástico, la de misterio e incluso la ciencia ficción. Que los límites por los que camina la literatura policial exigen más espacio, como si solo pudiera ser ella misma en relatos extensos a través de los cuales explotar las tramas, el desarrollo de personajes y precisar la descripción ajustada del espacio físico en el que se mueven esos mismos pesonajes que hacen de protagonistas.

Con todo, hay destellos en esta antología que opera a modo de carta de presentación no para los escritores instalados que colaboran en ella sino para los que aspiran a ubicarse en las letras criminales españolas.

La diversidad de historias y también que se traten de cuentos cortos en el mejor sentido del término, hace que no resulte fatigosa su inmersión en los textos, y que por norma general, cada una de estas catorce piezas se lean con la rapidez que se merecen, aunque muchas de ellas no terminen por estar resueltas y otras pequen de una desconcertante moralina para los tiempos que corren. Ello me hace concluir que, pese a los intentos, el fantasma que recorre la literatura negra y criminal en España necesita todavía de su peculiar Lou Ford.