Más de setenta cuadros reúne la retrospectiva Lola del Castillo (1978-2022), que permanece abierta en la sala de exposiciones del Instituto de Canarias Cabrera Pinto en La Laguna hasta el 5 de febrero de 2023. Si bien la muestra recoge “una milésima” parte del trabajo de la artista, sí que orienta al espectador por donde van las constantes y sobre todo las técnicas pictóricas de su autora, Lola del Castillo, lo que se aprecia en series como, entre otras, Tierra de nadie, Piel de guayaba, Litografías y grabados y Conca, esta última, la sala donde la artista se estrenó oficialmente como pintora.
La exposición resume así una fecunda trayectoria creativa y pone de manifiesto, como escribe Pedro Juan Gutiérrez, que: “Hay un punto intermedio que solo algunos artistas y escritores logran. Un punto intermedio entre el rigor y la gracia. Un punto de equilibrio alrededor del desequilibrio. Yo lo tengo muy claro: “no compitas. Juega”. Ese es mi axioma principal en la vida. Creo que todo en el arte gira sobre el concepto del juego. Pero el juego vibra, como todo, entre el Ying y el Yang. Blanco y el negro. El día y la noche. Así que el juego necesita su contrapunto incesante, su antagonista, en la seriedad y el rigor. Toda obra de arte se basa o nace, de esa lucha”.
- La retrospectiva recoge trabajos realizados entre 1978 a 2022. Oficialmente, ¿comenzó su andadura artística en 1978?
“Había hecho antes algunas cosas e incluso expuse en el Casino de La Laguna obra que realicé en Madrid y también en Tenerife y sobre las que escribió un texto para la exposición Pedro González. Más tarde expuse en la sala Conca, que fue la que me impulsó a seguir con esto a finales de la década de los setenta”.
– Observo en la obra escogida para esta retrospectiva que apenas aparece la figura humana en los cuadros. ¿Es por alguna razón?
“La figura humana nunca ha sido protagonista en mi obra y si estuvo alguna vez presente se tratan de figuras que pasan pero desdibujadas. Por ejemplo, en las obras que en su día expuse en la Conca las personas estaban tapadas por paños ya que me interesaba más el dibujo del paño que la propia figura humana. Nunca ha sido un elemento principal en mi obra, si aparece es que pasa en ese momento por el cuadro”.
- ¿Pero es por alguna razón especial?
“No es porque sea mala anatomista. El retrato es un aspecto que apenas he tocado aunque el año pasado o el anterior, no lo recuerdo bien, un profesor de la Facultad me invitó a participar en un proyecto de retratos de los rectores de la Universidad de La Laguna y encargó a cada uno de los que participaron a pintar dos retratos lo que me dio la oportunidad de practicarlo pero no es una cosa que me inspire. Se trató de un encargo”.
– La exposición repasa su trayectoria de 1978 a 2022. A lo largo de estos años, ¿observa distintas etapas en su pintura?
“La exposición no recoge todas mis etapas, resume en todo caso una milésima parte de mi trabajo pero había que hacer una selección y el sistema que seguimos fue rebuscar en toda esa obra donde se observara lo que es muy sobrio, con espacios vacíos, que no hubiera nada que llamara la atención especialmente. Las series que se exponen van desde mi primera etapa a la última, la que corresponde al 2022 y como ésta, los reflejos en el agua, se conecta con las anteriores porque donde aparecen estaciones de trenes, aeropuertos, aparecen también los reflejos y ahí combinamos unas etapas con otras. Hay mucho de eso en las obras de mi serie más reciente, donde sin embargo he salido fuera, ya no son espacios cerrados sino que ahora entronco más con mi etapa del mar y las vegetaciones que realicé durante el confinamiento, donde al no poder salir me encontré en casa con una caja de carboncillos y papeles orgánicos que me había traído de India y empecé a dibujar mientras imaginaba árboles y plantas en unos días en los que se podía escuchar el canto de los pájaros. La gente me dice con respecto a esta serie que les resulta oscura pero esa no era mi intención, si salió así es porque no tenía materiales salvo carboncillos y un puñado de papeles orgánicos”.
- La muestra reúne más de setenta cuadros, obra que resume 40 años de trayectoria artística.
“Quise que estuviera presente todas las técnicas que he usado como el dibujo, los grabados, que realicé en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna; la litografía, que trabajé en La Habana y el óleo que para mi es lo más importante, la técnica donde me siento realmente cómoda”.
- Comentaba antes los reflejos sobre el agua que aparecen en su última serie, ¿cómo se le ocurrió?
“Me invitaron a Galicia y un día mientras paseábamos por una ría comencé a ver los reflejos en el agua y pensé que además de muy bonito había que dibujarlo. Saqué fotografías y me las llevé al estudio donde empecé a trabajarlo. Los cuadros en los que aparece el mar se hicieron porque tienen mucho que ver con mi niñez y los veranos que pasábamos en Bajamar y la Punta. No quise pintar el horizonte y sí cuando llega el agua a la orilla, el vaivén, la arena negra y la roca oscura de la playa y el contraste con la espuma del mar”.
- Pero entiendo que muchas de las constantes que en la actualidad definen su pintura vienen de mucho más atrás.
“Creo que sí, la línea recta, las perspectiva y sobre todo y en el fondo mucho dibujo”.
- ¿Por qué tanto dibujo?
“Porque estudié en Madrid en una Escuela de Bellas Artes y la Academia estaba muy presente: dibujo, dibujo y más dibujo. Se insistía mucho en el dibujo, el dibujo de todas clases: de estatua, de movimiento, de personas… Anatomía sobre todo, por eso detrás de mi obra hay mucho dibujo, aunque sea pintura”.
- Oficialmente, ¿cuándo da su primer paso a la pintura?
“Cuando comencé a dar clases en la facultad de Bellas Artes pensé que había llegado el momento de pintar al óleo. Por aquel entonces me había mudado de casa y tenía un buen estudio así que inicié una etapa, la de los bastidores, en la que aproveché para investigar el color y la pintura al óleo”.
-¿Cómo se enfrenta al lienzo en blanco?
“Empiezo a pintar directamente porque cuando me pongo a pintar sé lo que voy a pintar. Tengo claro lo que voy hacer pero lo que no sé es hacia dónde va a derivar la pintura porque veces aparecen cosas en las que no había pensado”.
– ¿Reconoce artistas que sean para usted referentes?
“Cuando estudiaba en Madrid coincidió con la época de los realistas españoles, artistas como Antonio López e Isabel Quintanilla que creo que me influyeron muchísimo. Todas las exposiciones eran para ellos y si se observa su obra se encontrará que ahí hay dibujo, mucho dibujo. Volví a Madrid mucho tiempo después y me encontré con una exposición de realismo en la Thyssen y me volvió el gusanillo porque llevaba tiempo sin coger un lápiz para dibujar. Y me interesó tanto contemplar la obra de Antonio López en aquellos cuadros tan grandes que cuando regresé a la isla me hice hasta un poco de daño en la muñeca porque volví a dibujar, a dibujar a lápiz”.
- ¿Desde cuándo le viene esto de pintar?
“Mi abuelo fue Mariano de Cossio, que falleció cuando yo tenía ocho años aunque estábamos mucho en su casa y allí se hablaba de pintura. El estudio de mi abuelo lo descubrí siendo muy pequeña y algo se me quedó dentro por lo que siempre me gustó pintar y dibujar”.
– ¿Recuerda cómo eran sus primeras obras?
“Lo que me dio pie a seguir adelante fue un profesor de Dibujo del instituto Cabrera Pinto, llamado Riaño. En este mismo instituto mi abuelo fue profesor y tres tías. Mis primos estudiaron allí también y yo hice todo el bachillerato y recuerdo que dibujé a un mexicano con su sombrero y su poncho y que me preocupé en hacerle los pliegues al poncho, algo que según Riaño no hacía nadie de mi edad y creo que eso me animó a dedicarme a esto”.
- Sus cuadros cuentan historias.
“Y esa es una de las razones de que no les ponga títulos ya que un título condiciona la obra. Los cuadros que hago sugieren un espacio, un sitio que despierte algo que recuerdes. Titulo las series pero nunca los cuadros”.
- ¿Cómo recuerda el ambiente artístico de sus primeros años como pintora?
“El ambiente necesario, porque uno sale de la facultad un poco perdida, en especial cuando la enseñanza que has recibido es tan académica y sin apenas espacio para la creación, que fue lo que me pasó. Por aquel entonces, tenía unos cuantos dibujos que expuse en el Casino de La Laguna pero no tenía muy claro que hacer y salió lo de la galería Conca, lo que me puso en contacto con otros pintores de mi generación y ellos en parte fueron lo me condujeron. El mundo del arte era muy distinto al de ahora, era más cercano sí, pero apenas tenía movimiento hasta que llegó Conco y abrió su galería y organizó exposiciones y aparecieron artistas como Gopar y Gonzalo González, entre otros muchos”.