Narradores sin incómodas denominaciones de origen
Miércoles, Mayo 5th, 2010Por fortuna –loado sean los dioses– la evolución de lo que podríamos denominar como literatura canaria no se quedó anclado en los años 70. Década que dio nombre a una generación de escritores que más que boom fue petardo sin ánimo de ofender a nadie.
Su estampido, sin embargo, resuena todavía en las cumbres de un archipiélago pequeño bastante dado a mirarse el ombligo y a lamentar su ausencia en la historia oficial de la literatura escrita en español por aquello ya tan manido de la lejanía que nos separa del territorio peninsular.
Si bien es cierto que culturalmente hablando las islas han dado un simbólico paso de gigante en especial a cuanto infraestructuras se refiere en los últimos años, no deja de resultar llamativo que literariamente hablando suene hoy más sus poetas nacidos en los 60, 70, 80 y 90 del pasado siglo que sus narradores. Casi como si pretendiera hacernos creer que Canarias es tierra de trovadores y no de aplicados novelistas precisamente en unos días donde las ficciones son tan necesarias.
Afortunadamente estoy detectando en la novela un movimiento de nuevos escritores en las islas que sin los prejuicios de sus hermanos mayores, padres, abuelos y bisabuelos si se terciara, se han lanzado al ruedo para contar sus historias con independencia de que éstas transcurran o no en su entorno.
La nómina es larga, muy larga, así que advierto que en este post no aparecerán citados todos pero sí algunos a los que llevo siguiéndoles la pista desde hace unos años y otros tantos más recientes que me han soprendido por la variedad y calidad de sus propuestas.
Se tratan de obras en su mayoría desconcertantes y muy bien escritas, que revelan un universo personal que hacen si cabe mucho más atractivas sus ficciones.
Si hay un elemento digamos común a todos estos escritores es que nacieron en la era de la televisión, se alimentaron viendo películas, leyendo tebeos y navegando por la red. Quizá ello explique la variedad de géneros que tantean, llámese costumbrista, fantástico, policíaco o de ciencia ficción, entre otros.
En esta improvisada nómina de nuevos narradores se encuentra Víctor Álamo de la Rosa, a punto de publicar su última novela, La cueva de los leprosos, y autor de un territorio mítico novelesco –Isla Menor, trasunto literario de El Hierro– que ha ido construyendo al modo del de otros grandes narradores como Gabriel García Márquez y su Macondo; Juan Rulfo y su Comala o William Faulkner y su condado ficticio de Yoknapatawpha . Y Víctor Conde (pseudónimo literario de Alfredo Moreno Santana) premio Minotauro 2010 por su novela Crónicas del Multiverso y autor ya de una más que respetable bibliografía adscrita fundamentalmente al género de la ciencia ficción.
En los territorios del género policíaco destaca Alexis Ravelo y en la novela con denuncia social Santiago Gil. No querría olvidarme de la primera y excelente novela publicada por Carlos Cruz, h.; ni de Nicolás Melini, para quien firma El Escobillón probablemente uno de los mejores narradores de relatos y novelas cortas nacidos en los años 60, 70, 80 y 90 del pasado siglo.
Añado a esta lista –insisto que improvisada y apresurada– a José Luis Correa, Anelio Rodríguez Concepción y David Galloway; también a Bruno Mesa, poeta que debutó este año como novelista con su interesante El hombre encuadernado; y Álvaro Marcos Arvelo, escritor cuyo trabajo se caracteriza por un mundo propio y cuasi hermético del que ya dio sobradas muestras en su excelente El Pasaje y que presentará el próximo viernes, 14 de mayo, su última novela Al sueño polar de golondrinas, en la sede de la MAC en la capital tinerfeña.
Sí, soy consciente que me quedo corto, pero espero que los autores mencionados sirvan sólo como periscopio de lo que se está moviendo en la superficie de la novela y el cuento en estas islas. Todos ellos representan, a mi entender, una forma de escribir sin prejuicios ni ataduras generacionales. Capaz de mirar al frente sin molestas referencias locales.
Este puñado de narradores ya está aquí…
Así que quién sabe, igual aquel petardo que sonó en los setenta deje paso ahora al estruendo de una traca cuyos efectos quizás sean devastadores para la apolillada y rancia literatura canaria (¿?).
¿La razón? Todos ellos se sienten escritores sin incómodas denominaciones de origen.
Bienvenido sean.
Saludos, a lo “es de bien nacido ser agradecido”, desde este lado del ordenador.