Archive for Noviembre, 2013

Tablón de anuncios

Domingo, Noviembre 24th, 2013

* TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge el próximo miércoles, 27 de noviembre y a las 19 horas, el estreno de Hijas de la memoria, un documental de David Baute, escrito por el periodista y escritor Cirilio Leal y con fotografía de Jaime Ramos. Hijas de la memoria quiere ser un “alegato contra los secretos, los silencios y los olvidos” de todas aquellas mujeres cuyas familias quedaron rotas por las represión franquista. La exhibición del documental pone punto y final al cielo de charlas Contra el olvido. Jornadas para la recuperación de la memoria histórica, que desde el 6 de noviembre se han venido celebrando en el foyer del teatro Guimerá en la capital tinerfeña, y en la que han intervenido el abogado de la Asociación para la Reciperación de la Memoria Histórica de España, Fernando Magán Pineño; el asesor histórico de la Fundación Juan Negrín, Sergio Millares Cantero; los profesores Ramiro Vivas y Alfredo Mederos, así como la escritora Cecilia Domínguez Luis, el historiador Domingo Garí Hayek y Cirilo Leal.

* El escritor José Luis Correa es el coordinador de la antología de relatos breves Hakawatis de hoy. Canarias contra la violencia de género, un libro editado por el colectivo CoCaI y la Clínica Santa Catalina y en el que participan con sus historias quince escritores, además de Blanca Hernández Quintana, que presenta un estudio en el que abre una puerta hacia el optimismo. Los textos literarios pertenecen a Berbel, Santiago Gil, Ramón Betancor, Ángeles Jurado, Emilio González Déniz, Guadalupe Martín, Nicolás Melini, Alicia Llarena, José Luis Correa, Javier Hernández, Rosario Valcárcel, Elizabeth López, Irma Ariola Medina, Nira Rodríguez y Luz Marina Gil.

*La violencia de género está también presente en Cinco mujeres que no subirán al cielo, de Juan Andrés Herrera, título que ha sido publicado en la colección G21 Narrativa Canaria Actual y que ya se puede encontrar en librerías.

* 9 horas para morir, de Ángel Vallecillo, es uno de los próximos títulos de la colección G21. Animamos a que consulten la página web del escritor. Vale la pena pasarse un rato navegando por ella.

Saludos, esto se acabó por hoy, desde este lado del ordenador.

El juego más peligroso

Sábado, Noviembre 23rd, 2013

Encuentro estas líneas en un estante de una casa en ruinas. Están escritas a mano y por las dos caras de una hoja que fue arrancada de un cuaderno cuadriculado. El papel tiene en los márgenes algunos dibujos, la mayoría de ellos estrellas de David y machangos.

“El malvado Zaroff parece que se esconde detrás de la esquina. Pasea por la pequeña ciudad.

En un cajero automático encuentra a un vagabundo que se fuma un chino. El tío le dice que es la única manera que “tengo para olvidarme del dolor.”

Tras el cristal del cajero, Zaroff observa cómo la fauna se esconde entre las sombras. Y las tripas le rugen porque tiene hambre.

Así que mira al techo mientras hace cola en la caja de un supermercado. La cola se mueve sinuosa cuando una anciana oriental se hace paso como una anguila para decirle a la cajera: “¡cuidado, esa mujel ha lobado, lobado!” Ha lobado champú”.

La cajera sonríe y le da discretamente las gracias y un poco puedo hacer…  Delante, una ñora le comenta a otra cómo cocina los toyos.

Tras pagar finalmente, el viento enfermo que sopla sobre la ciudad le da en la cara al conde Zaroff.

Aprieta el paso y sube y baja cuestas sin quitarle el ojo a la fauna.

En ese momento, un coche de bomberos atraviesa la avenida con la sirena encendida.

Con el chillido histérico dentro de la oreja y a la altura de un Cinema,  Zaroff se topa con Andrés, un mendigo al que conoce.

Andrés le anuncia muy trágico que le queda solo un mes de vida.

Zaroff dice que sí y continúa explorando.

Huella va y huella viene hasta que se detiene en un paso de peatones.

Y…

Y…

Saca la flecha, tensa el arco y apunta al alcantarillado.”

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¿Ehhhh…? Entonces termino de leer las líneas y doblo el papel y miro a un lado y al otro mientras lo hago pedazos entre los dedos.

Saludos, sueño porque existo, desde este lado del ordenador

Anoréxica Ana, un mediometraje de Pablo Martin

Jueves, Noviembre 21st, 2013

Guión y dirección: Pablo Martin. / Dirección de producción: Kerson León. / Asistente de dirección: Misha Müller-Thyssen / Dirección de fotografía: Luis Adern / Sonido y música original: René Martín. / Script: Chantal Celiz. / Dirección de arte: Miriam Sáez. / Maquillaje y peluquería: Yurena Cazorla y Jesús Rodríguez. / Estilismo: Sarai Díaz. / Montaje: Darby Guzmán, José Luis del Barrio y Rafa Rodríguez. Intérpretes: Tamara Ramos, Alexia Perdomo, Silvia Escudero y Anna Duque.

Resultó una de las presentaciones más insólitas de cuantas he asistido en mi ya regular carrera como espectador y consumidor de productos audiovisuales realizados en Canarias.

Escribo insólito porque el preestreno de Anoréxica Ana, una película del actor y también director Pablo Martin, estrenada el miércoles 20 de noviembre en TEA Tenerife Espacio de las Artes en Santa Cruz de Tenerife, estuvo más cerca del espectáculo evangelista que de una presentación de un corto, medio o largometraje rodado en las islas con un presupuesto que no da ni para comprarse una bolsa de pipas.

Aunque el preestreno contó con un austero coctel antes de la exhibición, sesión de fotografías y los nervios habituales que rodea al equipo artístico y técnico cuando se enfrenta a la gran verdad: a visualizar el trabajo acabado. Y son esos mismos nervios a los que responsabilizo de la demora en la proyección –prevista a las 20 horas aunque no se apagaron las luces de la sala hasta bien entrada las 21– problemas con el visionado que, afortunadamente, se resolvieron, y un discurso largo y reiterativo de Pablo Martin.

Como aperitivo a lo que se asemejó más a una fiesta de fin de curso que a una sesión de cine en toda regla, se pudo ver un cortometraje rodado en Venezuela, La audición, basado en un texto de Chejov, con el objeto, imagino, de precalentar a los espectadores.

Tras esta experiencia, que no pasará a la historia, la pantalla del salón de actos de TEA se iluminó para revelar Anoréxica Ana, un mediometraje que forma parte del ciclo formativo de actores realizado por el Centro Internacional de Estudios para el Desarrollo Artístico en Canarias (Ciedac), iniciativa que pretende incentivar y proyectar a nuevos talentos desde las islas.

Desgraciadamente, y eso que parte de una idea atractiva como es la de abordar la realidad de la anorexia y la bulimia, el trabajo de Pablo Martin no responde a las expectativas. Resulta demasiado balbuceante e ingenuo.

El relato, además, chirría peligrosamente hacia la ternura más ramplona y no llega a conmover aunque se note los intentos de su director por conseguirlo.

Ya es malo que un mediometraje termine por resultar involuntariamente un largo, pero si a ello sumamos que el vehículo se le va de las mano nada más iniciarse la película, es natural que el espectador no avisado y sin ninguna ligazón sentimental con quienes han levantado este proyecto, se aburra con amargura cuando lo que ve no responde a sus expectativas porque, ya se ha dicho, el producto resultante balbucea entre sus buenas intenciones y la incapacidad por darle unidad y emoción en pantalla.

Anoréxica Ana no conecta con el espectador. Es más, hay momentos en lo que uno se plantea si lo que está viendo va en serio. No funciona como vehículo de entretenimiento ni tampoco como artefacto sentimental con mensaje, o denunciar los efectos de una enfermedad cuyas raíces son demasiado complejas para intentar resumirlas en un relato que encima se hace confuso, no sé si porque su director y guionista da por entendidas situaciones y relaciones que no explica.

La cinta está protagonizada íntegramente por alumnos del Ciedac, como Tamara Ramos, Alexia Perdomo, Silvia Escudero y Anna Duque, y si bien narra unos fragmentos supuestamente basados en hechos reales, no explora, insistimos, en las razones que degeneran en esta enfermedad, tan virulenta en unos tiempos cuya cultura se basa en la apariencia y cuyos cánones de belleza promocionan una delgadez cadavérica detrás de la cual hay un falso mensaje de superación.

Solo el amor y el afecto a los suyos, quiere explicar Pablo Martin en el mediometraje, hará posible que su protagonista escape de su infierno personal.

Rodada en el Puerto de la Cruz y en La Orotava, entre otras localizaciones, esperamos que su director y guionista aprenda de los errores cometidos en Anoréxica Ana y centre su voluntad como cineasta y actor –trabaja en la actualidad en la última película de Manuel Gómez Pereira, La ignorancia de la sangre, rodada en Canarias, Sevilla, Marruecos y Madrid, con Paz Vega y Juan Diego Botto como protagonistas y basada en una novela de Robert Wilson– y defina, así como dé coherencia, a su carrera como cineasta.

Saludos, hemos dicho, desde este lado del ordenador.

Publican los tres primeros tomos de Historias de guanches, una serie gráfica de Juan Carlos Mora

Miércoles, Noviembre 20th, 2013

Ha sido un parto largo y difícil pero al final ya están en la calle los tres primeros volúmenes –el cuarto se publicará el año próximo– de una de las más ambiciosas series gráficas realizadas en el archipiélago: Historias de guanches, escritas y dibujadas por Juan Carlos Mora.

Los tres primeros álbumes, editados por Ediciones Idea en tapa dura y a todo color, son Beneharo. El Mencey de Anaga; Bencomo. El Mencey de Tahoro y Bentor. El Heredero. En 2014 y probablemente por estas mismas fechas, finales de noviembre o inicios de diciembre, se publicará Dácil. La princesa, volumen que cerrará temporalmente una serie que ha despertado el entusiasmo de miles de aficionados a eso que se conoce como noveno arte. Les remitimos al Facebook que su autor, Juan Carlos Mora, ha puesto en activo recientemente y que ya cuenta con cerca de cuatro mil seguidores.

El primer volumen de Historias de guanches añade un prólogo del autor de la obra, Juan Carlos Mora, en el que explica que estos relatos surgieron “del propósito de construir algo real, surgieron del sueño de escribir y dibujar una historia creíble, algo que pudiese haber sucedido realmente, lo más alejado posible de mitos y leyendas y también de beatitudes: se trata, a mi juicio, de un choque cultural de dimensiones más extremas que las producidas durante la reconquista peninsular”.

Mora escribe que esta serie nació con el objetivo de hacer que la historia llegue “a un abanico de edades y sensibilidades lo más amplio posible, se ha procurado hacer los textos muy breves con viñetas muy grandes y muy trabajadas; generando los paisajes de fondo por ordenador para rodear a los personajes dibujados a mano de una atmósfera tridimensional que le da un aspecto de realidad casi virtual a la historia”.

Por otra parte, el profesor del departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna, Miguel Ángel Clavijo Redondo, señala en el segundo tomo de la serie, Bencomo. El Mencey de Tahoro, que el autor de la obra “se ha preocupado –a lo largo de un proceso de ocho años de lecturas e investigación personal, escritura del texto, dibujo y coloreado, realizado de manera absolutamente artesanal, con ayuda de la mejor tecnología existente–, de una infinidad de detalles que reflejan que se toma muy en serio la búsqueda de documentación histórica”, y recuerda que estamos ante un cómic, y que todo cómic para que el discurso narrativo funcione debe entretener y conmover “contándonos una buena historia”.

El catedrático de Arqueología de la Universidad de la Laguna, Antonio Tejera Gaspar, destaca por último en el prólogo de Bentor. El Heredero, el tercer tomo de la serie, que más que hablar de la Conquista de Canarias habría que hacerlo en plural, “las Conquistas de Canarias, porque los hechos acaecidos durante la citada centuria se inician en Lanzarote en 1402, con la ocupación y conquista de esta isla y finalizan en Tenerife, en 1496, con la llamada batalla de La Laguna”.

Juan Carlos Mora nació en Santa Cruz de Tenerife en 1968 y, entre otros premios, obtuvo el que concedía la mítica revista El Víbora con la historieta corta Ola de calor. Es autor, también, de un álbum en el que ilustra el frustrado desembarco del contralmirante Nelson a Santa Cruz de Tenerife del 22 al 25 de julio de 1797.

Para más información sobre lo guanche en el cine, el cómic y la literatura les remitimos a estos enlaces publicados en este su blog El Escobillón:

Literatura:

Lo guanche victorioso. El guanche en Venecia, una novela de Juan Manuel García Ramos.

Una novela sobre los otros canarios. La Señora. Beatriz de Bobadilla. Señora de Gomera y Fierro, de Carlos Álvarez.

El corsario de Lanzarote, una novela de Francisco Estupiñán.

Entre indígenas y conquistadores.

Cómic:

Una breve historia de los cómics en Canarias.

Cine:

¡Cine guanche! Un repaso a la cinematografía que sobre los primeros habitantes de las islas Canarias se ha llevado al séptimo arte.

¡Atis Tirma! Acerca del lanzamiento en dvd de la película Tirma (Paolo Moffa y Carlos Serrano de Osma, 1954)

La isla del infierno regresa con más escenas. Nuevo montaje del largometraje dirigido por Javier Fernández Caldas y estrenado en 1999.

Ansite, un cortometraje de Armando Ravelo.

Saludos, continuaremos informado, desde este lado del ordenador.

Mal dadas, una novela de James Ross

Lunes, Noviembre 18th, 2013

“- De todos modos, no pueden colgarle el muerto a Dick –razoné–. ¿Cómo van a acusarle si no han encontrado el cadáver? En realidad no tienen ninguna prueba.

- Ni falta que les hace. Si crees que Brock Boone y John Little no pueden hacerle confesar el asesinato de Bert Ford, ya puedes ir colocándote con los tontos al fondo de la clase. A esos dos buitres les encanta sacar confesiones a tortazo limpio. Pueden trabajarse a Dick una mañana y acabará jurando que le pegó un tiro a Bert Ford y luego se lo merendó. Incluidos los huesos y el pelo.”

(Mal dadas, James Ross. Colección Al margen, Sajalin Editores)

La historia de James Ross, autor de la novela Mal dadas, es la historia de un escritor maldito. Maldito con todas sus letras.

Tras una existencia en la que desempeñó toda clase de oficios –albañil, granjero, jugador semiprofesional de béisbol– acabó malviviendo como periodista y frustrado escritor, ya que solo publicó una novela, esta Mal dadas que comentamos y que ha sido recientemente publicada en español con traducción de Carlos Mayor en la colección Al margen de Sajalin Editores.

Y todo ello pese a recibir elogios de compañeros de oficio tan poco proclives al elogio como Raymond Chandler y Flannery O’Connor, lo que lleva a meditar, durante la lectura de su novela, las razones que provocaron su marginalidad y que no levantara cabeza tras la publicación de una historia realista que nada a medio camino entre la novela social tipo Erskirne Caldwell, y el relato profundamente complejo y psicológico a lo William Faulkner.

Solo que con el estilo de James Ross.

El racismo está ahí, pero forma parte de la realidad, luego está descrito sin dramatismo ni entusiasta lectura denuncia. Es lo que hay, viene a decir el escritor, en estas comunidades rurales alejadas de la mano de Dios.

La mayor parte de los personajes de la novela son blancos, y muy pobres, muchos de los cuales se dedican al negocio clandestino del alcohol… No hay código de caballeros en este universo de parias, sino una resignada existencia cuyas frustraciones ahogan bebiendo mientras el tiempo pasa.

Mal dadas es una pequeñita pero gran novela sobre las miserias del alma humana. También una aguda reflexión sobre la codicia. La codicia como motor de una historia en lo que importa son las razones para explicar –no justificar– como hombres aparentemente normales y corrientes son capaces de saltarse la débil línea que separa la cordura de la locura cuando el fin –en este caso una importante cantidad de dinero– justifica los medios.

Narrada en primera persona por su protagonista, un granjero arruinado durante los años de la Gran Depresión, el relato narra su trabajo en un garito de carretera a las órdenes de un antiguo compañero de colegio, Smut Milligan, con generoso pulso narrativo, al mismo tiempo que reflexiona sobre el deseo por salir de la miseria en la que están envuelto sus personajes. Hombres y mujeres de la calle, inquietos, más cerca de lo salvaje que de lo civilizado en una remota población de Carolina del Norte, Corinth.

En este sentido, hay cierta confusión en encuadrar esta novela en los territorios de la novela policial. No ya porque se trata de un texto de ambientación rural –Jim Thompson hizo lo mismo a lo largo de su errática carrera– ni tampoco porque, pese a cometerse un brutal asesinato e irrumpir un sheriff al que lo mismo le da ocho que ochenta mientras mastica y escupe tabaco, se trata de un libro cuya  literatura trasciende la frontera de un género tan maleado por socorrido en los últimos tiempos.

Se aprecia, y se agradece en este sentido, que a James Ross lo que le interesa, más que el retrato criminal, sean los personajes que intervienen en el relato. En especial la voz pausada y tranquila de su narrador, Jack McDonald, y la de los personajes secundarios con los que interactúa. La mayoría de ellos náufragos que nadan en alcohol, y un sexo soterrado y caso siempre comercial, como vehículo a través del cual evadirse de la tragedia en la que han terminado por convertirse sus vidas.

Lo mejor de esta novela, demasiada adelantada a su tiempo y mucho me temo que adelantada a los nuestros también, es que Ross no emite juicios de valor ni morales. Escribe una serie de acontecimientos que si bien no tienen nada que ver con el devenir de la historia, enriquece en cuanto a situaciones y descripción de tipos se refiere. Ahí se encuentra, creo, la clave de esta historia insólita y tremendamente gótica. Es un relato de hechos, una mirada resignada y tremendamente cruel que casi parece reinterpreta El príncipe de Maquiavelo en un territorio que no tiene nada que ver con la Italia del Renacimiento.

Como lectura para reconciliarse consigo mismo, Mal dadas no es lo que se dice un título recomendable, pero sí apetecible para los que no hacen ascos de un realismo que, en ocasiones, parece que se anticipa a lo que se terminó por conocer como realismo sucio. Solo que en James Ross tiene un objeto. Su mirada sobre ese pequeño universo –que solo se mueve por la codicia– resulta tierna, aunque la ternura sabe a amarga y triste. La codicia es una fuerza destructora humana, demasiado humana. Casi tiene ecos, lejanos si quieren, a El tesoro de la Sierra Madre de James B. Traven.

Dicho lo cual, no deberían de dejar escapar esta novela. Absolutamente recomendable para reivindicar a un escritor cuya carrera literaria nació bichada.

Un maldito, ya saben, con todas sus letras.

Y algo de eso, de malditismo, es lo que planea en el protagonista de la novela. En esa voz en primera persona al que parece que la suerte le ha dado la espalda.

El escritor George V. Higgins así lo concluye en el epílogo de esta notable rareza: “La vida es dura, es muy dura. Aún más cuando no hay suerte.”

Y James Ross, como su protagonista, Jack McDonald, fue un tipo que no tuvo suerte.

Saludos, un feliz descubrimiento, desde este lado del ordenador.

Muchachos, una película de Raúl Jiménez

Domingo, Noviembre 17th, 2013

Guión y dirección: Raúl Jiménez Pastor. / Producción: Guacimara Rodríguez Alonso. /Ayte. dirección y coaching: Fátima Luzardo. /Fotografía: Raúl J. Pastor. / Montaje: David Cánovas./ Música: Pablo Cebrián, Tangatos. Intérpretes: Miguel A. Batista Rey, Antonio Cifo, Iván Prieto Abdul, Airam Hernández Molina, Héctor Castro Alonso, Manolo Guerra, Edgar García y Alba Pérez.

No sé si es consciente Raúl Jiménez del pequeño milagro conseguido con su primer largometraje, Muchachos, una cinta que irrumpe con entusiasmo renovador en un mundillo cinematográfico como es el que se cuece en las islas, tan preocupado por el sexo de los ángeles y casi siempre tan dantesco en sus pretensiones intelectuales.

Y desde esta perspectiva, Raúl Jiménez ha hecho a su manera historia.

Historia porque Muchachos mira directamente a su alrededor y muestra una realidad que está ahí. No huye de ella, sino que la revela manteniéndose al margen de discursos reivindicativos. Su objetivo, parece, es solo el de guiar al espectador en lo que es la vida cotidiana de sus protagonistas –un cúmulo de existencias cada vez más difícil por la mordida de la crisis– y a que compartan y arrastren  con ellos sus alegrías y penas manteniendo casi siempre un humilde pero constante pulso narrativo.

Mientras la mayoría de los trabajos que se ruedan en las islas prefieren divagar por otros territorios, contar relatos a veces con afortunado tesón lírico pero siempre aspirando a escapar de su geografía humana y física, Raúl Jiménez rompe los esquemas, pulveriza lo que presumía otra película rutinaria rodada en Canarias, porque baja hacia la tierra. Además, otro apunte insólito en un filme ya de por sí insólito, construye un complejo retrato coral donde se cruzan historias por la que circulan tres adolescentes, dos jóvenes sin demasiado futuro por delante; sus respetivos padres, un abuelo ilustrado y algo anarquista; un aprendiz de político y su novia…

Muchachos se localiza, aunque no se dice, en un barrio de la ciudad de La Laguna, y por su geografía se mueve toda esta fauna de protagonistas arrastrando sus penurias e inquietudes que se escribe en pantalla con una deliciosa y sonora variedad de acentos. Desde el canario más abrupto a un peninsular afincado en las islas, elementos que refuerzan el atractivo realismo –mágico en ocasiones– de una cinta que, más allá de sus flaquezas emocionales, sabe a auténtica.

Muchachos bebe de fuentes varias, aunque la más obvia es la de un cine con vocación social tan necesitado en las islas para entender lo que, humanamente, está pasando.

Para narrarlo, Raúl Jiménez hace equilibrios entre la sutil línea que divide drama y comedia y emplea para ello actores profesionales y debutantes con resultados muy afortunados.

El filme conmueve. Y se hace espacio, ese mismo espacio que buscan los protagonistas de la película. Una película que disculpa sus carencias, que el discurso tiemble, que, técnicamente, resulte a veces tan contundente y otras no tanto…

Muchachos es un largometraje independiente que ha costado dos años de trabajo, explicó Raúl Jiménez en el pase privado que ofreció el viernes, 15 de noviembre, en el espacio cultural Aguere. Y las razones resultan evidentes: indigencia presupuestaria. Aunque el cineasta supo salvarlas con imaginación y sobre todo, creo, una fe en el proyecto de la que deberían de tomar nota en el mundillo del cine canario. Más en unos tiempos donde la enlodada agua que brotaba del grifo del Gobierno regional ha dejado de manar.

Muchachos es por eso como un milagro. Una luz pequeñita pero honesta en sus intenciones que debería de obtener el reconocimiento que se merece. Quién sabe, igual recibe el empujón cuando se exhiba en el XXXIX Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.

Pero eso solo lo saben los dioses.

Mientras tanto, quédense con este título, Muchachos, y con su director, Raúl Jiménez. También con el ejército de actores que participa y por los técnicos que se encuentran detrás de las cámaras. Esperen a ver una película distinta en nuestro universo canario con ecos, afortunadamente marginados, de Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998) y otros que hubiera celebrado el  Luis Buñuel de Los olvidados.

Una película, Muchachos, que sin querer ser rompedora se coloca a la vanguardia del cine que actualmente se rueda a este lado del Atlántico.

Saludos, va por ellos, desde este lado del ordenador.