Archive for Septiembre, 2020

Sabina Urraca: “Escribo por no explotar”

Martes, Septiembre 15th, 2020

Sabina Urraca (San Sebastián, 1984) comenta que más que vasca se siente canaria, su madre es originaria de La Laguna, y más que canaria tinerfeña ya que fue en esta isla donde pasó una buena parte de su vida antes de marcharse a Madrid para estudiar la carrera de ciencias audiovisuales y sumergirse en el periodismo que se hace en la capital de España. Allí practicó un género –el gonzo– que puso de moda en los años setenta el periodistas norteamericano Hunter S. Thompson.

¿Qué es el periodismo gonzo? El periodismo de inmersión consiste en narrar unos hechos desde dentro y en primera persona. Sumergirse en una historia durante un determinado tiempo y contar la experiencia de lo vivido.

Como escritora, Sabina Urraca es autora de una novela: Las niñas prodigio (2017) e imparte talleres de literatura creativa, uno de ellos y la semana pasada en TEA Tenerife Espacio de las Artes. Recientemente y como editora hizo posible la publicación de uno de los éxitos literarios más sonados de este extraño y marciano 2020 cuando trabajó con Andrea Abreu en la novela Panza de burro (Barrett) al recoger el guante que le lanzó la editorial sevillana. En esta iniciativa, Editor/a por un libro, han participado con anterioridad Patricio Pron (editor) con Martín Rejtman y Sara Mesa (editora) con Santiago Ambao.

- Imparte un taller de creación literaria en Tenerife. ¿El escritor nace o se hace?

“Creo y lo compruebo porque mi trabajo habitual es ser profesora de talleres de escritura creativa, que la tónica –me atrevo a decirlo como generalidad– es que todos tenemos historias que contar pero no todos tienen el impulso de hacerlo. Y si lo tienen carecen de las herramientas necesarias para conseguirlo. Lo que hago en los talleres no es enseñar a escribir sino avivar las brasas de las historias que están por contar, pulsar ciertas teclas y proponer un juego literario como: vamos a intentar crear una historia a partir de una imagen, como es el caso del taller en TEA, o escribe todo seguido frases de tu abuela. A través de estos experimentos las personas encuentran su manera de narrar, su voz, y lo que quieren contar. Hay mucha gente que no es consciente de que tiene cosas que contar y que las pequeñas cosas pueden hacerse grandes con la literatura”.

- ¿Antes de la publicación de Las niñas prodigio había formado parte de algún taller literario?

“Hace diez años o algo así tuve el honor de recibir un taller en la Casa Encendida de Madrid impartido por Félix Romero y nos hicimos muy amigos. Fue el primero que me animó a escribir una novela pero no pudo llegar, lamentablemente, a leer mi libro aunque hay un personaje basado en él. Había asistido a talleres con anterioridad pero no me sirvieron demasiado por lo que recordaré el de Félix que duró solo de una semana ya que fue el que me empujó a dedicarme a escribir definitivamente. Bastó que me dijera ‘venga, hazlo’ . Escribir con la vida era el título de su taller y el tipo de talleres que desarrollo ahora están inspirados en el de Romero porque usa la autobiografía, la biografía de otros, de personas cercanas a nosotros para crear literatura. Una ficción mezclada con biografía”.

- ¿Una ficción mezclada de biografía?

“Es inevitable la mezcla de elementos, de cosas que hemos vivido y otras que nos han contado y que parecen valiosas y que tú combinas cuando vas creando. Escribo por no explotar y no creo que ningún escritor sea necesario porque son pocos los libros que hacen falta realmente. En mi caso, quise contar una historia y encontré un momento de mi vida en el que pude dedicarme a escribir y eso hice”.

- ¿Escribe para expulsar a los demonios?

“Hay una parte de eso, sin duda”.

- ¿Y cómo animaría a los lectores para que lean su novela Las niñas prodigio?

“Las niñas prodigio va de todo los contrario a niños y niñas prodigio y sí de niñas y niños normales. Esos niños y niñas que todos fuimos y que quizá querían ser como los niños que veían con fascinación en la televisión, aquellos que viajaban, los que eran tratados como héroes pero si te acercas en realidad a la infancia y le quitas esa pátina de color pastel, los niños son también crueles y perversos. Tienen una gran parte oscura y eso es un poco lo que va mostrando la novela. Una novela que cuenta la historia de una escritora que se retira a una casa aislada en el campo para intentar escribir lo que ha sido su vida y hace flash back y recuerda episodios de su pasado”.

- Como periodista ha cultivado el género gonzo, ¿que tiene de atractivo para usted el periodismo de inmersión?

“El periodismo que se me presentaba no me interesaba mucho pero hablo cuando era adolescente. Más tarde comencé a estudiar ciencias audiovisuales, escribí guiones y en un momento dado descubrí el reportaje donde el periodista contaba la historia en primera persona y se sumergía en determinadas situaciones y me di cuenta que eso era lo que llevaba haciendo toda la vida: ir a buscar cosas, sumergirme en ellas y contarlas a la gente y pensé que lo que hacía por ahí era válido también para el periodismo y comencé a colaborar en revista y periódicos al darme cuenta que la visión más clásica del periodismo igual no se adaptaba a mi pero mis textos sí que resultaban valiosos para el periodismo y los lectores. El periodismo no es tan diferente a la literatura”.

- ¿Cómo fue trabajar con la editorial Barrett para publicar Panza de burro, de Andrea Abreu?

“La editorial Barrett, que es de Sevilla, propuso una iniciativa en la que un escritor debe de editar un libro que no sea suyo sino de un autor o autora que escoja. La idea ya la hizo Sara Mesa y Patricio Pron y ahora yo. Andrea era alumna mía en el taller literario de Fuentetaja y había escrito algunos textos que jugaban ya con lo que juega en la novela. La realidad canaria a través de dos niñas de un barrio de los altos de Icod. Mi madre es de La Laguna y mi padre vasco y yo vivo en Madrid pero soy canaria aunque tenga acento godo y siempre me pareció que Canarias contaba con un imaginario, un mundo mágico y un habla increíble que debía ser dado a conocer por la literatura. Me daba la sensación estando en Madrid que la gente de la península tiene unos clichés con respecto Canarias muy enquistados y que consisten básicamente en las papas arrugadas, la playa y el muyayo cuando quieren imitar como hablamos y eso es indignante, no puedes evitar enfadarte porque Canarias es mucho más que eso, cuenta con un mundo mágico, un habla mezcla de España e Hispanoamérica y, literariamente, todo eso es una joya y no se está aprovechado por eso cuando Barrett me propuso ser Editora por un libro me decidí por Andrea. Fue una tarea complicada porque el libro no estaba escrito sino que fue escribiéndose a partir de entonces. Y lo leía y le daba ciertas indicaciones. Lo fui editando sobre la marcha a medida que ella lo creaba y, personalmente, fue fascinante observar cómo brotaba la fuerza poética y literaria de Andrea”.

- Noto en la literatura que se escribe no solo en las islas sino también en el resto de España más escritoras que escritores que apuestan por el riesgo. Son más ellas que ellos lo que hacen que la literatura se agite.

“Hay una cosa muy curiosa. En general y todo lo que digo es generalizando, si te asomabas al patio de un colegio cuando eras pequeña los chicos jugaban al fútbol y las niñas hablábamos en un rincón. Las niñas llevamos siglos contándonos historias unas a otras. No hemos hecho otra cosa que hablar entre nosotras y en la preadolescencia y en la misma adolescencia de hablar de lo íntimo, de cosas que vivíamos. Incluso, nos inventábamos las historias, mentíamos y todo eso son herramientas de escritora de ficción y no ficción. Así como siento que muchos escritores hombres se alejan de sí mismos e intentan emular a los escritores que ellos admiran, tirando más para la ficción –generalizando siempre–; en mi generación los escritores que son mujeres es como si nos hubiéramos dado cuenta de repente del poder de algo que ya sabíamos hacer: hablar y contar historias solo que ahora las trasladamos al papel. Se tratan de textos que necesariamente no hablan de ti mismo pero que usan la fuerza autobiográfica para fabricar historias. Y me alegra mucho ver todo esto porque observo a los escritores de mi generación sacando el jugo a eso que hemos tenido siempre”.

- ¿Y las redes sociales?

“Hubo un momento en el que estaba un tanto atascada porque hacía un trabajo que no me gustaba y con la aparición de Facebook comencé a publicar textos cotidianos con los que me divertía mucho por el contacto directo con la gente y que hubiera otra gente que hacía lo mismo que yo en esta red social y si bien es verdad que las redes sociales despistan mucho en mi primer libro incluí algunos textos que había publicado previamente en Facebook”.

- ¿Volvería al periodismo gonzo?

“Hay un problema grandes con la creación compulsiva de contenidos. Yo entregaba dos artículos de periodismo de inmersión a la semana y para escribirlos tienes que vivir y sumergirte en lo que vas a contar y llega un momento en el que tienes la sensación de que no estás siendo legal con los lectores pero no descarto volver siempre que tenga tiempo para escribir algo concreto y se traten de encargos serios y bien remunerados.

LA PRIMERA VEZ

A Sabina Urraca no le gusta adelantar lo que está escribiendo en estos momentos porque lo cambia a todas horas. Nos dice que en otras entrevistas ha orientado por donde irán los tiros de su nuevo libro pero que no se atreve a revelarlo ahora porque desde la última vez, la historia que masca ha dado no una sino más de dos vueltas.
Respecto a la pregunta de si recuerda cuál fue su primer libro o cómic que leyó y le dejó huella, apunta que fueron “muchísimos” aunque si se viera en la tesitura de escoger alguno diría Boy (relatos de la infancia) del escritor británico Roald Dahl, autor entre otros libros juveniles y adultos de Los gremlins y Mi tío Oswald. “Para mi fue muy importante leer Boy porque cuando lo hice sentí que esa etapa de la vida podía ser contada en un libro”. Otra narradora que ha sido fundamental en sus primeras lecturas es la austríaca Christine Nöstlinger aunque más que con los cuentos “me quedo con imágenes”, señala la escritora y periodista.

LECTURAS

En el “batiburrillo” de escritoras y escritores de cabecera, lo de batiburrillo lo dice Sabina Urraca con ironía, se encuentra de todo un poco lo que hace deducir que las lecturas que ha mantenido la escritora como la de la extensa mayoría es diversa y no solo literaria. Con esto último se quiere decir que además de libros, Sabina Urraca consume y recibe influencias desde hace mucho tiempo de cómics, tebeos, colorines, chistes, novelas gráficas porque la historieta “ha sido muy importante” en su trayectoria como lectora. En cuanto a escritoras y escritores coetáneos a los que sigue la pista, Sabina Urraca destaca a Elisa Victoria y Andrea Abreu. También a Jorge de Cascante y la historietista norteamericana Alison Bechdel, autora de Fun Home y ¿Eres mi madre?, entre otras novelas gráficas.

AUTORES CANARIOS

Sabina Urraca lee al escritor grancanario Víctor Ramírez, entre otros escritores de las islas. Le llama mucho la atención cómo Ramírez explota la oralidad en sus novelas y cuentos y reconoce que esta capacidad “me sirve de mucho”.
Otro libro canario que menciona, y éste último lo leyó mientras ejercía labores de editora con Panza de burro, es una novela clave sobre la Guerra Civil en Canarias, Sima Jinámar, del escritor y periodista José Luis Morales. Un libro que juega con el lenguaje canario rural. “Me parece una obra muy interesante y necesaria”, explica, “y me pregunto si en los colegios de las islas se informa que existen estos y otros libros en Canarias”.

FOTO: Kela Coto

Saludos, cocina, desde este lado del ordenador

Cuando venga El Rey, una novela de Luis Carlos Castañeda

Lunes, Septiembre 14th, 2020

Cuando venga El Rey es la primera novela de Luis Carlos Castañeda, un sorprendente ejercicio por recrear no solo una época sino también el carácter de los numerosos personajes que son protagonistas de una tragicomedia que aprovecha también para radiografiar las entrañas de la capital de una isla que nunca se menciona en el texto pero que se reconoce en el imaginario del lector como Santa Cruz de La Palma.

Novela de ambientación histórica que no estrictamente histórica tal y como marcan los cánones del género, Cuando venga El Rey sirve al lector para aproximarse a una realidad que no ha terminado de desaparecer en la capital palmera, construyendo una serie de personajes que, con Dionisio O’Daly a la cabeza, forman las piezas del rompecabezas o mejor de la desconcertante partida de ajedrez que plantea un libro que hubiera redondeado más su apuesta narrativa con un quién es quién de personajes al principio o al final de la obra con el objeto de no desorientar la atención del lector que, tal fue nuestro caso, tuvo en ocasiones que volver atrás y de atrás para adelante para ubicar a unos y a otros.

Con todo y salvo esta ausencia, Cuando venga El Rey se lee con entusiasmo. También con simpatía porque su autor, Luis Carlos Castañeda, no salta los márgenes de la combinación inicio-nudo-desenlace, se ajusta al principio de la novela realista y se muestra igual de preocupado por la trama que por los personajes que en ella intervienen.

La novela comienza con el descubrimiento del cadáver del doctor Mauricio Santos Padrón entre “dos postes de madera” del pequeño pero activísimo muelle de la ciudad. El muerto aparece en el momento menos indicado ya que la isla entera espera la visita del rey Alfonso XIII en unos pocos días. A partir de esta premisa comienza una investigación que desaparece y aparece en el libro a medida que se avanza en las páginas ya que lo que importa al escritor y también al lector, ese al menos fue nuestro caso, es la descripción de personajes, muchos de ellos con apellidos de familias que existen de verdad en la capital de La Palma, una ciudad que se convierte en el otro gran protagonista de este minucioso trabajo de caracteres, de retrato certero de personajes y del ambiente intelectual de una capital que disfrutó durante varios años del liderazgo pensador del archipiélago.

La tarea no era nada fácil, de ahí que resulte tan desconcertante este atrevimiento literario más en unos días donde parece que solo se demanda renovación y cierto experimentalismo. En este aspecto y a la contra, Luis Carlos Castañeda presenta una novela con espíritu más de fin de siglo que del XXI. Su lectura sabe por eso a clásico y por eso mismo se deja leer porque resulta atractivo sumergirse en esa maraña de personajes que forman el retrato de una sociedad burguesa que espera la visita de un rey. Un Alfonso XIII siempre presente y cuya anunciada llegada provoca un revuelo parecido al que mostró Luis García Berlanga en esa obra maestra del cine español que es Bienvenido Mr. Marshall y en la que todos los habitantes de un pueblo castellano se disfrazan de andaluces para recibir a los norteamericanos.

El ajedrez juega también un papel protagónico en esta historia que se bifurca en muchas otras historias, por lo que hay que observar el movimiento de los personajes como piezas que se distribuyen por el tablero narrativo.

Retrato de hombres y mujeres con sus grandezas y miserias y también de la sociedad de aquel tiempo, de las rivalidades políticas que marcaron la época y del interesante movimiento cultural que se vivía en la capital y por extensión en toda la isla aquellos años, Cuando venga El Rey propone un riguroso viaje en el tiempo –la novela se instala en un formidable y agradecido trabajo de documentación– en el que basculan las pasiones de algunos de los protagonistas. Pasiones que van desde las amorosas a las que genera la rivalidad sea política o sentimental. No decepciona así a quien vaya buscando un libro en el que además de entretener, se aprende y se entiende cómo se forjó la identidad de la capital de una isla en tiempos que ya no parecen que formen parte de la memoria colectiva.

Otro de los elementos que dan vigor a esta novela es que, precisamente, este territorio en el que vivimos, Canarias, necesita de obras de este calado para que nos cuenten con aliento realista cómo vivían nuestros antepasados. Libros, en definitiva, que revelen lo que costó sacar adelante una sociedad y una economía tan aislada que solo se abría al mundo a través del mar.

Del mar venía todo en cargueros que desafiaban el oleaje que divide al archipiélago y en estos barcos se traían noticias e ideas que germinaron en una burguesía eminentemente comercial muy preocupada, afortunadamente, por su salud intelectual. De hecho, el primer periódico de las islas nace, precisamente, en La Palma, periódico al que se sumarían otros pese al alto nivel de analfabetismo que reinaba entonces.

La novela, al margen del muerto que aparece al inicio y de las preguntas que suscita el cadáver, ¿fue un asesinato?, se extiende con generoso oficio hasta concluir en uno de esos finales que valen la pena. Como vale la pena leer este interesante documento histórico y literario que, al modo de un cuadro, nos presenta una sociedad en permanente estado de movimiento pese a la tranquilidad –aparente– bajo la que se vive en esa pequeña y hermosa capital.
No obstante, ya se sabe que tras la calma viene la tormenta. O el reflejo especular de un mundo limitado desde cualquier punto de vista por el mar… ese mismo mar por el que, anuncian los heraldos, pronto llegará el rey.

Varios escritores/as anunciados no podrán participar, por motivos justificados, en el III Festinal Hispanoamericano de Escritores

Domingo, Septiembre 13th, 2020

Los escritores y escritoras que han estado anunciados en algún momento y finalmente no podrán estar en este III Festival Hispanoamericano de Escritores, pero con quienes la organización espera poder contar en próximas ediciones, son: la poeta gallega Luz Pichel, la poeta cordobesa Ángeles Mora, el escritor francés Patrick Deville (que ya participó en el festival en su primera edición), el escritor peruano Gustavo Faverón, la escritora andaluza Lara Moreno, el traductor japonés Ryukichi Terao (que participó en la pasada edición), la poeta canaria Alicia Llarena, el novelista venezolano Rodrigo Blanco Calderón y el novelista peruano Santiago Roncagliolo. Los prescriptores que finalmente no podrán estar son el editor Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, y el crítico J.A. Juristo.

La programación del III Festival Hispanoamericano de Escritores se encuentra anunciada en la web del festival (www.hispanoamericanodeescritores.com) desde el 26 de agosto, pero antes de su publicación definitiva, y, también, después de su publicación, la organización ha debido asumir las bajas de varios autores y autoras, todas ellas justificadas y comprensibles por la situación en la que vivimos. Si en la rueda de prensa del 13 de julio la organización anunció la participación de alrededor de 50 escritores, la cifra definitiva de escritores invitados y confirmados en los días posteriores llegó a ser de 46. A partir de ese momento, la organización comprendió que, si se producían bajas, como era previsible dada la evolución de la pandemia, no debía sustituir a los escritores que no pudieran acudir al festival sino adaptar el programa y realizar el festival con un número inferior del previsto. Las sustituciones hubiesen acarreado otras contingencias y era necesario —ante la situación de incertidumbre, que no ha disminuido sino aumentado durante el último mes— minimizar las probabilidades de que esas contingencias aumentaran y pudieran convertirse en un problema para el buen fin de la organización del festival. De este modo, finalmente los escritores participantes en el III Festival Hispanoamericano de Escritores serán 36, y 16 el número definitivo de prescriptores (editores, críticos, periodistas, agentes) que realizarán alguna función en el festival.

Aún así, la organización del Festival Hispanoamericano de Escritores estima haber podido realizar un programa atractivo y meritorio, y espera que los asistentes a los actos y quienes se conecten por streaming disfruten del festival y de los participantes, entre los que se encuentran algunos de los mejores novelistas y poetas del ámbito de la lengua española.

Sí participarán en el III Festival Hispanoamericano de Escritores los escritores y escritoras (por orden alfabético): Andrea Abreu, Yolanda Arencibia, J.J. Armas Marcelo, Nuria Barrios, Jorge Eduardo Benavides, Iván Cabrera Cartaya, Yolanda Castaño, Bernardo Chevilly, Juan Carlos Chirinos, José Luis Correa, Valeria Correa Fiz, José Esteban, Olvido García Valdés, Santiago Gil, Jorge F. Hernández, Fernando León Rodríguez, Elsa López, Marcelo Luján, Aurelio Major, Nicolás Melini, Juan Carlos Méndez Guédez, Ricardo Menéndez Salmón, Bruno Mesa, Mónica Ojeda, Francisco Javier Pérez, Ernesto Pérez Zúñiga, Carmen Posadas, Blanca Riestra, Marta Robles, Anelio Rodríguez Concepción, Ana Rossetti, Andrés Sánchez Robayna, Tina Suárez Rojas, Raúl Tola y David Toscana. Además, Sergio Ramírez, que participará desde su país en conexión con el Espacio donde se celebrarán los actos, y los mexicanos Alberto Ruy Sánchez, Mónica Lavín, Hernán Lara Zavala y Gonzalo Celorio, que harán lo propio. Otros participantes serán los periodistas Carlos Santos y Eduardo García Rojas, la editora Olga Martínez (Candaya), el fotógrafo Daniel Mordzinski, la artista plástica y mexicanista Sara Kuzmiz, y, por parte del IAC, Casiana Muñoz, Romano Corradi y Carmen del Puerto. Por último, Jerónimo Saavedra intervendrá en el acto de homenaje a J.J. Armas Marcelo y Mariano Hernández Zapata en la designación de Elsa López como hija adoptiva de la isla de La Palma.

La organización del festival Hispanoamericano de Escritores les recuerda que para reservar plaza en los actos es necesario escribir al correo cultura@aridane.org, así como que la gran mayoría de las actividades estarán disponibles vía streaming en la web: https://hispanoamericanodeescritores.com/ y a través de Facebook en: https://www.facebook.com/hispanoamericanodeescritores/ y https://www.facebook.com/culturalosllanos/, y en Twitter: https://twitter.com/HEscritores.

Saludos, entre todos acabamos con la bestia, desde este lado del ordenador

Adoremos, adoramos a Silvia Pinal

Sábado, Septiembre 12th, 2020

Se convirtió en una de las grandes estrellas del cine mexicano, tanto, que incluso trascendió las fronteras de su país para trabajar en cinematografías ajenas a su acento. De todas estas experiencias salió un poco más grande de lo que sigue siendo para los millones de aficionados que todavía le rinden tributo, aficionados que la recuerdan sobre todo por las películas que protagonizó a las órdenes de Luis Buñuel, quien la dirigiría en Virdiana (1961), El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965).

Y es que el cineasta aragonés se convirtió en una obsesión para Silvia Verónica Pinal Hidalgo, conocida como Silvia Pinal (Guaymas, Sonora, 12 de septiembre de 1931), a quien abordó para ser la protagonista de Viridiana.

Cuenta la leyenda, y el cine no sería nada sin leyendas, que Buñuel le preguntó a modo de respuesta: ¿tiene productor?

–Tengo, don Luis. Aquí, mi marido.
–¿Y este señor a qué se dedica?
–Pues es “mueblero”, fabrica muebles.
–¿Y por qué querría un fabricante de muebles producirme una película a mí, que no soy comercial y no doy dinero?
–Porque me ama, don Luis.

Viridiana, que como saben los galdosianos está basada en la novela Halma y dicen que se concibió como una continuación de Nazarín (1959), ha pasado a la historia como una de las grandes películas del cineasta y, cómo no, de la actriz que juega al tute al final con un bronco Paco Rabal. Lo de tute es un guiño, entre otros muchos que se despliegan en esta película, para iniciados.

La segunda película en la que colaboraron fue El ángel exterminador y quizá sea con Los olvidados, uno de los filmes más famosos en la carrera de Buñuel de su etapa mexicana, para muchos entre los que me encuentro, la más interesante de un cineasta que contaba historias desde dentro, allá donde se encuentra el alma.

Simón del desierto fue el último filme en el que trabajaron juntos y se trata de un mediometraje de cuarenta y tantos minutos de duración donde la actriz interpreta al diablo. Y, sí, efectivamente es una de las mejores encarnaciones que se han llevado a la pantalla sobre ese tipo que vive bajo tierra según la tradición cristiana.

El filme cuenta la historia de Simón el Estilita, a quien se le atribuye la invención del cilicio, leo en la wikipedia. ¿Qué es el cilicio?, pues un aparato para provocar deliberadamente el dolor y combatir las tentaciones de la carne… Si no han visto la película pierden el tiempo lo mismo que lo pierden si no han visto ninguna del maestro o una o dos… El cine de Buñuel, como dijo un sabio, es para verlo todo, todo. Incluso los últimos largometrajes que rodó en Francia.

En fin, que tal día como hoy vino al mundo una mujer que tuvo una infancia difícil y una carrera repleta de éxitos dentro de una de las cinematografías, la mejicana, más importantes del planeta.

Una mujer que todavía continúa fascinándome pasen los años que pasen. Detrás de tan aristocrática belleza se encuentra más que se esconde el corazón de una actriz.

De una actriz y de una estrella.

Saludos, días de futuro pasado, desde este lado del ordenador

Unos invasores verdes tocapelotas

Miércoles, Septiembre 9th, 2020

Educado una buena época de mi vida por escritores norteamericanos que cultivaron la literatura de baratillo, Fredric Brown siempre ha sido uno de mis autores de cabecera clásicos. He cometido el error de leerlo traducido y en ocasiones muy mal traducido, pero sus historias estén bien o mal vertidas a mi español de andar por casa, suelen capturar mi atención. Es decir, que no suele defraudarme.

No es un escritor que se publique demasiado ahora mismo en España, y si se publica son sus novelas más conocidas y los cuentos de ciencia ficción que firmó a lo largo de una larga carrera tecleando en la máquina de escribir, por lo que quizá vaya siendo hora de rescatarlo en ediciones asequibles, de precios razonables para que llegue tanto a iniciados como a profanos de la obra de un autor, porque Brown es un autor, que malvivió caso toda su vida vendiendo sus novelas y cuentos a editoriales sin escrúpulos y a revistas que tardaban en pagarle sus colaboraciones.

Fredric Brown cultivó casi todos los géneros que alimentaron la literatura de kiosco, y en casi todos ellos fue un maestro de la originalidad, de saber contar historias y de buscar finales que dejaran noqueado al lector. Cultivó antes que lo llamaran microrrelato, el microrrelato con El final y escribió una serie de novelas de misterio que a mi, particularmente, me parecen muy atractivas como La bestia dormida y La viva imagen. También La noche a través del espejo, novela que traduce al género policíaco las aventuras de Alicia… a través del espejo. Muchos de estos libros estaban protagonizados además por dos detectives atípicos y muy originales. Dignos acompañantes de ese lugar donde acaban Sherlock Holmes, Hercules Poirot y Miss Marple como son Ann y su sobrino Ed Hunter. Se tratan de novelas lentas, que obligan a centrar la atención en los detalles para desentrañar la maraña que oculta el caso que deben de resolver.

Brown cuenta además con un libro de cuentos de misterio traducido al español, lleva por título ¡No mires atrás! Y está publicado por una editorial nacional que adoro por sus portadas y su catálogo: Ediciones Molino.

Como autor de ciencia ficción, Brown que pertenece a la vieja escuela da más prioridad a la historia y a los personajes que a la coherencia científica del relato. Coherencia que justifica con dos brochazos y para adelante. Este, personalmente, es uno de los mayores valores del escritor, y por eso comparte un generoso espacio dentro de mi memoria literaria y en el apartado de clásico porque, precisamente al no preocuparle la cuestión científica, su obra no ha envejecido sino que sigue viva ya que le interesa mucho más los personajes y la trama en la que se desenvuelven.

Una de las novelas más conocidas de Fredric Brown es ¡Marciano, vete a casa!, una divertida anomalía dentro del género de la ciencia ficción porque está escrita como una novela de humor y al mismo tiempo propone una divertida invasión de los vecinos del planeta rojo.

Cuenta la historia de un escritor de novelas y cuentos de kiosco (¿les suena?), llamado Luke Deveraux, que un buen día y mientras se recupera de una resaca de caballo se encuentra a un diminuto hombrecito verde que le dice toda clase de cosas, algunas de ellas verdades hirientes. El bicho lo suelta por mala leche y el protagonista se dará cuenta pronto que estos extraterrestres están por todas partes jodiéndole la vida a la humanidad entera, lo que provoca una enorme crisis que parece no terminar nunca.

Lo de la crisis es un tema a tomar en cuenta porque Brown describe perfectamente el caos que provoca una economía que se hunde y la psicosis que se extiende entre las personas.

No vamos a revelar como termina esta historia pero sí decirles que cuenta con un final tremendamente original que tiende a la confusión. Una confusión premeditada por el escritor que se convierte en protagonista de esta batalla para librarse de tan pesados como antipáticos invasores.

¡Marciano, vete a casa! tiene además una lectura que podrá parecer a unos peligrosamente reaccionaria y a otros peligrosamente progresista ya que, como las dos caras de una monedad, facilita este tipo de lectura política según las creencias que uno tenga en sus ideologías. No se preocupen por ello en que le sorprenda aunque masque ideas que no comparte ya que el objetivo del libro, escrito recuerdo en una década marcada por la Guerra Fría, es la de divertir al lector.

La novela tiene además la habilidad de leerse de una sentada. No es extensa, va directa al grano y los invasores más que marcianos son los duendes que dictan nuestra conciencia solo que son los gamberros y no los que nos llevan por el buen camino.

Se recomienda por eso leerla si no ve muy claro el rumbo que toma el planeta que vivimos. Todavía conserva su animosidad por ridiculizarnos como civilización. Y lo mejor es que metiendo el dedo en la llaga, hurgando en tu desgastadas ideas… solo que en vez de enfadarte te ríes aunque lo que cuente maldita gracia que tiene.

Saludos, pórtense mal, desde este lado del ordenador

Ejercicios espirituales para ‘yuppies’

Martes, Septiembre 8th, 2020

“Todo el mundo tiene que ser igual y reaccionar de idéntica forma ante una obra de arte concreta, un movimiento o una idea, y si te niegas a sumarte al coro de aprobación serás tachado de racista o de misógino. Es lo que pasa a una cultura cuando deja de importarle el arte”.

(Blanco, Bret Easton Ellis. Traducción: Cruz Rodríguez Juiz, Literatura Random House, 2020)

Bret Easton Ellis se está haciendo viejo y no le gusta. No le gusta ser viejo y no entender a las nuevas generaciones que nacieron a finales del pasado siglo XX e inicios del XXI.

Los seguidores del escritor, y no me considero un animal que pertenezcan a esta fauna, no les ha sentado muy bien su último libro, Blanco, un puñado de reflexiones en las que habla sobre sí mismo, que es lo mejor que sabe hacer, y del signo de los tiempos que nos marca como especie que vive en eso que llaman Primer Mundo. El librito, no obstante, no deja de desconcertar sobre todo por algunas de las pullas que vierte pero se queda en eso, pullas más que en una crítica razonada y objetiva de aquello que no le gusta y que ha configurado, se reitera, el sistema que se organizó a raíz del atentado terrorista a las Torres Gemelas.

Su país ya no es el mismo aunque su presidente, Donald Trump, quizá pueda hacer el milagro. En fin, eso concluye un Easton Ellis que al menos permanece leal al espíritu depredador de los años 80 del pasado siglo XX, ese espíritu voraz que intentó reflejar en American Psycho y en el que, precisamente, gente como Trump se abrió paso aplastando las cabezas que fueran necesarias.

La segunda parte del libro trata así de explicar cómo ha degenerado la raza con los millennial o generación gallina, que es como los llama; la neo censura que ha instaurado la izquierda de su país, fiscalizando cualquier sospecha que ataque la inclusión y una reivindicación a una libertad de expresión que dice que está perseguida aunque sea paradójicamente la que hace posible que su libro se publique.

Blanco está estructurado en ocho partes (Imperio, Actuar, Álter ego, Postsexo, Gustar, Tuitear, Post imperio y Hoy día) y se lee con apetitosa curiosidad porque, como casi todo lo que hace este escritor, quiere buscar pelea. Una pelea verbal, una polémica insiste que respetuosa ante un contrincante que es cualquier cosa menos respetuoso, afirma, pero idea con la que se permite arremeter contra gente (entre ellas un novio suyo millennial) y elogiar a su presidente porque es un tío con dos narices. Un caballero que dice las cosas a la cara. No como los que están enfrente, en permanente estado de guerra utilizando armas como una “autoridad moral” que, según Easton Ellos, ejercen con modos fascistas.

Lo mejor de estos escritos más que ensayos o por lo menos los más atractivos son todos aquellos en los que Easton Ellis cuenta su vida. Como muchos de su generación, esa generación X que todavía luchaba con uñas y dientes para conseguir lo que quería, el escritor confiesa que echa de menos a los yuppies y el cine de una década, los 80, que supo reflejar aquel modo de vida: ganar dinero al precio que fuera, y que reflejan filmes como American gigoló y Wall Street , películas que le sirven como referentes para justificar lo que escribe que no es solo de dinero y éxito y de fiestas regadas con alcohol y cocaína, sino de pertenecer a una clase social que mira con asco a los miembros de esa generación gallina que demasiado sensible y acostumbrada, escribe, a que le den todo hecho.

“Una vez más, mi reacción tuvo que ver con el hecho de que contemplaba a los millennial desde el punto de vista de una de las generaciones más pesimistas e irónicas que han pisado el planeta. Dependiendo de las clasificaciones de referencia, soy de los primeros miembros de la Generación X, de modo que cuando escuchaba que el ciberespacio afectaba tanto a los millennial como para llegar a convertirse en una invitación al suicidio, lo admito, me costaba procesarlo: ¿era broma? Sin embargo, hasta mi novio estaba de acuerdo en que la Generación Gallina se pasaba de sensible, en especial a la hora de aceptar las críticas”.

Si hubo un capítulo del libro que logró que al menos durante un rato llegara a comprenderlo como persona y no como escritor de éxito, millonario porque me lo gané, es el primero, que titula Imperio y en el que recuerda cómo le gustaba el género de terror (¿y a quién no si fue joven en los setenta y ochenta?). En otro segmento, se dedica a citar sus podscat donde no suele dejar títere con cabeza y más adelante escribe sobre sus novelas de más éxito: Menos que cero y American Psycho y de algunos escritores de su generación como David Foster Wallace.

Blanco es como una especie de ejercicios espirituales del cronista literario de los yuppies, un intento por racionalizar lo irracional y una mirada desagradecida a una generación, los millennial que si se merece algo es su soberano desprecio.

No sé cómo habrá sido recibido el libro en Norteamérica ya que está escrito para buscar pelea, sobre todo pelea con esa izquierda millonaria que aísla, hace el vacío, a quien no crítica a Donald Trump, el hijo predilecto, dice Bret Easton Ellis, de los ochenta. El gran triunfador de una época que fue todo menos prodigiosa.

Saludos, ¿a dónde vas, Easton Ellis?, desde este lado del ordenador