La primera imagen que tengo de Patrick Swayze empapelaba una carpeta de una compañera de estudios. Lo que significa que a su pesar, y a raíz de su muerte tal día como hoy, pasó de ser un objeto sexual a un mito cinematográfico de las dos últimas décadas del siglo pasado. En especial por el musical Diry Dancing y Ghost, filme este último que auguraba sin sonrojo alguno la moda nueva era que hoy más o menos nos rodea.
Como actor de aquellos años, Swayze nunca fue santo de mi devoción, aunque entiendo los numerosos recordatorios que se le están brindando en todo el planeta por ser el tipo que era. Y en especial por el combate que afrontó en el crepúsculo de su vida contra un cáncer de páncreas que no pudo borrar de sus ojos esa simpática franqueza que caracterizó su vida y su trabajo.
Resulta curioso que los héroes de nuestro tiempo ya no necesiten luchar contra los elementos externos sino contra lo que llevamos dentro, lo que entiendo como una especie de metáfora perversa que ataca nuestro sentido de la comodidad. Comodidad que se altera sobremanera cuando se le habla de muerte. Que son siempre dolorosas y terribles porque es un boleto cuyo gordo nos va a tocar a todos los que creemos existir.
No querría ponerme más pesimista de lo que habitualmente estoy, pero es que cuando compruebo que las leyendas de mi mocedad y juventud empiezan a desaparecer del mapa de la vida, siento un escalofrío porque noto que esa oscura señora de la que nos hablaba el viejo relato de Samarcanda, ha comenzado a llamar a nuestra puerta…
Pero no más oscuridades ni pensamientos negativos porque la vida es la forma más perfecta que conozco de asombro o perplejidad.
Los medios que han recordado hoy el fallecimiento del actor no han dejado de insistir que Swayze fue un actor guapo pero mediocre, también que tuvo la suerte de protagonizar esas dos películas anteriormente mencionadas que fueron auténticos fenómenos de taquilla de su tiempo.
A mi juicio, sin embargo, Patrick Swayze no fue un mal actor. En todo caso fue uno de tantos actores de su generación que se labró un porvenir en el cine gracias sobre todo a su físico agraciado. El problema que tuvo, como lo tuvieron la mayoría de sus compañeros de promoción, es que su paso por el cine norteamericano coincidió con una de las décadas (los 80) más olvidables de su generalmente brillante historia.
Obviando en su filmografía los dos trabajos que tanto han celebrado los plumillas de medio mundo, si tuviera que escoger en la filmografía del actor me quedaría con Rebeldes (un Coppola menor, sin la altura de su Rumble Fish) y Amanecer Rojo, del ultraconservador John Milius, una película que confieso que tengo en mi dvdteca y que por delirante y mostrar los peores fantasmas de la era Reagan, como una hipotética invasión de Estados Unidos por fuerzas militares combinadas de la Unión Soviética, Nicaragua y Cuba, es de esas que a medida que pasa el tiempo terminará por convertirse en pieza de culto.
Swayze también protagonizó un delicioso policíaco surfero titulado Le llamaban Bodhi, una película interesante si se ve con distancia, no ya por las acrobacias de aquel grupo de maleantes sobre las olas sino por su aliento hippie y rebelde. ¿Recuerdan que aquellos chicos atracaban bancos con caretas de los presidentes de los Estados Unidos? ¿Se imaginan una película así en este país que llamamos España? ¿Con un grupo de pistoleros robando sucursales escondiendo sus rostros tras la imagen de Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero…?
Los cronistas de los telediarios han olvidado, además, su participación en la buenista La ciudad de la alegría; y en una de las más desarmantes películas de cine fantástico de los últimos tiempos: la extravagante Donnie Darko. Hizo más películas, en una de ellas incluso se divirtió travistiéndose como en A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar, así que creo que por las cintas que he rememorado, Swayze ocupa un lugar privilegiado en mi memoria de espectador de los 80 y 90.
Se fue. Se ha ido. Otro pedacito de nuestra vida que pasa hacia el otro lado. Me pregunto si tras exhalar el último suspiro vio esa luz blanca que al final encontró en Ghost.
Saludos, una vez más perplejos, desde este lado del ordenador.