ADVERTENCIA
Esta tipología no pretende ser científica aunque sea resultado de largos años de observación y estudio de campo en distintas salas del mundo. Somos conscientes que muchos de estos tipos han involucionado en vez de evolucionar con el paso del tiempo y que el cine como espectáculo ya no es lo que fue ayer. No obstante, hemos descubierto que aún se conservan comportamientos constantes, como si estos quisieran resistirse a morir con el paso del tiempo. El presente trabajo sólo es un anticipo de un estudio mucho más amplio que esperamos finalizar en próximos meses.
PROFESOR FRANZ DE COPENHAGUE
EL NOSTÁLGICO.- Aquel que sigue yendo al cine pese a su elevado precio y por norma general pésima oferta. Suele ir sólo o en parejas porque rara vez se le ve en grupo. Cada vez son menos, quizá porque conocieron una forma de cine que ya no se estila. Los cursis llaman ahora a esas salas de pantalla única. El nostálgico siempre las recordará como cines. Para estos individuos salir de casa, ver una película y después tomar una copa se convirtió en un acto casi religioso. Como hoy ya no hay religiones sino fanáticos, muchos de estos nostálgicos se han encerrado en casa donde continúan viendo cine pero en la pequeña pantalla. En la soledad de su casa se han acostumbrado a no descubrir películas sino a ver las que una vez vieron en pantalla grande.
EL CINÉFILO.- Los miembros de esta especie, en contra de los nostálgicos, siguen gozando de relativa buena salud. Se los reconoce porque suelen leerse todas las revistas que van de serias sobre cine que hay en el mercado y presumen de paladar refinado. Son capaces de descubrir un mundo mágico y de colores con películas la mayor parte de las veces pretenciosas y se inflan como pavos reales cuando hablan de cine raro. Pero no porque ese cine sea raro de verdad sino porque suele resultar un tostonazo. Si te toca uno al lado, lo mejor es apartarse discretamente, no por peligrosos sino porque resultan, francamente, una panda de diletantes.
EL CINÉFAGO.- Algo así como las cucarachas pero en versión aficionados al cine. Apuntamos lo de las cucarachas porque tienen igual o superior capacidad de resistencia que tan entrañables insectos. Además, y como ellas, devoran cualquier cosa que sea imagen. Les importa un pimiento que la película sea mala o buena ya que lo que buscan es alimentarse con cualquier tipo de imágenes. No es recomendable que se le pregunte a la salida del cine qué les pareció la película porque pondrán los ojos en blanco y se pasearán la lengua por la comisura de los labios.
EL COTUFERO.- Suele ser el espectador que se pertrecha de toda clase de alimentos con alto contenido en grasa para ver una película. Dudo que le importe el filme en sí pero no el refresco, el cartucho de cotufas, chocolatinas, bolsas de papas fritas o cheetos y gominolas que sea capaz de transportar. Son multitud últimamente y miran de manera asombrada a quien acostumbra a ir al cine sin su correspondiente cátering encima. Ayudan a soportar una película mala porque uno le presta más atención a su succionar y masticar que al propio filme en sí. La cosa cambia si lo que estás viendo merece la pena. Es probable que entonces se convierta usted en un aprendiz de Norman Bates.
EL CHARLATÁN.- Francamente molestos. Son los que se ponen a hablar por el móvil o con el compañero que tenga al lado sin importarle un pimiento el resto de los espectadores. Normalmente lo que cuenta no tiene nada que ver con la película sino con una amiga que lo dejó colgado, las zapatillas de tenis que espera comprarse un día de estos o las ganas que tiene de coger vacaciones. Deberían de prohibirles la entrada porque además se ponen muy violentos si uno los manda a callar.
EL ENTERADO.- Es aquel que en medio de la película suelta un chiste o grita para que nos enteremos todos que el asesino es el mayordomo. Cuando sueltan chistes y la película no vale un euro hacen gracia. Sobre todo si es original, aunque últimamente no suelo reírme con sus chascarrillos será porque la gente ya no es tan original. El enterado se convirtió en algo así como un objeto de culto en cines de verano tan inolvidables como el de la plaza de Toros de Santa Cruz de Tenerife. Acudir a este cine era como una experiencia alucinógena, no ya por el propio cine, instalado en la arena y con la pantalla agitada por el viento, sino por la peña que perdía el rato haciendo que veía la película (¡eso sí que era cine de barrio, con la copia hecha añicos y un sonido de puta pena!). En la proyección de Lúcifer, recuerdo a un borrachito señalar a la pantalla y exclamar cuando el ángel caído levantaba a los muertos algo así como un ¡¡¡Yo a ti te conozco!!! que todavía me hace estremecer la mandíbula. Y no sé, precisamente, si de la risa. ¡Linterna!
LOS ENAMORADOS.- Parejas que van al cine no sé si a ver una película. Si son primerizos y sus intenciones aún castas, los chicos suelen meterse a ver cualquier cosa. Si no les entretiene sueles oír en voz baja a él o a ella algo así como ¿por qué no nos vamos? Ahora bien, si la cosa funciona, pueden que hasta salgan más enamorados. En mis tiempos esta especie iba al cine sencillamente a meterse mano.
EL PESADO.- O el que se te sienta al lado –independientemente de su sexo– y no para de moverse, consultar el móvil o mover las piernas como si tuviera el mal de San Vito. No hablan, pero también te puede tocar uno de esos. Si es así ¡cuidado! porque es el que llega tarde y te pide que les expliques cuánto se ha perdido de la película. O que quién es ese con la cara quemada…
EL QUE SE QUEDA HASTA EL FINAL.- Normalmente son los cinéfilos, que para ellos esto de ir al cine es como para un católico ir a misa. Cuando acaba el filme se quedan hasta el final y hacen que leen los títulos de crédito. Últimamente, y si se trata de una producción de éxito, ya no son sólo estos los que se quedan sino también todos aquellos que saben que al final hay un par de minutos de película de más.
LOS QUE SALEN NADA MÁS LLEGAR EL FINAL.- Suele ser la mayoría. Cuando acaba la sesión se levantan en tromba y como una avalancha humana se dirigen a la salida sin importarles un pimiento pisarle los callos al que se queda tranquilamente sentado en la butaca. Los más previsores escapan de la sala incluso antes de que aparezca el The End de rigor en pantalla.
EL LISTO.- Son todos aquellos que ocupan la butaca que no le corresponde pese a que la sesión sea numerada. Normalmente te cuentan una milonga para que le dejes tu sitio, como la de explicarte que no se va a llenar la sala y que hay asientos mucho mejor que el que te corresponde. Al final, o llegas a las manos o llamas al linterna (acomodador) para que se vaya a hacer puñetas.
LOS PURISTAS.- Esta especie va un poco más lejos que la de los cinéfilos. Normalmente se colocan en las butacas que estén más próximas a la pantalla y se quedan en la sala hasta que desaparecen los títulos de crédito. Son, generalmente, más hombres que mujeres y suelen ir solos al cine.
EL FRIQUI.- Se han multiplicado. Y gran parte de culpa la tiene la puñetera Guerra de las galaxias. Hoy la película puede ser Batman, Iron Man o las del Harry Potter, y siempre se tratan de segundas, terceras o cuartas entregas. Los localizas porque entran en la sala con los ojos inyectados en sangre y notas su nerviosismo a distancia considerable. Esto de estar nervioso es porque esperan como agua de mayor ver la segunda, tercera o cuarta entrega del éxito de turno. A veces, incluso, van disfrazados de sus personajes favoritos.
LOS ROMÁNTICOS.- Haberlos haylos sólo que ya son pocos. Se refiere a aquellos espectadores que si les gusta la película suelen aplaudir al final. Apenas se les hace caso, pero debo de confesar que una de mis experiencias más placenteras con esta especie me sucedió viendo en Madrid la primera parte de Érase una vez en América y Brazil. Fui de los que aplaudí.
EL CABREADO.- Cuidado con éste. O ésta. Sobre todo si te toca al lado. Se trata de un animal lleno de mala leche y si puede provocará una pelea con el que tiene al lado para amargarle a la víctima la que suponía iban a ser dos horas de relax. Recuerdo todavía como en una sesión suspendieron la función porque uno de estos cabestros se lió a puñetazos con un pobre muchacho. Al final tuvo que intervenir la policía.
LOS SUBIDOS DE TONO.- Probablemente sea una de las experiencias más agradables o desagradables que le puede pasar a uno dentro de un cine. Póngase en situación: está viendo una película y siente como una mano se coloca encima de su pierna o como un pie roza con el suyo. Mira de reojo para descubrir quién es el autor o autora de esta seducción y el chasco puede ser mayúsculo si observa que quien se le insinúa es algo así como el primo/a hermano/a de Quasimodo. Si ánimo despectivo por el tal Quasimodo.
EL DEL SHHH.- Son esos que no paran en mandar a callar. Y no sólo a los que tienen la manía de hablar sino a quien se mueve en su asiento o despega, procurando no hacer ningún ruido para no molestar, el envoltorio de un caramelo. Deben de creerse importantes. Lo mejor es responderles con otro shhh.
LAS CHICAS DE ORO.- O grupo, generalmente de señoras, de la tercera edad que va al cine porque es probable que no tengan nada mejor que hacer. Lamento decir que las que me han tocado suelen ser bastante escandalosas y que ahí he tenido que ser yo quien las llamara al orden con el dichoso shhh. No te hacen puto caso.
LOS NIÑOS.- Creo que fue Alfred Hitchcock quien dijo en cierta ocasión que detestaba rodar con niños. He llegado a la misma conclusión como espectador de cine: detesto ver una película con niños, sobre todo si van acompañados de sus padres, que es cuando los enanos se crecen ante la adversidad de todos esos adultos que también una vez fueron niños. Resulta no obstante un público inevitable si usted se mete en una de dibujos animados.
LOS BEBÉS.- No me considero un Herodes pero nunca he entendido cómo alguien puede llevar a un recién nacido al cine. No pasa nada si el crío duerme plácidamente pero si despierta y se pone a llorar soy de los que se le pone la piel de gallina. Debe ser algo que llevamos dentro, pero el llanto de un niño son de esas cosas que desarman. Ni los del shhh son capaces de decirles shhh.
EL GAMBERRO.- El que va al cine a putear. Y putear de muchas formas. Habla, tira cotufas al que tiene enfrente, enciende un cigarrillo, lanza eructos en sensurround, etc, etc… Obviamente, va al cine no por la película sino para putear. No es un tipo feliz, pero cuidado con él si va en grupo.
Y LOS DEL GRUPO.- Generalmente son pandillas de adolescentes y hacen del cine una fiesta con sus gemidos. En la actualidad se les puede localizar sobre todo con las películas de la saga Crepúsculo. Personalmente, lo considero como un espectáculo añadido a estos filmes. Hacen hasta obligatorio que veas ésta y otras series similare en un cine.
Saludos, desde Copenhague, desde este lado del ordenador.