Reseñamos en este post, otro post imposible, a una serie de escritores que se han puesto detrás de las cámaras en la mayoría de las ocasiones para adaptar al cine algunas de sus novelas y relatos, también historias originales que no despertaron demasiado entusiasmo en la taquilla, así como entre sus lectores, la mayoría de los cuales coinciden en los resultados más que discretos, y en muchas ocasiones penosos, que obtuvieron cuando apostaron dejar la pluma para ponerse detrás de las cámaras y gritar ¡acción!
Hay numerosos casos de escritores tránsfugas, alguno de ellos con mucho éxito en la literatura pero perfectamente olvidables como cineastas. También un desmadrado egotismo digno de estudio psiquiátrico, aunque Mike Spillane solo escribió y ¡protagonizó a su rudo detective privado, Mike Hammer! en Cazadores de mujeres (The Girl Hunters, Roy Rowland, 1963); o el de excelentes escritores que encontraron en el cine un medio de expresión igual de perfecto que su literatura, Pier Paolo Pasolini, Edgar Neville, Michael Crichton y David Mamet, entre otros probablemente.
Pero son excepciones ya que la pauta general es que el escritor que prueba a ser director de cine no brille, precisamente, por su calidad. En este sentido, parece otro, como otras son las adaptaciones al cine de sus historias que han escrito y dirigido otros.
En una lista imaginaria de fiascos escritor/cineasta, creo que el primer puesto lo debe ocupar Stephen King con Maximum Overdrive (1986), donde adapta y estira su relato corto Camiones con resultados francamente mediocres.
En casilleros siguientes podría ubicarse a Michel Houellebcq y su La posibilidad de una isla (2008), rodada prácticamente en Lanzarote, y Manaos, de Alberto Vázquez Figueroa.
En cuanto a escritores que como cineastas parecían prometer otra cosa pienso en William Boyd y su película La trinchera (1999) y Paul Auster, el escritor estrella para los que necesitan leer un libro que esté firmado por un autor con pedigrí intelectual, que ha probado en varias ocasiones ponerse tras las cámaras en cintas de corte independiente como Smoke y Blue in the Face (1995), ambas codirigidas con Wayne Wang; o ya a solas en películas como Lulu on the Bridge (1998) y La vida interior de Martin Frost (2007).
Otros escritores que procuraron antes forjarse una carrera como novelistas y guionistas fueron Ben Hecht y Dalton Trumbo, pero pasarán a la historia no por sus novelas ni por las películas que dirigieron, sino como guionistas. Un caso similar y objetivamente salvando las distancias al de los españoles Gonzalo Suárez, David Trueba y Ray Loriga.
Sí que supo mantener un equilibrio entre su literatura y el cine Jose Giovanni o iluminados para algunos estrafalarios como Alejandro Jodorowsky, películas como La montaña sagrada (1973) y Santa sangre (1989) cuanto menos continúan desconcertando, aunque considere el mejor del grupo Pánico a Roland Topor, productor y guionista de una fascinante cinta de animación: El planeta salvaje (René Laloux, 1973).
No me disgustaron en su día pero hoy no aguantan un asalto los flirteos como cineasta de Clive Barker en títulos como Hellraiser (1987), Razas de la noche (1990) y El señor de las ilusiones (1995), así como los de William Peter Blatty, el autor de El exorcista, que se atrevió a dirigir su tercera entrega, El exorcista III (1990) y La novena configuración (1980), que no he tenido la oportunidad de ver.
Somos conscientes que existen más nombres, y que se nos escapa alguno fundamental, uno de esos tipos cuyo talento logró derramar tanto en sus novelas como en sus películas, pero por mucho que nos estrujamos la cabeza y se consulte en la red, que para estos anodinos asuntos suele prestar un gran servicio, no he encontrado más aportaciones de literatos que oficiaron y oficien como cineastas, pero haberlos… haberlos hay.
Estamos completamente seguros.
La tentación de probar cosas diferentes es inherente a la condición humana, y si esto contribuye a reforzar el ego, mucho mejor porque la autoestima debe de estar al alza, aunque en ocasiones lo mejor sea dedicarse a lo que saben hacer mejor: escribir.
Stephen King olvidó la idea de ser director de cine tras el catastrófico fracaso de Maximun Overdrive. Vázquez Figueroa dirigió alguna película más pero optó por dedicarse a lo suyo, la misma reacción de Michel Houellebecq, que ahora hace de sí mismo en una película donde lo secuestran unos chalados.
Intentaremos en otros post repasar la trayectoria de los cineastas que en un momento u otro de sus carreras tontearon con la literatura pero mucho me temo que los resultados sean más o menos parecidos a los escritores que alguna vez asumieron el protagonismo de convertirse en directores de cine…
Las puertas continúan abiertas. Y lamentos como siempre las ausencias, nada premeditadas.
IMÁGENES
1.- Stephen King hace que actúa en Maximum Overdrive.
2.- Michel Houellebecq en el rodaje de La posibilidad de una isla.
3.- Paul Auster, Harvey Keitel y Wayne Wang en una pausa del rodaje de Smoke.
4.- Clive Barker acompañado de Pinhead (Doug Bradley) en una fotogaría promocional de Hellraiser.
Saludos, se ha dicho, desde este lado del ordenador.