Hace viente años se estrenó en cines La isla del infierno, una película que ha ido creciendo con el paso de los años para convertirse en un título de culto dentro de lo que se podría denominar cine canario. Su director fue Javier Fernández Caldas (Santa Cruz de Tenerife, 1963), quien evoca transcurrido toda esta cortina de años un rodaje de locos que lo llevó a pensar que en vez de dirigir una película dirigía un psiquiátrico, y autor, con todas sus letras, de uno de los largometrajes más gamberros de un cine que, como el español, necesita tanto reírse de sí mismo.
La isla del infierno se estrenó los días 16, 17 y 18 de noviembre en los Multicines Tenerife (Alcampo de La Laguna, Tenerife) y en los Monopol, de la capital grancanaria, el 14, 15 y 16 de diciembre.
- Veinte años después, ¿cuáles son sus impresiones de la película?
“Una obra maestra. Mi lucha por reivindicar al guanche de a pie. Ahora en serio, pues que me sorprende, por un lado, haberme metido en una producción tan complicada para ser una ópera prima, y por otro, haber conseguido una factura, en algunas secuencias, tan impecable que a priori no pensaba que conseguiría”.
-¿Cómo se puso en marcha la producción?
“Empezamos casi desde que terminamos el rodaje de frágil, mi segundo corto, a finales de 1994 (que fue cuando me notificaron que me habían concedido la ayuda). Nos habían prestado una nave industrial en Geneto, y desde enero de 1995 empezamos a trabajar en el atrezzo de la película y con los decorados del interior del barco. Delegamos todo lo relacionado con el mundo aborigen a el grupo Alfar y nosotros nos centramos con Enrique Cichosz en el diseño del vestuario y todo la parte de los piratas. Habíamos pedido una ayuda al gobierno de canarias en 1993, Miguel Toledo, Manuel González Mauricio y yo. El proyecto se llamaba Guanche y desde entonces empezamos a colaborar con Enrique Cichosz, que nos hizo unos bocetos espectaculares. Pero la ayuda nos fue denegada y cada uno cogió su camino. Manuel realizó su proyecto San Borondón; Miguel se centró en Esposados y yo con Frágil. Todos ya se habían olvidado de los guanches menos yo, que lo volvi a presentar a las ayudas y me dieron la subvención”.
- En estos veinte años nos han dejado algunos de los actores que participaron en el filme como Pepe Conde, Arturo Soriano, Domingo Regalado (Rosario Miranda), Pedro Paz… ¿qué recuerda de cada uno de ellos?, ¿qué aportaron con su trabajo al largometraje?
“Tenían mucho carisma y personalidad. Pepe Conde: Era un tío elegante, magnético, volvía locas a las mujeres y a los hombres y conjugaba muy bien el ambiente chic y pijotero del mundo de la moda de los ochenta, con una extraña dosis de espiritualidad y misticismo que le alejaron del entorno frívolo y drogata de esta época. Quizás por esto sobrevivió a una generación de la que muchos se quedaron por el camino. Quien me iba a decir a mi que siete años después de aquel encuentro en Madrid iba a rodar con él de protagonista en La Isla del Infierno. Le recuerdo enfundado en aquel abrigo de terciopelo rojo, botas de cuero hasta las rodillas, prótesis en el pelo, bromeando y de buen royo con todo el equipo. Y así hasta el último día que duró el rodaje (casi tres meses). La verdad es que tuvo mucha paciencia.
La última vez que le vi fue hace un año en el aeropuerto de los Rodeos y le encontré muy bien. Hacía años que no nos veíamos y mantuvimos la típica conversación de aeropuerto: -si yo sigo por Madrid-. –ah pues yo estoy haciendo una serie y me voy a Las Palmas, pero cuando vuelva por Madrid nos vemos-. -A ver si es verdad-. Nos dimos una abrazo y cada uno entró por su puerta de embarque; como si las puertas de embarque de los aeropuertos marcasen la línea de nuestros destinos. Aquel último abrazo lo recuerdo hoy con ternura y me quedo con su sonrisa.
Arturo Soriano cuando yo era un pibito ya era una estrella. Tocaba en un grupo (El gran calavera) hacia shows musicales en el mítico local de Santa Cruz Espacio41 y espectáculos inclasificables, entre la performance y el cabaret. Recuerdo que hacia una versión muy graciosa de Lili Marleen. Protagonizó un cortometraje de mi compañero de clase de la Facultad Isidoro Álvarez, que mas tarde sería cámara en la agencia Efe y que también hizo de cámara en El último latido; y ganó el mejor premio de un festival que había de súper8 en CajaCanarias. Hace un papel corto pero memorable en Esposados y también en Frágil, mi segundo corto y en un capitulo de mi serie La noche del crimen. En La raya de Andrés Koppel hace de un cura de lo mas inquietante. Qué quieres que te diga, que era un genio que vivió muy deprisa y que tras esa fachada de bohemio punky escondía a un niño travieso, ingenuo y maravilloso”.
Conocía a Pedro Paz desde que fui a estudiar a Madrid, por el año 84 coincidimos en el TAI (Taller de Artes Imaginarias) haciendo un corto, el de actor y yo de ayudante de dirección. Muchos años después coincidimos en festivales de cortos (Alcalá de Henares, Elche…), en el festival de Alfas del Pi yo competía con El último latido y él con Mejor no hables, que interpretaba Rosy de Palma y ganó el muy jodido. Era un buen tío y amaba el cine.
Domingo Regalado es para mi el personaje mas inquietante de la película. Recuerdo que alguien me mando una foto de Domingo y desde que la vi lo tuve claro, va a ser el malo de la película. Era un ser muy especial y me confesó que jamas soñó con ser actor. Mi secuencia favorita de la película es en la que aparecen Domingo y Luis Herrera en el bosque”.
- También nos dejó Enrique Cichosz.
“Enrique Cichosz fue fundamental para el story board. Tuve la suerte de trabajar con él en varias ocasiones. La primera vez con La isla del infierno y después con el story board de unos cortometrajes que rodamos para la Consejería de Sanidad. El no se limitaba a dibujar, el creaba al personaje directamente, los construía con maestría. Y era rapidísimo, lo esbozaba con el lápiz a toda velocidad, hasta perfilar los gestos, el movimiento, y cuando nos gustaba, se lo llevaba a casa y lo tenía perfectamente terminado al día siguiente. Era una gozada trabajar con él”.
- Diría que La isla del infierno más que una historia sobre los aborígenes canarios es una película de aventuras al estilo clásico, ¿qué atractivos tiene el género para usted para que terminara rindiéndole el homenaje que le hace en este largometraje?
“Los géneros tienen elementos muy característicos que te hacen sentir cómodo cuando los reconoces. Me pareció oportuno que el tratamiento de la película fuese una mezcla entre el western y las películas de aventuras, barcos, lugares desconocidos, personajes excéntricos. Mi idea era darle un toque de cómic, de tebeo de aventuras en la línea del Capitán Trueno pero en el siglo XV y con guanches. Y un enfoque juvenil, en la línea de los colorines que se vendían en los kioscos en los años 70 y 80. Una película de las 4 de la tarde”.
- Imagino que anécdotas mil…
“La verdad es que para el ambiente tan estrambótico y loco que había, la gente se portaba bastante bien, todos menos los Templarios, que había que tener cuidado durante el rodaje porque se me desaparecían. Yo al final me conciencié que era como una especie de director de un psiquiátrico”.
- ¿Cuáles fueron las escenas más difíciles y por qué?
“La batalla en Chío y sobre todo el rodaje del Hermético bajo el agua. También fue duro el rodaje del barco en Agaete, mucha gente del equipo mareaba y el barco se movía muchísimo. Yo no mareo y la verdad fue uno de los momentos mas maravillosos del rodaje. También fue muy duro el rodaje de las cuevas en Santa Cruz, rodajes de noche y tragando humo de las antorchas”.
- ¿Cómo fue la elección del reparto? El filme cuenta con personajes impagables como el Hermético, los caballeros templarios, el pigmeo, el avestruz. ¿De dónde salió toda esta gente?
“La primera vez que vi a José Conde fue a finales de los ochenta en la mítica discoteca Pachá de Madrid. Él era una estrella internacional de la publicidad, yo acababa de terminar la carrera y trabajaba de ayudante de producción en la productora de Elías Querejeta. Alguien me lo presentó. Me pareció un tipo muy simpático. Él acababa de rodar un espectacular anuncio de una marca de coches en el que huía en una trepidante persecución a lo James Bond. Quien me iba a decir a mi que siete años después de aquel encuentro en Madrid iba a rodar con él de protagonista en La Isla del Infierno. El resto del cásting fue a través de una convocatoria que hicimos en la Universidad de La Laguna y aparecieron cientos de personas por la nave donde trabajábamos en Geneto. También fuimos al Castillo de San Miguel a por jinetes y acróbatas y ahí descubrimos a Modov Fall, que hace el papel de negro enano y unos cuantos mercenarios. El resto eran amiguetes con pinta curiosa como los templarios(muchos provienen del mundo de la música) .Una de las que apareció por la nave fue Toni Acosta, que nos pareció ideal desde el primer momento en que la vimos”.
- En una ocasión llegó a decir que el cine es como el fútbol. ¿Cómo el fútbol?
“Me refería al cine comercial. Porque ambos están sometidos a las reglas del star system. Si no tienes a Messi o a Cristiano Ronaldo, no vendes camisetas ni llenas estadios; lo mismo ocurre en el cine, si no tienes a Brad Pitt o a Scarlet Johansen no llenas las salas. Por eso a los equipos de fútbol que están en segunda división les cuesta tanto subir a primera. Cuestión de presupuesto”.
- ¿Cómo observa la situación del cine en Canarias?
“Está muy bien que vengan a rodar los americanos y que dejen dinero por aquí, pero debería cuidarse un poco mas a los autores canarios mediante nuevas formulas fiscales que contemplen también producciones mas modestas en las desgravaciones fiscales”.
- Y además de los adelantos técnicos y el abaratamiento de costes, ¿qué diferencia el trabajo que puso en marcha su generación, cineastas como Juan Carlos Fresnadillo, Andrés M. Koppel, Miguel Toledo, con el actual? ¿Han cambiado mucho las cosas desde que rodó La isla del infierno?
“Pues que se esta poniendo la cosa muy complicada. Ya no hay espacio para los productores independientes. Antes se producían casi cien largos al año, de los que veinte recibían ayudas cuantiosas y los restantes, aunque menos, podían optar a algún tipo de ayuda. Ahora se promocionan solo ocho grandes películas, apoyadas por las tres grandes televisiones, A3, Tele5 y TVE, financiadas por estas y por el Ministerio de Cultura que se lanzan como grandes acontecimientos, bombardeando con publicidad desde sus canales y vendiéndolas como la película del año. Las películas que no entran en este grupo de las ocho elegidas directamente no existen. No tienen ninguna posibilidad de sobrevivir ya que nadie sabe que existen puesto que no disponen de medios para promocionarse. Solo interesan formulas de éxito económico garantizado, formatos de programas franquiciados o guiones basados en Best Sellers. Ya no interesan los autores, interesan las formulas para el éxito. No digo que todo lo comercial sea malo ni todo lo no comercial o el cine de autor sea bueno pero creo que para que la cultura de un país sea rica (y te pongo como ejemplo el modelo francés que combina perfectamente las producciones comerciales con las de autor) haría falta destinar ayudas a proyectos mas arriesgados, que apuesten por la innovación y la creatividad, sin condicionantes económicos. Habría que buscar el equilibrio necesario para que pueda convivir el cine comercial con el cine de autor”.
- ¿Y por qué La isla del infierno?
“Siempre me fascinó el mundo aborigen y desde que empece a estudiar en Madrid ya tenia la idea en la cabeza de hacer una película sobre los guanches. Me parecía que era una época con mucho jugo cinematográfico, el contraste entre las dos culturas, la de los conquistadores y los conquistados”.
- Si tuviera la oportunidad de rodarla de nuevo, ¿qué es lo que cambiaría?
“Muy poco. Hay una escena en el guión que luego eliminamos que me quedé con ganas de rodar. Era un ritual guanche para invocar la lluvia. También haber esperado un poco para encontrar un coproductor y distribuidor antes de rodar la película”.
- ¿Cómo ha funcionado el filme en el canal Troma?
“Se ha vendido en canales digitales en Asia y por ahí, pero ahora no lo sé exactamente”.
- Y por último, ¿proyectos?
“Ando en un proyecto de largometraje titulado El Jugador Turco, que está basado en una historia real, la del barón Von Kempelen, un inventor e ingeniero austrohúngaro que diseñó la primera máquina de inteligencia artificial: el jugador turco, un autómata con aspecto de árabe que jugaba al ajedrez. Llego a jugar con Catalina la Grande y hasta con el mismísimo Napoleón, ganándole la partida en pocas jugadas (se conserva la jugada en Internet). Años después se descubrió que la máquina era un fraude; un mutilado de guerra polaco movía las piezas desde el interior de la maquina. Mi historia de la vida de ese soldado polaco llamado Woyzek, que huye de Rusia (en plena guerra contra Polonia) escondido dentro del autómata. Han colaborado en el guión Guillermo Carnero, Carlos Ceacero y el escritor tinerfeño Juan Royo”.
(*) En la segunda imagen se puede ver de izquierda a derecha a Javier F. Caldas, Enrique Cichosz y Shane.
Saludos, no por mucho madrugar…, desde este lado del ordenador