Archive for Abril, 2020

Total Khéops, una novela de Jean-Claude Izzo

Martes, Abril 21st, 2020

Imitamos de los franceses el nombre con el que conocemos al género. Una literatura que además de policíaca aunque sus protagonistas no sean policías sino detectives privados, periodistas pasados de vuelta o ladrones y asesinos, acuña un tipo de novela que, como en Francia, se denomina como negro. En Francia surge además en los años setenta el neo polar, movimiento que renovó el género policial francés y que se caracterizó por su politización –aún resonaban los ecos del mayo de 1968– y violencia. Entre sus autores, se encuentra Jean Patrik Manchette, uno de los más influyentes.

Con el paso de los años, el noir se ha instalado perfectamente en la literatura francesa así como también en su cine y en los cómics. Francia cuenta con un notable pasado en esta literatura, tendencias que tras el boom que vivió el género durante las primeras décadas del siglo XXI, continúa ocupando un capítulo importante. Tanto, que es habitual que surjan nuevos nombres cuyos relatos trascienden fronteras.

Uno de los últimos grandes escritores franceses del género fue de ascendencia italiana y española, su nombre, Jean-Claude Izzo, a quien debe considerarse como el gran autor de novelas negras de su tiempo, mediados de los años noventa del pasado siglo XX.

La aportación de Izzo al género fue generosa. Y no solo por la creación de un personaje que se hizo sitio a codazos en la galería de la fama de antihéroes que forma este género, sino también por el alto contenido social que respiran al menos las tres historias que protagoniza Fabio Montale, un personaje que tiene mucho de Izzo.

Como en toda novela negra que se precie, el otro gran protagonista de la trilogía Montale es la ciudad de Marsella. Una ciudad portuaria, la tercera de Europa en cuanto a tráfico marítimo se refiere, tremendamente urbana, corrupta por las mafias que intentan hacerse con el control del mercado negro y por encima de todo, mestiza.

El escritor inició la serie con una novela que en su día publicó Akal con el título de Total Khéops, y en ella se reúnen ya todas las características del personaje y de la amplia y rica galería de secundarios que lo rodearán en las siguientes, Chourmo y Soleá, entregas donde Montale se hace más escéptico si cabe del que conocimos en Total Khéops.

Franceses de origen magrebí e italiano, senegaleses y algún hijo de españoles con pasado republicano, forman el caldo de cultivo de los bajos fondos de Marsella, una ciudad donde se vive al límite y en la que la xenofobia, la marginación y la satanización de inmigrantes es algo así como el pan nuestro de cada día.

En este escenario aparecen cadáveres, se inicia una investigación, da tiempo incluso para el romance y se combate contra un enemigo invisible que no es un virus sino hombres que manejan en la sombra los hilos del submundo y por lo tanto del poder. Por ahí asoma la extrema derecha y los contactos que mantiene con la mafia marsellesa. Son negocios, negocios que hieden a muerte y que Izzo describe con aliento casi periodístico. Entre todo este entramado, de amores que fracasan, muertes demasiado tempranas y por eso desconcertantes y amigos que no lo son y enemigos que tampoco parecen que lo sean, Jean-Claude Izzo concibió un fresco creíble y con identidad propia.

En estos días de encierro voluntario, recomendaría a los que están cansados de tantas noticias sobre el Covid-19 y de ver el televisor, que abran un libro de Izzo si tienen la oportunidad de pescarlos en la red, y sumergirse en su lectura porque son palabras mayúsculas y anticipa a que nos hagamos una idea de hasta donde se puede llegar cuando todo, todo, parece perdido.

Saludos, ya era hora, desde este lado del ordenador

En París, un día como tantos

Lunes, Abril 20th, 2020

El escritor y traductor José Aníbal Campos nos autoriza a reproducir este artículo que recuerda que tal día como hoy, 20 de abril, hace cincuenta años del fallecimiento del poeta Paul Celan

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El 20 de abril de 1970 es, por esas fechas, un día como tantos otros en la capital francesa. Continúan las manifestaciones y protestas de estudiantes y profesores; llegan de Vietnam noticias cada vez más atroces. El diario Le Monde anuncia en un breve artículo la celebración de unos actos conmemorativos por el 25 aniversario de la liberación de los campos de trabajos forzados. Los integrantes de una asociación de víctimas en el distrito de Villejuif se reunirán para tratar varios temas que son objeto de preocupación para los asociados: su reconocimiento oficial como víctimas, la eventual suspensión de sus ejecuciones hipotecarias, pensiones anticipadas al cumplir los 60 años, la inauguración de un monumento en Père-Lachaise y –cómo no– el resurgimiento del fascismo y la lucha por la paz.

Algo más sabemos de esa reunión: en ella brillaría doblemente, por ausencia, un hombre que por derecho propio bien pudo estar entre sus asistentes, pero que ese día (o el anterior; no se sabe bien) decidió, en un temerario y definitivo acto de acrobacia (un salto al río Sena desde el puente Mirabeau), poner fin a todos sus posibles problemas hipotecarios pasados, presentes o futuros, a sus temores ante una vejez de renta precaria o de cara al resurgimiento de un fascismo más o menos camuflado que él ya había sabido calar como nadie en los ambientillos culturales de su lengua literaria.

Había arribado a París 22 años antes procedente de Bucarest, tras una estancia de seis meses en la Viena de la Guerra Fría, ciudad en la que, como una huidiza silueta escapada del filme El tercer hombre, cosechó unos vertiginosos primeros éxitos literarios que no consiguieron aligerar el peso de saberse en unas calles donde ex adeptos más o menos fervientes del nazismo empezaban a ocupar puestos claves en la vida pública. La estancia en Viena significó una especie de nuevo bautismo: llegó a la capital danubiana con el nombre de Paul Antschel y salió de ella portando la identidad con la que, sin pretenderlo, se convertiría en el símbolo literario de todas las asociaciones de víctimas del nazismo a lo largo del planeta.

Es manido asociar la figura y la obra de Paul Celan a su condición de víctima del Holocausto, pero, por endebles que sean algunas interpretaciones que sólo ven en un poeta tan complejo a un hombre torturado, incomprendido y de vocación quasi mística, vale la pena recordar, un día como hoy, que lo esencial de esa obra poética sigue siendo la consecuente y subversiva deflagración de la lengua en aras de rescatarla de los poderes que la pervierten (algo que no es patrimonio único de los fascismos de venales banderas), pero muy especialmente de quienes hacen un (ab)uso más frecuente e irresponsable de ella: a veces, incluso, los propios poetas.

En estos últimos días, abordado desde varios rincones para que escriba sobre un poeta cuya obra conozco relativamente bien, he estado repasando alguna bibliografía (antigua y más reciente) y varios viejos apuntes sobre el autor de la Bucovina. Cada vez más interesado, sobre todo, en la historia de la recepción de Paul Celan en España, me he encontrado con dos documentos muy reveladores sobre Celan escritos por quien tal vez sea el escritor canario que con mayor atención y profundidad haya leído al poeta de Czernowitz (tanto su obra traducida como, muy especialmente, su vertiente como traductor/ensayista) y contribuido a la divulgación de aspectos poetológicos de la modernidad que seguirán siendo imprescindibles para la obligada lectura y relectura de una obra que se revela como inagotable. Me refiero a Andrés Sánchez Robayna.

Se trata de un puñado de «poemas rumanos» que yo no conocía, y que ahora me han sido de gran utilidad en mis indagaciones sobre un periodo creativo de Paul Celan no tan estudiado entre nosotros: su llamada «etapa surrealista». Los poemas fueron publicados en junio de 2004 en Letras Libres, en una traducción de Robayna realizada a cuatro manos con Lilica Voicu-Brey.

El otro texto, también publicado en Letras Libres un año después, no es menos relevante. En su reseña al libro de Peter Szondi Estudios sobre Celan (compilado por Jean Bollack y traducido por quien es sin duda alguna, en la actualidad, el más importante estudioso de la obra de Celan en España: Arnau Pons), Sánchez Robayna destaca precisamente el aspecto con el que Szondi revolucionaría en su momento, años 70, la hermenéutica celaniana. Allí, el poeta grancanario apunta: «La pregunta que el crítico se formula es del todo pertinente: “¿Hasta qué punto la comprensión del poema depende del conocimiento de los datos biográficos e históricos?” Más aún: “¿Hasta qué punto el poema está condicionado por elementos que le son externos, y hasta qué punto semejante determinación de lo que es ajeno puede quedar abolida por la propia lógica del poema?” Szondi fue el primero en llegar a la conclusión de que cualquier acercamiento a la obra de Celan sería insuficiente si no se establecía un equilibrio entre el texto mismo y las circunstancias externas que lo condicionaron.

Según Peter Gossens, perteneciente a las nuevas generaciones de germanistas que se han ocupado, con resultados más que notables, de la obra celaniana, Szondi admite que ambos aspectos, en Celan, se hallan en un mismo nivel de la balanza, por lo cual es preciso tenerlos en cuenta por igual a la hora del análisis. Bollack, de quien es discípulo Arnau Pons, va un paso más allá y plantea la pertinencia de atender con exactitud al Datum (a la fecha) como base interpretativa de los textos.

Pero hay más: con independencia de estas dos publicaciones ahora para mí tan útiles (o de otros textos críticos de Andrés Sánchez Robayna que yo desconozca), basta hojear los índices cronológico y alfabético de la revista Syntaxis (publicado en el catálogo de una muestra conmemorativa organizada en TEA en 2013-2014) para corroborar que ha sido la labor divulgativa del poeta y profesor canario a la que al menos dos generaciones de escritores deben su familiaridad con principios de creación y reflexión poética que forman parte de la órbita del gran poeta de la Bucovina. Aunque Celan no figura expresamente en el índice, la lista de nombres que pueden relacionarse con su obra es enorme, empezando por el propio José Ángel Valente, al que, aun desde una postura crítica personal en lo que atañe a varios aspectos de su labor como traductor de Celan, hay que reconocerle el hecho de haber sido de los primeros en leer y divulgar esa obra y—lo más relevante—en hacer de ella una apropiación creativa en beneficio de la obra propia, tan influyente, hasta hoy, para las generaciones de poetas posteriores. La deuda de muchos con Sánchez Robayna, en ese sentido, es enorme: basta tirar de hemeroteca.

Corresponderá a nuevos y futuros poetas y críticos canarios, sobre todo a los que sepan situarse rigurosamente por encima de veneraciones acríticas o de animadversiones viscerales—o de, lo que es peor, ridículos principios de lealtad o deslealtad a adeptos o desafectos, o viceversa, que todo es muy confuso—la labor de estudiar a profundidad el aporte pedagógico de Andrés Sánchez Robayna en la difusión de herramientas teóricas y hermenéuticas para futuros estudios literarios, incluidos los celanianos. No hay de momento ningún otro autor canario que puede exhibir un volumen tan orgánico de textos críticos (traducidos o de creación propia) que, ajustados a una perspectiva más actualizada, puedan aprovecharse o rechazarse, pero nunca borrarse del mapa. Ese corpus de estudios está ahí, y bien que vale la pena un repaso al mismo, en este año en que el poeta de Czernowitz celebra su doble aniversario: el de su muerte (20 de abril de 1970) y el de su nacimiento (23 de noviembre de 1920), un magnífico momento para continuar ahondando en su obra.

De hecho, el último acto vital de Paul Celan bien que puede verse como otro nuevo y radical acto de bautismo: de las aguas turbias del río que se tragó su cuerpo emergió poco después no sólo el mito, sino también un conocimiento más hondo de los principios de su creación poética.

Viena (con todos mis cafés cerrados), abril de 2020

Saludos, gracias que son devueltas, desde este lado del ordenador

¡¡¡Hablamos con Jack Crow!!!

Sábado, Abril 18th, 2020

Jack Crow no llama a la enfermedad covid-19 sino vampiros. Y de vampiros sabe mucho este hombre.

Logramos esta entrevista cuando nos lo tropezamos paseando al perro. Crow y quien se acercó a él, manteniendo religiosamente las distancias de un metro, metro y medio, mantuvieron esta conversación mientras desde las ventanas y balcones algunos vecinos miraban la hora, hacían gestos de qué ya era suficiente y cantaban, los menos, el puto Resistiré. Crow iban sin guantes ni mascarillas aunque eso sí, llevaba encima de los ojos sus distinguibles espejuelos de cristales oscuros.

- Se espera una vacuna con la que doblegar al…

Los vampiros solo saben el lenguaje de me das o te la devuelvo. Y a nosotros nos ha llegado el momento de te la devuelvo.

- ¿Cómo?

Pues matándolos sin piedad. Y pertrechados de muchas estacas, ristras de ajo y un buen hacha.

- Pero es un enemigo invisible, son tan pequeños que no se les puede ver.

Llevo casi toda mi vida luchando contra estas bestias y sé como llegar a ellos. Dame mucho sol y sabré donde encontrarlos.

- ¿Cree que podrá poner fin a todo esto?

-Mejor de lo que están haciendo, seguro que sí. Conozco al bicho y cómo darle dónde más le duele…

- Habla con una autoridad tan desarmante que no sé que decir…

¿Le gustan los ajos?

- Me caen fatal al estómago…

-…

- ¿Señor Crow?

Saludos, amanece que no es poco, desde este lado del ordenador

El Teatro Guimerá retoma la actividad a través de Internet con espectáculos gratuitos

Viernes, Abril 17th, 2020

El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife retoma este sábado, 18 de abril, la actividad en el Teatro Guimerá y lo hace pese estar cerrado por el estado de alarma. El Organismo Autónomo de Cultura ha programado para las próximas semanas una oferta cultural que será transmitida vía Internet a través de las redes sociales. Una iniciativa a la que se le ha denominado Salón Guimerá.

Salón Guimerá es una propuesta cultural en la que se intentará estén presentes, en la medida de los posible, todas las artes escénicas y en la que se ha apostado claramente por abrir una gran ventana a las compañías canarias.

La primera pieza que se llevará hasta el salón de casa se trata de la comedia Eurípides no me Sofocles que te esquilo, una obra de Armando Jerez e interpretada por la compañía Timaginas Teatro. Una divertida parodia sobre el origen del teatro protagonizada por tres actores que, interpretando al coro clásico de las primeras tragedias, cuenta en clave de humor los inicios de las artes escénicas en la Antigüedad Clásica con anacronismos disparatados.

Estos tres personajes, llamados Alfa, Beta y Gama, dan su particular visión de las grandes tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, tales como La Orestíada, Ifigenia o Edipo Rey, y de las comedias de Aristófanes y Menandro de Atenas.

El humor es la nota dominante en toda la obra, buscando la sonrisa cómplice del espectador, que se acercará a los grandes genios clásicos como nunca lo había hecho hasta entonces, con una óptica fiel. Con el reparto de María Rodríguez, Armando Jerez, Andreas Trujillo, Ricardo Trujillo y Cristian Beltrán.

La cita será a partir de las 19:30 horas del próximo sábado 18 de abril y podrá seguirse a través de la página de Facebook del Teatro Guimerá.

Saludos, ser o no ser, desde este lado del ordenador

El Festival de Cine Fantástico Isla Calavera ofrece una seleeción de cortometrajes en abierto

Viernes, Abril 17th, 2020

El Festival de Cine Fantástico de Canarias Isla Calavera, que prepara una nueva edición para el próximo mes de noviembre, ofrece a los seguidores del género fantástico una selección de cortometrajes de ficción y documentales para disfrutar en casa, en estos días de confinamiento.

La propuesta, que ya está disponible en la web del Festival (www.festivalislacalavera.com) bajo el lema Cine de cuarentena, cuenta con la colaboración de los autores y consiste en títulos que participaron en anteriores ediciones del evento y otras recomendaciones.

En una primera tanda, presenta cuatro trabajos de producción española que han sido reconocidos en el ámbito internacional: Cambio (2016), de Daniel Romero; Mr. Dentonn (2013), de Iván Villamel; Héroe (2016), de los canarios José J. Ramallo y Vasni J. Ramos; y Porque hay cosas que nunca se olvidan (2008), de Lucas Figueroa, Premio Guinness de los récords al cortometraje más premiado de la historia.

Saludos, disfrútenlo, desde este lado del ordenador

En recuerdo de Rubem Fonseca, vastas emociones y pensamientos imperfectos

Jueves, Abril 16th, 2020

Recuerdo que a Ezequiel Pérez Plasencia le gustaba mucho el libro de relatos El cobrador, de Rubem Fonseca, el escritor que nos dejó un poco más huérfanos ayer, miércoles, cuando nos enteramos de su fallecimiento… Por el contrario, yo me había acercado a la obra del escritor brasileño por sus novelas negras aunque no sé si es correcto acuñar lo de negro en la producción de un hombre que siempre fue un paso adelante del resto.

El caso es que Fonseca gustaba tanto a lectores que cultivaban con devoción de cartujo el género policíaco como a los que no. Y Ezequiel Pérez Plasencia no era de los seguidores de este tipo de literatura aunque sí que conocía a Hammett, pero era próximo a él más por las elogiosa palabras que le dedicó su admirado Albert Camus al escritor norteamericano que a sumergirse en la lectura de El halcón maltés, Cosecha roja o La llave de cristal que, a mi modesto entender, es la obra maestra de este detective privado que antes de dedicarse a la literatura trabajó a las órdenes de la patronal para reventar huelgas. Y no, no era algo que a Hammett le gustara recordar.

Tengo en casa varios libros de Rubem Fonseca. Cuando me enteré ayer de su fallecimiento los saqué de la estantería donde estaban apilados y me puse a ojearlos porque esa es una manera que tengo de recordar las sensaciones que me provocaron cuando los leí por primera vez.

No descarto ahora releer a este genial escritor brasileño que fue poco amante de dar entrevistas y salir en los papeles. Lo que quizá poca gente sepa es que don Rubem antes de ser escritor fue abogado. Alguien me dijo que también policía pero no he encontrado ese dato mientras me documentaba para escribir estas líneas que quieren servir de homenaje.

A Fonseca y a mi amigo Ezequiel Pérez Plasencia, con el que mantuve largas conversaciones sobre el escritor brasileño, los imagino dándole la brasa a don Rubem en ese otro mundo en el que recalan los escritores gigantes que no fueron reconocidos como merecían en este planeta Tierra mordido por la enfermedad.

Quien lee a Fonseca ama a Fonseca. Esta es una verdad tan grande como que estamos en casa confinados para evitar que nos pille el monstruo invisible. Repaso los libros que tengo justo a la izquierda del ordenador: El cobrador, Pasado negro, Lucía McCartney (cuentos); El gran arte, Vastas emociones y pensamientos imperfectos, Los prisioneros (cuentos) y El caso Morel.

El gran arte,
Pasado negro y Vastas emociones y pensamientos imperfectos son sus tres obras mayores aunque esto no desmerece los otros libros que escribió. Fonseca además se movía muy bien en la novela como en el cuento, lo que no suele ser habitual, pero recomendaría con mucha humildad a los interesados por conocer su trabajo que se aproximaran al escritor con El gran arte, Pasado negro y Vastas emociones y pensamientos imperfectos.

Ahora que tengo los ejemplares a mano recuerdo con agrado el momento que les dediqué hace ya tiempo. Mucho tiempo. Tanto, que ahora me parece que nunca existió ese tiempo porque entonces era anormal pensar que alguna vez podríamos llegar a la situación en la que nos encontramos ahora.

Viajé en varias ocasiones a Brasil pero nunca visité el estado en el que nació don Rubem, Minas Gerais. El escritor ubica algunos de sus libros en su tierra natal, que es un territorio gigantesco que no tiene salida al mar. Fonseca muere sin embargo en Río de Janeiro, que sí que da al mar y que quizá sea la ciudad más conocida del país, mucho más popular en nuestro imaginario carioca que Sao Pablo, Salvador de Bahía o Brasilia.

En algunos viajes que hice a ese país, cuando me atrevía a hablar brasileño que no es portugués, me preguntaban si yo era paulista por aquello del acento… En fin, conociendo más o menos un poquito Brasil, su afición a la fiesta, al carnaval y al fútbol, es natural que entre caipirinha y caipirinha mi corazón tenga desde entonces mucho de verde y amarillo que son los colores de su bandera, moteada además con un círculo azul cruzado con una banda blanca en la que se lee Ordem e progresso...

Si uno lee las novelas de Fonseca descubre, no obstante, la realidad aplastante de aquel país, ni hay orden ni progreso sino corrupción escandalosa y escalonada. Brasil, me dijo una vez uno de allí, solo se moviliza cuando hay fútbol (doy fe porque lo vi, las calles desiertas mucho antes de que apareciera el Covid-19) y carnaval… Es además el único país del mundo que he visitado donde sentí que me decía todo el tiempo que me quedara, que dejara mi pasado anclado y que comenzara una nueva vida allí, en esa tierra de verdes brillantes, música que emborracha y amaneceres que parecen que serán para siempre…

Muere Rubem Fonseca y me acuerdo de Ezequiel Pérez Plasencia hablándome atropelladamente del escritor, de los fascinantes cuentos que encontraba en El cobrador, y pienso también en mis viajes a una tierra que siempre encontré generosa. De gentes que solo le pedían una cosa a la vida: vivirla.

Rubem Fonseca falleció este miércoles en un mundo completamente diferente al que conocimos hace unas semanas. Me pregunto que pensaría mientras se lo llevaba al otro lado la Señora e imagino, permitan esta licencia, su encuentro con uno de sus reconocidos admiradores, ese Ezequiel Pérez Plasencia al que sigo echando de menos después de tantísimo tiempo…

Muere Rubem Fonseca

Muere…

Saludos, que cansino, reitero, es todo esto, desde este lado del ordenador