Archive for Mayo, 2011

Yo soy aquel… ‘negrito’ del África tropical…

Miércoles, Mayo 18th, 2011

Como Islas de Cine invita con mi dinero acudo a los Multicines Renoir para cenar (ver) los cortos que obtuvieron ayuda para su producción en las convocatorias de 2008 a 2010 de nuestro actual mefistofélico Gobierno de Canarias.

Antes de la cena, Javier Fernández Caldas me localiza y grita que afilo cuchillos.

Se equivoca, claro que quizá no esté acostumbrado a ver gente que sabe usar cubiertos.

Los cuatro cineastas hacen sus presentaciones.

La directora del Plan Canario Audiovisual, Patricia González Cámpora, anuncia que la próxima semana se harán públicas las convocatoria del 2011.

Se apagan las luces de la sala y comienza el festín.

ENTRANTES

Se nos ofrece Entre fogones y lo dirige Patrick Bencomo.

Picoteo hambriento –cinematográficamente hablando– pero no termina por entusiasmarme lo que veo.

Comenta Bencomo en la presentación que se trata de una comedia romántica y si bien puede ser entendida así, le falta lo que se dice mucha sal. Aunque sea gorda.

La acción transcurre en su mayor parte en la cocina de un restaurante donde chica encuentra a chico.

Lamentablemente el guión se lía y craso error, se apoya en unos diálogos presuntamente ingeniosos que no cuajan y que chirrían. La culpa, en todo caso, no es de los actores Carlota Gaviño y Zalo Calero.

Quiero pensar que la intención de su director fue la de contarnos una historia más que de amor, sexo, explorando las similitudes entre el buen cobijar y el buen comer.

Sin embargo, la unión no hace en esta ocasión la fuerza.

Dura 18 minutos y se hace largo.

Digestión, como digo, pesada.

PRIMER PLATO

Miro al camarero echando fuego a través de los ojos. La sopa que me sirven está  demasiado fría y me siento engañado. Lleva el nombre de Libi2 y está escrito y dirigido por Jesús Olmo de quien esperaba cualquier cosa menos esto. De hecho, le pregunto al camarero ¿pero esto qué es?, ¿pago religiosamente mis impuestos para que me sirvan esto?

Libi2 quiere ser una reflexión (¿?) sobre no-sé-qué con apariencia futurista.

Abuso de la voz en off  con diálogos patibularios cuya pretensión, imagino, quieren resultar demoledores.

Ya sospechaba algo al leer la hermética sinopsis de este trabajo: “Es muy simple: aquí Arriba usted recuerda que Abajo ha olvidado. Y allá Abajo, usted olvida que aquí Arriba ha recordado”.

Camarero, ¿podría traerme el libro de reclamaciones?

SEGUNDO PLATO

El camarero me ruega que pruebe el solomillo de la casa. Muy hecho, le exijo.

El corto se titula La criada de Javier Fernández Caldas, un veterano y argo arrogante cocinero en esto de los cortos rodados en Canarias.

Pruebo la carne y hmmmm, no me disgusta su sabor.

El inicio de La criada me sabe a corto de los noventa, década que sigue siendo de las más brillantes del corto rodado en estas tierras sin memoria, y me entusiasma su inicio y como sabe  enlazar con los títulos de crédito.

Continúo masticando La criada y si bien no está en su punto, el celuloide se deja tragar con relativa facilidad.

Tiene ambición y sobre todo mirada y un mundo particular y cafre que tiene título: Javier Fernández Caldas.

Suena Raphael mientras digiero esta triste y extraña historia de una mujer que toda su vida se ha dedicado a servir a los demás.

El corto, igual de lisérgico que su protagonista, la actriz Silvia Marsó, continúa su peculiar itinerario en busca de su destino.

Si al principio sabe a amargo sainete luego se torna en desenfrenada road movie para concluir en un  operístico (¿trasnochado?) final emocionalmente kitch que gustará a esa Maruja (Maruca) que todos los idiotas llevamos dentro.

No sé si es una ironía de su realizador, pero el Yo soy aquel de Raphael esconde para mi inquietantes lecturas sobre el devenir cinematográfico en Canarias.

Camarero, diga en cocina que podría mejorar pero que aún así no me ha disgustado la carne. Olvide usted el libro de reclamaciones.

EL POSTRE

El segundo plato opaca bastante las pretensiones que pude ver en su día del postre, Ridícula, de Domingo J. González.

El corto me sigue pareciendo, no obstante, un interesante estudio sobre la soledad que pide a gritos su desarrollo para convertirse en largometraje.

Desgraciadamente, mientras lo veo y observo por las reacciones de quienes están a mi lado, el público esperaba de remate fresas con nata aunque la nata resultara ligeramente agria.

Esto me hace pensar que Ridícula a modo de sobremesa en esta cena de cortos (digámoslo así) canarios sabe a descafeinada.

Saludos, ¡¡¡quiero de una puta vez tomar café y fumarme un puro!!!, desde este lado del ordenador.

Cuatro nuevos ‘cortos’ canarios

Martes, Mayo 17th, 2011

Los multicines Renoir de Santa Cruz de Tenerife acogen este martes, 17 de mayo, la exhibición de cuatro cortometrajes canarios a las 20.30 horas. Los mismos cortos se proyectarán el miércoles, 17, en el Teatro Guiniguada, a la misma hora.

Los cuatro cortos forman parte del programa Islas de Cine y contaron para su realización con el apoyo a la producción en las convocatorias de 2008 a 2010 del Gobierno de Canarias.

Los filmes son Entre fogones, de Patrick Bencomo; Libi2, de Jesús Olmo; La criada, de Javier F. Caldas; y Ridícula, de Domingo G. González. Este último trabajo lo pude ver el pasado 24 de febrero en Tenerife Espacio de las Artes (TEA).

Entre fogones es el cuarto cortometraje de Patrick Bencomo rodado en localizaciones de Santa Cruz, La Laguna y Tacoronte. Con guión de Mª Eugenia Arteaga, está protagonizada por Carlota Gaviño y Zalo Calero. Cuenta, a lo largo de 18 minutos, la historia de Marta, una joven que empieza a trabajar en el restaurante de su padre al haber abandonado sus estudios. En él conocerá a Andrés, que no sabe que es hija del dueño, con quien se dará una historia de amor.

Libi2, con guión y dirección de Jesús Olmo, es una producción de Volcano Films y lo protagoniza Patricia Álvarez. Su creador resume esta experiencia diciendo: “Es muy simple: aquí Arriba usted recuerda que Abajo ha olvidado. Y allá Abajo, usted olvida que aquí Arriba ha recordado”.

Javier F. Caldas estrena también su último trabajo: La Criada, un corto de 23 minutos protagonizado por Silvia Marsó, Paola Bontempi y Luisa del Hoyo. Se centra en el personaje de Maruca, una criada de 45 años que lleva desde muy joven interna en una casa solariega en la villa de la Orotava. Pasa sus días monótonos y aburridos limpiando y sirviendo a la señora de la casa. Solo encuentra la paz en su habitación, donde pasa las últimas horas del día amenizadas por su ídolo Raphael y algún que otro chupito de Anís del Mono. Un día la señora fallece y a Maruca le dan tres días para abandonar la casa. Maruca aprovechará estos días para recuperar el tiempo perdido.

Domingo J. González presentará también su nuevo trabajo, Ridícula, su segundo cortometraje en solitario, del que también es guionista. Producido por Digital 104 en 2010 y rodada en Santa Cruz de Tenerife, está protagonizado por Montse Germán, que interpreta a Laura, por quien la vida ya ha decidido lo que una mujer de su edad debe hacer. Completan el reparto Empar Ferrer y Aroha Hafez.

Saludos, extraños, desde este lado del ordenador.

Puedo prometer y prometo…

Domingo, Mayo 15th, 2011

Comienzo a sentir por las elecciones la misma extraña inquietud que me asalta cuando veo una película de zombis. Tras La noche de los muertos vivientes y El amancer de los muertos el resto me sabe a cuento chino.

En época electoral las calles se llenan de carteles con los candidatos/as  mostrando todos ellos una sonrisa y una mirada límpida –probablemente arreglada con fotoshop– que parece decir que ellos, y solo ellos, serán capaces de arreglar las tinieblas de nuestro tiempo.

Y la verdad es que estas fotografías ya se ha convertido en clásicos.

Es como si los representaran como santos/as laicos.

Así como gente común y cercana, que emana bondad y buen rollismo

Y pienso… ¡cabestros! Aquí hay material para un corto, un largo, un cuento, una novela, un cuadro, una ópera rock en busca de autor.

Pero como que no.

El santo o la santa laica mientras tanto parece vender el puedo prometer y prometo que si logro colarme en el Gran Chollo haré todo lo posible por no prometer lo que prometí.

Yo los veo como uno de aquellos vendedores de elixires milagrosos de tantas películas del lejano oeste americano.

O a esa conclusión llegué esta mañana al encontrarme en el Rastro de la capital tinerfeña con  un amigo al que hacía tiempo remoto que no veía y que antaño iba de artista.

Me lo tropiezo repartiendo folletos de un partido cuyo nombre mejor es obviar.

- Coño.- le digo.- ¿haciendo una perfomance?

El amigo me tiende un folleto con la misma sonrisa de los candidatos que aparecen impresos en la hoja de papel que ahora tiembla en su mano.

- Quita, quita… vade retro Satanás.- le suelto a modo de broma.

El amigo permanece imperturbable, la sonrisa no desaparece de sus labios ni con esas.

Continúa tendiéndome el folleto.

Noto, preocupado, que los visitantes del Rastro que pasean a nuestro alrededor nos miran con cierta curiosidad.

Niego con la cabeza.

- No estoy en venta.- casi grito. No al amigo que va de artista sino a las personas que se cruzan a nuestro alrededor.

El amigo, infelixible, sigue insistiendo.

- Que no, que no… .- intento zigzaguearlo para perderme en la marabunta del Rastro mañanero.

La verdad, confieso, que más pendiente de las ofertas que gritan los gitanos y de la banda sonora que suena de fondo y que reinterpreta el tema principal de El último mohicano un grupo de latinoamericanos con sus flautas.

Imposible, cuando me muevo a un lado, el amigo se pone a ese lado.

Cuando hago amago de hacerlo por el otro, el amigo ya está ahí.

Al final cojo el folleto para que me deje en paz.

- El próximo domingo.- me recuerda éste mientras se pierde entre el gentío.

Y yo, con estúpido disimulo infantil, arrugo el folleto entre mis dedos hasta convertirlo en una bolita.

Camino con la bolita un buen trecho porque soy persona educada y me enseñaron a no tirar basura al suelo.

Busco una papelera, papelera que me cuesta bastante encontrar aunque con una sonrisa que no tiene nada que ver con la de los políticos que aparecen en carteles y folletos, la mía cruza mi cara como una amarga cicatriz cuando descubro una papelera en la que termino por tirar la bolita.

Pero la bolita rebota y cae al asfalto porque la papelera está repleta de propaganda.

De un signo político o de otro, pero propaganda.

No sé si por el encuentro con el amigo pero no veo nada potable en el Rastro salvo una vieja edición del Tom Jones de Henry Fielding que incluye fotografías de la adaptación cinematográfica que en su día rodó el interesante Tony Richardson de este gran clásico de la novela picaresca británica.

Ojeando el tomazo en una parada del tranvía el corazón casi sale desbocado de la boca cuando el trenecito que se detiene delante de mis narices está vestido con los caretos de otros candidatos que reiteran el puedo prometer y prometo que…

En el vagón atestado, aplastados como sardinas unos contra otros, subo la cuesta de esta ciudad de cuestas escuchando lo que hablan los que no quisieron ser lobos esteparios.

Y en todas esas conversaciones que me llegan al azar, alguna de ellas con el restallido de una carcajada frenética, no oigo nada relativo a lo que se supone es la gran fiesta de la democracia: las elecciones del próximo domingo.

O el día en el que con tu voto contribuyes a que los que viven del puedo prometer y prometo continúen viviendo prometiendo algo en lo que ya no tengo nada claro que crea.

El tranvía da un frenazo en seco.

He llegado a mi parada.

Y no paro de reír.

Hahahahahahahaha.

Saludos, ¿escéptico? No, esa no es precisamente la palabra, desde este lado del ordenador.

¿Frikis?

Sábado, Mayo 14th, 2011

En un interesante post que el cineasta Daniel León Lacave sube a su blog con el título El museo de paredes de cartón denuncia que el legado de memorabilia cinematográfica del coleccionista grancanario Andrés Padrón descanse en una serie de cajas depositadas en su piso que parece –o al menos quiero entender que así lo sugiere Lacave–  como el atestado camarote de Una noche en la ópera, esa inolvidable comedia de los hermanos Marx que ya se ha convertido en leyenda.

En la noche de los tiempos me invitaron a participar con un texto en un libro que se editó a propósito de esta importante colección. Llevaba el título de La imagen congelada y no sé si con ironía me pidieron que escribiera sobre Lola Flores cuando a mí sobre quien me apetecía emborracharme de emociones cinematográficas y eróticas era de Ava Gardner o Gene Tierney.

No sé si el volumen La imagen congelada (la verdad es que tampoco se partieron mucho la cabeza para titular esta obra) incluía un recuerdo cinéfilo de Tierney pero como contaba me invitaron a que colaborara siempre y cuando escribiera argo sobre Lola Flores.

Quiero imaginar que nuestra Faraona fue la última de la lista y que al no encontrar a nadie que la elogiara me pasaron de tacón el encargo.

Encargo que asumí con mucho gusto. Y no por la filmografía de Lola Flores sino porque utilicé el artículo para rendirle tributo a mi madre y también a Cádiz, provincia de la que era también originaria la cantante.

En mi cada día más desmemoriada cabeza no se me borra un recuerdo que me hace retroceder a mi infancia más infantil. Debía de tener cinco o seis años, mi madre me da cucharadas de un potaje en el que nada una yema de huevo mientras me canta Échales guindas al pavo, pavo…  Tema que popularizó, entre otras grandes de España, Lola Flores.

Lacave lamenta en su post que la importante colección de imágenes de Padrón se ría de su mala suerte en esas cajas de cartón que el hombre tiene distribuida en su casa. Se pregunta también, y con toda la razón del mundo, porque nadie, nadien, se ha preocupado en recuperar este legado aunque me consta que hubo intentonas. Y que en todas no se llegó a ningún tipo de acuerdo.

Ignoro si las razones fueron solo de índole económica pero coincido en pensar con Lacave que resultaría una guasa que alguien de fuera se hiciera con este legado.

Pero así son las cosas. Y más en tiempos de crisis.

Por otra parte, entiendo la pulsión que late dentro del corazón de un coleccionista aunque también me irrita como se toman en serio sus obsesiones por nutrirse devotamente de objetos.

A mi manera yo también soy un coleccionista aunque en mi caso el valor que le doy a determinados escritores y sus libros es la garantía que puedan proporcionarme de escapismo.

Ahora mismo leo La flecha azul, primera parte de las memorias de Arthur Koestler, que encontré de casualidad en una librería papelería de la capital tinerfeña a precio de risa editada en su día por Alianza Editorial. La lectura de este libro me parece imprescindible para todos aquellos que continúan  cuestionando la creación del estado de Israel.

También conseguí en este mismo establecimiento y en la misma editorial El niño, de Jules Vallès, que cuenta con un estrábico prólogo de Jorge Semprún. Y en el rastro de la capital tinerfeña, el domingo pasado, Armagedon, de Leon Uris, otro escritor judío que pese a que unos vean con lupa porque era judío y encima un autor de best sellers, tuvo la capacidad de entretener mientras contaba historias basadas en la historia.

Releo, además, Hubo una vez una guerra, las crónicas que escribió John Steinbeck como corresponsal de guerra durante la II Guerra Mundial.

Créanme si les digo que algunas de ellas más que artículos periodísticos son relatos que trascienden la caprichosa frialdad informativa.

En cuanto a amigos y conocidos coleccionistas, conozco a uno que a su manera es una especie de Andrés Padrón pero del cine rodado en Canarias.

Se preocupa en compilarlo casi todo, y cuando escribo casi es casi todo.

A su manera es una enciclopedia viviente de cineastas, actores y técnicos de primer y segundo rango nacidos o que trabajaron en estas apartadas orillas.

Cuenta, además, con una filmoteca de películas hechas aquí y una serie de imágenes cuya selección  intento convencerle que muestre de una vez en una exposición.

Pero no hay manera.

Como buen coleccionista todo el material que ha ido reuniendo con paciencia de hormiga solo puede ser visto si pasas por su casa.

Por eso, a veces me pregunto que pasará cuando… pero eso es adelantarme al destino y no tengo tan claro que esté ya escrito.

Con esto quiero decir que los coleccionistas son criaturas de los dioses a las que hay que dar de comer aparte.

Se trata de una especie muy celosa de lo que tiene.

Alguien, de hecho, podría tacharlos de personas enfermizas e inquietantemente egoístas pero creo que este diagnóstico resulta bastante excesivo.

A su manera sufren por conseguir lo que quieren.

Y para matar la adicción buscan y rebuscan por todas parte para hacerse con una pieza, un objeto, que al común de los mortales ni fu ni fa, pero ellos van a los suyo y saben dotarlo de un alma suficiente para que aficionados como quien les escribe aprendan también a amar esa pieza u objeto que al final formará una de las tantas piedrecillas con las que se hace la autopista de nuestra memoria común.

Hace unos años, bastantes para ser exactos, sufrí ese síndrome con unos tebeos editados por Garbo llamados Vampus. Se trataba de una revista de historietas de terror que fue la primera versión en español de Creepy.

Cuando conseguí completarla tras mucho batallar me he dado cuenta ahora que duermen en uno de los rincones de mi biblioteca desordenada, compartiendo espacio con novelas, discos y películas cuyo fin ignoro cuando no esté en esta vida tan idiota.

Y si les soy sincero tampoco me importa demasiado.

El final de todos estas piezas, objetos.

Por eso cada vez más me resulta tan curioso preguntarle a un coleccionista de verdad ¿no has pensando lo que le va a pasar a todo lo que has acumulado cuando te hayas convertido en un fantasma?

Y como es natural la respuesta que me ofrecen.

¿Y quién piensa en eso?

Saludos, aullando a la luna, desde este lado del ordenador.

Vayan a verla

Viernes, Mayo 13th, 2011

Comienzo a estar aburrido de las pequeñas tragedias de la vida vulgar de los ricos que Woody Allen está explotando en sus últimas películas. Por eso, confieso que he ido bastante resignado a que me contara lo de siempre con Medianoche en París.

Pero oh,, milagro, esa especie de bicho raro neoyorquino ha logrado despertar las emociones que hace tanto tiempo noto en falta en una película cuando la veo en su condición natural: la pantalla grande.

No voy revelar de que va esta extraordinaria historia que, curiosamente, también juega con el tiempo aunque su mensaje final sea el de un alentador vive tus sueños desde el presente, pero créanme si les digo que merece mucho la pena verla y disfrutarla.

Medianoche en París recupera al Allen de La rosa púrpura del Cairo, al cineasta que tan bien sabe manejarse entre realidad y fantasía para rendir un canto emocionado a la vida y a París, ciudad sin cuyas luces el mundo hoy sería más oscuro.

Cuesta trabajo intentar transmitir con palabras las sensaciones que está cinta ha generado en mi cabeza, pero háganme caso y véanla.

Se reirían y se emocionarán como solo el cine, en ocasiones, consigue que nos emocionemos y riamos. Y todo ello rodado con una compleja sencillez que tiene el sello de un cineasta fantástico y que cuando ama de verdad transmite historias sin estridencias ni trascendencias.

Que es capaz de organizar escenas de un humor tan inquietante como divertido como la que monta en torno a unos pendientes (si ven el filme sabrán a lo que me refiero) al tiempo que te transporta a otros mundos imposibles que solo podemos hacer posibles si no renunciamos a nuestro tiempo.

Medianoche en París es una de esas películas que recomiendo no solo a los que quisimos pertenecer a una generación perdida que hoy continúa estando más viva que nunca a través de sus novelas. También a los que aman la capital francesa porque es una ciudad que emociona y embriaga.

En definitiva, que Medianoche en París es lo que tiene que ser el cine cuando se toma en serio: tiene alma. Ese algo, o argo, que no sé porqué demonios cuesta tanto –a unos y a otros que quieren dedicarse a esto– entender.

Claro que aceptarlo entraña un estúpido riesgo: sé tú mismo.

Saludos, gracias, señor Allen, desde este lado del ordenador.

Mientras el tiempo pasa…

Jueves, Mayo 12th, 2011

Tenerife Espacio de las Artes. 20 horas. Nueva sesión de cortometrajes canarios.

La sala no está llena pero sí más llena que vacía, buen síntoma para pensar que la apuesta que ha emprendido TEA por exhibir estos productos no es errónea ni baladí.

Y una curiosidad –no sé si intencionada– en cuanto a los trabajos que se proyectan en pantalla: los cuatro reflexionan con mejor o peor fortuna en torno al paso del tiempo.

También me pregunto ¿es cine amateur lo que veo?

La palabra amateur me resulta incómoda y poco justa para valorar el esfuerzo que se aprecia detrás de estas cuatro piezas. Todas tienen algo, un argo que perezosamente desentrañan sus cuatro directores.

V DE VENDETTA

La sesión se inicia con Hanna después del tiempo, de Daniel León Lacave, un cortometraje rodado en 2004 que es el más narrativo y si me apuran precisamente por narrativo, arriesgado de los cuatro de la jornada.

Hanna después del tiempo nos cuenta una historia de venganza y si bien cojea por un guión  no lo suficientemente bien armado y un acento musical en ocasiones bastante irritante, suscita interés.

De lo poco que he visto del cineasta Daniel León Lacave empiezo a detectar una serie de constantes que a la postre me parecen muy interesantes.

El director de la excelente Los pechos de Paula indaga en lo que ya considero su cine en la mujer y el sexo desde una perspectiva inquietante cuyo espíritu es no dejar indiferente a nadie.

Se trata, además, de un autor (escrito así, con todas sus letras, autor) que no tiembla en recrear en otras épocas sus historias.

Hanna después del tiempo es una inteligente –aunque no termine de cuadrar como merece–  narración que mezcla documental y ficción con mirada melodramática.

Se trata además del corto más profesional junto a Reflejo en rojo, de Josep Vlageliú, del cuarteto de esta noche nostálgica.

La historia de Hanna después del tiempo es dura, y si bien reitero que no termina por equilibrar, tiene ese algo, argo, al que me refería en un  principio.

Y ese algo, argo, es oficio, ganas de contar y riesgo. Aunque le falte el que su director sí aportó a su descarnada y gótica Los pechos de Paula.

LA MALDICIÓN DEL CÁMARA

El segundo corto Filmología imaginaria, de David Delgado San Ginés, se pudo ver en la marciana (por el premio concedido) edición del Foro Canario del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria y más que un corto al uso es un interesante ejercicio de estilo en el que su autor (autor) propone una mirada emocionada de aficionado al cámara, que es ese señor o señora que mira la vida a través del objetivo.

Tiene su punto, es decir, tiene su algo. Argo.

Y es un cariñoso homenaje a los que hacen posible el milagro del cine.

Cariñoso homenaje que el cineasta, de quien intuyo tiene un gran sentido del humor teñido de cafre ironía, termina por concluir que se trata de una maldición.

Filmología imaginaria es una historia de amor. De amor al cine. De mirar detrás de la cámara.

Y de la posibilidad de hacerlo detrás de la cámara surge, dice San Ginés, la casualidad o el milagro de quien se encuentre en la vida, como por ejemplo a las puertas de una sala clausurada en la que cuelgan carteles de M, el vampiro de Dusseldorf y Night of the Demon, de Fritz Lang y Jacques Tourneur, respectivamente, una cámara de cine y un trípode.

El dulce regalo envenenado, parece decir San Ginés.

El resto, a color y en blanco y negro, es el relato de la maldición de quien quiere ser mirón (voyeur).

Un acierto lo de los niños en bicicleta y patinete dando vueltas en torno a la cámara instalada en un trípode. Tiene un algo, argo, de desolador que también sabe a esperanza aunque el zumo sepa a demoníaco.

SOLITARIO

La brecha abierta del tiempo, de Pedro García, el tercer corto del cuarteto, es un ejercicio que su autor (autor) revela que rodó en dos tardes con un equipo mínimo.

Intervienen Nayra Ortega y David Delgado, y como Filmología imaginaria carece de diálogo.

Tiene también su algo.

Argo.

Un algo (argo) inquietante en el que sobran las palabras.

Una pareja en ropa interior acostada sobre una cama.

Ella solloza.

Él duerme.

Ella se levanta y juega un solitario.

El paso del tiempo.

EL ESPEJO

Cierra la sesión el último trabajo de Josep Vilageliú.

Reflejo en rojo.

Creo que Joseph Vilageliú es un poeta con los títulos de sus películas. Me acuerdo ahora de Venus vegetal, Bajo la noche verde, Entre los arrozales

Y guste o disguste las obsesiones de Vilageliú, Reflejo en rojo es una de sus películas más Vilageliú.

Intentaré explicarme.

El cineasta propone una curiosa reflexión sobre la pareja y el paso del tiempo en un museo, brillante metáfora de la pretensión humana de encapsular nuestra existencia.

En este escenario se mueven dos parejas de distinta generación no en busca de autor sino de lo que creen que es/fue su relación.

Y pese a que piense que con un guión afinado y con diálogos mucho mejor construidos Reflejo en rojo podría haber sido la película que al final no pudo ser, se trata a mi modesto entender de uno de los mejores cortos que he visto de su autor (insisto, autor).

Con una ya más que abultada filmografía, Vilageliú es un cineasta que se mueve siempre en una constantes que son suyas y que sabe mostrar con una poética (me atrevo a decir que al viejo pero siempre actual estilo modernista hecho cine) que seduce.

Y a ello contribuye el grupo de actores de esta cinta amarga y desesperada.

A esta reflexión triste y descarnada de que los mismos errores cometidos ayer lo seguimos cometiendo hoy.

Ese Reflejo en rojo que Vilageliú simboliza en el labio roto y color sangre de las dos protagonistas de su corto, las excelentes Marina Delgado y Chantal Rodríguez, sin desmerecer a sus partenaires masculinos, Miguel Ángel Rábade y Claudio Trina.

Lástima que el sonido de la cinta, grabado en directo, no contribuyera a su cómoda visión en pantalla grande. La pantalla de TEA. 

CONCLUSIÓN

Pues que he visto cuatro cortometrajes que me han tocado. No son redondos, es verdad, pero no encuentro en ninguno de ellos mentira y sí una preocupación por reflexionar que las huellas que dejamos en esta vida acabarán por ser borradas por las olas del tiempo.

Y atreverse a indagar sobre eso, precisamente en estos tiempos que vivimos, me hace pensar que no todo está perdido.

Saludos, mientras el tiempo pasa, desde este lado del ordenador.