Archive for Abril, 2012

Noticias sobre ese cine que tanto nos (dis)gusta

Lunes, Abril 9th, 2012

LA SENDA Y SEIS PUNTOS SOBRE EMMA, EN EL FESTIVAL DE MÁLAGA

La senda y Seis puntos sobre Emma, de los cineasta canarios Miguel Toledo y Robert Pérez Toledo, han sido seleccionadas para participar en la sección Zonazine de la 15 edición del Festival de Málaga de Cine Español. La senda está basada en un guión escrito por el mismo director y Juan Carlos Fresnadillo, y se trata de una historia inquietante cuya acción se desarrolla en una cabaña aislada en las montañas. Protagonizada por Gustavo Salmerón, Irene Visedo, Ricardo Trenor y Ariel Castro, el largometraje está producido por Era Visual PCA S.L. y Totem Producciones S.L. Seis puntos sobre Emma es un trabajo de La Mirada Producciones, según una historia de Roberto Pérez Toledo y Peter Andermatt. Los actores de este melodrama son Verónica Echegui, Álex García, Fernando Tielve, Nacho Aldeguer y Mariam Hernández, entre otros. Zonezine incluye además la exhibición de los largometrajes 12 + 1. Una comedia metafísica, de Chiqui Carabante; Cecilia y Juan, de Alberto Córdoba; El mundo es nuestro, de Alfonso Sánchez y Esperando septiembre, de Tina Olivares. Zonazine trata de reflejar la diversidad genérica de la industria del cine español, y es un espacio atento a reflejar realidades actuales en un sentido muy amplio. Cabe recordar que en la sección documental se podrá ver también Historia de un crimen de Estado, radiografía sobre el líder del Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), Antonio Cubillo, rodado por Eduardo Cubillo.

LA CRISIS Y CLAUDIO UTRERA

Leo la entrevista que publica el Diario de Avisos en su edición del 9-IV-2012 con el director del Festival de Cine de Las Palmas, Claudio Utrera, quien parece una especie de ermitaño deambulando por el desierto en el que se está convirtiendo la cultura en Canarias. Utrera advierte que si el certamen sufre más recortes “jugará en otra liga” y es que, parece, tuvo que hacer toda clase de malabarismos para que su última edición se cerrase con dignidad. No obstante, apunta: “Espero que no hayan más recortes en 2013. Hemos llegado a un límite que no se debe sobrepasar.” En el balance, se multiplican en distintos párrafos como si de una enfermedad nerviosa se tratara palabras como “tijeretazo”y “recortes”, aunque la asistencia de espectadores fue buena pese a que tal vez hubo alguna película de la sección oficial “difícil de digerir, incluso entre el público más entendido.” Consecuencia del descenso presupuestario –la organización manejó este año 700.000 euros, un 40 por ciento menos que la edición anterior–  fue la  ausencia de estrellas en el certamen. “Hemos prescindido temporalmente del glamour, algo que forma parte de los festivales, pero también es algo que podemos obviar y más en estos tiempos de crisis, pero volverá”, asegura Utrera emulando al general Douglas MacArthur cuando tuvo que abandonar las Filipinas.

ESTRENO EN TEA

TEA Tenerife Espacio de las Artes acoge este miércoles, 11 de abril a partir de las 20 horas el documental canario Stipo Pranyko con cuadros blancos, de David Delgado San Ginés (Las Palmas de Gran Canaria, 1965). El trabajo, Mención Especial del Jurado del Foro Canario en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria 2012, forma parte de un tríptico audiovisual titulado Tríptico Variaciones Pranyko que San Ginés ha realizado para la exposición que sobre el autor bosnio podrá verse en TEA a partir del 12 de abril. La entrada a la proyección es libre previa retirada de las invitaciones en la taquilla del centro y la presentación del filme correrá a cargo del propio director. El pase del miércoles es la versión larga de Stipo Pranyko con cuadros blancos, con una duración de 66 minutos. Posteriormente se podrá ver un  montaje reducido –32 minutos– de la misma obra en El Cuarto Oscuro de TEA como parte de la exposición.

Saludos, terrícolas, desde este lado del ordenador.

“¡Mi brazo, mi brazo!”.- Gritó Nelson

Domingo, Abril 8th, 2012

Cuentan que fue Domingo Pérez Minik quien dijo en cierta ocasión que dos de los grandes errores de Canarias fue no dejar entrar a Horatio Nelson en 1797 y dejar escapar a Francisco Franco en 1936.

Ambos momentos, curiosamente, se produjeron en julio, época estival en la que el calor, entiendo, contribuyó posiblemente a multiplicar el tradicional carácter aplatanado que, opinan unos, caracteriza a los habitantes de este territorio.

Se han escrito algunas historias sobre la conjura que un grupo de hombres y mujeres planificaron para que Franco abandonara el suelo de Canarias pero en posición horizontal aquellos días de julio de 1936. Me viene ahora a la cabeza El fulgor del barranco, de Juan Ignacio Royo, así como La lista, primera novela de Juan Bosco. Respecto a lo que se conoce como la Gesta del 25 de julio, y a la espera de que Ángel Luis Marrero Delgado termine de escribir su relato sobre estos mismos acontecimientos, el aficionado puede recrearse literariamente en los mismos en dos novelones muy ajustado a los hechos tal y como lo registran las crónicas de la época como son El fuego de bronce y Entre piratas. El contralmirante Nelson y el general Gutiérrez en las islas Canarias, de Jesús Villanueva y Miguel Ángel Díaz Palarea, respectivamente.

El escritor David Galloway también hace referencia de aquellos días en La cueva de las mil momias y de manera tangecial en Los apuros de don César, una de las tantas novelas que pertenecen a la serie de El Coyote de José Mallorquí, y en la que se recuerda que uno de los antepasados del ya legendario personaje se encontró en alta mar a los navíos de Nelson cuando regresaban derrotados del ataque a Tenerife.

Es muy probable que haya otras historias cuya acción se desarrolle en esos días de julio, aunque la verdad es que tras mucho rastreo en la red y consultas en unos pocos archivos no hemos encontrado otros títulos salvo los estrictamente históricos: cartas y diarios de algunos de los protagonistas, así como artículos en prensa entre los que destaca la referencia que el escritor Ángel Guerra escribe sobre Santa Cruz de Tenerife en el número del 7 de diciembre de 1919 de Blanco y Negro: “bastaría a su gloria la heroica defensa que hizo el 25 de julio de 1797.”

Por ello me resulta cuanto menos extraño descubrir que literariamente apenas se haya explotado este momento de la historia tan trascendente para una isla que, desde ese entonces, custodia en su pequeño pero interesante Museo Militar las dos únicas  banderas del Imperio Británico capturadas en combate a su armada, aunque como lamenta Villanueva en una reseña publicada en El Cultural, no tiene nada de extraño cuando la capital de la isla donde desembarcaron sus tropas dedica una de las calles con más solera al contralmirante que perdió aquí, precisamente aquí, su brazo por la metralla de un cañonazo y una “callejuela de treinta metros” al general español, Antonio Gutiérrez Otero y Santayana, cuyas fuerzas –compuesta de soldados y milicias– terminaron por vencer a quien años más tarde se convertiría en el león de los mares británicos.

Estos hechos, que cuenta además con un final de presuntos caballeros con la entrega de regalos entre vencedores y vencidos y una carta en la que se conmina al contralmirante mutilado a no intentar de nuevo la aventura, probablemente hubiera resultado otra cosa en el universo de la ficción si quien lo hubiera narrado fuera inglés. Claro que a los anglosajones no les gusta, precisamente, recrear en sus historias derrotas por muy caballeresco que resulte su final.

Pienso, déjenme ustedes especular, en el patriótico Bernard Cornwell o en el historiador hispanista Hugh Thomas con su novela Habana. George McDonald Fraser es otra cosa, un infiltrado que dedicó su mejor serie, los papeles Harry Flashman, a desmitificar la grandeza de aquel Imperio en el que también no se puso el sol.

Al margen de otras consideraciones, sí que se puede entender y leer entonces El fuego de bronce como una de las primeras novelas sobre aquellos días de julio que vivió Santa Cruz de Tenerife en 1797. Días, cabría señalar, que aún están empañados por la leyenda. Una leyenda en la que se dan cita los elementos necesarios para escribir una buena novela histórica como es, entre otros, la derrota que sufre quien más tarde sería hidalgo de los mares británicos así como la enconada y épica resistencia que los habitantes de la plaza realizaron para no entregarla.

Villanueva aprovecha estos y otros elementos en El fuego de bronce, obra que pese a su volumen de páginas no deja de resultar entretenida. En especial porque el lector iniciado, con cierta idea de lo que pasó, espera los capítulos finales para vivir desde dentro la batalla que se desató no solo frente a las costas santacruceras sino también en sus calles y plazas.

Y en este aspecto está muy bien descrito la atmósfera, el olor de la pólvora, los muertos que caían como moscas ante las balas de mosquetes y cañones, los gritos desgarrados de los heridos… Lástima que su extensión — setecientas páginas– haga demorar ese momento. Más si tenemos en cuenta que el argumento de ficción que propone su autor entre Fermín, un joven grancanario que llega al que será el escenario del combate, y Damián y Pilar, no termina de estar bien casado, lo que a juicio de quien ahora escribe estas líneas terminó por aburrirle bastante y hacerle incluso titánica la lectura completa del libro.

No obstante, y pese a este desequilibrio que a fin de cuentas es la columna a través del cual Villanueva sostiene su relato, El fuego de bronce se convierte en la novela histórica y bélica que tuvo que haber sido en sus últimas páginas. Páginas que, como apunté con anterioridad, están escritas con pasión y a tenor de lo que cuentan los especialistas sobre este hecho de armas, muy ajustadas a lo que se cree que  fue.

Miguel Ángel Díaz Palarea mantiene esta misma línea en Entre piratas. El contralmirante Nelson y el general Gutiérrez en las islas Canarias, aunque su novela más que novela hay que leerla y entenderla como una lección de historia narrada a través de sus protagonistas.

Palarea coincide con Villanueva en destacar el protagonismo que tuvo en aquellos hechos los habitantes de la isla y logra además un relato preciso en cuanto a su cronología, todos ellos encabezados por citas de la época o por reflexiones de historiadores que se ocuparon del hecho con posterioridad.

La diferencia más destacable que separa sin embargo a ambas novelas es que la obra de Palarea se preocupa más por los hombres de a pie, los héroes y también cobardes que tomaron parte en la batalla. Pero son retratos que apenas cincela el autor porque los acontecimientos reales terminan por devorarlo.

Como lector, lo más atractivo de esta novela basada en hechos reales es su espíritu por reivindicar a un grupo de personas que siendo anónimas se lanzaron a la batalla porque así tenían que hacerse las cosas.

Se agradece también su ánimo provocador.

Su empeño en desmontar el aura de batalla bella o gesta a la derrota que sufrió Nelson en esta tierra. Más si tenemos en cuenta cuando escribe:

“- Pero amigos, no seamos rebenques que todos conocemos las prácticas del contrabando con esos desalmados; muchos acaudalados que todos conocemos tienen repletas las alforjas de negociar con el enemigo.

- Pero bobomierda, el inglés no viene precisamente a negociar. Busca las riquezas de los barcos fondeados en la dársena de Santa Cruz de La Laguna y el oro y joyas atesoradas en nuestros templos y conventos. Pero no debemos olvidar la hermosura de nuestras mujeres. Les podría contar cómo en uno de esos ataques no quedó sin tocar una sola hembra.”

Esto me hace concluir que El fuego de bronce y Entre piratas son dos títulos, pese a sus muchos defectos, recomendables y con carne para sumergirse en un periodo de la Historia que para los habitantes no solo de Tenerife sino también de Canarias así como de España y Gran Bretaña forma parte de ese enorme casillero donde las grandes potencias de aquel entonces libraron una formidable partida de ajedrez en la que peones, torres, alfiles, caballos, reinas y reyes ganaban o perdían partidas.

Vista así las cosas, nada ha cambiado desde ese entonces.

Esperando un Trafalgar al estilo Benito Pérez Galdós sobre aquellos hechos…

Saludos, y buena lectura, desde este lado del ordenador.

La novela que pudo ser y no fue

Sábado, Abril 7th, 2012

- “A mí, Sanjurjo no me inspira confianza. –afirmó Franco– Culpa suya fue, y no de otro, que el Rey abandonase el país. Le cabe la responsabilidad de haber dejado el Gobierno en manos de los republicanos. Nunca hay que huir sin lucha, nunca abandonar. El poder hay que conservarlo hasta la muerte.”

(El fulgor del barranco, Juan Ignacio Royo Iranzo)

Hace un tiempo dedicamos un post a las novelas sobre la Guerra Civil española cuya acción se desarrollaba en Canarias. Asunto que tras su publicación generó un atractivo goteo informativo de lectores y amigos en el que me daban aviso de títulos que por desconocimiento se me olvidaron reseñar en ese artículo.

Entre otros se encontraba El fulgor del barranco (Editorial Benchomo, 2008), de Juan Ignacio Royo Iranzo, una novela que no llega a las 150 páginas y que tras su lectura, a la que he llegado gracias a la generosidad de ese inquieto Puck de las letras canarias que es el editor y también escritor Ánghel Morales, ha suscitado un conjunto de ideas revueltas en mi ya de por sí desordenada cabeza.

El fulgor del barranco comienza a finales de los años veinte del siglo pasado en Mogador, Marruecos, localidad en la que nace su protagonista, un personaje que por azares del destino termina en la capital tinerfeña sirviendo a una de las familias más ricas del archipiélago: los Camacho.

La acción brinca entonces a 1931, 1933, 1935 y 1936, años trascendentales para la historia de este país que algunos nos atrevemos a llamar todavía España, y finaliza el 17 y el 18 de julio con el pronunciamiento militar que dio al traste con el sueño para unos, pesadilla para otros que fue la II República española.

Tarea pues muy ambiciosa la que emprende Royo Iranzo en El fulgor del barranco, al intentar retratar con trazo demasiado ligero momentos cuyo peso histórico resultó tan importante para la España penínsular y sus islas.

Y ello partiendo de un relato que reunía suficientes atractivos si su autor se hubiera preocupado en darle consistencia, desarrollo, preocupación por retratar un periodo de nuestra historia cuyas heridas continúan abiertas porque, pienso, aún no ha habido un cirujano capaz de cerrarlas para que las generaciones posteriores podamos de una vez dormir en paz y liberados enfrentarnos de pie y con la cabeza despejada a los conflictos de nuestro tiempo.

Noto, pese a todo, a un escritor detrás de El fulgor del barranco.

La novela contiene momentos muy bien descritos, en los que se aprecia la capacidad de su autor para crear atmósferas y cierta sensación inevitable que sabe poner los pelos de punta.

Pienso, mientras escribo, en el diálogo que mantiene el protagonista con el alcalde de la ciudad, estando los dos presos antes de que los falangistas los hagan desaparecer en el mar.

“- Ya debían de haberme soltado. Es como si nadie pensase. No he cometido ningún delito. He sido alcalde durante dos meses y en todo momento intenté hacer respetar las leyes y velar por el orden.

El moro escuchó pasos que se acercaban por cubierta. La cerradura del candando giró.

- Por fin  nos dejarán libres.

- Sidi, esto no me gusta.”

Pero me sabe esbozo, a primer borrador de la novela que tuvo que ser.

Una novela que, entre sus muchas historias, como la de ese protagonista sin pasado ni futuro que solo puede vivir un presente al que el curso de los acontecimientos ha colocado en el lugar menos oportuno, pedía más desarrollo, más carne, más sustancia para conmover a un lector que, como quien les escribe, es lo primero que le pide a una novela.

Y que a mi juicio, Juan Ignacio Royo Iranzo, no supo armar en El fulgor del barranco. Título que, reitero, sabe a borrador. A esqueleto de lo que pudo haber sido y no fue.

Es probable, de todas formas, que su autor no quisiese escribir la novela que esperaba encontrar mientras avanzaba en su lectura. De hecho, admito que dejara resbalarla de entre sus dedos mientras la redactaba porque pensó que el conjunto comenzaba a resultarle demasiado grande.

Me quedo así con El fulgor del barranco con su espíritu pulp, de relato con nervio pero que pudo haber sido mucho más.

Está escrita con una distancia gélida que apenas reblandece la ironía gruesa que imprime en algunas de sus páginas porque detrás de lo que se lee en el relato no hay poso. Sustancia.

Novela que pudo ser y no fue, El fulgor del barranco narra, fabula entre otras cosas, en la intentona de atentado que un grupo de anarquistas de salón perpetró contra quien luego dirigiría los destinos de las Españas, Francisco Franco.

“- ¿Quiero que le cuentes lo que me has dicho sobre el general Franco. Dile que lo acompañas al campo de golf en coche.  Solo será un momento.

- ¿Para qué? ¿Por qué se interesa tu hermano? Me obligan a cargar con la bolsa de los palos. Y a mirar donde caen las bolas. No me gusta contarlo. Luego tengo que esperarles mientras ellos comen y yo paso hambre. ¿Qué le importa eso a nadie? Además, yo no deseo conocerle. ¿Dónde está? Solo me interesa pasear contigo, nada más.

Candita le soltó la mano para llevarse un dedo a los labios pidiéndole silencio. Señaló un biombo de cartón junto a la ventana.  Preguntó con voz solícita:

- ¿Estás ocupado, Vicente?

Oyeron un bufido como respuesta. Tras el biombo se escondía alguien. La muchacha lo retiró para descubrir a un hombre sentado que leía un periódico tras una pequeña mesa picada por la carcoma.

- ¿Qué quieres?– masculló.”

También, y quizá aquí radique lo mejor de esta novela que pudo ser y no fue, la visión que registra un testigo inocente y sin compromisos ideológicos al que se manipula para servir a los de siempre en unos instantes que han pasado a la historia como el amanecer de una España que hoy, tanto los que afirman que la defienden como los otros continúan empeñados en que permanezca viva pese a su olor a cementerio.

Leo así El fulgor del barranco con cierto agrado frustrado, preguntándome porqué Juan Ignacio Royo Iranzo no firmó la novela que pudo haber sido y no fue.

No le falta perspectiva y distancia, también un agradecido ánimo en desacralizar a quien más tarde fuera el caudillo de aquella España grande y libre como de los extremistas de izquierdas más preocupados en emborracharse para darse ánimos y tirarle bombas que no fueron más allá de petardos bullangeros.

Insisto por ello que El fulgor del barranco pudo haber sido pero no fue la novela de la Guerra Civil de un territorio chiquito, ombliguista y tan malvadamente tontorrón como es el que habito.

Saludos, Alá es grande y Mahoma ¿su profeta?, desde este lado del ordenador.

Noticias de ese cine que tanto nos (dis)gusta

Miércoles, Abril 4th, 2012

CLAUDE RAINS (Mr. Dryden en Lawrence de Arabia): “Si nosotros hemos dicho mentiras, usted ha dicho medias mentiras. Un hombre que dice mentiras, como yo, simplemente oculta la verdad; pero el que dice medias mentiras ha olvidado dónde está la verdad.”

MIENTRAS UNOS DUERMEN, OTROS HACEN

El proyecto Mañas 2.0 comienza a calentar motores tras la firma de un convenio de colaboración entre el presidente de la Federación de Lucha, Germán Rodríguez, y la productora Arte Populi. Mañas 2.0, que cuenta con el patrocinio de Cajasiete y Canaria de Mármoles y Triturados, S.L., fusiona la Lucha Canaria con tecnología de captación de movimiento y animación gráfica en 3d. El resultado ofrecerá una colección de diez piezas audiovisuales con las mañas más utilizadas del deporte vernáculo del archipiélago. Esta iniciativa tiene un planteamiento pedagógico, y jugará con imagen real y entornos 3d con el objetivo de mostrar las posiciones, desplazamientos, toques y cogidas que componen cada maña. Mañas 2.0 contará con una edición limitada de discos en formato en la que se compilará la colección de las diez mañas interactivas multiangulares, acompañdas de un making off con las imágenes de la grabación y el trabajo de producción, así como las opiniones de los expertos, puntales y profesionales de la Lucha Canaria sobre este proyecto. Mañas 2.0 cuenta con el apoyo de la Fundación Canaria de Animática, y debe su concepción, desarrollo y dirección a Isidro J. González, quien asumirá también su realización. El diseño y la animación 3d la asumirá Ssiliuto Design; el responsable de la sonorización y banda sonora, Julio Tejera y el diseño gráfico Dorta Design bajo la producción de Pablo Navarro.

CUBILLO, SÚPER STAR

Historia de un crimen de Estado, documental de Eduardo Cubillo cuyo argumento gira en torno al Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), ha sido seleccionado entre los treinta trabajos que serán exhibidos en el Festival de Málaga de Cine Español. Historia de un crimen de Estado es un documental histórico sobre Antonio Cubillo Ferreira, responsable del movimiento independentista canario que en la década de los años setenta del siglo pasado reivindicó la independencia del archipiélago desde la Organización para la Unidad Africana (OUA).

MARÍA MONTEZ, LA REINA DEL TECHNICOLOR

La República Dominicana ha organizado un amplio programa de actividades para conmemorar en junio de este año el centenario del nacimiento de la actriz María Montez, quien conquistó Hollywood en la década de los cuarenta ganándose el título de La reina del Technicolor. Montez, cuyo verdadero nombre fue María África Gracia Vidal, nació el 6 de junio de 1912 en Barahona (suroeste dominicano) y falleció en París el 7 de septiembre de 1951, al parecer, de un ataque al corazón mientras se bañaba. Hija de un diplomático español de origen canario, Isidoro Gracia García y una dominicana, la futura actriz se educó en un convento católico de las islas Canarias. Su carrera en el cine está repleta de trabajos de serie B como Las mil y una noches (1942), La salvaje blanca (1943) y La reina de cobra (1944), entre otras. Para conmemorar su centenario, una comisión nombrada el año pasado por el Gobierno dominicano ha diseñado un programa que incluye además de un ciclo de cine, la emisión de un sello postal en su honor y la inauguración de un busto en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte, en la capital dominicana. Cabe destacar la recuperación que en España inició el investigador tinerfeño Antonio Pérez Arnay, recientemente fallecido, de la actriz con su libro María Montez, la reina de Technicolor, editado por la Filmoteca Canaria en 1990.

FIMUCITÉ  NO ENTIENDE DE CRISIS

Leo en prensa la rueda de prensa que los organizadores y las administraciones públicas implicadas ofrecen con motivo de la presentación de la sexta edición de Fimucité. Se anuncia que la Universal Pictures celebrará en el Festival su centenario con un concierto en el que se interpretará una selección de sus grandes bandas sonoras. Este encuentro, que llega a su sexta edición y que se desarrollará en Tenerife del 7 al 14 de julio, incluye un concierto inaugural de Presuntos Implicados y en días sucesivos audiciones dedicadas a Henry Mancini, que interpretrará la Big Band de Canarias, así como debates y mesas redondas que se complementan con un ciclo de cine dedicado al compositor Nino Rota. Entre los artistas invitados destaca Pete Anthony. Una pregunta: ¿de qué irá el libro que editan este año? Porque habrá libro ¿verdad?

CORTOCIRCUITO

El circuito canario Islas de Cine que programa el Gobierno de Canarias comienza esta semana en Gran Canaria, La Graciosa y Tenerife su andadura. Islas en las que se exhibirán La isla interior; Canarias, reductos de la diversidad y Ella (s), respectivamente. La iniciativa contempla el pase de nueve largometrajes en todo el archipiélago (¿se incluirá la siempre graciosa La Graciosa?) a lo largo del 2012. El circuito cuenta también con la colaboración de la Radio y Televisión Canaria, que cada mes emitirá una de las películas programadas en el ciclo. El amor se mueve, de Mercedes Afonso inaugura esta sección y su emisión tendrá lugar este miércoles, 4 de abril, a las 23.30 horas, por en Canal 2 de la TVC, con redifusión el próximo sábado, día 7, a las 18.30 horas.

 Saludos, ¡¡¡ay, mi cabeza!!!, desde este lado del ordenador.

Sin palabras, maestro Mingote

Martes, Abril 3rd, 2012

Porque la sangre es vida: Carmilla

Lunes, Abril 2nd, 2012

Mucho tiempo antes de que Bram Stoker nos revelara que la existencia del vampiro radica en que nadie cree en sus existencia, un oscuro y también escritor irlandés de nombre Joseph Sheridan Le Fanu escribió la que, a mi juicio, continúa siendo uno de los mejores relatos de no muertos en su no muerta historia: Carmilla.

Carmilla, que influyó notablemente en la pesadilla stokeriana (la mejor novela de todos los tiempos según Oscar Wilde), cumple 130 años y continúa, como su personaje protagonista, viva en el sueño de la muerte porque además de estar excelentemente escrita, ambientada en ese delicioso tenebrismo gótico que los que amamos los clásicos del género releemos con insólita devoción, se anticipó a su tiempo con una elegancia en la que la se combina una delicada capacidad para crear atmósferas con sugestiva y refinada elegancia decimonónico tantear los territorios del erotismo en unos tiempos donde esa palabra, erotismo, resultaba tabú.

Carmilla es así, entre otras muchas cosas, una obra maestra del relato vampírico, en el que el su autor, además, sentó muchas de las constantes que, a partir de ese entonces, iba a distinguir a tan inquietantes criaturas de la noche. También se trata Carmilla de un ingenioso canto al despertar sexual, en este caso el que comienza a sentir una delicada jovencita hacia quien se le aparece primero como fantasma y más tarde como una espléndida mujer con la que mantendrá una fascinante historia de amor a la que intenta poner freno los protagonistas masculinos, que actúan así como fuerzas represoras ante la amenaza de un mal que por una vez solo encarna violento desenfreno.

“No debía tener yo más de seis años cuando, cierta noche, me desperté y, mirando en torno a la habitación desde mi lecho, no vi a la doncella. No me asusté, porque era una de esas niñas afortunadas  a las que deliberadamente se había mantenido en la ignorancia con respecto a los cuentos de fantasmas y de hadas, y todas esas consejas que nos hacen esconder la cabeza cuando la puerta cruje súbitamente, o el parpadeo de una vela a punto de extinguirse hace bailar sobre la pared, cerca de nuestros rostros, la sombra de uno de los pilares de la cama. Me sentía molesta y ofendida al imaginarme abandonada y empecé a gimotear, antes de que me asaltara un enérgico estallido de bramidos. Entonces, con gran sorpresa por mi parte, vi un rostro solemne, pero muy hermoso, que me miraba desde uno de los costados de la cama. Era el rostro de una joven dama que estaba de rodillas, con las manos bajo mi colcha. La miré con una especie de asombro complacido, y dejé de gimotear. Ella me acarició con sus manos, se tendió a mi lado de la cama, y me atrajo hacia sí, sonriendo. De inmediato me sentí deliciosamente apaciguada y me quedé dormida otra vez. Me desperté con una sensación como si me clavaran profundamente en el pecho dos alfileres al mismo tiempo, y lancé un grito. La dama retrocedió, sin dejar de mirarme, luego se dejó caer al suelo y me pareció que se escondía debajo de la cama.”

El relato de Sheridan Le Fanu, que se puede encontrar en español en, entre otras, la inolvidable edición de Nostromo, así como en las recomendables antologías Vampiros entre nosotro (Plaza y Janés, 1965) al cuidado del cineasta y esteta Roger Vadim, y Vampiros (Ediciones Siruela, 1992), a cargo de Jacobo Siruela, narra así y desde la perspectiva de un escritor que logra transformarse en mujer, la relación alimentada de sentimientos y deseos que mantienen sus dos protagonistas.

“Solía rodearme el cuello con sus hermosos brazos, atraerme hacia ella, y, apoyando su mejilla en la mía, susurrarme al oído:

- Querida mía, tu corazón está herido. No me juzgues cruel por acatar la ley irresistible de mi fuerza y mi debilidad. Si tu corazón está sinceramente herido, el mío sufre espantosamente con el tuyo. En el éxtasis de mi enorme humillación, vivo en tu cálida vida, y tú morirás… morirás, dulcemente morirás… en la mía. No puedo evitarlo. Así como yo me acerco a tí, a su vez, tú te acercarás a otros, y conocerás el éxtasis de esa crueldad, que, sin embargo, es una forma de amor.”

El relato continúa, hasta que se descubre la verdadera naturaleza de Carmilla, o la condesa Millarca, un demonio sediento de sangre. Pero es que incluso después de su ejecución, Joseph Sheridan Le Fanu tiene la portentosa elegancia de dejar un inquietante interrogante en la imaginación del lector. 

Escribe la protagonista: “Aún ahora, la imagen de Carmilla retorna a mi memoria con ambigua alternancia: unas veces es la muchacha retozona, lánguida y bella; otras, el torturado demonio que vi en la iglesia en ruinas. Y con frecuencia, en medio de mis ensoñaciones, me he sobresaltado al imaginar que oía los pasos ligeros de Carmilla junto a la puerta del salón.”

El relato de Sheridan Le Fanu, un por otra parte fantástico escritor de relatos de misterio, ha sido llevado al cine en varias ocasiones pero en versiones que no rinden justicia a la obra original. La mejor de todas ellas es Vampyr, la bruja vampiro (Carl Theodor Dreyer, 1932), una adaptación muy libre de Carmilla, y en un discreto segundo puesto la cinta que protagonizó la actriz Ingrid Pitt en el primer título de la trilogía de los Karnstein, The vampire lovers (Roy Ward Baker, 1970), bajo el sello de la Hammer Productions.

Saludos, porque la sangre es vida, desde este lado del ordenador.