Archive for Agosto, 2013

Fucik y Brasillach ¡Muera la inteligencia!

Lunes, Agosto 19th, 2013

LA CARA

Tiene Reportaje al pie de la horca, del escritor y periodista checo Julius Fucik, ecos trágicos que todavía resuenan cuando lees sus páginas. Hojas que fueron sacadas de la cárcel donde esperaba la muerte por pertenecer al partido comunista checoeslovaco y agitar culturalmente el espíritu quebrado de un país en aquel entonces ocupado por el ejército nazi.

Leer Reportaje al pie de la horca adquiere dobles sentidos. En mi caso, además, una clarificadora visión de quien espera, consciente, la muerte. El libro es así una crónica despiadada de la cuenta atrás.

Recuerda Fucik en la primera página del libro lo que siente, lo que observa tras ser detenido por la Gestapo: “Estar sentado en la posición de firme, con el cuerpo rígido, las manos pegadas a las rodillas, los ojos clavados hasta enceguecer en la amarillenta pared de esta cárcel del Palacio Petschek no es, en verdad, la postura más adecuada para reflexionar. Pero, ¿quién puede forzar al pensamiento a permanecer sentado en posición de firme?

En su último reportaje, Fucik escribe con admirable frialdad periodística sobre lo que siente, también sobre lo que contempla.

Resulta en este aspecto muy interesante el retrato que hace de tres agentes de la Gestapo, uno de los cuales “no consideraba el palo y el hierro como los únicos medios para interrogar. Le gustaba más la forma confidencial o las amenazas, según los casos, según valorara a “su” hombre. A mi no me torturó jamás, salvo quizás la primera noche. Pero cuando le interesaba, me entregaba a los demás con ese objeto.

Decididamente, era más interesante y complicado que los otros. Tenía una imaginación más rica y sabía utilizarla. Fuimos juntos a una cita inventada en Branik. Allí nos sentamos en una taberna al aire libre, mirando cómo la gente pasaba a nuestro lado.

- Te hemos detenido –me decía– y mira: ¿ha cambiado algo por eso? La gente pasea como antes, ríe, tiene sus preocupaciones igual que antes. El mundo marcha como si tú jamás hubieras existido. Seguramente entre ellos hay más de uno de tus lectores. ¿Y crees que por ti tendrán una arruga más?

La lectura de Reportaje al pie de la horca resulta inquietante.

Inquietante porque como lector intuyes el proceso de degradación –físico y psicológico– al que fue sometido Fucik antes de ser ejecutado.

Inquietante por las relaciones que se tejen entre detenido y sus captores.

E inquietante porque eres consciente que estás leyendo su última historia.

Una historia que apenas abandona la aparente gelidez que se exige a todo reportaje periodístico que se precie.

Un estilo parco en palabras que reviste si cabe de mayor dramatismo a esta crónica de una muerte anunciada.

Palabras escritas por un hombre que hace testamento –sin dramatismos, solo aportando crudos hechos– con ellas.

Reportaje al pie de la horca está salpicado de retratos y momentos que hacen pensar que hombres así estaban forjados de otra pasta.

La resignación del protagonista se transforma en dignidad: “El vigilante con uniforme de SS que me conducía a la celda hizo un ademán de registrarme los bolsillos.

- ¿Qué le pasa a usted?- me preguntó en voz baja.

- No sé. Me han dicho que mañana seré fusilado.

- ¿Le ha impresionado eso?

- Contaba con ello.

Durante un rato rozó mecánicamente las solapas de mi chaqueta.

Es posible que lo hagan. Si no mañana, más tarde. O quizás no. Pero en los tiempos actuales… es bueno estar preparado…

- …Pero, por si acaso… si quiere usted enviar un recado para alguien… o si quiere escribir… No para ahora, ¿comprende?, sino para el futuro: cómo ha llegado aquí, si alguien le ha traicionado, qué conducta observaba éste o aquél… Para que todo lo que usted sabe se marche con usted…

¿Si quiero escribir? Como si hubiera adivinado mi más ferviente deseo.

Después de un momento me trajo papel y lápiz. Los oculté cuidadosamente para que en ningún registro pudieran ser encontrados.

Y no los toqué jamás.

Era demasiado hermoso, no podía tener confianza”.

Los últimos fragmentos de Reportaje al pie de la horca resultan dramáticos. Un dramatismo que no tiene nada con ver con la realidad carcelaria que describe Fucik sino por el cambio profundo que transmiten sus últimas reflexiones.

La conclusión amarga “de que mi juego se aproxima a su fin”.

Aunque es consciente de que ya no se trata de un juego: “Es la vida”.

Trasladado a Berlín, Julius Fucik es fusilado el 8 de septiembre de 1943.

LA CRUZ

En el otro extremo de la balanza ideológica ubico a dos escritores franceses que pusieron su talento al servicio de algo en lo que creían, aunque la Historia no les diera la razón.

De Pierre Drieu de la Rochelle ya hablamos en su momento.

Antes de que fuera capturado por las fuerzas de liberación prefirió pegarse un tiro.

Esa muerte trágica que ya presagia en sus novelas y cuentos.

El fuego fatuo resulta así un título premonitorio, tráfico, fatal.

Refugiado en Suiza Louis-Ferdinand Céline, Robert Brasillach es sentenciado a muerte por orden directa del general Charles de Gaulle.

Brasillach se esconde, o lo esconden.

Nadie sabe donde está hasta que se entrega cuando su madre y hermana son detenidas por las fuerzas de liberación.

Comienza así un juicio “simbólico” en palabras de Simone de Beauvoir mientras intelectuales y escritores como Albert Camus, el católico y conservador Françoise Mauriac, entre otros, solicitan clemencia.

Pero la suerte está echada.

Brasillach escribe en la cárcel: “La vida es una broma de mal gusto. Para vivir hoy hay que saber reírse de la estúpida realidad”.

Entre su obra destaca una Historia del cine que firmó en colaboración con su cuñado Maurice Bardèche.

Robert Brasillach perdió la vida, tras ser fusilado, el 6 de febrero de 1945.

Saludos, ¡muera la inteligencia!, desde este lado del ordenador.

La que se avecina…

Domingo, Agosto 18th, 2013

* Víctor Álamo de la Rosa publicará en septiembre Isla Nada (Tropo Editores). A nosotros nos encanta la portada, imagen que ilustra este post. La novela, que consta de unas cuatrocientas páginas, es la sexta del escritor y en ella pone fin a su territorio mítico, Isla Menor. La nueva novela relata “la historia de un aviador nazi que tras perder la guerra decide montar un curioso zoológico donde exhibir seres humanos, y la vida de un famoso tenor catalán que debido a las asombrosas adicciones sexuales de su esposa comienza a perder su portentosa voz”.

* El profesor de Historia de América de la Universidad de La Laguna, Manuel Hernández, prepara un libro que, seguro, levantará ampollas. En este nuevo trabajo, Hernández estudia el desgraciado Decreto de Guerra a Muerte a españoles y canarios efectuado por Simón Bolívar en Trujillo el 15 de junio de 1813. Manuel Hernández que ha publicado más de medio centenar de libros, es autor recientemente del interesante volumen Ruiz de Padrón y los diputados gomeros del trienio liberal (1820-1823) y asume el cuidado de la edición Actas de las congregaciones del clero de La Laguna, de José de Viera y Clavijo. Libro que forma parte de la colección de obras completas que en la actualidad se están publicando con motivo del bicentenario de la muerte del polígrafo canario.

* Otra noticia que agita el cada día más interesante territorio de la república de las letras canarias –y de la que ya informamos en este su blog– es la publicación en septiembre de Un camino a través del infierno (M.A.R. Editor), de Javier Hernández Velázquez, en la que el autor recupera a Mat Fernández, personaje que vio la luz por primera vez en el cuento Los ojos de Henry Fonda.

* Como ya anunciamos en este su blog, EDAF publica en octubre La última tumba de Alexis Ravelo, título por el que recibió el XVII Premio de Novela Ciudad de Getafe, y en la que el autor vuelve a explorar la geografía negrocriminal pero desde su lado más oscuro, el de los perdedores.

* Hora antes editorial reedita La pluma del arcángel, novela por la que Carlos Álvarez obtuvo en 1998 el premio Benito Pérez Armas. La pluma del arcángel se desarrolla en algún momento del siglo XVI, cuando el inquisidor Fernán Ximénez llega a Canarias, “rincón del Imperio donde las costumbres se han relajado bastante”, informa la contraportada de su primera edición, que publicó Alfaguara en su día.

* Hora antes editorial publica también, pero en formato ePub, Noticias del cielo o Astronomía para niños, un libro que José de Viera y Clavijo escribió para ser usado en las escuelas y educar a los niños en el conocimiento de la astronomía a principios del siglo XIX. El formato .epub en el que se presenta esta edición de Noticias del Cielo o Astronomía para niños, con los dibujos originales de la primera edición, está especialmente indicado para la lectura de la obra en dispositivos móviles como eReader, tabletas o teléfonos smartphones.

* La editorial digital Attikus comenzará a andar próximamente con la publicación del libro de relatos Itinerarios de amor, del escritor Santiago Gil. En una entrevista con la editora, Guadalupe Martín Santana, sabemos que la idea es continuar publicando sobre todo narrativa, obras inéditas y reediciones de Emilio González Déniz, José Luis Correa, Javier Hernández Velázquez, Alexis Ravelo, Yolanda Delgado Batista, JRamallo, Pablo Sabalza o la escritora cubana Belkys Rodríguez. También está previsto un libro de ensayos de Rubén Benítez Florido y las memorias ampliadas del poeta cubano, único superviviente del caso Heberto Padilla, Manuel Díaz Martínez.

* Al final no hubo inauguración del Cine Víctor el pasado viernes 16 de agosto, tal y como anunciamos en una entrada anterior de este su blog. Eladio Fraga, el responsable del nuevo periplo de una de las salas más emblemáticas de Canarias, se apresuró al filtrarnos “la exclusiva.” Habrá que esperar a finales de este mes, es un suponer, para ver de nuevo las puertas del Víctor abiertas.

* La Filmoteca Canaria ha recuperado y digitalizado en estos primeros siete meses del año unos tres mil metros de películas filmadas por aficionados de las islas entre los años 1920 y 1970. Tal longitud corresponde a la que suma aproximada del centenar de bobinas de diverso metraje y formatos (8mm, Súper 8 y pathe baby) que ha llegado a esta entidad durante el presente año, parte del cual se prepara para su proyección al público en octubre.

* La Filmoteca Canaria exhibirá el 10, 17 y 23 en el teatro Guiniguada en Las Palmas de Gran Canaria y el 11, 18 y 25 en el teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife el ciclo Rodajes en Canarias, una iniciativa que en octubre se completa con la proyección de imágenes recuperadas. La tanda de películas en septiembre incluye títulos tan descacharrantes como Cuando los dinosaurios dominaban La Tierra (Val Guest, 1970); Ulises contra Hércules (Mario Caiano, 1962) y Órbita mortal (Primo Zeglio, 1967). ¿A qué no sabían que fue, precisamente un tinerfeño, Tom Hernández, el descubridor de Raquel Welch, la protagonista de Cuando los dinosaurios dominaban La Tierra?

* Y una recomendación antes del punto y final. Si pueden y si les interesa el asunto, háganse con Historia de la trata de negros, de Mannix & Cowley, publicado en su día en la colección de bolsillo de Alianza Editorial. Escribir que su lectura es rematadamente reveladora es poco. Muy poco.

Saludos, eso es to-to-todo por hoy, desde este lado del ordenador.

Benditos roedores

Sábado, Agosto 17th, 2013

I.- VIVA LA PANDILLA DE RATAS

En esa pequeña película que es La hija del soldado nunca llora, Kris Kristofferson interpreta a un hombre maduro que intenta convivir con los fantasmas de su pasado junto a su familia en otro país, en otro planeta que no le recuerde que es el suyo.

El filme está basado en una novela de Kaylie Jones, hija del escritor norteamericano James Jones, un hombre de letras que alcanzó notable éxito en los años cuarenta y cincuenta con una serie de novelas donde mostraba la guerra desde el punto de vista del soldado como De aquí a la eternidad y La delgada línea roja, entre otras.

Si hay, sin embargo, un título de Jones que distingo del resto de su producción literaria es la profundamente conmovedora Como un torrente, donde cambia de escenario. La acción ya no transcurre en el frente sino se preocupa en relatar el intento de readaptación a la vida civil de su protagonista.

Un soldado.

Esta novela dio origen a una versión cinematográfica dirigida por Vincente Minnelli, con Frank Sinatra, Dean Martin y Shirley MacLaine como protagonistas.

El filme estrenado a finales de los años cincuenta puede entenderse como el lado serio y adulto de los hombres y mujeres que formaron parte de lo que se conoce como Rat Pack, un grupo de golfos y juerguistas millonarios que, con Sinatra a la cabeza, representan lo mejor y en cierta forma también lo peor del hedonismo con sello Hollywood.

Lo que sí tengo claro es que todos ellos vivieron a su manera, y que entre los tres grandes ases que formaron parte de esa pandilla, Sinatra, Martin y Sammy Davis Junior, siempre me decantaré por Dino antes que por La voz.

Probablemente porque Martin siempre ocupó un discreto segundo puesto, aunque como actor e incluso como cantante todavía continúa pareciéndome superior al gran Sinatra.

Tenía algo Dino.

Si lo escuchan, parece que casi se está riendo cuando canta al amor o al desamor.

Parece que todo se la trae floja.

Que enciende un cigarrillo y se encoge de hombros.

En cuanto a sus intervenciones en pantalla, a mí Dean Martin hace gloria como sheriff borrachín en Río Bravo (Howard Hawks, 1959) y en el papel de tahúr que interpreta en, precisamente, Como un torrente, donde esconde su cabeza bajo un impecable sombrero tejano.

Para los interesados en conocer las grandezas y miserias del Rat Pack recomiendo la lectura de un libro escrito con la devoción de un admirador: Rat Pack. Viviendo a su manera, de Javier Márquez.

Márquez cuenta muchas anécdotas de este grupo de amigos que intentaron vivir la vida como una fiesta. Con todas sus luces y sombras.

Se habla así de las conexiones con la mafia, de sus excesos, de sus ya legendarias cogorzas y, sobre todo, de su talento.

En este sentido, cabe recordar que la versión de Everybody loves somebody de Martin logró arrebatar el primer puesto en las listas de éxito a un grupo británico que en 1964 había logrado mantener algunas semanas su A hard day’s night en el puesto número 1 de las listas norteamericanas.

Claro que así se las gastaba Dino.

Y no solo con los cuatro de Liverpool, The Beatles.

Pregúntenle a los melenudos Rolling Stones cuando los invitó a su programa de televisión Hollywood Palace

Pero no es de mi admirado Dean Martin de quien quiero hablar en este post.

Tampoco de Frank Sinatra ni de Sammy Davis Junior.

Ahí está el libro de Márquez para que conozcan cómo se las gastaban cuando estaban juntos.

No, este post solo quiere reseñar algunas de las películas que como banda rodaron como colegas y amigos.

Por el camino y en sábanas revueltas quedan mujeres como Marilyn Monroe, Ava Gadner y Kim Novak. También gente tan poco recomendable como Sam Giancana y litros, litros de buen bourbon.

Ecuación que da como resultado dos palabras para mí envidiables: Rat Pack.

La hedonista, elegante y divertida forma de vivir de una pandilla de ratas.

II.- EL ORIGEN DEL CLAN

El Rat Pack además de Sinatra, Martin y Davis estuvo formado por el estirado –lo siento, nunca me cayó bien– Peter Lawford y Joey Bishop. La división femenina contó con Shirley MacLaine y como estrellas invitadas con Judy Garland, Angie Dickinson, Marilyn Monroe y Lauren Bacall a quien se le hace responsable del nombre.

Bacall junto a su marido Humphrey Bogart acogieron en su casa en numerosas ocasiones a Sinatra.

Bogart, de hecho, le dio consejos sobre mujeres, la bebida y el mundo del cine en los comienzos de su carrera. Si para Dino el modelo fue George Raft para Frank fue siempre Bogart.

El origen del nombre, relata Javier Márquez en su libro, lo sugirió la propia Bacall una noche en la que encontró a su marido junto a otros amigos hasta arriba de alcohol. Curiosamente en esa juerga no se encontraba Frank Sinatra.

Bacall gritó: “¡parecéis una maldita pandilla de ratas!”

Cuenta la leyenda que una semana después y en el salón privado del restaurante Romanoff la pandilla eligió entre botellas de bourbon los cargos del recién creado Rat Pack, club, hermandad o como quieran denominarlo que nació en palabras de Bogey: “para combatir el aburrimiento y perpetuar la independencia. Nos admiramos a nosotros mismos y no nos preocupa nadie más”.

La directiva, votada democráticamente, quedó así:

Frank Sinatra, presidente.

Lauren Bacall, la casera.

Judy Garland, vicepresidenta.

Irving Lazar, secretario y tesorero.

Sid Luft, el carcelero.

Humprey Bogart, relaciones públicas.

Con el paso de los años hubo cambios.

Pero las juergas continuaron.

¡Viva Las Vegas!

III.- LAS PELÍCULAS

Los miembros del nuevo Rat Pack protagonizaron varias películas.

Solo he visto tres de las que, específicamente y como grupo, rodaron en el esplendor de sus carreras.

Tengo las tres en un apartado privilegiado en mi deuvedeteca y si bien admito que como cintas han perdido fuelle con el paso del tiempo, para todo seguidor de esta singular hermandad aún tienen esa capacidad de “alegrar el puñetero día”.

La cuadrilla de los once (Lewis Milestone, 1960).- Me encanta. Tanto, que la nueva versión y secuelas no me hace respirar la psicotrónica complicidad de la cinta original. Dean Martin, Frank Sinatra y Sammy Davis Jr. están en su salsa. El resto del Rat Pack también, esto incluye al estirado de Peter Lawford. Angie Dickinson es algo así como un sol y el golpe que la pandilla planifica para asaltar uno de los casinos de Las Vegas es deliciosamente tronchante. Encuentro claves, mensajes ocultos en las miradas que cruzan Sinatra y Martin. Martin, Sinatra y Sammy Davis Jr. Sí, sé que el filme ha envejecido pero para quien escribe aún le sabe a bourbon reserva.

Tres sargentos (John Sturges, 1962).- La película reunía todos los elementos para ser la gran película del Rat Pack. Pero no… Aunque late en toda ella el espíritu festivo del grupo. El guión lo firma William R. Burnett, uno de los mejores escritores de novela negra de todos los tiempos, quien recuerda en Backstory como tuvo ocasión de escribir una parodia para la pandilla de Gunga Din: “Era una buena idea pero Frank no sabía que hacer con ella. Así que volví a casa, pensé en ello e intenté imaginarme una forma de hacerlo. La ambienté en el Oeste, con esa fanática tribu de indios, y eso es Tres sargentos”. Burnett no dice que para elaborar la historia canibalizó Muros de adobe, una novela ambientada en el Oeste escrita en clave dramática en la que, sospechosamente, aparece también una fanática tribu de indios apaches. Los tres sargentos, para que nadie se llame a equívocos son Sinatra, Martin y Lawford. Sammy Davis Jr. aporta junto a una mula un discutible puntito humorístico.

Cuatro tíos de Texas (Robert Aldrich, 1963).- Pese a que la dirige un peso pesado como Aldrich, Cuatro tíos de Texas no termina por funcionar. Aunque cuenta con un excelente inicio de persecuciones y tiros que sirve para presentar a los personajes que encarnan Dean Martin, que hace como siempre de cínico vuelta de todo, y Frank Sinatra, un tipo ¿honesto? No, un capitalista en toda regla. En el filme emparejan a Martin con una explosiva Ursula Andress y a Sinatra con una igual de explosiva Anita Ekberg. Hay crítica a la codicia, personaje que interpreta muy bien ese excelente secundario del cine norteamericano que fue Victor Buono, que en la película encarna a un reptiliano banquero y como secundario villano un Charles Bronson que todavía ni soñaba en convertirse en estrella.

Y… esto es todo por hoy.

Esperando estoy mientras tanto a que me reciba la maldita pandilla de ratas.

Saludos, Jack Daniel en mano, desde este lado del ordenador.

Leer es una aventura…

Viernes, Agosto 16th, 2013

Su nombre es John Meade Falkner y soy consciente que no les dirá nada a muchos de ustedes aunque si revelo que fue el autor de El diamante (Moonflet), novela de la que el maestro Robert Louis Stevenson dijo “es la que me hubiera gustado escribir” espero que al menos a unos pocos se le encienda el interruptor y no descansen hasta encontrarla.

La edición que poseo y ocupa un lugar privilegiado en mi biblioteca está editada en Destino, 1989, y es junto a Huracán en Jamaica, de Richard Hughes, dos títulos que, a mi juicio, son de referencia dentro del género de la aventura.

Un género, el de la aventura, para nada menor.

Como a tantas otras historias llegué primero a El diamante y también a Huracán en Jamaica gracias a sus dos excelentes adaptaciones cinematográficas, filmes que no se cansaban de reponer en televisión cuando la televisión aún funcionaba como eficaz vehículo de entretenimiento.

Los contrabandistas de Moonflet (Fritz Lang, 1955) es un título mayor en el cine de aventuras. Una obra redonda, deliciosa y que deja huella.

Protagonizada por Stewart Granger y un siempre colosal George Sanders, aún me conmuevo cuando veo esta película no ya por su tétrica atmósfera, retrato de personajes y contenida puesta en escena, sino por el respeto y el cariño con el que logra trasladar el espíritu de la novela original.

Recomendaría, en este sentido, que pese a ver visto un centenar de veces el largometraje, no se renunciara a leer la novela de Meade Falkner.

La versión de Lang no deja de resultar así, y pese a ser una grandiosa adaptación cinematográfica, una película que condensa una historia que como toda novela de aventuras que se precie no es otra cosa que un relato intenso de iniciación.

El diamante cuenta las peripecias del joven John Trenchard, un adolescente que narra en primera persona su peculiar odisea tras conocer al noble y duro Elzevir Block, jefe de una banda de contrabandistas que busca el diamante del legendario pirata Barbanegra.

Me llamo John Trenchard y cuando comienza esta historia tenía quince años. Hacía varias años que había muerto mi padre y mi madre, y yo vivía con Miss Arnold, que era mi tía. Fue muy amable conmigo, a su manera, pero no pude tomarle cariño por su excéntrica rigidez y sequedad”.

El diamante, Moonflet, Los contrabandistas del MoofletMoonflet es la localidad en la que vive Trenchard– captura la atención del lector desde el minuto uno. Y sabe capturar la atención del lector desde el minuto uno porque Meade Falkner no solo fue un eficaz escritor para crear ambientes y atmósferas, sino porque supo ubicar en esos mismos ambientes y atmósferas a sus personajes.

Personajes, recordemos, que vemos a través de los ojos de un quinceañero.

No falta así cierta épica burlona en su retrato de Elzevir Block y de su grupo de contrabandistas, así como pinceladas con un inquietante tenebrismo cuando el protagonista desciende a la cripta donde presuntamente reposan los restos del pirata Barbanegra.

Perdonen así mi entusiasmo al reseñar estas líneas, porque no deja de resultar singular que esta maravillosa novela de aventuras leída con quince, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, cien años aún despierte mi adormilada alma de aventurero.

No sé, igual es por las lecturas que saco de la relación que mantiene el joven Trenchard con Block.

Trenchard ve en el jefe de los contrabandistas algo así como el padre que nunca tuvo y Block en Trenchard al hijo que le arrebataron.

Pero El diamante, como las buenas historias, cuenta otras historias y hace literatura.

En cuanto a su autor, reseñar que dejó escritas dos novelas más: The Lost Stradivarius (1895) y The Nebuly Cost (1903). También, que fue un triunfador en el mundo de los negocios. Lo escribo porque me entero leyendo la Wikipedia que hizo fortuna como ejecutivo en una empresa armamentística durante la I Guerra Mundial.

Nadie es perfecto.

Huracán en Jamaica es junto con La isla del tesoro, de Stevenson, la mejor novela de piratas de cuantas he leído…

Y créanme, he leído lo que se dice un montón de novelas de y con piratas.

Como todo hijo de vecino sabe, la historia inspiró otra gran película, Viento en las velas (1965) dirigida por Alexander MacKendrick, un cineasta por el que confesamos –esperamos– contagiosa devoción en este su blog que es elescobillon.com.

De su autor, Richard Hughes he conseguido en castellano además de Huracán en Jamaica (colección destinolibro, Ediciones Destino, 1989), El regazo del Atlas. Cuentos de Marruecos (colección Juvenil, Ediciones Alfaguara, 1987) y El zorro en la bohardilla (Editorial Sudamericana, 1963) que están muy bien pero que no arañan la grandeza de Huracán en Jamaica.

Una novela, esta Huracán en Jamaica, cuya lectura resultaría hoy políticamente incorrecta.

¿Por qué?

Hughes narra la aventura de un grupo de niños secuestrados por un grupo de patéticos bucaneros en aguas del Caribe y cómo las criaturas presuntamente inocentes se hacen con todos los miembros de la tripulación de ese navío que navega con bandera pirata.

Esta novela pone de manifiesto que “los niños siguen a sus mayores con el mismo afecto que las gaviotas a un barco”.

La novela, que es una novela de aventuras, está plagada de diálogos que parecen estar escritos al rojo vivo:

Emily dormitó unos minutos; cuando despertó, aún estaba allí el capitán.

- Cuéntame de cuando eras pequeño –dijo la niña.

Jonson continuaba silencioso, tratando de proyectar su pesado espíritu hacia el pasado.

- Cuando yo era muchacho –dijo por fin–, no se creía de buena suerte engrasarse uno mismo sus botas marinas. Mi ti tiíata me engrasaba las mías antes de que saliéramos en el lugre.

Se calló durante algún tiempo.

- Hacíamos seis partes de la pesca… Una para la tripulación y una para cada uno de nosotros.

Eso fue todo. Pero a Emiliy le interesaba aquello enormemente, y al poco tiempo volvió a dormirse, feliz por completo.”

Tanto la novela como la película tienen una lectura curiosa y se me antoja que incómoda sobre la relación entre adultos y niños.

En un momento del libro un niño canta: “Érase una vez una llamada Emily, que durmió con un caimán”.

Pero nada es lo que parece.

Porque los inocentes aniquilan literalmente el espíritu de unos hombres rudos, curtidos en la mar, que se desarman cuando intuyen reflejos de su niñez perdida o nunca encontrada en el grupo de niños que han secuestrado.

Huracán en Jamaica es una novela moral.

Pero de una moralidad digamos que inquietante en estos tiempos de fascismo dulce que vivimos.

Su lectura despierta alarmas, aunque no sé si conciencias.

Su ética, que la tiene, aún confunde a los ciegos y tuertos.

Saludos, viento en popa, toda vela, desde este lado del ordenador.

Charlando con Jaime Falero y Eric Roberts

Jueves, Agosto 15th, 2013

(En la imagen el actor y productor Joaquín Sánchez junto al cineasta Jaime Falero)

Eric Roberts no da la mano sino que choca los puños mientras grita algo así como “heyyy”. Sorprende a primera vista su entusiasmo, también su disponibilidad. Lo que hace que, entre los breves momentos de descanso del rodaje de Project 12: The Bunker, esté dispuesto a sacarse una fotografía con los técnicos y extras que se lo solicitan.

De hecho, es él mismo quien insiste en repetir la foto si algo ha salido mal mientras dibuja una sonrisa que muestra una perfecta y envidiable hilera de dientes de un blanco marfileño que hace pensar que sí, el señor Roberts es el mismo actor de Hollywood que vi en la estupenda El tren del infierno (Andrei Konchalovsky, 1985) y en Star 80 (Bob Fosse, 1983), en la que interpretó al desgraciado y retorcido marido de la playmate y actriz Dorothy Stratten. Si no saben porque escribo desgraciado y retorcido les invito a que vean esta película, uno de los pocos filmes no musicales que firmó Fosse a lo largo de su carrera como director.

Me encuentro con Roberts y con Falero en uno de los escenarios de Project 12: The Bunker, precisamente en unas instalaciones de la Autoridad Portuaria donde se está rodando varias escenas del búnker que da título a esta película.

Primero me encuentro con Jaime Falero, con quien converso un rato sobre este proyecto que cuenta con inversión privada canaria y la colaboración logística del Cabildo Insular de Tenerife y el Hotel Mencey,  que lleva un ajustado y estricto plan de rodaje.

La idea, me explica Falero, es que la película se estrene a finales de diciembre y a partir de ahí buscar mercados.

Jaime Falero explica que le está dando deliberadamente un toque ochetentero a Project 12: The Bunker. Un filme que cuenta la historia de un magnate de la industria armamentística rusa, infiltrado en los años setenta en los servicios secretos de la aún por aquel entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que trabajó en aquellos años en un complejo proyecto científico cuya fórmula pretende recuperar en la actualidad. Para ello, contratará los servicios de un comando de mercenarios…

No dice más el cineasta, autor del guión junto al productor y actor Joaquín Sánchez y Carlos Velázquez Benítez.

Project 12: The Bunker se rueda íntegramente en Tenerife, Canarias, aunque el filme transcurre en  Kazakistán, Siria y… Santa Cruz de Tenerife, que es el escenario donde comienza la película.

Mientras hago tiempo cae un sol de justicia a la entrada del búnquer, por donde se mueven algunos extras vestidos de soldados soviéticos –veo en una de las hebillas del cinturón una estrella de cinco puntas y en el centro la hoz y el martillo– eléctricos y ayudantes de dirección que gritan silencio cuando dentro de las entrañas de la montaña se rueda.

El plan de rodaje de Project 12: The Bunker es de 24 días, tres más de los que contó el cineasta para El clan, su primer largometraje. De hecho, Falero comenta con una media sonrisa digamos que indescifrable que está seguro que se estrenará primero Project 12: The Bunker que El clan.

Pese a la tensión del rodaje, noto al director bastante relajado y muy confiado con la historia que tiene entre manos. Es cine de evasión con una velada crítica al sistema, viene a decir, aunque por el momento no ha podido rodar las escenas que más le gustan, las de tiros. Pero vendrán.

Se respira en los exteriores del rodaje una calma profesional. Todo el mundo está pendiente pero tranquilo. Falero comenta, de hecho, que lo que más le gusta de un rodaje “es que no estoy solo”. Y esa sensación es la que le genera Project 12: The Bunker.

Sé que es un tópico escribirlo, pero así lo percibí, hay un ambiente agradablemente familiar en este rodaje. La gente trabaja a destajo, no es raro detectar ojeras en muchos de los que participan en ella, pero ahí están todos para uno y uno para todos.

Junto a los actores, lamento no haber podido conocer personalmente a Joaquín Sánchez, ni haber cruzado palabra con James Cosmo, Timothy Gibbs y Natasha Alam porque les tocaba turno de tarde, charlo un momento con Juan Carlos Sánchez Lezcano, director de arte –“no artístico”, me dice cuando meto la pata– y me encuentro con gente del mundillo a los que hacía un siglo que no veía.

Buen rollo, en definitiva. Lo que despierta mi interés por ver el resultado final. Aunque habrá que esperar a finales de diciembre.

Le pregunto a Falero por el presupuesto de la cinta pero me comenta que es una información reservada. Cosas del cine. Pero sí que aclara que se trata de una producción comercial que espera convertirse en el primer aldabonazo de un cine rodado en Canarias que nace con vocación internacional.

Por el momento, me explica, ya está moviendo el guión de su tercera película, Nunca caminarás solo.

Curioso título para un cineasta al que cuando le pregunto qué es lo que más le atrae de rodar es “no sentirse solo”.

- ¿Y lo de menos?

- Tener 24 días para rodar.

Tres minutos con el señor Roberts

Eric Roberts es un actor de referencia para estudiar el cine norteamericano que se produjo en los años ochenta e inicio de los noventa. Cuenta en su carrera con títulos realmente excelentes, como El tren del infierno y Star 80, también con producciones alimenticias en la que encarnaba con convicción al villano.

De hecho, para mi Roberts era el villano en todas aquellas películas de VHS que no me cansé de alquilar en el vídeo club de mi barrio.

Roberts es uno de los actores protagonistas de Project 12: The Bunker, el segundo largometraje del cineasta tinerfeño Jaime Falero, y fue aquí, en una pausa del rodaje, donde pudimos hablar apenas unos minutos con el actor.

Actor que confiesa estar muy cómodo a las órdenes de Jaime Falero y encantado de participar en el rodaje de Project 12: The Bunker.

Eric Roberts no saluda dando la mano sino entrechocando los puños mientras exclama “heyyy”, luego baja la cabeza y parece que mastica las palabras.

- Nos gustaría saber cómo prepara sus papeles…

- En cada película es diferente, depende del personaje. A mi, personalmente, me gusta interpretar a los villanos, y creo que lo hago bien porque intento asumir estos papeles como si fueran ángeles. Es decir, personas que no te imaginarías que fueran así. Creo que eso es lo que los hace tan especiales.

- Pero ¿cómo se mete en su piel?

- Procuro siempre basarme en gente real. En El tren del infierno me inspiré, por ejemplo, en un buen amigo de mi juventud. Hablaba como él, imitaba sus gestos. En el resto de mis películas he continuado explotando esta misma línea. Es decir, que siempre interpreto intentando parecer a alguien que conozco.

- En este sentido, ¿qué puede hacer un actor como usted en un cine, como es el norteamericano actual, en el que prima más los efectos especiales que la interpretación?

- Me encanta actuar y ver el trabajo que realiza un buen actor pero también soy un niño. Es decir, que me encantan los efectos especiales. Me gusta mucho el trabajo de cineastas como Hal Hasby e Ingmar Bergman y la fuerza que en sus filmes transmiten a través de sus actores, pero son películas pequeñas, que hablan sobre la vida. Me encanta, en este sentido, el trabajo de Sven Nykvist, el director de fotografía de muchas de las películas de Bergman, pero también tengo mi lado infantil. Es decir, que me fascinan los efectos especiales, pero son otra clase de películas.

Al finalizar el breve cuestionario, lo que me obliga a machacar las cuestiones que ya comenzaban a plantearse dentro de mi cabeza, Eric Roberts vuelve a entrechocar los puños con los míos como fórmula de despedida junto a su ya marca de la casa “heyyy”. Luego me invita a que entre en su página web ericrobertsactor.com y pinche sobre Keaton Simons.

“Es el mejor músico del mundo”, asegura.

Saludos, una jornada peculiar, desde este lado del ordenador.

¡Tekeli-li!

Lunes, Agosto 12th, 2013

Dios me perdone; pero entonces, en el primer instante, un pensamiento relampagueó en mi mente, un pensamiento que no mencionaré, y sentí que avanzaba un paso hacia el resto ensangrentado. Miré de frente y chocaron mis ojos con los de Augustus, que tenía una expresión tan intensa y ansiosa que me hizo recobrar enseguida mis sentidos. Me precipité hacia adelante con un hondo suspiro y tiré aquello al mar”.

(Narración de Arthur Gordon Pym, Edgar Allan Poe. Traducción: Emiliana Lapuente, Colección Trébol, Edival Ediciones, 1978)

Es probable que fenómeno semejante se haya producido en alguno de ustedes. En mi caso, si hay un título que me zarandeó hasta espabilarme fue Narración de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe, novela en la que el autor de cuentos macabros y de misterio como El gato negro y El corazón delator dio lo mejor de sí mismo. Lo que no explica, sin embargo, que continúe siendo uno de sus trabajos literarios menos reivindicados. Menos celebrados por sus seguidores.

La razón quizá se deba a que se trata de una novela, la primera y única del escritor, que aún desubica a los aficionados a Poe.

Yo, que también me considero aficionado a Poe, encuentro en Narración de Arthur Gordon Pym muchos de los elementos que contribuyeron a que su nombre todavía continúe latiendo con la misma intensidad que cuando fue escrita su primera y única novela.

Hace ahora exactamente 175 años.

Es decir, casi dos siglos que se dice pronto y que parece que no son nada…

Leí por primera vez Narración de Arthur Pym cuando huía de la adolescencia.

Ya había caído en mis manos la doble antología de relatos del escritor editada por Alianza Editorial traducidas y con prólogo de Julio Cortázar, y tras impregnarme del oscuro universo del escritor, ese escritor que según H. P. Lovecraftinventó el relato corto en su forma actual”, llegó a mis manos por casualidad la Narración de Arthur Gordon Pym en una colección para jóvenes editada con exquisito cuidado por Edival Ediciones que incluía además El cuervo con ilustraciones de Gustave Doré.

Recuerdo de Narración de Arthur Gordon Pym su impacto. El golpe brutal que significó la puñetera primera vez.

Ese delirio que desde ese entonces tan difícil me ha sido encontrar en otros tantos libros leídos, digeridos, asimilados en el centro de operaciones de mi caprichoso cerebro.

Tanto, que desde ese día Narración de Arthur Gordon Pym forma parte de mi biblioteca de cabecera. Un título al que ocasionalmente recurro cuando deseo evadirme de la realidad para enfrentarme, precisamente, a ella.

No sé si entenderán esta última clave, pero es de las pocas historias que releo y me parece otra siendo la misma.

En su estupendo ensayo El horror en la literatura (colección El Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, traducción: Francisco Torres Oliver, 1983), el ya mencionado H. P. Lovecraft explica que la grandeza de Poe radica en que comprende “el mecanismo y la fisiología del miedo y de lo extraño: los detalles esenciales que hay que subrayar, las incongruencias y supuestos imprescindibles, preliminares o concomitantes al horror, que hay que seleccionar las incidencias y alusiones exactas que hay que dejar caer inocentemente de antemano como símbolos o prefiguraciones de cada paso importante hacia el espantoso desenlace posterior, los meticulosos ajustes de fuerza acumulada, la precisión inequívoca para el ensamblaje de las partes que hace perfecta la unidad a lo largo de todo el relato, y la atronadora efectividad del momento culminante, los delicados matices de valor escénico y paisajista que escoger para crear y mantener el talante deseado y vitalizar la deseada ilusión”.

Pero lo insólito del caso es que, además de esa calculada estrategia para generar inquietud, la lectura de Narración de Arthur Gordon Pym continúa resultando igual de fascinante que la primera vez por otras muchas razones.

Es decir, que funciona también como novela de aventuras y horror.

En este sentido, el relato está trufado de momentos críticos: un motín y una carnicería a bordo del bergantín de bandera norteamericana Grampus en su travesía por los Mares del Sur. Se describe también la dolorosa reconquista del barco, su posterior naufragio y los horribles sufrimientos que entre los sobrevivientes causa el hambre. Más tarde, Pym cuenta el rescate de los que aún quedan por la goleta británica Jane Guy.

Pero hay más.

Aún hay más.

Pym relata el breve crucero que inicia la Jane Guy por las inhóspitas aguas del océano Antártico y el descubrimiento –en tierras que jamás ha pisado el hombre– de un territorio donde nada es blanco y, mucho más allá, de un ¿continente? donde todo es blanco que puebla una raza de gigantes envueltos en sudarios y aves de níveo plumaje que custodian una catarata de niebla misteriosa…

Narración de Arthur Pym se interrumpe con la última anotación que su protagonista escribe en su diario, 22 de marzo –“múltiples pájaros gigantescos, de una blancura fantasmal, volaban sin cesar viniendo de más allá del velo blanco y su grito, mientras se perdían de vista, era el eterno ‘¡Tekeli-li!’”– aunque Poe añade una nota final para ¿aclarar?, más bien afirmaría que para confundir, lo que pudo suceder a su protagonista.

Son tantas las preguntas metafísicas que sigue generando esta obra maestra de la literatura universal que generó entusiastas continuaciones en su momento.

Entre las más populares, citaría la que firmó Julio Verne en 1897 con el título de La efigie de los hielos, probablemente una de las novelas más extrañas del escritor francés; así como el que, a mi juicio, es uno de los mejores relatos de H. P. Lovecraft, En las montañas de la locura, título en el que explota el universo encontrado por Poe en su Narración de Arthur Gordon Pym.

En las montañas de la locura narra una expedición de carácter científico por los por aquel entonces escasamente explorados territorios de la Antártida. Continente de hielo en el que los protagonistas de la historia descubren rastros de una civilización primigenia y unas extrañas criaturas en un aparente estado de hibernación.

En las montañas de la locura es una ¿novela corta? en la que Lovecraft sigue al pie de la letra lo que podríamos ya considerar como canon Poe: calculada estrategia para inquietar.

Se trata además de un texto en el que el escritor de Providence (Rhode Island) se revela como maestro –pese a su caprichosa lentitud narrativa, en ocasiones desarmante– dentro de un género en el que fusionó con talento ciencia ficción y terror.

Escribe: “Estábamos indudablemente en uno de los rincones más extraños y fantásticos del globo terrestre. De todas las tierras existentes aquélla era infinitamente la más antigua.”

La más antigua.

Michel Houllebeq, en su más que recomendable ensayo H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida (Libros del tiempo, Siruela, 2006, traducción de Encarna Castejón) resalta: “Los héroes de Lovecraft se despojan de cualquier signo de vida, renuncian a cualquier alegría humana, se convierte en menos intelectos, espíritus puros que aspiran a una única meta: la búsqueda del conocimiento. Al final del camino les espera una espantosa revelación: desde las marismas de Louisiana a las mesetas heladas del desierto antártico, desde el corazón de Nueva York a los sombríos valles de Vermont, todo proclama la presencia universal del mal”.

Un mal que procede de los Antiguos.

Claro que primero lo intuyó Arthur Gordon Pym.

Edgar Allan Poe.

(*) La imagen que ilustra este post corresponde al filme A la conquista del Polo, de Georges Méliès, 1912)

Saludos, es lo que hubo, es lo que hay, desde este lado del ordenador.