Archive for Junio, 2015

Presentaciones, novedades, libros y esas cosas

Lunes, Junio 22nd, 2015

* El Real Casino de Tenerife acogerá el 29 de junio y a las 20 horas la presentación del libro Bernardo Cólogan y los 55 días en Pekín, que tendrá lugar el lunes 29 de junio, a las 20 horas. En el acto estará el autor de este trabajo, Carlos Cólogan Soriano, y Eugenio Bregolat Obiols, exembajador de España en China y Rusia. El actor Alfredo Mayo interpretó al protagonista de esta obra en la película 55 días en Pekín (Nicholas Ray, 1963) aunque intervino solo en una escena en la que apenas dice unas palabras.

* El 25 de junio será la presentación de la novela Quién como yo, de Damián H. Estévez, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, a las 19.30 horas. Acompañarán a su autor el editor Ánghel Morales y el escritor Daniel Bernal.

* Jorge A. Liria y Mercurio Editorial presentan Santorales y diablos de Luis Arencibia y Jonathan Allen, el 23 de junio y a  las 20 horas en el Club de Prensa Canaria. Intervienen en el acto Franck González, Jonathan Allen y Jorge A. Liria.

* Mientras seamos jóvenes es el título de la nueva entrega sobre el detective privado Ricardo Blanco que firma José Luis Correa. Como las novelas anteriores, la edita Alba y su lanzamiento está previsto para octubre.

* Al final fue el narrador, poeta, ensayista, traductor y catedrático de Estética Félix de Azúa el elegido nuevo académico de la Real Academia Española. Azúa ocupará el sillón H mayúscula, vacante tras la muerte de Martín de Riquer. El otro candidato era Juan Jesús Armas Marcelo, quien contaba con el apoyo de Mario Vargas Llosa, Luis María Anson y Álvaro Pombo.

* Jonathan García González es el autor de La libertad es poder elegir en la que relata cómo llegó a convertirse en deportista de élite haciendo largas distancias a nado (desde San Sebastián de la Gomera hasta Los Cristianos, desde Lanzarote hasta Fuerteventura, desde el Auditorio Adán Martín hasta Candelaria) y su paso por el centro penitenciario Tenerife II durante 18 meses. Entre otros proyectos, Jonathan García estudia el  rodaje de una película sobre su vida que dirigiría Adrián Martín.

* Escritura entre las nubes ha publicado Momentos. Poemas en prosa, el primer libro de Pili Gil-Roldán Trujillo. El volumen se inicia con un poema inédito del escritor Carlos Pinto Grote, que falleció el pasado 3 de junio en su domicilio, en La Laguna.

Saludos, calor, calor, calor, desde este lado del ordenador.

La versión italosoviética de Waterloo

Viernes, Junio 19th, 2015

“Una guerra entre europeos es una guerra civil”

 (Napoleón Bonaparte)

“Una batalla perdida puede ser más triste que una batalla vencida.”

(Arthur Wesley, duque de Wellington)

El 18 de junio se celebró el bicentenario de Waterloo, la batalla que significó la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte contra la coalición aliada en ese lejano y oscuro rincón de Bélgica, ocho kilómetros de frente en el que se puso cruento punto y final al genio militar y político de quien hasta entonces era el amo de Europa.

Waterloo, que desde ese día se ha convertido en sinónimo de derrota total, fue el último intento del emperador francés por recuperar las riendas del poder tras su breve exilio en la isla de Elba. Aproximadamente cien días (entre marzo a junio de 1815) en los que  Bonaparte fue declarado “enemigo de la humanidad” mientras era aclamado por los suyos, quienes lo veían aún como el único hombre capaz de hacer grande a Francia.  Tras Waterloo, Napoleón terminaría sus días confinado en una diminuta isla del Atlántico, Santa Elena.

Una batalla de estas característica demandaba una película que recreara aquellos hechos con dimensiones igual de colosales a la tragedia que se desencadenó el 18 de junio de 1815. Tarea que finalmente asumió una coproducción italosoviétioca que, al mando del productor Dino de Laurentiis, y del solvente cineasta Sergey Bondarchuk, director de la mejor adaptación al cine de la novela Guerra y paz de Tolstói con permiso –eso siempre– de King Vidor, contó en su reparto con estrellas del cine norteamericano y británico como Rod Steiger (Napoleón Bonaparte) y Christopher Plummer (Arthur Weslley, duque de Wellington).

No deja de resultar un filme extraño Waterloo, un título de cabecera para los seguidores del cine bélico e histórico aunque distante, muy lejano para otra clase de público.

El filme cuenta el enfrentamiento que mantuvieron desde la distancia sus dos directores de orquesta. Un duelo en el que se representan dos formas de entender la estrategia militar: la audaz que siempre caracterizó a Bonaparte y la cauta con la que la que al final se llevó el gato al agua el duque de Wellington.

El largometraje, que no termina de encarrilarse, pone énfasis así en la consciente última oportunidad que representa para Napoleón la batalla así como para el frío y calculador Wellington, quien pacientemente espera la llegada de las tropas prusianas al mando de Blücher (Sergo Zakariadze). Dos hombres opuestos a los que les asaltan similares dudas y miedos cuando intentan desentrañar cuál será el próximo movimiento de su oponente.

El espectador conoce así lo que pasa por la cabeza de ambos protagonistas antes de que los cañones abran fuego, una forma de expresar las decisiones por las que finalmente apostaron, mostrando la batalla con sobresaliente espectacularidad bajo la inspirada nota musical de Nino Rota.

Waterloo debe ser vista –y entendida– más que como una película en su sentido estricto, como un modélico y espectacular documental que recrea aquellos hechos que costaron la vida de tantos hombres. Aún llama la atención la reconstrucción del ataque a la granja de Mont-Saint-Jean, la formación en cuadro de las tropas británicas para resistir el choque de la caballería francesa o el valeroso pero también inútil grito de “mierda” con el que el general Cambrone (Evgeniy Samoylov) desafíó a los británicos que lo conminaban a rendirse.

Serguéi Bondarchuk volvió a demostrar en esta película que era un formidable director de exteriores y una especie de Cecil B. de Mille del cine soviético de la época porque sabía mover a las masas. No llega, sin embargo, a la maestría que alcanzó en las escenas bélicas de su versión de Guerra y paz, pero sí que tiene similar espectacularidad aunque no el aliento poético de su personal interpretación del clásico de Tolstói. A pesar de ello, se puede atisbar ese destello, pero es eso, solo destello, en la escena del baile en la primera media hora del largometraje, cuando se presenta al duque de Wellington y a algunos de los generales que lo acompañaron en esta campaña.

En cuanto al retrato que ofrece de ambos soldados, Waterloo captura el distante desprecio que sentía el duque de Wellington hacia su tropa, hombres que solo saben beber ginebra, la escoria de la escoria, comenta cuando pasa revista, mientras que Napoleón –sobre todo en el discurso de despedida que da a los veteranos soldados de la Guardia Imperial tras su abdicación y destierro a Elba– es marcadamente paternalista.

Un paternalismo que vuelve a brotar cuando nada más desembarcar en Francia en compañía de algunos de sus leales, se enfrenta y convence para su causa y sin pegar un solo tiro al ejército que, al mando de un antiguo colega de armas, Ney, intenta detenerlo en lo alto de una colina.

Ney (Dan O’Herlihy), que junto a los hombres a su mando toma partido por Bonaparte, es uno de los personajes más castigados del filme y por la historia, así como Grouchy (Charles Millot). Bonaparte no dejará de recordarle su traición y las palabras que le dijo al rey Luis XVIII (Orson Welles) días antes de su desembarco en tierras francesas: que entraría en París con Napoleón encerrado en una jaula de oro.

En su obsesión por retratar los hechos tal y como sucedieron: movimiento de tropas, rigurosa y lujosa ambientación en uniformes, carros y armas de combate, Waterloo es una película rodada a vista de águila en la que los actores asumen, no interpretan, a los protagonistas de aquella tragedia. No emociona ni conmueve pero deslumbrará al aficionado a la Historia, quien inevitablemente la convertirá en una de sus películas de cabecera. 

 

CURIOSIDADES

* Waterloo, una de las películas más caras de su tiempo, fue un fracaso en taquilla y afectó a la producción de otra película sobre Napoleón que iba a dirigir Stanley Kubrick.

* En el filme intervinieron unos 15.000 soldados de infantería y 2.000 de caballería del ejército soviético como extras. La prensa señaló entonces que el director de la cinta, Serguéi Bondarchuk, estaba al mando del séptimo ejército más grande en el mundo.

* El campo de batalla se recreó en Ucrania aunque también tuvo lugar en Caserta, Italia. Las escenas de interiores se filmaron en los Laurentiis Studios, en Roma.

LECTURAS

* Al margen de los numerosos libros de historia que se han preocupado por relatar la batalla, recomendamos para conocer lo que debió de sentir el soldado de a pie la lectura de Waterloo de Erckmann-Chatrian, continuación de Historia de un quinto de 1813. La edición de la colección Austral de Espasa Calpe está traducida por Manuel Azaña.

* La batalla ha dado origen además a más novelas, muchas de ellas inglesas donde se ensalza –como solo saben hacerlo los ingleses–  pues a los ingleses. En este caso, léase Waterloo de Bernard Cornwell, que forma parte de la serie Richard Sharpe y por estar ambientada en las guerras napoleónicas las divertidas aventuras del brigadier Gerard de Arthur Conan Doyle, entre otras.

Saludos, cae la noche, desde este lado del ordenador.

“Y ya se doblaba, ambas manos en el vientre”

Jueves, Junio 18th, 2015

“Distraído, canturreando, silboteando, avanzaba, la cabeza baja, pisando los pámpanos secos, los sarmientos, sobre la tierra dura, y arrancando, aquí una uva, más allá otra, entre las más granadas, cuando de pronto –“¡Hostia!”–  muy cerca, ahí mismo, vio alzarse un bulto ante sus ojos. Era –¿cómo no lo había adivinado antes?–  un miliciano que se incorporaba; por suerte, medio de espalda y fusil en bandolera. Santolalla, en el sobresalto tuvo el tiempo justo de sacar su pistola y apuntarla. Se volvió el miliciano, y ya lo tenía encañonado. Acertó a decir. “¡No, no!”, con una mueca rara sobre la sorprendida placidez del semblante, y ya se doblaba, ambas manos en el vientre; ya se desplomaba de bruces…En las alturas, varios tiros de fusil, disparados de una y otra banda, respondían ahora con alarma, ciegos en el bochorno del campo, a los dos chasquidos de su pistola en el hondón. Santolalla se arrimó al caído, le sacó del bolsillo la cartera, levantó el fusil que se le había descolgado del hombro  y, sin prisa –ya los disparos raleaban–, regresó hacia las posiciones. El capitán, el otro teniente, todos, lo estaba aguardando ante el puesto de mando, y lo saludaron con gran algaraza al verlo regresar, sano y salvo, un poco pálido, en una mano el fusil capturado, y la cartera en la otra.”

La imagen es de Gorka Legarceji.

(El Tajo, relato incluido en La cabeza del cordero, Francisco Ayala, Los libros del mirasol, 1962)

Saludos, leemos, leemos, leemos, desde este lado del ordenador.

José Carlos Acha, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife

Miércoles, Junio 17th, 2015

José Carlos Acha asume el Área de Cultura y Patrimonio Histórico, que incluye una concejalía específica dde Patrimonio que dirigirá Yolanda Moliné, tras la nueva organización del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, resultado del pacto que el pasado jueves, 11 de junio, firmaron el alcalde electo de Coalición Canaria, José Manuel Bermúdez, y Zaida González en representación del Partido Popular.

Quinto teniente de alcalde y responsable del distrito Centro, José Carlos Acha ya asumió la responsabilidad de Cultura al formar parte del equipo municipal de Miguel Zerolo hasta marzo de 2001, año en el que pasó a dirigir Fiestas y fue designado concejal del distrito Ofra-Costa Sur.

José Carlos Acha (Santa Cruz de Tenerife, 1963) inició sus estudios en la Universidad de La Laguna, estudios que continuó en la Universidad Complutense de Madrid, en la que obtuvo la licenciatura en Geografía e Historia. Cuenta también con estudios de Derecho y ha sido profesor de Enseñanzas Medias. Fue miembro de la Ejecutiva Local y del Consejo Político de ATI y desde hace siete años milita en el Partido Popular.

José Carlos Acha sustituye en esta responsabilidad a Clara Isabel Segura Delgado (PSOE), quien al frente de la política Cultural del Ayuntamiento de la capital tinerfeña y sin manejar un presupuesto notable deja tras de sí una modélica gestión, algunos de cuyos éxitos han sido la recuperación del Teatro Guimerá y que sus instalaciones contarán desde entonces con una programación estable, así como la apertura de nuevas salas en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife en colaboración con la consejería de Museos y Centros del Cabildo Insular, entre otras.

Saludos, a la espera, desde este lado del ordenador.

Jesús Ferrero y libro homenaje a Rózsa

Martes, Junio 16th, 2015

* El escritor Jesús Ferrero impartirá la próxima semana en la Escuela Canaria de Creación Literaria, en La Laguna un curso Sobre cómo leer y escribir novelas en cinco sesiones. Jesús Ferrero (1952) es licenciado en Historia por la Escuela de Altos Estudios de París y ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), y Doctor Zibelius, de reciente aparición. También es el autor del ensayo Las experiencias del deseo. Eros y misos, que fue galardonado con el premio Anagrama, y del poemario Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola). Escribió junto al cineasta Pedro Almodóvar el guión de la película Matador y es colaborador del periódico El País como crítico literario, y como reportero en National Geographic. El taller  de Jesús Ferrero se desarrollará del 22 al 26 de junio y en horario de 18 a 20 horas en La Escuela Literaria, y en él se tratará, entre otros temas, sobre la novela-realidad, la novela-puzzle, la novela-mosaico, la novela-reportaje, la novela-ensayo, la nueva ciencia-ficción y la nueva meta-ficción, así como se analizará en los elementos que son necesarios para escribir una novela. Por último, se estudiarán obras como El gran Gatsby, de F.S. Fitzgerald, y dos novelas breves: Una forma de vida, de Amélie Nothomb y Una semana de vacaciones, de Christine Angot.

* El 10 de julio, y dentro del programa de actividades paralelas del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (Fimucité) tendrá lugar la presentación del libro Miklós Rózsa: Una vida, dos pasiones, un pormenorizado estudio escrito por Antonio Piñera y publicado por T&B Editores sobre la obra del compositor, ganador del Oscar en tres ocasiones por la música de Recuerda, Doble vida y Ben-Hur.  La presentación del libro tendrá lugar en el Iberostar Grand Hotel Mencey, de Santa Cruz de Tenerife, el viernes 10 de julio a las 19 horas, y contará con la presencia de su escritor, Antonio Piñera. La presentación del libro coincide con el 20 aniversario del fallecimiento del compositor, el 27 de julio de 1995.

Saludos, hace calor, desde este lado del ordenador.

Una intriga danesa en Fuerteventura

Lunes, Junio 15th, 2015

“Seguramente es de la Península, de Madrid o puede que sea de Valencia. Tiene un aire de estudiante, y los demás no lo parecen. Eso no se ve mucho por aquí. A esta isla la llaman “isla ingenua”. Es la isla de los tontos. Hay que navegar durante tres o volar cinco horas para toparse con una universidad un poco decente. Así que, cuando uno ve un hombre joven con cierto intelecto, es algo notable. O por lo menos, lo es para Erhard. Aunque tiene una buena ristra de carreras universitarias que ha ido dejando a medias a  lo largo de los años, la vida también se ha encargado de enseñarle a reconocer a un intelectual. Ese chaval tiene una nariz enorme cuando se pone de perfil. Cuelga sobre la boca haciendo un suave arco que nace en la frente y pasa entre los ojos. Parece un kuros, una estatua griega tallada en piedra.”

(El ermitaño, Thomas Rydahl. Traductor: Lisa Pram. Colección Ánfora y Delfín. Ediciones Destino, 2015)

El ermitaño es la primera novela del escritor Thomas Rydahl (Aarhus, Dinamarca, 1974), obra que ha alcanzado un notable éxito en su país, donde ha obtenido numerosos premios y ha sido calificada por la crítica como el libro del año. Sin embargo, y tras leer sus más de seiscientas páginas, algo nos hace sospechar que no deben de ser buenos tiempos para las letras danesas.

Y no porque a El ermitaño le falte sustancia, que la tiene; ni originalidad, que también la tiene. El problema de El ermitaño se encuentra precisamente en su abultadísimo número de páginas. También en que se trata del primer volumen de lo que su propio autor anuncia como trilogía.

Una trilogía que protagoniza un sesentón taxista danés en Fuerteventura.

Lo que hace sospechar que su éxito en Dinamarca se deba al lugar en el que prácticamente se desarrolla la acción. Una isla muy próxima al continente africano pero europea y exótica. Una isla en la que casi siempre brilla el sol y un protagonista que es descrito como un hombre de edad que ya no tiene hambre de futuro aunque es aficionado a la bebida,  a que lo dejen en paz y que ha buscado refugio –sin que sepamos la razón– en Fuerteventura, territorio con el que mantiene una relación de amor y odio.

No estamos pues ante un nuevo Calabuch. Solo sabemos de Erhard, el protagonista,  que un buen día decidió abandonar a su esposa y a su hija en Dinamarca para terminar con sus huesos en la isla. Una isla en la que trabaja como taxista y en la que ha hecho unos pocos amigos.

La novela comienza cuando se descubre el cuerpo sin vida de un bebé dentro de un coche varado en una playa de Fuerteventura y se desarrolla contándonos la investigación que emprende Erhard para descubrir ¿por qué? En sus pesquisa será acosado por la policía, que quiere olvidarse del caso no vaya a repercutir en el turismo de Fuerteventura, y a los poderes fácticos –que en la novela se conocen como Los tres papas–. No obstante, cualquier amenaza y asomo de violencia resulta inútil para Erhard, un personaje que más que crecerse ante las adversidades resulta demasiado obstinado.

A través de su Erhard, que guarda cierto parecido con Max von Sydow le dice una amiga, el lector irá conociendo las entrañas que subyacen en ese paraíso de playas kilométricas y horas de sol casi todo el año.

En las seiscientas páginas en que dura la investigación, a Thomas Rydahl le da tiempo para describir, y muy bien, por cierto, los paisajes desérticos de la isla y sacar a la luz las luces y sombras que caracterizan a su protagonista. Un hombre al que le falta un dedo en una de sus manos, es un loco del jazz, afina pianos y lee para pasar el rato en la chabola apartada en la que vive junto a dos cabras que responden al nombre de Laurel y Hardy.

Poco a poco, muy lentamente, en la novela sale a relucir la corrupción urbanística que castiga a la isla, y da pinceladas sobre cómo funciona la población con los extranjeros, algunos de los cuales han vuelto a reconstruir su vida en Fuerteventura. Hombres y mujeres que como Erhard parecen que huyen de algo. Personajes desubicados que, inevitablemente y por mucho que quieran vivir al margen, han terminado por convertirse en parte del paisaje.

Thomas Rydahl conoce bien la geografía que describe, aunque se permite licencias que sorprenderá a quienes habitamos estas tierras. Delirante resulta en este sentido el rápido viaje que Erhard realiza a Tenerife como parte de su investigación.

Tenerife es una isla imaginada, sin asomo de parecido con la real:

“La otra vez llegó en barco y sintió devoción, incluso amor, por Santa Cruz. Desde arriba, simplemente parece la ciudad grande que nunca llegó a ser. Las palmeras están grises y los edificios cubiertos de anuncios publicitarios. Desde el avión puede ver una propaganda gigante que cubre el tejado del edificio que constituye el aeropuerto. Es el anuncio de un nuevo perfume de enamorados que se fusionan en un intenso abrazo.”

No creo de todas formas que la intención del escritor fuera la de fotografiar la capital tinerfeña sino, más bien, la de utilizarla como escenario un tanto oscuro de su trama y dar la oportunidad a su héroe de que saliera al menos durante unas páginas de Fuerteventura, que es la isla que monopoliza como escenario el grueso de esta obra.

Una obra, reiteramos, excesivamente generosa en páginas y en ocasiones bastante excéntrica porque apenas aporta más información, por lo que parece que muchas de ellas están escritas para dar contenido numérico pero no profundidad al relato.

Lo mejor de la novela es detectar cómo el escritor quiere reflejar el carácter majorero, un espíritu visto a través de los ojos de un turista no accidental al que se le ocurrió en una de sus estancias en la isla la idea de construir una de misterio en un paisaje soleado y con playas. Escenarios muy alejados del frío nórdico. De hecho, El ermitaño transcurre en febrero, fecha en la que los turistas del norte de Europa buscan el clima de las islas para pasar sus vacaciones. Erhard los lleva del aeropuerto a los hoteles y de los hoteles al aeropuerto en su taxi, un viejo Mercedes, para ganarse unos euros, algunos de los cuales envía a la mujer que abandonó en Dinamarca.

Mientras tanto y a raíz de su investigación, intenta conocer cómo respira esa isla por dentro. La que no observan los turistas que se ponen rojos como gambas en las playas. Una visión que araña y en la que, cuenta, gobiernan caciques que controlan incluso a las mismas fuerzas del orden. Uno de ellos, Emmanuel Palabras, y también su hijo son personajes fundamentales en la historia. Una historia en la que Rydahl cuela a veces reflexiones sobre la desesperante capacidad de improvisación de los canarios y de las feas estructuras de apartamentos a medio construir que rompen la belleza del paisaje.

Además de Fuerteventura y Tenerife, El ermitaño hace viajar a su protagonista a la isla de Lobos, donde escribe una anécdota que, tras investigarla, sospecho que es fruto de su imaginación:

“Es la isla de Lobos.

Es altiva e independiente. Solo la aman los pescadores, los pájaros, algún turista despistado y, en su día, John Coltrane. En los años sesenta, unos meses antes de morir, parecía obsesionado por dar un gran concierto en la montaña de la Caldera, el punto más alto. Concretamente, en el único café de la isla. Acompañado de los mejores músicos de jazz del momento. Antes de esa fecha, Coltrane ya había vivido allí unas semanas, solo. Dormía en una cabaña con vistas a unas playas repletas de lobos marinos. De ahí el nombre de la isla. Hoy ya no habitan en esos parajes. Por lo visto, vio llegar a un hombre caminando sobre el mar desde Fuerteventura. Más tarde había explicado que el tipo desnudo tenía tatuadas varias composiciones por todo el cuerpo. Coltrane le puso el nombre de Ogunde.”

A modo de conclusión, El ermitaño es una irregular novela sobre la que pesan los nervios de una ópera prima que no justifica su estiradísimo número de páginas. Pese a todo, sí que cuenta con momentos vibrantes, escenas en las que se atisba la calidad de un escritor que sí sabe contenerse habrá que seguir en próximos títulos. Estén o no protagonizados por su anacrónico taxista de nueve dedos: Erhard.

Sañudos, leamos, leamos, leamos, desde este lado del ordenador.