Archive for Junio, 2015

Imaginación, imaginación e imaginación

Viernes, Junio 12th, 2015

NOVELA s. Cuento breve hinchado. Especie de composición que guarda con la literatura la misma relación que guarda el paisaje panorámico con el arte. Es demasiado larga para leerla de una vez, y las impresiones producidas por sus sucesivos fragmentos son sucesivamente borradas, como ocurre en el caso de las visualizaciones del paisaje. La unidad, la totalidad de efectos resulta imposible de lograr, porque, además de las pocas páginas finales, todo cuanto queda en la mente del lector es la simple trama de lo acaecido antes. La novela realista es a la novela de imaginación lo que la fotografía es a la pintura. Su principio distintito, la verosimilitud, corresponde a la realidad literal de la fotografía y la ubica en la categoría de reportaje, mientras que las alas libres del autor de ficciones le permiten a éste remontarse a cualquier altura para la que esté dotado. Y los tres principios esenciales del arte literario son imaginación, imaginación e imaginación. El arte de escribir novelas, tal como fue en el pasado, está muerto desde hace mucho tiempo en todas partes, excepto en Rusia, donde es nuevo. Haya paz para sus cenizas… algunas de las cuales se venden mucho.

(*) En la imagen, Ambrose Gwinnet Bierce como teniente de infantería durante la Guerra de Secesión (1861-1865)

(El Diccionario del Diablo, Ambrose Bierce. Traducción: Eduardo Stillman, Valdemar, 1993)

Christopher Lee nunca muere

Jueves, Junio 11th, 2015

La leyenda de Drácula no le volvió majara como a Bela Lugosi, eso al menos cuenta la leyenda, así que cuando colgó la capa y dejó los afilados comillos en el vaso de agua, Christopher Lee recuperó la capacidad de verse reflejado en los espejos y convertirse en una estrella al menos para esa formidable y extensa minoría de aficionados al cine fantástico.

Legión que lo hizo de la familia. Como de la familia es su íntimo amigo Peter Cushing, Vincent Price, Boris Karloff y el gran Lugosi al que Martin Landau explota su sustancia sentimental y extremadamente humana en la que es, a nuestro juicio, la mejor película de Tim Burton: Ed Wood.

El señor Lee llegó por casualidad al papel que cimentó su fama en el mundo del cine. Se Buscaba a un tipo atractivo y alto. También espigado y con unos ojos que fulminaran la pantalla. Así que, dicho y hecho, en las dos primeras películas que rodó para la Hammer interpretó primero a la criatura del doctor Frankenstein y luego al conde Drácula curiosamente sin ninguna línea de diálogo.

No obstante, su innegable atractivo físico y que diera réplica elegante al también elegante Peter Cushing convirtió a estos dos excelentes actores en una pareja de hecho que no me canso de contemplar en esos clásicos del cine de terror que firmó Terence Fisher, todo un esteta y todo un poeta del género macabro, al que supo dotar de un erotismo y sexualidad que todavía trasciende la pantalla.

Christopher Lee que fue un hombre agradecido toda su vida, nunca tuvo una mala palabra, una queja con el conde que lo convirtió en un personaje popular y querido, porque así son las cosas del cine fantástico.

Enamorado del protagonista de la novela de Bram Stoker, solo lamentó no haber rodado una película que recogiera fielmente el espíritu literario de la obra original. Creyó que lo hacía cuando Jesús Franco lo convenció para que volviera a colgarse la capa y se pusiera los afilados colmillos en su estrafalaria versión cinematográfica, versión que finalmente terminó convirtiéndose en otra cosa aunque el Drácula que interpreta en la película de Franco lleva por primera vez ese bigotazo que describe Stoker en su obra imperecedera, ajena al paso de los años, siempre eterna como su conde sediento de sangre.

La Hammer fue su lugar de trabajo durante unas décadas, y en esa casa además de Drácula y la criatura del doctor Frankenstein hizo otros papeles como el del monje chalado Rasputín, ese peligro amarillo que tiene Fu Manchú y el conde de Richleau en esa obra maestra del cine demoníaco que es La novia del diablo, en la se enfrenta al siniestro mago de las artes negras Mocata, que interpreta Charles Grey, y que se basa en una de esas voluminosas y pesadas novelas satánicas de Dennis Wheatley.

Poco a poco fue consolidando su trayectoria interpretativa y tras el cierre de la compañía que revitalizó a las bestias de las Universal, Lee encontró trabajo como secundario de lujo y generalmente como villano en películas ya poco fantásticas como El hombre de la pistola de oro, en la que da réplica como Scaramanga –¡¡¡el hombre con tres pezones!!!- al mismísimo James Bond, que en esta ocasión asumía con encanto Roger Moore, así como a Mycroft, el inteligente hermano de Holmes, en la deliciosa La vida privada de Sherlock Holmes, de un Billy Wilder en victoriano estado de gracia.

Pasó el tiempo, y el señor Christopher Lee hizo un poco de todo mientras envejecía como los mejores vinos. Obtuvo un pequeño papel como oficial alemán en esa delirante comedia de todo vale que es 1941, de Steven Spielberg, y en títulos como Sleepy Hollow y Charlie y la fábrica de chocolate, de Tim Burton hasta que Peter Jackson volvió a colocarlo en la cumbre de la popularidad con su interpretación de Saruman en la trilogía de El señor de los anillos.

Es una gozada verlo en la versión original, su poderosa y cavernosa voz es única e irrepetible. Grandiosa, si queremos abusar de los adjetivos.

Eso y no otra cosa, hizo que George Lucas recurriera a sus servicios en la segunda –¿o es la primera– trilogía de La guerra de las galaxias, donde una vez más hace de conde, solo que Dooku. La presencia de su íntimo amigo Peter Cushing –que curiosidades de la vida había nacido un día antes que Lee– en la primera –¿ o es la segunda?– trilogía de esta ópera espacial, quiero entenderlo como el homenaje que Lucas quiso hacer a ambos actores.

Dos estrellas que brillan por sí solas en el ingrato universo cinematográfico.

Nonagenario pero con el corazón de un chiquillo, Christopher Lee continuó trabajando como actor o colaborando incluso con bandas de heavy metal, como Manowar, que no perdieron la oportunidad para contratar sus servicios como narrador de sus ruidosas canciones.

Pero dejémonos de recordatorios cuanto menos inútiles porque el señor Lee vive. Y vive, al menos dentro de nuestra cabeza escobilloneras, como un conde Drácula que presumo no hubiera disgustado a su creador, Bram Stoker.

Además, fue el mismo Stoker quien nos advirtió hace ya mucho tiempo que “la fuerza del vampiro radica en que nadie cree en su existencia.”

Y si uno observa el trabajo de Christopher Lee piensa, es obligado, es inevitable, que al genial escritor irlandés no le faltó razón.

Saludos, la sangre es vida, desde este lado del ordenador.

Las novedades llaman a la puerta

Miércoles, Junio 10th, 2015

* Víctor Álamo de la Rosa firmará ejemplares de su nueva novela, Todas las personas que mueren de amor, el viernes 12 de junio, de 12 a 14 horas, en la caseta de la editorial Salto de Página, la número 363 de esta cita con el mundo del libro que se viene celebrando en el Parque del Retiro de Madrid. Víctor Álamo de la Rosa obtuvo el premio Benito Pérez Armas de novela que convoca la Fundación CajaCanarias con esta obra que ahora publica en coedición la propia Fundación y la editorial Salto de Página. La novela, que llegará a las librerías canarias a lo largo de este mes, será presentada en Tenerife el próximo jueves 25 de junio, a las 20 horas, en el espacio cultural de la Fundación CajaCanarias, en la Plaza del Patriotismo de Santa Cruz de Tenerife, en el transcurso de un acto que contará con la presencia del autor y del periodista Roberto González como presentador. Todas las personas que mueren de amor es la séptima novela del Víctor Álamo de la Rosa y cambia por completo los escenarios de sus anteriores trabajos, que se desarrollaban en el territorio mítico insular de la Isla Menor, trasunto de la isla de El Hierro, para iniciar un nuevo ciclo narrativo.

* Atentado es el título de la nueva novela del escritor Mariano Gambín, título que vuelven a protagonizar algunos de los personajes de la trilogía Ira Dei como el comisario Galán, Sandra Clavijo y Luis Ariosto, entre otros. Gambín adelanta que la acción de la novela se desencadena cuando un desgraciado incidente provoca la contratación de dos asesinos para atentar contra los Reyes de España en una ciudad que se llama Santa Cruz de Tenerife…Mariano Gambín ha comenzado a promocionar esta novela subiendo a su Facebook los dos primeros capítulos de su última y, esperamos, vertiginosa aventura.

* Sarras es el título del primer libro de Patricia Zamarra Bertrán de Lís e Issac García Alonso, una obra que reivindica y continúa las investigaciones de Colin Bloy sobre una piedra hallada en Andorra en 2002 que señaló al pueblo de Arico, al sur de la isla de Tenerife, como uno de los centros de conciencia de la humanidad. El volumen se presenta el próximo lunes 15 de junio, a las 20 horas en el Instituto de Estudios Canarios. Además, los autores firmarán ejemplares de esta obra y charlarán con sus lectores en la Feria del Libro de La Laguna (Plaza del Torreón de La Concepción): el sábado 13, a las 12 horas, en la caseta de la Librería Unicornio, y el domingo 14, a las 17 horas, en la caseta de la Librería de Mujeres.

* La antología Diez negritos. Nuevas voces del género negro español incluye entre sus autores un relato de Alexi Ravelo. El libro está coordinado por Álex Martín Escribá y Javier Sánchez Zapatero y cuenta además con cuentos que firman Víctor del Árbol, Claudio Cerdán, Berna González Harbour, Susana Hernández, Toni Hill, Jordi Ledesma, Jorge Navarro, Aro Sáinz de la Maza y Carlos Zanón.

Saludos, amanece que no es poco, desde este lado del ordenador.

La película ‘canaria’ de John Ford

Martes, Junio 9th, 2015

No se trata de una de las películas más recordadas de ese gigantesco cíclope del cine norteamericano que fue John Ford pero la historia sí que se desarrolla en parte en uno de los grandes espacios abiertos –además de las extensas planicies del oeste americano–por la que sintió pasión el cineasta a lo largo de su vida: el mar.

La película se titula Mar de fondo (Seas Beneath, 1931) y está ambientada en los últimos días de la Primera Guerra Mundial cuando un barco señuelo de guerra Q, un tipo de  cazasubmarinos empleado durante la Gran Guerra, tiene el objetivo de atacar a un submarino alemán temido por su capacidad para hundir navíos de la flota aliada.

Tras la apariencia de un barco inofensivo, el Q esconde un cañón de indudable eficacia, pero tiene que hacer escala en las Islas Canarias –aunque las localizaciones de la película se realizaron en la isla de Santa Catalina, en la costa de California y que forma parte del archipiélago del Norte o islas del Canal– para repostar y de paso recabar información de inteligencia entre sus habitantes.

En este escenario recreado con cierta gracia latina, el comodoro Robert Bob Kingsley (George O’Brien) se enamora de una turista, Anna Marie Von Steuben (Marion Lessing), que también es espía y hermana del comandante del U-Boat. Mientras, Bob tiene tiempo de mantener un cortés enfrentamiento con uno de los oficiales del submarino alemán, Franz Schiller (John Loder), enemigos pero colegas de armas en territorio neutral. Dos oficiales y caballeros que cuando se encuentran en una cantina brindan mientras exclaman: “¡Hasta nuestro próximo encuentro!”.

En Mar de fondo, como en otras películas de Ford de principios del cine sonoro, se aprecia que el director todavía no se encontraba cómodo en el nuevo medio, aunque en esta película se rodeó de técnicos y actores con los que había trabajado en anteriores filmes como el guionista Dudley Nichols y el actor George O’Brien.

No guardaba el cineasta sin embargo buen recuerdo de Marion Lessing,  la actriz protagonista, tal y como le cuenta a Peter Bogdanovich en el libro John Ford (1).

En este volumen, el cineasta explica que Mar de fondo se trataba de “una película sobre un barco de guerra Q y tenía cosas buenas, pero en el último minuto el jefe del estudio puso de protagonista a una chica que nunca había trabajado en el cine porque creía que sabía unas palabras de alemán (y no las sabía). Me acuerdo de que teníamos una escena en la que submarino alemán se pone al lado de otro para aprovisionarse, y de pronto aparece en el puente la chica ésta, masticando ¡chicle! Delantito de la cámara. Tuvimos entonces que molestarnos en volver a rodarlo todo. Sencillamente, no sabía trabajar. Pero hicimos el aprovisionamiento en alta mar. Aquello salió bien, igual que las escenas de batallas, pero el argumento era malo. Hubo que trabajar mucho, y con aquella chica no se podía hacer nada. Después la cortaron muchísimo.”

Marion Lessing, que en el filme interpreta al personaje de Anna Marie Von Steuben, había trabajado antes en dos películas y tuvo una irregular carrera cinematográfica, entre las que destaca en un pequeño papel de reparto en Alma en suplicio (Michael Curtiz, 1945), que adapta la novela Mildred Pierce de James M. Cain.

El guionista de Mar de fondo, una historia original del oficial de la U.S. Navy retirado James Parker Jr., fue de Dudley Nichols, autor, entre otros guiones, de varias películas que dirigió Ford como Tragedia submarina (1930), La patrulla perdida (1934), El delator (1935), La osa mayor y las estrellas (1936), La diligencia (1939) y El fugitivo (1947).

No obstante, y vista hoy, a Mar de fondo se le puede objetar sus diálogos rebuscados y la historia de amor. Romance que, curiosamente, pasa a un segundo plano cuando el mensaje final de la película viene a decir que el amor a tu país es mucho más fuerte que el amor que pueden sentir un hombre y una mujer. Y que en la renuncia está el sacrificio que le debes al lugar en el que naciste.

Pese a la opinión que John Ford tenía de esta película, el especialista Jean Mitry considera Mar de fondo como un filme que además de ser uno de los primeros del cine norteamericano en el que los beligerantes se expresan en sus lenguas respectivas, cuenta con momentos de gran intensidad cinematográfica como los que presentan al barco señuelo y al submarino alemán “en una mañana luminosa y glacial mientras se espían y juegan al escondite”.

Ésta y otras escenas hacen que visualmente Mar de fondo sea una película fordiana. La tensión dramática que el director sabe sostener en alta mar e incluso el episodio en el que los marineros saltan a tierra para recorrer esa isla canaria que pudiera ser cualquiera, respira el gusto que sintió el cineasta por subrayar el protagonismo de su actores secundarios, y entre los que aparece su ya clásico buenazo pero fanfarrón, cuentista y pendenciero marino irlandés.

Bogdanovich así se lo sugiere a John Ford en el libro citado, y el cineasta casi lo admite al responder que el origen de ese personaje “es un montaje de varias personas. Por ejemplo, mi padre. Hablaba mucho de las grandes cosas que había hecho de joven, como la vez que sacó del agua una roca muy grande, o cómo cruzó a nado la bahía de Galway. Claro que era un misterioso de siete suelas, pero a los chavales nos entretenía. Se pasaba la vida parando caballos desbocados; de hecho, eso era lo que más le gustaba; en aquella época todos los coches eran de caballos; se plantaba como un torero, paraba un caballo, lo agarraba –era un hombre alto y fuerte– y lo ponía de rodillas de un tirón.”

No fue Mar de fondo la primera película que John Ford rodó sobre submarinos, un año antes había hecho lo mismo con Tragedia submarina (1930) pero sí la traemos a colación en este espacio es porque parte de la acción transcurre en unas islas Canarias que es territorio hostil, un nido de espías en el que incluso muchos de sus habitantes son marcadamente germanófilos.

Como curiosidad, y para completistas de la extensísima obra cinematográfica de John Ford, Mar de fondo es un título recomendable (se puede descargar en Internet) para acercarse a uno de los primeros trabajo sonoros de su director.

Pocos años más tarde, y tras el estreno de La diligencia, nacería la leyenda del hombre que “rodaba películas del oeste” y que terminó por perder un ojo en alta mar mientras rodaba el documental La batalla de Midway.

La metralla, sin embargo, no le arrebató su honesta, viril y lírica mirada cinematográfica.

APUNTES

* Para más información sobre Mar de fondo recomendamos consultar el apartado de Películas que suceden en Canarias, no rodadas en el archipiélago, del catálogo Rodajes en Canarias (1896-1950), editado por la Filmoteca Canaria en 2004, libro en el que además de reproducir el argumento de la cinta se informa de algunas curiosidades como que la música de la versión alemana contó con fragmentos de obras de Richard Wagner y no de la cinta original, de Peter Brunelli aunque no está acreditado. Brunelli también musicalizaría Grand Canary (Irving Cumming, 1934), entre otros filmes, la mayoría de ellos sin aparecer en los créditos.

* Si quieren saber más sobre esta película les invitamos a que consulten el artículo Ford at Fox que firma Bill Routt.

* El hijo del actor George O’Brien, Darcy O’Brien, es autor de una excelente novela sobre Hollywood: Un estilo de vida como cualquier otro, de la que nos hicimos eco en este su El Escobillón.com.

(1) John Ford, Peter Bogdanovich. Traducción: Fernando Santos Fontela. Editorial Fundamentos, 3ª edición, 1991)

Saludos, fantasías animadas de ayer y hoy, desde este lado del ordenador.

¡Refugiémonos en las librerías de viejo!

Lunes, Junio 8th, 2015

“Refugiémonos en las librerías de viejo; compremos libros viejos. Comprémoslos por la sencilla razón de que no podemos comprar libros nuevos. Ya no se imprimen libros. Se publican todos los meses centenares de libros nuevos, y no se imprime ninguno. No pueden llamarse libros lo que al presente sale de las imprentas. Son objetos que se fabrican brutalmente, lo mismo que se fabrican otros artefactos y chismes de la industria.” 

(Andando y pensando. Notas de un transeúnte, 1929, Azorín)

(*) Retrato de Ignacio Zuloaga de José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, Azorín, 1941

El choque de civilizaciones, según Conan Doyle

Viernes, Junio 5th, 2015

“Hacía menos de una hora  estaban en la cima de aquella roca, charlando  y riéndose, quejándose del calor y de las moscas, irritándose ante las pequeñas incomodidades. Headingly había llevado hasta la disconformidad su crítica de las tonalidades de la Naturaleza. Lo que los prisioneros no olvidarían era la tonalidad de sus mejillas  sobre la piedra negra.  Sadie había chachareado acerca de los vestidos estilo sastre y de las modas de París. Ahora marchaba medio enloquecida y sujetándose con todas sus fuerzas al pomo de la silla de madera del camello, y la idea del suicidio se alzaba en su cerebro como roja estrella de esperanza. El sentimiento de humanidad, las justicias, las razones, todo había desaparecido, quedándole únicamente la brutal humillación de la fuerza.”

(La tragedia del Korosko, Arthur Conan Doyle. Traducción: Amando Lázaro Ros, Aguilar, 1964)

Sir Arthur Conan Doyle es uno de los grandes escritores populares que ha terminado asumido por crítica y lectores digamos que de gustos refinados.

Me refiero a esas insatisfechas minorías que suelen leer con el dedo meñique estirado y a los que se les llena la boca de elogios cuando evocan el trabajo del creador de Sherlock Holmes, personaje cuyas aventuras confiesan devoraron en su más tierna adolescencia, aunque hoy han superado esa etapa leyendo a otros autores con libros de contenido más espeso. O con pedigrí intelectual, lo que ha terminado por relegar a Doyle, como a Verne, a Kipling, a Salgari, a London, a Stevenson, a Wells y a Rider Haggard, entre otros, al baúl de sus nostálgicos recuerdos.

Como no soy socio del Club Diógenes recurro de tanto en tanto y por razones de salud a muchas de las novelas de los autores anteriormente mencionados. Suelo encontrármelos  en una biblioteca, o en una librería, o en un rastro, donde los escritores que alimentaron mi juventud continúan gritándome en silencio porque saben que así tengo un viaje garantizado.

Es verdad que al principio intento revelarme, ponerme tonto, explicarles que hay muchos libros espesos y no tan espesos que esperan pacientemente su turno pero al final siempre ganan ellos porque nunca traicionan.

Es una de las pocas cosas que he sacado en claro a lo largo de mi vida como adicto lector, que no es otro que el que lee por necesidad.

Conocía pero no había leído La tragedia del Korosko, una novela de aventuras de sir Arthur Conan Doyle, por lo que sumergirse en sus páginas ha sido como reencontrar a un viejo amigo que todavía posee una entrañable capacidad de sorpresa pese a que hoy su historia pueda ser tachada de imperialista y racista.

Y si bien no le falta razón, Conan Doyle además de ser un excelente escritor de aventuras fue un inglés convencido de haber nacido en una nación de naciones cuya misión era la de civilizar el mundo. Y se escandalice o no, si se sabe extraer una idea en la que sí insiste por cierto en La tragedia del Korosko, a mi con todos sus prejuicios continúa pareciéndome una excelente novela de aventuras.

Una excelente novela de aventuras con todas sus sagradas letras.

Y Conan Doyle forma parte de esas letras sagradas.

La tragedia del Korosko es un relato de personajes –turistas británicos, norteamericanos y un francés de excursión por el Nilo– que sufren un violento intento de transformación tras ser secuestrados por un grupo de sanguinarios derviches que, entre amenazas de torturas, pretenden que se conviertan al Islam.

El Islam o la muerte.

¿Les suena la historia?

Leída en estos tiempos tan convulsos que vivimos es inevitable pensar que la obra de sir Arthur Conan Doyle debe de estar proscrita por los radicales, unos derviches en este caso que el autor retrata con distanciado respeto –no hace mofa de ellos– pero sin alcanzar a entender las razones que los mueven para vivir en otro tiempo y combatir con las armas el progerso que implica la civilización occidental, que en este caso representa la Gran Bretaña.

El apasionante choque de civilizaciones que propone Conan Doyle es uno de los grandes temas de una novela redonda en su género, y en ella además de alertar de los peligros que acechan a los acomodados turistas que se adentran en zonas remotas del Oriente medio, se informa de algunas de las claves que caracterizaron el progreso colonial occidental de aquel tiempo –como la construcción del canal de Suez–, las insurrecciones derviches que estallaron para evitarlo, y los héroes trágicos británicos que murieron por hacerlo posible, como Gordon Pachá en la ciudad de Jartum, Sudán.

Como en toda novela de aventuras que se precie, el paisaje es un protagonista más de este relato de esfuerzo y superación, entre los que transitan los pasajeros del Korosko, que son presentados al principio con certeros brochazos: la independiente norteamericana Sadie Adams, los solitarios ingleses coronel Cochrane, un militar jubilado y el apagado procurador James Stephens;  un francés protestón, monsieur Fardel, y un feliz matrimonio irlandés, los Belmont que, entre otros, integran un estrafalario grupo de turistas (¿qué grupo de turistas no es estrafalario?) hasta que son secuestrado por los feroces derviches.

Porque en La tragedia del Korosko los derviches son bárbaros feroces, gente, destaca Conan Doyle, que necesitaba entrar en cintura. La cintura que implica el “generoso progreso británico.”

¿Y los inocentes?

¡Ah!, si en el camino muere algún inocente que al menos muera como en las novelas solo sabe hacerlo un inglés: con la cabeza muy alta.

Grande, único e irremplazable sir Arthur Conan Doyle.

(*) En la imagen recreación de la muerte del general Gordon en Kartum, de Jean Leon Gerome Ferris

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.