El show debe, aún tiene, que continuar…

Sábado, Noviembre 24th, 2012

Loado sea Achamán…

El miércoles pasado recorro las calles de una ciudad de provincias mojada por la lluvia invernal que amaneció ese  mismo día con un cielo azul que castigaba hasta la vista. Por hermoso. Por impoluto. Porque estaba lavado, pensé, con jabón.

Miércoles noche. Salgo de la presentación de la novela El corsario de Lanzarote, de Francisco Estupiñán, título por el que obtuvo el premio Benito Pérez Armas 2011. Antes de entrar en el acto me encuentro con el escritor Jesús Castellano que a mi cada día me parece más a un personaje salido de una película de John Huston. Un superviviente de Fat City.

Lean, puñetas, su blog, para darse cuenta de lo que escribo…

Me invita Jesús a que me tome algo.

Un vaso de agua con gas, sugiere.

Y le hago caso, ya que me tomo una caña de agua de bolitas antes de entrar en la sede central de CajaCanarias/La Caixa.

Toca presentar la intensa novela de Estupiñán, con quien procuro mantener un diálogo abierto en una sala con buena presencia de público. Detesto cordialmente las presentaciones literarias donde solo se habla y habla, y se gruñe y gruñe, con un impudoroso placer onanista que lo único que regala es que la audiencia se duerma. O cierre plácidamente los ojos.

Más en unos tiempos donde el cóctel ha pasado a la historia porque hay que apretarse el cinturón. Cosas de la crisis.

Puta crisis.  

Descubro, no obstante, a arguien con los ojos cerrados entre el público mientras conversamos pero hay que perdonárselo porque este personaje sí que parece salido de una película mejicana de aquellas que se conocían como jaliscazos. Lo mejor pues es que ese individuo de bigotes y barriga generosa descanse y sueñe que canta corridos y come  enchiladas.

Javier Hernández Velázquez –que este viernes, 23 de noviembre presentó en la MAC su última novela, El sueño de Goslar– me acompaña hasta casa y mientras atravesamos las solitarias calles de una capital de provincias que tiene un alcalde hobbit no por corazón sino por estatura, hablamos y hablamos sobre esas cosas tan intrascendenteles pero que tanto nos gustan como son los libros y el cine.

- Todo lo que hizo Paul Newman es bueno.- exclamo.

Y Javier, que es como un justiciero pero de provincias, asiente con la cabeza como quien dice ”nadie se atreva a llevarme la contraria.”

Porque, efectivamente, coincide conmigo en que nada de lo que hizo Newman fue malo.

Cuando frena el coche para que me baje, pienso que solo hace falta calarme el sombrero a lo Manolo Escobar para enfrentarme a la humedad que espera afuera.

Una humedad que no provoca ni frío ni calor, sino una empalagosa sensación de sentirte antes de tiempo un zombi.

Pero no llevo sombrero. Así que me lo calo en sentido figurado.

En casa me esperan las cucarachas, el bonsái y un sándwich de jamón y queso.

Veo en la tele la segunda temporada de la serie Boss con la boca abierta cuando la imagen se me pone tonta en el cuarto episodio.

Murmuro un no, no, no como lo podría murmurar cualquier cuatrero sentenciado por Sentencia (Lee Van Cleef, of course) cuando me doy cuenta que el disco que contiene Boss ha quedado game over.

Afortunadamente, tengo el dvd prestado de El dictador, la última gamberrada de ese bufón aún con suerte que es Sacha Baron Cohen.

Suelto la risa. Y a veces incluso la carcajada cuando la veo.

El discurso que pronuncia su estrafalario dictador es tan clarificador como el que soltó Charles Chaplin en El gran dictador. Solo que su percepción de esto que llamamos democracia es, con respecto al filme de Chaplin, como las dos caras de una misma y envenenada moneda.

Barak Obama no es Franklin D. Roosevelt.

Y Roosevelt, por supuesto, no es Obama.

El nuevo dictador de Cohen no deja de ser una reinterpretación provocadora de aquel filme de Chaplin que tanto tiempo tardamos en ver en las Expañas. Solo que el mensaje del judío Cohen da palos de ciego.

Tantos palos de ciego que al final se lía porque es un engreído bufón, más que payaso, de este mundo de engañosas apariencias en el que vivimos.

Pero escribo estas cosas porque son días en los que solo he visto películas de Robert Aldrich y Richard Brooks.

Así que en la rambla, antes de bajar a la presentación de la novela de Francisco Estipiñán me topo con un fantasma que una vez quiso ser Ella

Me tropiezo con Dulce Xerach Pérez y pienso de manera automática que es una especie de Morticia Adams pero sin la clase ni el encanto de Carolyn Jones.

Lleva la cara lavada con jabón y no creo que nadie discuta que sin ser Carolyn Jones, al menos parecía más Dulcinea que la actual consejera de Cultura, Inés Rojas.

Ella por lo menos hacía que luchaba contra molinos de viento en la época de las vacas gordas. 

Todo apariencia. Vale, pero es que ni con el escudero de Inés Rojas en los asuntos de la cultura, Alberto Delgado, ya nada tiene el color de antaño… Ayyy, cuanta verdad hay en que la nostalgia es un error.

En el acto de presentación estrecho manos de amigos, conocidos y desconocidos.

Unos me recuerdan a personajes salidos de una película italiana de los años cincuenta. Otros a personajes de Berlanga e incluso de Ingmar Bergman. Ninguno de ellos, sin embargo, a los que muestra ese entusiasta, y todavía tontorronamente adolescente y tan poco pegado a la realidad, que algunos conocen (no reconocen) como cine canario.

En la televisión mientras tanto no dejan de exhibir un vídeo clip en el que Pepe Benavente junto a aquellos que se hicieron famosos en esta región desestructurada cantando al higo pico flower hacen ahora chanson con la chuletada… Que es una manera que tenemos en esta comunidad autónoma pegada a África de irnos al campo para asar chuletas y beber mucho tintorro.

Pero es justo en ese momento, cuando la pantalla del televisor la ocupan estas hormigas canariensis tan parecidas a las hormigas catalaniensis,  cuando hecho de menos los dibujos animados de la Warner Bros que alimentaron y contribuyeron a forjar mi carácter en esa ya lejana niñez y adolescencia.

Es decir, noto en falta el individualismo nihilista de Bugs Bunny.

Y la tozudez del perdedor nato: pato Lucas, el gato Silvestre y el Coyote.

También la alegre ingenuidad del gallo Claudio y la obstinación por el fracaso de Elmer.

Y cómo no, a ese cerdito que como Scheherezade quiere escapar a su destino (que lo conviertan en chuletas) que encarna Porky.

De ahí, lo supe siempre, su tartamudeo antes de tiempo de:  ¡Es-es-esto to-to-do amigos!

En El Puntero, un bar de referencia en esta capital de pronvincias en la que nací y vivo, esta misma noche tomo unas cervezas con el hustoniano Jesús Castellano y con Ramón Herar (consulten su blog, por Dios) que a mí me parece, en este día de apariencias traicioneras, a un personaje salido de una película de nouvelle vague.

Hablamos de literatura, historia de Canarias, asesinos en serie y prostitución. Que es casi lo mismo.

En la plaza de Candelaria hay –no suena, sospecho– un concierto de los 40 Principales. En La Laguna, ¿la noche en blanco?

Blanco me quedo cuando subo a casa con paso marcial mientras silbo la marcha del Coronel Bogey.

Me siento Porky, el camaleónico Peter Sellers, el camarero borracho de El Guateque, Jimmy Stewart en Qué bello es vivir, John Wayne en Centauros del desierto, Burgess Meredith en Rocky, Michael Caine en El hombre que pudo reinar, Max von Sydow en El séptimo sello, Cassen en Plácido… También un miembro de la orquesta del Titanic. 

Y es que el show debe, aún tiene, que continuar…

Saludos, obladi, oblada, desde este lado del ordenador.

‘Made in Canary Islands’

Martes, Noviembre 20th, 2012

FÚTBOL VERSUS LITERATURA

* Este miércoles, 21 de noviembre, se presenta en la sede central de CajaCanarias/La Caixa la novela ganadora de la última edición de los Premios Benito Pérez Armas, El corsario de Lanzarote, de Francisco Estupiñán. Como ya escribimos en su momento, El corsario de Lanzarote es una estupenda novela histórica que recoge la biografía de quien fue conocido como el marqués de Lanzarote, Agustín de Herrera y Rojas, en la segunda mitad del siglo XVI. El acto comenzará a las 20 horas aunque coincide, me alerta un amigo que desea acudir vía WhatsApp ¡¡¡con un partido de fútbol, el del Manchester United-Real Madrid!!

* El inquieto e intrépido Javier Hernández Velázquez presenta su última novela, El Sueño de Goslar (colección G21 Narrativa Canaria Actual, ediciones Aguere y Ediciones Idea) el viernes 23 de noviembre, a las 19 horas, en la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC) de Santa Cruz de Tenerife. El acto –que yo sepa no coincidirá con ningún partido de fútbol importante– será introducido por el también escritor Mariano Gambín y por el director de Ediciones Aguere y promotor de G 21, Ánghel Morales García.

* En la capital de las Expañas, que continúa siendo Madrid hasta que alguien me demuestre lo contrario, se presenta este miércoles, 21 de noviembre, el libro La mentira del agua y Alfabeto celoso (obra completa) del poeta tinerfeño Julián Herraiz (1925-1948). El acto comenzará a las 19.30 horas, hora peninsular, y tendrá lugar en La Marabunta, en la calle de Torrecilla del Leal, 32. Participarán los filólogos Luisa Chico Pérez y Javier Rivero Grandoso, responsables de la edición de los poemas, publicado en un libro por Ediciones La Palma.

VAMOS A VERNOS LAS CARAS

* El sábado 24 de noviembre se reúne en la Casa Museo de Colón, en la capital grancanaria, los miembros de la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Canarias para celebrar su asamblea general anual. En el acto, que comenzará a las 10 de la mañana, ofrecerá una charla pública el presidente de las Sociedad General de Autores y Editores, Antxón Reixa, y el director general de de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura, Jesús Prieto, sobre la relación entre los derechos de autor y el derecho de acceso a la cultura. El orden del día de la Asamblea estudiará el informe de gestión de la Junta Directiva, la situación económica y el plan de trabajo propuesto para 2012-2013. Admite al final ruegos y preguntas. Cabe destacar que la empobrecida Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, a través de Canarias Cultura en Red, hace el esfuerzo de volver a colaborar con la Asociación facilitando los traslados de los socios y socias de Tenerife, Lanzarote, Fuerteventura y La Palma.

WAKE UP!, CINE CANARIO

* Divertido e inquietante cortometraje el que propone Paco M G con Solos, una producción de Zoo punto cero. Algunos se empeñarán en ponerle la etiqueta de cine leve, pero yo prefiero la de hacer cine por la puta cara. Tiene su guasa, y un ambiente sórdido y morboso que a mi, personalmente, me ha resultado muy atractivo. Si les gusta la sangre, hagan el favor y pinchen el enlace.

* Si Solos propone una lectura retorcida y con un personalísimo sentido del humor sobre esto de la crisis, Tocando fondo, de Jonathan Guttman muestra la que podría ser la mirada solidaria en un país, y en unas islas como son las de este archipiélago, cada días más hundidas en la miseria. Es un trabajo con inquietudes –¿sociales leo en algún lado?– que llama más bien a la caridad de quienes todavía pueden pagar las facturas de la casa y comprar en el Lidl. Si les gusta Qué bello es vivir, hagan el favor y pinchen el enlace.

* El Festival de Cortos Villa de La Orotava revela los trabajos ganadores de su séptima edición. Aquel era yo, de Pedro Crespo, se hace con el primer premio de la sección oficial y Voice Over, de Martín Rosete, con el primer premio de la Sección Canaria –lo que me hace preguntar si algún día habrá alguien que me explique porque hay una sección exclusivamente canaria en un festival de cortos– y segundo premio de la Sección Oficial. Por su parte Doble Check de Carlos Villaverde se llevó al tercer premio y Zombi de David Moreno, el premio del Público.

* El cortometraje El círculo, escrito y dirigido por la tinerfeña Eugenia Arteaga y coproducido por Digital 104 y la Fundación Canaria para el Sordo, FUNCASOR, ha conseguido los galardones a Mejor Dirección y Guión en los Premios Gainditzen del Festival Internacional de Cine en Lengua de Signos de Tolosa, Guipúzcoa. El trabajo fue nominado a otras cuatro categorías: Mejor Cortometraje, Mejor Actor (Carlos Valencia), Mejor Actriz (Lorena Plasencia) y Mejor Montaje (Eugenia Arteaga). La próxima cita para el cortometraje será a principios de diciembre en el X Festival de Ponferrada, donde ha sido seleccionado como uno de los tres finalistas en la sección Discapacidad.

Saludos, game over, desde este lado del televisor.

Memorias de un perenquén

Sábado, Octubre 6th, 2012

Un pedazo de mi vida quedó triturado entre los dedos del destino cuando comenzaron a desaparecer las salas de cine del provinciano universo en el que me muevo. Demasiados recuerdos almacenados en unos tiempos donde hablar de vídeo, Internet y teléfono móvil sonaba a ciencia ficción.

La primera vez que escuché la palabra computador, no ordenador, fue de hecho en una película para mayores de 18 años en la que logré colarme. Fue en el teatro San Martín, y el filme respondía al nombre, si la memoria no me traiciona, de Scanner, dirigida por David Cronenberg.

No he vuelto a ver el filme, aunque sigo con bastante atención el cine que dirige este señor, canadiense con pinta de psicópata que cuenta con un buen libro en español escrito por Ana Pérez y Jorge Gorostiza, y que publicó en su día Cátedra.

En el disco duro de mi memoria está grabado al rojo la escena final de este largometraje y el fármaco que empleaban aquellos exploradores de la mente para mantener a raya sus poderes: el Efemerol

Caprichoso que es el recuerdo…

Desaparecidos los grandes cines de la capital tinerfeña ante el avance implacable del progreso –el Baudet, el Víctor, el Rex, el Greco, el Real Cinema, el Fraga, el Delta…– para reconvertirse algunos en multisalas, boleras o simple y llanamente en solares, paseo de vez en cuando frente a a sus fachadas para observar en que han terminado por convertirse aquellos espacios con los que aún mantengo una deuda pendiente y una complicidad al ofrecerme entretenimiento en una ciudad que respiraba por aquel entonces de otra manera.

Creo –con perspectiva– que la ciudad llenaba esos días sus pulmones con otra clase de oxígeno… Y que su gente respiraba un aire más puro. Y eso viviendo en la misma  pequeña ciudad de provincias en la que vivo. Solo que en aquel entonces todos sus vecinos se conocían como si formaran parte de una misma tribu.

Más que vecinos eran parientes aunque no te uniera con la mayoría de ellos ningún lazo sanguíneo pero sí el hecho de habitar un mismo territorio.

En aquellos tiempos ya remotos, mi padre que fue un señor de orden y por lo tanto de buenas costumbres, me inició en las primeras librerías que poblaban como setas la geografía de la ciudad.

El primer establecimiento de esta clase en los que puse mi huella fue en la ya mítica Goya, y una vez comencé a crecer, mis expediciones aventureras me condujeron a  buscar otros refugios repletos de libros muchos de los cuales ya no existen.

Quiero citar por ello dos librerías en las que sus responsables me descubrieron novelas y autores y en las que podía perder el tiempo hablando de esas mismas novelas y autores antes de que se pusieran de moda los clubes de lectura.

Jarama y La internacional, que así se llamaban, tienen por lo tanto parte de culpa de mi afición a los libros.

También son responsables de la profunda congoja que significó descubrir un buen día que habían colgado en su puerta el cartel de Cerrado.

Sin avisarme, sin prepararme para lo que fue sin duda alguna uno de los primeros grandes golpes a la línea de flotación de mi existencia en la tierra.

Es verdad que se abrieron más librerías y que se cerraron otras tantas, pero la magia que respiré en las entrañas de Jarama y La Internacional no me ha vuelto a tocar salvo en la Antonio Machado, en Sevilla, donde el librero que resultó ser un señor muy agradable, me recomendó que me llevara una antología de relatos de Joseph Sheridan Le Fanu que más tarde presté a un desgraciado y desagradecido conocido que nunca me lo devolvió.

Esto me hace pensar en cuánta razón tenía aquel aviso que colgaba en uno de los estantes de la mejor librería de viejo y libros usados que hubo en mi ciudad, Sonora, y en el que se podía leer a modo de advertencia: Libro prestado, libro robado.

Cansado de mis paseos por las librerías de la capital tinerfeña, amplié el radio de acción de mi recorrido a La Laguna donde aún se respira, imagino que por la Universidad, otra relación con los libros…

Si viajo al pasado me veo sentado en la guagua y sacudiendo la cuerda que servía a modo de timbre para avisar que bajaba en una de las paradas de aquella geografía en la que para engañar al frío te tomabas un café con leche y churros mientras le echabas el primer vistazo a la pieza que horas antes habías adquirido en Lemus.

Luego regresabas a la capital tinerfeña donde el tradicional frío lagunero desaparecía como por arte de magia.

Eso sí, abriendo y cerrando la boca para desentumecer los oídos y oliendo, por desgracia, las pestilencias que de tanto en tanto emanaba de la Refinería a modo de inquietante y contaminada bienvenida.

Escribo todo esto porque son recuerdos en los que coincido con tres escritores tinerfeños que han tenido el acierto de trasladar esta memoria más o menos en sus novelas.

Los escritores se llaman Jaime Mir Payá, Pablo Martín Carbajal y Javier Hernández Velázquez.

Los tres son de las pocas personas de mi generación con las que comparto una forma de ver y entender nuestro entorno no con una nostalgia sospechosa sino como un escenario literario en el que no falla la crítica mordaz y socarrona (Mir); el engorroso y asfixiante ambiente provinciano al que tanto le cuesta desprenderse a sus habitantes (Carbajal), o la reivindicación que reclama Velázquez en sus novelas sobre el pasado de una ciudad con el fin de que entendamos su caótico presente.

Escribo este post porque en el caso de Velázquez se produce, además, un extraño fenómeno que me une, sensiblemente, un poco más a su idea de ver el lugar que tanto le marcó.

Escribía líneas más arriba sobre salas de cine y librerías que forman parte de mi peculiar historia personal, circunscribiendo esta tímida reflexión a la tierra en la que nací y en la que todavía habito, pero es que hay otras librerías fueras de las fronteras que impone la isla que tanto para Javier como para mi son territorios míticos porque se han convertido en oasis para esos lobos con pieles de cordero que son los lectores.

Y si hay una que sobresale de entre todas ellas es Negra y criminal, la primera librería especializada en España en el género policiaco que dirige junto a su mujer el Don, o Paco Camarasa en Barcelona.

No, nunca he estado en Negra y criminal, pero háganse una idea que es como una especie de Meca para todos los que nos confesamos seguidores de una literatura que para nosotros es Literatura.

Con L mayúscula.

Este sábado, 6 de octubre y a partir de las 13 horas, Javier Hernández Velázquez presenta su última novela El sueño de Goslar en Negra y Criminal.

A continuación disfrutará–aunque me confiesa que no le gustan– de los imagino sabrosos mejillones que ya se han convertido en una de las señas de identidad de la Librería todos los sábados en los que toca presentación de libros.

Muy bien.

Bravo.

Palabra de un perenquén que últimamente tiene bastante olvidado el género porque está empeñado en viajar a otros lugares del mundo que requieren sus modestos esfuerzos.

Saludos, mirando hacia atrás sin ira, desde este lado del ordenador.

‘El sueño de Goslar’ o cómo descuartizar en clave pop la novela negro criminal

Miércoles, Julio 4th, 2012

“-Lo ignoro. Quizá porque hay policías corruptos igual que políticos, empresarios y periodistas. Hice un pacto con la cultura, no con la policía. ¡Sabe inspector!, me gusta pasear por la Rambla. Tanto que hasta compré la casa que está enfrente de la estatua de Moore, la que ustedes han puesto patas arriba buscando la estatua. Por estos sitios el mundo cambia lentamente. Nada es inalterable, pero El Guerrero sigue igual. Disfrutaba asomándome a la ventana. Lo incitaba, lo seducía, le curaba con la mirada sus heridas de moribundo eterno. Percibía el sabor de su sangre, como si mi boca suspirara sus secretos.”

(El sueño de Goslar, Javier Hernández Velázquez)

Al paso que va Javier Hernández Velázquez lleva camino de convertirse en el primer –y por el momento único– escritor nacido en Santa Cruz de Tenerife capaz de hacer mitología sin caer en tontos folclorismos sobre la ciudad que una vez habitó y, entiendo, fue feliz.

Tras El fondo de los charcos, ambicioso trabajo de reconstrucción histórica y reivindicación de la figura esquiva del malogrado poeta Domingo López Torres, Hernández Velázquez vuelve a ubicar la acción de El sueño de Goslar (colección G21 Narrativa Canaria Actual, Ediciones Aguere/Idea) en las calles y plazas de la capital tinerfeña empleando para ello otro registro.

Otro pulso…

La ciudad no es ahora co-protagonista del relato como sí sucedió con El fondo de los charcos, sino escenario de una aventura en clave pulp donde lo que importa es lo que se desmonta por encima de otros discursos.

Escrita como si se tratara de una novela por entregas, estructurada en capítulos cortos que finalizan generalmente con frases que parecen que invitan a un continuará… El sueño de Goslar presenta una interesante aunque poco trabajada galería de personajes entre los que destaca por coherente un fijo en la producción literaria de Velázquez, el inspector Carles Pedregal, un policía con heridas abiertas que huye de ellas dedicándose en cuerpo y alma a su trabajo como policía y que se sostiene gracias a una peligrosa adicción al café.

No es Pedregal, sin embargo, el protagonista de El sueño de Goslar.

Como otros escritores que forman lo que se denomina como Generación 21 –y pienso en José Luis Correa con su Murmullo de hojarasca, en Pablo Martín Carbajal y su Azul cobalto, en Carlos Cruz y su No es la noche– ahora no se trata de un actor sino de una actriz el personaje principal de esta ¿paródica? historia de robos y venganzas.

Su nombre es Alex Stibrings, una peligrosa pelirroja que tiene el mismo encanto de Modesty Blaise.

Si leen El sueño de Goslar sabrán la razón de esta asociación…

Así que, a qué esperan… Lean El sueño de Goslar, una novela que por descuido quizá, no termina por resultar tan pop como quisiera pero que araña en muchas ocasiones el desparpajo y la frescura de un relato con ese aire sesentero divertido y sobre todas las cosas entretenido que caracterizaron las novelas e historietas de Blaise.

Omito por razones obvias la excéntrica adaptación al cine de Joseph Losey y esa estupidez producida por Quentin Tarantino: Mi nombre es Modesty Blaise: Una aventura de Modesty Blaise, dirigida con muy pocos recursos e imaginación por Scott Spiegel.

Escrita con notable sentido del humor, El sueño de Goslar se lee con una sonrisa en la que se mezcla asombro y también mosqueo porque se nota, se aprecia, que está escrita a modo de divertimento.

La historia queda así relegada a un segundo plano.

Como lector, ese al menos ha sido mi caso porque he disfrutado más con algunos de los momentos que escribe que por seguir el hilo de un misterio cuya resolución llega un momento en el que da igual.

Así que lo importante de esta novela de fina epidermis policial no es lo estrictamente policiaco que podría contener, sino la manera rocambolesca en que está narrada.

Los momentos en que Hernández Velázquez explota el negro criminal para divertirse y de paso desarticular muchos de los tópicos que arman al género.

En este sentido, y aunque resulte apurado, entiendo El sueño de Goslar como una inteligente y parodia pulp pop de la novela policíaca.

Escrito con un estilo más cercano a Mike Spillinane que a un idiotizante culto a los padres fundadores. Leáse Hammett y Chandler.

No se corta un pelo en esta interesante labor de deconstrucción Javier Hernández Velázquez.

Usa los tópicos del género con generosa aunque también es verdad hermética risotada. Como si lo negro criminal fuera solo un disfraz de carnaval con el que dar rienda suelta a una prosa que en ocasiones peca de liar y liar la perdiz.

De perderse en reflexiones que poco aportan a una historia que, ya digo, es lo de menos en este interesante y demoledor experimento literario en el que su autor demuestra que es un escritor que más que mimetizar el género lo utiliza para descuartizarlo con una elegancia que otros compañeros de militancia negro criminal en Canarias deberían de observar para librarse de molestas y roñosas ataduras.

Y todo eso, o esa lectura, es la que entresaco de El sueño de Goslar, una novela en la que un autor como Javier Hernández Velásquez, que conoce muy bien las reglas que han hecho grande a lo negro criminal, va desprendiéndose con una ironía que hace que el lector iniciado y sin prejuicios la lea con una sonrisa que cada vez se hace más ancha en su boca.

Ahí esta la femme fatal que no es tan fatal.

Una  pelirroja…

Una Rita Hayworth sin perder la razón.

Un malo con principios.

Multimillonarios sin principios.

Un policía con problemas.

Una estatua robada.

El sueño de Goslar es un divertimento.

Una gozosa broma articulada por alguien que sabe lo que está escribiendo.

Reitero así que lo de menos es saber el ¿por qué? roban la dichosa estatua de Henry Moore en la Rambla de la capital tinerfeña.

Lo grande de esta novela escrita sin prejuicios ni ataduras son los momentos que nos regala.

Tan deliciosamente pop.

Tan deliciosamente pulp.

Los topicazos que desmonta.

El empleo –canalla– de dos tiempos en su rabiosa y algo barroca narración.

La primera persona para retratar desde dentro lo que siente su peculiar Modesty Blaise, esa Alex Stibrings bisexual e inquietantemente masculina.

O la tercera persona para contarnos las pesquisas de Pedregal o del inquietante Perro Negro.

Un personaje que recuerda vagamente más que a Harry Callahan a ese Anton Chirgurh de No es país para viejos.      

El sueño de Goslar hay que leearla así como una broma con luces.

Eso relaja y es tomarse las cosas en serio, dijo en cierta ocasión alguien que de esto sabía mucho.

Su nombre: Boris Vian.

Javier Hernández Velázquez no es Vian… Pero la mirada que arroja sobre el mismo género del autor de Escupiré sobre vuestra tumba me parece felizmente coincidente.

Hacerlo de otra manera es no entender las provocadoras intenciones de El sueño de Goslar.

Las ganas de reírse –con la seriedad del payaso que hace siempre de serio– de un género al que le falta tanto sentido del humor pese a que vaya en contra de  la corriente de lo que defiende un puñado de puristas poco leídos

El sueño de Goslar rompe esa dinámica.

Y no, no  es nada fácil.

Hay que saber equilibrar el chiste que se tiene entre las manos.

Y no, reitero, no es nada fácil…  

Claro que soy un guerrero dormido y anclado en la Rambla de una ciudad de provincias.

¿Qué sueño?

Probablemente el mismo sueño de Goslar.

Saludos, de un private eye que solo sabe reírse de sí mismo, desde este lado del ordenador.

Qué leer…

Martes, Julio 3rd, 2012

INTRO

Esto va de novedades y otras no tan novedades literarias aparecidas en Canarias en estos últimos tiempos de crisis y victorias futboleras.

Esto va de libros que hemos ido recibiendo y que por el momento se amontonan en una tonga que, peligrosamente, se inclina como la torre de Pisa aunque aún mantiene su espartano equilibrio.

Huelga decir que deberían de leerlos.

Huelga decir, pero lo decimos, que leer es el último refugio que nos queda a los que todavía nos preocupamos por pensar que hay un más allá de la crisis y el fútbol…

LOS LIBROS

 

* El sueño de Goslar, Javier Hernández Velázquez (colección G21 Narrativa Canaria Actual, Ediciones Aguere/Idea).- Apenas me faltan medio centenar de páginas para finalizar esta novela escrita en clave policíaca por Javier –bang, bang– Velázquez, autor, entre otras, de El fondo de los charcos. Me reservo por el momento cualquier otro comentario sobre una historia donde la celebérrima estatua de Henry Moore que adorna uno de los paseos de la Rambla de la capital tinerfeña adquiere un especial e insólito protagonismo.

* Si nos encontramos de nuevo, Ana Teresa Pereira (colección Macaronesia, Baile del Sol).- Nacida en Funchal, Madeira, en 1958, Pereira escribe en Si nos encontramos de nuevo es una delicada y sentida novela de amor en la que se respira buena y sentida literatura. Julio Bonifacio escribió a propósito de la novela en Público que “el hecho de que este texto comience con una cita también puede ser una de las razones principales para atrapar o alejar al lector en relación con ese universo: el uso recurrente de citas y referencias a la pintura, el cine y la literatura.”

* Cuaderno de agua, Hugo Clemente (Canalla Ediciones).- El escritor Jorge Eduardo Benavides define al autor de este libro “dueño de una prosa cuidada, ágil y llena de inesperados hallazgos visuales.” Y ello tratándose de la primera novela de Clemente, un escritor que escribe con la misma rabia y sincopado de un músico de free jazz. La playa, el surf son solo algunos de los escenarios y protagonistas de un volumen que no deja indiferente a nadie. Tiene imágenes bellas, algunas de la cuales alcanzan un lirismo que potencia el atractivo de un libro que son fragmentos, estampas que, como indica Benavides, quieren buscar sentido “a esa vida peregrina y altamente emotiva que parece también escurrírsele de entre los dedos.”

* La ceniza que avanza, Juan R. Tramunt (colección Sitio de fuego, Baile del Sol).- Seis cuentos de distinto calibre conforman este volumen en que su autor quiere rendir homenaje a la literatura que lo ha hecho persona. No todos son redondos, no todos son notables pero sí hay piezas, momentos, que saben a verdad. El libro contiene los relatos Hallelujah, En pos del loco Amoenus, El ángel erguido, Laura, La mujer evanescente y Fondeadero. Por razones sentimentales, me quedo con Laura. Pronto le dedicaremos a este libro un comentario como se merece.

* Geometría del azar, Fernando Palazuelos (colección Narrativa, Baile del Sol).- “¿Qué es lo casual? Estas preguntas y otras muchas se agazapan en este singular texto híbrido, una especie de libro de bitácora dedicado a los sucesos casuales y a los hechos paralelos. Sus páginas estimulan la perplejidad, la reflexión y la risa. Con eficacia narrativa Palazuelos ha elaborado un texto ameno y conciso; un placentero recorrido por la duda del ser, del destino y del futuro; una comedia personal (a la vez que cósmica) acerca de la fortuna y lo inesperado, esos dos espectros que a menudo sentimos pulular sobre nosotros.” (De la contraportada)

* Un yanqui en Canadá, Henry David Thoreau (colección Dando pata, Baile del Sol).- Entre otras debilidades genéricas, tengo debilidad por la literatura de viajes. Género en el que Thoreau fue un maestro, un escritor de afinado olfato y mirada. Una especie de hippie adelantado a su tiempo capaz de escribir un libro como Walden o de impartir incendiarias conferencias como La desobediencia civil de, mucho me temo, obligada lectura. Por fortuna,  la editorial tinerfeña Baile del Sol está contribuyendo a que no olvidemos su refrescante y ejemplar trabajo en español.

* A solas, sin testigo, Carlos Pinto Grote (colección Poesía, Baile del sol).- El señor Pinto Grote es de esos escritores nacidos en Canarias que ya forman parte del universo donde no existe ni el bien ni el mal. No soy un buen lector de poesías, pero me han llamado la atención algunos de los poemas que forman parte de este volumen, editado con mucho cariño y mimo por Baile del Sol.

* Paisaje de lágrimas, Abdourahman A. Waberi (Colección África, Baile del Sol).- La editorial tinerfeña continúa apostando por las letras africanas tras Los aromas esenciales y La estación del caos, de Guita Jr. y el premio Nobel de Literatura Wole Sonyinka, respectivamente. Waberi, nacido en Yibuti, escribe en Paisaje de lágrimas un fascinante relato sobre el desarraigo y el exilio, también sobre la inexplicable necesidad por regresar a la tierra de tus orígenes. ¿Alguien piensa todavía que en África se escribe en minúsculas?

* El niño, János Háy (colección Narrativa, Baile del Sol).- Si el año pasado una de las apuestas de la editorial tinerfeña fue Stoner, la fascinante novela del escritor norteamericano John Williams, este año el fenómeno podría reproducirse con El niño, del húngaro János Háy. La novela examina sin pudor la sociedad de su país y cuenta la historia de un hombre de uno cuarenta años con un destino incierto entre las manos.

Saludos, leed, hijos míos, leed, desde este lado del ordenador.

Un Día de Canarias bajo la sombra de la ‘Tetuda’

Miércoles, Mayo 30th, 2012

Paseo un miércoles 30 de mayo, Día de una Canarias desordenada y pobre y que para mi se nos pierde, por la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife.

El olor de los libros se mezcla con el  de las flores y al caer la tarde hace un agradable fresco si uno se ubica junto a la fuente de la Tetuda (obra del escultor Francisco Borges Salas), esa señora que representa a la fecundidad y a la mujer canaria con generosos y maternales pechos que debe de observar con sorpresa el subir y bajar, el bajar y subir de paseantes que aprovechan el día de fiesta institucional para recorrer las carpas y casetas que se han instalado a su alrededor.

Javier Hernández Velázquez me recomienda que lea a Harlan Coben y me anima a que continúe con Lawrence Block. Velázquez, que dentro de unas semanas publica su última novela El sueño de Goslar, título que presentará en septiembre en Madrid, me cuenta que está leyendo ahora El invierno de Frankie Machine, de Don Winslow. No sé lo digo pero pienso que Wislow es autor de una sola gran novela: El poder del perro.

Hernández Velázquez no quiere llegar a ella hasta que se disperse en el aire el perfume ya de culto que rodea a la, reitero, mejor novela que hasta la fecha ha escrito Winslow.

Carlos Cruz me comenta que a finales de mes presenta en la MAC, No es la noche, y nos entretenemos un rato hablando de películas y yo recabando la información que me proporciona del universo de series de televisión en la que Cruz, créanme, es una voz autorizada.

Divago sobre la pérdida de tiempo que pasé ayer, al caer la noche tras un susto que no viene al caso relatar, mientras veía Caballo de guerra, de Steven Spielberg. Cinta que posiblemente sea la peor película en la carrera  del cineasta. Más cuando no me canso de revisar Munich, título que a mi juicio es su obra maestra. Su película más redonda.

Me encuentro con conocidos a los que no les veía el pelo hace siglos y recorro las casetas lamentando no haberme tropezado con Susi Alvarado y Juan Ramón Tramunt, que estuvieron esta mañana por la Feria.

Mientras escribo estas líneas, descansa sobre la mesa La ceniza que avanza, volumen de relatos de Tramunt y que ha editado recientemente Baile del Sol.

Ánghel Morales me regala una camiseta y una gorra de Generación 21. La tiene en dos colores, la gorra y la camiseta. Me quedo con la negra, es probable que disimule mi cada día más enojosamente redonda barriga cervecera.

Mi madre, que espera junto a mi tía en la carpa que tiene uno de mis primos, Todo Hobby, justo al lado de la fuente de la Tetuda, se lo está pasando igual de bien que su hijo. Eso es una buena señal.

Unos niños piden cuadernos de colores y otro un paquete de creyones que son lápices de colores para los que no estén iniciados en la variedad dialectal que se habla en esta región que se llama Canarias y que hoy, se empeñan, celebra su Día.

Me tropiezo con Paco Lemus, que es una locomotora con patas, entusiasmado por lo bien que le está yendo la caseta donde vende libros a saldo.

Y sí que debe irle bien, porque la caseta está repleta de curiosos, aunque no sé cuantos deben de comprarle esos mismos libros de saldo. Más arriba, donde puedes adquirir novelas usadas si a cambio das unos euros a voluntad, encuentro varios títulos de novela negra editados en Argentina en los años cuarenta. Me llama la atención una novela de Nicolas Blake que desconocía. Blake es el pseudónimo de Cecil Day-Lewis, aunque probablemente hoy sea más conocido por su hijo, Daniel, el actor.

Cae la tarde, sopla una agradecida y refrescante brisa mientras salta al escenario una pareja que interpreta para mi sorpresa y bastante bien un tema de John Denver.

Me voy a casa con las notas de esa canción sonándome a despedida.

A continuación expongo varios actos para este jueves, 31 de mayo, y viernes, 1 de mayo, que no tendrán lugar en la Feria del Libro.

Informo también de novedades y otras curiosidades para dejar constancia que, pese a la puta crisis, la cosa cultural se mueve. Se mueve a paso de caracol pero se mueve.

- El Museo Militar de Almeida y la editorial Oristán y Gociano colaboran en la  presentación del libro La torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. La huella más antigua de Canarias y Castilla en África, de Mariano Gambín. El autor será presentado por el general  José Manuel Pérez Bevia. El acto tendrá lugar este jueves, 31 de mayo, a las 20.00 en el Museo Militar de Almeida.

- CajaCanarias repondrá el documental Te deTàpies este jueves, día 31 de mayo, dentro del ciclo de cine que forma parte de las actividades paralelas a la exposición dedicada a Antoni Tàpies organizada por la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias. La proyección de esta película, en versión original con subtítulos en castellano, comenzará a las 19:30 horas en la sede de la Fundación, en el número 18 de la Calle San Agustín de La Laguna, con entrada libre para el público hasta completar aforo. Te de Tàpies fue dirigido en 2008 por Carolina Tubau y producido por Televisió de Catalunya, y está basado en una conversación con el artista, en su casa y filmada en blanco y negro, en la que hace un repaso de su vida.

- El viernes, 1 de junio, regresa Noche de Mistério con la presentación –20.30 horas– de la novela negra Si le digo le engaño, de Carlos Álvarez, el primer escritor residente en las islas que vio la posibilidad de explotar las claves del género negro en este entorno en su libro de relatos Negra hora menos.

- La Editorial Baile del Sol publica Hola fondo sur, Daniel Ortiz Peñate. Una road novel que defiende el legítimo derecho a largarse. La publicación coincide con el vigésimo aniversario de Baile del Sol y con el cuarto año de maridaje con Escalera en la Feria del Libro de Madrid (caseta 286)

Saludos, ya es de noche otra vez, desde este lado del ordenador.