La unión hace la fuerza

Viernes, Abril 29th, 2011

Acabo de venir del acto de presentación de Generación 21: Nuevos novelistas canarios, un encuentro que acogió el salón de actos de la MAC en la capital tinerfeña y que contó con la presencia de once de los doce escritores seleccionados en este volumen que desde hoy comienza a labrar su propia historia.

El ausente fue Nicolás Melini, a quien tenía ganas de darle un fuerte abrazo. Desgraciadamente, motivos personales hicieron imposible que estuviera con el resto de los compañeros en un acto que si por algo se caracterizó fue por su desenfado. Hubo risas, muchas risas, y una atmósfera de buen rollo que los once –de los doce– participantes de esta iniciativa supieron transmitir al público.

En un momento dado llegué a pensar incluso que Ánghel Morales, el responsable de este volumen, se iba a desmayar de la risa. Cuando Morales logró tranquilizarse insistió que este libro se trata de una carta de presentación de una serie de autores que, entre todos ellos, ya reúne medio centenar de obra publicada. Mucha de ella traducida a otros idiomas y con varios premios respaldándola para los que confían en la honestidad de los premios.

Siguiendo el orden de los autores publicados, el primero que intervino fue Víctor Álamo de la Rosa quien comenzó bien y terminó mejor celebrando esta reunión de narradores que hasta el día de ayer solo se conocían a través de la lectura de sus libros.

Recogió el testigo Víctor Conde.

Víctor Conde es sencillamente buena gente. Y también sencillamente un gigantesco escritor de género. Para alguien que como quien les escribe siente predilección por la fantasía, el terror, la novela negro criminal, la ciencia ficción ha sido un acierto notable que esta antología haya logrado contar con uno de sus relatos.

El tercero en participar fue el escritor grancanario José Luis Correa quien destacó la importancia de otras generaciones precedentes en la literatura canaria. Su intervención fue divertida y me atrevería a decir que lúdica. Me preguntaba al escucharlo lo que pensarían los que siguen alimentando la ridícula hoguera de las vanidades del pleito insular. Lo escribo porque en el acto de presentación de Generación 21: Nuevos novelistas canarios no se habló en ningún momento de isla. O islas. Sino de archipiélago. De Canarias en definitiva. Y así sí que da gusto imaginar que vivo en una isla donde no solo se toca el tambor.

David Galloway coincidió casi punto por punto con las palabras de sus tres compañeros anteriores. Y si bien ya lo escribí en el post dedicado a comentar lo que me parecieron los cuentos compilados en esta antología, el suyo destaca por su excelente atmósfera.

Entre las intervenciones más emotivas, me gustó la de Santiago Gil. El escritor recordó a Ezequiel Pérez Plasencia y por unos momentos (sensible que es uno a veces, solo a veces) quise pensar que estaba ahí, acompañándonos otra vez. Gil también puso el dedo en la llaga al lamentar que viviendo en islas nos enteremos antes de lo que pasa en Madrid que de lo que se cuece justo en el territorio que tenemos delante de nuestras narices.

Cristo Hernández Morales contribuyó bastante a desacralizar este acto no sé si histórico, quiero pensar que sí, con una intervención salpicada de humor donde soltó verdades como puños. Espero, esperamos casi todos, a que el escritor busque tiempo y continúe con su labor creadora por el bien de las letras que se escriben a este lado del Atlántico.

El escritor Javier Hernández Velásquez fue otro de los autores que explotó la vena del humor para desacralizar una presentación literaria diferente.

G21 ha sabido venir al mundo con una sonrisa. Con esto quiero decir que la criatura  viene al mundo sin lágrimas. Casi como si quisiera decir que el llanto solo existe para los diletantes.

La mejor intervención de la tarde fue, a mi juicio, la de Álvaro Marcos Arvelo. No tuvo pelos en la lengua. Atacó “los denostados Premios Canarias” y reivindicó el espacio que ahora ocupan esos otros que son los autores de Generación 21: Nuevos narradores canarios.

En la rica y también compleja variedad que ofrece esta antología, la voz (y la serenidad intelectual) de un escritor como Álvaro Marcos Arvelo es lo que se dice necesaria. Un acierto, además, su recuerdo a Domingo Pérez Minik.

Autor de las novelas Azul cobalto y La ciudad de las miradas, Pablo Martín Carbajal abogó por una literatura potente que debe trascender fronteras insulares. Me gustó su discurso, que navegó muy bien entre la crítica y la autocrítica.

Alexis Ravelo no es Eladio Monroy –su personaje de ficción que como sir Arthur Conan Doyle con Sherlock Holmes quiere enviar definitivamente al otro barrio–  pero sí creo que tiene algo de él. Igual es el extraordinario vitalismo que emana con sus gestos,  la manera en como dice las cosas.

Por último, intervino Anelio Rodríguez Concepción. El escritor estaba afónico, así que fue breve y coincidió con Correa en recordar a las otras generaciones literarias canarias a la que se incorpora ahora G21.

Los once coincidieron en dedicarle esta presentación a Rafael José Díaz.

CONCLUSIÓN

La clave la dio Ánghel Morales.

G21 además de ser un grupo de buenos contadores de historias, de gente que no le hace asco a los géneros y que mira a los ojos y a la misma altura a otros compañeros de fatigas generacional de la península, son tipos que en donde vivo los llamamos simple y llanamente buena gente. Y quizá sea por eso, porque son buena gente, por lo que son también tan buenos escritores.

Saludos, bienvenidos como nación a este mundo cruel, desde este lado del ordenador.

Y el mundo, pese a todo, marcha

Martes, Abril 26th, 2011

Espero con el mismo entusiasmo que el partido de este miércoles, donde los dos gigantes del fútbol español demostrarán al resto de los mortales que vale la pena ser titanes, la presentación a las siete de la tarde del volumen Generación 21: Nuevos novelistas canarios en la sede de la Mutua de Accidentes de Canarias de Santa Cruz de Tenerife).

Y lo espero porque quiero pensar que asistiré a un momento histórico en las letras canarias.

Vale, ok, sé que algunos se llevarán las manos a la cabeza –sin haber leído aún el libro, claro– pero no recuerdo en lo que llevamos de año un acto que concentre a tantos escritores –doce en este caso–  para respaldar una antología que ya está provocando cierto inquietante movimiento sísmico.

A la espera de lo que pase el viernes, día que espero sea de sano cachondeo, desacralizador y canalla como debe ser todo acto bien nacido, el caso es que significa que la novela canaria despierta porque del pasado hay que hacer añicos.

Con independencia del acto del viernes, la editorial Baile del Sol editará muy pronto En el fondo de los charcos, tercera novela del tinerfeño Pedro Javier Hernández Velázquez, en la que su autor vuelve a explorar los territorios del género negro criminal.

El argumento de En el fondo de los charcos resulta en un principio muy atractivo.

“Prisión de Fyffes, año 1937. Un poeta observa, a través de los barrotes surrealistas de su celda, una ciudad en tiempos de guerra que acepta en silencio que la fuerza de la Muerte abone la tierra y dé carnada al mar. Santa Cruz de Tenerife, setenta años después. Otros son los secuaces y abominables seres que brillan en nuestro tiempo de infinitas tribulaciones y oscuros lazaretos. La estrella de la vida ha sido desplazada, el cordero ha sido devorado por el lobo, y la imagen del Señor de las Tribulaciones desaparece de su santuario hacia el fondo de un charco de tramas políticas, sociales y económicas de unas islas convertidas en un profundo vertedero. En una habitación, Héctor Vázquez escucha a Dylan y espera la llegada de quien lo ha de asesinar. Su memoria y la del narrador omnisciente recorrerán los últimos noventa y siete días de la basura escondida. Y como es costumbre en nuestro autor, a mitad de camino un juguete amargo, una mujer.”

Por otro lado, ediciones Aguere en colaboración con Idea publicará  también una novela de J. Ramallo –autor de los cuentos reunidos en su Ensalada de canónigos–  y otra de José Luis Correa, creador del detective canario Ricardo Blanco, protagonista hasta ahora de cuatro  novelas policíacas con acento de aquí (Quince días de noviembre, Muerte en abril, Muerte de un violinista y Un rostro de sirena).

Tropo Editores reedita, por otro lado, El año de la seca, de Víctor Álamo de la Rosa, donde se describe la relación obsesiva de dos amantes y el ambiente también obsesivo y cruel en que sus vidas transcurren.

De esta novela, que ya ha sido traducida a cinco idiomas, entre ellos el francés y el portugués, José Saramago escribe en el prólogo: “Narra con seguridad de oficio el escritor, avanzando por los difíciles caminos de la identidad erótica de la pasión. Diríase también que con un erotismo de primer grado que no siempre logra ultrapasar la simple fisiología de los órganos, pero esa fue su apuesta.”

Y hay más.

Santiago Gil presenta El motín de Arucas (colección Episodios insulares, Cam PDS) título en el que narra los hechos que tuvieron lugar en esta localidad grancanaria en mayo de 1800 cuando los ciudadanos del municipio, acuciados por el hambre, asaltaron el Mayorazgo y se repartieron el trigo que se acumulaba en su interior para ser enviado a la Capitanía General de Canarias, ubicada en Tenerife (¿otra vez el puto pleito?).

Gil coordina también Ámbitos de microficción (Anroart Ediciones), volumen de pequeño relatos –cinco líneas– elaborados por los asistentes al Taller de Escritura de Ámbito Cultural 2011 impartido por el propio Gil.

Alexis Ravelo aprovecha el tiempo para presentar Los tipos duros no leen poesía, (acojónate Norman Mailer), tercera entrega de las andazas de Eladio Monroy, buscavidas marginal, sentimental y violento que se enreda en turbias aventuras cuyo principal escenario es la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Ravelo inició la serie Monroy en 2006 con Tres funerales para Eladio MonroySólo los muertos.

Pero no se me vayan que quedan más. Las escritoras Cristina García Romero indaga en como el azar afecta en nuestras vidas en los relatos compilados en Caja de botones e Inma Velázquez prueba en la literatura infantil con sus Cuentos de chocolate, ambas editados en Idea este abril que ya no se muere.

Isabel Medina, en la misma editorial, presentó las novelas Los cuadernos de Marta 1 y 2.

Y esto solo en cuanto a novela y a relato se refiere porque en poesía soplan también aires que espero dé entrada a otro post de este –navegamos– su blog.

(*) La imagen que ilustra este comentario corresponde a Y el mundo marcha, probablemente la mejor película de King Vidor.

Saludos, un martes insólito aunque algo…, desde este lado del ordenador.

Soy yo sin ser yo… Destripando ‘Generación 21: nuevos novelistas canarios’

Sábado, Abril 23rd, 2011

Aunque a algunos les cueste reconocerlo la aparición de la antología Generación 21: nuevos novelistas canarios es un libro muy oportuno para aproximarnos a las distintas realidades narrativas que proponen sus doce autores seleccionados.

Con independencia de la calidad de algunos de sus textos, puedo asegurar que se trata de un volumen que lleva camino de convertirse en referencia no solo en la literatura costalera que se escribe a este lado del Atlántico sino también fuera de sus fronteras.

Como toda antología que se precie, Generación 21 no termina por llegar a ser redonda pero espero que funcione como tarjeta de presentación de una serie de autores que cuentan ya con un currículum más que suficiente en los territorios de la novela.

Que el título de este curioso muestrario de relatos sea el más idóneo o no es un asunto que los propios participantes en este volumen deberían de debatir si tienen tiempo y ganas –y sospecho que no tendrán ni tiempo ni ganas– pero reitero que me parece un libro oportuno a través del cual pulsar el estilo y algunas de las obsesiones de los escritores invitados.

En la mayoría de estos cuentos planea casi como una obsesión lo erótico. Lo erótico desde una perspectiva irónica y digamos que desastrosa. Poco madura podrán decir unos. También la sombra de la traición y la muerte. La muerte como liberación. En este conjunto de relatos hay muertos por casi todos los lados. La madre, la novia, el ermitaño que parece que lo cura todo…

En general, los doce relatos escogidos son piezas que se leen con agrado y en algunos casos con insólita sorpresa. Y cuando escribo lo de sorpresa quiero decir que desconocía el trabajo de varios de ellos, y que leerlos me anima a buscar otros de sus textos porque en algunos casos he encontrado la simiente de lo que, a mi juicio, debe ser un buen escritor.

Y he encontrado esta simiente, digo, en cuentos escritos con humildad que han sabido entretenerme y en algunos casos emocionarme.

Generación 21: nuevos novelistas canarios, una iniciativa de Ánghel Morales, se inicia con el relato Vino con el azúcar, de Víctor Álamo de la Rosa, y trabajo por el que su autor obtuvo el premio Taramela 2008.

Álamo de la Rosa ambienta su historia en Isla Menor, geografía en la que se desarrolla casi toda su producción narrativa, y si bien captura por su descripción de ambientes debo decir que no termina de convencerme por la rusticidad de su final.

Creo que Víctor Álamo de la Rosa no sabe explotar la inquietante fascinación que en un momento parecía prometer su personaje protagonista, acelerando un the end de manera gratuita.

Isabel y los visionautas es el segundo cuento de esta antología y lo firma Víctor Conde (pseudónimo de Alfredo Moreno Santana).

Conde se ha especializado en fantasía y ciencia ficción y se nota que se mueve muy bien en estas lagunas. Isabel y los visionautas es un relato de aventuras disfrazado de fantasía donde su autor crea –como creó Antonhy Burgess en La naranja mecánica– una especie de dialecto que deja buen sabor de boca porque está descrito con ironía.

Es un cuento desenfadado y por lo tanto divertido no solo para especialistas en el género de la ciencia ficción y la fantasía.

El humor es también la herramienta que emplea José Luis Correa para su Vida, pasión y muerte de Felipe Marqués, una historia que suscita lecturas varias aunque el relato no termina por estar lo bien construido que, como lector, desearía.

Aún así, no deja de leerse con cierto asombro ya que a su manera se trata también de una aventura. La aventura de un tipo que parece que no supo superar su adolescencia.

Tiene momentos hermosos, en especial cuando el escritor recrea la infancia del protagonista describiendo una excursión del colegio a ver la nieve que manchan las cumbres de Gran Canaria y aprovechar para contarnos su primer amor.

El cuarto cuento está firmado por David Galloway y es una adaptación del relato Sin  cara ni cruz publicado en el libro El perfil de las esquinas.

Galloway más que un narrador es un creador de atmósferas y en este sentido pienso que las primeras y últimas páginas de su relato son las mejores de esta historia de traiciones en nombre del amor.

Se aprecia, de todas formas y en su fondo, a un autor que si cuidara más el esqueleto de lo que quiere contar, daría más carne y grasa a sus propuestas literarias.

Entre otras frases de este sin embargo fatalista relato me quedo con: “No se deben pedir peras a un alma herida. Por los siglos de los siglos afortunados son los agraviados de este mundo porque las sombras siempre dependerán del movimiento de la luz.”

El escritor Santiago Gil participa en Generación 21 con El encargo, para quien les escribe uno de los mejores cuentos de esta antología.

Y digo que se trata de uno de los mejores porque es el que más me ha sabido a auténtico. A sincero. También a canalla.

Se trata, como muchos otros cuentos de este libro, de un largo monólogo donde un personaje a la contra toma la decisión de su vida.

El mismo Gil se confunde con quien narra este cuento que concluye con un inevitable ajuste de cuentas de lo que se conoce como complejo de Edipo.

Las seis caras del azar, de Cristo Hernández, es un relato loco. Y cuando digo loco me refiero a loco divertido. Se desarrolla en la ciudad de Nueva York y mientras lo lees no se te va la cabeza de que algo, o argo, va a pasar.

Con o sin dados. Lo de los dados lo escribo porque son claves para entender esta curiosa fantasía animada de ayer y hoy.

Más cerca del espíritu de Mike Spillane está Los ojos de Henry Fonda, que firma Javier Hernández Velázquez.

Hernández Velázquez rinde en su relato homenaje a Fonda mientras nos cuenta una historia más que policíaca negra donde lo que más le importa es la atmósfera y menos la historia.

Huellas en el barro, de Álvaro Marcos Arvelo, es un curioso relato fantástico, sí, fantástico, que comienza muy bien pero que no termina por cerrar muy bien. Da la sensación, mientras lo lees, que si su autor lo hubiera limado más –prescindiendo de momentos prescindibles– hubiera resultado otra cosa.

La edad de Cristo, de Pablo Martín Carbajal es más que un cuento un divertimento que no termina de cuajar como relato.

Está escrito con ironía, lo que se agradece, pero carece de brújula para orientar al lector en la propuesta que quiere narrar.

Nicolás Melini es el décimo escritor de esta antología, que incluye Una superviviente, tal vez eso lo explica todo publicado en su libro Pulsión del amigo.

Ya escribí en su momento que Melini es, a mi modesto entender, uno de los mejores cuentistas del panorama literario nacional y el relato que incluye en Generación 21: nuevos novelistas canarios pone de manifiesto que sigo pensando lo mismo ya que una nueva relectura da intensidad a esta pieza de apariencia inocente que esconde algo, o argo, que emociona y no deja indiferente.

Con el título de Otra vida (que ya fue publicado en Ceremonias de interior), Alexis Ravelo juega con uno de los temas para mi más atractivos de la literatura.

Y no se trata del doble, precisamente.

El cuento empieza muy bien –a mi me supo a un agradable episodio de Los límites de la realidad– cuando su protagonista se percata que gente a la que conoce no existe… O sí.

Desgraciadamente, el escritor desaprovecha las posibilidades de la historia con un final que si bien quiere dar una vuelta de tuerca a lo anteriormente narrado no termina de cuajar porque resulta forzado.

Cierra esta antología El perro, de Anelio Rodríguez Concepción, cuento que junto a El encargo de Gil, me parece uno de los mejores  de esta antología.

No merece la pena deshuesarlo sino invitar a que lo lean. Solo apuntaré que su autor maneja con sabiduría literaria un aparente costumbrismo que se hace añicos y deja tarumba al lector.

Conclusiones.

Insisto, Generación 21: nuevos narradores canarios es una antología necesaria. Es verdad que faltan otras tantas voces pero como adelanto de lo que hay sí que merece la pena como libro.

Libro que se tiene que leer como lo que es, ventanas que dan voz a un grupo de escritores que sin renunciar a su pasado ya ocupan nuestro presente.

Saludos, ¡resurrección!, desde este lado del ordenador.

El libro de los doce

Jueves, Marzo 31st, 2011

Como en toda antología que se precie no están todos los que deberían de estar pero quién sabe, igual el éxito de Generación 21: nuevos novelistas canarios obliga a Ediciones Aguere –que publica este volumen en colaboración con Ediciones Idea– a una segunda, una tercera… o una cuarta entrega con nuevos nombres que ahora no aparecen registrados.

El libro, de unas 260 páginas, publica doce relatos y está antologado por Ángel Morales, quien explica en la introducción las razones que lo motivaron para organizar la publicación de Generación 21.

Se trata, en todo caso, del primer título que compila en un mismo volumen el trabajo narrativo de una serie de escritores nacidos la mayoría de ellos en la década de los años sesenta del pasado siglo XX, y cuyos derroteros creativos en contra de lo marcado por sus padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos literarios, tantea sin prejuicios y en ocasiones con una estimable voz que sabe a viento fresco la novela de género.

En Generación 21: nuevos novelistas canarios participan David Galloway (Santa Cruz de Tenerife, 1960), José Luis Correa (Las Palmas de Gran Canaria, 1962), Anelio Rodríguez Concepción (Santa Cruz de La Palma, 1963), Álvaro Marcos Arvelo (Santa Cruz de Tenerife, 1965), Santiago Gil (Guía, Gran Canaria, 1967), Cristo Hernández Morales (La Laguna, 1968), Javier Hernández Velázquez (Santa Cruz de Tenerife, 1968), Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969), Nicolás Melini (Santa Cruz de La Palma, 1969), Pablo Martín Carvajal (Algeciras, 1969),  Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) y Víctor Conde (pseudónimo de Alfredo Moreno Santana, Santa Cruz de Tenerife, 1973).

Como se observa, un amplio abanico de narradores aunque llame la atención la notable ausencia de mujeres, aunque quiero pensar que es más que probable que muchas de ellas se incorporen en próximas entregas de esta feliz iniciativa.

En cuanto a los relatos incluidos en Generación 21 todos ellos ofrecen una variedad de estilos y propuestas interesantes. Y en algunos casos, significativamente atractivas.

El libro, que será presentado el próximo 29 de abril en la sede la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC), en la capital tinerfeña, a las 18.30 horas, sirve además como  excelente carta de presentación para dar a conocer el trabajo de cada uno de ellos, así como para atisbar por donde se mueven los estilos y  tendencias de este grupo escogido de nuevos (aunque ya veteranos) narradores canarios. Así que merece la pena seguirles la pista a la mayoría.

Generación 21: nuevos novelistas canarios incluye los cuentos relatos Vino el azúcar (Víctor Álamo de la Rosa); Isabel y los visionautas (Víctor Conde); Vida, pasión y muerte de Felipe Marqués (José Luis Correa); Sin cara ni cruz (David Galloway); El encargo (Santiago Gil); Las seis caras del azar (Cristo Hernández): Los ojos de Henry Fonda (Javier Hernández Velásquez); Huellas en el barro (Álvaro Marcos Arvelo); La edad de Cristo (Pablo Martín Carvajal); Una superviviente, tal vez eso lo explica todo (Nicolás Melini); Otra vida (Alexis Ravelo) y El perro (Anelio Rodríguez Concepción). 

Saludos, caminante no hay camino, se hace camino al andar, desde este lado del ordenador.

Canarias también escribe en negro

Miércoles, Noviembre 3rd, 2010

I.- UNA EXPLICACIÓN NECESARIA

Resulta cuanto menos curioso que en Canarias se esté articulando lo que podríamos denominar grupo de escritores de novela policiaca. Independientemente de la calidad de sus propuestas claro está.

Aún a la espera de encontrar a nuestro Vázquez Montalbán de provincias, lo que sí está claro es que la novela negra con acento de aquí cuenta cada vez más con una nómina amplia de autores a los que no se les debería de perder el rastro aunque sus primeros tanteos en el género resulten, a mi juicio, meridianamente aceptables.

Parece insólito, pero en la ya larga tradición literaria canaria son pocos los escritores que habían apostado hasta ahora por novelizar desde el punto de vista de lo criminal su realidad. Y mira que hay historias en este archipiélago que podrían servir como fuente de inspiración porque vivimos en un territorio, desgraciadamente, plagado de asuntos turbios y desapariciones misteriosas.

II.-  VISIONES DESDE FUERA

Canarias, sin embargo, sí que ha servido de escenario para novelas meramente detectivescas para narradores foráneos como Leslie Charteris con su El picnic de los ladrones, en la que Simon Templar alias El Santo  resuelve un misterioso caso en el Tenerife de los años treinta. O su majestad Agatha Cristhie, quien durante su estadia en las islas escribió El misterio del tren azul y los relatos Una señorita de compañía (ambientado en Agaete) y El hombre del mar (en el Puerto de la Cruz).

A esta lista añadiríamos también la novela protagonizada por el comisario Bernal ambientada en la capital grancanaria, Puerto de la Luz de David Serafín (pseudónimo tras el que se esconde el hispanista Ian Michael); así como La niebla y la doncella de Lorenzo Silva, donde gran parte de la acción se desarrolla en La Gomera. A la lista, incompleta, sumamos también pese a que se trate de un título de política ficción En Canarias se ha puesto el sol, de Jordi Sierra i Fabra.

III.- LOS NUESTROS

En cuanto a los escritores canarios que han puesto su talento al servicio de la novela policiaca como fórmula para denunciar lo que no se denuncia en los medios de comunicación locales, y recordando los interesantes casos del comisario Chinea que proponía el escritor y periodista José H. Chela en Canarias 7, sigo sosteniendo que hoy por hoy la mejor novela negra escrita en Canarias continúa siendo Nuestro hombre en Nuakchot, de Jaime Mir Payá. Y no porque se trate de una de las primeras historias policíacas escritas a este lado del Atlántico de la que tengo noticia, sino porque es un título que supo adaptar con riguroso sentido del humor las claves del género al universo canario con resultados francamente creíbles. Es una pena que no se haya vuelto a reeditar.

Cabe reseñar también Los días del paraíso y Los buenos negocios, de Luis León Barreto (Los Llanos de Aridane, 1949). Los buenos negocios está protagonizada por el oficial de policía Samuel Ortiz, un personaje que piensa que la corrupción es inherente a la condición humana.

En la actualidad, la isla que genera más producción adscrita al género negro es Gran Canaria, con veteranos escritores al frente como Carlos Álvarez y Antonio Lozano.

Álvarez (Soria, Navaleno, 1957) es autor de del libro de relatos Negra hora menos (1991) y de la deliciosa novela histórica La pluma del arcángel, ambientada en el archipiélago en el siglo XVI. Por este título obtuvo el premio de Novela Benito Pérez Armas en 1998. Carlos Álvarez es además coguionista de Mararía, filme dirigido por Antonio Betancor según la novela de Rafael Arozarena, y codirector del documental Ciudadano Negrín junto a Imanol Uribe y Sigfrid Monleón.

Antonio Lozano (Tánger, 1956) obtuvo el I Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona por El caso Sankara (2006). Es autor también de Donde  mueren los ríos (2007) y Preludio para una muerte (2006) donde presentó al detective privado José García Gago. Por su novela Las cenizas de Bagdad obtuvo el XXIII Premio Benito Pérez Armas.

Tras Lozano cabe destacar las interesantes aportaciones que están haciendo en el género negro con acento canario José Luis Correa (1962) y Alexis Ravelo, así como el tinerfeño Javier Hernández Velázquez (1968), que presenta su último libro de relatos negros, Los días prometidos a la muerte, este mismo viernes, 5 de noviembre, en TEA.

José Luis Correa ha publicado ya cuatro historias de su detective privado Ricardo Blanco: Quince días de noviembre (2003); Muerte en abril (2004); Muerte de un violinista (2006) y Un rastro de sirena (2009); mientras que Alexis Ravelo es autor de dos títulos protagonizados por el ex marinero cínico y violento Eladio Monroy, en Tres funerales para Eladio Monroy y Sólo los muertos. También es autor de La noche de piedra (la iniquinidad I) y Los días de Mercurio (la iniquinidad II), entre otros títulos.

Fáctoum, una novela que Javier Hernández Velázquez describe como una ópera prima en la que se denuncian las luchas por el poder político y la corrupción urbanística, y La identidad fragmentada (2007) son los dos títulos noir de este escritor tinerfeño al que ahora se suma Los días prometidos a la muerte. Espera mientras tanto con la paciencia del santo Job la  publicación de su tercera novela El fondo de los charcos, ambientada en Tenerife a finales de los años treinta, en pleno alzamiento militar y con los miembros de la facción surrealista como protagonistas.

Otros escritores que han tanteado el género son Jesús R. Castellano (1953), con su inclasificable El pintor asesino;y Nicolás Melini (Santa Cruz de La Palma, 1969) con El futbolista asesino y algunos de sus excelentes relatos. También Álvaro Marcos Arvelo (Santa Cruz de Tenerife, 1965) con Al sueño polar de golondrinas, aunque se tratan de novelas que van mucho más allá de los límites del género negro.

Imagino que con la intención de estimular el instinto policial entre los escritores de las islas y con la esperanza de encontrar nuevas voces que se sumen a lo negro y criminal para narrar bajo la sombra de la sospecha lo que está aconteciendo a su alrededor, la editorial grancanaria Anroart presentó Rojo sobre negro, que incluye diecisiete historias de diecisiete autores canarios o que desarrollan su labor en Canarias.

La antología, prologada por Jesús Palacios, reúne los siguientes relatos Noche torcida, de Alexis Ravelo; La maledicencia, de Macarena Nieves Cáceres; Movimientos sospechosos, de Luis León Barreto; La insultante fortuna de Hamlet García, de Aitor Gezuraga; Un cazador acecha, de Marisol Llano Azcárate; Una casa con patio, de Ángeles Jurado; Un secuestro, de Elisa Rodriguez Court; Sólo silencio, de Eduvigis Hernandez Cabrera; Sueño con serpientes, de Alicia Llarena; En el callejón, de Daniela Martín Hidalgo; Las musas me aman, de Dolores Campos-Herrero; Me llamo Betty Grey. Me casé con un luthier y espero que no le importe si le cuento mi vida, de Care Santos; El plumín, de Félix Hormiga; Horizonte de sucesos, de Antonio Lozano; Un lamentable error, de José Luis Correa; Crimen perfecto, de Berbel  y El robo de la Copa del Rey de 1978, de Santiago Gil.

Saludos, advirtiendo que esto es sólo el principio, desde este lado del ordenador.