El Carnaval no tiene quien le escriba

Miércoles, Enero 23rd, 2013

Apenas he encontrado un puñado de títulos que, de una  manera u otra, se ajustara a las pretensiones de este post.

Y mira que he consultado con amigos editores y escritores. Navegado por la red e investigado en mi caótica biblioteca pero son muy contadas las novelas y relatos que escritos desde esta apartada orilla han desarrollado sus historias en una fiesta que, como los carnavales, se han empeñado desde que tengo uso de razón en que forme parte de mi carácter como habitante que soy de estas islas sin rumbo.

Me resulta por ello curioso este vacío temático en la literatura que se elabora en estas costas. Más si tenemos en cuenta el juego que proporciona esta fiesta y el sentimiento con el que –no se cansan de repetir sus defensores– se vive el jolgorio: unos días de excesos presuntamente desmedidos.

Partiendo de la base que no soy un carnavalero de pro, y que detesto con toda la cordialidad del mundo a los que sí reivindican que son carnavaleros de pro, soy como un náufrago mientras busco novelas y cuentos donde el Carnaval es un elemento más de la historia.

Es más, pregunto, ¿si la fiesta está tan metida en el disco duro de nuestra memoria qué razones explican que nuestros escritores hayan renunciado a ubicar sus relatos en un festejo al que no le niego el colorido ni la imaginación del disfraz?

¿De la máscara para pasar desapercibido en una geografía donde todos nos conocemos?

¿De la supuesta sexualidad que por una vez se libera de nuestros reprimidos instintos provincianos?

Salvo la interesante La fiesta de los infiernos (El Toro de Barro), de Juan José Delgado, novela en la que el autor recurre al Carnaval para “reflexionar sobre el enmascaramiento que se da en una sociedad que se pone la careta oficial en unos carnavales cuyo tema es el Nazismo” (1), poca cosa he encontrado en la que la fiesta asuma natural protagonismo.

Lo que no deja de inquietarme como compulsivo lector. Y volver a replantearme las cuestiones anteriormente propuestas.

Agradecería, en este sentido, algún título, alguna referencia por parte de quien ahora pueda leer este post para ampliar el catálogo de obras y evitar lo que no es sino –mucho me temo– una reflexión en la que se multiplican las preguntas y se reducen a cero sus respuestas.

Es verdad que existe una copiosa bibliografía sobre el Carnaval en la que se trata con mejor o peor fortuna su historia. Hay un libro de referencia, 75 años dando la murga, de Ramón Guimerá Peña, en el que se estudia uno de los grupos más populares de la fiesta, pero en el terreno de la ficción, en el que deja espacio al reino de la imaginación reitero que son muy escasas las aportaciones.

El editor Ánghel Morales me avisa que hay un título, El gnomo bajó al Carnaval (Benchomo), de Felipe Rosa Santana, “del que se vendieron miles de ejemplares”, pero no he tenido la oportunidad de leerlo para que pueda emitir un juicio.

Otra fuente me recuerda que en El don de Vorace, de Félix Francisco Casanova, “aparece un baile de máscaras” y que una lectura ligera de Crimen de Agustín Espinosa, “te puede aportar desde un punto de vista mucho más evolucionado tanto en concepción como en escritura, un aire de máscara o carnaval”, lo que me hace pensar que debería de volver a leer la que quizá sea la mejor novela escrita en este archipiélago abandonado de la mano de los dioses.

Continuo buceando, recabando información, pero no encuentro nada salvo “un recuerdo que leí un cuento…” que no tuvo que dejar demasiada trascendencia si no se recuerda el título ni al autor.

Lo que hace que las preguntas anteriormente suscitadas sigan molestándome en la cabeza y que piense si es natural este divorcio entre la fiesta popular más promocionada de estas islas con sus narradores. Narradores que, imagino, alguna vez fueron cómplices del disfraz y de la máscara.

Lo escribo porque si yo fui cómplice del Carnaval a edad muy temprana, en aquellos tiempos donde solo quería disfrazarme de mosquetero o de cuatrero, también tuvieron que ser arrastrados por ese mismo impulso los escritores en su más tierna niñez y adolescencia.

Se quiera o no se quiera, se lo deteste o no se lo deteste, es prácticamente imposible aislarse del Carnaval si se habita en esta tierra endemoniada y desmemoriada.

Casi parece que de pronto, y por obligación, se invita a los vecinos a que asalten la calle no con ánimo reivindicativo sino bajo el confuso signo de lo lúdico porque así lo ordena la autoridad.

Ponte el disfraz, y si eres rematadamente tímido la mascarita. Descubre la complejidad de las letras que desafinan las murgas y erotízate con las carnes desnudas que muestran los integrantes de las comparsas… Adora, aunque sea por una semana, a su reina proclamada y sumérgete en las calles de una capital que durante esos días permite a la marabunta acostarse después de las diez de la noche y levantarse cuando rompe el amanecer.

Así que no sé a ustedes, pero a mi el Carnaval con todas sus chirriantes contradicciones me parece un excelente material literario para meterle el diente…

(1)   “La realidad del mundo es la que se prolonga con los sueños”, una entrevista con Juan José Delgado, El Perseguidor, nº 67, 15-X-2011.

(*) La imagen que acompaña estas líneas pertenece a El carnaval de las almas (Herk Harvey, 1962).

Saludos, intentando dar la nota, desde este lado del ordenador.

Dando notas a las puertas del apocalipsis

Miércoles, Diciembre 19th, 2012

* La escritora Esther Terrón Montero debuta en el panorama literario con la novela Junio (colección Tid, Ediciones Idea), donde propone una ácida alegoría sobre la incomunicación y la carencia de relaciones sinceras “que vivimos en la sociedad actual.” La protagonista de la historia, una profesora que todos los días se traslada a un instituto localizado en el sur de una isla que podría ser Tenerife, relata en primera persona sus experiencias, mostrando sus emociones y todo cuanto se desarrolla a su alrededor.

* También en Ediciones Idea aunque en la colección Narrativas ha aparecido el nuevo libro de relatos del escritor Agustín E. Díaz Pacheco, Proa en nieblas, título que, en palabras del también escritor Jorge Majfud: “La cartografía tradicional de los cuentos lineales, abundantes en acción y con finales cerrados en sus propias resoluciones, nos llevará a naufragar en el más temiblemente calmo de los mares que componen este libro.” Otros libros de Agustín E. Díaz Pacheco son Los nenúfares de piedra, La cadena del agua y otros cuentos y El camarote de la memoria.

* La editorial Alhulia publica Línea líquida (Memorias de unos años algo frívolos) del escritor y abogado José María Lizundia. El autor explica que en este libro “domina el humor de principio a fin”, aunque admite que es de difícil clasificación: “Es narrativa y podría ser una novela, pero se trata de un libro de memorias que abarca dos o tres años del autor en su cincuentena, luego no parecen unas memorias; quizá podría presentarse como diarios, pero ocurre que no hay días marcados.” Lizundia es autor también de Diario de un abogado mundano, entre otros títulos.

* Noa y los dioses del tiempo, de Ana Joyanes Romo, es el séptimo título de la colección de novelas G21: Narrativa Canaria Actual, si no contamos el primero de esta iniciativa coordinada por el editor de Ediciones Aguere, Ánghel Morales, una antología de relatos que incluyó entonces a doce autores y que desde entonces se ha convertido en una especie de fenómeno literario en las islas. Noa y los dioses del tiempo transcurre en un espacio alternativo que podría ser cualquiera de las islas que forman el archipiélago canario, en el que la realidad y la magia se dan la mano. Esta novela se presenta el sábado, 22 de diciembre, en el Ateneo de Miraflores, en Santa Cruz de Tenerife, a las 20 horas. Introducirá el acto el abogado y escritor Iván González.

* Ediciones Idea ha reeditado, en su colección Narrativas, El perfil de las esquinas, de David Galloway, una recopilación de relatos que vio la luz por primera vez en 2003 y que, en esta ocasión, cuenta con un prólogo del profesor y poeta Ernesto Suárez, así como con un cuento inédito, titulado La vida en defensa propia (Pubis azul). La obra indaga en la búsqueda de la felicidad y está poblada de personajes que, a través de las experiencias vividas, terminan comprendiendo que toda ilusión, sea cual sea su cariz, su contrapartida, siempre hace mella. El volumen se presenta este jueves, 20 de diciembre, a las 19.30 horas, en la Librería de Mujeres de Canarias. En el acto intervendrán, junto al autor, el prologuista de la obra Ernesto Suárez; la directora de la librería, Izaskun Legarza; y un representante de la editorial canaria.

* La Escuela Canaria de Creación Literaria comenzará el nuevo año con un Curso de Relato Breve, que impartirá el escritor Víctor Álamo de la Rosa. Las clases tendrán lugar los jueves desde el 24 de enero al 11 de abril, de 20.30 a 22 horas, y en el mismo se profundizará en la esencia de la narrativa, así como se trabajará con los recursos expresivos de cada alumno. El curso se completará con la realización de un relato por parte de cada alumno con la intención de hacer una publicación colectiva. Más información en la página web de la ECCL.

* Este miércoles, 19 de diciembre, se presenta El libro LuchaLibro, publicado por la editorial Baile del Sol, dentro de la colección Sitio de Fuego. El volumen, de 160 páginas, compila los más de ochenta relatos que participaron en este certamen, e incluye como no podía ser menos, el trabajo ganador, que recayó en Enrique Sicilia (primer premio) así como los finalistas Nuria López, Alejandra Allueva y Hugo Clemente. El libro de LuchaLibro se distribuirá en las principales librerías de la isla y a través del blog de LuchaLibro Canarias. La presentación tendrá lugar a las 21 horas en  el Malavida, “ideas y copas”, en Santa Cruz de Tenerife.

* El Espacio Cultural Aguere de La Laguna acoge desde este miércoles, 19 de diciembre, hasta el 9 de enero del 2013, un ciclo dedicado a la actriz de origen canario Maria Montez. También se inaugurará una exposición coordinada por Aron Benchetrit y compuesta por paneles y material gráfico perteneciente a la colección de Antonio Pérez Arnay, fallecido el 1 de enero de este año y al que se le rendirá un homenaje. El ciclo Maria Montez incluye la exhibición a las 20.30 horas de La reina de Cobra (1944); Alí Babá y los cuarenta ladrones (1944) y Las mil y una noches (1942), el 19, 20 y 21 de este mes, respectivamente.

* La Filmoteca Canaria recupera sus ciclos el próximo año, entre enero y febrero, con una atractiva retrospectiva dedicada al cineasta Ernst Lubitsch. Entre otros títulos se exhibirá Ninotchka y To Be or not To Be.

Saludos, escobilloneros antes del fin, desde este lado del ordenador.

A propósito de ‘Grey’: una reflexión sobre la literatura que se lee con una sola mano

Jueves, Diciembre 6th, 2012

Anda el patio revuelto con la publicación de Cincuenta sombras de Grey, primer volumen de una trilogía que ha roto el mercado del libro en unos tiempos en donde a la gente ya no le alcanza ni para comprarse el pan.

Me encuentro esta semana con unos escritores que se llevan las manos a la cabeza ante el éxito de esta novela de presunto carácter erótico –no he tenido la suerte ni el gusto de ponerme a leerla– y reclaman en su lugar la buena literatura por encima de la de consumo mientras echan pestes de esas Cincuentas sombras de Grey que, oh sorpresa, ninguno de ellos ha leído pero sí que ha hojeado en las librerías donde al parecer los ejemplares desaparecen con la misma rapidez que el dinero que aún me queda en la cuenta corriente.

Hay que añadir al desprecio de los que critican el libro que nunca leerán –y si lo leen, lo harán a escondidas– que éste aborde la casi siempre espinosa cuestión del sexo. En este caso con tintes bondage y ligeramente sadomasoquista.

Sin filtrear con lo erótico hay muchos, demasiados best seller que ya se han hecho con ese público que no lee libros. Y mucho menos si es de autor porque en la política del best seller no es lo mismo un escritor que vende –Stephen King, Tom Clancy y en España Arturo Pérez Reverte y hasta el día de ayer Alberto Vázquez Figueroa– que un producto que se vende.

Los integrados defienden que lo que hay que estimular es leer, aunque se trate de literatura de consumo rápido.

Los apocalípticos que la verdadera literatura si no muere, retrocede pasos agigantados ante estos fenómenos de ventas bien arropados por una inteligente campaña publicitaria que promete historias políticamente incorrectas.

Nada más lejos de la realidad.

Pero es un gancho que funciona.

Cincuenta sombras de Grey, como en su día fue El código Da Vinci, la trilogía Millenium y los tiernos vampiros adolescentes de la serie Crepúsculo de la escritora Stephenie Meyer, son algo así como productos perfectamente dirigidos, con independencia de su calidad aunque funcionan –y muy bien– como mercancía de entretenimiento, de evasión.

No es sin embargo, aunque alguien pueda creer lo contrario, un fenómeno nuevo en la industria del libro. Y en el caso concreto de lo que podríamos denominar literatura erótica –si metemos en el mismo paquete a las Cincuenta sombras de Grey– algo novedoso.

En los años setenta se publicaron, y se realizaron películas gracias a su éxito, títulos como Emmanuelle e Historia de O, y en los ochenta se popularizó sobre todo gracias a su adaptación cinematográfica Nueve semanas y media, todas ellas historias con un sexo enfocado –como la trilogía Grey– a un público burgués y adulto con necesidades aparentemente no confesas.

En estas novelas, como pasa ahora, la mujer resulta por norma general la protagonista de estas fantasías para leer y ver con una sola mano, y hay cientos de ensayos, algunos de ellos muy notables, en los que se intenta explicar y justificar su éxito momentáneo que suele coincidir, paradójicamente, en tiempos de crisis como el que desgraciadamente vivimos ahora.

O periodos inestables, revueltos de nuestra historia reciente.

¿Valen como productos literarios de calidad?

No es una pregunta que me quite el sueño, aunque sí que disfruté en su momento con la lectura de algunas de las novelas de la serie Emmanuelle aunque notara en falta el carácter transgresor y lúdico de otras experiencias narrativas similares escritas en el pasado.

Si tuviera que salvar de la hoguera a la que unos parecen querer llevar estos libros yo escondería en mi chaqueta la arrugada edición en bolsillo que conservo de Lunas de Hiel, de Pascal Bruckner, título del que Roman Polanski hizo una película que todavía me duele cuando la veo…

En mi cada día más desordenada biblioteca encuentro en la colección La sonrisa vertical divertidas fantasías sexuales escritas presuntamente por escritores reconocidos como Alfred de Musset, Gamiani, dos noches de pasión, y textos anónimos o firmados con pseudónimo en los que me gustaría descubrir la firma de otros gigantes de la novela de finales del XIX y principios del XX que por necesidad alimenticia o como ejercicios gamberros apostaron por la literatura erótica en títulos, a mi juicio, imprescindibles.

Cito Grushenka, tres veces mujer; Venus en India o Memorias de Dolly Morton, todas ellas de autores desconocidos o con pseudónimo en la que continuaron la estela de un género que cuenta con obras maestras que trascienden lo erótico como Moll Flanders o Fanny Hill, de Daniel de Foe y John  Cleland, y mucho tiempo antes textos de referencia como son Las mil y una noches, El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y El Satyricon donde el sexo aún sorprende al castigado y reprimido lector de nuestro tiempo por su frenético libertinaje, por su desarmante naturalidad.

Se llegó incluso a atribuir a Oscar Wilde como el responsable de esa divertida fantasía homosexual que es Teleny, y así otros tantas novelas y relatos que todavía conmueve a parte de una sociedad cuya otra mitad pierde el tiempo en señalar estas historias con malintencionado sonrojo o una vergüenza patética.

No, no me veo leyendo las novelas de la trilogía –¡que puñetera manía con las trilogías!–  de Grey porque nunca he respondido al canto de las sirenas,  pero me gustaría encontrarme con alguna lectora –más que lector– que sí lo haya hecho y con confeso placer.  

Espero que sea antes de que el fenómeno Grey muera como mueren todos los fenómenos literarios… Porque se trata de eso: un fenómeno.

Fenómeno, curiosamente, en el que últimamente solo dan la talla mujeres escritoras:  Grey, lo firma E. L. James; J. K. Rowlings, que se ha hecho multimillonaria con las aventuras mágicas de Harry Potter, presenta ahora su primera novela adulta, Una vacante inesperada, que se publica España el 19 de diciembre; la saga Crepúsculo es de la ya citada Stephanie Meyer y la curiosísima fantasía distópica Los juegos del hambre corresponden a Suzanne CollinsCharlaine Harris es la autora de la serie Muerto hasta el anochecer, de la que se ha rodado la televisa y cada tenporada más decepcionante True Blood.

Un síntoma interesante.

Tan interesante que cuando les comenté a los escritores que reclaman literatura de autor por encima de todas las cosas ¿qué les parece que sean escritoras y no escritores los que hacen mercado? Ninguno supo darme una respuesta coherente.

- Son libros para chicas.- acertó a decir uno.

Saludos, hoy es 6 de diciembre, desde este lado del ordenador.

Yo también leí ‘La vida ante sí’

Domingo, Noviembre 11th, 2012

Había en Bellville otros muchos judíos, árabes y negros, pero la señora Rosa tenía que subir seis pisos ella sola. Decía que el día menos pensado se moriría en la escalera y todos los chiquillos se echaban a llorar, que es lo que se hace cuando se muere alguien. Unas veces allí éramos seis o siete y otras veces más.”

De tanto en tanto me regalan libros y de tanto en tanto suelo regalar libros. El último que llegó de manera tan generosa a mis manos me lo entregó una amiga con la que me une afinidades intelectuales y maravillosos descubrimientos literarios.

La novela se llama La vida ante sí, firmada por Emile Ajar, pseudónimo tras el que se esconde Romain Gary, y título por el que obtuvo –es el único caso en la historia de estos premios–  su segundo Gouncourt para demostrarle a la crítica de su tiempo que era un narrador con más miradas y voces con las que se pretendía minimizarlo.

Las reacciones que me asaltan leyendo La vida ante sí son varias pero la más importante, los sentimientos que despierta.

El libro hace reír y llorar pero también logra que te tiemble el corazón –que es una herramienta que últimamente utilizamos poco– porque este sencillo, y quizá por ello complejísimo canto al amor está escrito con una sinceridad que desarma.

Entresaco algunas frases de la novela

En casa de la señora Rosa casi todos éramos hijos de puta.”

El oficio de puta se estaba perdiendo por culpa de la competencia gratuita.”

La vida ante sí es el relato de un huérfano de origen marroquí, Mohamed, aunque todos lo llaman Momo –”que  es más de niño”– que habita en casa de madame Rosa, una señora que lleva una especie de orfanato para hijos de puta.

Sí, han leído bien, un espacio en el que viven niños de todas de las edades que han sido dejados por madres que se dedican al que dicen es el oficio más viejo del mundo.

Afortunadamente, Ajar/Gary no moraliza sino que muestra esa extraña familia en la que se cría el protagonista. Un niño inteligente y despierto, Momo, que a veces se pregunta quién pudo ser su padre y qué le pasó a su madre.

El dinero para que continúe viviendo en esta especie de hospicio que no tiene nada que ver con los que pintara Charles Dickens continúa llegando hasta que un día…

Leyendo La vida ante sí pienso que Léolo (1992), el extraordinario filme sobre la infancia de Jean-Claude Lauzon, le debe mucho a esta novela. Novela que cuenta también con una adaptación cinematográfica, Madame Rosa (Moshe Mizrahi, 1977) que no he podido ver aunque espero ver algún día antes de que me toque el boleto de la Señora de la Guadaña.

Y no solo por descubrir cómo su director reflejó en pantalla el terrible pero atractivo universo que describe literariamente Ajar/Gary, sino por contemplar el trabajo de uno de mis amores no confesos, Simone Signoret, quien hace de la ex prostituta judía que ahora, a sus setenta años, dirige esa casa en la que solo habitan niños perdidos.

Yo creo que los judíos son personas como los demás, pero no hay que tenérselo en cuenta”.

La vida del protagonista de la novela se mueve en un edificio situado en una calle, Belleville, que se encuentra en uno de los suburbios más sórdidos del París de los años setenta, pero no hay nada sórdido en los personajes que sirven al protagonista como referencia, y que le dan su amor a cambio de nada.

Está además de madame Rosa, a quien se le estropeó la belleza durante su estancia en Auschwitz y que para relajarse se maquilla mientras contempla un retrato de Adolf Hitler que esconde bajo la cama; el travestí senegalés Lola, campeón de boxeo en su país y que hoy se gana la vida prestando servicios sexuales en un parque; el doctor Katz y el anciano y sabio Hamil, musulmán cuyo libro de cabecera es Los miserables de Victor Hugo y que, según cuenta, “hace sesenta años, cuando era joven, conocí a una muchacha que me quería y a la que yo quería también. Aquello duró ocho meses, hasta que ella se mudó de casa y ahora, al cabo de sesenta años, todavía me acuerdo“.

No quisiera olvidarme tampoco del tragafuegos y brujo africano Waloumba, entre otros secundarios que refuerzan y dan carácter a un relato que, reitero, camina con paso firme por esa cuerda delicada que separa lo trágico de lo cómico.

La vida ante sí es una extraordinaria novela sobre el amor y sobre la entrega, pero también un martillazo en la cabeza para los que aún siguen pensando que las flores que crecen en la ciudad solo tienen el aroma de la muerte.

Hacía tiempo que no caía en mis manos una obra con tanto calado. Uno de esos libros que sabes, nada más leer sus primeras páginas, que van a quedar grabados al rojo vivo en tu memoria.

Mientras tanto subrayas y subrayas frases. E incluso párrafos.

Y saben ustedes lo que pasa con Dios. Hace lo que quiere porque Él tiene la fuerza de su parte.”"

“- Momo, recuerda siempre que el culo es lo más sagrado que tiene el hombre. Ahí está su honor. No dejes que nadie te busque el culo aunque te lo pague bien. Aunque yo me muera y no te quede más que el culo en el mundo, tú no lo consientas.”

La vida ante sí está escrita con una aparente ingenuidad que hace volar en pedazos esa patina políticamente correcta –que no es otra cosa que censura pólíticamente correcta– con la que en la actualidad quieren sedarnos.

No gustará por eso a los que defienden la tolerancia cero.

Gente que, presumo, hubiera escogido La vida ante sí para arrojarlo a la hoguera.

¿La razón de la sinrazón?

Es un libro que hoy más que nunca resulta sospechosamente peligroso.

O lo que es lo mismo, abre eso que el hoy más que nunca reivindicable Aldous Huxley denominó como las puertas de la percepción.

Y es que  “¿Se puede vivir sin alguien a quien querer?

Saludos, este post lo autodestruirán en cinco segundos…, desde este lado de ordenador.

Flechazos (Bernal Díaz del Castillo)

Miércoles, Septiembre 5th, 2012

Ya he intentado explicar que hay libros que me llaman en silencio y que cuando reparo en ellos su voz retumba dentro de mi cabeza con el mismo efecto devastador de una bomba nuclear.

Soy, así, de los que creen que existen libros que parecen que te estuvieran esperando, callados, humildes, como si formaran parte de tu vida sin que lo supieras hasta que, por una casualidad que no existe, reparas en ellos y los coges y hueles y lees hasta embriagarme en una suerte de gozosa fortuna que tiene algo de carnal y quiero pensar sexual…

Y entonces comprendo que el tiempo que he ido dilatando el encuentro mereció la pena porque el libro estaba ahí, esperando el momento en el que todos los elementos se confabularan para hacerme no sé si más feliz pero sí al menos para contribuir a que no renuncie a esa palabra que es esperanza mientras me sumerjo en sus páginas porque, lo que antaño intuí podía resultar un fastidio, ahora se ha transformado en un sendero repleto de luces que iluminan las oscuridades que llevo por dentro.

Me pasó con Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline, un autor que se puso de moda en unos tiempos universitarios que se difuminan en mi memoria y que la mayoría de los que hablaban –no recomendaban– su lectura sospecho ahora que no lo habían leído aunque se empeñaran en demostrar lo contrario.

Intenté por aquel entonces, lo juro, meterme en aquel texto que me parecía confuso y mal escrito. Para colmo de males, con el prejuicio de que su autor, Céline, fuera un señorito francés que no dudó en colaborar con los nazis y en pronunciar frases desafortunadas en contra de los judíos que iban desfilando día y noche hacía los campos de exterminio.

Pasado el tiempo, y relativamente malherido, encontré un ejemplar de aquel Viaje al fin de la noche y lo que antaño me resultó inconexo pasó a ser por obra y gracia de los dioses algo tan transparente como el agua.

El ejemplar que aún duerme en mi biblioteca está subrayado a lápiz, a veces incluso con una breve anotación en la que se puede observar unos signos de exclamación.

Algo parecido me sucedió durante un viaje por esa misma Grecia que hoy todos los ciudadanos de la Unión Europea pronuncian con boca pequeña.

Me llevé en aquel itinerario turístico La Iliada y La Odisea y Zeus, aunque prefiero pensar que fue Atenea, me contaminaron el alma  para descubrir alborozado que, efectivamente, los dioses cuando quieren caminan entre nosotros y que la novela de aventuras no sería verdad si no se hubiera escrito el fantástico viaje de vuelta a casa que emprende el astuto de Ulises.

El descubrimiento de otros libros, más que autores, se lo debo así a la casualidad y en ocasiones, raras, la verdad, a libreros inspirados y a amigos que, como Ezequiel Pérez Plasencia, me hizo fijarme en un autor, Joseph Roth, con el que desde entonces no dejo de reencontrarme, o Fiódor Dostoievski, un escritor al que me acerqué con el natural recelo de enfrentarme a sus voluminosas novelas…

El paso de la vida me ha mostrado así que mi corazón continuará latiendo mientras mi apetencia por la lectura –compulsiva y excéntrica, lo admito– no me abandone cuando la enfermedad decida tomar la carcasa que es mi cuerpo y aplatane todavía más ese pedazo que unos llaman alma y que en mi caso debe de encontrarse en alguna parte que hasta el momento desconozco.

Toda esta introducción viene a colación porque esa misma sensación que pretendo describir sin fortuna es la que siento ahora mismo con un ejemplar publicado en la colección Austral hace más de veinte años y que encontré –no fue fruto de la casualidad sino del flechazo– en una de mis habituales correrías por el Rastro de la capital tinerfeña.

Se trata de Historia verdadera de la conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, o la crónica de un testigo directo de uno de los episodios más gigantescos que han emprendido mis antepasados a los que reconozco y no renuncio, sobre el sometimiento de lo que hoy se conoce como Méjico.

El ejemplar que poseo es un volumen en el que se nota las huellas del tiempo, impreso con letra muy pequeña y que supera las quinientas páginas.

Está escrito en un embriagador castellano antiguo que traduzco en mi sesera con una actualidad placentera que me obliga a avanzar y avanzar en el relato porque estoy ante una obra de insólita y de desarmante objetividad en la que su autor –tenía ochenta años cuando redactó sus recuerdos como soldado y aventurero– describe con estilo seco, castrense, unos acontecimientos que hizo temblar a la misma Historia.

Y quizá sea debido a ese estilo seco y contundente con el que Bernal Díaz del Castillo quiere rendir homenaje a los hombres que acompañaron a Cortés en aquella campaña, anotando las escaramuzas, batallas, enfermedades y derrotas que salpicaron lo que no deja de ser una gigantesca aventura, la clave de un libro en el que no hay ánimo de reivindicar héroes sino mostrar el esfuerzo titánico de un grupo en el que no hubo un solo protagonista.

Casi parece, en este sentido, como si Bernal del Castillo quisiera dejar constancia que lo que se hizo no fue obra de un solo hombre, Hernán Cortés, sino de los hombres que acompañaron a Cortés.

Por eso se me antoja Historia verdadera de la conquista de la Nueva España una lección de periodismo tal y como lo tenía entendido en mi cabeza antes de que la cruda realidad me enseñara que es otra cosa…

Y hago cábalas mientras me pregunto ¿cómo demonios nadie, nadie, acometió la ambiciosa tarea de transformar lo que dictan estas páginas en un guión que tuviera la misión de traducir en imágenes lo que fueron capaces de hacer mis antepasados en territorio inhóspito, despiojándolo, tal y como lo despioja Bernal del Castillo, de leyenda?

Historia verdadera de la conquista de la Nueva España es un libro, en definitiva, con el que recupero mi compromiso de honor con los volúmenes que me hacen pensar qué grande es la literatura.

También mi atolondrado asombro de que un lector en 2012 aprenda a comportarse como persona a través de las experiencias que vivieron sus semejantes pero en el siglo XVI.

Una experiencia narrada con humildad, que no hace queja de los sufrimientos y tragedias que padecieron mientras conquistaban lo que era un Nuevo Mundo.

Un relato, en definitiva, de hombres que solo sabían caminar dando pasos hacia adelante.

Bernal Díaz del Castillo falleció en la indigencia.

Dejó solo a sus hijos este fascinante relato a modo de herencia. Iconsciente él, y eso lo hace más grande todavía si cabe, del formidable legado que nos dejaba a quienes hoy nos consideramos sus legítimos descendientes.

Leo en voz alta sus páginas mientras recorro los largos pasillos de mi mansión. Y cuando cierro la boca solo puedo agradecer haberme topado con este ejemplar usado una mañana soleada de domingo en el Rastro de la capital tinerfeña.

Hago el signo.

Bajo la cabeza con humildad y susurro la palabra sagrada:

Gracias.

Saludos, ni un paso atrás, desde este lado del ordenador.

Gore Vidal, el último clásico

Miércoles, Agosto 1st, 2012

Con la muerte de Gore Vidal desaparece una de las voces más sensatas y reformistas de la literatura norteamericana de nuestros inestables tiempos. Estaba a punto de cumplir noventa años y su cabeza continuaba igual de bien ordenada que en su época de más rabioso esplendor. Para entender lo que ha significado la historia de los Estados Unidos, es inevitable refugiarse en la obra del escritor para asumir las altas y bajas pasiones de un país que se ha transformado en algo así como la nueva Roma desde la segunda mitad del siglo XX.

Llegué al escritor a través de uno de sus libros más ambiciosos y recomendables, Lincoln, probablemente la mejor biografía de quien todavía sigue siendo reconocido como el mejor presidente de Estados Unidos. Me lo regaló un buen y querido amigo en un cumpleaños, y se trata de uno de esos presentes afortunados que de vez en tanto te hacen la vida un poquito más feliz.

Lincoln es un volumen pródigo en páginas que se leen con insólita rapidez porque propone un retrato psicológico y controvertido acerca de una de las figuras más sagradas de la iconografía estadounidense.

Vidal despedazada con el cariño y la paciencia de un cirujano su vida, su forma de hacer política y en especial su modo de enfrentarse a una de las mayores crisis de la historia de su país como fue la Guerra de Secesión. Fue además uno de los primeros pensadores norteamericanos que se atrevió a desmontar algunos de los mitos que han ido tejiendo la figura de este presidente, destacando su habilidad para hacer política, que es algo así como su talento para el arte de la mentira.

Gore Vidal continuó repasando la historia de los Estados Unidos en otras novelas claramente políticas como Washington D.C., Imperio y Hollywood, entre otras, y al parecer se encontraba trabajando en la actualidad en uno de los hechos históricos que contribuyó al crecimiento y al carácter de esa sin embargo gran nación como fue la guerra que sostuvo contra Méjico en 1848. Hecho que demuestra que, pese a su edad, el escritor seguía explotando el pasado de su país para llegar a comprender muchas de las claves que lo identifican con su turbio presente.

Vidal, que conoció a lo mejor y a lo peor de la intelectualidad de su tiempo, dejó también escritas una serie de novelas de ciencia ficción que deben de ser leídas como apasionantes sátiras sobre la condición humana. En este sentido, son muy recomendables su excelente Kalki y Mesías.

En el terreno de la ficción histórica es autor también de Juliano, el apóstata, una obra maestra donde estudia la vida del último emperador romano que intentó frenar el avance del cristianismo, recuperando las tradiciones paganas del Imperio. Juliano, el apóstata es una novela que genera desasosiego, aunque su mensaje es ejemplar para los que ponemos en duda la existencia de un más allá teledirigido desde el más acá por una jerarquía eclesiástica que sostiene una farsa para mantener cierto orden social.

Me dejo muchos títulos del escritor en el tintero, pero es que Vidal cuenta con una obra amplia y ambiciosa a la que nunca le faltó inteligencia y en ocasiones un razonable sentido del humor como es su delirante Myra Breckinridge, donde reflexiona en clave de comedia sobre la transexualidad, y una serie de ensayos donde la mayoría de sus lectores es donde más lo reconocen.

En este sentido, es muy recomendable la correspondencia que mantuvo con Timothy McVeigh, autor del atentado de Oklahoma, y relación por la que fue muy criticado desde las más altas instancias en su propio país.

Con el pseudónimo de Edgar Box escribió tres novelistas de misterio protagonizadas por el detective Peter Sergeant, divertimentos brillantes que garantizan una gozosa lectura.

Gore Vidal cuenta además con un delicioso libro de Memorias –estaba trabajando últimamente en el segundo volumen– y atractivos, aunque por normal general frustrados, tanteos como guionista en el cine como son sus colaboraciones en películas como Ben Hur, Calígula, así como The Best Man, Un marciano en California, comedia con Jerry Lewis que adaptaba su obra teatral Visit to a Small Planet y ¿Arde París?, entre otras.

En la producción Satyricon y en la cinta de ciencia ficción Gattaca hace incluso simpáticos cameos.

Con Vidal desaparece, ya lo decimos en el título de este post, probablemente el último gran clásico de la literatura norteamericana. Un gigante necesario y al que recurrir para enfrentarnos al desmoronamiento del que últimamente somos víctimas ¿involuntarias?

Saludos, ha muerto un coloso en la república de las letras, desde este lado del ordenador.