Archive for Febrero, 2012

Una novela sobre el 23-F

Jueves, Febrero 23rd, 2012

El 23 de febrero de 1981 un Guardia Civil con bigotes y de cuyo nombre no quiero acordarme asaltó pistola en mano el Congreso de los Diputados gritando todos al suelo. Grito que a partir de ese momento se convirtió en uno de los momentos de mayor infamia de la por aquel entonces aún joven democracia española.

Como bien recuerda el maestro Paco Camarasa en su carta a los lectores no hay demasiadas novelas que se ambienten en aquel día que colocó en el filo de la navaja las libertades que tanta sangre, sudor y lágrimas, costó sacar adelante en este país cuya marcha por el sendero de la Historia siempre ha ido a dos velocidades, pero cita, como no podía ser menos, un libro que, a juicio de quien les escribe, está firmado por uno de los grandes escritores del género en España, un autor con todas sus letras no demasiado conocido entre los aficionados.

Me refiero al escritor asturiano Juan Antonio de Blas, quien con La patria goza de calma (Colección Etiqueta Secreta, Júcar, 1988) retomó al investigador gijonés Silverio García, protagonista también de la estupenda ¿Hay árboles en Guernica? para que investigara cuál fue el destino de dos capitanes que, durante la intentona de Golpe de Estado del 23-F, desaparecieron con un maletín repleto de comprometedora documentación.

La patria goza de calma es además de su trama negro criminal una estupenda novela sobre unos días, como fueron los de aquel final de febrero, donde buenos y malos pertenecían a bandos bien diferenciados. Hombres y mujeres que luchaban y combatían por un futuro bien distinto alimentados por un idealismo que hoy puede resultarnos marciano.

El escritor y periodista Francisco González Ledesma escribe en el prólogo de esta novela: “Cuando hablo de libros –y Juan Antonio lo sabe, peor no manifiesto temor por ello–  me gusta ser absolutamente honrado. Por ello, después de afirmar que La patria goza de calma es una excelente y completa novela que el lector devorará, considero justo manifestar dos cosas: La primera, que Juan Antonio de Blas parece creer en muy pocas verdades, lo que le acredita de persona inteligente y crítica, aunque por ello me temo tenga un escaso provenir en las diversas administraciones públicas. La segunda, que creo que al protagonista de esta novela se le entregan las mujeres con demasiada facilidad. Las mujeres, por el contrario, suelen hacer un inteligente y peligrosísimo uno de sus cuerpos, lo cual qué duda cabe que las honra al tiempo que aumenta la demanda.”

De Blas combina con mucha habilidad en esta novela la información que hasta ese momento se disponía sobre el fracasado Golpe, con una historia en clave policíaca que respira a través de sus personajes, casi como si de un Raymond Chandler enganchado a la sidra se tratara.

Silverio García es así, una especie de Philip Marlowe aunque sin el elegante pesimismo del detective privado norteamericano. Quizá, pienso, porque ese investigador gijonés ha nacido en España. Un país donde lo trágico siempre se ha querido ver con una sonrisa enloquecida. Con un fatalista sentido del humor negro, negrísimo, que empapa todas las páginas del libro. Un libro que pide a gritos su reedición, así como la de reivindicar la literatura de un escritor comprometido, de esa izquierda que ya no tiene nada que ver con la presunta izquierda que tenemos.

Juan Antonio de Blas, guionista de comics también, cuenta con una novela sobre el tráfico de armas y los servicios secretos titulada Siempre hay alguien detrás (Los libros de la medianoche, Editorial VOSA S.L., 1995) y de un estupendo y afortunadamente ligero ensayo sobre la novela de espías, La novela de espías y los espías de novela (Editorial Montesinos, 1991) prologado por otro de los grandes del género en España, Manuel Vázquez Montalbán, así como con una interesante novela histórica, Soportal de los malos pensamientos, cuyo protagonista es Francisco de Quevedo, entre otras experiencias literarias.

Escritor ágil, que se maneja muy bien en las claves que toca, Juan Antonio de Blas es uno de esos autores, reitero, que pide a gritos su recuperación.

Es uno de los grandes, y como todos los grandes, un autor que tiene voz. Estilo, seña de identidad típicamente de Blas.

Saludos, hace 31 años que volvimos a nacer, desde este lado del ordenador.

“¡Yo no soy Madame Bovary!”

Miércoles, Febrero 22nd, 2012

Cuentan que cuando le preguntaron a Gustave Flaubert quién era Madame Bovary el escritor respondió airado, quiero pensar que fuera de sus casillas, algo así como: “Madame Bovary soy yo.”

Para demostrar cuán equivocado estaba el escritor, el artista Brian Joseph Davis ofrece en su página The Composites un retrato robot, entre otros grandes personajes de la literatura universal, de la Bovary para sorpresa de los que leímos la novela y que sin atender a la descripción que sobre el personaje describió Flaubert, imaginamos a la señora Bovary a nuestra manera.

Una manera, la mía, que probablemente no tenga nada que ver con la que otros imaginaron de la Bovary.

Resulta no obstante interesante, por morboso e inquietante, adentrarse en esta galería de retratos robot de personajes ilustres de la literatura universal que ha presentado Davis para comprobar –como ha sido mi caso– que ninguna de esas composiciones responde a mi Madame Bovary, Humbert Humbert, que para quien ahora les escribe tendrá siempre la inmensa presencia de James Mason, o Daisy Buchanan, esa chica rica que le rompe el corazón al Gastby de Fitzgerald.

Explorar The Composites ha resultado así un juego muy divertido. Una especie de reafirmación del poder que, como lector, tengo cuando leo un libro. Quizá sea éste, el poder de la lectura, el único poder que me quede en esta vida. Por un lado porque he llegado a la conclusión tras consultar The Composites que no presto demasiado caso a la descripción física del personaje que hacen sus autores sino más bien a las emociones que supieron transmitirme con sus personajes.

Madame Bovary, por ejemplo.

¡Soy yo!

Cuando leí la novela, Bovary se transformó en mis ideas en una dama con sobrepeso y una señora triste de cabellera morena con curvas generosas y  labios gruesos y ardientes que solo pedían ser besados de verdad.

Verdad, verdad.

Humbert Humbert, como apunté, siempre fue una especie de James Mason sin ser Mason, y Daisy Buchanan una pija esquelética que obsesiona y fragmenta en mil pedazos el corazón de esa especie de Heathcliff que es Gastby.

Por ello, me pregunto si el retrato robot que ofrece Davis en su web corresponde realmente a lo que tenían en su cabeza el puñado de grandes escritores cuando describieron en sus novelas a estos personajes.

No dejo de pensar en eso por mucho que el artista se haya ceñido a la descripción escrita que Flaubert, Nabokov y Fitzgerald, entre otros, hacen de todos ellos en sus novelas.

Como lector enfermizo, como hombre que lee todos los días sin prescripción facultativa, me consta que mi Gabriel de Araceli de la primera serie de Los Episodios Nacionales; el Zalacaín de Baroja, el Max Estrella de Ramón María del Valle Inclán, el Holden Caulfield de Guardián entre el centeno, el Sam Spade de Hammett, nunca serían los mismos si un artista como Joseph Davis se hubiera atrevido a dibujar un retrato robot de todos ellos.

Esto me hace pensar que quizá sea ésta una de las razones por las que nunca he sido muy aficionado a las ediciones ilustradas de cuentos y novelas. No necesito de una recreación gráfica para imaginar en mi cabeza a Rodion Raskolnikov porque a ese mismo Rodion Raskolnikov ya me he preocupado por darle rostro y físico en mi cabeza sin tomar demasiado en cuenta la descripción que su autor, Fiódor Dostoievski, se preocupó por dotarle en el texto.

Con esto quiero decir que lo importante cuando leo un libro que me apasiona, que me atrapa y sacude, que me hace ver el mundo de otra manera, no es que lo recree en mi imaginación como lo pensó el autor sino cómo fui capaz de recrearlo en mis neuras enfermizas.

En como lo hice mío.

En cómo lo convertí en una película donde los protagonistas asumen rostros y manías que comparto porque son los que han marcado mi existencia.

Así que mantengo una extraña empatía con los libros que contribuyeron y contribuyen a hacerme persona.

A mi me ayudan a continuar adelante y a dar la cara antes de que caduque mi paso por esta tierra.

Ya escribí en cierta ocasión que algo mal debería de funcionar en mi maquinaria si no malgastara mi paso leyendo lo que escriben los otros. Vida literaria la de los otros que hago mía cuando me sumerjo en ella.

Pero eso es así porque entiendo que leer es, como para un vampiro, soplo de vida.

Vida de otros que hago mía.

Vida que me enseña a moverme y a relacionarme con otros.  

Vida que hace que, como Flaubert, piense cuando leo Madame Bovary: “Soy yo.”

Y por lo tanto un yo que no necesita de retrato robot para que piense como soy yo porque, precisamente, y gracias a la literatura, esa rareza que soy yo es un misterio sin rostro.

Una incógnita que solo pide imaginación y no, precisamente, un retrato robot.

Saludos, vuelven a sonar The Kinks, desde este lado del ordenador.

Vaya, vaya con los amigos de Señor Ojo

Martes, Febrero 21st, 2012

Esta mañana temprano, mientras iba a comprar una barra de pan rústico, me encontré a Señor Ojo durmiendo la mona en uno de los bancos de la Rambla. Resultó curioso encontrarme a Señor Ojo dormido ya que nunca le había visto con el párpado cerrado por lo que debo escribir que me resultó algo inquietante y monstruoso contemplarlo así.

Más que Señor Ojo parecía un cadáver.

No me llamó la atención sin embargo que en una de sus manos descansara una botella semillena (o semivacía, para Señor Ojo) de ginebra.

¿Qué por qué supe que se trataba de ginebra? Pues porque el agua, precisamente el agua, no huele a endrina quemada.

Me acerqué al cuerpo y lo agité.

Señor Ojo soltó un bufido, se removió en el banco y luego abrió el ojo. Un Ojo turbio e inyectado en sangre.

- Despierte usté que ya es hora.- le dije sacudiéndolo un poquito más.

Señor Ojo me miró con una mirada en la que intentaba procesar ¿lo conozco? hasta encenderse la luz de su cerebro flotante en alcohol.

- Oh, es usted… Por un momento pensé….- Chasquó la lengua y dio un trago a la botella mientras movía la cabeza a un lado y al otro.

- ¿Qué tal esos Carnavales?- le pregunté con las manos en los bolsillos.

- ¿Carnavales?- se dijo señor Ojo.- ¿Estamos en Carnavales?

Me puse a reír como un tonto. Señor Ojo aprovechó el tiempo muerto para beber otro trago.

- Joder con el puto Sol.- escupió haciéndose sombra con la mano izquierda.

- ¿Se puede saber onde ha estado usté?- le pregunté.

- Estar… BrrrrrZzzzz… Estar…

- Señor Ojo, ¿se encuentra usté bien?

Me respondió acabándose de un trago lo que quedaba de ginebra.

- Tráigame otra de éstas.- señaló tirando la botella vacía al jardincillo.

- Acompáñeme usté, carajo.- solté algo cabreado.

Señor Ojo se puso en pie como pudo, luego se inclinó sobre el suelo y vomitó.

- Ahhhh.- que bien me siento ahora.- apuntó frotándose el estómago mientras caminábamos al bar El Ruedo.

Entonces, recuerdo ahora que fue entonces, cuando Señor Ojo me contó estas historias.

 I.- FUERA DE JUEGO

 - Ayer ¿o fue anteayer? tuve que darle dos bofetones a Falo. El muy cretino, pese a que ya no mete goles, está que se sale. Se sale porque la editorial madrileña Casa de Cartón acaba de publicar una nueva edición de El futbolista asesino, ese libro que cuenta su historia y que escribió haciendo de negro Nicolás Melini. Falo no dejó de darme la vara de lo contento que estaba. El tipo se cree un killer, ¡ja! Luego me explicó que esta es la cuarta ocasión en que le publican la historia ya que la primera, contaba el muy idiota, lo hizo Ediciones La Palma en colaboración con CajaCanarias, más tarde Ediciones Idea y el año pasado –porque estamos en 2012 ¿verdad?– para el mundo digital la editorial Musa a las 9. El futbolista asesino regresa ahora a las librerías de la mano de un sello editorial independiente creado por el editor peruano José Luis Torres Vitolas y…

- ¿Y, Señor Ojo?

- Pues que ya no me acuerdo.- contestó acomodándose en la barra del bar El ruedo donde pidió una ginebra.- La peor que encuentre.- le exigió al camarero.

Tras saborearla exclamó:

 II.- Y DALE CON LA COMIDA

 - Juan Bas me acaba de mandar Ostras para Dimitri, donde insiste en sus temas de siempre… Ya sabe, la comida, el berbecio…

- Parece un vasco.- dije bebiendo mi carajillo.

- Es que es vasco, imbécil.- Me cortó Señor Ojo posando su ojo en la barra metálica y, sin hacer caso de mi cara de payaso, continuar con su discurso.

- Además, el protagonista Pacho Murga se le parece a usted. Solo que Murga es un señorito bilbaíno pero igual de pijo y venido a menos que usted. Y no me mire así, que sabe que le digo la verdad. Murga, que protagonizó Alacranes en su tinta y Voracidad, cumple en Ostras para Dimitri condena en la prisión de Salto del Negro, donde conoce a Dimitri Urroz, una mezcla de ruso y navarro, que se convierte en su protector y de paso le complica la vida. ¿Me sigue?

- No.- comenté terminando mi carajillo.

- Pues váyase usted al carajo.

 III.- JUANCHO

Señor Ojo cogió en ese momento de una de las mesas un ejemplar arrugado del ABC, al colocarlo sobre la barra comenzó a pasar las páginas del suplemento cultural deteniéndose en el artículo de J. J. Armas Marcelo.

- ¿Lo conoce?- me preguntó pidiendo otra ginebra.

- No tengo el gusto.

- Pues aquí pone algo de Joyce, ese Ulises pegado a la botella como quien le habla, y Mario Domínguez Parra

- ¿Mario Domínguez Parra?

- Sí, aquí leo que ha traducido un libro del viejo Ulises pegado a la botella.

- Déjeme el suplemento…

- No se me ponga pesado que aquí tiene usted… Por cierto, una pregunta.

-Cuente, cuente.- respondí leyendo el artículo de Armas Marcelo.

- ¿Puede invitarme a otra ginebra?

 Saludos, Ende, desde este lado del ordenador.

Un cine que no habito, dormido y que sí deja en paz a los malvados

Lunes, Febrero 20th, 2012

La gala de los premios Goya pese a su mayoría de edad –veintiséis ediciones– parece que no ha superado aún su etapa de caprichosa adolescencia. Lo positivo de todo esto es que la gala, con el paso de los años, ha ido poco a poco desvistiéndose de su quiero parecerme a los Oscar de Hollywood para convertirse en una especie de fiesta familiar del cine español que no termina de cuajar como espectáculo y, como espectáculo promocional de ese cine tan divorciado de su público natural, que es el español, continúe insistiendo en no perder sus enojosos tics quizá porque sus armarios están repletos de cadáveres: los hombres y mujeres proscritos por la pequeña familia del cine español que hace posible los Goya.

La 26 edición comienza con su presentadora Eva Hache cantando con desafinada voz y dando unos pases de baile. Se suma a la danza una serie de actores como si de un karaoke se tratara y pienso entonces alucinado mientras lo veo que el numerito de entrada me recuerda al de las galas de elección de la Reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife solo que un poco –solo un poco– más sofisticado.

Echo de menos el humor de Andreu Buenafuente, quizá sea porque poca gracia me hace Eva Hache aunque la mujer le pone empeño y tiene algún que otro destello.

Se anuncian los primeros premios. Vemos las caras de los nominados y la frustración de los que no se llevan la dichosa estatuilla. Se lee o se improvisa desde la tribuna los discursos de agradecimiento.

Se insertan clip recomendando cómo actuar si te toca el Goya, cómo ir vestido, cómo acortar la duración de las intervenciones en las que, inevitablemente, se recordará a los padres y a los hijos.

Lo mejor de la noche, a mi juicio sin embargo, son los cortes en los que Hache se mete literalmente en los filmes que aspiran al Goya al Mejor largometraje. Logran por lo menos que sonría y aguante con estoicismo una ceremonia que se me hace larga por pesada y reiterativa.

No obstante, me parece original y divertida la entrada que Hache da a las palabras del nuevo presidente de la Academia, Enrique González Macho, un hombre con barba y gafas y acon cierto parecido con el recién nombrado presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy.

Macho, que llama a la prudencia del sector ante los cambios legislativos anunciados, sostiene que Internet no es una alternativa ni un sustituto, ni tan si quiera un complemento “al enorme esfuerzo económico que supone producir cine” y flanqueado por las vicepresidentas de la institución, Judith Colell y Marta Atura, termina su disquisición de aromas viejunos instando a todos los miembros del club, digo la Academia, a continuar en la brega con “honor y orgullo.”

Álex de la Iglesia baja entonces la cabeza ya que el honor que demanda González Macho lo toma del polémico discurso que el año pasado impartió el anterior presidente del club, el mismo de la Iglesia.

La gala continúa por vericuetos varios.

Las cámaras no dejan de ofrecer sospechosos primeros planos del actual director de TVE, el tinerfeño Santiago González, y la actriz Ana Wagener, nacida en Gran Canaria, sube a recoger su Goya a la Mejor actriz de reparto por La voz dormida, de Benito Zambrano. La cuota canaria de Goyas del cine español la completa Andrés Santana, que se hace con la estatuilla en la categoría de Dirección de producción por Blackthorne, el fallido por mimético eurowestern de Mateo Gil.

Sigue la función, a la que asiste el nuevo ministro de Cultura, José Ignacio Wert, y el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, quien manifestaba en ABC el sábado 18 de febrero: “La coyuntura es compleja por la situación económica. Debemos ver las oportunidades que tiene el cine español. Explotar las cosas buenas del actual modelo adaptándolo a las necesidades de cambio. Soy optimista, encontraremos un modelo mixto que combine las ayudas con desgravación.”

Y continúa la gala, menos politizada que años anteriores, quizá porque no está el pellejo para desencuentros. Se añade, sin embargo, algo de sal cuando Isabel Coixet sube a recoger el Goya al mejor documental, Escuchando al juez Baltasar Garzón, pero sus palabras no invocan los rabiosos espectros de aquel ¡No a la guerra! de hace unos años.

Eso sí, sube un espontáneo que exige no sé qué sobre que se rueden western en Extremadura. La Coixet, muy progre, se lo quita de encima como quien se sacude caspa del pelo.

Me estoy aburriendo. Aunque cuando escucho los delirantes comentarios del presentador de TVE que retransmite la gala dudo entre ponerme a reír o llorar.

Dice el comentarista cuando Enrique Urbizu sube a recoger el premio al Mejor guión original por No habrá paz para los malvados algo así como: “Incontestado Goya…” Y añade que Urbizu es, sin que le flaquee la voz al comentarista: “Nuestro Sam Peckimpah.”

¿Sam Peckimpah de qué?

Deja a Peckimpah tranquilo, cacho carne. Idiota, imbécil.

Afortunadamente sonrío con Santiago Segura. Sus intervenciones en los Goya se han convertido en algo así como las necesarias salidas de tono que tolera una familia en pleno proceso de descomposición al hijo que creían tonto y que sin embargo ha logrado hacer fortuna.  

Segura bromea al decir que su tetralogía Torrente es cine de arte y ensayo. Y lanza pullas ligeramente castigadoras a La voz dormida porque trata un tema que no es nada habitual en el cine español como la Guerra Civil; a Blackthorne porque recupera un género, el western, que no se rodaba en España desde Vente a ligar al Oeste; A La piel que habito porque Pedro Almodóvar puede escenificar un desencuentro con la Academia y regresar a ella como sí aquí no hubiese pasado nada y a No habrá paz para los malvados porque Santos Trinidad, el personaje que interpreta José Coronado y por el que se llevó la estatuilla al mejor actor, le recuerda a Torrente porque “es un poli corrupto y putero. Solo hace falta que se haga socio del Atlético de Madrid y fan de El Fary.”

La gala finaliza visualizando el éxito de, precisamente, No habrá paz para los malvados.

Se lleva, entre otros, el de Mejor actor, Mejor director y Mejor película.

Santiago Segura lo vaticina durante su intervención, donde explica a su manera cuál es la mecánica que emplean los académicos en apostar por unos y desechar a otros.

Revela, el muy canalla y con mucho cachondeo, la fórmula de unos premios en los que, me da a mi en la nariz, se vota a favor siempre y cuando te caiga bien el nominado. Con independencia del valor real de su trabajo.

Se castiga sin derecho de admisión –y también por omisión– a los responsables de ese escaso cine español que ha logrado ganar dinero en taquilla en 2011.

Como Torrente.

Así que como espectador siento por eso, cada vez que veo una gala de los Goya, que me dejan asistir a una fiesta de familiares y amigos que me son ajenos. A un cuéntame cómo pasó desde la barrera.

A un cine español en el que, como ciudadano español, no me reconozco y no se preocupa en incorporarme al juego.

Un cine, en definitiva, del que no tengo hábito y cuya voz dormida sí que deja en paz a los malvados.

Saludos, aún reclamando unos premios Goyos al cine canario, desde este lado del ordenador.

Matamos a todos los ‘risitas’ del mundo

Sábado, Febrero 18th, 2012

Hay risas contagiosas y una clase de risas que –no sé a ustedes– solo despierta en mi, mis más bajos instintos.

Me refiero a esa risa tonta e histérica que ladra por cualquier cosa.

El viernes pasado, mientras veía Juan de los muertos. Matamos a sus seres queridos tuve la desagradable fortuna de sentarme dando la espalda a uno de esos risitas que complicó y, quiero pensar contribuyó, a que mi noción de esta película de zombis a la cubana que es Juan de los muertos me resultara a ratos lo que es Juan de los muertos: una comedia graciosita que no da para más.

Además del risitas, que se reía de cualquier cosa que pasara en pantalla por muy poco graciosa que fuera, tuve que poner en alerta mi sentido auditivo porque, confieso, me costó un riñón entender lo que decía el personaje protagonista de la película, Juan (Alexis Díaz de Villegas).

- ¿Qué dice?- susurraba en la oscuridad de la sala a mi vecino de butaca.

- No tengo ni idea.- me respondía en las mismas el vecino de butaca.

Al risitas parecía importarle un pimiento lo que dijera Juan. Continuaba con su risita mientras yo me dejaba arrastrar por oscuras reflexiones asesinas.

Veo ahora los titulares si me hubiera dejado llevar por las emociones:

“Estrangula a un espectador en una película de zombis cubana.”

“El asesino confiesa: no aguantaba al risitas con su risita.”

Al final la sangre no llegó al río. Y risitas se escapó cuando aparecieron los créditos finales de la cinta para mezclarse con la multitud disfrazada que a esa hora ya transitaba por la calle.

Una calle, por cierto, repleta de muertos vivientes. La mayoría disfrazados.

Respecto a Juan de los muertos un ligero encogimiento de hombros. Lo escribe alguien aficionado a este tipo de películas. Las de muertos vivientes.

La cinta respeta bastante las claves que instauró George C. Romero con su Noche de los muertos vivientes y propone respuestas originales a la tendencia última que se respira en este tipo de películas. Es decir, que si  en la original de Romero los muertos van dando tumbos y en las últimas corren como gacelas, en Juan de los muertos aparecen unos y otros como además de arroz hay en el arroz a la cubana.

La película está rodada en La Habana, que es una ciudad bella reducida a cascotes por un régimen que aún continúa aferrado al Patria o muerte, ¡venceremos!, y tiene momentos de lúcida gracia. Me encanta una escena en la que una jinetera sale a la calle y tras ver a muertos y vivos caminando por la misma calle exclama con acento cubano: “Yo no veo nada raro.”

Sorprende al aficionado el exquisito respeto del cineasta Alejandro Brugués por esta clase de películas.

Es decir, que se ajusta al ritual de todo cine de zombis que se precie.

Además, y escudándose en que es una de zombi, la cinta puede tener incluso lecturas radicales contra el sistema castrista. Sobre todo en los créditos finales. Pero ello no quita que le falte entusiasmo y espíritu gamberro con ganas de transgredir.

Vale, sí, junto al risitas que tenía pegado a mi espalda solté alguna risa pero mi risa, en contra de la de risitas, no acabó nunca en estruendosa carcajada.

Sea quizá porque Juan de los muertos se toma, pese a que las apariencias digan lo contrario, demasiado en serio. Por lo que no es una parodia de cine zombis rodada en Cuba sino una comedia de zombis rodada en Cuba.

Hasta ahí  llego.

Lo escribo porque si por algo recuerdo Juan de los muertos. Matamos a sus seres queridos no es por la película precisamente sino por el impertinente risitas que tenía pegado a mi espalda.

Su risita, de hecho, no me la puedo sacar de la cabeza.

Imaginen una risita tonta e histérica.

Una risita de imbécil que no te puedes sacar de la cabeza.

Una risita que ha hecho que germine en mi cabeza una idea:

El Escobillón. Matamos a los risitas del mundo.

Precios económicos para todas las edades, razas, sexos y credos.

Saludos, jajaja, kakaka, jijiji, jojoo, jujuju, jejeje, hahaha, desde este lado del ordenador.

Michael Nesterowicz y la ‘espantá’ Lü Jia

Sábado, Febrero 18th, 2012

La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) cuenta con nuevo director titular. Se trata de Michal Nesterowicz, cuyo compromiso con el conjunto sinfónico entra en vigor la temporada 2012-2013 y tendrá una vigencia de cuatro años.

Nesterowicz es un director polaco que, pese a su edad, ha colaborado en varias ocasiones con la OST. Entre sus próximos proyectos, además del suscrito con la OST,  incluye conciertos con la Royal Liverpool Philharmonic, Brussels Philharmonic, Orquesta Sinfónica Nueva Rusia, Filarmónica Nacional de Polonia, Sinfonieorchester Basel, Virtuosi Italiani, Orquesta de Euskadi, Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Orquesta Nacional de España, entre otras formaciones.

Hasta ahí todo bien.

Aunque picado por la curiosidad y tras la esperpéntica espantá del anterior director titular de la OST, el maestro chino Lü Jia, me he preocupado en recabar información entre varios expertos en la cosa musical que me han suscitado una batería de interesantes cuestiones:

- El currículum de Nesterowicz es excelente pero da la sensación de que el nombramiento se ha hecho deprisa y corriendo. Por ello, coinciden las fuentes consultadas, y tras la experiencia Jia ¿por qué firmar con él un contrato por cuatro años?

- Las mismas voces están de acuerdo en que ha redundado muy negativamente en la OST la ausencia de un director titular desde hace casi dos años porque un conjunto de estas características demanda una línea definida, un estilo o personalidad –en la medida de lo posible en orquestas medias, como son las españolas– en cuanto a sonido y enfoque interpretativo se refiere, pero resaltan que eso no se consigue solo a base de directores invitados que vienen tres días y hasta la próxima. Lo que sí ha sucedido durante este periodo en la OST.  

- Así que partiendo de esa base, ¿no hubiera resultado más coherente e inteligente traer previamente como director invitado principal de la OST –léase unas cuantas veces– a  Nesterowicz para comprobar en persona si su carácter comulgaba con el de la orquesta? O lo que es lo mismo ¿estudiar con anticipación la posible química que podría generarse entre quien a partir de ahora llevará la batuta los próximos cuatro años con los instrumentistas de la orquesta?

No es por nada, pero recordemos que fue supuestamente la química lo que provocó hace apenas cuatro años la división entre Lü Jia y buena parte de los componentes del conjunto sinfónico tinerfeño…

- En este aspecto, ¿se ha previsto, entre otras cosas, si encajará el repertorio en el que se siente más cómodo Nesterowicz con las características del grupo que a partir de ahora va a dirigir como titular?

“Es una cuestión de cajón”, me asegura una fuente. “Una reflexión que a cualquiera con sentido común y un poco de familiaridad con las orquestas se le hubiera ocurrido”, añade.

- Miremos, no obstante, el futuro con optimismo. Es decir, que si la cosa funciona, si Nesterowicz se mete en el bolsillo a los músicos que integran la OST y todo resulta chachi piruli ¿por qué no contratarlo por una o dos temporadas, prorrogables cada vez que se quisiera?

- Las fuentes consultadas esperan que la operación Nesterowicz salga bien con el objetivo de que la OST recupere el gancho que una vez disfrutó pero, reiteran, ¿había necesidad en los tiempos que corren de jugar una vez más a la ruleta rusa con dinero público?

- Un fantasma recorre la OST, aclaran las mismas fuentes.

- ¿Fantasma?.- pregunto inocente.

- Sí, fantasma- responden.- ¿Se producirá con Nesterowicz la misma espantá que hizo Lü Jia?

 Saludos, in sometimes.., desde este lado del ordenador.