Archive for Junio, 2012

Un ‘monstruo’ moral

Domingo, Junio 17th, 2012

Debía actuar con calma, tal vez se hubiera armado revuelo en las ratoneras al encontrar al niño asfixiado en una callejuela con la cara amoratada y los ojos abiertos, o tal vez no, la muerte era muy común en aquellas zonas y las gentes que allí habitaban se habrían endurecido sin remedio.”

(Los crímenes de Ashton y Las pesadillas de Uriel.- Arima Rodríguez Vega)

Encuentro a una escritora –en esa tribu dividida en clanes que adora cada uno de ellos a su idolillo particular– de la que apenas tenía noticia. O referencias salvo la breve nota biográfica que me da fe de ella en la solapa de Los crímenes de Asthon y Las pesadillas de Uriel (Colección Tid, Ediciones Idea).

Se llama Arima Rodríguez Vega y su novela –una grata sorpresa– no tiene nada que ver con lo que estoy acostumbrando a leer en estas islas. 

El libro, que es una historia estructurada en dos novelas: Los crímenes de Ashton y Las pesadillas de Uriel, es una pequeña rareza en la que su autora propone un relato trágico pero también sereno sobre un asesino que mata por compasión.

Una especie de Jack el Destripador con conciencia al que le molesta que se le conozca como el Monstruo de Asthon.

“¿Pensaban que era compasivo acaso ignorar premeditadamente lo que se vivía a unos pocos kílómetros de sus casas? Comenzaba a darse cuenta de que no solo los suburbios estaban podridos, todo a mi alrededor adquiría ahora una distorsionada silueta que ponía en entredicho la verdad que siempre me habían contado en mi casa, en la escuela o en la iglesia. El propio término verdad comenzó a antojárseme irreconocible y otra definición nueva empujaba a la antigua y prejuiciosa. Un desconocido significado creado por mi.”

Narrada con lentitud, la inquietante historia que plantea Los crímenes de Ashton transcurre en un territorio que no tiene nada que ver con Canarias aunque el ambiente cerrado y agobiante del pequeño universo que pergeña Rodríguez Vega, sí que resulte reconocible para cualquier habitante de estas islas abandonadas de la mano de los dioses.

Se trata así, a mi juicio, de un relato que brilla precisamente por su insólita diferencia. Por narrar, con todas sus letras, una confesión en la que su protagonista más que justificar, intenta explicar científicamente su instinto más que depredador, quirúrgico.  

Arima Roldríguez recurre así a un estilo aparentemente sencillo, y que no es otro que el de dar voz a su personaje con un academicismo que me sabe a novedoso. Quizá porque lo más reciente que he leído escrito por estas tierras se está camuflando bajo el disfraz de un experimentalismo que solo esconde vergüenzas. 

La lectura de Los crímenes de Asthon, no así su inconexa continuación Las pesadillas de Uriel, me recuerda a Stevenson… Pero al Stevenson que reflexionó sobre las dobleces del alma humana en esa pequeña y gigantesca obra maestra que es El caso del doctor Jeckyll y Mr. Hyde.

No termino, de todas formas, por ubicar cuales son las intenciones de su autora, ya que  la primera novela que incluye el volumen es el relato de una confesión en la que se justifica las acciones de su protagonista sin resutarle por ello inquietante al lector. Lector que puede estar en contra de lo que hace pero que presta atención a sus palabras porque están escritas bajo la sombra de un sogiego que desarma.  

En este sentido, Arima Rodríguez Vega escribe un relato donde la palabra ficción, con todos los errores que encierra su ópera prima, se confabula para concebir un audaz y literario retrato humano que por contradictorio y en ocasiones políticamente incorrecto se me antoja como una especie de oasis en el actual panorama de las letras que se escriben desde Canarias. 

Un libro/confesión en el que su protagonista cuenta todo el proceso que lo llevó a librarse del incómodo traje que la sociedad en la que se desenvuelve le preparó desde que nació.

Me enfrento pues a una novela que me provoca porque intuyo que su pretensión –ese estilo algo barroco, ese empeño en explorar con frases largas y algo ampulosas el estado cerebral del ¿monstruo?– no era la de provocar sino la de describir una voluntad que, equivocada o no, quiere ser individual. 

Se le puede criticar a Los crímenes de Ashton y Las pesadillas de Uriel su ritmo. La lentitud en la que se va encadenando el relato, la escritura monocorde que monopoliza sus páginas, pero si el lector queda intrigado por esa lentitud, por esa escritura monocorde y sin apenas sobresaltos, observará como poco a poco puede llegar a entender las razones que empujan a su protagonista al crimen como acto quirúrgico. 

Los crímenes de Ashton, más que Las pesadillas de Uriel –segundo libro, y a mi juicio prescindible ¿continuación? inserta en el mismo volumen– se transforma así en una extraña y en ocasiones contradictoria confesión en la que se narra una serie de espantosos crímenes a través de los cuales su protagonista pretende suturar la mediocridad y la hipocresía que la sociedad en la que se desenvuelve quiere condenarlo a vivir.

Arima Rodríguez no es Oscar Wilde, obviamente, pero la visión que propone en Los crímenes de Ashton me hace pensar continuamente en el genio irlandés que cantó a la vida por encima de la fealdad y terrible falsedad con la que la mayoría quiere travestirla.

Me sabe por eso a un libro único. Único si quieren por excéntrico y estar al margen de lo que se escribe hoy por hoy en estas latitudes desnortadas.

Por ser un relato que ha encontrado en la ficción el antídoto para ser inmune a la impostura local. A ese pernicioso virus que está contaminando a muchas de las novelas y relatos que se están publicando en los últimos tiempos en esta tierra. 

Los crímenes de Ashton, no Las pesadillas de Uriel, es así ficción. O un relato que no tiene más pretensión que la de contar. Narrar la historia de un hombre cuya lucidez tomó la forma de un monstruo moral. 

Saludos, mi patria es Atenas, desde este lado del ordenador.

Las autoridades sanitarias advierten…

Sábado, Junio 16th, 2012

 

Me encuentro esta mañana que pudo ser la de ayer con uno de esos conocidos con los que apenas cruzo palabras salvo para desearle buenos días o inclinar levemente la cabeza en señal de reconocimiento.

Estoy en una cafetería. Y el conocido se sienta en la butaca que tengo a mi lado y tras observar lo que estoy tomando, pedir lo mismo al camarero que se acerca para atenderlo.

- Un cortadito natural y una caña de agua con gas.

Cuando el camarero se retira, el conocido me dice : “buenos días.”

- Buenos días.- le respondo.

- ¿Interesante lo que está leyendo?- me interrumpe.

- La verdad es que no.- contesto dejando a un lado el periódico local.

- ¿Cómo le va la vida?- digo.

- Fatal.- escupe tomando un buche del cortadito que el camarero acaba de dejar sobre la barra.

Me quedo un rato mirando un calendario clavado en la pared. No distingo bien el dibujo.

- ¿Podría invitarme al cortadito?- me dice el caballero.

Cuando el no puedo parece salir corriendo de mi garganta respondo, sin embargo, algo así como un “faltaría más.”

Mi cabeza procesa de qué conozco a este individuo. Mi cabeza me plantea –entre otras muchas cosas– cómo se llama ese individuo y qué coño hace en la vida además de su notable capacidad para beberse un cortadito a costa de mi maltrecha economía.

Solo sé que se trata de uno de esos tantos tipos a los que conozco de vista en la ciudad en la que vivo, y que por conocerlo de vista, es de esos a los que saludo cuando me lo cruzo por la calle…

- Estoy pensando en suicidarme.- comenta el tipo como quien dice que se va de vacaciones a La Gomera. – El problema es que no encuentro un método que me convenza.

No me apetece hablar de suicidio a horas tan tempranas de la mañana. Es algo que me descoloca. Sobre todo porque es una idea que últimamente se plantean demasiados conocidos. Esto del suicidio, además, me quema por dentro. Son ya demasiado los amigos que me dejaron cometiendo su propio asesinato.

- Me cuesta pensar cuánta gente podría acudir a mi entierro.- reflexiona el conocido.- Aunque estando muerto poco importa ¿verdad?

Me encojo de hombros, llamando al camarero que hace que no me escucha porque está hablando con una atractiva señorita.

- ¿Cortarme las venas?, ¿asfixiarme con gas?, ¿tirarme de un puente?- enumera el conocido.

- ¿Por qué no se compra un perro?

- Tuve uno. Pero se lo llevó mi mujer.- me contesta.- El perro y los niños.

Aprovecho para gritar ¿cuánto le debo? al camarero que acaba de dejar de hablar con la atractiva señorita.

- No se llevó mi trabajo porque no pudo. Aunque me aguantó otros cuatro años mientras me buscaba la vida con apañitos. Tengo buenas manos para los apañitos, ¿sabe? Buenas manos, sí señor.

- ¿Cuánto le debo?- le repito al camarero no sé si delatando el miedo nervioso que me sale con forma de voz.

Cuento las monedas y hago un gesto para indicarle al camarero que invito al señor que tengo a mi lado.

- Bueno.- digo aliviado mientras me levanto de la butaca, que gira un ratito.- Que tenga usted un buen día.

El conocido ni me contesta. Tiene la vista fija en un cartelito pequeño colocado justo al lado del calendario que antes me quedé mirando embobado.

- Las autoridades sanitarias advierten que fumar perjudica gravemente la salud….- lee en voz alta.

- Yo nunca he fumado.- me dice mientras juyo en dirección a la salida.- Pero hoy puede ser un buen día.- concluye.

El sol de la mañana no tarda en humedecer mi cuerpo. Me quedo un rato pensando a dónde ir.

En la acera de enfrente veo a otro conocido que me saluda con la mano. Respondo al saludo de forma automática, preguntándome si verá en mis ojos la misma mirada de loco que creo encontrar en los suyos.

Comienzo a caminar sin rumbo fijo mientras mi cabeza comienza a ser asaltada por ideas monstruosas.

De repente tengo frío.

Un tipo desgreñado me pide un euro pa’ comer.

Más arriba, a la altura del puente Zurita, una vieja que parece rumana me tiende la mano mientras dice en un mal español que Dios lo bendiga

… En la parada del tranvía, los chaquetas rojas exigen billetes a los que descienden.  Un jovencito sale corriendo mientras un chaqueta roja le grita: “párate cabrón…”

Me tropiezo con otro conocido.

- ¿Ha visto eso? – me pregunta.

Y riendo para no llorar le contesto:

- Buenos días.

Saludos, trago saliva, desde este lado del ordenador.

¡Extra! ¡Extra! ¡Extra!

Jueves, Junio 14th, 2012

* El músico tinerfeño Fernando Ortí opta en la categoría de Mejor Música para Televisión por la partitura de la serie Cuéntame cómo pasó a los Premios Iris de la Academia de Televisión, cuya ceremonia de entrega tendrá lugar el 4 de julio en el Auditorio del Parque de Atracciones de Madrid. Junto a Ortí han resultados también seleccionados Daniel Sánchez de la Hera por Águila Roja y Javier López de Guereña por El precio de la Libertad.

* La sexta edición de Fimucité colabora con el Berklee College of Music y la Asociación de Músicos Profesionales de Canarias (Promomusic) en una iniciativa a través de la cual profesionales, estudiantes y público podrán asistir durante la semana del Festival a un workshop en el que expertos de ambos lados del Atlántico explicarán los aspectos del proceso que rodea la producción de una banda sonora. Estos encuentros se desarrollarán en TEA Tenerife Espacio de las Artes, los días 12 y 13 de julio, con el título El camino a la composición cinematográfica.

* El escritor Ignacio del Valle, autor entre otras obras de El tiempo de los emperadores extraños, llevada al cine recientemente con el título de Silencio en la nieve y dirigida por Gerardo Herrero, presentará este viernes, 15 de mayo a las 19.30 horas, en el salón de actos de la MAC, en la calle Robayna de la capital tinerfeña, su última novela, Busca mi rostro, un frenético thriller.

* Ocho de los dieciséis luchadores enmascarados previstos medirán este viernes, 15 de junio, en el Café Atlántico –sito en la plaza de la Candelaria de Santa Cruz de Tenerife– sus talentos literarios en la primera eliminatoria del primer campeonato Luchalibro que se organiza en Canarias. El espectáculo de ver en directo como crea un narrador enfundado en una máscara como la del legendario Santo o Blue Demon comenzará a partir de las 22 horas y en esta velada participarán los valientes pero también gamberros: Muñeca de Letras, Pepe Potencia, El Cucaracho, Gorditamaldita, Igghnny Dylawie, Jane Arce, El Pollito de Macondo y Max Estrella. Amenizará el dj. El Fenómeno de Taganana. En la segunda eliminatoria, el sábado 16 de junio, combatirán El Esguince del Lince, Destructor Sintáctico, Negroponte, Musidora, La Venadita, La Mano Negra, Castell Young y Arolia apoyados musicalmente por el dj Sonidero Lastone. En ambas fases solo podrán ser seleccionados cuatro luchadores. El viernes 22, los ocho se enfrentarán para dar a conocer a los cuatro semifinalistas. Semifinalistas cuyo ganador se conocerá el sábado 23 de junio.  

* El novel escritor tinerfeño José Miguel Izquierdo (Güímar, 1954) presenta este viernes, 15 de junio, en Santa Cruz de Tenerife el libro Y la Iglesia se topó conmigo, la autobiografía de un cura insumiso y rebelde que en su día plantó cara a la jerarquía católica y que hoy es un hombre laico y padre de tres hijos. La obra, apasionante y divertida, es un canto a la libertad de credo y de pensamiento y una crítica a los métodos y costumbres de la Iglesia. La presentación tendrá lugar en el Hotel Escuela de Santa Cruz (avenida de San Sebastián) a las 19.30 horas y correrá a cargo de mi amigo, mi hermano Ramón Alemán, periodista y corrector de textos, y del propio autor.

Saludos, de fondo canta Dean Martin, desde este lado del ordenador.

Juego de tronos… ¿continuará…?

Miércoles, Junio 13th, 2012

El pasado fin de semana contemplé en mi gigantesco televisor y en la mansión donde suelo escapar para huir de la siniestra realidad que me rodea, los cuatro capítulos iniciales de la primera temporada de Juego de tronos, una serie que está basada en las novelas del escritor norteamericano George R. R. Martin y que no he leído –ni creo que lea– porque pese a que me gusta este tipo de historias, confieso que mi estómago quedó más que satisfecho tras zamparme siendo un tierno adolescente El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien.

De todas formas, quien les escribe siempre mostró más entusiasmo por el ciclo artúrico y las aventuras y desventuras de sus caballeros de la mesa redonda que por el universo de Tolkien y de toda esa descendencia bastarda que brotó a su sombra. En especial tras el éxito de tres películas inspiradas en sus novelas y que fueron llevadas al cine por Peter Jackson, quien por cierto se encuentra ahora trabajando en El Hobbit.

Sí que puedo afirmar que antes de que la popularidad alcanzara al señor Martin, conocí su nombre a raíz de una extraordinaria novela de vampiros llamada El sueño del Fevre, un relato del que conservo gratos recuerdos aunque no me haya molestado en releerla porque hay libros a los que se tiene que dejar tranquilos.

Del mismo autor, disfruté también de una antología de cuentos de terror y de Una canción para Lya, título del que apenas recuerdo nada.

Pero me voy por las ramas.

Como siempre.

Les contaba que este fin de semana vi la primera temporada de la serie inspirada en  Juego de tronos y mis reacciones aún son encontradas.

Son encontradas porque si bien está bien a mi no me termina por convencer. Será porque para perder el tiempo con intrigas de palacio prefiero volver a ver Yo, Claudio, la teatral adaptación que la BBC realizó sobre la novela de Robert Graves.

Me inquieta, además, el continuará… que obliga a ver los otros capítulos de la temporada con la esperanza de que se resuelvan las tramas que se dejan sueltas pero, cosa de la edad…, digamos que ya no estoy preparado para estas cosas.

Como muchos españoles, pequé de ingenuo con Twin Peaks. Y muchísimo tiempo antes de la revolución que han supuesto las series de televisión, con aquella entrañable marcianada que respondía al nombre de Falcon Crest.

Tuve un amigo que estaba realmente enganchado a Falcon Crest. De hecho, quería ver en aquella serie una especie de espejo de su vida.

Cretinadas como éstas son habituales cuando uno piensa que es el centro del mundo.

Mi problema con las series de televisión es que no soporto verlas episodio a episodio sino de una tacada. No me gusta el continuará… Nunca me ha gustado el continuará.

Una de las mayores frustraciones de mi vida como telespectador ha sido, en este sentido, tener la oportunidad de ver las dos primeras temporadas de Deadwood mientras espero a que alguien me pase clandestinamente la tercera y última entrega (fue cancelada) de la serie.

A dos metros bajo tierra, Roma y Carnivale las digerí completa porque me pasaron las series completas. Por eso, prefiero más las miniseries.

En este sentido, les recomiendo John Adams, una apasionante y rigurosa biografía del segundo presidente de los Estados Unidos, así como Mildred Pierce, que adapta la novela del mismo título de James M. Cain, y que ya fue llevada al cine con Joan Crawford en el papel de la sufrida madre protagonista.

En cuantas a bélicas, sigo considerando palabras mayores Hermanos de sangre y The Pacific, ambas producidas por Steven Spielberg y Tom Hanks.

Hay más. Lo sé, pero es que las puñeteras series de televisión no eran el objeto de este post.

No, el objeto es que George R. R. Martin será una de las estrellas del festival Celcius 232 que se celebra en Avilés. Encuentro en el que también estará presente el escritor tinerfeño Víctor Conde.

No conozco el Festival de Avilés, que parece que está consagrado a la novela de fantasía y ciencia ficción, pero sí que reconozco a algunos de los escritores invitados como los ya citados Martin y Conde, así como Ian Watson y Lisa Tuttle.

Celcius 232 se celebra del 18 al 22 de julio y para esta gente una palabra como crisis parece que no existe en su diccionario.

Lo que me hace pensar que sus organizadores son marcianos.

Los mismos marcianos que la semana pasada recibieron por todo lo alto –doy fe de ello, en uno de mis sueños brillaban de verde esmeralda los canales del planeta rojo–  a Ray Bradbury

El bueno de Bradbury.

Afortunadamente me quedan sus libros.

Esos mismos libros que no van a terminar en las hogueras de San Juan.

Saludos, odio el  ¿continuará…?, desde este lado del ordenador.

Wodehouse, mormones, ‘ñoras’ y el puto abismo

Martes, Junio 12th, 2012

Me tropiezo con dos mormones, gringos ellos aunque hablan un español de Valladolid que te espantas, que me prometen la salvación eterna. Les digo que una vez intenté leer el Libro de Mormón y que su padre fundador, Joseph Smith Jr., no deja de resultarme un extravagante producto del salvaje oeste americano.

Lo suelto sin ánimo provocador, más bien fascinado cuando descubrí su verdadera historia en un libro que compré de saldo titulado La epopeya del oeste. Lo firma Edward Goodman, pseudónimo tras el que se escondía el anarquista y escritor de novelas baratas Eduardo de Guzmán.

El capítulo que dedica a los mormones resulta demoledor, pero esto no se lo digo a los gringos de ojos que de tan azules casi parecen transparentes.

Me separo de los misioneros trajeados pese al calor africano que cae sobre la ciudad con un hasta luego conciliador. Ellos sonríen beatíficamente, e incluso quiero ver en esa mirada de azul casi transparente una ligera decepción por no haberme captado.

- Los que no han visto la luz continuarán mirando al abismo.- me dice el más bajo.- Pero aún hay tiempo para la salvación.

- Nos vemos un puto día de estos en la Ciudad del Lago Salado.- susurro mientras veo como se alejan y a la altura de la fuente de la Plaza de la Paz (¿se llamará así todavía?) se detienen ante una señora que los esquiva con la agilidad de un jugador de baloncesto.  

Ahora hablo por el móvil, y la voz que suena al otro lado del móvil me anuncia que un amigo se ha convertido al Islam y que otro se ha convertido a los Testigos de Jehová. Por lo que me pregunto, mientras llego a casa, si todas estas conversiones es signo de los tiempos.

Estos tiempos en los que “no han visto la luz continúan mirando al abismo.”

Tirado en la cama leo Niños feroces de Lorenzo Silva, que me parece una novela de quiero pero no puedo que por momentos llega a exasperarme. Dejo el libro y cojo en su lugar El inimitable Jeeves, de P. G. Wodehouse porque es un autor, y El inimitable Jeeves en concreto, una obra que me hace sonreír y por lo tanto olvidarme del puñetero abismo.

Jeeves lo consigue.

Hasta que suena el timbre.

Como le he dado el día libre a Jeeves me levanto y voy a abrir la puerta.

Me encuentro con dos ñoras algo entradas en carnes que me pregunta si pueden pasar. Mientras proceso si debo o no hacerlo, la pareja cruza el umbral y se introducen en el salón.

- No soy socio del Círculo de Lectores.- me atrevo a balbucear.

Las ñoras se ríen. Pero la risa resulto falsota.

- No, no venimos del Círculo de Lectores, hijo.- me suelta la más gruesa, que se sienta en mi sofá de terciopelo rojo. La otra hace lo mismo en mi sillón de orejas. La más gruesa saca unos folletos de una carpeta verde que deja sobre la mesa donde se amontonan esos libros grandes y encuadernados que nunca lees y que dejas en la mesita para que las visitas vean lo sensible que eres. También lo estúpido por gastarte el dinero en esas cosas inútiles.

- Bahaus.- Lee la ñora más gruesa leyendo el título de uno de ellos.- ¿Bahaus?

- ¿Bahaus?.- le contesta con una pregunta su compañera.

Me encojo de hombros.

- Bueno, hijo… -comienza la ñora más gruesa con uno de los folletos en la mano.- ¿es usté feliz?

- ¿Feliz?.- escupo.

Me miran las dos con inquietante ternura.

- Bueno… Yo…. Tal y como están las cosas… Claro que… Ya saben ustedes a lo que me refiero…

 - Hijo, se ve que  usté no es feliz. El camino a la felicidad lo encontrará leyendo este folleto. Ande, ande, coja el folleto.

Obediente cojo el folleto que me tiende con la mano. Una mano de las que me llama la atención las uñas pintadas de rosa.

Le echo un vistazo al folleto. Un dibujo me muestra a un tipo de rostro bondadoso, barbita tipo candado bien recortada y halo alrededor de la cabeza. Está rodeado de niños. Encima de la ilustración y con letras grandes se puede leer: ¡Dejad que se acerquen a mí!

- ¿Y esté quién es?

Las dos ñoras se miran escandalizadas.

- Pues Jesús. Jesucristo, el hijo de Dios.

- Ustedes han venido a convencerme a que no me tire al abismo….

- ¿Abismo?… Dios –no nosotras– nos dice: No te tires de cabeza al infierno…

- ¿Qué es el abismo, verdad?

- Aún puedes salvarte… Ver la luz….- dicen las ñoras a la vez.

Me empiezo a abanicar con el folleto.

- Soy mormón.

- ¿Maricón? Eso se cura, hijo.

- No, no… que soy masón.

- ¿Un cabrón?

- Eso se cura también.- dice la ñora sentada en el sillón de orejas.

- Señoras, hagan el favor.- susurro poniéndome en pie e invitándolas a que abandonen la casa.

Cuando cierro la puerta, la más gruesa me deja un puñado de folletos en la mano.

- En Dios está la salvación.- dice.

- Y cuídese del Bahaus, cabrón, maricón.- grita la otra.

Regreso al salón, donde aún flota en el aire el perfume de las dos ñoras.

Me siento en el sillón de orejas desde donde miro al techo. Rompo, sin reparar en ello,  los folletos que tengo entre las manos.

Y pienso, sin que me importe demasiado esa es la verdad, si seré ateo gracias a eso que llama Dios.

LEED LA PALABRA DE WODEHOUSE

“Rocky era poeta. Por lo menos, cuando hacía algo, escribía poesías; pero la mayor parte del tiempo, por lo que sé, se lo pasaba en una especie de nirvana. Una vez me contó que podía pasarse horas enteras sentado en un seto siguiendo los movimientos de un gusano.

Su programa de vida estaba muy bien diseñado. Tres días al mes los ocupaba escribiendo alguna poesía; los restantes días del año, descansaba. Yo no sabía que la poesía diera tanto dinero como para mantener a una persona, aun del modo en que vivía Rocky. Pero parece que si se hacen poesías a base de consejos para la juventud, y se prescinde de las rimas, los editores norteamericanos se pelean por ellas. Rocky me enseñó una vez un poema suyo. Empezaba así:

 ¡Vive!

El pasado está muerto,

el futuro ha de nacer.

¡Vive hoy!

¡Hoy!

¡Vive hasta el último nervio,

hasta la última fibra,

hasta la última gota de tu sangre !

¡Vive !

¡Vive!

Seguían otras tres estrofas, y el conjunto estaba publicado en la contratapa de una revista, con una especie de orla alrededor, y un dibujo de un vistoso personaje desnudo, con músculos prominentes, que contemplaba el sol. Rocky me dijo que le dieron cien dólares por ese poema, y se estuvo en la cama hasta las cuatro de la tarde por espacio de casi un mes.”

Saludos, tarareando You are de top, desde este lado del ordenador.

Una aventura: “búscate la vida”

Lunes, Junio 11th, 2012

De pequeño se empeñaron en que me hiciera funcionario pero a mi me gustaban demasiado las historietas de Tintín, Superman y Spiderman para que, ya que no podía ser como ellos, al menos aspirara a trabajar en los empleos que sus álteres egos desarrollaban como gente corriente.

Clark Kent y Tintin eran periodistas. Peter Parker un fotógrafo free lance al que explotaba como un nazi el director de Daily Bugle, J. J. Jamenson

A mi todo aquello me fascinaba.

Los gritos de Jamenson, la redacción del Daily Planet donde Kent suspiraba por Lois Lane pero sobre todas las cosas Tintín, ya que viajaba por el mundo acompañado de un perrito, Milú, que hacía de voz de su conciencia y un borracho mal hablado llamado Haddock, sin que tuviera que perder el tiempo escribiendo ni enviando –que yo recuerde– una crónica a quien tenía que pagarle sus servicios como informador. 

Cuando estudié la carrera y me puse a trabajar en un periódico me di cuenta que lo que hacía Tintín, Parker y Kent era mentira.

Pero esa mentira, por dulce y adolescente, aún me la creo.

Y la creo porque la primera y única regla que me enseñaron en este negocio cuando entré a trabajar de verdad en una redacción fue la de búscate la vida.

Una aventura.

Nadie me indicó entonces cómo había que enfocar una noticia. Cómo titular, cómo comprimir lo más atractivo de una información en una entradilla.

Tampoco cómo ganarte a una fuente…

El  búscate la vida se convirtió así en una especie de mantra.

En el camino, afortunadamente, me encontré con compañeros que hoy más que amigos son hermanos de sangre.

Gente que contribuyó a que efectivamente me buscase la vida.

Otros, por el contrario –pero eso pasa en las mejores familias y también en el mejor oficio del mundo– a que aprendiese a esquivar a quien se dedica a poner zancadillas sin darse cuenta que ellos mismos caen en la trampa de lo que no es sino una pista de carreras.

Un excelente redactor jefe para quien no trabajé y que ya no está entre nosotros me dijo en una ocasión que el periodismo era como una carrera de galgos.

- ¿Cómo que una carrera de galgos? – le pregunté impertinente.

- Sí, una carrera de galgos… Todos vamos detrás de la misma liebre solo que nunca llegamos a verla. El periódico salió ayer, también hoy, pero nos espera la edición de mañana y de pasado…

Nunca hay fin.

Bueno, sí que hay fin.

Hay fin cuando el periodista se muere o se retira.

Cuando abruptamente decide apagar el interruptor y desaparece…

Claro que el periódico, o lo que aún entendemos como periódico, saldrá al día siguiente.

Yo me hice periodista porque creí en John Reed.

John Reed es un clásico del oficio.

Una especie de Tintín pero de verdad.

Tiene libros magníficos sobre la revolución mexicana y rusa. También un excelente reportaje sobre la I Guerra Mundial en el frente oriental…

Reed mostró además que un periodista puede escribir y firmar con nombres y apellidos por mucho que el oficio marque unas reglas para uniformizar estilo y hacer desaparecer firmas…

Ya casi nadie se acuerda de ese estadounidense comunista.

Yo casi todos los días me acuerdo de él.

Los que se sacaron de la manga el nuevo periodismo creo que también. Aunque muchos no sepan quien fue John Reed.

Para evitarme problemas, siempre respondo que Warren Beatty lo interpretó en Rojos.

La mayoría reconoce a Beatty pero continúa sin saber quién fue John Reed.

¿Por qué cuento todo esto?

Digamos que tengo mis razones, ahora que me rasco la cabeza.

La misma cabeza que desarmó una señora, viuda de un periodista de la provincia en la que vivo, cuando me soltó nada más enterarse que me dedicaba al mismo oficio que su marido fallecido: “¡pobrecito!”

¿Pobrecito?

Gracias a este oficio vivo en una mansión con dos piscinas. Tengo un Rolls Royce con chófer y entro gratis en cualquier sitio…

Eso cuando sueño.

Cuando despierto me doy cuenta de la pesadilla.

Y de mi empeño en guarecerme en una trinchera donde soy feliz con cosas tan absurdas como ver películas, escuchar música, leer libros, visitar exposiciones, asistir a conciertos y perder el tiempo hablando de películas, cineastas y escritores…

Así que maldita la hora en la que no oposité para ser funcionario…

¿Lo piensas de verdad?

No.

Afortunadamente.

Saludos, hermano Sol y hermano Luna, desde este lado del ordenador.