Archive for Agosto, 2012

Haces que quiera ser mejor persona

Miércoles, Agosto 22nd, 2012

No sé cuanto tiempo ha pasado desde que te vi la última vez. No importa, porque cuando te recupero de tarde en tarde me haces igual de feliz. Carajo, es como si la edad te hiciera más interesante y hermosa.

Y parece imposible, tan imposible que si busco alguna explicación la asocio a una desconcertante conjunción de planetas, a un conjuro con el príncipe de las Tinieblas aunque sepa, tremendo idiota, que las cosas bellas por honestas relucen eternamente porque tienen lo que los cursis llaman alma.

Escribo este post como una carta de amor, recurriendo a todos los floridos adjetivos que se me ocurran porque este tarde volví a verte y estabas como siempre…

Lo escribe alguien que te conoce en toda tu extensión… Y que continúa mesmerizado por tus encantos.

Y entiende que eso es así porque en ti se concentra todo lo mejor que puede haber en una persona. También en una película colosal y compleja pero que dirigida con la sencillez de un maestro, te arrebata y te hace soñar que todo es posible porque existe honor y esperanza. Palabras, soy consciente, de muy poco uso en estos días fúnebres que se han empeñado que vivamos.

Tienes un nombre, digámoslo de una vez: Horizontes de Grandeza (The Big Country, William Wyler, 1958), una película que para mi no es una película sino algo más. 

Sé que eres un largo, pero largo largometraje. Pero es que todavía me noqueas y desarmas. Y sé que eres un largo, pero largo largometraje en el que siempre puedo confiar cuando las tormentas de la depresión visitan mi centro de operaciones.

Esta tarde, aplatanado por el calor, vuelvo a entregarme a ti y nada más escuchar los primeros compases de la vibrante banda sonora de Jerome Moross las telarañas de mi cabeza comenzaron a rasgarse porque tú penetraste como un delicado punzón en mi cabeza y puso orden donde hasta ahora solo había tanto desorden.

Y comprendo, mientras escribo estas líneas, que probablemente seas no ya uno de los mejores western de la historia del cine, sino que saltas la frontera del género para convertirte –es mi juicio como rendido enamorado– en una de las mejores películas de la historia del cine.

¿La razón de que continúes ayudándome a seguir adelante?

Que no cuentas una historia sino muchas historias.

Que exploras con una poética que se me antoja demoledoramente delicada la familia, el amor, la enemistad, el poder. La razón de ser y que personificas en la lucha que sostienen esos dos titanes envejecidos que contribuyeron a forjar ese gran territorio y que en el fondo, caramba, sabes que se respetan porque se detestan.

Las dos caras de una misma moneda.

Pasen, pasen y vean antes de que la Señora de la Guadaña llame a su puerta una película por la que siento tanto amor. Déjense contaminar por ella.

No te falta ni sobra nada.

Muestras en planos generales cómo los protagonistas se confunden con el agreste paisaje para mostrar, con una insólita belleza, el espectáculo de la vida.

Logras que comprenda, y admire, a esos dos caciques taciturnos y taimados (Burl Ives y Charles Brickford) con su confuso sentido del honor.

Que me desmorone ante ese marinero del Este (Gregory Peck) que sabe que un caballero nunca hace gala de su fuerza.

Que me llene de congoja esa prometida caprichosa y con un sospechoso complejo de Electra. (Carroll Baker)

Y que me rinda ante la maestra frágil, solo en apariencia, porque es sólida como un roble (Jean Simmons).

También a que lamente la existencia de ese capataz que sería capaz de entregar su vida al hombre, aunque sea vil e hipócrita, que lo recogió siendo un niño y lo cuidó como un padre (Charlton Heston).

O que sienta pena por ese canalla vulnerable (Chuck Connors) que ha sido doblegado por su progenitor.

Conmovedor su “pa…” Siempre en versión original.

Pero sobre todas las cosas, la manera en que me enseñaste lo que significa la tierra. El territorio. El enorme paisaje en el que todos ellos se mueven como hormigas.

Te amo porque más que en los diálogos, hablas a través de tus delicados silencios.

Me has vuelto a emocionar con escenas como la del combate que enfrenta a Gregory Peck y Charlton Heston. O el cruce de miradas entre Peck y Jean Simmons. O el duelo “con armas de caballeros” que mantienen Peck y un excelente Chuck Connors. O la escena del beso entre Heston y Baker, tórrida y letal. Tan letal porque lo que es Amor se mezcla con Odio. Desprecio.

Pero por encima de todos estos destellos y de sus excelentes protagonistas, reconozco la mirada de un cineasta veterano que cuenta una historia diseminándola por un paisaje que ahoga por su enormidad y en el que “es muy fácil perderse.”

Entiende por ello que no pretenda con este post hacer una crítica sino mi intención de ser como una especie de baliza (paliza) de ti.

De compartirte con otros para que, quien te descubrió siendo un niño, más tarde un adolescente y un joven despistado, le sirva, como me has servido a mi para que un hoy escéptico quiere recuperar de pronto la cordura del optimista.

Esa, y no otra, es la grandeza de lo que llaman cine.

Y no porque cuentes una gran historia, porque en este caso la gran historia son tus personajes, sino porque detrás de ti hubo un paciente orfebre que conocía –y no de oídas– la épica grandeza de los personajes.

Te amo.

Siempre que te veo, logras que salve la vida.

Tanto, que hace apenas unas horas y mientras hablaba por teléfono con un amigo que quiere verlo todo negro, me preguntaba: ¿Y tú, cómo es que estás tan optimista?

La mano del destino quiso que cuando iba a responderle se cortara la llamada.

Espero ahora, si lee estas líneas, que comprenda que fue porque vi precisamente esta tarde: Horizontes de grandeza.

Saludos, qué grande fue el cine, desde este lado del ordenador.

‘Amor fou’

Martes, Agosto 21st, 2012

I.- MI PRIMERA TELE EN COLOR

La entrada de la primera televisión a mi casa fue algo así como el esperadísimo recibimiento –tras un largo y traumático parto- de un recién nacido al hogar de una deliciosa y excéntrica familia española en los años ochenta.

Por aquel entonces, averiguabas que programa o película se emitiría en color o en el tradicional blanco y negro si en la programación de la televisión que publicaban los periódicos locales aparecía un pequeño pero delator asterisco junto al título que iban a emitir.

Luego pasaba el tiempo, jugabas a lo que tenías que jugar y con exquisita puntualidad británica te sentabas frente al aparato y exclamabas ohhh cuando veías los colores que derramaba aquella pantalla hasta entonces vedada a la acuarela..

II.- Y LLEGÓ EL VHS

También recuerdo, en este post con pretendido sabor nostálgico, cuando aterrizó en casa el primer reproductor de cintas de vídeo. El debate que se suscitó entonces giró en torno al sistema por el que apostar: Estaba el  2000, el Betamax y el VHS.

La batalla la ganó en mi casa el VHS.

No saben ustedes la cantidad de cintas que grabé en este formato y que aún conservo repletas de polvo y telarañas en un cajón en el cuarto de los trastos. Podías además alquilar películas recientes en los vídeos clubes que por aquellos años se reproducían como setas en todas las ciudades de este país.

Bastaba con hacerte socio, pasear por sus entrañas mientras recorrías con la mirada las estanterías donde se almacenaban y, si tenías suerte, darte incluso un paseíllo por las porno que, habitualmente, permanecían marginadas en un cuarto adyacente y al que solo podían acceder mayores de aspecto sospechoso.

En mi imaginario, consideraba aquel cuarto como el espacio prohibido. Claro que, siendo hijo de Eva, pronto probé de la manzana del árbol de las ciencias con incursiones guerrilleras para adentrarme con entusiasmo adolescente en un género del que pronto me di cuenta funcionaba como el cine convencional: tenía su propio sistema de rutilantes estrellas.

III.- WONDERLAND

Rendí devoción a las películas protagonizadas por Ginger Lynn.

Nunca fui un fan fatal, como sí lo fueron otros compañeros de generación, por Traci Lords.

Es verdad que la magia de aquellas excursiones depredadoras en el cuarto prohibido se rompió cuando Canal + comenzó a emitir en codificado películas de este género, pero muchas de las cuales carecían de la inocente gracia de las que descubrí en aquel bosque que estaba más allá del bien y del mal. Esa fue una de las razones, y no otra, por las que aún reconozco ese canto libertario al género que sublima Paul Thomas Anderson en la aún reivindicable Boggie Nights, donde la espectacular Nina Hartley hace un pequeño pero trascendental papel. El filme se inspira en parte en la trágica vida del actor John Holmes, a quien Val Kilmer interpretó antes de que se nos echara a perder en la notable Wonderland.

IV.- VÍDEO CLUB

Con esto quiero explicar que guarde tantos gratísimos recuerdos de los vídeos clubes, muchos de los cuales comenzaron a salir del baúl de mis recuerdos al leer un artículo en El País donde se hace eco de su radical desaparición. Aunque algunos, antes de morir, estén apostando por otros modelos. Buscando, como dicen ahora los cursis, “otros nichos de mercado.”

En la actualidad soy socio de tres vídeos clubes en la ciudad que habito porque no sé, ni me he preocupado en aprender, a bajar películas. Confieso, de todas formas, que me gusta ir de vez en cuando a cualquiera de los tres videos clubes para ver qué oferta es la que me ofrecen.

Y si bien casi siempre los títulos coinciden, en uno encuentro otro cine, en un estante donde se puede leer Cine de autor que no deja de ponerme los pelos de punta como me ponía antaño otra cosa de punta la sección Porno; en otro, taquillazos de antes de ayer y hoy, y en el tercero, un apartado excelentemente nutrido de miniseries cuya existencia desconocía hasta que conozco cuando me doy una vuelta por su aparato digestivo.

V.- ALIMENTÁNDOME

Gracias a este último pude ver, recientemente, la más que correcta serie de televisión alemana basada en la vida de la familia Mann, Los Mann: La novela de un siglo  (Heinrich Breloer, 2001) así como Nuremberg (Yves Simoneau, 2000) y Cuando los leones rugieron (Joseph Sargent, 1994), entre otras de cuyo nombre ahora mismito no quiero acordarme.

VI.- CUESTIÓN DE LEALTAD

Y todo ello porque aún soy leal a esos años, los ochenta y principio de los noventa, en los que ir al vídeo club se convertía en una especia de fiesta. Una fiesta con parecido similar a la que organizábamos en mi adolescencia para ver –solo para ver– los carteles de las películas en los numerosos cines que había diseminado en esta capital de provincias que es Santa Cruz de Tenerife.

Es decir, unos días en los que podías pasarte la mañana entera contemplando los carteles que decoraban la fachada del Price, Baudet, Cinema Victoria, Víctor, Greco, Rex, Royal Victoria y otros que plagaban el callejero de una ciudad que hoy ha perdido todos aquellos islotes de evasión para una chiquillada cuya mejor fórmula de entretenimiento fue perder el tiempo en un cine.

VII.- OTROS TIEMPOS

En un cine, también es verdad, cuando el cine resultaba ser cine.

Lo escribo así porque es lo más parecido que he tenido nunca a una revelación mística. No he vuelto a sentir la misma emoción de entonces, cuando las luces de la pantalla se apagaban lentamente y se corría la cortina de la pantalla y si la película se trataba de una gran producción, pongamos por caso Lawrence de Arabia, escuchar con la mirada atenta a un cartel donde se leía la palabra Obertura, un resumen de la banda sonora del filme al que los dioses te habían invitado a asistir.

O a observar, mientras el corazón no dejaba de latir dentro de tu pecho, cómo una nave parecida a un triángulo isósceles y del tamaño de la isla de La Gomera atacaba otra de dimensiones reducidísimas en La guerra de las galaxias.

VIII.- UN REGALO DE LOS DIOSES

Todas estas películas las volví a ver tras alquilarlas en el video club pero te dabas cuenta que las reducida pantalla de tu televisor poca justicia le hacía a aquel regalo de los dioses hasta que aparecieron –muchísimo tiempo después– las teles de pantalla plana y con dimensiones espectaculares al mismo tiempo, paradójicamente, que se reducía el tamaño de la de los cines al transformarse en multisalas.

Le debo, no obstante, muchos felices descubrimientos a los vídeos clubes. Uno de los más afortunado fue alquilar Adiós al rey (John Milius, 1989) y verla dos veces seguidas. ¡Buena suerte, inglés!

Otra, en plena fiebre de cinéfago compulsivo, la de digerir La matanza de Texas y enloquecer con Leatherface bailando en la carretera con su sierra mecánica antes de que apareciera en pantalla The End.

En la sección de autor del otro video club, le debo mi progresiva y enojosa decepción con el cine de Win Wenders y mi atolondrado asombro por el siempre exquisito Betrand Tavernier, entre otros muchos. Demasiados nombres a los que recurría confiando solo en mi instinto e imposibles de reproducir en este post.

XI.- LA FAMILIA

Imagino que este viaje, de iniciación como cualquier viaje, es mucho más sencillo hoy gracias a Internet, pero este comentario –ya dije– tiene la intención de rendir un pequeño homenaje a esos establecimientos que están desapareciendo del mapa de nuestra realidad porque el mundo avanza y todo se transforma.

Tanto se transforma que este escribidor, quizá con ya demasiados años encima, necesita mimarlo para entender ese extraño amor fou que siente por un arte que apenas actualmente le emociona y desarma.

Pero no por ello renuncia a una pasión que ganó gracias a nacer en el seno de una familia que le educó a ver cine.

Un cine que se acostumbró a ver rodeado de los suyos.

Primero en aquella televisión en blanco y negro donde quedó deslumbrado con Stromboli, tierra de Dios (Roberto Rosselllini, 1950) y En un lugar solitario (Nicholas Ray, 1950) por citar dos películas de las que guardo aún su flechazo. Y que continuó más adelante y ya con la televisión en color y el vídeo VHS hasta mi partida del nido familiar.

Tiempos en los que el dvd, la pantalla plana y el disco compacto no pudieron sustituir ese cordón umbilical que contribuyó a aferrarme, yo diría incluso sicilianamente, a los míos.

Tanto, que el otro día, viendo con mi madre Camino del Rocío (Rafael Gil, 1966) me emocioné como no me había emocionado en mucho tiempo.

Y cuando escribo emocionar es que mis ojos se anegaron de lágrimas viendo una película que, como un bolero, me hizo retroceder empalagosamente en el tiempo. Un tiempo, éste, que forma parte de esa película que es mi vida.

 Saludos, de un espectador que no piensa en que siempre nos quedará París sino que al final aparecerá la caballería,

Tony Scott, maldito sea tu ‘déjà vu’

Lunes, Agosto 20th, 2012

Al parecer le diagnostican un cáncer cerebral.

Tony Scott, director de cine, toma entonces la decisión de escribir una nota anunciando su suicidio y coge el coche, recorre las calles de la ciudad de Los Ángeles y se detiene en el puente Vincent Thomas en San Pedro donde, tras sortear las barreras protectoras, se tira al vacío hasta estamparse en el suelo.

Tiene teatro, que me perdone Scott, este suicidio.

Suicidio que como todo suicidio me deja noqueado.

Son demasiados los amigos que tuve que decidieron irse de este mundo recurriendo al mismo método: asesinarse a sí mismos. Y si bien no era amigo de Tony Scott sí que me irrita, me molesta, la escenificación que ha tomado para despedirse de este mundo.

¿Por qué tirarse de un puente y no atiborrarse de pastillas, o cortarse las venas como hacían los patricios caídos en desgracia en la vieja Roma?

¿Por qué tirarse de un puente?

¿Qué pensó cuando caía al vacío?

¿Fue consciente de la conmoción, del tremendo golpe que iba a dejar entre quienes  lo amaron y odiaron?

No fue Tony Scott, ni lo es su hermano, Ridley, santo de mi devoción, pero me desarma su adiós de este mundo cruel en el que vivimos.

Lo digo porque…

En fin, al enterarme de la noticia pienso en películas del cineasta e inevitablemente recuerdo dos por diversas razones: El ansia, porque Peter Murphy, líder del grupo Bahaus, canta al principio que Bela Lugosi is dead mientras observaba envejecer como una pasa a David Bowie y disfrutaba con una tórrida y estética escena de amor entre Catherine Deneuve y Susan Sarandon; y Revenge, un negro criminal potente, rodado en Méjico, e interpretado por Anthony Quinn, Kevin Costner y Madeleine Stowe.

El resto de su filmografía me deja indiferente y si me apuran hasta me irrita. Detesto Top Gun, Días de Trueno y esas cintas de acción que rodó con Denzel Washington.

No me canso de ver, esa es la verdad, Amor a quemarropa, un guión de Quentin Tarantino y dicen que Roger Avary, aunque no se acredite, que se caracteriza por su tarantinitis aguda, pero no me convence el resto de lo que hizo, bueno, quizá salve de la quema El último boy scout porque, si bien fue un cineasta al que conocí, y muy bien porque estrenaba en esos tiempos en los que todavía no dudaba en ir al cine y gastarme el precio de la entrada, no son demasiadas las películas de Scott que tocaron mi alma.

O ese paquete de películas escogidas que me llevaría a un más allá –que no sé si existe– para no aburrirme eternamente.

Lamento el suicidio del cineasta.

Pero no termino de entender porque ese final operístico, de arrojarse al vacío desde un puente para su voluntario fundido en negro.

De hecho, fue conocer la noticia y desgraciarme el día.

Me hizo recordar ausencias que estaban dormidas y plantearme una vez más la decisión que lleva a uno a borrarse como protagonista de esta vida…

… De su propia película.

Saludos, Basta de filosofar, / no sigo más esta rima / porque ya se me aproxima /la hora de yo embarcar, desde este lado del ordenador.

Reflexiones tras una máscara

Sábado, Agosto 18th, 2012

EL VISIONARIO DIRECTOR DE…

Podría pegarme el día entero viendo avances de películas. Me encanta perder el tiempo observando los de antes y los de ahora. Busco en la red páginas especializadas en anunciar lo que viene cinematográficamente hablando. Me encanta quedarme con la boca abierta y sentir esa peligrosa sensación por ver una película que, el día de su estreno, frustrará las expectativas que había depositado en ella. Llego, además, a la conclusión de que hay que tener talento para hacer un buen tráiler. Desgraciadamente, y si no les invito a que hagan la prueba, los españoles no han entendido aún cómo funciona esa ciencia. No hay color si lo comparas con los que fabrican los malditos gringosExpaña pierde estrepitosamente el partido. Sin derecho a Medalla de Plata, ni siquiera la de Bronce. Los expañoles no han entendido qué demonios es esto de un tráiler. Por norma general, se limitan a resumirte la película. Los gringos a lo más que llegan es a soltarte en off esa bufonada de que se trata de “una película  firmada por el visionario director de…

CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE

Ha muerto Harry Harrison. Es probable que para los que no estén iniciados en la literatura de ciencia ficción el nombre de Harrison apenas le diga nada aunque yo quiero rendirle un modesto homenaje porque fue una de sus novelas, Hagan sitio, hagan sitio, la que dio origen a la que continúa siendo una de las mejores películas del género de todos los tiempos: Soylent Green (Richard Flesicher, 1973). Por una vez, y sin que sirva de precedente, el título en español me parece infinitamente mejor que el original: Cuando el destino nos alcance. También me pasa con Centauros del desierto, tiene una resonancia que va más allá de The Searches (John Ford, 1956).

 SOY LEYENDA

Los títulos vuelven a jugármela cuando repesco la primera versión de Soy leyenda (Sidney Salkow, co-acreditado Ubaldo Ragona, 1964), y que está basada en la novela The Last Man on the Earth de Richard Mathenson. Vincent Price es su absoluto protagonista y, obviamente, si la ven panda de desgraciados podrán descubrir el germen (¡oh!) de La noche de los muertos vivientes (George C. Romero, 1968). Este Soy leyenda es tan pobre, tan indigente, que pese a que resulte un tostonazo y sus diálogos pongan los pelos de punta, tiene su no sé qué. Ese no sé qué explica que no la apague a la mitad, ni que dé hacia adelante… El culpable tiene un nombre: Vincent Price. Con todo, y a mi modesto entender, es la más salvables de las tres adaptaciones cinematográficas que se han hecho de la obra maestra de Mathenson.

EL HOMBRE DE LOS ZAPATOS ROTOS

Esta mañana, mientras daba un paseo por la cansada ciudad de provincias en la que vivo, y tras escuchar como una chica sudamericana le decía a su acompañante que estaba aburrida de que la llevase a pasear siempre por calles tan feas y antiguas… ¿antigua la Rambla?, las suelas de mis zapatos se abrieron como las fauces de Godzilla. Parecía como si quisiera que mis pies tomasen aire fresco. Se produjo así una situación incómoda, tan incómoda que disparó mi paranoia al hacerme suponer que todos los que cruzaban a mi lado solo tenían una idea en la cabeza y era, precisamente, la de preocuparse por reparar en el estado de mis zapatones. Zapatones que hacían un molesto ruido como de clap, clap que me resultaba igual de inquietante que el bum, bum de mi aún cristiano corazón delator. La situación que se produjo fue algo así como la de esos sueños en los que sales tal y como Dios te trajo al mundo. Ya saben, esa amarga sensación de sentirte centro de un mal chiste. Mientras caminaba acompañado por el clap, clap de los zapatones recordaba a Charlot… El vagabundo. El trotamundos…

GRACIAS LE SEAN DADAS

Es un sábado y casi hago una locura. Al final logro serenarme y frenar mis más bajos instintos. Contribuye a que me tropiece con el tonto que dice apoya la Cultura y se haga el loco fijando su vista en un escaparate de libros. Gracias a él no, no fui a ver Prometheus, una película dirigida por el visionario director Ridley Scott.

EL GRITO

Me tropiezo con un tipo joven en plena rambla, mientras cae ya la noche, que da gritos espantosos. La gente pasa a su alrededor bajando la cabeza mientras escucho como dos jubilados que toman el fresco en un banco tranquilizan a los peatones atemorizados: “déjenlo estar. No tiene trabajo, ni cobra del paro. No tiene nada…” En otro banco, un teatrero al que estimo con los ojos inyectados en sangre, fuma y bebe un refresco.

LA PROPINA QUE NO FUE

En una céntrica cafetería de la capital tinerfeña y tras tomarme el café con hielo –probablemente la bebida más refrescante de este tedioso verano–  y mientras trago mi inevitable caña de agua con gas el camarero me devuelve el cambio sin el platito de rigor. El intercambio de monedas se hace mano a mano. Y observo, con una mueca, que hace lo mismo con otros clientes que, como yo, han finalizado sus consumiciones. Me pregunto si la crisis ha puesto fin a una tradición tan incómoda como es la de la propina. Nunca me gustaron las propinas, incluso cuando alguna caía en mis hambrientos bolsillos. Esto me hace recordar, mientras me dirijo a casa que antes no era así. La propina más que un molesto hábito fue un signo de cortesía. Una señal decorosa con la que se agradecía el buen trato, el buen servicio. Siempre me molestó, no obstante, que en Madrid, en los cines de estreno, el acomodador se quedara a mi lado esperando la voluntad. Cien, cincuenta pesetas significaba para mi mucho dinero en aquel entonces. Tanto dinero que, veinte o treinta años después, carajo ¡me sigue pareciendo mucho dinero!

CONCLUSIÓN

El lunes, si tengo oportunidad, llevaré los zapatones al zapatero.

NOTA: Atención, pregunta, ¿a qué película corresponde la imagen que ilustra este post?

Saludos, cual jinete en la tormenta, desde este lado del ordenador.

¿Ser o no ser? Esa es la ‘jodida’ cuestión

Viernes, Agosto 17th, 2012

I.- Son pocas las películas en las que me he quedado dormido en el cine. Son muchas las personas, individuos trisexuales que diría aquel falso y miserable filósofo de la indigencia pero que nunca lo quiso ser, que sí se han quedado dormidos en la butaca que he tenido a mis lados.

Fuera la derecha.

La izquierda.

Fuera la izquierda.

La derecha.

Que el orden de los factores no altera el producto.

¿Verdad trisexual?

 II.- El primer recuerdo que aún se mantiene fresco y por lo tanto vivo en mi erosionada memoria es viendo con la clase y por obligación de nuestro profesor de Religión, un seminarista exaltado empeñado en que nos aprendiéramos todas, todas las oraciones del Catecismo de aquel año, Jesús de Nazareth, de Franco Zeffirelli, una película que pongo a Dios por testigo que vi en el cine y no en la televisión aunque me entere ahora, buscando en la red, que se trataba de una serie y no una película para estrenar en cine…

 III.- Aprovechando la oscuridad de la sala –¿el cine Greco?– cerré los ojos y voilà, no los volví a abrir hasta la escena en la que los romanos torturan y humillan al rey de reyes, que fue siempre la parte de la historia que me resultaba más atractiva, que no interesante, porque aparecían los legionarios romanos y se producía la famosa y desarmante escena del tortazo. Ya saben, cuando Jesús le pone la otra mejilla tras recibir el primer bofetón de manos y mando Poncio Pilatos.

IV.- No llegué a dormirme con La pasión de Cristo, de mi apreciado Mel Gibson, aunque sí que comenté recientemente con un amigo que no suele dormirse en los cines que es una pena que no rodara esta película en 3D. Es verdad que este avance de la técnica no se había puesto de moda entonces pero, si han visto la película de Gibson, arriesgada y certeramente gore cristiana, imaginad la reacción de los espectadores cuando la sangre del Salvadador saltara directamente a sus ojos, protegidos por las incómodas gafas de cristales ahumados.

En su día llegué a exclamar en la sala, y no sin cierto entusiasmo, “eres grande Mel, porque esto me está ayudando a comprender La matanza de Texas.”  

 V.- El mismo director, Franco Zefirreli, tiene el dudoso honor de haber provocado que me durmiera en la butaca con Hermano sol y hermana luna, cuya historia está inspirada en la vida del santo Francisco de Asís. Martin Scorsese hizo lo mismo con Kundun, cinta que me sumió en un agradable sopor, no sé si por eso que llaman Nirvana, y algunos musicales –yo, que me curtí en la tele en blanco y negro con las de Fred Astaire y Ginger Rogers– al intentar ver Jesucristo súper star, Siete novias para siete hermanos y Oklahoma, aunque confiese que me encanta la banda sonora de esta última y que de vez en cuando canto emocionado bajo la ducha con mi característica voz de barítono algo así como “oh what a beautiful morning, oh what a beautiful day…”

VI.- Hay alguna cinta más que provoca mi ya de por sí rara tendencia a dormir, muchas de ellas pertenecientes a ese cine canario que tanto cuesta rodar y que tanto ha resuelto la vida al estar subvencionado la existencia de quienes tanto le ha costado hacerlas, pero que veo desafiando a mi proverbial cansancio existencial porque como clamaba don Emiliano Zapata: más vale vivir de pie que vivir de rodillas.

VII.- Últimamente, que son días en los que apenas voy al cine aunque no haya perdido la mala costumbre de perder el tiempo viéndolo en casa, rara es la ocasión en la que me levanto de la butaca y abandono la sala a oscuras. Y no, no es una costumbre haya cultivado como esquizofrénico cinéfilo/cinéfago en el que podría reconocerme.

VIII.- Es verdad que casi siempre me marcho –mientras hago que veo con atención los títulos de créditos finales hasta que acaban y vuelve a encenderse la luz de la sala– con la sensación de que me han estafado una parte de la última provisión dineraria que queda en mi maltrecha cuenta corriente… Por lo que prefiero hoy ver cine en el salón estilo art decó, el más mimado de mi decadente mansión, las cosas que me pasan o las que me bajan o alquilo por aquello de mantener cierto seguimiento con lo que se está haciendo actualmente y me niego por sistema a descubrir en un cine que ya no es el cine que conocí.

IX.- Lo que hago entonces, como imagino que harán otros muchos en casa, cuando lo que veo me aburre soberanamente es pulsar la tecla de marcha rápida del mando a distancia y observar con idiotizante fascinación como se desliza esa nadería a velocidad vertiginosa mientras espero el momento de pulsar el play para detenerme en aquellas partes que intuyo quizá me interesen porque igual hay petróleo entre tanta tontería.

Este momento es como una epifanía.

Una epifanía frustrada porque la mayor parte de las veces vuelvo a pulsar el botón de velocidad hacia adelante…

X.- Lo hice, padre, el otro día precisamente con el Jesús de Nazareth de Zefirelli.

Ahí estaba yo, con mi bandeja de quesos y mi botella de vino, recordando a aquel adolescente en el que apenas hoy me reconozco porque aún anidadaba en su inocente cabeza demasiadas esperanzas en la vida –antes de que éstas se le disolvieran de entre los dedos– volviendo a ver, aunque ahora  a toda pastilla, la vida de Jesucristo según Zefirelli hasta la escena del tortazo.

Poncio Pilato castiga con su mano la mejilla de Jesucristo.

Jesucristo (Robert Powell) le muestra la otra mejilla.

- ¡Haz algo, Jesús!- pienso sirviéndome un poco más vino.

Pero nada.

- ¡Haz algo, imbécil!

Pero no hay nada que hacer. Así que doy para atrás. Y aprieto el play.

Lo mismo.

Así que vuelvo a dar para atrás.

Y aprieto el play.

Lo mismo.

Pilatos da el tortazo y Cristo pone la otra mejilla para recibir el segundo tortazo que, dicen, no devolvió el patricio romano.

Pilatos deja la mano en el aire. Mira a Jesús como un marciano.

Vuelvo a dar para atrás.

Tengo la esperanza de un milagro.

Que Jesús devuelva el golpe o que Pilatos le dé el segundo bofetón.

¡Vamos Jesús!

¡Vamos Pilatos!

Pero nada, debe ser porque es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos.

Concluyo:

Tuve que haber alquilado La pasión de Cristo.

Saludos, se supone que mañana será otro día, desde este lado del ordenador.

Piden que el Día de las Letras Canarias 2013 esté dedicado ‘otra vez’ a José Viera y Clavijo

Jueves, Agosto 16th, 2012

Un grupo de técnicos y expertos ha trasladado al Gobierno de Canarias la propuesta de que el Día de las Letras Canarias 2013, que se celebra el 21 de febrero, esté dedicado a José Viera y Clavijo, ya que el próximo año se conmemora el Bicentenario de su muerte, ocasión que hace necesario, a su juicio, “concentrar en él todos los esfuerzos, tanto personales como económicos, ya que se trata de una figura que es un referente cultural de primera fila para todos los canarios”, destaca el profesor de Filología Románica de la Universidad de La Laguna y presidente del Instituto de Estudios Canarios y director de la Cátedra Cultural Viera y Clavijo de la Universidad de La Laguna, Rafael Padrón.

El grupo es consciente que ya en el 2006 se le dedicó el primer Día de las Letras Canarias, pero sostienen que volver a reivindicar su vida y obra doscientos años después de su fallecimiento es la mejor manera de resaltar el papel intelectual que supuso para el archipiélago la actividad intelectual del polígrafo ilustrado, por lo que instan a que se deje para posteriores celebraciones “las conmemoraciones oportunas que otras figuras de nuestras Islas merecen por su propio mérito.”

Esta decisión se tomó en una reunión que tuvo lugar el pasado 31 de julio en la sede de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, en la que además se plantearon los puntos a seguir en las actividades para desarrollar el Bicentenario de la muerte de Viera y Clavijo.

En la reunión, que estuvo coordinada por el profesor Rafael Padrón, estuvieron representadas diversas instituciones culturales de ambas provincias a través de la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Isabel García Bolta; el director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, Tomás Van de Walle; Nicolás Monche, deán de la catedral de Canarias; José Lavandera, director del Archivo Histórico Diocesano de la Diócesis de Canarias; Victoria Galván por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria; la técnico comisionada por el Ayuntamiento de La Laguna para el Bicentenario, Teresa Acosta; Adolfo González, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Los Realejos; Juan Gómez-Pamo, por el Museo Canario; María del Mar Gutiérrez, directora General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias y los estudiosos de la obra de obra de José Viera y Clavijo, Julio Sánchez, Juan José Laforet Óscar Bergasa, entre otros.

Esta Comisión planteó la organización de una exposición itinerante; la edición de publicaciones sobre la vida y obra de Viera y Clavijo, ciclos de conferencias, talleres educativos, guías didácticas para profesores de colegios e institutos y obras de teatro, entre otras propuestas.

En palabras de Rafael Padrón “esta reunión viene a representar la voluntad de distintas persona, organismos e instituciones de la Comunidad Autónoma de aunar esfuerzos, con el objeto de ponderar y destacar la labor de Viera y Clavijo, especialmente en unos momentos delicados desde el punto de vista económico, dando así un mayor lustre a los fastos del Bicentenario, que de ese modo podrán gozar de una mayor difusión entre el público, ya que, en muchos aspectos, su figura y su ingente labor continúan siendo desconocidas.”

(www.elescobillon.com)

Saludos, arden los bosques de las islas, desde este lado del ordenador.