Archive for Diciembre, 2012

Un hombre llamado Dave Brubeck

Miércoles, Diciembre 5th, 2012

Hay discos que forman parte de la banda sonora de tu vida, como dice el cursi.

Llegué al jazz de la mano de mi padre, quien me llamó un sábado la atención –es curioso como recuerdo el día pero no el año– al decirme que dejara de oír a los blancos y que me pusiera a escuchar a los negros.

Ojo con los verbos empleados: oír y escuchar.

En aquel tiempo más que jazz lo que sonaba en mi cabeza eran las grandes orquestas blancas de swing. Glenn Miller, Artie Shaw, Tommy Dorsey, con el que comenzaría un jovencísimo Frank Sinatra; el que fue el mejor de todos, Benny Goodman (Don’t Be That Way!) y más tarde, muuucho más tarde The Pasadena Roof Orchestra, un conjunto británico que en los años ochenta del pasado siglo XX interpretaba a modo de revival todas las canciones de una era, como fue la del jazz, de la que Francis Scott Key Fitzgerald se convirtió en su cronista.

Dejé pues de prestar atención al charleston y más tarde al swing para indagar en la prodigiosa discoteca paterna para descubrir en aquellos discos de vinilo gigantes con nombre y apellido.

Como Duke Ellington, a quien por cierto Brubeck dedicó una de sus más delicadas piezas; Lois Armstrong, a quien vio mi padre en directo en un concierto en Estocolmo, cuando el viejo Satchmo se encontraba en el otoño de su vida, así como a los músicos negros que más tarde convertirían la improvisación en un arte como Charlie Parker Dizzie Guillespie, entre otros, en esa cosa fantástica que se conoce como Bebop.

Entienda por eso que me resultó relativamente fácil caer hechizado por lo que tocaban los negros

Es decir, que aprendiera a escucharlos.

Sin embargo, un día se coló un blanco entre todos aquellos músicos que respiraban una rabida contenida en sus interpretacione. Que se hizo un hueco entre John Coltrane, Charles Mingus y más tarde, Miles Davis, entre otros, otros muchos…

Su nombre era Dave Brubeck y no se parecía físicamente a un músico de jazz.

Y no solo por el color de su piel. 

Así que esto demuestra que el jazz tiene alma. O duende. 

Brubeck, de quien se conoce sobre todo su pieza más famosa, Take Five, compuso otras obras que, a mi juicio, hacen sombra a este título que hoy se ha convertido en un estándar. También en su única seña de identad para los profanos.

Brubeck tuvo una forma elegante de hacer jazz.

Un jazz digamos blanco que contagió sobre todo a una década, los años sesenta, cuya música no pierde frescura, aroma cool, con el paso de los años.

Ahí radica para mi su grandeza. Claro que es un juicio muy particular como escuchador confeso de jazz.

Cierro los ojos cuando lo escucho y la música hace que construya historias en mi cabeza.

A mi, particularmente, me encanta In Your Own Sweet Way y I’m in a Dancing Mood… También Take Five, claro está…

No recuerdo ahora lo que dijo mi padre cuando me encontró escuchando a Dave Brubeck, pero me gustaría pensar que si existe algo más que este itinerario por lo que llamamos vida,  no se cansará de escuchar a este jazzman en directo en esa terrible eternidad en la que creen muchos.

Me imagino así, mientra suena Trolley Song, una Jam Session con sabor Sixties

Ya saben, esa década prodigiosa en la que aún se creía que otro mundo pudo ser posible.

Saludos, ahora toca Blue Rondo a la Turk, desde este lado del ordenador.

Ningún euro para libros y el disparate SILA

Martes, Diciembre 4th, 2012

INTRO

Leo en la prensa dos noticias que afecta –y afea– la errática toma de decisiones que emana de la Consejería de Cultura del Gobierno de Canarias. Departamento que, debe ser cosa del raquitismo presupuestario, adopta cada día que avanza actitudes más marrulleras y groseras.

Casi parece que esta forma de hacer las cosas es síntoma –no tengo otra palabra con que describirlo– de que sus responsables han perdido el poco juicio que les quedaba.

¿NOVEDADES?, NO GRACIAS

Si es usted usuario de los servicios que facilitan las dos bibliotecas públicas del Estado existentes en Canarias olvídese el próximo año de pedir en préstamo las últimas novedades editoriales porque éstas dejarán de adquirirse por una de esas inteligentes medidas conjuntas que ha adoptado el Ministerio de Cultura y el Gobierno de Canaria para frenar la crisis:  no aportar un euro a esta función vital, prioritaria a estas instituciones. Así lo leo en Canarias 7.

Y así intento reflejarlo en un supuesto de lo que podría suceder en 2013 cuando vayamos a sacar una novedad en préstamo en cualquiera de las dos bibliotecas públicas del Estado de esta región cada día más abandonada de la mano de los dioses.

- Oiga, yo vengo a preguntar si tiene la nueva novela de Alexis Ravelo, La estrategia del pequinés

- ¿Eso es una novedad?

- Pues sí… Acabo de pasar por la librería y la he visto en la mesa de… las novedades.

- Ahhh, así que se trata de una novedad… ¡Pues cómpresela!

- ¿Eh?… Mire usted, caballero, soy socio desde esta biblioteca desde hace quince años y…

- No la tenemos… Y déjame usted en paz que tengo mucho trabajo.

- En fin… –desiste el lector– ¿No tendrá usted entonces la última de Pérez Reverte?

- ¿La última?

- Sí, sí…

- ¿No será la misma que estoy leyendo?- le responde el bibliotecario mostrándole el libro que tiene al lado del teclado del ordenador.

- ¡Esa misma!

- Pues tampoco… Pero le diré, aquí entre usted y yo, que es más de lo mismo.

- ¡Las cosas del Pérez Reverte!

- Sí, no sea idiota y ahórrese los 23 euros…

- Pero es que yo quiero leerla… ¿No podría usted prestármela?

- Este libro no es de la biblioteca sino del imbécil que la compró. Ya ve usted. Que tenga buen día.

Puestas así las cosas, el panorama que se presenta para el usuario y para los trabajadores de las dos bibliotecas públicas del Estado resulta dramático porque gran parte de la existencia de una biblioteca se justifica, precisamente, por la renovación de sus fondos, que vendría a ser algo así como la sangre que circula por nuestras venas.

No entiendo por ello, y por mucho que lo intente, cuál es la razón que explica tamaño disparate. Tamaño tijeretazo. Tamaño recortazo. Es decir, que no se buscara una solución para que de los 100.000 euros que se destinaron en 2012, en una decisión conjunta e histórica, Ministerio de Cultura y Gobierno de Canarias hayan aprobado ahora cero euros de inversión para el catastrófico 2013 que nos espera.

Un buen amigo me comenta con ironía que dentro de nada veremos a la Biblioteca Pública del Estado vendiendo sus fondos en la puta calle… Y tal y como están las cosas, no me resulta un dislate.

PEOR, IMPOSIBLE

La capital grancanaria se prepara para acoger la que tendría que haber sido IV edición del Salón Internacional del Libro Africano, aunque hoy se llama Salón Internacional de las Letras Africanas.

Los tres primeros SILA, como ya hemos ido informando en este mismo blog, se celebraron en Puerto de la Cruz y Santa Cruz de Tenerife con notable presencia de público y de autores africanos consagrados.

El Salón consiguió de hecho, el año pasado, convertirse en un espacio de referencia para el mundo de la industria del libro porque uno de sus espíritus, imitando modelos como la Feria de Guadalajara, en Méjico, además del cultural fue el comercial.

Tras el polémico concurso organizado por la Viceconsejería de Cultura del Ejecutivo autónomo, y del que resultó vencedor el proyecto presentado por la UTE Fundación Farrah y Looking for Development, se ha dinamitado toda esperanza no solo al cambiar su ubicación original, sino por prescindir de su carácter, ya lo hemos dicho, cultural y comercial.

El nuevo Salón Internacional de las Letras Africanas, que solo respeta del SILA original su acrónimo, desarrollará la mayor parte de sus actos en Casa África entre el 11 y el 28 de diciembre aunque a este bloguero le ha resultado imposible todavía acceder a su programación probablemente porque sus conocimientos en informática datan del jurásico.

El periódico El Día, con el titular de El SILA se va a Las Palmas con un programa “improvisado”, recoge declaraciones, entre otros damnificados, de Antonio Vizcaya, presidente de la asociación SILA, creadora del proyecto; el director de Ecopress Comunicaciones, Martín Rivero, quien presentó la iniciativa a concurso que finalmente recayó en la UTE Fundación Farrah y Looking for Development, y el director de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo de Tenerife, Cristóbal de la Rosa. Este último denuncia “una gran precipitación para sacar adelante el SILA 2012 y una ausencia completa de un modelo o una idea bien definida de cómo organizarlo”.

De la Rosa lamenta también en este periódico que si bien “siempre empezábamos a trabajar con los organizadores en el próximo SILA a los 20 días de acabar”, a día de hoy, “todavía no hemos recibido ninguna comunicación oficial del Gobierno sobre esta iniciativa y únicamente se nos envió una carta por parte de una empresa a principios de noviembre informándonos de que era la ganadora del concurso y solicitando nuestra colaboración, pero en genérico, sin proponernos una reunión ni presentarnos un proyecto concreto. Parece que lo que ha pasado es que se ha querido hacer de cualquier manera para no perder la subvención europea, asociada a este proyecto.” (1)

El Cabildo de Tenerife, según de la Rosa, esta profundamente descontento porque “el SILA es una iniciativa privada que ha pasado a ser del Gobierno”.

Y anuncia, en este sentido, que “es gravísimo que se actuara de esta manera sin explicarnos por qué. La Administración pública no está para entorpecer, sino para todo lo contrario”.

Me quedo un momento en silencio porque son demasiadas las ideas que se abren paso por mi cabeza, pero cabría recordar que, contradicciones de la vida, Cristóbal de la Rosa pertenece a la misma familia política –Coalición Canaria– que forma parte de ese Ejecutivo regional al que ahora no sé si critica pero sí que cuestiona…

Debe ser que el próximo 21 de diciembre es el fin del mundo, según el calendario maya.

(1) La cursiva es nuestra.

Saludos, anoche soñé con ella, desde este lado del ordenador.

‘Rodajes en Canarias 1951-1970′

Lunes, Diciembre 3rd, 2012

En su generosa labor compiladora Joseph Vilageliú es el único especialista que se ha preocupado por contabilizar el número de publicaciones que a este lado siempre inestable del Atlántico se han dedicado a estudiar y analizar el cine rodado aquí. En Canarias.

Imagino así que en esta lista, ya imprescindible para todos aquellos que quieran trabajar sobre una realidad que todavía suscita debate, Vilageliú habrá añadido el último volumen que nos aproxima a lo que ya casi nadie cuestiona como una realidad.

Me refiero al volumen editado recientemente por la Filmoteca Canaria Rodajes en Canarias 1951-1970, un ejemplar que prolonga y continúa el trabajo emprendido hace unos años con Rodajes en Canarias 1896-1950 y en el que se recogen todos los títulos en formato largo, medio y cortometrajes que se han filmado en las islas así como los proyectos que nunca pudieron ver la luz pero de los que se dio cumplida información en la prensa de su tiempo. 

Cruzando los dedos para que la experiencia se repita con un tercer y necesario volumen que llegue hasta nuestros días, esta nueva entrega que notaría las producciones rodadas en el archipiélago entre los años cincuenta hasta principio de los setenta del pasado siglo es un interesante libro que debe ser entendido como fuente de estudio e ideal para especialistas y curiosos que tienen inquietudes por conocer la insólitamente rica historia de películas rodas en las islas.

Coordinado por Enrique Ramírez Guedes, Rodajes en Canarias 1961-1970 presenta sin embargo algunas modificaciones con respecto al primer volumen, editado en 2004.

Como explica Guedes, se ha apostado en esta ocasión por centrar los contendidos “exclusivamente en las producciones que han tenido lugar en territorio insular, suprimiéndose los apartados que trataban de las realizaciones sobre Canarias rodadas fuera del archipiélago y las películas de directores canarios rodadas también fuera de las islas.”

Se ha apostado además por presentar las entradas por géneros “y no atendiendo solo al criterio cronológico”, estructurando el volumen en las categorías de Ficción, Documental, Noticiarios y Amateurs.

Personalmente, el capítulo más atractivo es el dedicado a largometrajes de ficción porque se recogen títulos ya conocidos Moby Dick, Tirma, El reflejo del alma y Hace un millón de años, entre otros, con cintas bélicas alemanas como La estrella de África (Alfred Weidenmann, 1957), sobre las experiencias en combate del as de la aviación alemana durante la II Guerra Mundial, Hans Joachim; extravagantes cintas de espionaje, S.O.S. Pacífico (Guy Green, 1959) y peplum, o películas de romanos, Ulises contra Hércules (Mario Caiano, 1962).

También rarezas, como los musicales pop Días maravillosos (Sidney J. Furie, 1964) y la española Escala en Tenerife (León Klimovsky, 1964) con, respectivamente, Cliff Richard y el Dúo Dinámico (Manuel de la Calva y Ramón Arcusa) como protagonistas.

En cuanto a los proyectos que nunca fueron realizados me llama poderosamente la atención el anuncio de lo que pudo haber sido una adaptación de La isla y los demonios, novela de Carmen Laforet, así como de El señor de las moscas, que intentó levantar el productor Sam Spiegel y que su director, Peter Brook, rodaría en 1963 con gruón del propio autor de la novela, William Golding.

Para los aficionados al cine, no solo con las islas como escenario, Rodajes en Canarias 1951-1970 es un libro de referencia y consulta imprescindible. Repletos de títulos poco o nada conocidos y muy preciso en su información.

Felicidades a la Filmoteca Canaria, y al equipo de colaboradores que ha participado en su elaboración, por este trabajo del que se han editado seiscientos ejemplares.

Saludos, hace demasiado frío, desde este lado del ordenador.

El ‘chou’

Sábado, Diciembre 1st, 2012

I.- LA ESPERA

El hombre se ajusta las gafas sobre la nariz mientras limpia con un paño grasiento la barra del bar. Lo recordaba más gordo y con un bigotito pero tras meses de baja ha regresado delgado y como recién afeitado.

Cuando se aproxima a mi lado, ramalazos de loción Floyd entran sin que nadie les haya dado permiso por mis orificios nasales que por esto del tiempo –deprimente, pluvioso–  no dejan de moquear.

Pido una cerveza fría y atrapo un puñado de millos de un platito que me llevo a la boca y mastico. Las muelas parecen querer pedir clemencia, pero hago poco caso porque como ya no se puede fumar dentro de un bar lo mejor que se puede hacer mientras pasa el tiempo es comer millo tostado y salado.

El chou debe continuar musita en un rincón del bar Patricia, que últimamente está sola. Ya casi nadie se acuerda de ella, quizá eso explique que se haya acostumbrado a vivir en su propio mundo. Encerrada en un pasado en el que no faltaron viajes, estrenos por todo lo alto –incluyendo siempre la alfombra roja, hoy bastante raída–  y la sensación de que estaba haciendo historia mientras repartía el dinero que no era suyo entre los que le hacían cosquillas.

Como todo bar que se precie, éste en el que me encuentro se caracteriza por su ambiente frustrante y frustrado. Casi parece que se puede coger entre las manos la desesperación, como si flotara en el aire.

Rompe mi tranquila meditación Alberto cuando coloca la botella de cerveza sobre la barra. Le pido un  vaso. Me mira unos segundos intentando recordar si me conoce de algo y tras sacudir la cabeza da media vuelta y se inclina y saca de un armario color violeta una jarra en la que se puede leer en letras descoloridas D R DA.

Encima de la máquina del millón, inservible, un retrato de Paulino Rivero me vigila. A la izquierda de la máquina del millón está la entrada a los cuartos de baño, un arco que conduce a un estrecho pasillo y a otra puerta que siempre permanece cerrada, y de la que sale un tufillo que se mezcla con el de la mierda que se escapa de los aseos de varones y hembras.

II.- AS TIME GOES BY

Acabo con los millos y saco el móvil con la esperanza de encontrar una llamada perdida, un mensaje en el buzón de voz, un ese eme ese o un WhatsApp, pero no hay nada.

Nada de nada.

Así que la espera se hace lenta, un poco más en el garito donde he quedado con el cineasta que esa misma tarde, con una voz enloquecida, me pidió que quedáramos en ese bar porque es el único sitio donde puedo sacar algo para poner en marcha mi proyecto.

Mirando a un lado y al otro me pregunto que de dónde va a sacar dinero en un sitio así, pero si él lo dice por algo será.

Por la puerta entra un viejo conocido que no me saluda.

Lo llaman Cristóbal y lleva clavada en una de las solapas de su chaqueta un pin de la bandera canaria. Supongo que con las siete estrellas verdes. Cristóbal, que me ve y desvía los ojos, se mete en el pasillo que conducen a los apestosos cuartos de baño. Comienzo a morderme las uñas cuando Alberto, acercándose, me anuncia que a las doce de la noche comenzará el chou.

- ¿Chou?, ¿qué chou?

Alberto se lleva un dedo a los labios en señal de silencio y hace un gesto señalándome la hora en el reloj que tiene encima de la cabeza. Se trata de un reloj con la silueta del Roque Nublo que marca todavía las once de la noche.

Aprovecho para pedirle otra cerveza.

Cristóbal entra de nuevo en el bar subiéndose la bragueta y soltando una risa falsa mientras se sienta en una mesa ocupada por dos parejas algo horteras. Deben ser artistas, pienso.

III.- BUENAS NOCHES, TRISTEZA

En alguna parte alguien está friendo cebollas. Y me doy cuenta, a medida que avanzan las manecillas del reloj, que entra más y más gente en el bar que mal iluminan tres bombillas que cuelgan del techo.

Solo falta el ventilador de hélice para que me imagine que me encuentro en el bar de Barman. El Barman fue un personaje literario que escribió una vez un aspirante escritor de provincias. El sujeto nunca salía del bar y escuchaba resignado los lamentos de los demás detrás de la barra.

¿Qué habrán sido de aquellos relatos?, pienso por pensar en cualquier cosa. Cada vez más aburrido y cansado por la espera. A mi lado se sienta un tipo que dice es escritor mientras me da la mano.

Lleva las uñas pintadas de púrpura y una peluca. Dos globos quieren hacerse pasar por tetas en la estrecha camisa azul celeste que lleva puesta.

- Ya falta menos para el chou…- me dice mientras se empolva la cara.

Me encojo de hombros.

- Albertito ponme un brandy y al caballero otra cervecita.

Le doy las gracias al escritor travestido.

- Todo sea por la cultura.- murmura bebiéndose de un trago el contenido del vaso.- ¡Albertito, otra!

Abre el bolso que tiene sobre las rodillas y saca un número.

-Tengo el 20. ¿Y usted?

- El cero.- respondo intentando ser ingenioso.

- ¡Cómo!, ¿es que no tiene número?

Niego con la cabeza.

- Albertito, ¡pensé que esto era una fiesta privada!- le grita a Albertito, que baja la cabeza. Luego me mira furioso a los ojos, da media vuelta y me deja igual de solo que cuando llegué.

Alguien grita en el otro extremo del bar: ¡Ya falta menos!

Así que miro la hora en el reloj que cuelga en la pared y son las 23.30.

Mientras me tomo la cerveza me pregunto si no va siendo hora de que me levante y me marche de este antro.

IV.- ¡¡¡¡CON LAS MANOS EN LA MASA!!!

Decido tomar la decisión en el cuarto de baño y con las manos en la masa.

Tomar tanta cerveza tiene estos inconvenientes… Uno se pasa la mitad del tiempo yendo de excursión al cuarto de baño.

El olor resulta más insoportable de lo que imaginaba. La luz apenas ilumina las tres tazas que cuelgan de la pared. Descubro puntos que se mueven en lo que alguna vez tuvieron que ser azulejos blancos. Probablemente sean cucarachas. Como la gente que en el bar espera el puñetero chou.

Cuando regreso a la barra descubro al cineasta, que abre falsamente los brazos al verme.

- ¿Te han dado un número?- me pregunta nervioso.

Niego con la cabeza.

En su boca se dibuja una mueca de decepción.

- ¿Cuánto falta?- ladra histérico alguien.

- Calma sobrino, apenas queda diez minutos.- responde Alberto detrás de la barra.

Intento localizar la mesa de Patricia entre el gentío pero resulta imposible dar con ella entre tanta gente.

- ¿Y tú por qué has tardado tanto?- le pregunto al cineasta.

- Estaba afinando un guión. ¿Has visto la última de Kim-ki Duk?

- ¿Kinki qué?- grito para hacerme oír entre el gentío.

V.- EL CHOU

Pero antes de que me responda se apagan las tres bombillas tristes que  flotan en el techo. Y una voz ruge a través del aparato de megafonía: “Damas y caballeros… Al filo de la medianoche la única, la inigualable ¡¡¡Inés!!!!”

Aplausos, algo tibios la verdad para aguantar la espera.

Un cañón de luz ilumina una cortina de la que sale una pata de pollo enfundada en una bota alta y con poderosos tacones.

Alguien silba entre el público.

- ¡ buena!- exclama quien debe haber silbado.

Alucinado, como si me hubiera tomado un trip observo que de la cortina sale otra pata de pollo enfundada en una bota alta con poderosos tacones.

Me pregunto mientras apuro lo que me queda de cerveza  si tendré estómago para ver lo que promete ser una criatura lovecraftiana.

- La únicaaaa, la inigualable ¡¡¡mama Inés!!!- suena como un trueno la voz del presentador en toda la sala.

Y entonces, al contemplar la visión espectral que sale de detrás de la cortina, la jarra que llevo entre los dedos de mi mano izquierda se desliza y cae al suelo, donde se hace añicos.

- Ay, mama Inés.- ruge el público. Pero más como un mantra diabólico que con entusiasmo.

La señora Inés, que muestra lo que la imaginación podría suponer sus encantos en poca discreta ropa interior, camina seguida por el cañón de luz. En una de sus manos porta un látigo que hace mover a un lado y al otro mientras pone cara como de me gusta…

- Ay, mama Inés.- ruge como un mantra, no como una marabunta, la audiencia.

Mama Inés hace que baila mientras se acerca a una urna de cristal donde hay amontonados una serie de papelitos.

Chas, chas, exclama el látigo cuando corta el aire.

- ¡Silencio, por favor! Comienza ahora la ceremonia de selección de miembros del Observatorio Canario de la Cultura….- chilla el presentador por la megafonía.

Música de chácaras y tambores.

La mama Inés semi desnuda dando chas, chas se acerca a la urna de cristal.

- El 51.- grita tras leer el primero que ha sacado de su interior con mano enguantada en lo que parece pelo de cabra.

- Mío, mío.- dice una pija de cabello lacio y pinta de abogada de entre el público.

- El 20.- Pronuncia mama Inés mostrando una cosa rosa que sale de su boca y que entiendo debe ser la lengua.

- ¡Míooooooo!- grita el escritor travestido dando saltitos como una ranita.

Le digo al cineasta, que mira su papeleta con ojos desorbitados, que me voy a orinar.

Ni se entera.

Me hago paso a base de codazos hasta el estrecho pasillo donde el olor ya no me parece tan nauseabundo.

Cuando salgo me encuentro a mi amigo cineasta sentado en el taburete con la mirada perdida. Hay grititos en la sala y según compruebo las tres bombillas tristes están encendidas otra vez, aunque de mama Inés ya no hay ni rastro.

No hace falta que le pregunte a mi colega, ya que está rompiendo su papelito en cuatro mitades.

- Dos cervezas más.-ordeno y mando a Alberto, que ahora está dándole palmadas a su sobrino de enhorabuena.

A mi amigo, mientras tanto, le ha entrado una tos seca y escalofríos.

- Cómo voy, cof, cof, a demostrar ahora que soy mejor que Kim-Ki Duk, que Kiarostami, que… que…

- A beber que son dos días.- intento consolarlo.

- Patricia… ¿ónde está mi Patri?

Ahora suena en todo el bar y a todo trapo algo de Los salvapantallas. La gente corea la letra de la profunda y filosófica Borrachos hasta el amanecer.

- Vamos a tomarnos la penúltima en otro sitio.- le digo al colega.

- Albertito, Albertito otro brandi.- grita el escritor travestido que me mira ahora como quien perdona la vida.

- No.- tarda en pronunciar el cineasta.- Solo me queda un sitio al que ir.

- ¿Kim-Ki Duk…?

El cineasta se hace paso entre el gentío hasta entrar en el pasillo que lleva a los cuartos de baño.

Le sigo, como puedo, dando empujones.

Al entrar en el estrecho pasillo observo una fila de hombres y mujeres, entre los que se encuentra mi colega, que resignadamente hace cola ante la puerta cerrada.

- Ehhhhh.- grito para llamar su atención.

Ni caso.

Y solo entonces, cuando la puerta que estaba cerrada se abre llega hasta mí el espantoso olor de la miseria.

- Ehhhh.- repito pero con menos entusiasmo.

Entonces algo o alguien me golpea en la cabeza.

VI.- TODO CUANTO VEMOS PUEDE SER DISTINTO

Y cuando abro los ojos lo primero que siento es olor a petróleo que derraman los barcos atracados en el puerto.

Dos seguritas que juegan con sus porras se acercan hasta donde estoy.

Me duele mucho, ¡ay!, la cabeza.

-Circule.-me dice el que parece más joven.

Saludos, ¿esto es el fin?, desde este lado del ordenador.