¡Por San Jorge!

Miércoles, Abril 20th, 2011

El próximo sábado se celebra el Día del Libro, jornada que pasará una vez más sin pena ni gloria por esta nuestra comunidad autónoma.

Las librerías de la capital tinerfeña –que se suman a la llamada de la Semana Santa– anuncian que cerrarán el 21 (jueves) y el 22 (viernes) de abril aunque abrirán hasta el mediodía del sábado 23 para ¿celebrar? el Día de San Jorge, una cita obligada para regalen un libro y de paso una rosa.

O una rosa y un libro. Costumbre ésta que ha ido imponiéndose en los últimos tiempos no sé con que fin, aunque admito que es agradable que cuando adquieres un libro con una rebaja simbólica del diez –¿o es el cinco?– por ciento te entreguen una flor cuyas espinas –es un suponer– han sido cuidadosamente limpiadas del tallo.

Al parecer, la Asociación de Libreros de esta isla en la que habito ha tomado la decisión, previendo un notable descenso en ventas el sábado, volver a celebrar el Día del Libro el miércoles 27 de abril, día de la semana en la que todo volverá a la previsible y grisácea rutina cotidiana. 

Será por eso que pienso –luego existo– que en estos tiempos aciagos que me  ha tocado vivir los libreros más que regalar una rosa deberían de entregar al cliente un cardo borriquero.   

Confieso que he hecho amigos y enemigos defendiendo libros.

Confieso que pierdo horas y horas de mi fugaz existencia leyendo, hablando y escribiendo sobre y de libros.

También que no hay mayor regalo que te regalen un libro.

Porque si ese libro consigue abrir tu cabeza de hojalata e introducir su dulce veneno todos ustedes serán capaces de llegar a tocar el cielo, la tierra y el infierno. 

El sábado es el Día del Libro. 

Les invito a que inviertan los pocos euros que tienen en uno de estos objetos que dan tanto placer como daño.

Tanto…

… Tanto que a mi me han salvado muchas veces la vida.

De hecho no sería nada sin ellos.

Quizá sea porque también soy un libro.

(La ilustración que acompaña este post es el cuadro Lucha de San Jorge contra el dragón de Peter Paul Van Rubens)

Saludos, siempre por San Jorge, desde este lado del ordenador.

Dos propuestas para pasar el jueves

Miércoles, Enero 26th, 2011

CORTOS INDEPENDIENTES CANARIOS EN TEA

Tenerife Espacio de las Artes (TEA) acoge este jueves, 27 de enero, a las 20 horas, la muestra de cortometrajes independientes realizados en Canarias Desde los bordes, trabajos que “bucean en los límites del cine”, según se informa en una nota.

La sesión incluye la exhibición de las piezas Cool y Cuatro ejercicios de realización, de Amaury Santana (Las Palmas de Gran Canaria, 1981); así como Fragmentos de una trilogía, de Josep Vilageliu (Barcelona, 1948), experiencia en la que muestra en imágenes un curioso montaje de sus tres largometrajes realizados en la década de los noventa (Venus vegetal, El castillo interior y Ballet para mujeres) y Off making off y, por último, Rhytmus, de Jairo López (Barlovento, 1980), corto grabado en Berlín.

LIBRO DEL PERIODISTA SAMUEL TOLEDANO

Ediciones Idea publica –dentro de su colección Idea Universidad– el trabajo de investigación del periodista y doctor en Ciencias de la Información Samuel Toledano titulado Noticias de un puerto. El Día, de periódico a gabinete de comunicación empresarial. El libro cuenta con un prólogo del catedrático de Periodismo de la Universidad de La Laguna José Manuel de Pablos Coello. Esta obra se presenta este jueves, 27 de enero, a las 21 horas, en El generador, espacio ubicado en la calle Clavel, nº 10 de Santa Cruz de Tenerife. Por otro lado, Toledano leerá la ponencia Periodismo y democracia. De la construcción a la imposición del consenso social, a las 10.10 horas del sábado, 28 de enero, en el Primer Congreso de Derecho a la Información Ciudadana, promovido por la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) en su X aniversario.

Saludos, una mañana en la que luce el Sol, desde este lado del ordenador.

¿Un español neutro?

Domingo, Octubre 17th, 2010

Si llevas toda una vida armándote los sesos con traducciones llega un momento en el que ya sabes detectar las que te convencen y las que te inquietan.

Eso me pasó hace unos días con una novela de espionaje de Len Deighton. Un libro que se desarrolla los últimos años de la Guerra Fría y que enfrenta a soviéticos y norteamericanos en lo que se conoció como el Gran Juego. 

Leer un libro bien traducido es una delicia. Pero leer un libro mal traducido es una tortura y responsable en gran parte que el lector abandone el ejemplar nada más haberlo empezado.

En esos casos y si me gusta el autor, recurro al cansado ejercicio de ir retraduciéndolo en la cabeza. Experiencia que me obliga a no prestar más atención a la trama y a los personajes que en ella se mueven.

Ahora bien, si la traducción es latinoamericana y utiliza sus propios giros y expresiones como identificar saco como una chaqueta o carro como un coche mi descomposición puede llegar a extremos desesperantes. Como desesperante es cuando leo en novelas editadas en los años 40 o 50 esa manía por castellanizar los nombres propios de los personajes.

Un ejemplo cogido al azar en mi desastrada biblioteca: A Richard lo llaman Ricardo. A Elizabeth se la rebautiza como Isabel.

Esta furia desatada me es relativamente reciente, no obstante.

Y es reciente porque recuerdo con un asomo de nostalgia como disfrutaba leyendo las historietas de Superman y Batman que publicaba Novaro, una editorial mexicana. Y disfrutaba más que por la aventura en sí por los diálogos traducidos que salpicaban los globos o bocadillos donde los personajes “conversaban”.

Me tronchaba de la risa cuando aparecía en escena Bruce Wayne y su pupilo Dick Greyson. Y no porque aparecieran en escena disfrazados con sus extravagantes trajes de gente normal sino porque imaginaba al traductor mexicano jarto de mezcal y marihuana rebautizándolos con rocambolesca y también generosa imaginación Bruno Díaz y Ricardo Tapia.

En los colorines de Superman (el hombre de acero) Clark Kent sí que se llamaba Clark Kent pero su novia de toda la vida, Lois Lane, se la conocía como Luisa Lane y a Perry White, el director del Diario El Planeta, como Pedro White. Y a Jimmy Olsen (el fotógrafo) como Jaime Olsen. Nunca entendí porque castellanizaban los nombres de los secundarios pero no sus apellidos. Con lo bien que hubiera quedado: Pedro Blanco ordena a Clark Kent que investigue el robo cometido en el gran banco de Metrópolis…

Cuento todo esto porque no creo que se haya valorado como se merece el trabajo de un buen traductor, que es una persona cuya misión es la de intentar reproducir con la mayor exactitud posible el espíritu de la obra original. Y en el caso de los traductores de la editorial Novaro creo que lo hacían rayando la más excéntrica perfección.

Con esto de la traducción solo alcanzo estados realmente salvajes cuando veo una película. Y no ya por la voz que le pueden  poner a John Wayne en la versión doblada sino porque siendo lo mismo es distinto.

Aviso, sin embargo, que últimamente me calmo viendo series norteamericanas de los 60 y 70 en lo que se conoce como español neutro (¿?).

Escuchar una serie en ese español neutro hace que viaje en  la cápsula del tiempo. Reconozco ese español que me decían procedía de Puerto Rico y que ahora se quiere conocer como  ”neutro”.  

A mi me sigue sonando diferente. Y sobre todo gozosamente llamativo cuando los dobladores pronuncian los nombres de los protagonistas del filme en inglés. O en ese inglés que yo tenía (y debo tener) en el imaginario. Cuando se dice Carolyn Jones te suena a Carolyn Jones con todas sus letras.    

Personalmente, ha sido una delicia volver a escuchar en viejas series de televisión ese doblaje a un español de no sé que procedencia…

Me hace reír y me hace llorar.

También me hace pensar.

Pero sobre todas las cosas me hace recordar. 

¿El qué?

Si te digo la verdad te miento.  

Saludos, navegando, desde este lado del ordenador.

Una afortunada corriente de aire fresco: nuevo libro de Nicolás Melini

Viernes, Julio 23rd, 2010

No sé si es el mejor halago que le puedo brindar a las novelas y relatos del escritor Nicolás Melini (Santa Cruz de La Palma, 1969) pero a mi juicio lo que más me gusta cuando leo sus historias es que no me parecen canarias. Ni siquiera españolas.

Será, pienso, que cuando me adentro en algunos de sus libros siento que estoy leyendo a un escritor que no necesita de patrias para su ubicación. En sus novelas, cuentos y poemas, Melini trasciende fronteras y se convierte en escritor sin banderas.

Me sumergí por primera vez en su mundo (bastante próximo al mío pese a sus notables diferencias) a través de su potentísima novela El futbolista asesino, un relato que sigo considerando afortunadamente inclasificable y que despertó en mí esa llama espontánea que como lector me exige, al terminar una obra que me gusta, aquello de “quiero más”.

Pasado el tiempo, porque esta es prácticamente la palabra que mejor se ajusta al seguimiento que hago con la literatura de Melini, leí La sangre, la luz, el violoncelo, y más tarde su impresionista e impresionante Cuadros de Hopper, que considero, a mi modesto entender, el mejor de sus títulos publicados hasta la fecha y que me supo –aún tengo ese sabor en la boca mientras escribo estas líneas apresuradas– a texto con ecos no ya del genial pintor norteamericano Edward Hopper sino del mismísimo Raymond Carver. Sólo que de un Carver con señas de identidad propias, como si su autor, Melini, hubiera cogido de ese gran narrador de las soledades humanas el marco para describir sus particulares historias de desarraigo y pequeñas traiciones cotidianas en forma de poemas.

Otros de sus títulos son Historias sin cariño de Remedios quiero besarte y Adonde marchaba. También Cuadernos de mis mayores, textos que espero encontrar un día de estos si los dioses que viven dentro de los libros me conceden esa oportunidad.

Viene a cuento esta extensa introducción para anunciar que el escritor acaba de publicar un nuevo libros de cuentos, y que bajo el título de Pulsión de amigos ha sido editado por KRK Ediciones en su colección Tras 3 letras.

El escritor venezolano Juan Carlos Méndez-Guédez ha escrito sobre Pulsión de amigos: “Sólo los grandes escritores son capaces de crear el vacío: un vacío seductor, terrible y hondo que antecede y se expande a partir de cada uno de sus textos. Nicolás Melini excava alrededor de estos doce relatos verdaderos abismos en los que la mirada se extravía la obra de Nicolás Melini: para encontrar en sí misma desconocidos vértices del goce y del dolor.

Los cuentos de Melini extraen de lo real pequeños trozos, segmentos de subterránea intensidad, y los colocan en medio de la blancura de la página como irritantes manchas, como intrigantes imágenes que el lector condensa y completa.

Literatura de primera línea, Nicolás Melini confirma en este libro que es uno de los mejores cuentistas de lengua española de este siglo que comienza. Porque sólo los grandes autores como él son capaces de armar un libro como este: fuego líquido, chispazos, quemantes resplandores, epifanías terrenales conectadas a un paisaje insular ajeno a la mitificación o a la visión adántica, pero próximo a la lucidez vital, al desgaste, al horror y al placer devorador que significa la existencia.”

Así que ya lo saben, y no olviden supermineralizarse.

Saludos, esperando a que caiga en mis manos Pulsión de amigos, desde este lado del ordenador.

Todo cambia para que no cambie nada

Viernes, Junio 25th, 2010

Asisto al acto de la presentación de la última novela del escritor tinerfeño Víctor Álamo de la Rosa, que tiene lugar el viernes 24 de junio en el Espacio Cultural CajaCanarias. Mucha gente, muchas caras conocidas… El título, La cueva de los leprosos, uno de cuyos ejemplares tengo ahora justo al lado del ordenador, esperando a que lo lea. Hasta el momento sólo he podido echarle un vistazo, mirarlo por encima. El volumen ha sido editado en la colección La Caja Literaria.

A Víctor Álamo lo conozco desde hace ya varios años. Fue por mediación de un colega común, un poeta.

Confieso que no soy un lector enganchado a su literatura pese a que tuve la suerte de conocerlo cuando comenzaba su carrera como escritor a raíz de la publicación de su libro de relatos Las mareas brujas y el frustrado intento de que algunos de sus cuentos se tradujeran en forma de tebeo. Sin embargo, y de aquel primer intento hasta hoy, Víctor ha ido macerando una bibliografía en la que se mezclan novelas, cuentos, poesía, libro de entrevistas (para quien le escribe su encomiable Escritores en su tinta), historias  infantiles y también poesía.

Con esto quiero decir que nuestro escritor más traducido (me imagino que tras Alberto Vázquez Figueroa) según  el también escritor Juan Manuel García Ramos, si se caracteriza por algo es por su desarmante empeño y capacidad de trabajo que en la mayor parte de los casos se inspira en Isla Menor (trasunto literario de El Hierro), una especie de territorio mítico al modo de Macondo o Comala.

Ahora que tengo su última novela ante mis ojos no sé si agradecerle o más bien reprocharle a García Ramos que en la presentación del pasado viernes reventara el hilo argumental de la misma. No obstante, me preocupé de tomar algunas notas de los que dijeron los intervinientes con el objeto desinteresado de que a algunos de los que puedan recalar en este post se animen a hacerse con la última obra de su autor.

Para el ya citado García Ramos, lo que ya podemos considerar como ciclo  Isla Menor revela “una obsesión geográfica” por definir el mapa de este espacio inexistente pero que sin embargo existe (El Hierro), así como por su indagación en lo que el profesor denominó como “las cinco plagas bíblicas” que plantean estas cinco novelas: la represión franquista, descrita en El Humilladero; la sequía, que aparece en El año de la seca; la II Guerra Mundial, telón de fondo de Campiro que; la inmigración, uno de los argumentos a partir del cual gira Terramores y ahora la enfermedad con La cueva de los leprosos.

Según García Ramos “la historia la condiciona la geografía y los personajes”, y en el último trabajo de Álamo de la Rosa –a su juicio– lo primero se convierte en metáfora del infierno en la tierra a través de sus protagonistas.

El único problema que le encuentra Juan Manuel García Ramos a ese mundo fabulado que no lo es y que Víctor Álamo conoce como Isla Menor es que se agote en la imaginación de su autor. Pese a todo, destacó que el escritor con estos cinco libros ha sido capaz de “inventar su El Hierro particular”, lo que lo sitúa junto a Juan Pedro Castañeda, como uno de los dos grandes novelistas de la Isla del Meridiano.

Para el también profesor Juan José Delgado –de alguna manera el mentor literario del escritor Víctor Álamo– el universo novelístico del autor de La cueva de los leprosos es “recurrente” por lo que sus anacronismos sirven para adentrarse en los fundamentos del mito que siempre es atemporal.

Juan José Delgado resaltó también el tema de la insularidad en la obra de Álamo de la Rosa, y que en La cueva de los leprosos pone de manifiesto al modo de cronotopos de la insularidad que definió como “espacios que tienen dimensión y que se manifiestan en la conciencia del narrador”.

“La isla como conflicto, como una prisión. También como un reducto donde se generan pasiones salvajes que se atenúan en otro cronotopo: el poético, al representar la isla como una mujer”.

Víctor Álamo fue el encargado de cerrar el acto con un sencillo y emotivo homenaje a quienes han contribuido a que esta novela (gestada en 2007) haya salido a la luz, y leyó un fragmento de la misma.

No me quedé al copeteo final habitual en estas presentaciones, pero sí tuve la sensación de que este tipo de actos continúan caracterizándose por una rigidez que no hay prueba del tiempo que lo someta. Llevo muchos años asistiendo a presentaciones de novelas, ensayos, poemarios, y todas ellas son iguales aunque sus protagonistas sean diferentes.

Me pregunté mientras llegaba a mi casa si eso puede ser o no, uno de sus encantos. En su favor está que parece que los años no han pasado, y que de alguna manera continúo siendo el mismo cretino de ayer. En su contra, que me inquieta ese inmovilismo y ver casi siempre a los mismos cretinos como yo mucho más viejos. Los ausentes, los que no estuvieron, probablemente ya estén bajo tierra.

Esa sensación extraña me sabe como a otra dosis diaria del cianuro que consume nuestra existencia por aquello –ya tan manido– de que hay que cambiar algo para que nada cambie.

Y este viernes tuve la desagradable sensación de que, efectivamente, todos hemos cambiado para que no cambie nada.

Saludos, intentando mirar al Sol para comprender lo que nos pasa, desde este lado del ordenador.

El grito del ¿loco?

Sábado, Mayo 29th, 2010

Para huir de esta realidad cada día más enloquecedora e incomprensible cae en mis manos un libro visionario, esquizoide. Escrito con amor y con odio, loco, terrible, que te da vueltas y vueltas en la cabeza. Que te hace reír y te hace enternecer casi a partes iguales. Uno de esos libros que recomendarías a los impresentables que dirigen la cosa pública y a los que desde la cosa privada se están aprovechando de esta dramática situación que atravesamos. Un volumen que te arde entre los dedos, que te absorbe con una violencia sin freno, que te arrebata, y que te obliga a hablar de él con amigos y enemigos, quienes por un momento dejan sus egos revueltos para escuchar una de esas revelaciones que tienes de tanto en tanto.

¿Su título? Yo necesito amor, y está escrito como una ráfaga de kalishnokov por ese pedazo actor de otro mundo que fue Klaus Kinski.

Se trata de una autobiografía repleta de mentiras y por lo tanto alfombrada de leyenda. De una novela casi, al modo de un Viaja al fin de la noche del maestro Céline. De un rabioso vomitivo contra el artisteo y la mediocridad. Y de un volumen por cuyas páginas su autor deje claro desde el principio –donde describe con mano maestra su indescriptible infancia de arrabal– su profundo desprecio por el cine y su obsesión compulsiva y maníaca por el sexo.

Kinski deja claro que su paso por el agitado celuloide, interpretando películas de todas clases, la mayoría de ellas de un sonrojo que va más allá de una falsa piedad, lo hizo por dinero. Dinero. Dinero. Dinero que llegaba a sus bolsillos para gastar a manos llenas en ridículos caprichos de un loco que sólo quería vivir.

Leo esta autobiografía de rencores y amores extremos y pienso que la mayoría pasamos por este sendero que es la vida sin enterarnos muy bien que existimos. Los días desaparecen con frivolidad de nuestro calendario y no nos percatamos que la sombra de la señora está justo delante de nuestras narices… Perdemos el tiempo con las pequeñas tonterías que humillan un poco más este paso por la existencia. Lo que me hace preguntar si en el fondo lo que buscamos todos no es otra cosa que amor para saber que hemos vivido.

Les invito a que se sumerjan en esta extraordinaria bomba de relojería. Bomba en la que cineastas como Werner Herzog no sale bien parado en boca de su actor fetiche aunque me quede con el regusto de que fruto de esa extraordinaria relación surgió la mejor obra de tan extravagante cineasta y de tan extravagante intérprete.

El resto son divagaciones rabiosas, de un hombre que suelta espuma por la boca. De uno de esos locos que vemos por las calles y que parecen pese a todo felices cuando cantan a la luna.

El libro de Kinski me deja exhausto. Como si viajar cogido de su manos hubiera sido una experiencia que va más allá de los atolondrados misticimos de este tiempo descreído.

Intento sosegarme. Esa y no otra es la razón de este post.

Saludos, a gritos, desde este lado del ordenador