Archive for Julio, 2010

Usted puede ser el asesino

Viernes, Julio 30th, 2010

I.- ADIÓS, MUÑECA

El investigador privado Sam Waldo se enfrentaba a uno de los casos más complicados de su carrera. Fumando como un descocido –una de las razones que explicaba el contaminado tono de su voz– observaba el cadáver de la señora Cultura tirado en el suelo. Se inclinó sobre el cuerpo inerte y estudió con atención las diversas heridas con arma blanca que se la habían llevado al otro mundo.

Pese al calor reinante que había dentro del dormitorio de la vieja mansión, Waldo seguía con la gabardina beige puesta encima, y de uno de sus bolsillo sacó el cuaderno de notas donde había anotado a los posibles sospechosos. Con un lápiz rojo fue dando toquecitos sobre sus páginas mientras el inevitable cigarrillo que colgaba de sus labios elevaba columnas de humo violetas al techo de la habitación.

De repente, sus ojos quedaron deslumbrados por el flash de la cámara de un agente de la policía canaria. Ordenó a otro, que estaba rebuscando en los bolsillos de la víctima, que dejara en paz al muerto y a un tercero, con cara de mago, que hiciera el favor de comer el plátano fuera de la estancia.

Una vez se quedó a solas con el cuerpo volvió a mirar sus anotaciones mientras se acariciaba la barbilla con el dedo gordo de su mano derecha.

- Si tienes algún problema, silba.- masculló entre dientes y soltando tres toses de fumador compulsivo.

La luz de la tarde caía por la ventana abierta, una ligera brisa marina agitaba las cortinas. Rodeó el cadáver, intentó mirarlo desde todas las perspectivas mientras la nube de los recuerdos lo hacía retroceder en los caminos de la memoria.

II.- CUIDADO CON ESA MUJER

Hacía exactamente dos semanas se encontraba leyendo un libro de Juan Antonio de Blas en su despacho con las piernas puestas encima del escritorio. Había dado el día libre a su secretaria, Idaira, y como llevaba meses sin recibir ningún trabajo suponía que aquel iba a ser como tantos otros.

Estaba a punto de concluir el capítulo once de La patria goza de calma cuando sonó el teléfono. El cigarrillo que tenía en la boca se le cayó al suelo por la sorpresa ya que hacía tanto tiempo que no oía el campanillear del fijo que le costó un buen rato razonar que se trataba del teléfono.

- Sam Waldo al aparato, detective privado.- soltó pegando un grito.

- ¿El señor Waldo?.- le preguntó una voz femenina.

- El mismo he dicho.

- Necesito de sus servicios.- le contestó la voz femenina de una manera tan aterciopelada que le llegó a su alma de fumador compulsivo.

- Explíquese usted.- respondió entre tosas tabaqueras y excitadas.

- Quiero que vigile a la señora Cultura.

Sam Waldo soltó un taco. Conocía a aquella vieja y los problemas en los que se había metido últimamente.

- ¿Con quién hablo?

- De momento es mejor que no sepa mi nombre. Si acepta,  ingresaremos 30 mil sestercios en su cuenta corriente.

- ¿30 mil sestercios?.- se atragantó Waldo.

- 30 mil sestercios. ¿Acepta el caso?

III.- UNA CIERTA ANGUSTIA

Waldo volvió a la realidad. Se palpó el grueso sobre que llevaba en uno de los bolsillos de la gabardina y se insultó a sí mismo: “esto me pasa por haber aceptado los 30 mil sestercios”. En especial cuando esa misma tarde lo llamó una policía autonómica al celular para informarle que había muerto la señora Cultura y que órdenes que vienen “de muy, pero que de muy arriba le autorizan a investigar el caso en colaboración con nuestras fuerzas del orden”.

Sam Waldo se dijo que eso le pasaba por no haber estado pendiente de la vieja y sí de la gran fila de botellas del bar que estaba justo enfrente de la mansión donde vivía. No obstante, y pese a su afición a la tontería, había hecho algunos deberes.

Volvió sus ojos al cuaderno de notas y leyó lo que había marcado al rojo y con triple subrayado: Lista de sospechosos.

IV.- EL ASESINO DENTRO DE MI

Polino.- Más conocido como el presi. Últimamente evitaba a la señora, probablemente porque no quería que le recordara la tormentosa relación que mantuvo con ella años atrás y que dio como fruto a un niño algo tarado y caprichoso al que llamaron Septenito. Por mucho que la mujer se empeñó en darle carrera a la criatura, la progresiva indiferencia del padre dio al traste con sus sueños. Polino, además, llevaba una temporada sin contestar sus llamadas y se hacía el loco cuando se la tropezaba por la calle. El criado de la casa (a quien ya he descartado como sospechoso) asegura que en las últimas semanas Doña Cultura había amenazado a Polino con hablar. La reacción de Polino fue la de recortarle si cabía aún más la asignación anual que le facilitaba. En cuanto al niño, Septenito, está en paradero desconocido. Se rumorea su posible ingreso en un hospital psiquiátrico ubicado en la isla de Lobos.

Mila.- Las relaciones de la señora con Mila no eran buenas. Probablemente porque Mila estaba muy molesta por el matrimonio de conveniencia al que Polino había forzado a la señora Cultura con un tal Berto. Se dice que la tal Mila tenía en agenda a otro pretendiente (averiguar su nombre). La chica de los recados asegura que si hubiera sido por la Mila, Berto y la señora habrían desaparecido hace años del mapa. No explica cómo, pero sí que tiene muy claro que ambos dos habrían desaparecido. ¿A la isla de Lobos? Tras interrogar a otros sospechosos he comprobado que todos coinciden en que Mila no sentía particular aprecio por la doña y mucho menos por Berto y el enano, Septenito. Demasiado follón para tan poca cosa, dicen que deja caer Mila a quien quiera escucharla. Al parecer sólo siente (y con reservas) el teresiano vive sin vivir en mí con otra señora maltratada y bajo su responsabilidad: la revoltosa doña Educación.

Berto.- O el marido postizo, de conveniencia. Al parecer, para despistar a la opinión pública, Polino lo obligó a desposarse con la señora cuando ésta dio a luz a Septenito aunque todos en la casa sabían quien era el padre de la criatura. El criado comenta que Berto no es mala gente y que casi siempre se comportó como un caballero con la doña aunque últimamente la había dado por imposible. “Le dio demasiada cuerda. Usted ya me comprende” me comenta baboso el criado. Parece ser que la señora “a su edad” y algo alterada por lo que pensaba era una traición de Polino (“¡me ha utilizado como un trapo!” comentan que gritaba día y noche) se dedicó a pasar los últimos meses que le quedaban de vida acostándose con todo dios. El criado me comenta resentido: “Y todos ellos se aprovecharon de la pobre señora”. Y yo me pregunto ¿cuánto se aprovechó usted de la pobre señora?

El experto.- No tiene nombre porque son muchos. Unos daban clases, otros vivían del cuento. Todos se consideraban intelectuales. ¿Qué demonios es un intelectual? El criado lengua de trapo me sopla que últimamente visitaban demasiado a la señora y que gritaban y se tiraban cosas. “Quiero más dinero, vieja”, me asegura que escuchó detrás de la puerta. La señorea respondía: ¿Es que sólo me quieres por lo que te pueda dar?”.

Los artistas.- Todos hablan off the record pero ninguno da la cara. Señalan a posibles asesinos pero me temo que sus sospechas son descartables. La única pregunta que me han hecho es: “¿sabe usted como quedó lo mío? La señora me aseguró que…”    

V.- MÁS ALLÁ DEL DESHONOR

Waldo cerró el cuaderno de notas y aprovechó para fumarse el cuarenta cigarrillo de la jornada. Eructó, movió la cabeza e hizo chasquidos con la boca mientras se pasaba nervioso el dedo por la barbilla como si quisiera escarbarse un hoyuelo tipo Kirk Douglas.

Encogiéndose de hombros salió del dormitorio y entró en la habitación donde todavía estaban los tres agentes de la policía autonómica bebiéndose las existencias del bar de la señora.

De repente y al cruzar ante un espejo tuvo la inspiración y resolvió el caso. A punto estaba de soltarlo cuando selló la boca. El jefe de los polis, un tal Riano, irrumpió en la estancia con la mano extendida.

- No hace falte que siga investigando. No hace falta. ¡Ya hemos encontrado al culpable!

Waldo lo miró asombrado y salió a la calle escoltado por Riano que lo cogía del brazo.

- No hace falta que siga investigando. No hace falta. ¡Hemos encontrado al culpable!

Delante de un coche policial (pintado de azul, blanco y amarillo) dos agentes de la policía autonómica vigilaban a un tipo esposado. Sam Waldo no le vio bien la cara al principio hasta que el detenido la alzó y sus miradas se cruzaron.

- Esto es una farsa.- escupió Waldo.

- No hace falta que siga investigando. No hace falta. ¡Hemos encontrado al culpable!- continuaba diciendo Riano.

- Pero… pero….- tartamudeó Waldo.

- Ahhh – exclama Riano como Claude Rains en Casablanca– no me cabe duda que esto es el principio de una gran amistad.

Y la momia guanche, esposada, pudo susurrar antes de que la metieran a golpes dentro del coche policial: Tengo problemas. Waldo ¿debo silbar?

NOTA.- Los títulos que acompañan este relato corresponden, respectivamente, a novelas de Raymond Chandler, David Goodis, Eric Ambler, Jim Thompson y James M. Cain.

Saludos, a lo ¿continuará…?, desde este lado del ordenador.

La cosa es reírse…

Jueves, Julio 29th, 2010

DESDE CANARIAS

Alguien debería de escribir algún día un ensayo sobre lo que nos hace reír a los habitantes de estas islas infernales. También dedicar siete capítulos a cada una de sus ínsular para profundizar en su sentido del humor. En Gran Canaria hay como una obsesión por reflejar su costumbrismo con resultados generalmente meridianos. En Tenerife, por el contrario, nos vamos por las ramas. Aquí parece que lo que se estila en una risa que va más allá de las fronteras por mucho que los de En clave de Ja pretendan demostrar lo contrario. Es sano, de todas formas, que al igual que se reproduce en Península, en estas islas desamparadas estemos asistiendo a un fenómeno todavía poco atronador de cuentistas. O gente que cuenta chistes en forma de monólogos. Noto en falta, eso sí, crítica ácida sobre nuestra realidad archipielágica. Una mirada maliciosa sobre los políticos que dicen que nos representan y mucha gana sana de reírse de nuestro patético día a día.

A la espera de que consigamos traspasar esa frontera porque no sólo de Manolo Vieira vive el homo aplatanatus que somos, les propongo que le echen un vistazo a Chachoké, una serie on-line que dirige Antonio Cifo y que protagoniza una familia que si bien es de la isla de enfrente también podría ser de esta que habito. Los actores son Blanca Rodríguez, Sergio Placeres, Andoni Hernández y Rosa Escrig. Como protagonista interviene el periodista de Cadena Ser Las Palmas Antonio Domínguez.

Y DESDE EL PAÍS VASCO

Como la cosa va hoy se risa les invito a que naveguen por la web de la Primera Semana Internacional de Literatura de Humor y Humor Gráfico, La risa de Bilbao/Bilboko Barrea, que se celebrará entre el 22 y el 26 de septiembre. Como ya informamos, entre los invitados han confirmado su participación escritores como Tom Sharpe (a quien se le concederá el premio BBK La Risa de Bilbao), Martin Amis o Michel Houllebecq. Se rendirá homenaje también a Antonio Fraguas Forges y las mesas redondas contarán con Rafael Reig (Sangre a borbotones, Manual de literatura para caníbales); Fernando Iwasaki (Ajuar funerario, Helarte de amar); Luis Alberto de Cuenca (Héroes de papel, Hola, soy yo tu lobo); Felipe Benitez Reyes (Mercado de espejismos, Premio Nadal 2007); Ramón de España (El millonario comunista y El futuro no era esto); y los humoristas gráficos Juan Carlos Eguillor y Gallego y Rey.

La intención de la organización, que dirige el escritor Juan Bas, es la de editar cada año un libro de relatos escritos por autores (cuatro de ellos, vascos) que habitualmente no cultiven el género humorístico. Entre los escogidos para firmar este primer volumen están Fernando Marías, XIII Premio Primavera de Novela con su última obra Todo el amor y casi toda la muerte y Premio Nadal en 2001; Lola Beccaria, autora de La luna en Jorge o El arte de perder; y Kirmen Uribe, ganador del Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Narrativa con su obra Bilbao-New York-Bilbao

Saludos, haciendo muecas, desde este lado del ordenador.

Una chiflada clasificación chiflada

Miércoles, Julio 28th, 2010

UNA ACLARACIÓN NECESARIA:

La siguiente clasificación me la encontré en una librería de viejo mientras callejeaba por la ciudad de Gijón. El hallazgo -por llamarlo de alguna forma- se trata de un panfleto editado a fotocopias y sin firmar. Lo que más me llamó la atención del texto es la preocupación que su autor o autores se tomaron al diagnosticar la fauna que tradicionalmente recorre los rastros de las ciudades y pueblos de este país que se nos muere. En la última página de este opúsculo sin fecha se advierte de una segunda parte en la que su autor (o autores) clasifica a los vendedores de los puestos ubicados en estos espacios. No logré dar con él pero el amable librero asturiano que me atendió se comprometió a envíarmelo si por la gracia de los dioses caía en sus manos.  

La primera página del texto reproduce los siguientes versos de Cavafis:

La ciudad es una jaula.
No hay otro lugar, siempre el mismo
puerto terreno, y no hay barco
que te arranque a ti mismo. ¡Ah! ¿No comprendes
que al arruinar tu vida entera
en este sitio, la has malogrado
en cualquier parte de este mundo?

A continuación se pasa a la chiflada clasificación.

Los buitres.- O todos aquellos buscadores de rarezas (entiéndase libros, discos de vinilo, películas en vhs, tornillos, etc, etc) que dan vueltas y vueltas desde primeras horas de la mañana por cualquier rastro esperando que un nuevo vendedor asiente sus reales y despliegue con descuido -y preferiblemente en montones- el material que pretende poner a la venta.

El que marca territorio.- Se trata de aquel habitual a los rastros que se hace espacio en un puesto de discos, libros, cintas de vhs sin importarle un pimiento desplazar al cliente que tiene delante. Si el primer cliente, con caballerosidad, le indica que espere su turno porque él llegó primero le soltará con acento victimario algo así como “¡no ocupe mi espacio vital!” Normalmente se sale con la suya.

El suertudo.- Este espécimen no suele ir al rastro todos los domingos. Es más, deja que pase un tiempo prudencial y cuando cree que los elementos se han conjurado para darle buena suerte decide entonces darse una vuelta a la hora que sea porque intuye que encontrará algo insólito. O ese libro, disco o cinta pasado de rosca que tanta falta cree que le hace. Pese a que se toma con paciencia sus desplazamientos, tras haber investigado a esta especie hemos llegado a la conclusión que el mejor momento que siente es cuando se hace con aquello que tanto ansia. También al preguntarle el precio al vendedor sin que éste aprecie que daría por ello lo que le pidiera. 

El regateador.- Esta especie, desgraciadamente en extinción, era hasta hace unos años la más habitual en estos espacios. Se trata de gente que regatea por cualquier cosa. Si el vendedor propone cinco sestercios, él responderá que dos hasta llegar a un precio que convenza a las dos partes. Es una pena que esta técnica, todavía en alza en los bazares morunos, ya no se estile en nuestros occidentalizados rastros.

El ocasional.- No suele ser un habitual de los rastros. De hecho odia los rastros. Algunos porque les parecen sitios para pobres. Otros porque no soportan adquirir cosas usadas y unos terceros porque no suelen levantarse antes de las dos de la tarde los domingos. No suelen comprar por lo explicado anteriormente y no paran de criticar al colega que los ha convencido para pasar allí la mañana. Son fácilmente detectables por la cara, en la que se refleja mucha mala leche.

El pesado.- Tampoco es buen comprador pero presume con sus amigos de lo que ha conseguido a precio de ganga mientras le recrimina al otro que carezca de sus instintos de predador. Dice que conoce los mejores puestos de cualquier rastro pero que esa información nunca la revelará aunque sufriera tortura china. No son mala gente. El problema es que son unos pesados.

El voyeur.- Mucho cuidado con estos. Son de los que te observan y estudian en un puesto. De esos que ven cómo manoseas un ejemplar y dudas en comprarlo. Si lo dejas en su sitio, llegará el muy listo y se lo meterá en el bolsillo sólo por el placer de verte sufrir. Es más que probable que tire después lo que ha comprado en una papelera. Por eso es bueno seguirlos a cierta distancia. Generalmente sales ganando, porque te haces con la mercancía y sin pagar un sestercio.

El viejuno.- Pese a su denominación este pedazo de animal puede tener cualquier edad. Sólo compra lo que sea viejuno. Independientemente del valor que tenga. Si es viejuno vale la pena. Huelen, además, a viejunos.

El necromitero.- Este individuo, en contra del viejuno, no busca cosas viejunas sino raras. Preferiblemente libros olvidados por el tiempo, textos extraños (como El legado del temple) con lo que puedan invocar a los mil demonios del Averno. No les hacen ascos tampoco a velas pasadas, túnicas usadas, discos con cantos gregorianos y cintas de vhs de Kenneth Anger con Anton LaVey como protagonista. No vean cómo se ponen si descubren un texto desconocido de La Bestia, Aleister Crowley. Una recomendación: no hay que tenerles miedo. ¡Allá lejos! 

El madrugador.- Son todos aquellos que pasean por el rastro desde que este abre sus puertas. Miran, remiran, investigan. Como los dioses ayudan a quien madruga, son los que generalmente se llevan las mejores piezas.

El trasnochador.- O el que continúa la fiesta de la noche anterior visitando el rastro. A esta especie no le interesa el rastro, seamos sinceros, sino tomar la penúltima en los muchos bares que abren a su alrededor.

Los amantes.- Parejas que deben de haber pasado una noche divertida en casa y que se levanta para prolongar los efectos paseando por el rastro. Parecen que caminan por entre nubes y se ríen de todo sin haberse fumado un cigarrito de la risa. La tradición marca, además, encontrárselos desayunando churros.

El pesado.- Es ese señor o señora que se te pone al lado y no deja de recomendarte que compres esto o lo otro. Que le hagas caso. Lo mejor es obviarlos, hacer como si no existieran. Sí se les presta atención lo más probable es que regreses a casa con una bolsa cargada de cosas que, inevitablemente, terminarán en el cubo de la basura.

El coleccionista.- Explora los rastros para completar aquellas colecciones que por una u otra razón no pudo completar en su infancia o adolescencia. Es un bicho raro, va a tiro hecho. Normalmente se va sin nada a casa. Ahora bien, cuando descubre lo que busca parece que suena dentro de su cabeza la música de Superman.

El virgen.- Todos aquellos que se inician por primera vez en la extraña magia de un rastro. Se les detecta porque lo miran todo como alucinados y por su desarmante timidez. No se atreven a preguntar precios. Pasean y miran y el veterano, que recuerda cómo fue su primera vez, se solidariza con ellos y piensa: ¡bienvenidos a este caos consumista!

El veterano.- Los hay de todas clases pero nos quedamos con el que sencillamente disfruta con estos espacios. El de su ciudad y el de otras ciudades que ha tenido la buena suerte de conocer. Para nosotros es una especie de marinero que navega en tierra.  Hacen legión.

Los legionarios.- Pues todos esos veteranos que como si de una hermandad masónica se tratara se ayudan entre sí para orientarse y que encuentres aquello que ibas buscando. Son muchos más de los que se creen. Y se reconocen entre sí a través de palabras, toques y signos, lo que obliga a estar iniciado. En definitiva, ellos son los que dan vida a los rastros. Se tratan de hombres y mujeres de buenas costumbres. 

Aquí termina esta clasificación chiflada. A la espera de recibir la segunda parte…

… Saludos desde este lado del ordenador.

Frío, frío, frío…

Martes, Julio 27th, 2010

Tenía interés por ver el último trabajo de Jaime Falero, cineasta al que sigo por algunos de sus cortos, casi todos ellos alejados de la corriente intimista que caracteriza a los cineastas canarios recientes aunque bien es verdad que aquejado de una tarantinitis aguda que puede tener efectos perjudiciales para su salud.

El último trabajo al que hago referencia responde al nombre de Al margen de la ley. Diez presos. Diez vidas, y se trata de un documental realizado en Tenerife II con diez de sus internos. Se exhibió esta misma tarde en TEA.

Ahora viene la primera pregunta: ¿Cuál fue tu reacción?

Y ahora viene la respuesta: No es lo que esperaba. Es más, me parece un reportaje frío, distante, sin línea narrativa continua… No emociona, por mucho que el cineasta se empeñe. Cuenta, eso sí, con escenas potentes, de esas que convierten en verdad el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. Me quedo con una: balones de fútbol colgando en el alambre de espino.

El problema de Al margen de la ley. Diez presos. Diez vidas es que intenta abarcar demasiadas cosas en una hora escasa de duración. De hecho, da la sensación de que el documental es un resumen de lo que podría haber sido.

No supo meter a este atribulado espectador en el sufrimiento de su decena de protagonistas aunque sí me planteó una cuestión que no investiga el documental: si vivir en islas ya condena a un forzado aislamiento ¿cómo será vivir en una cárcel instalada en esa misma isla?

Al margen de la ley no contagia la sensación de soledad, ni explora en el quién, el cómo ni en los por qué de sus diez protagonistas. Será porque en su reflejo del día a día no transmite esa sensación de soledad de la que tanto se quejan  los presos.

Soledad. Es una verdad y lo dicen. Y lo repiten. Pero como espectador no te araña su vacío, ni su arrepentimiento por lo que hicieron.

Una pena. Porque los diez, hombres y mujeres, que aceptaron dar la cara para contarnos sus historias esconden historias. Historias que aprecias porque están talladas en sus rostros. En todos ellos la mirada es de una asombrada tristeza. Una mirada de perplejidad profunda que como espectador exijo que me mastiquen. No me vale sus conversaciones, cómo pasan el tiempo haciendo ejercicio o en talleres… Pido ese algo que Falero no sabe transmitir.

No ves la soledad.

La condena de no estar entre los tuyos.

No la sientes.

Me sabe a muy poco Al margen de la ley. Diez presos. Diez vidas.

No veo a esos diez presos. Tampoco veo esas diez vidas.

No siento que es vivir cómo ellos.

Al finalizar la proyección, Falero aprovecha para presentar la promo de una serie de televisión en la que actualmente trabaja. Se titula Tenerife South. Un thriller.

Y en esas imágenes encuentro al Falero que reconozco: bestia, inconoclasta, salvaje.

También al viciado por la tarantinitis.

Saludos, asilado y aislado, desde este lado del ordenador.

Otro consejo de monosabios… y van… y van… y van…

Lunes, Julio 26th, 2010

A mi esto de los comités de sabios me recuerda a los tres monos místicos o de la sabiduría. Ya saben, ese que no ve, ese que no oye y ese que no habla. El primero oculta sus ojos con las manos, el segundo se las lleva a sus orejas y el tercer se tapa la boca con ellas.

Esta idea, la de los famosos tres monos se me ha venido a la cabeza al leer la información que anuncia que Canarias contará con un Consejo Canario del Sector Audiovisual. Y que el mismo velará “por la calidad de los contenidos y la ética en el sector”, entre otras historias.

No se sabe todavía quien ocupará plaza en este comité de chimpancés, digo sabios, pero se indica que cinco de sus miembros saldrán del Parlamento de Canarias y los otros dos serán elegidos por el Gobierno. Lo que hace que me tema lo peor. Digo lo peor porque soy de los que cada día lo tiene más claro: sospecha con amargura de todo lo que salga de la Cámara regional. También de lo que emane del Ejecutivo autonómico. Y es que a los hechos me remito.

Ahora bien, en la nota se destaca bien clarito que todos ellos, los que integren el futuro comité de sabios o monos, según guste o disguste, “serán sometidos a un férreo régimen de incompatibilidades entre las que destacan la imposibilidad de tener interés en medios de comunicación de cualquier tipo, empresas de publicidad o de producción de contenidos”.

A ver si es verdad…

Los del comité tendrán “capacidad para imponer sanciones y ejercer acciones judiciales” y sus competencias abarcaránn desde la radiodifusión sonora hasta la televisión y cualquier otro sistema de transmisión de contenidos audiovisuales. Se prevé que el invento se ponga en funcionamiento — aún está pendiente por aquello de que entre en vigor la Ley para su aprobación definitiva– dentro de unos seis meses. Periodo tras el cual los acólitos del doctor Zaius podrán señalar con el dedo índice hacia arriba o hacia abajo según el caso lo que según sus personales criterios piensen que se sale del tiesto.

¡Tiembla Televisión Canaria!

¡Temblad televisiones locales!

Cuentan que el consejo de monosabios estará dedicado a informar sobre las propuestas de adjudicación y sobre las operaciones de venta o alquiler de las licencias. También la de realizar inspecciones e imponer sanciones. Además, “se encargará de fomentar la autorregulación y los códigos deontológicos” así como garantizar el cumplimiento de las obligaciones de servicio público radio y televisiones públicas y ser mediador en los conflictos entre operadores. En cuanto a su capacidad de imponer sanciones, este comité tiene la facultad de dictar instrucciones vinculantes (con multa de 100.000 euros a 500.000 euros, las graves de 100.000 euros a 50.000 euros, y las leves hasta 50.000 euros) y aprobar recomendaciones y ejercer acciones judiciales. Leo la información y la releo. Me rompo la cabeza pensando quién podría formar parte de este comité sin que se me aparezca ningún nombre en la cabeza, y espero, con resignación espartana, a su puesta en funcionamiento. Si el invento –e imagino que nace con tan noble intención—es para evitar opacidades, es bienvenido.

Claro que, mucho me temo, seguiremos informando.

Saludos, cual Taylor cuando se tropezó con la Estatua de la Libertad en aquella playa de aquel lejano planeta que no era tan lejano, desde este lado del ordenador.

Sumergiéndome ‘Dentro de la noche’

Sábado, Julio 24th, 2010

La gente con talento no presume que lo tiene. Va por la vida como uno más, asumiendo su destreza como algo natural, imaginando que esa veta que explota la tienen también quienes le rodean. El dibujante y guionista de cómics Eduardo (así, a secas, sólo un nombre) es una de estas personas. Un tipo de desarmante sencillez y humildad. Y un genio que no va de loco por la vida.

Aunque la cosa todavía está en fase de cuarentena, es más que probable que Dolmen Editorial en su línea Siurell (que sólo publica a autores españoles) presente un tebeo del dibujante y guionista tinerfeño que bajo el título Dentro de la noche, recoge once historietas de seis páginas cada una muy abracadabrantes, de esas que te dejan congelado sin que apenas te hayas percatado de cómo el húmedo viruje iba paralizando tu cuerpo.

Sobre este proyecto que edita Dolmen (una curiosa alianza astur-mallorquina que está despuntando no sólo en la geografía de los colorines sino también en la edición de libros de temática histórica y fantástica) da cumplida información el blog desdemimundo de Jorge Iván Argiz, quien confiesa que considera este trabajo como “uno de los más ilusionados me tienen por su excelente guión, lo sólido del concepto y por su estupenda resolución final”.

He tenido la oportunidad de leer algunas de estas historias de Dentro de la noche, y sólo puede decir de ellas que son inquietantes, que producen malestar y esa necesidad imperiosa de echar un vistazo por la espalda no vaya a ser que…

A mi modesto entender, Eduardo ha conseguido además actualizar las claves de la que fue y es la mejor serie de televisión de todos los tiempos: En los límites de la realidad, al proponer historias donde realidad y fantasía se fusionan de manera maestra, y siempre narradas a través de dos protagonistas, lo que ofrece una doble perspectiva sobre los sucesos que expone y plantea así inquietantes lecturas y relecturas: ¿quién tiene razón? ¿qué es verdad y que deja de serlo en cada una de estas extrañas aventuras?

Eduardo no sabe ubicar estas historias, así que me atrevo a sugerir que su cóctel explosivo es una suerte de mestizaje entre el viejo Franz Kafka y Rod Serling, el creador de la ya citada y admirada serie En los límites de la realidad. Con esto quiero decir que sumergirte en sus páginas da lo que se suele decir muy mal rollo. 

Y todo ello sin fuegos artificiales ni tontas trascendencias. Y sí recurriendo a una misma estructura narrativa que apoya un dibujo sencillo pero tremendamente efectivo.

“Todo surge a resultas de la primera historia, que hice en dos días, de forma totalmente libre hace un par de años, por divertirme un rato, sin más. Un tiempo más tarde repetí experiencia con la segunda y me plantee hacer algo con más cuerpo” me cuenta Eduardo. Y este que es su tocayo lo mira y concluye lo que dije al principio: los genios son gente que van por la vida como uno cualquiera. Sólo que ellos ven cosas que nos están vedadas al resto de los mortales. Claro que, afortundamente, están ahí para revelárnoslas.

Ya lo saben, Dentro de la noche próximamente en su kiosco.

Saludos, con recuperada hambre tebeoadicta, desde este lado del ordenador.