Archive for the ‘Óbitos’ Category

Raquel, Raquel, Raquel

Jueves, Febrero 16th, 2023

Se no están yendo a puñados, escucho que dice uno a otro en la calle, en medio de una de esas aceras estrechas que se despliegan por la ciudad en la que nací y en la vivo. La última en despedirse es Raquel Welch, a quien descubrió en un concurso de belleza celebrado en un rancho a las afueras de Hollywood Tom Hernández, nacido en Puerto de la Cruz y que trabajó haciendo pequeños papeles en películas y series de televisión cuando la televisión todavía era en blanco y negro. La foto de Tom Hernández junto a una jovencísima Jo Raquel Tejada (Chicago, 5 de septiembre de 1940-Los Ángeles, 15 de febrero de 2023) aparece en algunas imágenes que suben a las redes sociales los aficionados, quienes se apresuran en recordar que el papel que la lanzó a la fama y el estrellato y que le costó que arrastrara durante toda su carrera como actriz el apodo de El Cuerpo, calificativo que me da urticaria, fue el de troglodita de muy buen ver en Hace un millón de años (Don Chaffey, 1966), largometraje que se rodó en estas islas Canarias que se hunden irremisiblemente en las procelosas aguas del océano Atlántico.

Olvidan sin embargo lo que destacan de la actriz el hecho de que fuera descubierta por un portuense y que su película más famosa se rodara en esta tierra que la Welch cuenta con una filmografía bastante estimable y en la que abundan wertern a rebufo del espagueti, cintas de ciencia ficción y alguna negra y criminal bastante dignas.

Olvidan también quiénes la elogian ahora que se ha muerto que la Welch hizo historia en el cine al protagonizar con Jim Brown en la excelente Cien rifles la primera escena de amor interracial y que no es otra en la que el cuerpo escultural de Raquel se fusiona con el cuerpo escultural de Jim, dos monstruos de belleza singular cuya visión resulta de un magnetismo enfermizo.

La Welch trabajó junto a Frank Sinatra en un atractivo filme policíaco, La mujer de cemento, segunda entrega tras Hampa dorada del detective Tony Rome, papel que encarnó Frank Sinatra y de una cinta de ciencia ficción que hizo historia: Viaje alucinante, que dirige ese cineasta para mi ya un clásico que fue Richard Fleischer, y en la que un equipo médico reducido a tamaño microscópico entra en el cuerpo de un hombre malherido para que desde dentro le salven la vida…

Raquel Welch aparece también en una de las más deliciosas adaptaciones al cine que se han rodado de la inmortal novela de Alejandro Dumas Los tres mosqueteros en, precisamente, Los cuatro mosqueteros, y que dirigió Richard Lester en los años setenta siguiendo al pie de la letra un fantástico guión escrito por George MacDonald Frasier, el creador de Harry Flashman.

La Welch aparece también en Myra Breckinridge, que pudo haber sido la película rompedora que quiso ser pero que sin embargo no fue…

Con todo esto queremos recordar la carrera de una actriz que sin tener demasiados registros hizo carrera por una belleza peculiar. De hecho, creo que hubo actrices de su misma época más hermosas que ella pero que fue ella la que al final se quedó con el sambenito de símbolo sexual, de ganarse ese calificativo de El Cuerpo que a mi me parece bastante grosero porque la vende solo como un trozo de carne.

Pero en fin, que son malos tiempos para la lírica. Fallece en lo que llevamos de año personajes nacidos o muy vinculados a las islas como Alexis Ravelo, Manolo Vieira, el pintor Manuel Sánchez y el empresario cinematográfico Francisco Melo Sansó, entre otros que ahora mismo se me olvidan. Una tragedia, a la que se suma la de una mujer muy bella que fue descubierto hace ya un millón de años por un tinerfeño que hizo las Américas y que llegó a trabajar como actor de reparto en un puñadito de películas donde cuesta algo, la verdad, reconocerlo.

Así que va por Raquel y por todos ellos. Ellas y ellos que deben de estar ya –y a esta hora– en el cielo…

Que los dioses las/os bendigan.

Saludos, frío, desde este lado del ordenador

No, no es justo

Jueves, Febrero 9th, 2023

Me voy de Las Palmas de Gran Canaria con una lluvia torrencial cayendo sobre la pista del aeropuerto y aterrizo en Tenerife con un whatsapp que me envía un amigo. La noticia es muy triste, anuncia el fallecimiento de Manolo Vieira, el hombre que más me hizo reír con acento de aquí, de esta tierra desestructurada.

Camino perplejo rumbo a la terminal de Tenerife Norte, no hay niebla y no llueve.

Mientras bajo a Santa Cruz no salgo de mi estupor. En lo que llevamos de año, apenas un mes y pico, se me han ido dos de los tipos más grandes que he conocido. Los dos de la isla vecina, la que está enfrente de la mía. Y coño, creo que no es justo.

A uno, a Alexis Ravelo, tuve el privilegio de tropezármelo hace ya unos buenos años. Fue en la presentación de la antología G21, y enseguida nos encontramos porque nos gustaba mucho la novela negra y criminal. Alexis, encima, escribía este tipo de literatura, tuvo un personaje fijo que se llamaba Eladio Monroy, a lo largo de seis novelas, me identifiqué con aquel investigador calvo y salvaje, con ese tipo que resolvía casos al margen de la ley.

Con Eladio Monroy me pasa algo curioso y es que cuando leía las novelas protagonizadas por el ex jefe de máquina de la marina mercante, siempre me lo imaginé como Alexis Ravelo. Creo de hecho que Alexis se dibujó así mismo como Eladio. El caso es que ambos me siguen pareciendo la misma persona. Y no solo por el físico, esa cabeza rasurada dice mucho, sino también por cómo pensaban los dos, prácticamente lo mismo.

No llegué a conocer a Manolo Vieira así que no podré decirle ahora a la cara, frente a frente, las gracias que le debo por la cantidad de tan buenos momentos que me hizo pasar. Recuerdo un especial de Nochevieja en el que me ahogaban las carcajadas. Después otros espectáculos, visto en televisión o navegandor por YouTube, así que el mejor homenaje que se me ocurre hacerle es el de volver a ver algunos de estos espectáculos y esperar a que me entre la risa. Porque es con risa como quiero despedir a este gigante del humor. Un humor que no ha generado la escuela que se merece, aunque todos los nuevos cómicos que han brotado últimamente a este lado del Atlántico le rinden el respeto que le deben.

Escucharlo fuera de las islas, en otro territorio donde todo lo de aquí les suena como a chino, Manolo Vieira significaba que me partiera de la risa y que los que no eran de aquí no se cansaran de preguntarme qué significa esa palabra, a este tío no se le entiende… aunque si seguían mirando la pantalla no era raro ver como le aparecía de pronto una sonrisa en los labios que terminaba, era inevitable, en una sonora carcajada.

Así que no es justo. Se me han ido en lo que llevamos de año (y es solo el principio) dos grandes. Uno fue más que un amigo y el otro un tipo que me hizo feliz cuando lo veía en la televisión. A estos dos les debo muchas risas pero también la pena que llevo dentro porque se nos han ido demasiado pronto… y eso no, no es nada justo.

Un escritor a secas

Lunes, Enero 30th, 2023

He conocido a pocas personas con el corazón de Alexis Ravelo, escritor pero sobre todo amigo que hoy nos dijo adiós para sorpresa de quienes tuvimos la ocasión de disfrutar de su amistad y de su literatura hace apenas unas semanas en Aridane Criminal, el festival de novela negra que dirigió tres años seguidos en esa entrañable ciudad de La Palma.

Como debe ser con un escritor, conocí primero a Alexis a través de su literatura. Y de aquel encuentro no guardo grato recuerdo. Cayó en mis manos Los tipos duros no leen poesía, tercera entrega de la saga protagonizada por Eladio Monroy, y recuerdo que fui bastante crítico con esta novela que no merecía el juicio que le di entonces. Claro que entonces escribía más con las tripas que con la cabeza aunque de algo tuvo que servir (quiero pensar) aquel comentario para que unos pocos meses después (¿o fueron años?, con Alexis nunca se sabía) publicara en Alrevés La estrategia del pequinés, una novela por la que recibiría y con justicia años más tarde el premio Hammett que concede la Semana Negra de Gijón.

El caso es que La estrategia del pequinés supuso un revulsivo para la novela negra y criminal que se escribía y se escribe en España. Y la razón es bien sencilla, por una vez los protagonistas de la historia trabajaban al otro lado de la ley. Es verdad que se trataban de granujas de medio pelo, de tíos de la calle que se buscaban la vida delinquiendo con menudencias hasta que en la novela planifican y ejecutan robar a un traficante de drogas y se desata la balacera.

Estos personajes que proceden de la nada más absoluta se convirtieron en una especie de constante en su literatura. Constantes a la que habría que sumar la lucha que emprenden contras los poderosos que son, en sus libros, los verdaderos delincuentes, la chusma a la que hay que señalar y, si procede, robar porque quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

En sus novelas policíacas, muchas de ellas inspiradas en hechos reales, Alexis se dedicó a denunciar la corrupción no solo de los de arriba sino de los que le sirven, llámalos policías corruptos, chandaleros que trabajan al precio del mejor postor e incluso periodistas que han dejado de serlo para convertirse en chantajistas. Y esto es solo una pequeña galería de villanos, de personajes torvos que no parpadean en explotar a sus semejantes sometiéndolos a toda clase de humillaciones.

La novela negra se convertía en sus manos en un arma de denuncia, de denuncia política. Sabía, además, escribir muy bien, lo que le venía de lejos. Una vez me explicó de hecho que en parte se lo debía a un taller literario en el que le dio clase Alfredo Bryce Echenique, y que su olfato para retratar a los parias de la tierra se lo debía a su oficio de portero y camarero antes de hacerse un nombre en la república de las letras.

No sé si lo sabe la gente, pero Alexis, que venía de Escaleritas, siempre tiró al barrio y presumía, cuando había que presumir, de unos orígenes muy humildes a los que supo sacar partido a través de su literatura.

Lector voraz, de esos que cuando les gusta un libro se empeña en que lo leas porque te vas a divertir con él lo mismo que se divirtió él mismo leyéndolo, con Alexis se podía hablar de muchas cosas además de literatura. También fue de esa clase de amigo, ya casi hermano, que estaba ahí. Siempre tendiendo una mano aunque como le cayeras mal, y además de los ricos y poderosos había mucha gente a la que no aguantaba, sacaba un rejo siciliano que fulminaba al instante a todos aquellos que por una u otra razón le caían lo que se dice muy gordos.

Sí, Alexis Ravelo era bastante cabezón pero no le faltaba razón para que fuera tan cabezón.

En cuanto a su forma de escribir, Alexis Ravelo conocía muy bien a los clásicos del género, de hecho, La estrategia del pequinés es una versión muy libre de La jungla de asfalto, que cuenta la preparación de un robo visto desde la perspectiva de quienes lo van a cometer. Pero Alexis, que además de conocer a los grandes de la novela negra también conocía a los grandes de la literatura universal, no quería encasillarse como un escritor de novelas policiacas sino como el escritor a secas que fue, y así escribió La otra vida de Ned Blackbird y Los milagros prohibidos, que transcurre esta última durante la Guerra Civil en la isla de La Palma.

En cuanto a su producción policial, que fue donde le llovieron los premios, Alexis Ravelo publicó una lista larga de notables novelas negras y policíacas, todas ellas protagonizadas por tíos de la calle, buscavidas, gente del arroyo. Con esta galería de perdedores que hablan con acento canario sin que chirriara, Alexis cimentó una novela policíaca canaria que gustaba no solo en su isla, Gran Canaria, sino en las otras que forman esta desestructurada comunidad autónoma y la península. También fuera de sus fronteras.

La última tumba, Las flores no sangran, La ceguera del cangrejo (que se desarrolla en Lanzarote, y que sirve de paso para recordar a César Manrique); Un tío con una bolsa en la cabeza y Los nombres prestados son las novelas que deja tras de sí, eso sin contar las que escribió con destino al público adolescente y algunos relatos que Alrevés ha ido incorporando para las cuidadas reediciones de las seis novelas protagonizadas por Eladio Monroy (Tres funerales para Eladio Monroy, Solo los muertos, Los tipos duros no leen poesía, Morir despacio, El peor de los tiempos y Si no hubiera mañana).

Con Los nombres prestados recuperó además el territorio ficticio de San Expósito, localidad en la que se desarrollan también las dos novelas que forman parte del ciclo La iniquidad, La noche de piedra y Los días de mercurio. A este repaso de las obras que nos legó, destacaría El viento y la sangre, un hard boiled que firma un tal M.A. West, un escritor que nunca existió, ya que se trataba de una broma (y qué broma) de Alexis Ravelo con la complicidad de la editorial Navona.

El bromista que llevaba dentro nos hizo creer que había descubierto esta novela en inglés en una librería de viejo, avisándonos que se trataba de un escritor olvidado de la época dorada del género en los años 40.

Tras revelar la verdad, que A. M. West era él mismo, solo lamento que no tuviera tiempo para escribir alguna novela más con ese pseudónimo aunque ahora echo de menos que no vuelve a escribir más historias pero sobre todo compartir con él mesa y mantel y echarnos unas risas. Muy estruendosas y contagiosas las suyas, por cierto.

Por eso, más que como escritor, que también, me gustaría recordar a Alexis Ravelo como el amigo y el hermano que fue. Por eso este terrible vacío que tengo dentro y la sensación rabiosa de que siempre se nos van antes los mejores. Las personas que lo dan todo sin pedir nada a cambio.

Mientras escribo estas líneas apresuradas no dejo de escuchar su risa, y así, con Alexis riendo es como me gustaría despedir estas líneas urgentes para rendir el homenaje que mi amigo, mi hermano, se merece.

Joder, qué triste es todo esto.

La cara y la cruz

Sábado, Diciembre 24th, 2022

EN MEMORIA DE CARLOS GAVIÑO DE FRANCHY

En estos últimos días se han ido padres y madres de amigos y conocidos a los que ahora se suma la desaparición de un amigo, Carlos Gaviño de Franchy, a quien tuve la suerte de conocer hace solo unos pocos años por mediación de una de esas personas que se cruzan en tu vida y luego se disuelven de ella como un terrón de azúcar en un café con leche…

Tuve la inmensa suerte, y escribo inmensa porque lo fue, de visitarlo en una o dos ocasiones a su casa donde quedé deslumbrado no solo por el aire a museo que se respiraba en cada una de las habitaciones del edificio que en su día diseñó José Enrique Marrero Regalado, el del cine Víctor de la capital tinerfeña, sino por una nutrida biblioteca de clásicos canarios que despertó mi instinto no bibliófilo, porque no lo tengo, sino bibliófago. Vamos, que devoro (aunque le cueste creerlo al cretino que sabe quien es) los libros más que amarlos locamente.

En los estantes desfilaban ante mis ojos títulos que ignoraba que existieran y una colección de folletines escritos en estas tierras que me encendieron el apetito porque solo con observar aquellas portadas podía imaginarme lo que contarían dentro. Literatura para todos los públicos, que conste en acta para los intelectuales que solo leen, no devoran, libros de caza mayor. En fin.

Aquella mañana además de mirar con ojos de enfermo aquella espectacular biblioteca nos sentamos hablar mientras su simpática perrita, ya mayor y ciega, no dejaba de acercarse a mi asiento para olisquear a Kala, que es mi leal compañera perruna. Kala es bastante arisca, así que entre los gruñidos de una y los ladridos de otra, charlamos de lo divino y de lo humano que suelen ser libros y esas cosas. También, cómo no, de chismorreo sobre gente a la que conocíamos pero sin hacer sangre porque a estas alturas de la vida no caben “más penas ni olvidos”.

En otra ocasión, Carlos nos invitó a almorzar en un restaurante por Guamasa y entre platos y vinos se nos fueron las horas mientras caía la tarde sobre una isla que le debe a este señor, probablemente, algunas de las mejores ediciones de libros que jamás hayan circulado por estas tierras. Ya en aquellos días, y retirado del oficio de vestir a los libros, había dejado que esta labor descansara en una de sus hijas.

A Carlos Gaviño le debemos algunas de las mejores ediciones impresas que se han publicado en Canarias así que nadie le puede reprochar que no supiera lo que estaba haciendo porque sí que lo sabía. Conocía su oficio como conocía la Historia de Canarias como la palma de su mano. Abrumaba, de hecho, con tanto saber de tantas cosas aunque su mundo, su debilidad, eran los libros. Esas ediciones a las que vestía con un sentido del gusto que supo legar a su hija.

Formó parte con Juan Hidalgo y Carlos Díaz Bertrana del grupo Boabab, del que me consta se está escribiendo un trabajo y fue íntimo amigo de Maud Westerdhal, de quien por cierto se cumplió este año que se nos va el centenario de su nacimiento.

Detrás deja una bibliografía como autor amplia y sesuda, valores que supo transmitir a todos los que tuvo a su alrededor, y permanecía al pie del cañón pese a que disfrutara de su jubilación a través de una bitácora virtual de referencia y con puntuales aportaciones en ese patio de vecinos en que se ha convertido Facebook.

Como relativamente vivíamos cerca, no era raro que me lo tropezara algún día mientras paseaba a su perrita ciega y yo a la mía. Nos deteníamos un momento, hablábamos de cualquier cosa menos del tiempo y quedábamos para otro almuerzo un día de estos…

Un día de estos… Voy a notarlo en falta. De hecho, escribo estas líneas y ya lo noto en falta.

En fin, estoy seguro que ya nos encontraremos un día de estos.

Un día de estos.

Buen viaje, Carlos, fue un privilegio conocerte.

MUSEO RODIN ¿Y AHORA QUÉ?

En la penosa gestión que sobre la crisis del Museo Rodin ha desarrollado el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife intervino en el último pleno del año el presidente del Ateneo de La Laguna, esa entidad que tras el incendio de su sede vive como en el aire, Claudio A. Marrero.

Pueden ver su modélica intervención, un tirón de orejas estricto, como de maestro de escuela, al alcarde y concejales que se han empeñado en que una iniciativa que nació bichada continúe adelante por sus cojones. Y disculpen lo de cojones pero no encuentro otro pseudónimo para explicar una decisión que no augura nada nuevo para la capitá santacrucera, esa que cierras su bares y cafeterías a las 11 de la noche porque a esa hora no hay ningún alma rondando por sus calles.

Claudio A. Marrero es un gigante, gigante de estatura y corazón, y salvo alguna bromita que se permite deslizar en su intervención no deja de ser lo que ya se dijo, una advertencia rigurosa al Ayuntamiento chicharrero del tremendo disparate que han decido llevar adelante. Claudio, que tiene un aire al padre Vergara de la serie 30 monedas o de pastor luterano, repartió leña como hay que repartirla, con educación. Los cogotazos por lo tanto iban de un lado al otro aunque conociendo a quien tenía delante… No sé, no sé yo.

Lo que me parece digno de estudio sociológico es que por un lado el Ayuntamiento anuncie en ese mismo pleno una solución dineraria a una batalla que en las últimas semanas hemos venido librando en este su blog El Escobillón, y es que se invierta dinero (23 millones de euros) para reformar el olvidado Museo de Bellas Artes. Por otro lado me sorprende que la concejala de Cultura, Gladys de León, diga algo así como que “una réplica de Rodin vale cinco minutos de Paulina Rubio”.

La cuestión es… ¿qué va a suceder a partir de ahora?

¿Se sentirán satisfechos los intelectuales, artistas y ciudadanía en general tras la escandalera levantada y se retirarán a sus cuarteles de invierno o continuarán la lucha, las protestas y las movilizaciones para forzar la paralización de una iniciativa en la que no confía nadie? Y cuando se escribe nadie es nadie (lo que incluye al alcarde y su equipo).

Ya ahondaremos en éstas y otras cuestiones porque no sé si los que hoy protestan mañana dejarán de hacerlo pero quien les escribe pretende seguir dando guerra.

Es decir, que tras aplaudir la intervención de Marrero, toca seguir recordando al Ayuntamiento que nadie, ni los que gobiernan el Consistorio, cree en ese Museo Rodin de la puñeta. Otra cosa, claro está, es el dinero que mueve…

Y colorín, colorado… Esto es todo por hoy.

Saludos, que les sea buena la nochebuena, desde este lado del ordenador.

Pablo Milanés, el trovador que se fue

Miércoles, Noviembre 23rd, 2022

A Pablo Milanés se le quería más que a Silvio Rodríguez. Eso saqué en claro estando de visita en la ciudad de las cien mil columnas, La Habana, la majestuosa capital de Cuba que se desmorona con indefinida dignidad año tras año. A la gente de la calle le gustaba el negrito porque lo sentían como alguien cercano… Silvio además de blanco presumía de arrogante cantautor. Una desventaja en un país como Cuba donde a mal tiempo, buena cara y en la que la segregación pese a que oficialmente no exista, sí que se mantiene en una sociedad más que revolucionaria, esquizofrénica, que así fue como me la definió na amiga en la cocina de su casa mientras calentaba un poco de leche que había comprado horas antes en una tienda para turistas, abastecida, vergonzosamente occidental, ajena a la precaria realidad de la calle.

En mi casa, no obstante, siempre se escuchó a Silvio y no a Pablo de quien me sabía versos sueltos de algunas de sus canciones como Yolanda o Yo no te pido… entre otras muchas que compuso e interpretó el artista a quien metieron en los años 60 en las cárceles cubanas no por cuestiones políticas sino por vender y consumir marihuana. Así lo cuenta el periodista Pierre Golendorf en un libro, Siete años en Cuba. 38 meses en las prisiones de Fidel Castro que hizo mucho dinero en su momento. Lo tengo en casa, la portada es roja y aparece el comandante en jefe y un plano dibujado de Cuba.

Pablo Milanés fallece en Madrid y las redes sociales se inundan de mensajes de condolencia. Se lo merecía el cantante aunque la mejor manera de recordarlo sea escuchando su música, su potente voz… En los últimos años le dejaron que se montara un estudio privado en un país en el que (dicen) no existe la propiedad privada para sacar adelante proyectos y a cantantes de distinto sexo que le impresionaran. No sé cómo quedó ese negocio. Si sigue adelante o quebró como quiebran las cosas buenas. Espero que no.

Ignoro además si hubo rivalidad entre Silvio y Pablo. Si la hubo no me enteré aunque con el paso de los años a mi también terminó por caerme mejor Pablo que Silvio. Y no solo por una rueda de prensa a la que asistí en la que Silvio Rodríguez no admitía preguntas que le obligaran a dar su impresión de la revolución castrista sino por lo que previamente me habían contado los cubanos que conocí en La Habana. Uno me dijo que había detenido un concierto en el teatro Karl Marx de la capital cubana porque le molestaba el murmullo del público, otros, anécdotas que no sé si serán verdad pero que ya conforman una mitología negra con nnombre y apellido, Silvio Rodríguez, dentro y fuera del país.

Al margen de cómo caiga uno y el otro, el caso es que fallece Pablo Milanés y más que lamentar recuerdo otro tiempo donde lo que se escuchaba en determinados círculos eran las canciones de la Nueva Trova cubana. Y entre los integrantes de aquel movimiento, el que más sonaba en mis proximidades eran las canciones que componía e interpretaba Silvio Rodríguez.

No puedo decir me gustara más musicalmente Milanés pero sí que me agradaba más como persona. Alguien lo calificó de tierno, casi como ese osito de peluche que dan ganas de abrazar antes de dormir, pero poco más porque en mi caso, si alguien formó parte de la banda sonora de su ya lejana adolescencia y primera juventud fue Silvio, del que llegué a tener dos discos de vinilo. Sacó muchos más pero connel paso de los años dejé de interesarme en aquella música aunque ahora la recupere ocasionalmente.

El caso es que ha muerto Pablo Milanés y que con él se muere una parte del espíritu que nos hizo personas. Tarareo de hecho y mientras escribo estas líneas una sus canciones aunque más que repetir la letra con mi característica falta de oído lo que hago es murmurar palabras en las que solo se identifica alguna. Más tarde interpreto con la boca pequeña aquella canción tan hermosa que dedicó a Salvador Allende.

En Cuba, no obstante, si queda algo de aquella Nueva Trova que hoy se nos ha vuelto irremediablemente vieja son un puñado de canciones y dos intérpretes por encima del resto: Milanés y Rodríguez, algo así como los Zipi y Zape de una renovada canción cubana que se hacía poeta, sus letras se impregnaban de metáforas y La Habana, ya saben, día de un año….

Saludos, ya te lo he dije, desde este lado del ordenador

Adieu Godard, adieu Tanner

Martes, Septiembre 13th, 2022

Cuando un amigo o mejor un conocido se va algo se muere en el alma y al mismo tiempo estimula la imaginación de los vivos. Leo en redes sociales comentarios escritos por gente que en su día se acercó a su cine, elogiando la obra de Jean-Luc Godard, uno de los tipos más odiados y también queridos del cine francés. Probablemente con Truffaut, sea el miembro que no miembra más conocido de lo que se llamó Nouvelle Vague, un cine muy moderno cuando asomó la cabeza y que dejó secuelas en otras cinematografías como la estadounidense y la británica, que creaba más o menos por aquellos mismos años, inicios de los 60, el Free Cinema

El problema con Godard es que salvo Al final de la escapada y Alphaville con muchos peros… el resto de su cinematografía es para “entendidos”, razón que explica también que su cine no es que haya envejecido, ya que no envejece, sino que fue siempre para marginales. O gente con ganas de romperse la sesera viendo sus películas. Y mira que dirigió películas el buen hombre.

Si hay algo que me interesa sin embargo de sus películas no son, precisamente, sus películas sino la capacidad que tuvo como intelectual de sumarse a los vientos revolucionarios que soplaron en mayo del 68. También su carácter cinéfilo, su amor por cineastas norteamericanos que poco o nada tenían que ver con su cine aunque… siempre hayan peros como Fritz Lang y Samuel Fuller y la capacidad que tuvo para descubrir actrices que al menos al que ahora les escribe le hicieron enamorarse platónicamente de todas ellas. De hecho, confieso señor juez que si vi más películas (no demasiadas, esa es la verdad) del señor Godard fue por volver a ver a Ana Karina, Macha Méril y cómo no, Jean Seberg, que nunca estuvo tan guapa como en Al final de la escapada, junto a Jean Paul Belmondo cuando Jean Paul gustaba a los intelectuales. Después, como diría alguno, se vendió al capital.

Es verdad, y esto no lo puede negar nadie aunque siempre haya gente que niegue hasta la existencia de los cangrejos de río, que Godard fue un cineasta al que le gustó la polémica desde el minuto uno. Recuerdo el estreno en Madrid de Yo te saludo, María (1984) si no me equivoco en los cines que llevaban el mismo nombre que una de sus películas, Alphaville, y como la extrema derecha organizó manifestaciones frente a la fachada de aquellos cines de (oh) arte y ensayo llamando de todo menos bonito a los que entraban a verla. Por ahí, animando a la gentuza a movilizarse, andaba Blas Piñar, entonces líder máximo de una cosa que se llamaba Fuerza Nueva.

La sangre, afortunadamente, no llegó al río. Y si uno ve la película no entiende porque la derecha extrema organizó todo aquel circo porque tampoco era para tanto la experiencia cinematográfica. No creo que el Vaticano excomulgara al director por un filme que, para que vamos a engañarnos, era puro Godard, solo que estrenado a destiempo, cuando la mayoría de sus defensores lo habían relegado al olvido.

Lo que me molesta de toda la avalancha de óbitos, elogios al muerto y lo demás es que nadie se haya acordado por reivindicar a otro cineasta de la Nouvelle Vague que falleció el domingo pasado, Alain Tanner, director al menos de una película que marcó mi vida y cuyo cartel llegué a tener en el dormitorio de una de mis casas una buena temporada hasta que vino otra mudanza y, como pasa en todas las mudanzas, terminó por desaparecer entre traslado y traslado. La película a la que me refiero es En la ciudad blanca, que no solo es de los largometrajes que mejor han fotografiado a una de la ciudades europeas más hermosas, como es Lisboa, sino también por el retrato que hace de la soledad.

Sirvan estas líneas para recordarlo y sirvan también estas líneas para reivindicar el cine de un hombre que juega en la misma división que Jean-Luc Godard solo que no fue tan aficionado a los rompecabezas ni a polemizar y mucho menos a rodearse de actrices tan feroces y hermosas como con las que trabajó ese intelectual que parece un burgués de clase media que tira al progresismo mientras reflexiona a orillas del Sena en lo grande que fue y es cuando quiere esto del cine.

Saludos, descansen en paz, desde este lado del ordenador