Archive for Octubre, 2011

Un cazarecompensas bajo la sombra del volcán

Viernes, Octubre 14th, 2011

Entre las curiosidades del cine rodado a este lado del Atlántico destaca una producción italiana cuyo título en español es Por la senda más dura (1975). Un espagueti western que sin estar al dente se mastica con simpatía probablemente porque uno de sus protagonistas es Lee Van Cleef, uno de los más inquietantes malvados de la historia del cine.

O lo que es lo mismo, uno de los más perfectos hijos de puta de la Historia del Cine. Con mayúsculas.

Dirigida por Antohny M. Dawson (pseudónimo tras el que se esconde Antonio Margheriti) y con Jim Brown, Catherine Spaak, Fred Williamson y un trío de viejas glorias hollywoodienses como Dana Andrews, Harry Carey Jr. y Barry Sullivan, gran parte de los exteriores de esta película de tiros se rodaron en Gran Canaria y en Tenerife.

De hecho, en una de sus escenas se ve cabalgando a los protagonistas como Pedro por su casa bajo la sombra imponente del volcán. El volcán es el Teide y descubrirlo en la pantalla grande del hoy desaparecido teatro Baudet significó para quien les escribe algo así como si le trituraran los esquemas.

Lo de romper los esquemas se debe a que siendo ya por aquel entonces consumidor de polvorientos espaguetis western no he dejado de preguntarme qué hubiera pasado si el archipiélago se hubiera transformado en plató de rodaje de aquellas producciones.

En una especie de Almería de ultramar. 

Pero seamos francos, Por la senda más dura no es uno de los mejores espaguetis de la historia del cine aunque tampoco una cinta que mi memoria cinéfila recuerde con pavoroso rencor. Mi cerebro la registra como un producto de entretenimiento donde hay tiros, peleas y briosas persecuciones a caballo. 

Por la senda más dura es uno de esos tantos productos italianos que se dedicaron a explotar el western a la zaga de la revolucionaria interpretación que como aficionado hizo el enfermizo maestro Leone con Un puñado de dólares, La muerte tiene un precio, El bueno, el feo y el malo y la fascinante y operística Hasta que llegó su hora.

No inserto en la lista su, a mi juicio, fallida aunque trepidante Agáchate maldito por razones varias. Entre otras, sus excesos.

En contra de otras cintas del mismo calado, Por la senda más dura está protagonizada por dos actores negros que en aquellos años hacían furor: Jim Brown y Fred Williamson. Lee van Cleef repite el papel que lo hizo famoso en el subgénero: un cazarecompensas.

Aunque hoy quede políticamente incorrecto, en aquellos tiempos en los que la pibada iba al cine que en una película sus actores protagonistas fueran negros o amarillos era como si estuviera protagonizada por una pareja de marcianos tan marginados como nos sentíamos la pibada de aquel entonces.

Así que resulta lógico que saliésemos del cine y gritáramos mientras desenfundábamos invisibles colt: ¡yo soy el negro, yo soy el negro!

Ser el negro significaba ser como el chachi de la película. El tipo simpático que las enamoraba a todas (fuesen blancas, negras, rojas o amarillas) y también el tipo que repartía justicia. Una justicia que casi siempre se asociaba con la venganza por muy idiota y digna que resultara.

Es una pena que nadie haya valorado lo que contribuyeron estas películas de tiros para que una generación de espectadores forjados en las endurecidas butacas de cines de reestreno llegara a la conclusión que eso de la diferencia es una máscara.

Por fortuna o sin ella, cuando recreábamos en la rambla, en el parque o jugando a los vaqueros lo que habíamos visto, casi siempre tocaba a uno el papel del malo. Y el malo, cuando uno veía un espagueti western de los que te hacían temblar y sacar revólveres imaginarios era inevitablemente el gran Lee Van Cleef.

Desde ese entonces el gran Cleef me acompaña por esta senda tan dura en la que transito.

El otro día soñé que me lo encontraba en la rambla de las tinajas.

Iba vestido de negro, el sombrero calado hasta las cejas. Apenas veía como sus ojos escudriñaban el tráfico pero sí como una gota de sudor resbalaba por su nariz aguileña.

Y me pareció que un vapor de bourbon salía de su boca al mascullar: “Viejo, hasta la última bala.”

 Como es natural quedé petrificado.

 - ¿Hasta la última bala?- balbuceé.

Lee Van Cleef asintió en silencio y rozó con la yemas de los dedos el sombrero.

Supe entonces qué hacer con la última bala que me queda en el tambor de mi colt imaginario.

 Saludos, POW, desde este lado del ordenador.

Elegidos y ausentes. Ausentes y elegidos…

Miércoles, Octubre 12th, 2011

CANARIAS LEE

Ya se saben los nombres de los veinte escritores de las islas que durante el curso escolar 2011-2012 protagonizarán el programa Canarias lee.

Los elegidos son diecisiente hombres y tres mujeres.

Canarias lee asignará con 800 euros la compra de veinte ejemplares de la obra del escritor escogido por cada uno de los centros educativos participantes en el programa.

RECELO DE LOS AUSENTES

La decisión de los elegidos ha levantado recelos entre algunos poetas y narradores canarios. 

Lamentan, por un lado, que no se explique en qué consisten los criterios de valoración para ser seleccionados.

Sugieren, por otro, que sean los propios centros educativos los que confeccionen las listas de autores elegidos.

LA ESTRUCTURA

La estructura de Canarias lee permite la posibilidad de celebrar dos encuentros –en cada centro educativo que participe– entre el alumnado  y dos escritores o escritoras del listado tras la “previa lectura de su obra.”

Para ello, los centros educativos adquirirían aproximadamente veinte ejemplares del libro que ha sido escogido por cada uno de ellos.

La Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural asume además  la compensación económica de los autores y autoras participantes en el programa.

LOS ELEGIDOS

Los poetas y escritores seleccionados son Quintín Alonso Méndez; Nisa Arce González; Óscar Bacallado de la Cruz; Ángel Rayco Cruz Fernández; David Galloway Rodríguez; Juan Manuel García Ramos; Santiago Gil García; Coriolano González Montañez; Pedro Javier Hernández Velásquez; Antonio Lozano González; Arturo Maccanti; Álvaro Marcos Arvelo; José Manuel Marrero Henríquez; Paula Nogales Romero; Eugenio Padorno Navarro; Luis Pérez Aguado;  Francisco Juan  Quevedo García; Elica Ramos Hernández; José Rivero Vivas  y Rafael Yanes Mesa.

Saludos, ¡Tierra!, ¡Tierra!, desde este lado del ordenador.

Claves

Domingo, Octubre 9th, 2011

Resulta alentador, al menos para quien ahora les escribe, que la narrativa que se escribe a este lado del Atlántico esté comenzando a no tenerle miedo a la realidad en la que se mueve. Y que se atreva a desarrollar historias que transcurren en las calles y plazas de las ciudades en las que vive.

En todos estos casos, se tratan de novelas interesantes por las reflexiones que suscitan, también de curiosos y en ocasiones inquietantes retratos de un entorno urbano que con independencia de que el lector conozca o no, se desarrollan en unas calles y plazas que –reitero– sí que conoce el autor.

Y esto hace que su lectura sepa a sincera y honesta, sin imposturas.

Es una buena noticia que entre los narradores canarios empiece a palpitar la vena de lo que podríamos considerar como literatura urbana.

Urbana.

Canaria.

O una novela que callejea sin prejuicios y que rinde a su manera un extraño y nostálgico tributo a sus calles y plazas.

Es afortunado que esté surgiendo una hornada de narradores canarios que describen y reflexionan sobre su (nuestro) territorio.  

Un entorno  aparentemente yermo al que a través de sus obras están sometiendo a un riguroso y castigador interrogatorio.

A un examen en el que dotan de paisaje urbano y personajes una realidad tan necesitada de paisaje urbano y personajes.

Entre otros escritores que están indagando en estas claves –la ciudad como espacio literario– se encuentran los tinerfeños Javier Hernández Velásquez y Pablo Martín Carbajal, así como los grancanarios Alexis Ravelo y José Luis Correa.

Y cito como antecedente Los puercos de Circe, de Luis Alemany. Una obra que el paso del tiempo ha convertido en clásico. 

La ciudad de las miradas es la segunda novela de Pablo Martín Carbajal. Y sorprende no ya por el estilo narrativo escogido sino por sus pretensiones.

Protagonizada por personajes a los que la isla y la ciudad que habitan ha terminado por vencer –vencer por el peso familiar que arrastran y el miedo que les devora– La ciudad de las miradas es un grito. El grito de una generación frustrada.

Novela intimista pero urbana, cuenta la historia de unos personajes que, por una u otra razón, acariciaron la posibilidad de ser ellos mismos en Madrid o París para terminar siendo lo que se espera de ellos mismos en su lugar de nacimiento.

Una capital de provincias.   

La ciudad de las miradas resulta así una novela inquietante. De frustraciones.  

El narrador escribe: “Siempre se habían saludado sin saber muy bien por qué, ese saludo distante carente de interés por intercambiar palabras, ese saludo de miradas superficiales, uno de esos saludos tan cotidianos de ciudades pequeñas como Santa Cruz.” 

“- ¿Y tú?, ¿por qué viniste a París?

- Necesitaba salir de la isla, estaba agobiado, rodeado de mar por todas partes y siempre con la misma gente…”

La ciudad de las miradas es una novela acerca de una ciudad que seduce y repele a la vez.

Casi con enfermizo calor maternal.

 Saludos, sonámbulo, desde este lado del ordenador

Aburrida

Sábado, Octubre 8th, 2011

El tercer largometraje de Juan Carlos Fresnadillo prometía ser la obra más personal hasta la fecha del director que acarició todos los sueños (y alguna que otra pesadilla) de quien comenzando su carrera en provincias pisó con natural nerviosismo la alfombra roja al ser nominado a los Oscar con su primera película, el aún gratificante mediometraje Esposados.

Da la sensación que desde ese entonces Fresnadillo no se ha recuperado del susto. Lo concluyo tras ver la primeriza Intacto, la rutinaria 27 semanas después y ahora la aburrida Intruders.

Intruders, que se vende como su película de autor, no sabe moverse ni explotar las claves que conjura. Todas ellas muy arriesgadas, es cierto, pero que se infla –eso sí– con impecable caligrafía técnica porque es incapaz a mi juicio de arañar los miedos que brotan desde la infancia.

Miedos estos de la infancia en torno a los que da vueltas y vueltas mientras en pantalla no pasa casi nada. 

Y al no pasar casi nada se fractura la hipnosis y aburre.

En este aspecto, como película de miedo Intruders no da miedo y ni siquiera provoca inquietud sino bostezo.

Dan ganas, incluso, de que el presunto monstruo de nombre Carahueca se lleve a los infiernos a los niños protagonistas que sufren el acoso de esa criatura que nace de las fuentes, dicen, del celeberrímo hombre del saco.

Desgraciadamente el ente que no es feo ni guapo porque no tiene rostro no presta ese favor al espectador que se pregunta una vez más ¿cómo diablos he pagado el precio de la entrada para contemplar tamaño tostonazo?

El largo, larguísimo largometraje, recupera algo de gracia al final.

Ese momento en el que se razona que Carahueca es algo así como una enfermedad que se cocina en las entrañas de la familia y que por lo tanto se hereda de padres a hijos. Pero no es suficiente para disculpar un desarrollo que se suponía tenía que generar, si no terror, malestar en el público.

Que ese mismo público saliera de la sala planteándose que lo que se le ha contado toca precisamente sus miedos infantiles.

Intruders, en contra de los que he leído por ahí no es una película hueca sino aburrida.

O lenta como decía mi padre. Mi padre fue probablemente uno de los espectadores más inteligentes con lo que he tenido el placer de compartir butaca en eso que antaño eran templos oscuros y que hoy se llaman multisalas.

Y es que Intruders no da escalofrío.

No sabe producir miedo.

Y dan ganas de zarandear a los actores para que espabilen, para que conecten con mis miedos infantiles.

Pero no pasa nada de eso.

La película se infla mientras tanto como un globo. Y un globo solo lleva aire –nada– por dentro.

¿Dónde nace el problema de Intruders?

¿De su guión, pulcramente escrito?

¿De su notable dirección?

El filme parte de una idea ambiciosa y apasionante: indagar sobre nuestros terrores primigenios. También de cómo liberarnos de ellos si recurrimos a actos psicomágicos.

Esto del acto psicomágico es como prometer un trébol de cuatro hojas que un estrafalario vendedor de elixires varios llamado Jodorowsky ha promocionado en los últimos años como fórmula para reducir a cenizas nuestras neuras enfermas.

Jodorowsky no tiene la culpa de que su método de catarsis haya confundido desde entonces a tanta gente.

Entre ellos a Fresnadillo.

Película que podría entenderse en clave psicomágica casi como si quien les escribe creyera en el improvisado misticismo del autor de la extravagante Santa sangre.

Pero falla también en este sentido.

Y falla porque Intruders quizás hubiera quedado muy bien como mediometraje psicomágico pero no como largometraje presuntamente psicomágico.

No son creíbles los personajes. Los personajes son bloques de hielo que no crecen con la historia.

Además, y vendiéndose el producto como cinta de nuestros miedos internos, no da miedo. Ni siquiera un asomo de inquietud.

El tal Carahueca no sabe meterse en mi cabeza y revolver mis demonios interiores.

Luego interpreto que no es una película de monstruos. Y mucho menos de los que me hicieron tan feliz la infancia como espectador (y bicho raro) cinematográfico para liberarme, precisamente, de esos mismos monstruos.

Está muy bien que Fresnadillo no apueste por el susto fácil, que evite el contagio con Carapizza (ya saben, Freddy Krueger) pero sí cabe exigirle más consistencia a su Carahueca.

Consistencia que Intruders hace llegar a través de la penosa e insistente voz en off de sus dos narradores infantiles. Voz reiterativa que se suma a un metraje reiterativo que no aporta nada a esta casi nada.

Algo, ¿entienden?, que aporte sal a un vehículo que no termina por arrancar y que encima se adorna con pretensiones de autor.

Así que termino

para quien les escribe –y con todo el dolor de su alma– la verdadera y personal pesadilla de Intruders se reduce al dinero que ha tenido que abonar por verla. 

Saludos, con la Carahueca, desde este lado del ordenador.

Teatro Negra recupera ‘Un ataúd en la azoteza’, obra inacaba de Mariano Vega

Viernes, Octubre 7th, 2011

La obra inacabada del periodista y escritor Mariano Vega será recuperada por la compañía Teatro Negra con el objeto de rendirle homenaje. Las funciones forman parte de la programación prevista para noviembre por el teatro Leal, en La Laguna.

Mariano Vega, fallecido recientemente, fue un periodista radiofónico profundamente comprometido con la cultura así como escritor.

El anuncio del estreno de Un ataúd en la azotea –previsto para el 14 y 15 de noviembre a las 21 horas–  se hizo público hoy, en un acto en el que el director insular de Cultura, Cristóbal de La Rosa, lamentó profundamente la pérdida del periodista y escritor, con quien compartió vivencias.

El montaje de la obra es una iniciativa de Martín Rivero, quien destacó que “no podemos hablar de cultura como algo ajeno, como un lujo ajeno a la propia existencia del ser humano, porque en realidad la cultura es la vida misma, forma parte de nosotros en todo momento”.

Un ataúd en la azotea cuenta la historia de una dramaturga que pretende escribir una obra teatral en la que quiere incorporar su inquietud o aspiración a una experiencia personal.

Saludos, la vista algo cansada, desde este lado del ordenador.

Fallece el poeta y escritor tinerfeño Orlando Cova

Jueves, Octubre 6th, 2011

La república de las letras en Canarias pierde al poeta y escritor Orlando Cova, nacido en el pueblo de San Andrés en 1957.

Para el también escritor y editor Ánghel Morales, la obra de Cova se caracteriza por su compromiso social. También por su vinculación con el mar y San Andrés.

Algunos libros del autor son Cosas del Lago Rojo y Pueblo, ambos series de tres libros;  La Espera, Un punto de la Costa, Pedazos de Tiempo, Verbo Amar en Voz Activa y Latidos.

En las afueras del Balayo fue su primera obra de narrativa y Hospital Principal del Norte, su segundo libro de cuentos. Otros trabajos suyos son: De Círculos y espectros, Tras la Enorme Hilera de Casas Amarillas, Del Minuto que transcurre, Manifiesto y La última fuerza. Así como la novela Nadie contó los días exactos.

Su último poemario publicado fue Como saliva de balas.

Amigos del poeta esperan rendirle homenaje el último martes de octubre en la Librería del Cabildo de Tenerife, en la capital tinerfeña.

Saludos desde este lado del ordenador.