Archive for Noviembre, 2020

Bram Stoker, porque la sangre es vida

Domingo, Noviembre 8th, 2020

Habré leído unas tres o cuatro veces el Drácula de Bram Stoker y cada nueva lectura significa un nuevo comienzo con este libro que, para Oscar Wilde, paisano de Stoker, fue la mejor novela de literatura fantástica “de todos los tiempos”. Palabra del autor de El retrato de Dorian Gray y palabra del hombre al que Stoker le robó en Dublín, Irlanda, la novia en una de sus escapadas a Londres.

El caso es que su Drácula sentó cátedra y a partir de ese momento los vampiros comenzaron a ser mirados de otra forma. Ahora eran altos, espigados, con un espeso bigote bajo la nariz y poca afición a mirarse en los espejos y a las ristras de ajo. También, cómo no, a la cruz pero sobre todo si algo insufló al personaje el genio de Bram Stoker fue dar nombre a un no muerto y otorgarle una elevada posición social: la aristocracia. Es decir que por las venas de Drácula corrió, ya no porque esta no muerto, sangre azul.

Irse al otro mundo y no conocer de cerca una novela que está muy por encima de las notables adaptaciones cinematográficas de las que ha sido víctima, y entre las últimas la tramposa de Francis Ford Coppola, es dejar de lado una iniciación al género de lo increíble/creíble que dura para siempre. Por muchos divorcios que a lo largo de su vida tenga en sus apetencias lectoras.

Pero Stoker no escribió solo Drácula, aunque Drácula sigue siendo su novela más celebrada porque simple y llanamente lo es.

He ido procurándome con el paso de los años con todo lo que escribió este escritor que fue bastante –aunque no suficientemente demasiado– para satisfacer mi ansia devoradora porque la sangre es vida. Tengo en casa otras novelas traducidas del escritor como la sobresaliente La guarida del gusano blanco y la algo tediosa La dama del sudario. También La joya de las siete estrellas, que de alguna manera pudo haber inspirado La momia (Karl Freund, 1932), con un siempre destacable Boris Karloff asumiendo el papel de sacerdote y de momia que regresa al mundo de los vivos con la misión de cumplir la maldición.

Otro libro que considero imprescindible del escritor es Famosos impostores, una obra de no ficción donde repasa la vida y la obra de un puñado de golfos que se enriquecieron engañando a sus semejantes. Este libro, una rareza para quien considerara a Stoker un autor solo de novela fantástica, será todo un descubrimiento. Melusina lo publicó en España en 2009 con traducción de Albert Fuentes pero si el nombre de Bram Stoker suena en el mundo de la literatura además de su Drácula es por algunos de los cuentos que dejó escritos a lo largo de su existencia. Una existencia azarosa, sobre todo cuando cayó en las garras del actor victoriano Henry Irving, su conde Drácula particular.

Entre los cuentos que dejó escritos destacaría El entierro de las ratas y La casa del juez, que siguen siendo extraordinarios relatos macabros. También el puñado de historias que escribió, dicen que para niños, y que Valdemar recopiló en España en un volumen al que le puso el título de El país del ocaso.

Como suele suceder con otros grandes escritores, desgraciadamente Bram Stoker falleció con numerosos agujeros en los bolsillos, devorado por una sífilis que le pasaba factura tras tantas y tantas noches callejeando por los barrios más infames de Londres. Tras su muerte y como suele suceder con otros grandes escritores, su obra comenzó a revalorizarse aunque no fue hasta que el teatro y el cine adaptó Drácula (aunque solo conservan de la novela original el nombre de los personajes) cuando Stoker fue poco a poco ocupando el espacio que ocupa en la actualidad dentro del género. Dentro y me gustaría pensar que también fuera del género.

Quede así constancia que continuo releyendo su Drácula. Y sus cuentos, y alguna que otra novela. Mi relación con la literatura de Bram Stoker durará me parece a mi que todo lo que me queda ya de existencia. Incluso tengo la biografía que David Skall le dedicó al maestro, Algo en la sangre, pero no me convence las conclusiones a las que llega porque no resultan demasiado sólidas.

En fin, que aquí estoy escribiendo estas líneas en honor de un escritor que sigue estando ahí, relativamente vivo, en la mente de su legión de lectores ya que si Drácula vive su creador, Bram Stoker también.

Saludos, la existencia del vampiro se debe a que nadie cree en su existencia, desde este lado del ordenador

El primer hombre

Sábado, Noviembre 7th, 2020

Escritores e intelectuales como Albert Camus (Mondovi, Argelia, 7 de noviembre de 1913-Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960) serán siempre necesarios. Más en un mundo como el que nos ha tocado vivir. Imagino al planeta como un machango que camina sobre un cable al borde del abismo y con una venda sobre los ojos para no ver el vacío que hay más allá de los pies que lo conduce al otro extremo del precipicio, donde cree que tocara tierra firme.

Albert Camus fue además el escritor de cabecera de dos de las personas a las que he querido más allá de las que forman mi círculo familiar, y fue gracias a ellos y a sus insistentes recomendaciones que llegué a la obra de un escritor que dedicó el Nobel de Literatura a su viejo maestro en Argelia, el hombre que hizo todo lo posible para que el joven Camus continuara sus estudios en París y que más tarde lo siguiese una amplia pero no demasiado extensa legión de seguidores. Seguidores de ese extranjero que somos todos o víctimas de una peste que nos acecha a todos también.

Dicen que fue un gran amante del fútbol, ese balompié que nunca se impuso, y del teatro, dos pasiones que llevó consigo hasta su temprana muerte, una muerte absurda como son todas las muertes repentinas.

Jugó de portero, guardameta que no termina de imponerse, y escribió teatro y conoció a los artista e intelectuales de su tiempo, algunos de los cuales se distanciaron de él cuando estalló el problema de Argelia, la tierra de su nacimiento, la tierra donde vivió su madre, de origen menorquín y señora con todas sus letras que sacó adelante a la familia de rodillas limpiando pisos. El mismo Camus recuerda en su diario que cuando le anunciaron que era ganador del Premio Nobel de Literatura el primer pensamiento que tuvo fue su Madre, que se escribe con mayúsculas porque Madre solo hay una. La influencia que tuvo sobre su hijo se palpa no ya tanto en su obra sino en su devenir existencial que hace que se convierta en un crítico cuya franqueza sigue siendo tan necesaria en su tiempo como en el nuestro. Fue su amor a la Madre el que le hizo decir el comentario que más tarde utilizarían los otros para acusarlo de colonialista a propósito de la guerra de liberación que se había desatado en Argelia, su tierra. Colonialista a él, a Albert Camus: “En este momento se arrojan bombas contra los tranvías de Argel. Mi madre puede hallarse en uno de esos tranvías. Si eso es la justicia, prefiero a mi madre”.

En cuanto al padre, dibuja un hermoso retrato en un libro inconcluso pero de obligada lectura: El primer hombre, libro que dedica, cómo no, a su Madre, analfabeta: “A ti, que no podrás jamás leer este libro”.

Tal y como están los tiempos,viendo como se aproximan nubes oscuras que nos impedirán ver, insisto que volver a Camus hay que tomarlo casi como una obligación. Recuero ahora que escribo estas líneas como uno de esos amigos que lo tenía como un dios en su particular panteón de escritores e intelectuales a los que rendir devoción “porque nunca mienten”, solía salpicar su conversación con frases de Camus vinieran o no a cuento aunque siempre, o casi siempre, vinieran a cuento.

Por María Casares, que fue el amor de su vida y que como todo amor que se lleva muy dentro apenas germinó como tenía que haber florecido, y su polémica con Jean-Paul Sartre, polémica que tuviera o no razón siempre hizo que estuviera del lado de Camus y no del escritor y filósofo de ojos estrábicos, continúa logrando que mi cabeza y mi corazón estén del lado de un hombre que además de pensar enarboló siempre la bandera de la dignidad. Camus habla desde dentro y como no se cansaba de repetir aquel otro amigo sobre su obra: “nunca miente”.

Y una pequeña confesión: mientras buscaba imágenes del escritor para ilustrar estas líneas quería recoger una que mostrara su humanidad y no la pose de tipo atractivo (lo fue) con un eterno cigarrillo colgando de sus labios. La tarea no fue tan fatigosa como esperaba ya que encontré sin demasiado esfuerzo la imagen que ahora observan y que apoya gráficamente estas líneas escritas como siempre de manera apresurada.

La fotografía representa, a mi juicio, al verdadero Camus.

El primer hombre.

Saludos, en recuerdo de…, desde este lado del ordenador

Domingo Pérez Minik leía también a Lovecraft

Viernes, Noviembre 6th, 2020

“Eso fue antes de la epidemia de 1846, en que murió más de la mitad de la población de Insmouth. No se llegó a explicar completamente qué fue lo que pasó, pero seguro que se trataba de alguna enfermedad exótica, traída de China o de alguna parte, por el mar. Debió de ser terrible; hubo desórdenes por culpa de eso, y pasaron cosas horribles que no creo que hayan llegado a trascender fuera del pueblo. El caso es que con eso se arruinó para siempre. No volvió a repetirse la hecatombe, pero ahora apenas vivirán allí trescientas o cuatrocientas personas”.

(La sombra sobre Insmouth, Los mitos de Cthulhu, H.P. Lovecraft y otros, Alianza Editorial, edición de 1985)

Si reside en estas islas abandonadas por las manos de los dioses y tiene una edad más cerca del final que del principio, el nombre de Domingo Pérez Minik tiene que sonarles. Al menos a los que habitan en la isla donde nació, Tenerife, y más en concreto en la ciudad donde vivió, que no es otra que Santa Cruz de Tenerife. Hombre de amplia cultura, parte de su biblioteca personal se conserva en la Casa de la Cultura de la capital tinerfeña y si se tiene la gracia de visitarla, comprobarán los gustos variados que tenía el venerable maestro con sus lecturas ya que hay un poco de todo y dentro de ese todo, algún libro de H. P. Lovecraft, a quien dedica uno de los trabajos que incorpora el libro La novela extranjera en España. La edición que repaso es la que publicó en su día la ya legendaria Taller Ediciones JB y la data corresponde al año de 1973. Ah, 1973, ese año que puso fin al sueño socialista en Chile (un desgraciado 11 de septiembre) y que vio aparecer un libro en el que el ensayista canario volcó sus gustos y disgusto literarios, entre otros, una aproximación a la literatura del escritor norteamericano que quiso haber nacido en el siglo XVIII y no en ese XX antipático por ruidoso.

El capítulo que dedica a Lovecraft lleva por título Los cuentos de miedo de H. P. Lovecraft y se centra fundamentalmente en la por aquel entonces reciente publicación de Los mitos de Cthulhu, colección de relatos de Lovecraft y su círculo de seguidores que prologa con notable claridad Rafael Llopis.

En aquellos años, mediados de los setenta, coincidieron en España la aparición de dos ediciones de Los mitos de Cthulhu. Una de ellas en Alianza Editorial y que coordinó Llopis, que fue uno de los traductores junto a Francisco Torres Oliver de los cuentos seleccionados en este volumen. La otra llevó el título de Relatos de los mitos de Cthulhu (Editorial Bruguera), y se publicaron tres volúmenes que reproducen los cuentos que Agust Derleth, compañero y albacea del mismo Lovecraft, recogió para esta antología que traduce, también, Francisco Torres Oliver. El libro de partida de Pérez Minik es, como se dijo, el que presentó por aquel entonces Alianza Editorial, obra que le sirve al veterano ensayista a especular sobre el cuento de miedo a partir de las reflexiones que propone Rafael Llopis y que no han perdido con el tiempo su temple. De hecho, aún considero las palabras preliminares de Llopis de lo mejor que se ha escrito en español en torno a Lovecraft y su círculo de corresponsales.

Escribe Domingo Pérez Minik: “cuentos de miedo hemos leído todos” pero recuerda que no todos han escrito cuentos de miedo. Y mucho menos en la España de aquel tiempo. Menciona a Juan Perucho y Las noches lúgubres de Alfonso Sastre pero olvida el que considero uno de nuestros más grandes escritores de miedo y humor, una antítesis que se une en su obra, como es el injustamente olvidado Noel Clarasó, escritor barcelonés al que descubrí precisamente gracias a Llopis en una antología de cuentos fantásticos que publicó en la misma editorial de Los mitos de Cthulhu.

Si hay un cuento que destaca de entre todos los que compila el libro es La sombra sobre Insmouth, a la que califica como “una de las más sorprendentes narraciones de H. P. Lovecraft”, así como fantasmagoría que sale de “la imaginación más desaforada”. Compara también en este breve trabajo los mundos de pesadilla del escritor de Providence, Rhode Island, con los que tejieron en su día los surrealistas aunque recuerda que tanto ideológicamente como proyecto artístico en sí se trataban de dos mundos radicalmente opuestos. Dos líneas paralelas que nunca llegaron a tocarse.

Concluye Domingo Pérez Minik su aproximación al universo lovecraftiano describiendo a Lovecraft como un hombre “de fuertes recelos, pero no sabemos si sus alucinaciones se las inventa para manifestar su complejo de superioridad, o su depresiva condición de incrédulo seguro, para satisfacer su personal miedo vital a través de creencias crueles, o para aplacar la ira de los dioses con una esotérica mitología hecha en convivencia con los diablos expulsados del paraíso” lo que me hace añorar un debate que nunca se podrá presenciar como es el de enfrentar al veterano ensayista canario con el veterano escritor francés Michel Houellebecq, autor como sabrán los iniciados del que probablemente es el mejor ensayo que se ha escrito sobre Lovecraft y su universo: H.P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida.

Me imagino a estos dos charlando sobre todo esto en ese kiosco de La Paz que ya no es el mismo, en torno a una cerveza (el francés) y un whisky a la inglesa el segundo. Sobre la mesa, la inevitable tapa de queso amarillo.

Saludos, no llega el frío, desde este lado del ordenador

Ese vendaval llamado Vivian Leigh

Jueves, Noviembre 5th, 2020

La biografía Vivian Mary Hartley (Darjeeling, India; 5 de noviembre de 1913-Londres, 8 de julio de 1967) parece sacada de una novela de Rudyard Kipling. La India, una familia de financieros y militares, hace que los ecos literarios del gran escritor británico resuenen en mis cabeza tan dada a estos sueños que hoy resultan a la mayoría digamos que molestos… pero en fin, así son las cosas y no iba a disfrazarlas. Además, la protagonista de hoy no merece máscaras ni antifaces y el tiempo, que a su manera es sabio, ha ido situándola en el lugar que se merece.

La mayoría recordará a Vivian Leigh por su papel de la inmortal Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), que es esa película racista que se convirtió en uno de los mayores éxitos de taquilla de su tiempo y el nuestro.

Se escribe racista porque quien niegue que no lo es, es que no ha visto este largo, larguísimo largometraje, aunque más allá de presentar a los negros como niños, bastante torpes si no está cerca un amo, ama o amito o amita blanco con una vara para corregir sus defectos, cuanta la vida de una indómita señorita del sur que se crece como un gigante ante la adversidad porque Tara, la mítica Tara, le pertenece.

Como bien sabe todo Dios, Lo que el viento se llevó fue un proyecto personal de David O. Selznick y si bien no entraba en sus cálculos que fuera Vivian Leigh, aquella actriz británica de luminosos ojos azules, la protagonista de la cinta al final se hizo con él porque, diablos, solo hay una posible Escarlata cinematográfica y esa es Vivian Leigh.

La actriz, que se desposó con el también actor y cineasta británico Laurence Olivier, procuró dar siempre una imagen de normalidad en torno a su trabajo y vida privada pero la procesión la llevaba por dentro. Se sabe ahora que sufría de trastorno bipolar y que sus picos de depresión como de euforia descontrolaban no solo a los que orbitaban a su alrededor sino a ella misma.

Yo le rendí devoción no por su papel de Escarlata, que también, sino por su papel de amante de Horacio Nelson en Lady Hamilton, en la que trabaja al lado de Oliver bajo las órdenes de Alexander Korda, que es un cineasta al que tengo muy en cuenta aunque hoy no guste demasiado por patriota que así son las cosas. Ellos y ellas se lo pierden.

Vivian Leigh volvió a magnetizarme en Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan, 1951) donde, generosa, hace pareja perfecta por errante con Marlon Brando y antes, mucho antes, en El puente de Waterloo (Mervyn LeRoy, 1940). Estos son, pienso ahora, los cuatro papeles por lo que la recuerdo y venero aunque alguno pueda decirme que me olvido de su Ana Karenina o Cleopatra. Y sí, tienen razón, pero insisto que sus cuatro grandes películas, las cuatro grandes interpretaciones por las que será recordada serán por Lo que el viento se llevó, Lady Hamilton, El puente de Waterloo y Un tranvía llamado deseo.

Y nada más salvo celebrar que tal día como hoy viniera al mundo ese vendaval hecho mujer que ensombreció con su vitalidad a prototipos masculinos de su tiempo como el atractivo Clark Gable, Robert Taylor, Laurence Olivier y el mismísimo Marlon Brando.

Mañana, hermanos y hermanas, será otro día.

Saludos, nervios fuera, desde este aldo del ordenador

Documental va y documental viene

Miércoles, Noviembre 4th, 2020

* Lanzarote 2020. Muestrario de una pandemia es un largometraje documental que se está grabando estos días en Lanzarote. Los protagonistas son cien personas elegidas según un estudio sociológico que responden a cinco preguntas clave sobre la situación actual. La Asociación de Cine Tenique, organizadora de la Muestra de Cine de Lanzarote, es la productoctora y directora de este proyecto, que dirige el tinerfeño Dailo Barco con Gerson Diaz como director de fotografía y Marcial Martín Betancort, responsable de coordinación de rodaje. El proyecto cuenta con la colaboración de Memoria Digital de Lanzarote y diferentes ayuntamientos de la isla, como Arrecife, a través de sus áreas de Juventud y Cultura, Tías, San Bartolomé y Haría. También cuenta con el apoyo de CICAR, Kathrin Funke y la empresa de producción Hsmith.

* El documental Éxodo climático, del realizador tinerfeño David Baute, ha sido galardonado con la Espiga Verde a los valores medioambientales dentro de la 65ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), según el fallo del jurado difundido el viernes pasado, 29 de octubre. Éxodo climático, que ha competido en la sección DOc España del festival de Valladolid, narra el drama de tres mujeres -de Kenia, India e Isla de San Martín (Caribe)- que, debido a las consecuencias del climático se han visto obligadas a emigrar en busca de nuevas oportunidades.

Saludos, telegráficos, desde este lado del ordenador

Los lenguas cortadas, una novela de Cirilo Leal

Martes, Noviembre 3rd, 2020

Hace dos años se publicó el trabajo Bereberes contra Roma. Insurrecciones indígenas en el norte de África y el poblamiento de las islas Canarias, un trabajo de Alicia García García y Antonio Tejera Gaspar que proponía una apasionante mirada sobre el arribo de los primeros pobladores al archipiélago y volumen que rendía homenaje a Juan Álvarez Delgado, uno de los primeros autores que escribió sobre el descubrimiento y poblamiento de Canarias.

El libro, como era de esperar, suscitó el interés necesario para que el debate sobre el pasado de las islas volviera a ponerse de actualidad aunque el asunto terminó por diluirse con el transcurrir de los años, reapareciendo de tanto en tanto con intermitencias porque es un asunto que despierta la curiosidad y contribuye a alimentar una identidad regional que no termina de configurarse en las islas.

Éste, sin embargo, no es el sitio ni el lugar para reflexionar cómo nos tomamos estos mensajes. La información que nos proporcionan volúmenes como el de García García y Tejera Gaspar ayudan en todo caso a que el debate reaparezca por muy poco que se mantenga en el tiempo lo que se agradece porque al menos está ahí aunque como se dijo sea con intermitencias.

Apoyándose en las teorías que planteaba Bereberes contra Roma se publica ahora Los lenguas cortadas, del escritor y dramaturgo Cirilo Leal, una novela que plantea una ficción sobre el probable poblamiento de Canarias por pueblos del norte de África sometidos al yugo romano con intenciones en las que nadie se pone todavía de acuerdo, barajándose distintas teorías que especulan sobre las razones que pudieron llevar al Imperio a dejar en las islas a hombres y mujeres que más tarde serían olvidados con el transcurso de los años y de los siglos.

Los lenguas cortadas
no se trata, pues, de un tratado de Historia en el sentido estricto de la palabra sino de una novela en la que actúan varios personajes en dos tramas temporales. Una se desarrolla en la actualidad y está protagonizada por un joven periodista que intenta escribir el guión de un documental sobre “nuestro pasado” y el otro se ambienta en la antigüedad, cuando Roma aplastaba a las tribus norteafricana que se habían puesto en pie de guerra contra ella. En esta sección destaca Libio y Cornelius, el líder norteafricano y el soldado romano, respectivamente. Este último tiene el objetivo de acabar con la guerrilla que ha humillado a Roma y de paso dar una lección a todos los que sobrevivieron de aquella guerra. Así, se explica que los supervivientes del contraataque romano fueron enviados a un archipiélago muy próximo a África pero con el paso de los meses y de los años se olvidaron de todos ellos.

Antes de ser embarcados a tierra desconocida, Cornelius ordena que se les corte la lengua a cada uno de los cautivos para que no puedan vanagloriarse de haber vencido en batalla a las por aquel entonces invencibles legiones romanas.

Los lenguajes cortadas
cuenta además con un interesante prólogo de Antonio Tejera Gaspar, en el que habla sobre los Manuscritos perdidos sobre la primera Historia de Canaria y un epílogo que firma el mismo Tejera bajo el título de Las gentes de las lenguas cortadas en el poblamiento de las Islas Canarias un atractivo y divulgativo ensayo en el que estudia quiénes fueron, si fueron, los lenguas cortadas.

La novela se complementa así con estos dos importantes pilares, pilares que respaldan a la ficción que plantea Cirilo Leal, escritor que aprovecha la primera parte, la que protagoniza la joven periodista que va detrás de un libro sin inicio ni fin que se encontraba –se dice– en la catedral de Santa Ana frente a la hostilidad de los productores que no terminan de ver los beneficios y resultados de un trabajo que solo pretende arrojar algo de luz sobre el pasado de Canarias.

“- ¿Qué tiene que ver la ley de memoria histórica con los guanches? ¿Quién se traga eso?

La cuestión es: ¿qué futuro pensamos dejar a nuestros antepasados –vibra el teléfono de mesa y el productor se sobresalta–. Mira, hablando del rey de Roma. –Ensayando un tono afable– Sí, dígame… Le escucho, le estoy escuchando, pero sería tan amable de decirle a la señora guionista qué coño es eso de la Fuente Madre –pasándole el teléfono a Paloma.

Se introduce en esta parte otra historia. Se trata del relato de una maestra republicana que está basado en hechos reales y que pone los pelos de punta como ponen los pelos de punta todas las historias que abordan las tragedias de la Guerra Civil y de la Guerra Civil en Canarias.

El tono se vuelve aventurero cuando se descubre, ¿qué es lo que se descubre?, lo que se denomina Fuente Madre y la historia que narra en sus páginas. Se trata de un relato ficticio, fruto de la imaginación de Cirilo Leal como es la primera mitad, pero llena de acción trepidante en la que se narra la lucha de Libio y los suyos contra el poder de Roma, que encarna Cornelius y sus huestes.

Los lenguas cortadas
propone así dos historias que brotan de un mismo árbol y la cosa funciona pese al balbuceo que en ocasiones salpica el texto probablemente porque se trata de la primera novela que firma Cirilo Leal, quien ha escrito teatro y realizado una elogiable actividad periodística recogiendo la memoria de “nuestros” ancianos para mostrar un pasado contado en primera persona.

Los lenguas cortadas cuenta con imágenes de Miguel González Rodríguez (portada), Martín&Sicilia (interior) y Hugo Pitti (contraportada).

¿Conclusión? Pues que como todos los libros que edita Juan Francisco Delgado Gómez se trata de una edición cuidada y accesible que, se esté o no de acuerdo con lo que se aventura a proponer, sí que pone de manifiesto el afinado ojo comercial que tiene el editor para vender esta clase de productos literarios.

Saludos, aún lengua, desde este lado del ordenador