Archive for Febrero, 2022

¡¡¡Arriba Expaña!!!

Jueves, Febrero 10th, 2022

Lo mantenía en secreto desde hace unos años pero tras leer el anuncio de que la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias ordena al Ayuntamiento de la capital tinerfeña “la retirada inmediata” de los monumentos a Franco y a su santa cruzada de la capital tinerfeña, me atrevo a revelarlo no sin antes encomendarme a los dioses porque el susto, desde aquel aciago día, me acompaña.

Por motivos de trabajo viajé hace un tiempo a la capital grancanaria, alojándome en la habitación del hotel Madrid en la que descansó el más tarde caudillo de las Españas. En aquellos días, el hotel no había cambiado mucho el aspecto original que tuvo que tener cuando allí recaló el general, luego el suelo, que era de madera, crujía bajo mis pies lo que daba la sensación que podía venirse abajo de un momento a otro. No digo el escándalo que los crujidos de la madera gritaron cuando por la noche me levanté para a ir al baño. En una de éstas, por insólito que parezca, me encontré al mismísimo Francisco Franco sentado en la taza del váter haciendo su necesidades fantasmales.

- Pero si usted es Franco.- exclamé al borde del infarto.

- Y españoles todos.- respondió el espectro haciendo muecas por el esfuerzo.

Los astutos ojos del que fuera generalísimo de los ejércitos rebeldes hizo un arco por todo el cuarto de baño hasta encontrarse con un periódico local doblado en una banqueta. Me pidió que se lo alcanzara pero informé al militar español más famoso del siglo XX que había suficiente papel higiénico para limpiarse los restos de mierda espectral que pudiera tener allí detrás, en el ojo del huracán, en la boca de la alcantarilla humana.

Compuso una sonrisita, y con su característica voz atiplada me comunicó que no lo quería para eso sino para leerlo y ponerse al día.

“Hace tanto tiempo que no sé nada de este país. Y lo poco de lo que me he enterado es tan, tan terrible que a veces pienso que no se os puede dejar solos, mamonazos- se cabreó mirando al techo.

El caso es que le alcancé el periódico local y el caso es que se detuvo un rato largo repasando las noticias de la portada. Por fin dio un manotazo a la primera plana y me dijo: ¿Pero todavía están con esto?

Me mostró la portada del periódico local donde se anunciaba que el Gobierno de Canarias, a través de su Dirección General de Patrimonio, anunciaba la “retirada inmediata” de los monumentos dedicados a su persona y a lo que representaba su persona en la capital tinerfeña ya que, como cree el viceconsejero de Cultura del Gobierno regional, Juan Márquez Fandiño: “Empezamos por Santa Cruz porque hay un trabajo muy importante que no se ha hecho hasta ahora, es una ciudad en la que más vestigios encontramos”.

Me encogí de hombros como respuesta.

Franco sacudió la cabeza, así que me atreví a decir:

- Lo curioso es que la orden de retirar esos monumentos llega tarde, como tarde se cambió el nombre de las calles en esta ciudad. Resulta igual de curioso que el Gobierno se acuerde ahora de ordenar que se quite todo recuerdo al pasado franquista de esta Santa Cruz sin informar a la Comisión Técnica de Memoria Histórica del Gobierno de Canarias que, según su presidenta, se enteró de la noticia de “la retirada inmediata” por los periódicos locales. Por otro lado, los argumentos del viceconsejero parecen querer resucitar el pleito insular al pretender justificar con este ordeno y mando –a Franco se le iluminaron los ojos– comenzar con la capital de la isla que está enfrente y no primero en las dos capitales canarias y después en el resto de las ciudades y pueblos que conforman estas islas tan abandonadas de la mano de…

- … los dioses.- finalizó Franco poniéndose en pie y limpiándose su culo fantasma con las hojas desprendidas del periódico local. “Alma de cántaro -pensé- si tenía papel higiénico suficiente”. Pero no dije nada aunque pareció que me leía los pensamientos porque hizo una mueca, me miró directamente a los ojos y susurró: “La costumbre. En el ejército y más en el frente ya se sabe, papel que llega a tus manos papel que termina limpiándote el año.

Soltó una carcajadita por el verso improvisado.

- Y ahora, ¿qué?,. Le pregunté.

Franco hizo como que abría el grifo del lavabo al mismo tiempo que tiraba de la cisterna. Se escribe hizo porque sus dedos eran fantasmas, transparentes.

Salimos del cuarto de baño y nos asomamos al balcón, faltaban un par de horas para que amaneciera.

“En fin”, suspiró resignado.

- Y si proponemos que el monumento que despertó la discordia se rehabilite pero de otra forma… – me acaricié la barbilla porque es lo que hago cuando le doy al magín.

- A mi, la verdad, y viniendo de donde vengo como que me da igual.- dijo Franco sentándose en la cama mientras rebuscaba en los bolsillo de la guerrera lo que, finalmente, vi que se trataba de una fotografía.

- Pero ¿no cree que dándole color al monumento, al ángel que lo transporta y a quien los representa que va encima, se podría adaptar a estos tiempos y de paso dejar contentos a los que piden que desaparezca como los que defienden que permanezca?

- A mi, la verdad, es que me importa un bledo.- se limpió los labios con una servilleta.- Y a usted, ¿se le ocurre algo a usted?

- Pues déjeme pensarlo un momento… ¿qué le parece…?- pero sacudí la cabeza dando por imposible lo que se visualizó dentro de mi cocorota. De pronto, a Franco se le iluminaron los ojos. Comenzó a dar vueltas por la habitación levantando y bajando los brazos mientras canturreaba: España una, grande y libreeee… Como el viento y…

No terminó la canción, con los primeros rayos del sol que entraban por la ventana el espectro del caudillo, del jefe de todos los ejércitos rebeldes, desapareció mientras que a mi, asomado al balcón de aquella histórica habitación del hotel Madrid, además de dolerme Canarias (ay) me asaltaban insistentemente los versos que Machado, Antonio, dijo que pertenecían a su Juan de Mairena:

Pensando que no veía / porque Dios no le miraba / dijo Abel cuando moría / se acabó lo que se daba.

Saludos, ¡¡¡arriba Expaña!!!, desde este lado del ordenador

En (el) Puerto de la Cruz se hace camino al andar

Miércoles, Febrero 9th, 2022

(El) Puerto de la Cruz ravalida con Phe Festival y Mueca Festival Internacional de Arte en la Calle segundo año consecutivo su posición a la cabeza de los festivales culturales de Canarias.

“Una gran noticia que refrenda un año más nuestra identidad como municipio que apoya e impulsa a la Cultura y a todo un sector creativo que tiene en Puerto de la Cruz un aliado para ofrecer aun en tiempos de pandemia una oferta de gran calidad y que por supuesto ha cumplido de forma exquisita con todos los protocolos sanitarios, abanderando el hashtag #culturasegura que se fue expandiendo a lo largo de todo el territorio nacional”, subrayó el alcalde y también responsable de Cultura de la ciudad Marco González.

Estas insignias culturales de nuevo concedidas a dos de los festivales con más solera del municipio son concedidas por la Fundación Contemporánea a través del Observatorio de la Cultura, que se viene elaborando desde 2009 en base a una serie de rankings e indicadores fijos relativos a la actividad cultural de las diferentes comunidades autónomas y ciudades, a las instituciones y acontecimientos culturales más destacados del año o a la evolución anual de los presupuestos de las organizaciones del sector.

“Estas insignias son un reconocimiento no solo a este ayuntamiento sino también a todas las personas que forman parte de las Plataformas ciudadanas y empresas del sector, familias enteras, que ofrecen lo mejor de sí para situar a estos eventos y a otros muchos que se vienen realizando en la ciudad en el lugar que le corresponde como referente cultural y de vanguardia de la isla”, agradeció González. El objetivo principal de estos rankings es dar visibilidad y reconocimiento a una oferta cultural muy amplia, diversa y de gran calidad a lo largo de toda la geografía española y en constante renovación, incluso en los momentos de mayor dificultad.

“Estas insignias vienen a consolidar el Ecosistema Cultural que ofrece la ciudad como una potente herramienta de desarrollo social y económico del municipio, un nuevo modelo de gestión pública de la cultura que está alineado con las corrientes de pensamiento contemporáneas, que se circunscribe en las tesis delineadas por instituciones de ámbito nacional e internacional y que coloca a la cultura como eje transversal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, remarcó el alcalde.

También refuerza el trabajo conjunto que desarrolla la ciudad junto a otras instituciones como Turismo de Tenerife y el Instituto de Desarrollo Cultural del Gobierno de Canarias en el afán de profundizar en las herramientas que hacen de la Cultura un eje transversal y transformador de la sociedad.

Además, en un momento de sensibilización creciente por parte de administraciones, organizaciones privadas y opinión pública respecto al desarrollo sostenible y a los objetivos recogidos en la Agenda 2030, el Observatorio de este año ha querido también pulsar el grado de conocimiento, compromiso y avance de las organizaciones culturales en este aspecto.

Desde la Fundación Contemporánea para ofrecer estos resultados envía un cuestionario a un panel de expertos formado por más de mil profesionales de primer nivel de nuestra cultura: escritores, artistas, directores y actores, músicos, arquitectos y creadores de todos los campos; responsables de fundaciones, directores de museos, teatros, centros e instituciones culturales; editores, productores, promotores, galeristas y responsables de industrias culturales; comisarios de exposiciones, directores de festivales, gestores culturales y profesionales del sector, así como responsables de áreas e instituciones culturales de la administración pública central, autonómica y municipal.

En esta nueva edición del Observatorio de la Cultura el cuestionario ha sido contestado, durante los meses de diciembre de 2021 y enero de 2022, por 358 miembros del panel, de los que un 44,7% trabajan en una organización cultural pública, un 39,9% en una organización cultural privada y el 15,5% como profesionales independientes del sector.

Saludos, enhorabuena, desde este lado del ordenador

Los arrepentidos

Martes, Febrero 8th, 2022

En aquellos días era joven pero no sé si más feliz… No creo que la felicidad pueda medirse, como no creo que se mida tampoco la tristeza. En aquellos tiempos, de todas formas, sí que era más joven. Y pensaba que me comería Madrid porque, divino sean los santos, estaba enamorado. O pensaba que estaba enamorado de una compañera de clase con la que iba a todos los lados: cine, paseos, visitas a librerías. Recuerdo ver con ella Bagdad Café que era por aquel entonces una película que todo el mundo tenía que haber visto y que cuando salimos a la calle (¿la pasaban en los Alphaville o era en los Renoir?) nos enteramos de lo que nos enteramos pero nos dio igual porque éramos los dos contra el mundo y no el mundo contra los dos.

Conocí a una de sus hermanas en una cafetería de Ópera, un bar que contaba con varias meses y sillas distribuidas en la calle porque ya estábamos entrando en verano. Sentado los tres, se fue uniendo al grupo otros compañeros de la hermana, hombres y mujeres que nos doblaban la edad y bastante parecidos. Pero no un parecido físico sino sentimental. Si algo me llamó la antención de aquel grupo de ¿amigos? era la profunda pena que llevaban dentro y fuera. Recuerdo, no sé por qué, que en el cine que estaba en la plaza de Ópera permanecía en cartel Blade Runner, el montaje del director. Es un apunte insignificante que no tiene nada que ver con lo que les cuento pero la imagen de Harrison Ford con el arma en la mano y Sean Young al fondo con un cigarrillo y Ruther Hauer mirando a la izquierda con esa mirada de loco que tan bien sabía poner permanecen muy frescas en mi memoria de desmemoriado profesional.

Caía la tarde de verano en Madrid. Es decir, que probablemente serían las 21 horas o más y todavía era de día. Mejor, un atardecer lechoso, pero con luces y las primeras sombras que anunciaban la llegada tardía de la noche.

Entre cañas y vasos de café con leche desparramados por la mesa, me atreví a preguntarle a uno que tenía sentado a mi lado cómo era eso de estar en los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), porque aquellas cinco personas habían pertenecido a la banda terrorista, lo que incluía a la hermana que había secuestrado mi corazón y mi cabaeza. Los cinco habían formado parte del grupo pero arrepentidos intentaban rehacer sus vidas como podían.

Nadie contestó a mi pregunta, lo que me incitó a seguir planteando otras preguntas y más preguntas a medida que oscurecía. Rematé la batería de cuestiones con ¿llegaron a matar a alguiien?

Era un chaval que no tenía medida. Un periodista en ciernes que se creía con derecho a plantear preguntas, y cuanto más impertinentes mejor… No hubo respuesta sino un silencio que se podía cortar con el filo de un cuchillo. Poco a poco se fueron levantando de la mesa los arrepentidos. La chica y el chico, ella y yo, nos quedamos sentados en la terraza. Recuerdo que cogí un resfriado, así que me soné la nariz y ahogué un estornudo llevándome el pañuelo a la boca.

Al poco rato se acercó el tipo triste que estaba sentado a mi lado. Nos miró, a ellla y a mi, y dijo: “Está todo pagado”, y dando media vuelta nos dejó solos y algo desconcertados a la chica y el chico que para romper el vacío que se había producido entre los dos exclamó: pero qué machangos.

Ella se rió, su risa sabía mecer mi corazón entre sus manos.

- ¿Qué es eso de machango?

¿Un monigote?, pensé.

Pero no dije nada, nos levantamos de la mesa y cogidos del brazo atravesamos aquella plaza, salimos a los jardines y nos enfrentamos al Palacio Real.

Ya era noche en Madrid.

Saludos, ¿y esto?, desde este lado del ordenad

Ocho, una novela de Claudio Colina Pontes

Lunes, Febrero 7th, 2022

No tenía noticia de la existencia de Claudio Colina Pontes (nombre de guerra tras el que se esconde Gabriel Díaz) en el panorama de la república de las letras que se escriben a este lado del Atlántico, así que dar con él, conocerlo incluso antes de ponerme a leer su nueva novela, Ocho (Editorial El Equilibrista, 2021) por mediación de un amigo común, quiero entenderlo como una de esas sorpresas que te depara la vida a una edad en la que ya no crees en sorpresas. O en que el asombro asome por cualquier esquina de una ciudad que, por caminada, casi podría cruzarla, circunvalarla, recorrerla en un sentido y en el otro, con los ojos cerrados.

Viene toda esta introducción para expresar las sensaciones contradictorias que me ha procurado la lectura de Ocho, una novela que cuida más la forma que lo que cuenta, pero que funciona incluso para los que estamos acostumbrados a que nos narren historias porque si bien aparentemente no se sabe muy bien que es lo que quiere narrarnos su autor, el estilo, las argucias literarias a las que recurre, enriquecen un texto que no va a dejar indiferente a nadie y creo que de eso se trata cuando hablamos de literatura.

Escrita en primera persona por Víctor, y estructurada en varios planos narrativos, Ocho se plantea en un principio como una típica novela de carreteras, uno de esos relatos en los que el protagonista solo –o en compañía de otro– atraviesa senderos asfaltados en busca de algo. Ese algo, indefinido en Ocho aunque se obtenga una abrupta respuesta al final, suele ser generalmente en este tipo de libros (los de carretera) una especie de metáfora sobre la vida. A medida que se va avanzando, el personaje, o los personajes, también van modelando su carácter. Se transforman, viven la aventura del viaje que todo lo cambia. Para bien o para mal, eso es otra historia.

La novela se desarrolla, podríamos decir, en un universo alternativo que resulta casi parecido al nuestro. No se proporciona demasiada información sobre esa realidad que ha construido literariamente pero los pocos datos que proporciona resultan suficientes para dar consistencia al fondo en el que se desarrolla el relato. El escritor plantea una serie de límites, de líneas invisibles mientras asistimos a las peripecias de dos amigos que han cogido un coche eléctrico para encontrarse con un viejo profesor que reside a bastante distancia de donde moran estos dos personajes que parecen sacados, a ratos, de una película cómica silente. Y se apunta silente porque así me los imaginé en la cabeza, una especie de el gordo y el flanco cuando todavía no hablaban en el cine. Dos personajes opuestos pero que están juntos por ese delgado hilo invisible que es la amistad. Durante su itinerario, les pasarán muchas cosas aunque son más las cosas que pasan cuando Víctor, el narrador, recuerda.

Los recuerdos en esta novela son esenciales y apuntalan y en ocasiones hacen entender las contradicciones que anidan dentro de la cabeza y el corazón de Víctor, un personaje más que cínico, irónico. Una ironía que afortunadamente se mantiene a lo largo de toda una novela que pese a su aparente dispersión, quiero entender que está muy calculada. Medida, que se añaden a capítulos sin nombre ni sin número porque pese a que tenga la sensación que no alcanzo a comprender lo que quiere contarme Colina Pontes, me da la sensación que en conjunto estas vivencias basadas “en hechos reales” están ahí porque estaban ahí.

No se trata Ocho de una novela que invite a una lectura rápida. Obliga, en todo caso, a disfrutar de los diálogos (que se cruzan en los párrafos) y en otros ardides a los que recurre su autor para escribir un libro que se sale un tanto de la tangente, de lo tradicional. No emplea para ello un lenguaje enrevesado ni se anima (cómo si se animan algunos para demostrar por desgracia lo que no son: escritores) a experimentalismos fraudulentos. No, en el caso de Claudio Colina Pontes (Gabriel Díaz en la grisácea vida real) ir hacia adelante como hacia atrás se escribe como debe de estar escrito.

Con una sencillez que apabulla. Puede que sea, reflexiono, la herencia que le debe a uno de los oficios más bonitos pero también más ingratos del universo laboral: el periodismo. Oficio que desempeña Víctor en ese mundo paralelo en el que se desarrolla la novela.

Ocho tiene también muchos peros… Uno de ellos sería el apreciable descontrol que a veces, sobre todo llegando al final, desequilibra en conjunto a la obra. Otro, situaciones que resultan más o menos parecidas y que por lo tanto poco aportan al buen discurrir de la novela aunque, quién demonios lo sabe (probablemente solo su autor) se traten de situaciones provocadas y que ese aroma a improvisación que a veces me asalta en la lectura fuera en todo caso premeditado.

Sea o no así, Ocho con sus bajadas también tiene sus ascensos y es aquí cuando el libro parece que recupera el vuelo y olvida esa voluntad un tanto fastidiosa de insistir que quien está detrás de todo esto es un escritor. Lo que no hacía falta porque cuando la obra se eleva consigue lo que venía a expresar al inicio de este comentario: sorprende. Es decir, que mi capacidad ya agotada de asombro despunta, brilla con cierta intensidad porque detecta en una novela y en un escritor madera suficiente para tenerlo en cuenta.

Es decir, que Claudio Colina Pontes (Gabriel Díaz en la vida real) ya no es para mi un desconocido en el panorama actual de la república de las letras que se escriben a este lado siempre agitado del Atlántico.

Saludos, ¿nueve?, desde este lado del ordenador

Fallece el escritor vasco Fernando Marías

Domingo, Febrero 6th, 2022

La primera vez que oí hablar de Fernando Marías fue sin que mencionaran a Fernando Marías (Bilbao, 1958) sino uno de los trabajos que había firmado para la televisión, se trataba de un falso documental que escribió junto a Juan Bas y que se exhibió en la noche de los tiempos en esa caja que no es pero sí que hacen tonta.

Recuerdo a mi madre comentándome una mañana de ¿domingo? Que había visto la noche anterior un programa en el que se afirmaba que el poeta granadino Federico García Lorca no murió fusilado aquel día maldito de 1936 sino que, amnésico y desfigurado logró sobrevivir al vil asesinato. El documental formaba parte de una interesante serie cuando la televisión pública presentaba programas de interés, Páginas ocultas de la historia y por esos meandros de la memoria lo recordé ayer, ya de madrugada, cuando leí en un chat de grupo el anuncio del fallecimiento del también escritor vasco.

El impacto fue tremendo, y no porque me uniera una gran amistad con Fernando Marías sino porque recordé la primera y última entrevista que le hice en la madre de todos los festivales del literatura de género que se celebran en el mundo: La Semana Negra de Gijón, donde estaba junto a Bas, a quien también entrevisté.

Con ambos, además de hablar de los libros que iban a presentar en la ciudad más rebelde de Asturias, charlamos de cine. El resultado de la conversación se puede buscar en hemerotecas si les interesa. Y tuvo que ser, si no el año en que España ganó el Mundial de Fútbol, el anterior o el siguiente.

El caso es que tras finalizar la entrevista comenzamos a hablar de cine apoyados en la barra de un bar mientras nos tomábamos unas cañas. Salieron muchos nombres de actrices y actores, también de cineastas y películas que de una manera u otra nos habían cambiado la vida. Una de esas charletas que entre cinéfilos del mundo, uníos, se dan con cierta frecuencia en la barra de los bares que no solo viven, las barras de los bares, de diálogos futboleros.

Fernando Marías me dijo en la conversación algo que me sorprendió como aficionado al cine, y es que detestaba con toda la cordialidad del mundo el musical, que es un género no por el que sienta devoción pero sí un singular interés quien ahora les escribe. Más tarde me dijo que su género favorito era la comedia. La comedia y después, con una distancia de apenas unos poquitos metros, el western.

Le respondí, como amante de las películas indios y vaqueros, que uno de mis western favoritos era El último atardecer. El filme de Robert Aldrich sigue siendo uno de mis predilectos pasado el tiempo, y no me canso de verlo en casa. Muchos sabrán que el largometraje está protagonizado por Kirk Douglas y Rock Hudson, también por Joseph Cotten, Doroty Malone y Carol Linney, que fue una actriz de la que estuve virtualmente enamorado durante muchos años. A Fernando Marías le gustaba bastante también esta película que más del oeste y una tragedia bíblica que son los mejores western, es un estudio psicológico de personajes que todavía resiste (y con la cabeza bien alta) el paso del tiempo.

También hablamos con la grabadora en pausa de otras películas y creo que me hubiera quedado toda la tarde escuchando sus preferencias cinematográficas si no llega Juan Bas para recordarme que le tocaba entrevistarlo. La entrevista con Bas giró por parámetros parecidos aunque también ocupó un buen pedazo la gastronomía aquella conversación con un aquel hombre barbado y con un extraordinario sentido del humor que lo llevó a organizar en Bilbao un festival de literatura de humor que todavía sigue dando guerra, pero no sé si con Bas al frente.

Me resulta dolorosa la muerte por lo que tiene de ausencia repentina. Llevo ya demasiadas lágrimas vertidas por los seres queridos que me dijeron adiós a lo largo de este tránsito que es la vida y soy consciente que un día de estos quien se irá a la nada será quien ahora les escribe. No me quita el sueño. Pero si algo me quita el sueño es conocer que la gente a la que quiero por cercana y a los que conocí solo una vez y de lejos como Fernando Marías desaparecerán algún día porque esta es la ley. La ley de la vida y de la muerte.

Quiero imaginar por eso que si existe un más allá o un más acá, Fernando Marías estará ahora mismo viendo por enésima vez en un amplio salón del paraíso El apartamento, que fue, me dijo, una de sus películas favoritas. Uno de esos títulos a los que volvía una y otra vez porque como tantos (y me incluyo) se sentía como el arribistas frustrado que encarna Jack Lemmon ante la fantástica señorita Kubelik que encarna Shirley MacLaine en el esplendor de su carrera cinematográfica.

Me pregunto si entre las nubes del edén, allí donde tocan el arpa ángeles con alas, aparecerá Billy Wilder para informarle a Marías que, efectivamente, él es Dios en esa película en la que ahora vivirá eternamente el escritor y guionista.

Los vivos, mientras tanto, permanecemos aquí abajo lamentando su muerte.

El espejo, una vez más, se ha roto.

Un paseo por el Museo Rodin, Tenerife

Jueves, Febrero 3rd, 2022

Ahí estaba, contemplando la copia de la copia de la copia de El pensador de Auguste Rodin. Siempre que estudió esta estatua, se trate de una copia de una copia de una copia o del original, me pregunto qué demonios estará pensando ese coloso. Porque, medito, dentro de su cabeza de bronce tendrá que haber un cerebro también de bronce que contribuya a que piense el pensador de Rodin.

Y que piense, si piensa, en el pequeñito revuelo que provocó su museo en Santa Cruz de Tenerife en unos y no en otros, aunque se esforzaron los primeros en que se comprometieran los otros con más que penosos resultados.

Paseo por las salas de este museo de réplicas, que dirían los unos, los que criticaron con la boca pequeña y sin dar la cara para animar (salvando su anonimato, un anonimato no solo de cobardes sino de cretinos) al primer director de arte de TEA Tenerife Espacio de las Artes, Javier González de Durana, para que escribiera un artículo cuyos argumentos (consistentes, no vayas a decir que no) resultaban los mismos que leí cuando la polémica sobre si debía de contar la capital tinerfeña con un museo Rodin se despertó en estas tierra dispersas. Aunque ese despertar se quedara restringido a nada. O a conversaciones indignadas de culturetas en almuerzos y cenas. Todo en pequeño comité, sin que nadie se atreviera a escribir algo en contra porque, ay, Rodin, los periódicos de la provincia de Santa Cruz de Tenerife tenían orden de no publicar nada sobre el asunto siempre y cuando ese mismo asunto pusiera en cuestión que el museo Rodin siguiera adelante.

Tan adelante que recuperaría uno de los pulmones verdes de la pequeña capital de provincias en la que vivo. Invito de hecho a los ofendidos, a los humillados y ofendidos a que paseen por un parque que desde hace años permanece abandonado. Abandonado de la mano de los dioses.

Ahora estoy frente a una réplica de una réplica de una réplica de la estatua de Balzac e, ironías de la vida, pienso que, efectivamente, toda aquella polémica que no trascendió a los medios y que ni siquiera dio el salto a las redes sociales, fue una comedia humana. Ese chiste al que últimamente me tiene acostumbrado los que se creen que son la élite cultural de un archipiélago que, seas de la élite o no, muere en soledad.

Me asomo a uno de los ventanales del ahora museo Rodin de Santa Cruz de Tenerife y contemplo el barranco de Santos por donde corre el agua de una lluvia torrencial que desde hace unos días cae sobre la ciudad. Giro la cabeza y detengo la mirada en una réplica de una réplica de una réplica de El beso, y más allá de La puerta del infierno, y recuerdo la advertencia que según el Dante, me gusta escribirlo con el artículo, el Dante, sitúa en esa entrada al averno: abandonad toda esperanza.

Hombre, me dice alguien que también estuvo en contra de este museo Rodin, el de las réplicas, de las réplicas y las réplicas, y es que el dinero que se invirtió finalmente en él se podía haber dedicado a recuperar el Museo de Bellas Artes de la capital. A contratar personal. Curiosamente, se me acerca un bedel del Rodin para invitarme a que cruce a otra sala, donde observaré otras piezas que son réplicas de réplicas y replicas… Y me pregunto, antes de cruzar el umbral, donde estará aquel tipo que me llamó por teléfono cuando se anunció públicamente hace unos años que la capital de provincias en la que vivo iba a contar con su Museo Rodin. Un museo de réplicas y réplicas y réplicas.

La voz de aquel tipo que ya no sé donde se encuentra (¿acabaría devorado finalmente por su propia estupidez?, es lo más probable, pienso luego existo) estaba como estrangulada y se quejaba de que nadie escribiera en contra de ese museo, el de Rodin, diciendo que sería un desastre para la capital de provincias en la que vivo.

Escríbalo usted mismo, le insté, pero solo hubo silencio. Al final me dijo con esa voz estrangulada de adulto que no rompe un plato que no podía, que no podía escribir nada porque trabajaba para una administración pública y que si lo hacía, escribir y encima se lo publicaba uno de esos periódicos locales que, presuntamente, vedaban cualquier noticia negativa sobre la iniciativa Rodin, podía afectarle a su trabajo. Un trabajo cómodo y bien cebado de dinero.

Crucé las salas del museo Rodin, todo repleto de réplicas y de réplicas y réplicas y regresé a la que acogía El pensador, también en bronce, del escultor francés que desgració la vida de Camille Claudel y no tuve más remedio que sacudir la cabeza.

Cuando salí a la calle lucía por fortuna el sol, el sol evaporaba los charcos que se habían formado en los paseos y jardines del que antaño fue parque cultural, después solo parque Viera y Clavijo de la capital tinerfeña, y los lagartos asomaban la cabeza de entre las piedras para recibir algunos de los rayos del astro rey. Aspiré el olor de la hierba húmeda, rachas que entraron en mis pulmones como agua de mayo.

Rambla abajo fue cuando dejé de pensar en El pensador de Rodin. O en la réplica, de la réplica y la réplica de esa estatua de bronce.

“Uno de pollo”.- demandé cuando me senté ante la barra del Imperial- Y un café con leche.

Santa Cruz de Tenerife, efectivamente, agonizaba en soledad.

Saludos, existo, desde este lado del ordenador