Archive for Junio, 2011

A mi me sabe a nostalgia

Lunes, Junio 13th, 2011

Hubo un tiempo en el que las calles de la capital tinerfeña, e imagino que también  las de otras poblaciones de las islas, contaban con soportes de madera donde se publicitaban las películas que en ese momento se estaban proyectando en las salas de cine de verdad que salpicaban la caprichosa geografía de este archipiélago.

La que aparece en la imagen y que firma María Calimano reproduce el que fue el último de estos paneles y que se encontraba en la serie de edificaciones donde hoy se asienta Tenerife Espacio de las Artes (TEA).

Si mi memoria de aficionado no me traicinona, recuerdo otras de estas instalaciones en la Plaza de Toros de Santa Cruz de Tenerife. Soporte que en más de una ocasión asalté para despegar los carteles. Entre otros, aún conservo (debo de estar en alguna parte) el que logré capturar de El imperio contraataca.

Este es un post en clave nostálgica, así que poco más puedo añadir a esa imagen que, limpia de pósteres cinematográficos, parece que espera con paciencia resignada su inevitable final.

Saludos, un poco a lo que el viento se llevó, desde este lado del ordenador.

¡¡¡El peligro amarillo tiene nombre!!!

Domingo, Junio 12th, 2011

Descubrí al legendario Fu-Manchú gracias al cine. En especial por La máscara de Fu-Manchú protagonizada por Boris Karloff como el inquietante y maquiavélico genio del mal oriental. Si ayer escribía sobre los miedos que aún provoca en el disco duro de mi memoria el diablo encarnado de Fantasía, créanme que el doctor Fu-Manchú de Karloff casi ocupa el mismo espacio en el casillero de mis terrores favoritos.

Como todo el mundo sabe, Fu-Manchú nació primero como personaje literario en una serie de novelas que, y doy fe de ello, aún se leen con devoción aunque resulten a ratos delirantemente, y por lo tanto también políticamente incorrectas, racistas.

La importante novedad que aporta su autor, Sax Rohmer, que nunca fue ni creo que lo pretendiera ser el reverso tenebroso de Arthur Conan Doyle, es que se dio a conocer en el grandilocuente universo de la literatura popular con un personaje que encarnaba (¿encarna?) las peores pesadillas del hasta ese momento ordenado mundo anglosajón hacia China, país al que un principio parece servir Fu-Manchú aunque más tarde descubramos que lo hace para la organización Si-Fan.

No tuvo en cuenta el señor Rohmer que, como pasa casi siempre, su creación literaria terminaría por cobrar vida propia en la imaginación de sus por aquel entonces numerosos lectores. Tal vida propia que de alguna manera Fu-Manchú sintetiza todos los miedos y miopías del hombre blanco hacia el misterioso mundo asiático.

Ese genio del mal con ojos rasgados que es Fu-Manchú además de ser un experto en maniobrar en la sombra resulta ser de una crueldad tan exquisita que el gran Karloff, maquillado como chino perverso, supo explotar en ese título que para mi, con todas sus torpezas, continúa siendo un gran clásico del cine de misterio y terror de todos los tiempos.

Tanto en las novelas, o al menos en las tres novelas que he tenido oportunidad de leer (El misterio de Fu-Manchú, El doctor diabólico y La máscara de Fu-Manchú), como en la película de Karloff y también pero menos en las que interpretó Christopher Lee, lo que interesa al lector y al espectador es conocer el nuevo plan de Fu-Manchú para acabar con el mundo civilizado anglosajón antes que los intrépidos pero también convencionales sir Denis Nayland Smith y el doctor Petrie aniquilen su sueño de convertirse en amo y señor de todo lo que hemos conocido.

Objetivamente, y aquí está la gracia, Fu-Manchú vence siempre al final de cada aventura por mucho que Smith y Petrie le frustren la partida. Pienso, de hecho, que de alguna manera y dándole por muerto al terminar cada relato o película, sabemos que Fu-Manchú regresará en un nuevo capítulo no sé si más refinado pero sí que algo más loco. Sobre todo cuando captura a Nayland Smith y lo somete a su extenso y variado catálogo de torturas chinas mientras suelta su característica y diabólica carcajada.

En la peor pesadilla de su creador, Sax Rohmer, Fu-Manchú es un chino que odia a la civilización occidental y al hombre blanco que la ha hecho posible.

Lo curioso de las novelas es que Rohmer nunca explica las razones que han provocado este odio furibundo aunque deja caer con una sinceridad desconcertante (Fu-Manchú nació como personaje novelesco en 1913) que ningún hombre blanco sería capaz de expresar su rabia contra otra raza por muy odiosa que esta le pareciera como sí lo hace Fu-Manchú.

He aquí un ejemplo: “De todas las escenas que guardo en la memoria, algunas bastantes sombrías, no recuerdo ninguna tan horrible como la que apareció ante mí a la débil luz de la vela. Burke yacía atravesado en la cama, la cabeza hacia atrás, laxa; tenía una mano rígida en el aire y con la otra agarraba el peludo antebrazo que yo había cortado con el hacha, pues los inertes dedos seguían aferrados a la garganta ejerciendo presión mortal. El rostro del hombre estaba casi negro y los ojos se le salían de las órbitas de un modo espantoso. Venciendo la repugnancia, levanté el inmundo brazo y traté de separarlo. Todos mis esfuerzos fueron inútiles; muerto era tan implacable como lo había sido en vida. Me saqué una navaja del bolsillo y, tendón a tendón, fui cortando aquella misteriosa garra hasta desprenderla de la garganta de Burke.” (El doctor diabólico).

Seamos justos, no obstante, ya que con estas estupendas y muy retro novelas de acción, Rohmer presenta a un malvado superlativo. Capaz incluso de brindar rasgos de inquietante generosidad como la del buen jugador de ajedrez que reconoce que ha perdido una partida.

En La máscara de Fu-Manchú, Fu-Manchú escribe una carta muy generosa en la que solicita a su remitente que dé saludos a sus dos enemigos: Nayland Smith y el doctor Petrie.

Insólito. Más si tenemos en cuenta que el mismo doctor Petrie (una especie de doctor Watson enamorado de una china) describe al diabólico chino en El misterio de Fu-Manchu de la siguiente manera:

La imagen que ofrecía en aquel momento se repite con persistencia en mi memoria. Con su larga bata amarilla, la cara, como de máscara, inteligente, inclinada sobre el maremágnum de aparatos que tenía delante, la amplia frente brillando a la luz de la lámpara de arriba, los increíbles ojos verdes y velados levantados hacia nosotros: parecía una figura emanada de las profundidades de un delirio.”

En otro momento, Petrie/Rohmer lo dibuja así: “El doctor Fu-Manchú mostró sus dientes regulares y amarillos con aquella sonrisa pérfida que tan bien conocíamos. Era nuestro prisionero, un prisionero esposado, pero se sentaba en aquel banquillo tan erguido como un juez. He de confesar, en honor a la justicia y a la verdad, que Fu-Manchú desconocía el miedo.” (El misterio de Fu-Manchú).

A mi me parece clave esta visión que Rohmer pone en boca del narrador de sus novelas, el doctor Petrie.

Fu-Manchú desconoce el miedo. 

Nayland Smith y Petrie sí saben los que es el miedo.

El miedo a Fu-Manchú.

Con independencia de sus novelas, el personaje cuenta con irregulares pero a mi juicio interesantes adaptaciones cinematográficas. También en el mundo de los tebeos.

Durante un tiempo seguí con loca pasión las aventuras de Shang Chi, maestro de Kung Fu e hijo de Fu-Manchú. Vástago que se pone al servicio de la inteligencia británica para destruirlo.

Los primeros cuadernos (que Vértice editaba en su colección Relatos salvajes) estaban dibujados por el gran Jim Starlin y no saben los buenos ratos que me hizo pasar. También aparecía la hija de Fu-Manchú, Fah-Lo-Sue, que sí que se trata de un personaje recogido de las novelas de Rohmer.

Fa-Lo-Sue es una chica digamos difícil. Ha heredado de su padre su sangre fría y pocos escrúpulos y también los ojos verde jade y su inteligencia. El problema es que va por su lado y se esconde en la sombra a la espera de su oportunidad. Conquistar el mundo conocido solo para ella.

Escribo este post con la intención de estimular la lectura (y también la de recuperar sus películas, en especial la de Karloff) sobre este personaje que para quien ahora les escribe es una leyenda. Una leyenda que tan buenos y gratos ratos le hizo pasar devorando las tres novelas que tiene en su mansión.

A mi me hicieron olvidar las miserias que tengo a mi alrededor y me reconciliaron con el tipo que cada mañana me encuentro reflejado en el espejo del cuarto de baño.

Fu-Manchú es un héroe.

O un antihéroe para Nayland Smith.

Pero ¿quién se acuerda de Nayland Smith, doctor Petrie?

Saludos, imitando la carcajada Manchú, desde este lado del ordenador.

Argo así siento cuando veo ‘Fantasía’: MIEDO

Sábado, Junio 11th, 2011

Por mucho que se rompa la cabeza no sabe como demonios ha terminado en esta pequeña y estrecha celda. De fondo se escuchan ruidos extraños, como si se arrastraran muebles a un lado y al otro. Suena también instrumentos que están ensayando. Ya saben, esa cacofonía sonora que parece que se ordena pero que termina en nada. Se afina el violín, las teclas del piano, truena la trompeta…

El hombre se sienta mientras observa la parpadeante luz de una bombilla clavada en el techo. Intenta recordar el por qué se encuentra en este espacio cerrado pero por su cabeza solo cruzan pájaros volando a mucha velocidad.

Le duelen los tobillos y tras tocarse la cabeza nota humedad en la cabeza.

Observa los dedos y contempla rastros de sangre.

Tiene sed.

Y ganas de fumar.

Rebusca en los bolsillos y encuentra un paquete arrugado de Camel.

Se lleva uno a los labios y, ¡milagro!, lo enciende cuando encuentra en los bolsillos de su chaqueta de pana un BIC forrado de acero. Aspira el veneno y deja pasar el tiempo.

“¡Ciudadano!” grita una voz metálica por un altavoz escondido en algún lado. ¡No se puede fumar!”

El hombre, con el cigarrillo colgando de su boca, hace un corte de mangas a la nada.

“¡Ciudadano!”

La luz de la bombilla se apaga bruscamente y la celda parece que se hace más estrecha cuando se queda a oscuras. Oscuridad que solo rompe la brasa roja de la colilla cuyo humo sigue alimentando veneno a sus gastados pulmones.

Escucha un click y un clack que viene de alguna parte.

Un recuadro se ilumina en la pared que tiene enfrente.

“No, no, no”, musita el hombre que tira el cigarrillo al suelo, donde se consume lentamente.

En la pantalla dibujada en la pared aparecen dibujos abstractos al son de la Tocata y fuga en re menor de Bach.

“No, no, no…” – se alarma cada vez más el hombre.

Ha ha ha ha ha ha”.- ríe la voz que lo llama ciudadano.

“Por todos los santos esto es… Esto es…” -tartamudea el hombre.

Fantasía, ciudadano”.- exclama la voz metálica y mefistofélica.

El hombre se pone de pie en la oscuridad. Se acerca a la pantalla y se da media vuelta.

Ahora suena El cascanueces.

El hombre se esconde en la oscuridad y cierra los ojos. El sudor comienza a resbalar por su frente cuando comienza a oír las primeras notas de El aprendiz de brujo. En la pantalla Mickey Mouse con el gorro de brujo pone a bailar las fregonas.

“Que podrían ser escobillones” piensa el hombre apretándose contra la pared de la celda.

Tachán tachán suena La consagración de la primavera. El violento nacimiento de este planeta. Los dinosaurios…

El hombre aguarda cerrando y abriendo los ojos. Parece que baila pero no es por la música sino por la sombra del miedo que va apoderándose de su cuerpo enfermo.

En la pantalla y bajo los sones de la Sexta sinfonía observa a centauros y centauras, a pequeños faunos asexuados y a un divino Baco obeso junto a un dentudo burrito alado. Zeus, en las nubes, lanza rayos y desata una tormenta.

Nuestro hombre se pone cada vez más inquieto. Y cuenta las horas cuando unas marujonas avestruces bailan la Danza de las horas.

“Oh, oh, oh…”- piensa nuestro hombre… “Por el amor de Dios… no, no, no…”

Y retrocede a su infancia. A cuando vio por primera vez Fantasía. Título que ahora cumple setenta años que no es la edad que tiene nuestro hombre pero casi, casi…

Y recuerda el impacto que sufrió con el segmento que sabe que vendrá a continuación de esa puñetera Danza de las horas.

De hecho… ¿no está sonando ya Una noche en el monte pelado?

Y mira la pantalla fascinado. Y por mucho que intente cerrar los ojos estos permanecen abiertos como si no pudiera bajarlos. Casi siente la fila de invisibles alfileres que hay distribuido en sus párpados.

Y mira.

Y grita mamá.

Grita mamá cuando la cima de la montaña se transforma en el que sigue siendo la mejor representación del diablo en pantalla grande.

Y siente como la orina se resbala por sus pantalones vaqueros.

Y se pone de rodilla sin poder evitar seguir mirando la pantalla.

Y se acuesta en posición fetal en el húmedo suelo de la habitación cuando suena el esperanzador Ave María de Schubert.

Pero el hombre ya no escucha nada. Con el dedo en la boca continúa musitando un desgarrador “mamá mamá” que se expande por la habitación que ahora huele a meados.

FLASH.

Se encienden las luces y la voz metálica grita con sorna:

“¡Ciudadano, ciudadano, bienvenido al infierno!”

Saludos, algo así siento cuando veo Fantasía, desde este lado del ordenador.

CINE, CINe, CIne, Cine…

Viernes, Junio 10th, 2011

Como espectador cuyas salidas cinematográficas se hacen cada vez más esporádicas porque no le convence lo que le ofrece la cartelera y mucho menos el precio prohibitivo de la localidad cuando reflexiona que, joder, el cine nació como espectáculo para los parias de la tierra, leo una noticia que me ha hecho gracia.

Una gracia misteriosa y de amotinado que se reprime en sacar aún el cuchillo y cantar la Marsellesa al leer esta información en la que se entera que en un cine de Tejas, no Texas, han expulsado de la sala a una señorita porque en plena proyección de la película envió un sms a Dios no se sabe quién.

Partiendo de la base que detesto lo de tolerancia cero porque a mi juicio disfraza fascismo (sea de izquierdas o derechas, que lo mismo da), debo de admitir que por una vez la decisión fascista de los responsables de la sala tejana por expulsar a la señorita de la proyección la asumo como una extraña e inquietante justicia poética.

Quizá porque pienso que tan expeditiva solución tejana de sacar del cine a quien piensa que está en su puta casa debe ser un ejemplo a seguir.

Claro que esto lo escribo porque a lo largo de mi vida cinéfila y cinéfaga he tenido que soportar a garrulos y garrulas en el CINE que confundían ver una película como si estuvieran en el salón de su casa.

Es decir, que como sufrido espectador he tenido que aguantar en más de una ocasión no ya solo la merienda de una parejita de cabestros sentados a mi lado pertrechados de cotufas, papas fritas y refrescos, sino también de conversaciones sentimentales que si bien es verdad que en ocasiones me han parecido más atractivas que lo que estaba viendo en pantalla, creo, sinceramente, que no era lugar donde dirimieran sus diferencias.

Es verdad que pertenezco a esa generación de espectadores que se acostumbró a ver cine cuando los cines eran cines de verdad –los cursis lo llaman de pantalla única, en fin–  pero que aprendió a verlo también en las cada vez más diminutas pantallas de las multisalas.

Multisalas que de alguna manera desacralizaron el hecho de ir al cine.

Como público que disfrutó en esta capital de provincias de cines de verdad, y cuando escribo de verdad es que son de verdad (el Víctor, el Rex, el Greco, el Teatro Baudet, el Cinema Victoria, el Price, el Teatro San Martín, el Fraga, el Delta, el Somosierra, La Paz, entre otros tantos), confieso con el corazón en la mano que nunca he vuelto a sentir la emoción de ver aquel CINE que le envenenó siendo un niño y más tarde un confuso y cotufero adolescente.

De hecho, ver una película en aquellos CINES se convirtió, por una u otra razón, en una aventura. Siempre pasaba argo. Argo que permanecerá para siempre imborrable en mi enfermiza y cavilosa cabeza vacía.

Para los que somos ateos gracias a Dios o a los dioses el CINE se convirtió en argo así como un reducto en el que adorar a santos y santas laicos. Por eso, que alguien  eructara, se tirara pedos o devorara cotufas y sorbiera en sensurround refrescos lo entendía y entiendo como una falta de respeto no solo al filme ni al prosélito sino también a quien inconscientemente hace ruidos masticando o hablando por el móvil.

No voy a negar que en otras ocasiones contribuí a desacralizar la paz de la sala oscura pero –pienso ahora– que sí así lo hice fue porque precisamente la película lo pedía a gritos.

Recuerdo ahora, por ejemplo, cuando con un  puñado de canallas me fui a ver Easy Riders, de Dennis Hooper.

Bebíamos cervezas y fumábamos. También dábamos gritos coreando las canciones de su excelente banda sonora. Pero es que, demonios, aquella película era nuestra. Sentíamos que era nuestra.

Estando en Madrid, y volado la verdad sea escrita, sentí argo parecido cuando descubrí Rumble Fish.

Esa misma sensación de que le película me pertenecía me pasó con Laberinto, cuyos títulos de crédito me dejaron con la boca abierta mientras saltaba en la butaca como si tuviera el mal de San Vito.

O en las numerosas e incontables películas de terror que han quemado mi cerebro mientras gritaba con otros tantos el número de víctimas a las que despedazaban en títulos de los que ahora no me acuerdo.

Solo sé que juntando las voces con otros tantos chillábamos:

UNO

DOS

TRES

CUATRO

Y así hasta no sé cuántos.

Claro que como pasa siempre, siempre hay películas que te recuerdan que el CINE es argo más que espectáculo, que te recuerda que es argo más.

A mi me pasó con muchas.

Freaks, de Tod Browning.

O Lluvia negra, de Shohei Imamura.

Lluvia negra la vi de reestreno en un CINE de barrio de Madrid.

Es una película en blanco y negro.

Me puse a llorar cuando un imbécil a mi lado le comentó a gritos a quien tenía a su lado que esa cinta era un peñazo.

“No pasa nada. No entiendo nada. No la entiendo”.- venía a decir.

Recuerdo entonces que lo llamé imbécil.

El tío me respondió.

Y quiero pensar ahora que dijo que lo respetara.

“Fuera”, le solté. “Lárgate”, quiero pensar ahora que le dije.

El resto es un nubarrón.

Y escribo nubarrón porque sí que recuerdo que cogió mis gafas y las aplastó delante de mis narices.

El resto, como pasa en el cine, se va a  fundido a negro.

Saludos, recordando a ese hijo de la gran puta, desde este lado del ordenador.

Palabra de Louis Cypher: ‘Argo’ de por aquí y ‘argo’ de por allá

Viernes, Junio 10th, 2011

FALLADO EL PREMIO DE POESÍA PEDRO GARCÍA CABRERA

El Premio de Poesía Pedro García Cabrera, que otorga CajaCanarias, ha recaído este año en la obra Sin otra luz y guía, del filólogo y profesor Juan-Noyes Kuehn. Esta distinción está dotada con 3.000 euros y la publicación de su poemario.

El trabajo premiado es, en palabras del autor, “un redescubrimiento de la palabra que se encarna de otro modo en el camino de vuelta; un regreso a un lugar que es, al mismo tiempo, su casa y no lo es, la Isla; un espacio ultraperiférico del lenguaje, la pasión eucarística del verbo”.

Juan-Noyes Kuehn Cole, alias Chantri, nació en Chicago en 1952 y ha publicado dos libros de poesía: A un pueblo sin aurora (Santa Cruz de Tenerife, 1980) y Lógica volcánica (Sagunto, Valencia, 1997), y varios de sus trabajos han sido incluidos en antologías literarias.

El jurado de este premio estuvo integrado por Andrés Sánchez Robayna, Jorge Rodríguez Padrón, Elsa López, Arturo Maccanti y Eugenio Padorno.

MMMM, ALGO QUE APRENDER, TOVARICH

El cortometraje Algo que aprender, dirigido por María Eugenia Arteaga y producido por la productora canaria Digital 104, ha sido vendido al canal de pago Egoist TV para sus derechos de emisión en Rusia. Egoist TV es un canal ruso de televisión dirigido a un público adulto y que ofrece durante las 24 horas del día producciones de corta duración que tienen el erotismo como protagonista.

Algo que aprender, que fue premiado en el Sexy International Film Festival de París, entre otros certámenes, ha participado también en el New York International Latino Film Festival y se estrenó en 2009 en las dos capitales canarias y en Madrid como parte del catálogo Canarias en corto 2008-2009.

ESO, ESO, TÓCALA OTRA VEZ …

Tócala otra vez, Oscar es el título del libro que el V Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (Fimucité) editará este año. El volumen, publicado por Ilarión Ediciones con el apoyo de Filmoteca Canaria, glosa la historia de la música de cine americana a través de los nominados y premiados con un Oscar, desde los inicios mismos del cine sonoro. 

Colaboran en este trabajo Manuel Díaz Noda, Pablo Nieto, Miguel Ordóñez, Pedro J. Mérida , David Serna, Juan Angel Sáiz, Gorka Cornejo, Frederic Torres y José Vidal Rodríguez de Liébana.

FINALISTAS DE LA SEMANA NEGRA. ¡HAGAN SUS APUESTAS!

Ya hay finalistas para los diferentes premios literarios de la XXIV Semana Negra.

Al 4º premio Celsius a la mejor novela de fantasía, ciencia ficción o terror publicada originalmente en castellano en 2010 concurren Ismael Martínez Biurrún, España, por Mujer abrazada a un cuervo. Salto de Página;  Jorge Carrión, España por Los muertos. Mondadori y Javier Negrete, España por El sueño de los dioses. Minotauro.

En cuanto al 7º premio Espartaco a la mejor novela histórica publicada originalmente en castellano en 2010 los finalistas son: Miguel Bonasso, Argentina, por La venganza de los patriotas. Planeta Argentina; Juan Esteban Constaín, Colombia, por ¡Calcio! Seix Barral Colombia y Cristina Sánchez-Andrade, España, por Los escarpines de Kristina de Noruega. Roca.

Al galardón más veterano de la Semana Negra de Gijón, que este año celebra su 24 edición como es el premio Hammett a la mejor novela negra publicada originalmente en castellano en 2010, los escritores que aspiran al galardón son: Juan Ramón Biedma, España, por El humo en la botella. Salto de página; Willy Uribe, España, por Cuadrante las Planas. Tusquets;  Manuel Rivas, España, por Todo es silencio. Alfaguara; José Carlos Somoza, España, por El cebo. Plaza & Janes; Hiber Conteris, Uruguay por El séptimo año. HUM; Juan Bolea, España, por Orquídeas Negras, Espasa y Ricardo Piglia, Argentina, por Blanco nocturno, Anagrama.

En cuanto al Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela negra publicada originalmente en castellano en 2010 los finalistas son: Miguel Ángel Molfino, Argentina, por Monstruos Perfectos. Viceversa; Milo Krmpotic, España, por Las Tres Balas de Boris Bardin. Caballo de Troya; Vanessa Montfort, España, por Mitología de Nueva York. Algaida y Javier Calvo, España, por Corona de flores. Mondadori.

El Memorial Silverio Cañada, instituido en 2002 en recuerdo del editor gijonés, llega este año a su 10ª edición.

Por último, el premio Rodolfo Walsh al mejor libro de no ficción sobre tema criminal publicado originalmente en castellano en 2010 concurren los escritores Héctor de Mauleón, México, por Marca de Sangre. Planeta México; Lluc Oliveras, España, por Confesiones de un gánster de Barcelona, Ediciones B y Cruz Morcillo y Pablo Muñoz, España por Palabra de Vor. Espasa.

El Walsh es otro de los premios veteranos de la SN, ya que se celebra desde 1988 y alcanza su 24ª edición.

Saludos, he dicho, desde este lado del ordenador.

El preso número 44.904

Miércoles, Junio 8th, 2011

La vida de Jorge Semprún (Madrid, 1923- París 2011) estuvo marcada por un número. Concretamente el 44.904, cifra que supone un antes y un después en lo que fue su existencia.

Por este número se le reconoció en el campo de concentración de Buchenwald (Alemania) tras ser detenido por la Gestapo en 1943. Quienes le conocieron aseguran que los dieciséis meses que pasó encerrado en esta antesala del infierno cambiaron radicalmente su vida.

El propio Semprún aseguraba que jamás se le borraría de la memoria el olor a carne quemada.

Militante activo del PCE, fue elegido miembro del Comité Central en 1953, así que resulta bastante difícil separar al hombre de acción del escritor a la hora de valorar su trabajo porque la mayoría de sus novelas resultan inconfundiblemente políticas.

Su Autobiografía de Federico Sánchez, por la que obtuvo el premio Planeta 1977, es un texto de obligada lectura que mostró a muchos que el totalitarismo también podía ser de izquierdas. Una izquierda inquietamente pragmática que no duda en devorar a sus propios hijos.

No es, sin embargo, Autobiografía de Federico Sánchez un libro denuncia sino la confesión de un hombre desengañado, que describe con una sinceridad que en ocasiones resulta aplastante el divorcio con otro capítulo de su vida.

Una vez más, experiencia política y literaria se confunde en su producción literaria. Asunto en el que volvería a insistir en esa extraña novela de espías metafísica que es La segunda muerte de Ramón Mercader y en algunos de los guiones cinematográficos en los que colaboró.

Recuerdo ahora Z y La confesión, de Costa-Gavras, y La guerra ha terminado de Alain Resnais, entre otras.

Escritor mucho más reconocido en Francia que en su propio país, y a modo de tercer capítulo de una vida comprometida, Semprún enlazó política y literatura cuando fue designado ministro de Cultura en 1988 por el Gobierno socialista de Felipe González.

Casi nadie se acuerda del trabajo que hizo al frente de este departamento, pero cabe señalar que inició las negociaciones para la adquisición de la Colección Thyssen y que fue el precursor del Decreto de ayuda a la Cinematografía de 1989 y del borrador de la Ley de Mecenazgo Artístico y Cultural que contribuyeron a enriquecer y ordenar el disperso mapa cultural de este país. Es verdad, no obstante, que muchas de estas medidas fueran seriamente contestadas.

Hombre de profundas convicciones europeístas, pero de un europeísmo francófilo, no deja de resultar curioso que tras abandonar su cargo de ministro, Jorge Semprún estableciera su residencia en Francia. País en el que vivió hasta su muerte.

Durante todo este tiempo nunca olvidó haber sido el preso número 44.904 del campo de concentración de Buchenwald si bien intentó exorcizar estos demonios en sus novelas, todas ellas muy vinculadas a su actividad política.

Quiero pensar que al final logró triturar lo que significaba esa cifra maldita.

Y quiero pensarlo porque entiendo que Semprún fue un resistente.

Y los resistentes, ya se sabe, siempre vencen.

Saludos, gastando munición desde El Álamo, desde este lado del ordenador.