Archive for Julio, 2011

Frank Capra que estás en los cielos

Sábado, Julio 16th, 2011

Puede que no le suene el nombre de Frank Capra pero seguro que de alguno de sus títulos sí.

¡Qué bello es vivir! Se ha convertido en una película a la que, inevitablemente, recurren las televisiones para cubrir espacio en su programación navideña. Y no me canso de verla pese a que me la sepa de memoria. Luego tiene algo.

Hay otros excelentes largometrajes dirigidos por su director que ocupan un lugar de honor en mi deuvedeteca, y tampoco me canso de verlos porque, como sucede con ¡Qué bello es vivir! Sigo pensando que tienen algo.

Y ese algo es esperanza y optimismo. Y una fe arrolladora en las gentes sencillas y de buen corazón que en unos tiempos donde ya no se valora ni a la gente sencilla ni de buen corazón, adquieren para mi proporciones de clásicos porque su espíritu todavía logra amansar a la fiera que llevo dentro.

Así que muchas gracias, señor Capra. Y no haga caso de quienes lo miran de reojo y arrugan el ceño. Sus películas están vivas y continúan dando guerra.

¿Qué hacer entonces antes los que cuestionan su ingenua ternura; ante lo que lo acusan de ser un servidor de la política emprendida por Franklin Delano Roosevelt para sacar a su país de la Depresión y de los que lo señalan con el dedo gordo del pie por ser un hijo de  inmigrante agradecido que dedicó buena parte de su carrera en elogiar el sueño americano?

Y  la verdad, señor Capra, que yo no se lo tendría muy en cuenta. Ya sabe: ante palabras necias, oídos sordos.

Por lo pronto soy consciente que seremos muchos los que el próximo 3 de septiembre le rendiremos homenaje porque se cumplen veinte años de su ausencia. Y quien ahora escribe le anuncia que ese día organizará en casa un maratón Frank Capra en toda regla.

Coincide además que el 3 de septiembre cae en sábado, que es un día de la semana luminoso. Es decir, que carece de la fatiga de un domingo y del tonto despertar a la realidad de un lunes.

Señor Capra, usted inicio su carrera en el cine –como otros grandes compañeros de generación– cuando este arte todavía no sabía hablar. Se fogueó escribiendo gags para La pandilla y un gigantesco comediante silente que les hizo sombra a los mismísimos Charles Chaplin y Buster Keaton en su tiempo. Me refiero a Harry Langdon.

He visto bastantes de las películas de Langdon y sonrío todavía. ¿Está mal decir que Lagndon es un clásico?

¿O habrá majaderos que no lo entiendan?

Esos mismos majaderos que no han sabido descubrir en su filmografía vitalista ese poso de amargura que nos hace sentir a los espectadores con cinco mil ojos en la cabeza la dolorosa punzada del fracaso definitivo.

Sus películas, señor Capra, abordara la guerra de sexos como celebración en su todavía picante Sucedió una noche o la de íntegros e inocentes perdedores que arañan el monstruo del éxito, son lecciones de cine que, a mi juicio, deberían ser de obligado visionado para los papanatas que no se cansan de repetir que vivimos en tiempos oscuros y no quieren ver luz al final del túnel.

Ya sabe, esos que chillan que el reino de las sombras ha triturado el estado del bienestar sin proponer alternativas salvo la de que nos encontramos en un callejón sin salida.

Y por eso pienso, señor Capra, que sus películas cobran hoy una insólita actualidad. Que resultan justas bofetadas en la cara a siniestros banqueros y politicastros de inquietantes ideologías que, aprovechando los malos tiempos que corrían en su época y en la nuestra, se frotan las manos desmontando lo que costó sangre, sudor y lágrimas alcanzar mientras nos amenazan con la oración del miedo: no hay dinero. No hay trabajo.

LES RECOMIENDO VOLVER A VER:

EL SECRETO DE VIVIR (1936).- Confieso que en su interesante filmografía sonora siento especial debilidad por este título. De hecho, creo que Gary Cooper nunca estuvo mejor en pantalla que en sus manos y en las de Howard Hawks. Además, que la protagonista femenina fuera Jean Arthur (¿sabía usted que junto a Ingrid Bergman fue uno de mis primeros amores platónicos?) hace que todavía vea esta película para darme cuenta que el secreto de vivir es saber desprenderse de todo aquello que nos pesa como una piedra. 

VIVE COMO QUIERAS (1938).- Algunos dirán que mi debilidad por usted, señor Capra, se debe a su debilidad por Jean Arthur. Y no es eso. No es eso. Mi debilidad por usted, que no tiene nada que ver por la que aún siento por la señora Arthur, es porque cuando veía siendo un renacuajo todas sus películas deseaba formar parte de aquel mundo. En Vive como quieras hace usted además un retrato extraordinario de la familia como pequeño microcosmos de estabilidad emocional pese a que los que la integren no sean, precisamente, modelo de familia tradicional. Qué grandes están todos en esta comedia “familiar”. Jean Arthur, James Stewart, Lionel Barrymore.

CABALLERO SIN ESPADA (1939).- Me da absolutamente igual que algunos digan que su visión de la política resultaba demasiado ingenua. ¡Qué sabrán ellos! Si James Stewart y Jean Arthur unen fuerzas que tiemble Washington. Y que tiemble porque por mucho que intenten desprestigiarlo nuestro caballero sin espada estará ahí para defender nuestros derechos. Su cine, señor, Capra, era peligrosamente político. Yo lo entiendo como el de un indignado de verdad.

JUAN  NADIE (1941).- Todos somos John Doe. Todos tenemos algo de ese vagabundo que firma un pacto con el diablo cuando cae en manos de Barbara Stanwyck. Claro que lo que no sabía el diablo es que puede enamorarse. Y si ese hombre sin futuro es Gary Cooper digamos que, por una vez, los dioses apuestan en la partida de dados para que gane el bueno. A mí me sigue emocionando.

ARSÉNICO POR COMPASIÓN (1944).- Señor Capra usted fue un maestro de la comedia negra. La acarició a la perfección con esta divertida, estrafalaria y cínica película donde Cary Grant está en estado de gracia claro que ¿en qué película no estaba Grant en estado de gracia? Háganme un favor y véanla. Vean la cara que pone Grant cuando descubre que sus dos amables y tiernas tías solteronas envenenan ancianos solitarios cuyos cadáveres entierra el hermano de ambas, que se cree Teddy Roosevelt (¡!).  La cosa se complica cuando llega a la casa de tan feliz familia (otra vez la familia) el hermano de Grant, que no es otro que Raymond Massey –probablemente uno de los mejores secundarios de la historia del cine– a quien acompaña un sanchopanza, Peter Lorre. Y yo, que he visto mucha comedia a lo largo de mi vida, me pregunto todavía como ninguna de ellas me hace reír con tanta mala leche. Y ¡cuidado! Subo corriendo las escaleras cual Teddy Roosevelt para arrebatarles a los españoles la colina de San Juan!

¡QUÉ BELLO ES VIVIR! (1946).- Gracias a esta película descubrí que cuando suenan campanas es que un ángel se ha ganado sus alas. Suena cursi escrito así pero es la lección que saqué siendo pequeño al ver esta deliciosa comedia que reinterpreta de manera muy inteligente el Cuento de Navidad de Charles Dickens. James Stewart interpreta a un buen tipo con el agua al cuello al estar ahogado por las deudas. Desesperado está a punto de poner fin a su vida cuando recibe la visita de un curioso personaje que necesita ganarse unas alas. Desde ese día pienso que mi ángel de la guarda debe ser un tipo bastante parecido al actor Henry Travers. En ¡Qué bello es vivir!, nos encontramos como en el relato de Dickens con un malvado  Ebenezer Scrooge. Un multimillonario que solo piensa en multiplicar su fortuna aplastando a buenos tipos como el personaje que interpreta Stewart. No revelo nada nuevo si digo que al final todos ganan. Incluido el malo que ya no es malo. Gracias a esta película descubrí a otro de mis amores platónicos del cine: Donna Reed.

UN GÁNGSTER PARA UN MILAGRO (1951).- Esta película me constató el hecho de que dentro de las manzanas viven duendecillos. Y si bien fue su última película, señor Capra, creo sinceramente que cerró su carrera con broche de oro. Se trata de un remake de uno de sus anteriores filmes, Dama por un día, de 1933, aunque en esta ocasión contó para interpretar a la vendedora de manzanas –una especie de relectura de la madrastra de Blancanieves pero en bueno– con Bette Davis. Glenn Ford hace del elegante y carismático gángster que confía en el poder de las manzanas que vende. Acompañan al elegante mafioso, entre otros, el recientemente fallecido Peter Falk. La comedia nace cuando los gángster se conjuran para hacer realidad la mentira que Annie Manzana le ha contado a su hija, que regresa a la ciudad junto a su prometido y los padres de éste. ¿En qué consiste la mentira? En que Annie Manzana, alcohólica y mendiga, la ha convecido que en verdad es una señora que pertenece a la alta sociedad.

A mi juicio, señor Capra, otro de sus puñeteros clásicos.

Saludos, exigendo que le concedan cien premios Nobel, desde este lado del ordenador.

Gringo viejo (un autor de cabecera)

Viernes, Julio 15th, 2011

Si algún escritor merece el engañoso título de culto es Ambrose Gwinett Bierce (Ohio, Estados Unidos, 24 de junio de 1842 – después de diciembre de 1913) ya que se trata de un autor cuya vida se funde con la leyenda al desaparecer misteriosamente en México en plena Revolución.

La leyenda cuenta que antes de iniciar su último viaje, Bierce regresó a los campos batalla de la Guerra de Secesión donde combatió, quien sabe si buscando su destino.

Me imagino al gringo viejo (inspiró al personaje de la novela del mismo título de Carlos Fuentes) contemplando los escenarios de aquella masacre mientras las preguntas dejaban de ser preguntas para convertirse en trágicas respuestas.

Periodista y escritor, Bierce es uno de esos narradores a los que el paso del tiempo no hace mella. Su visión de la vida resulta todavía hoy de una sinceridad aplastante.

Esa mirada la disfraza en ocasiones con feroz sátira o explotando las claves de géneros tan “prescindibles” para todos esos papanatas que aseguran leen solo obras de “caza mayor”, como es el fantástico. Un fantástico que en manos de Bierce  adquiere atmósfera y en ocasiones resulta extremadamente cruel por inevitable.

Pluma crítica, a Bierce se le conocía en los ambientes periodísticos de su tiempo como Bitter Bierce (El amargo Bierce) por una serie de arrolladores artículos donde no dejaba títeres con cabeza. Su visión de la humanidad no resulta así cómoda. Parece como si no creyera en ella, pero este sería un análisis superfluo en torno a la producción literaria de este formidable escritor. Porque si por algo respiran sus relatos es, precisamente, por una búsqueda diría que obsesiva por bucear en el alma humana.

Bierce nació en el seno de una familia puritana que le llenó la cabeza a pronta edad de prejuicios. El resto de su vida fue desmontándolos uno a uno con precisión quirúrgica. Ello explica, opinan algunos expertos de su obra, su profundo individualismo. Su carácter cáustico como defensa contra el mundo.

Típico aventurero, la vida de Bierce está salpicada de aventuras al modo del corazón de las tinieblas. Experiencias que eclosionarían en plena Guerra Civil Estadounidense, donde sirvió en el 9º Regimiento de Voluntarios de Infantería de Indiana, unidad que en 1864 se incorporó al Ejército de Sherman en la campaña de Atlanta.

Es probable que muchos lectores sepan lo que significó la toma de Atlanta si les recuerdo que es la ciudad que los nordistas al mando de Sherman incendiaron y que sirvió para uno de los capítulos más intensos (y también una de las escenas más intensas en su adaptación cinematográfica) de Lo que el viento se llevó.

Combatió también en la batalla de Shiloh, que le sirvió como material de algunos de sus cuentos más desgarradores sobre la guerra y que están compilados en el imprescindible volumen Cuentos de civiles y soldados que recoge, entre otros, una pieza maestra: Un suceso en el puente sobre el río Owl.

Terminada la guerra como comandante-mayor, Bierce participa en una expedición a los territorios indios que también dará lugar a algunos de sus relatos más interesantes.  Licenciado del ejército, inicia una carrera como periodista en San Francisco, donde colaboró en The Argonaut, The Overland Monthly y New Letters, del que fue nombrado director en 1868.

En esa época se hace buen amigo de Mark Twain, escritor que deja una notable influencia en el estilo cáustico y humorístico de Bierce.

En su vertiente como escritor de ficción macabra destacan, entre otros, sus espléndidos Aceite de perro, La muerte de Halpin Frayser, La cosa maldita, Un habitante de Carcosa, Un terror sagrado y La ventana tapiada, historias que le llevó a escribir a H. P. Lovecraft en su ensayo El horror sobrenatural en la literatura, que “en todos los relatos de Bierce hay una maleficencia sombría innegable y algunos siguen siendo verdaderas cumbres de la literatura fantástica estadounidense.”

Otro de sus libros, lejos ya de los territorios macabros, es su divertido y vitriólico Diccionario del diablo, un compendio de definiciones que, efectivamente, parecen estar escritas por el mismo Satanás.

He aquí algunas:

Cínico, s. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser. Los escitas acostumbran arrancar los ojos a los cínicos para mejorarles la visión.

Historia, s. Relato casi siempre falso de hechos casi siempre nimios producidos por gobernantes casi siempre pillos o por militares casi siempre necios.

Ignorante, s. Persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y sabedora de otras cosas que usted ignora.

Pandemonium, s. Literalmente, Lugar de Todos los Demonios. La mayoría de ellos han ido a refugiarse en la política y las finanzas, y el lugar se usa ahora como salón de conferencias del Reformador Vocinglero. Cuando son perturbados por su voz, los antiguos ecos clamorean apropiadas respuestas que halagan mucho su orgullo.

Ambrose Bierce, un escritor para leer en vacaciones. Que ustedes lo disfruten.

Saludos, ¡indignaos!, desde este lado del ordenador.

‘Intruders’ de Juan Carlos Fresnadillo abrirá la 59 edición del Festival de Cine de San Sebastián

Jueves, Julio 14th, 2011

Intruders, el último trabajo del director tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo, inaugurará la 59 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián el próximo 16 de septiembre, anunciaron fuentes de la organización.

La película se trata de un thriller fantástico que cuenta con un reparto internacional encabezado por el actor británico Clive Owen y la actriz española Pilar López de Ayala, y narra la historia paralela de dos familias cuyas vidas se ven alteradas por presencias amenazadoras.

Daniel Brühl, Kerry Foz y Carice van Houten completan el elenco de este film cuyo guión es autoría de Nicolás Casariego, finalista del Premio Nadal por su novela Cazadores de luz.

Juan  Carlos Fresnadillo es director del premiado mediometraje Esposados,  una producción rodada íntegramente en Tenerife y resultado de la unión de tres productores canarias, Zodiac Film, La Mirada y Papi Producciones, que fue candidato a los Oscar en esa categoría en 1997, así como de los largometrajes Intacto y 28 semanas después.

Saludos, tras conocer la noticia por agencias, desde este lado del ordenador.

‘Banda aparte’

Miércoles, Julio 13th, 2011

Entre las muchas cosas  que tiene el cortometraje que se está empaquetando en la actualidad en Canarias destaca su variedad temática y su sentido del riesgo involuntario que convierte en marcianas la mayoría de estos trabajos.

También, destacaría, su insólita falta de voluntad para trascender las fronteras insulares. Es decir, mostrar estas incursiones en otras geografías.

Es probable que entonces otro gallo cantara.

Escribo esto porque al margen de las producciones que cuentan con apoyo institucional cohabita un grupo de cineastas que realiza sus películas por la puta cara con una profesionalidad dentro de sus limitaciones que merece, a nuestro juicio, cierta benevolencia como espectadores críticos.

Me explico, esta gente, estos cineastas que literalmente sacrifican parte de sus ahorros para levantar un proyecto son de hecho los que están contribuyendo a nutrir de títulos lo que podríamos llamar nuevo cortometraje canario.

Y si bien la mayoría de estas piezas no terminan de sorprenderme porque –sinceramente–  no sé aún lo que pretenden hacerme creer, en otros casos sí que he descubierto miradas interesantes que me hacen plantear hasta donde podría llegar esa banda aparte si contara con presupuesto y tiempo suficiente para desarrollar sus ideas.

Dicho esto, que quede constancia que los cortometrajes canarios que he visto este miércoles 13 de julio en Tenerife Espacio de las Artes (TEA) y que el jueves 14 se exhiben en los Multicines Monopol de la capital grancanaria, sin haberme llenado tampoco me han resultado intelectualmente insultantes.

Los tres trabajos resultan a su manera sinceros aunque se pierdan en reflexiones algo (argo) crípticas por un sentido equivocado de lo que entienden sus directores es la poesía cinematográfica (¿?). 

Compruebo así, una vez más, que estos cineastas  apuestan más por las historias intimistas que por reflejar la realidad que los rodea. Lo que me apena, aunque es de agradecer que dos de los cortos exhibidos este miércoles hayan apostado por salir a la calle y contar su relato poético  aprovechando los exteriores del paisaje urbano de la capital grancanaria.

La noche se inicia con Rota, producida, dirigida y escrita por Daniel León Lacave.

Si la memoria no me falla, Rota es una película que transcurre de hecho en exteriores. Alguna calle, un cementerio, una playa…

Rota es un cortometraje curioso. Con miga y una caracola (rota) como absoluta y muda protagonista a través de la cual se mueven una serie de personajes a la deriva que han perdido la razón de su existencia para transformarse en vivos muertos.

Que no es lo mismo que no muertos.

El grueso de esta triste historia de ausencias se desarrolla en un cementerio  y si bien el penoso sonido con el que veo la película no contribuye a que mi valoración sobre ella sea lo pertinente que desearía, Rota sabe transmitir cierta congoja.

Claro que quien le escribe siete debilidad por los trabajos que ha visto de Daniel León Lacave. Y siente debilidad porque reconoce en su director mirada y constantes. Constantes que si bien no terminan de atarse demasido bien en Rota, conservan las señas de identidad de un cineasta que para quien les escribe supo tocarle el alma con Los pechos de Paula, probablemente el corto más arriesgado y narrativo que ha visto de los cineastas banda aparte canarios en los últimos años.

Los protagonistas de la cinta (todos bien pero sin estrindencias) son: Lamberto Guerra, Paula Garodri, Marga Arnau, Juan Peña, Víctor León y David Curtelin.

La reina de las hadas es el segundo cortometraje de la jornada. Se trata de un trabajo dirigido y escrito por Armando Ravelo.

La reina de las hadas es un cuento. Un cuento agridulce que tampoco puedo apreciar como debo por el penoso sonido, lo que me invita a recomendar a TEA a que lo mejore por el bien de sus autores y de todos nosotros, el público.

La reina de las hadas es una cinta sencilla y fantastique. Y si bien no llena  tampoco desagrada.

Sus protagonistas son Naira Gómez, Vicente Ayala y Sofía Ojeda.

La tercera película se titula Litio, de Adrián González.

El trabajo tiene su mensaje pero abusa de la voz en off para describir escenas que estás viendo, precisamente, en pantalla.

Tiene su gracia, no obstante. Una gracia amarga.

Sus protagonistas son las actrices Acerina Cruz y Nayra Ortega.

Conclusiones:

Pues que se nota que estos tres trabajos están rodados con entusiasmo y una fe en continuar rodando películas que valoro, por razones obvias, en los que forman la banda aparte del nuevo cine canario.

Su duración, además, es lo suficientemente corta para no indignar a los que formamos –banda aparte– eso que debería empezar a llamarse sacrificados espectadores del nuevo corto canario. 

(APLAUSOS)

Saludos, en fin…., desde este lado del ordenador.

‘Lo guanche’ victorioso

Martes, Julio 12th, 2011

El pasado aborigen en las islas es un capítulo de la Historia de este archipiélago que todavía desata extrañas pasiones. Al margen de los trabajos entusiastas realizados por algunos arqueólogos aficionados y los estudios defendidos por la Universidad de La Laguna, lo guanche (por generalizar a los primeros pobladores de Canarias) continúa empleándose con demasiada facilidad para justificar una serie de posiciones que, a juicio de quien les escribe, le parecen bastante neolíticas.

No obstante, admito que lo guanche es un asunto que me interesa aunque no me quite el sueño la información dispersa que tiene en su cabeza en torno a quienes fueron aquellos hombres y mujeres aplastados por la fuerza demoledora de un imperio que, en aquel entonces, apenas estaba en ciernes.

La última novela del escritor Juan-Manuel García Ramos, El guanche en Venecia, plantea una curiosa reinterpretación de lo guanche al imaginar un episodio del que apenas teníamos noticia los no iniciados: el legendario mencey de Taoro, Bencomo, fue regalado por los Reyes Católicos al dux de Venecia como una “exótica criatura capturada en tierras tan lejanas como confusas.”

Partiendo de tan atractiva premisa, García Ramos reconstruye en la segunda parte del libro la historia de Bencomo en la ciudad de la laguna con gran pericia narrativa. Destacando el asombro del indígena ante la poderosa Venecia del siglo XV.

Pese a todo, creo que se hace mal intentar vender El guanche en Venecia como novela histórica al uso ya que en todo caso es un relato que toma a la Historia como marco. En este sentido, mi apreciación como lector nota muy en falta objetividad en la narración de los hechos reales y ficticios que se cuentan. Y ello pese a la distancia literaria que el narrador intenta mantener a lo lago de toda la obra, escrita en tercera persona.

El guanche en Venecia resulta así una novela de buenos y malos. O mejor, de un bueno, Bencomo, y un malo, Alonso Fernández de Lugo. Su Némesis.

Juan-Manuel García Ramos ha explicado que empleó este recurso porque quiso contar una historia desde el lado de los vencidos, los guanches. Y si bien no cae en la idealización ingenua de los narradores canarios que a finales del XIX forjaron el mito guanche que todavía hoy acompaña a buena parte de la sociedad canaria (esa entendedera de que lo guanche fue, en esencia, el roussoniano mito del buen salvaje), su ficción pedía cierta imparcialidad ante unos hechos que, guste o disguste, han terminado por configurar las grandezas y miserias de esta desvertebrada comunidad autónoma.

Al leer El guanche en Venecia he tenido la sensación de que Bencomo y Fernández de Lugo eran las dos caras de una misma moneda.

A fin de cuentas, ambos personajes no dejan de ser víctimas de sus sueños. Uno al añorar su isla desde su forzado exilio, y el otro al comprender que nunca podrá tener los éxitos y riquezas que reclama en ese territorio que conquista y quiere depredar, pero que carece de oro y solo tiene hombres y mujeres con los que poder pagar en forma de esclavos a quienes han financiado su aventura.

En este aspecto, creo que para tener una perspectiva independiente de aquellos instantes tan trascendentales para la historia del archipiélago es necesario contar ya con una biografía de Alonso Fernández de Lugo. Un personaje que no deja ser un producto de su tiempo. Un hombre de armas ambicioso y algo letrado. Es decir, que Fernández de Lugo podría ser el prototipo de aquellos tantos aventureros que marcharon años después a las Américas para hacerse un nombre. Y un nombre, en aquellos tiempos violentos, solo era posible escribirlo con sangre.

La primera parte de El guanche en Venecia comienza como un entretenido relato de aventuras bélicas donde García Ramos describe algunas de las batallas que se libraron entre guanches e  invasores en la isla de Tenerife.

Este capítulo está narrado con mucho nervio y empuje: “La primavera se había apoderado de la isla. Era mayo de 1494. Bencomo ignoraba ese calendario. Se regía por los ciclos del pastoreo de trashumancia, las sequías, las lluvias y las nieblas, los tiempos estables.

El primer combate se consumó  en medio de cortes abruptos de terreno, de bosques difíciles de transitar por los caballos soberbios y sus jinetes ventajosos., los generales indígenas eran Bencomo y Tinguaro, Bencomo de frente, Tinguaro ordenando las fuerzas apostadas en los riscos. Eran tres mil hombres y sabían lo que se jugaban en ese enfrentamiento.”

La primera batalla, como es sabido, es una victoria para los guanches. No pasará así con la segunda, en la que escribe García Ramos: “Se dice que Bencomo también ha fallecido, pero en el reencuentro de los en fuga en las inmediaciones de los bosques de Acentejo, Bencomo camina ayudado por Bentor, está mal herido, pero Bencomo vive y reorganizará a los suyos, tan sólo sea para firmar una paz menos humillante con Fernández de Lugo y sus lacayos, entre ellos Fernando Guanarteme, comisionado por Lugo para intermediar con el mencey de Taoro.”

Hecho preso finalmente Bencomo, comienza el periplo del mencey de Taoro por tierras de Europa.

El guanche en Venecia tiene un poco de todo, aunque apenas tantea ese poco de todo. A ratos tiene aliento épico, en otros de intriga palaciega. También deja rastro de novela de aventuras aunque el pilar en el que descansan estas ramificaciones –que su autor imagino que conscientemente apenas tantea– es la venganza. Una venganza que no tiene ecos dumasianos sino más bien la de reivindicar la victoria final de Bencomo (lo guanche)porque, reitero, El guanche en Venecia es ante todo una novela donde el que fue humillado y ofendido (lo guanche) es al final el vencedor amargo bien es verdad de la historia. Su historia.

Al margen de los dos protagonistas casi absolutos del relato se mueven una serie de secundarios entre los que destacaría a Beatriz de Bobadilla, que es otro de esos personajes que pide a gritos una biografía. García Ramos la retrata como una mujer endurecida y adelantada a su tiempo.

A modo de conclusión solo puedo decir que, pese a sus limitaciones, El guanche en Venecia es un relato, más que novela, que gusta al ser leída. Y si bien hay situaciones y protagonistas que, a juicio de quien les escribe, exigían mayor densidad, no decepcionará a los que busquen una fabulación ora brillante, ora desigual, de un mundo perdido que permite toda clase de licencias, entre ellas la existencia de buenos y malos.

Saludos, solo sé que soy ciudadano del mundo, desde este lado del ordenador.

Los grandes musicales nunca mueren: ‘Dinero caído del cielo’

Lunes, Julio 11th, 2011

Dinero caído del cielo (Pennies from Heaven, 1981) fue uno de los últimos grandes musicales de la historia del cine antes de que los musicales (y cuando escribo musical me refiero obviamente al cine norteamericano) se travistieran en otra cosa. Desde el tuneado kitch de Baz Lurhmann en sus operísticas Romeo + Julieta (1996) y Moulin Rouge (2001), al descafeinado éxito Chicago por citar solo algunos de los más destacables título de los últimos tiempos.

El caso es que Dinero caído del cielo celebra en 2011 su veinte aniversario. Aniversario que salvo locos agradecidos como quien les escribe, pasará si pena ni gloria entre los aficionados a esto que llaman séptimo arte probablemente porque desconocen la grandeza de un filme que, como todo buen musical que se precie, trasciende las fronteras del género.

Dirigida por Herbert Ross, que fue un cineasta que bordeó el cielo con Sueños de un seductor y el infierno con Footloose, y protagonizada por Steve Martin, Cristopher Walken, Bernadette Peters y Jessica Harper, entre otros, Dinero caído del cielo se desarrolla en los años de la Depresión, ambiente que por los tiempos que corren se me antoja de una actualidad digamos que diabólica.

Escrita por Dennis Potter, creador de la serie El detective cantante, que dio origen también a una interesante película que homenaje y parodia el cine negro, Dinero caído del cielo es un drama en el que sus protagonistas imaginan un mundo mejor interpretando aquellas cursis y si quieren algo facilonas canciones que estuvieron de moda en los años treinta en los Estados Unidos.

El título del filme, de hecho, es el de una de aquellas melodías que en la película de Ross adquiere notable ironía.

Dinero caído del cielo se trata, en definitiva, de uno de los mejores últimos grandes musicales de la historia del cine, y quizá por ello, por ser uno de los últimos grandes musicales de la historia del cine este título haya terminado por convertirse en un filme de culto. En una cinta para iniciados que saben que, desgraciadamente, el dinero nunca cae del cielo.

Claro que, pese a todo, siguen cantando.  Y bailando porque ¿quién sabe? igual miras al cielo…

Saludos, cinéfilos, desde este lado del ordenador.