Archive for Octubre, 2010

En fin, esto es lo que hay…

Sábado, Octubre 16th, 2010

Imaginad a un escritor nacido en estas tierras infernales que decide publicar su primera novela en una editorial que no es de estas infernales tierras.

Imagidad también que esa novela no es una mala novela. Más bien al contrario, probablemente una de las mejores novelas publicadas este año por un escritor oriundo de estas tierras infernales. Tan excelente es este trabajo que recibe críticas elogiosas en suplementos culturales y páginas especializadas donde casi todos los comentarios coinciden en destacar –cuando menos– que se trata de un trabajo arriesgado y que llega al corazón del lector.

Imaginad también que como todo escritor que se precie, nuestro autor no es de los que les gusta dar la lata en los despachos de las administraciones públicas ni en las readacciones de los medios para que su nombre se conozca en el escaparate del efímero famoseo.

Imaginad también que hablo de un escritor que lo único que le interesa es escribir historias. Buenas historias. Tan buenas que te dejan noqueado. Y no hace falta ser muy leído para llegar a esta conclusión.

Imaginad ahora que ese mismo escritor le solicita a la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del cada días más despistadísimo Gobierno de Canarias que adquiera algunos ejemplares de su obra para que la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas tenga a bien repartirlos en las bibliotecas.

El escritor no pide nada más pese a que otros amigos, no sé si escritores, intentan convencerlo de que no lo haga ya que llamar a la puerta de esa Dirección General es como llamar a la puerta del vacío cósmico porque casi nunca te responden. Y si te responden es para preguntarte algo así:

- Oiga usté ¿dijo que venía de parte de…?

Imaginad que pasa el tiempo, que el escritor continúa escribiendo e incluso haciendo alguna que otra entrevista aunque, como digo, no sea de los que gusta aparecer en los medios porque es de los que se alimenta con su universo.

Imaginad que un día recibe la carta de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Gobierno de Canarias, donde se le transmite que “a nuestro pesar, no nos es posible prestarle nuestro apoyo en la actualidad”.

Nada más.

Sólo ese lastimero: “a nuestros pesar…”

Imaginad la confusión del escritor y la sensación de desprecio que ha interpretado al leer líneas tan suscintas.

“… no nos es posible prestarle nuestro apoyo en la actualidad”.

Da que pensar. Y podría ser un buen material para escribir una novela o un cuento. Una historia donde un escritor como él u otros tantos escritores canarios que suenan fuera y dentro de sus islas reciben no ya el socorrido vuelva usted mañana larriano sino un NO sin explicar las razones de ese NO.

Y pregunto: ¿se puede ser más bestia?

NO.

¿Costaba tanto explicar que bien “con nuestro pesar, la crisis que nos azota hace imposible atender a su petición”?

O simple y llanamente que su novela no nos interesa porque ha trascendido el ridículo mercado de las islas…

Yo qué sé, que no hay que ser muy inteligente para justificar un NO. 

Claro que la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Gobierno de Canarias debe estar demasiado ocupada en no hacer nada como para molestarse en escribir algo más que una urgente nota de pésame.

Imaginad por último.

La Dirección General del vacío cósmico le comunica que NO.

- ¿Por qué?.- pregunta confuso el escritor, pensando si no habrá olvidado añadir otro sellito a su petición.

- Pues porque NO. Siguiente, por favor.

- Pero…

- Siguiente, por favooor.

El escritor se aleja por un pasillo largo y pringoso escuchando otro NO.

Y otro NO.

NO.

¿Nacería Franz Kafka en Canarias?

¡NO!

Saludos desde este lado del ordenador.

He visto cosa que no creeríais…

Viernes, Octubre 15th, 2010

“Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… a un hombre vestido de Godzilla aplastar la ciudad de Tokio. A Bud Spencer y Terence Hill liarse a cachetadas con bribones que no tenían nada que ver con Las Teresitas ni con el caso Malaya…

Todos esos momentos se perderán en la noche del tiempo como lágrimas en la lluvia.”

No dejo de pensar en como cambiamos a medida que transcurre el tiempo. Como se transforma nuestra percepción de las cosas. Claro que no sé si por suerte o desgracia el paso de los años –y los consecuentes hachazos que van tallando el edificio de nuestra madurez– hace que veamos de otra manera lo que antaño simple y llanamente nos fascinaba.

En mi no tan extraño caso llegué un maldito día  a la conclusión de que me había hecho mayor cuando me dispuse a ver por enésima vez El hijo de Godzilla (Jun Fukuda, 1967), una cinta cuyas sensaciones infantiles todavía pesaba en mi maltrecha memoria, y asco de adulto ¡me horrorizó!

Intenté encontrar las razones por la que aquella cinta me había robado el corazón y me justifiqué con la reflexión pringosa de que ese filme no dejaba de proyectarse en las sesiones de a las 4 de la tarde en mi época de niñato, y que como cualquier niñato que se precie me ponía del lado del monstruo y no de los humanos. En este caso un puñado de nipones con ojos rasgados.

En esta cinta, no obstante, Godzilla y su bebé se hacían buenos aunque eso no quitaba que los tipos que iban disfrazados con aquellos trajes de goma aplastaran la ciudad de Tokio, obsesión que tenía la bestia.

Pero fue verla pasado el tiempo de la inocencia y preguntarme seriamente qué demonios había visto en ella. O en ellas, porque meto en el mismo paquete a toda la familia de monstruos japoneses que nacieron al calor de Godzilla.

En mis tiempos como espectador de cine para nada mediatizado si había películas que no podía dejar de ir a ver con los amigos estaban también las protagonizadas por Bud Spencer y Terence Hill. No nos perdíamos ni una.

Reconozco que no he vuelto a ver ninguna de ellas por respeto a una relativamente feliz infancia y mocedad. Aunque puede ser eso, precisamente, el por qué suba hoy un comentario sobre las gozosas sensaciones que me asaltaban cuando disfrutaba (porque esta es la palabra: disfrutar) con estas naderías de producción italiana que durante unos años se convirtieron en una especie de largometrajes que todos teníamos que ver.

No me olvido de la primera que ví a esta pareja de cabestros: Le llamaban Trinidad, una curiosa parodia de los por aquel entonces más que populares espaguetis western. En el filme, el apuesto Terence Hill hace de Trinidad, un vaquero vago y dormilón pero rápido como una centella con el gatillo.

Este filme explota las constantes que han hecho grande a este subgénero que reinterpretó a la europea las claves del género por antonomasia del cine americano, solo que destacando el feísmo que el maestro Sergio Leone explotó con sabiduría cinéfila en su trilogía de los dólares. En Le llamaban Trinidad estas claves se acusaban con guasa en una serie de gags altamente tóxicos por escatológicos (lo que generaba la carcajada de la chiquillada en la sala) y los ya célebres mamporros que Bud Spencer y Terence Hill repartían entre los malos monigotes a los que se enfrentaban.

Como todo buen aficionado sabe, Trinidad tuvo una secuela que circuló en nuestro país con el título de Le seguían llamando Trinidad.

Fue tanto el éxito de esta gigantesca tontería que Spencer y Hill continuaron protagonizados juntos películas que no había forma humana que me perdiera. Se me vienen a la loca cabeza Y si no, nos enfadamos (1974) y Dos súper-policías (1976) y su secuela Dos súper-policías en Miami (1985), ambas rodadas en los Estados Unidos y que a su manera son antecedente de las monerías que años más tarde haría Eddie Murphy con su Superdetective en Hollywood pero sin la desarmante estupidez de las interpretadas (porque estaban interpretadas) por Hill y Spencer.

No he vuelto a ver ninguna de estas películas pasado el tiempo. Probablemente porque me he hecho a mi manera mayor y mi sentido de la responsabilidad cinéfila puede más que el de la irresponsabilidad cinéfaga, pero no descarto volver a verlas un día de estos con el temor (afirmo sincero) de que el mundo se me venga al suelo y me pregunte una vez más ¿cómo diablos me podía gustar eso?

Por ello pienso que lo mejor es dejarlas encerradas en ese rincón de mi cerebro donde guardo todos los pedazos de un tiempo que no sé si fue mejor pero a su manera seguro que sí más feliz.

Recuerdo de estos largometrajes el sonido de las cachetadas, los eructos y cuescos en sensurround y los platos de judías que se echaba a la garganta Trinidad/Hill. En definitiva, momentos lúdicos de todo a cien donde la violencia que se mostraba era casi la misma que enfrenta a dos payasos tirándose tartas en el circo.

Veías las películas. Te descojonabas de la risa y salías entusiasmado con los amigotes para contar las mismas tonterías que horas antes habías visto en pantalla grande mientras devorabas un perrito caliente.

Y pienso ahora que será por eso que todas estas películas que vi en mi infancia me sepan a perrito caliente porque el perrito caliente era inevitable que cayera en mi estómago cuando aparecía el FINE con todas sus letras anunciándonos que se acabó lo que se daba.

Y como se acabó lo que se daba…

Saludos, intentando reconocerme en aquel niñato que fui, desde este lado del ordenador.

¿Qué nos pasa, doctor?

Jueves, Octubre 14th, 2010

La noticia ha pasado sin pena ni gloria pero a mi juicio me parece muy destacable: el gasto medio por persona en ocio, espectáculos y cultura descendió en Canarias un 6,7 por ciento entre los años 2006 y 2008, lo que sitúa a nuestra sufrida y maleable comunidad autónoma como la tercera con mayor descenso global en este tipo de servicios.

Me pregunto como serán los datos del trienio 2009-2011. Cuando todos éramos postmodernos se solía decir la siguiente imbecilidad: corramos un estúpido velo. Pero como ya no soy postmoderno permítanme la gracieta rabiosa: que los dioses nos cojan confesados.

A la espera de las reacciones autorizadas que nunca vendrán para que expliquen este bajón tan desalentador, que nadie me diga que ese descenso de un 6,7 por ciento se debe a la puta crisis porque en aquellos años todavía disfrutábamos pensando que éramos ricos.

No, si el gasto por persona ha bajado en este periodo es urgente ponernos a pensar ya en cómo evitar este descenso antes de que se publiquen los datos correspondientes a 2009-2011.

Y detectar donde hemos fallado.

Todos.

Claro que para eso se elaboró un Plan Estratégico del Sector Cultural de Canarias que… bueno… sí… hay un Plan Estratégico del Sector que… bueno sí… Hay un Plan Estratégico del Sector que… (y así hasta el infinito).

Lo que está claro es que los residentes en estas ínsulas esqueléticas cada vez se gastan menos en cultura. Y no sé si será por el en ocasiones prohibitivo precio de algunas de las localidades para disfrutar de algún espectáculo que recala en estas costas. O a una oferta que cada vez conecta menos con el público. O simple y llanamente porque a los que habitamos en estas ínsulas estas cosas de la cultura nos la trae floja.

Y no. Alto ahí, porque no quiero pensar eso. ¡Vade retro Guayota! Soooo, malandrín…

Pero harto de faycanes y de vendedores de nada imagino que los que piensan como yo somos como una especie de últimos mohicanos que necesitamos alimentarnos de cultura. Cultura que en un archipiélago que cuenta hoy por hoy con dos universidades y una interesante (a ratos) producción cultural, sabe que este descenso en el gasto no se lo merece. Por eso exige, exijo: dadme de comer. Y si pago, procurad ofrecerme algo que merezca la pena.

Y es que soy de los idiotas que supone que en tiempos de crisis si hay refugio en el que buscar algo de serenidad ese es en el de la cultura. Entendiendo por cultura todo su espectro. Sin hacerle ascos a lo que los amantes de la caza mayor miran de abajo arriba porque no les entra en sus mal distribuidas neuronas que eso también puede ser cultura. De hecho, si me apuran, creo que cualquier cosa puede ser cultura siempre y cuando nos haga reflexionar. 

Me he tomado casi como una cuestión personal esta dejadez ante la cosa cultural que arroja ese informe que lleva por título El gasto en cultura y ocio en España, elaborado por el centro de estudios estratégicos (Strategic Research Center) de EAE Business School . Y la verdad es que me cuesta entenderlo porque al menos en Tenerife que es la isla en la que me muevo no podemos quejarnos en cuanto a actividades culturales se refiere.

En este 2010 funesto la agenda de propuestas ha sido amplísima y atractiva. Actualmente, en el espacio cultural de CajaCanarias se pueden admirar obras de El Greco, Goya y Sorolla entre otros artistas gracias a la fantástica exposición El retrato español en El Prado. Por otro lado, en la sala de exposiciones temporales de la Fundación Cristino de Vera se puede admirar La magia de Miró, y sólo cito dos de las más llamativas porque me dejo un puñado de propuestas ante el muro de las lamentaciones.

Con el ánimo de espabilar a la peña para que salga de casa y se empape de iniciativas les invito a que descubran o redescubran la obra de Pedro García Cabrera a través de ciclo Pedro García Cabrera, nuevas perspectivas de un autor vivo, que se desarrollará del 19 al 21 de octubre en la Casa Elder (MAC) y el Círculo de Amistad XII de enero, en cuyo teatro se presentará el jueves 21 una lectura dramatizada de Proyecciones, a las 19.30, pieza original de García Cabrera escrita en los años treinta.

Y aún hay más. CajaCanarias contra viento y marea empapa de cultura esta estación con su Otoño cultural, a mi juicio una de las propuestas más interesante y altamente culturales a precios realmente de risa que cada año nos regala esta institución financiera.

El Gobierno de Canarias, al margen de marearnos la perdiz con Septenio, hace lo que puede a través de su desarmada Viceconsejería de Cultura, departamento que pide a gritos (no nos cansaremos de insistir) una profunda depuración. Y no nos referimos a su capitán, Alberto Delgado, precisamente.

Las empresas privadas, que son en verdad las verdaderas afectadas y a su modo responsables de este dramático descenso, deberían de dejar de mirarse en el espejo de las subvenciones y plantear apuestas más arriesgadas. Reiventarse si es necesario, y romperse la cabeza para articular un mercado que demande cultura. Y cuando escribo mercado no me refiero a dar protagonismo a los papanatas de siempre, sino a apostar por otras voces hasta ahora ocultas por esos mismos papanatas de siempre.

Quiero imaginar que arrimando el hombro gestores y consumidores podremos torcer ese dramático descenso del 6, 7 por ciento. Bajón en el que, tengámoslo claro de una vez, todos salimos perdiendo porque sólo la cultura es capaz de que nos metamos el dedo en el ombligo para sacar esa mierda que unos todavía pretenden que dejemos donde está.

He dicho:.

Saludos, cual Simón del desierto, desde este lado del ordenador.

Tenían que vivir…

Miércoles, Octubre 13th, 2010

Este comentario nace de manera casual y suscitado al contemplar el emocionante  rescate que en estos momentos se está produciendo de los 33 mineros atrapados en el yacimiento de San José (Chile) tras pasar 69 días en las entrañas de la tierra. Y apunto lo de casual porque me ha recordado otra gran tragedia relativamente recientente acontecida en Latinoamérica pero un 13 de octubre de 1972, cuando el avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en algún lugar de la cordillera de Los Andes, espacio en el que sus supervivientes desafiaron a la muerte durante 72 días  alimentándose de los cuerpos de sus amigos fallecidos.

Aquel caso (como el de los mineros, felizmente resuelto) me conmocionó. Y fue tanta mi conmoción que siendo todavía un imberbe recuerdo en cómo me empeñé en ver la película que supuestamente se había realizado de aquellos hechos.

Su título era Los supervivientes de Los Andes (1976) y la dirigía un cineasta mexicano aficionado al cine de explotación charcutero de nombre René Cardona.

La primera noticia que tuve de esta película basada en hechos reales fue estudiando EGB. Me la dijo un amigo que puso los ojos en blanco al explicarnos a todos los que quisimos escucharle que en el filme los supervivientes de un accidente aéreo se dedicaban a comerse entre ellos. Eso al menos aseguraba el zagal que había visto la película pero lo pongo en cuarentena. Seguramente se lo habría contado su padre, quien a su vez habría recalcado el componente caníbal que visto más tarde el trabajo (¿?) de Cardona se explotaba con resultados francamente miserables.

En mi cada día más olvidadiza memoria recuerdo pocas cosas de esta cinta salvo que estaba realizada en estudio y que subrayaba malamente el canibalismo más que la capacidad para vivir de aquel grupo de jóvenes que lo tenía todo en su contra moviéndose en tan inhóspito territorio.

Años más tarde, el realizador estadounidense Frank Marshall les rendiría el homenaje que se merecían en ¡Viven!, una cinta con aliento épico que cuenta con una de las mejores y dramáticas escenas –vista desde dentro– de un avión cortado a la mitad al rozar el fuselaje del aparato con uno de los picos afilados de esa cordillera. Aunque antes de que Marshall hiciera justicia con su película a los supervivientes ya había leído el estupendo (y escabroso) volumen que el periodista y escritor francés Pier Paul Reads le dedicó a esta tragedia también con el título de ¡Viven!

Algo tiene esta historia que conmueve a todos los que se acercan a ella. Tengo un buen amigo que se quedó bastante noqueado al tener conocimiento de aquellos hecho quizá –pienso ahora– por ese sentimiento que te asalta nada más conocer su desgracia y por razones obvias la admiración que te envuelve ante un grupo de personas que fueron capaces de enfrentarse a la adversidad pese a que todo juegara en su contra. En este sentido, que sus protagonistas recurrieran al canibalismo es lo de menos aunque, obviamente, sea el elemento más llamativo por morboso en esta especie de odisea moderna en la que unos jóvenes aprendieron a medirse y a vencer las fuerzas de la naturaleza.

Hace mucho tiempo tuve la oportunidad de entrevistar vía teléfonica a uno de sus protagonistas. Se encontraba en Las Palmas de Gran Canaria con motivo de un Congreso sobre la muerte. Un tema que no da para muchos chistes aunque en el fondo sea eso: un maldito chiste. Durante aquella conversación me costó plantearle la pregunta inevitable: ¿cómo fueron capaces de hacerlo? Su respuesta fue igualmente inevitable: “teníamos que vivir”. No dijo queríamos sino “teníamos que vivir”. Desde aquel día esa contestación se ha convertido en una especie de tantra dentro de mi cabeza: “tienes que vivir”.

Me he llevado una extraña sorpresa cuando me disponía a subir este post al comprobar que lo escribo precisamente el mismo día en que hace casi cuarenta años se produjo aquel fatal accidente. Así que insisto, este post nace fruto de la más extraña casualidad y a su manera pretende ser una celebración para los que lucharon contra la desesperación y la muerte en la cordillera de Los Andes así como de los 33 mineros que hoy felizmente han vuelto a la vida porque sencillamente tenían que vivir.

Saludos, una tarde lluviosa de octubre, desde este lado del ordenador.

Hasta pronto…

Martes, Octubre 12th, 2010

Los actores españoles de antes se caracterizaban por sus voces. Uno los podía y puede –gracias al milagro del cine– reconocer solo por como hablaban. Esa forma de decir las cosas era una seña de identidad en ese amplísimo grupo de grandes intérpretes que se fogueó recorriendo los caminos de España en teatros de provincias. Así que además de su genio y figura, a los actores se los podía identificar también por el carácter de sus voces.

Se me viene a la cabeza José Isbert, José Luis López Vázquez, Gracita Morales y Manuel Alexandre, que hoy nos dijo adiós a la nada desdeñable edad de 92 años.

Alexandre fue un actor de reparto de los de antes. Y perdonen ustedes mi obsesivo antes pero es que no encuentro calificativo mejor para distinguir el trabajo de este caballero.

Uno lo encuentra en muchas de las películas que han forjado la en ocasiones rancia memoria del cine español, aunque si me tengo que quedar con alguno de los trabajos que protagonizó haciendo de coro pero con nombre y apellidos es en esa obra maestra que es Plácido de Luis García Berlanga.

En esta cinta Alexandre interpreta a un cojo con carácter y con una sola idea en la cabeza: tener una cena de Nochebuena como Dios manda. Hace poco volví a ver esta película y ese pedazo de actor que comparte cartel con Cassen, López Vázquez y otros está lo que se dice que se sale… y su voz –ese timbre que parece que le temblaba desde la garganta para salir entrecortadamente atropellado de su boca– una marca.

Otras películas donde se le puede ver: Atraco a las tres, Muerte de un ciclista y Bienvenido mr. Marshall. También en El bosque animado, La marrana y Todos a la cárcel… demasiados títulos que forman parte de la columna vertebral en la que se apoya un cine como es el español tan extraño y marciano. Tan extraviado buscando su destino.

Con Alexandre desaparece uno de los grandes actores de reparto. También, insisto, una de aquellas voces que lo hacían (ese es mi caso) casi de la familia.

Saludos, en unos días de tristes ausencias, desde este lado del ordenador.

¿Hablando se entiende la gente?

Lunes, Octubre 11th, 2010

Interesante debate el que planteó el periódico El Día el domingo pasado en torno a los festivales y conciertos en Canarias. Interesante también son las conclusiones que sacan los invitados a participar en esta charla aunque uno todavía se pregunta qué dominios (por demonios) hacía el viceconsejero de Cultura del Gobierno regional, Alberto Delgado, en esta especie de cónclave de promotores festivaleros. Bueno, puedo pensar las razones y supongo que cualquiera con dos dedos de frente también.

Los participantes en esta tenida fueron además del bueno de Delgado los empresarios Leopoldo Mansito, de LM Producciones; Martín Rivero, de Rider y Tantoarte Producciones (su página web está en construcción); Jordi Esplugas, de Canarias Sun Live Festival, y Bernard Habis, de Airbag Events (no hemos encontrado su web, si la tiene).

Si está interesado en estas cosas les recomiendo que se lean el diálogo que arbitra Delgado. Salvo Jordi Espuglas, la voz más coherente de la fiesta, el resto de los participantes coincide en lamentar (y no en ejercer un deportivo mea culpa) sobre lo mal que lo tienen en traer artistas con pedrigrí a este territorio desestructurado. Eso sí, todos, absolutamente todos, respetan sus cotos de caza al asegurar que “no existe saturación de eventos” (¡como odio esa palabra: eventos!) porque la bulla obedece  “a la gran demanda de público, ávido de espectáculos, la que mueve el mercado”.

Muy ajustado a su papel, Alberto Delgado recordó por enésima vez la dichosa crisis y el recorte carnicero que ha padecido el departamento que dirige. Se le olvidó añadir que desde hace tiempo se le viene pidiendo a gritos que limpie esa santa casa, que luche por la transparencia en determinados departamentos y que se busque otros asesores. Algunos de los cuales podría estar sentado en esa misma mesa que organizó El Día para hablar sobre lo divino y lo humano de los festivales musicales en Canarias.

Delgado es, pese a todo, un hombre serio, y advierte de la que se avecina el próximo año. A su manera cuenta que la tarta de la que antes comían unos ya no será tarta sino un pastelito, por lo que solo unos pocos de esos unos tendrán derecho al dulce. La pregunta es ¿a quiénes le tocarán las cerezas? Y la respuesta es que las cerezas ahora las reparte Septenio.

En otro momento del debate, Delgado se queja de las prácticamente inexistentes relaciones entre las admistraciones autonómicas de Cultura y Turismo. “La cultura nos puede diferenciar de otros destinos turísticos de sol y playa similares al nuestro. Hay que establecer sinergias entre ambos sectores, teniendo en cuenta que el turismo representa el 34 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de Canarias”. Y exclamo al leerlo un bravo casi inconsciente pero también me atrevo a preguntar: ¿se ha producido ya ese acercamiento entre Cultura y Turismo? Y si es así ¿qué planes se han definido?

Me imagino al viceconsejero si se le hubiera planteado esta pregunta:

-Yo… eh… ¿de qué estábamos hablando?

El culebrón continúa con la intervención del amigo Martín Rivero, quien tras lamentar la desaparición de festivales como Eólica, Aguaviva o Costa de Músicas (añado, aunque no tenga nada que ver con ese paquete, Mueca) denuncie el desequilibrio entre lo que recibe por parte del Gobierno la llamada música culta o clásica, el 50 por ciento del total, y el resto. “Ese es quid de la cuestión porque nosotros debemos hacer equilibrios en el aire” asegura con brillantez el que una vez fuera un notable periodista.

Martín defiende también un mapa de la cultura a través de un Plan Estratégico Canario del sector. Lo que me hace preguntar otra vez (y van) ¿pero no estaba en marcha el puñetero Plan? Y mete el dedo en la llaga quizá porque ya está jarto de los cantos de sirena sobre el divorcio existente entre Cultura y Turismo (le hubiera recomendado a Martín que hubiera añadido a su glosa losa Investigación y Desarrollo) porque “no hay estrategia ni líneas políticas que luego incluyan a las empresas para elaborar un proyecto serio”.

Delgado le responde, sin el talento del internacional Pedrito para el regate, que ese divorcio entre Turismo y Cultura ¡lo tenemos que solucionar ya entre todos!

Olé, olé y olé sus santos cojones.

Jordi Esplugas, que insisto me parece el más coherente en este debate, cree que la música en vivo es una buena inversión cultural, turística y económica y explica como un grupo de empresarios importantes afrontó un riesgo muy alto hace cuatro años y medio ante la casi total desaparición del ocio en el sur de Tenerife. “Se arriesgaron porque la isla merece tener un cartel en Europa con espectáculos al aire libre durante los 365 días del año”. Y ahí, con esas mismas palabras, está la clave de este tronado debate: Convencer a un grupo importantes de empresarios privados a que afronte un riesgo muy importante para revitalizar el sur de Tenerife como destino no sólo de sol y playa sino también cultural.

El Gobierno canario asumiría en este caso otro tipo de responsabilidades. Y así, casi con total probabilidad el pastelillo presupuestario del 2011 igual se transformaría en bizcochón. O queque, como dice en grancanaria.

Desgraciadamente, Leopoldo Mansito no es partidario de este modelo. Confía más en el dirigismo institucional al comentar que su radiofórmula sería contar con “el apoyo de las instituciones públicas y la confianza de las empresas privadas”. O hablando en plata, una vez más lo de me arriesgo si cuento con el respaldo de las administraciones públicas. Administraciones, todo sea dicho de paso, jartas de gritar: ¡No tengo dinero! 

El bueno de Delgado le contesta con “racionalicemos el gasto”. Una manera elegante de decirle “aprenda a buscarse la vida, que de esta teta poco más van a sacar”.

Espuglas, insisto que el más atinado en el debate, añade que “no es cierto que el modelo de sol y playa esté agotado, pero sí hay aspectos que se deben corregir porque la música en vivo no es un patrimonio exclusivo de la cultura. Generar conciertos es invertir en turismo y consolidar la economía de un territorio. El ejemplo de Canarias Sun Live Festival es nuestra mejor baza, puesto que nuestros eventos generaron 1.200 puestos de trabajo y una economía paralela de 15 millones de euros.”

Y continúa sin que se le caigan los anillos: “en el año 2008 tuvimos el sí de Paul McCartney para que viniera a actuar al sur de Tenerife. Hicimos un esfuerzo terrible con un grupo de empresarios y la operación estaba cerrada, pero nos hacía falta encontrar una mínima colaboración por parte del Gobierno de Canarias que nunca apareció y tuvimos que renunciar a una cita que hubiera situado a la isla en todos los informativos del mundo”.

No se indica si Delgado responde.

El resto de los invitados a esa misma mesa probablemente miró al techo y silbó el Hope of delivance de… Paul McCartney.

En fin.

Saludos, tras recibir un NO del espectro del gran Johnny Cash para que cante con Los Sabandeños en un gran concierto en San Borondón, desde este lado del ordenador.