Archive for Abril, 2011

Y el mundo, pese a todo, marcha

Martes, Abril 26th, 2011

Espero con el mismo entusiasmo que el partido de este miércoles, donde los dos gigantes del fútbol español demostrarán al resto de los mortales que vale la pena ser titanes, la presentación a las siete de la tarde del volumen Generación 21: Nuevos novelistas canarios en la sede de la Mutua de Accidentes de Canarias de Santa Cruz de Tenerife).

Y lo espero porque quiero pensar que asistiré a un momento histórico en las letras canarias.

Vale, ok, sé que algunos se llevarán las manos a la cabeza –sin haber leído aún el libro, claro– pero no recuerdo en lo que llevamos de año un acto que concentre a tantos escritores –doce en este caso–  para respaldar una antología que ya está provocando cierto inquietante movimiento sísmico.

A la espera de lo que pase el viernes, día que espero sea de sano cachondeo, desacralizador y canalla como debe ser todo acto bien nacido, el caso es que significa que la novela canaria despierta porque del pasado hay que hacer añicos.

Con independencia del acto del viernes, la editorial Baile del Sol editará muy pronto En el fondo de los charcos, tercera novela del tinerfeño Pedro Javier Hernández Velázquez, en la que su autor vuelve a explorar los territorios del género negro criminal.

El argumento de En el fondo de los charcos resulta en un principio muy atractivo.

“Prisión de Fyffes, año 1937. Un poeta observa, a través de los barrotes surrealistas de su celda, una ciudad en tiempos de guerra que acepta en silencio que la fuerza de la Muerte abone la tierra y dé carnada al mar. Santa Cruz de Tenerife, setenta años después. Otros son los secuaces y abominables seres que brillan en nuestro tiempo de infinitas tribulaciones y oscuros lazaretos. La estrella de la vida ha sido desplazada, el cordero ha sido devorado por el lobo, y la imagen del Señor de las Tribulaciones desaparece de su santuario hacia el fondo de un charco de tramas políticas, sociales y económicas de unas islas convertidas en un profundo vertedero. En una habitación, Héctor Vázquez escucha a Dylan y espera la llegada de quien lo ha de asesinar. Su memoria y la del narrador omnisciente recorrerán los últimos noventa y siete días de la basura escondida. Y como es costumbre en nuestro autor, a mitad de camino un juguete amargo, una mujer.”

Por otro lado, ediciones Aguere en colaboración con Idea publicará  también una novela de J. Ramallo –autor de los cuentos reunidos en su Ensalada de canónigos–  y otra de José Luis Correa, creador del detective canario Ricardo Blanco, protagonista hasta ahora de cuatro  novelas policíacas con acento de aquí (Quince días de noviembre, Muerte en abril, Muerte de un violinista y Un rostro de sirena).

Tropo Editores reedita, por otro lado, El año de la seca, de Víctor Álamo de la Rosa, donde se describe la relación obsesiva de dos amantes y el ambiente también obsesivo y cruel en que sus vidas transcurren.

De esta novela, que ya ha sido traducida a cinco idiomas, entre ellos el francés y el portugués, José Saramago escribe en el prólogo: “Narra con seguridad de oficio el escritor, avanzando por los difíciles caminos de la identidad erótica de la pasión. Diríase también que con un erotismo de primer grado que no siempre logra ultrapasar la simple fisiología de los órganos, pero esa fue su apuesta.”

Y hay más.

Santiago Gil presenta El motín de Arucas (colección Episodios insulares, Cam PDS) título en el que narra los hechos que tuvieron lugar en esta localidad grancanaria en mayo de 1800 cuando los ciudadanos del municipio, acuciados por el hambre, asaltaron el Mayorazgo y se repartieron el trigo que se acumulaba en su interior para ser enviado a la Capitanía General de Canarias, ubicada en Tenerife (¿otra vez el puto pleito?).

Gil coordina también Ámbitos de microficción (Anroart Ediciones), volumen de pequeño relatos –cinco líneas– elaborados por los asistentes al Taller de Escritura de Ámbito Cultural 2011 impartido por el propio Gil.

Alexis Ravelo aprovecha el tiempo para presentar Los tipos duros no leen poesía, (acojónate Norman Mailer), tercera entrega de las andazas de Eladio Monroy, buscavidas marginal, sentimental y violento que se enreda en turbias aventuras cuyo principal escenario es la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Ravelo inició la serie Monroy en 2006 con Tres funerales para Eladio MonroySólo los muertos.

Pero no se me vayan que quedan más. Las escritoras Cristina García Romero indaga en como el azar afecta en nuestras vidas en los relatos compilados en Caja de botones e Inma Velázquez prueba en la literatura infantil con sus Cuentos de chocolate, ambas editados en Idea este abril que ya no se muere.

Isabel Medina, en la misma editorial, presentó las novelas Los cuadernos de Marta 1 y 2.

Y esto solo en cuanto a novela y a relato se refiere porque en poesía soplan también aires que espero dé entrada a otro post de este –navegamos– su blog.

(*) La imagen que ilustra este comentario corresponde a Y el mundo marcha, probablemente la mejor película de King Vidor.

Saludos, un martes insólito aunque algo…, desde este lado del ordenador.

Noticias sobre ese cine que tanto nos (dis)gusta

Lunes, Abril 25th, 2011

FUNDIDO A NEGRO: UN TURISTA SIN EQUIPAJE

El escritor, guionista y cineasta Nicolás Melini renuncia a la posibilidad de rodar su primer largometraje, Un turista sin equipaje, en su isla natal, La Palma. A continuación reproduzco una nota de prensa donde se explican las razones que le han llevado a tomar esta decisión.

Un turista sin equipaje, proyecto de largometraje de ficción con el que Nicolás Melini esperaba poder debutar en la dirección de largometrajes, contaba con el apoyo de tres productoras, Luna Llena Producciones, Aisatu Producciones y Angular producciones, además de Canarias Cultura en Red y de la Televisión Autonómica de Canarias, que había firmado un acuerdo de precompra de los derechos de emisión de la película resultante. También el Patronato de Turismo Insular había emitido una carta mostrando su interés en que el proyecto se realizara y manifestando su apoyo en la medida de lo posible.

Un turista sin equipaje es un proyecto de largometraje a realizar íntegramente en la isla de La Palma, se trata de un policíaco con humor, tal y como se podría producir una historia policíaca en un lugar tan singular como La Palma; se trata de una película coral y que sucede en lugares muy especiales que en conjunto convierten a la isla en un personaje más de la historia. En la línea de algunas películas de cine independiente norteamericano, contaba con la aprobación del Federico Luppi para protagonizarla, entre otros autores habituales del cine español.

Tras dos años de búsqueda de financiación, las productoras implicadas habían conseguido en torno a unos 500.000 euros. Aunque Nicolás Melini y las tres productoras estaban dispuestas a realizar la película con un presupuesto mucho más corto del previsto, una cláusula en las bases de la convocatoria de ayudas a la producción cinematográfica de Canarias Cultura en Red lo ha impedido, al ser necesario que la película se realizara con el presupuesto que el proyecto fue presentado en 2008: 1.695.165 euros. Dicha cláusula no existía antes de esta convocatoria, permitiéndose la realización de películas con una mayor flexibilidad y, al parecer, será suprimida en convocatorias futuras.

En la actualidad, Nicolás Melini se encuentra concluyendo un documental para el Instituto Cervantes, y proyecta realizar un nuevo corto.”

CANARIAS EN CORTO 2001

El martes 26 de abril, a las 20.30, se presenta en la Filmoteca de Fuerteventura (biblioteca Municipal), y el 28 de abril (jueves) a la misma hora los Multicines Renoir-Price de Santa Cruz de Tenerife, el catálogo Canarias en corto 2011, que como en anteriores ediciones contará con la asistencia de sus realizadores.

Los trabajos que forman parte de la edición de este programa promocional del cortometraje canario son: Dirty Friday, de Tenesor Cruz y Adrián M Delgado (La Casa Animada), La bombilla, de Aarón J. Melián (Boodoo) ; Things in common, de Nayra Sanz (Rinoceronte Films); Hibernando, de David Pantaleón (Los de Lito Films | Muak Canarias | Zentropa Spain); Paseando por un cielo sin estrella, de Emilio Alonso (Skyline Films),  Cama Blanca, de Diego Betancor (Gofiator producciones, Dunes Films) y El chola, de Guillermo Ríos (Ríos TV).

ESTRENO DEL TEASER DE GUÍA DE SUPERVIVENCIA ZOMBIE

La página web La mirada Gorostiza acogerá también este jueves, a las 18 horas el teaser de Guía de supervivencia zombie, un interesante y también arriesgado trabajo sobre muertos vivientes inspirado en el libro del mismo título de Max Brooks. Están avisados.

Saludos, a un lado y al otro, desde este lado del ordenador.

La risa de María Isbert

Lunes, Abril 25th, 2011

Ha fallecido la veterana actriz María Isbert, a quien uno de los mejores escritores de estas cosas del cine en Canarias, Benito Fernández Arozena, dedicó un hermoso y vibrante libro que bajo el título de María Isbert, una veterana del cine, publicó el Festival de Cine Ecológico del Puerto de la Cruz en 1994.

Isbert, que el pasado lunes cumplió 94 años de edad, fue una gran actriz de reparto y con una vis cómica que le vino de familia, ya que su padre fue el inolvidable José Isbert (todavía se ponen los pelos de punta recordando su Chencho, Chencho en La gran familia).

María Isbert protagonizó entre otras películas clásicos del cine español como Viridiana (Luis Buñuel, 1961), El verdugo (Luis García Berlanga, 1063); Un, dos, tres al escondite inglés (Iván Zulueta, 1970) y El boque animado (José Luis Cuerda, 1987), entre otras películas. Su último trabajo en cine fue en La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser, 2003).

Quien mejor puede hablarnos de María Isbert es Benito Arozena, aunque yo la recuerdo paseando por el Puerto de la Cruz con una ancha sonrisa que terminaba como terminan todas las anchas sonrisas: una carcajada contagiosa, que pulverizaba cualquier mal rollo que en ese momento estuviera planeando como un insecto en tu insentaba cabeza.

Esa risa era inconfundible.

Una risa que solo tenía el sello de la familia de los Isbert.

Ha muerto una grande de nuestro cine.

Va por usted este modesto homenaje, Señora.

Saludos, guardando un respetuoso minuto de silencio, desde este lado del ordenador.

Soy yo sin ser yo… Destripando ‘Generación 21: nuevos novelistas canarios’

Sábado, Abril 23rd, 2011

Aunque a algunos les cueste reconocerlo la aparición de la antología Generación 21: nuevos novelistas canarios es un libro muy oportuno para aproximarnos a las distintas realidades narrativas que proponen sus doce autores seleccionados.

Con independencia de la calidad de algunos de sus textos, puedo asegurar que se trata de un volumen que lleva camino de convertirse en referencia no solo en la literatura costalera que se escribe a este lado del Atlántico sino también fuera de sus fronteras.

Como toda antología que se precie, Generación 21 no termina por llegar a ser redonda pero espero que funcione como tarjeta de presentación de una serie de autores que cuentan ya con un currículum más que suficiente en los territorios de la novela.

Que el título de este curioso muestrario de relatos sea el más idóneo o no es un asunto que los propios participantes en este volumen deberían de debatir si tienen tiempo y ganas –y sospecho que no tendrán ni tiempo ni ganas– pero reitero que me parece un libro oportuno a través del cual pulsar el estilo y algunas de las obsesiones de los escritores invitados.

En la mayoría de estos cuentos planea casi como una obsesión lo erótico. Lo erótico desde una perspectiva irónica y digamos que desastrosa. Poco madura podrán decir unos. También la sombra de la traición y la muerte. La muerte como liberación. En este conjunto de relatos hay muertos por casi todos los lados. La madre, la novia, el ermitaño que parece que lo cura todo…

En general, los doce relatos escogidos son piezas que se leen con agrado y en algunos casos con insólita sorpresa. Y cuando escribo lo de sorpresa quiero decir que desconocía el trabajo de varios de ellos, y que leerlos me anima a buscar otros de sus textos porque en algunos casos he encontrado la simiente de lo que, a mi juicio, debe ser un buen escritor.

Y he encontrado esta simiente, digo, en cuentos escritos con humildad que han sabido entretenerme y en algunos casos emocionarme.

Generación 21: nuevos novelistas canarios, una iniciativa de Ánghel Morales, se inicia con el relato Vino con el azúcar, de Víctor Álamo de la Rosa, y trabajo por el que su autor obtuvo el premio Taramela 2008.

Álamo de la Rosa ambienta su historia en Isla Menor, geografía en la que se desarrolla casi toda su producción narrativa, y si bien captura por su descripción de ambientes debo decir que no termina de convencerme por la rusticidad de su final.

Creo que Víctor Álamo de la Rosa no sabe explotar la inquietante fascinación que en un momento parecía prometer su personaje protagonista, acelerando un the end de manera gratuita.

Isabel y los visionautas es el segundo cuento de esta antología y lo firma Víctor Conde (pseudónimo de Alfredo Moreno Santana).

Conde se ha especializado en fantasía y ciencia ficción y se nota que se mueve muy bien en estas lagunas. Isabel y los visionautas es un relato de aventuras disfrazado de fantasía donde su autor crea –como creó Antonhy Burgess en La naranja mecánica– una especie de dialecto que deja buen sabor de boca porque está descrito con ironía.

Es un cuento desenfadado y por lo tanto divertido no solo para especialistas en el género de la ciencia ficción y la fantasía.

El humor es también la herramienta que emplea José Luis Correa para su Vida, pasión y muerte de Felipe Marqués, una historia que suscita lecturas varias aunque el relato no termina por estar lo bien construido que, como lector, desearía.

Aún así, no deja de leerse con cierto asombro ya que a su manera se trata también de una aventura. La aventura de un tipo que parece que no supo superar su adolescencia.

Tiene momentos hermosos, en especial cuando el escritor recrea la infancia del protagonista describiendo una excursión del colegio a ver la nieve que manchan las cumbres de Gran Canaria y aprovechar para contarnos su primer amor.

El cuarto cuento está firmado por David Galloway y es una adaptación del relato Sin  cara ni cruz publicado en el libro El perfil de las esquinas.

Galloway más que un narrador es un creador de atmósferas y en este sentido pienso que las primeras y últimas páginas de su relato son las mejores de esta historia de traiciones en nombre del amor.

Se aprecia, de todas formas y en su fondo, a un autor que si cuidara más el esqueleto de lo que quiere contar, daría más carne y grasa a sus propuestas literarias.

Entre otras frases de este sin embargo fatalista relato me quedo con: “No se deben pedir peras a un alma herida. Por los siglos de los siglos afortunados son los agraviados de este mundo porque las sombras siempre dependerán del movimiento de la luz.”

El escritor Santiago Gil participa en Generación 21 con El encargo, para quien les escribe uno de los mejores cuentos de esta antología.

Y digo que se trata de uno de los mejores porque es el que más me ha sabido a auténtico. A sincero. También a canalla.

Se trata, como muchos otros cuentos de este libro, de un largo monólogo donde un personaje a la contra toma la decisión de su vida.

El mismo Gil se confunde con quien narra este cuento que concluye con un inevitable ajuste de cuentas de lo que se conoce como complejo de Edipo.

Las seis caras del azar, de Cristo Hernández, es un relato loco. Y cuando digo loco me refiero a loco divertido. Se desarrolla en la ciudad de Nueva York y mientras lo lees no se te va la cabeza de que algo, o argo, va a pasar.

Con o sin dados. Lo de los dados lo escribo porque son claves para entender esta curiosa fantasía animada de ayer y hoy.

Más cerca del espíritu de Mike Spillane está Los ojos de Henry Fonda, que firma Javier Hernández Velázquez.

Hernández Velázquez rinde en su relato homenaje a Fonda mientras nos cuenta una historia más que policíaca negra donde lo que más le importa es la atmósfera y menos la historia.

Huellas en el barro, de Álvaro Marcos Arvelo, es un curioso relato fantástico, sí, fantástico, que comienza muy bien pero que no termina por cerrar muy bien. Da la sensación, mientras lo lees, que si su autor lo hubiera limado más –prescindiendo de momentos prescindibles– hubiera resultado otra cosa.

La edad de Cristo, de Pablo Martín Carbajal es más que un cuento un divertimento que no termina de cuajar como relato.

Está escrito con ironía, lo que se agradece, pero carece de brújula para orientar al lector en la propuesta que quiere narrar.

Nicolás Melini es el décimo escritor de esta antología, que incluye Una superviviente, tal vez eso lo explica todo publicado en su libro Pulsión del amigo.

Ya escribí en su momento que Melini es, a mi modesto entender, uno de los mejores cuentistas del panorama literario nacional y el relato que incluye en Generación 21: nuevos novelistas canarios pone de manifiesto que sigo pensando lo mismo ya que una nueva relectura da intensidad a esta pieza de apariencia inocente que esconde algo, o argo, que emociona y no deja indiferente.

Con el título de Otra vida (que ya fue publicado en Ceremonias de interior), Alexis Ravelo juega con uno de los temas para mi más atractivos de la literatura.

Y no se trata del doble, precisamente.

El cuento empieza muy bien –a mi me supo a un agradable episodio de Los límites de la realidad– cuando su protagonista se percata que gente a la que conoce no existe… O sí.

Desgraciadamente, el escritor desaprovecha las posibilidades de la historia con un final que si bien quiere dar una vuelta de tuerca a lo anteriormente narrado no termina de cuajar porque resulta forzado.

Cierra esta antología El perro, de Anelio Rodríguez Concepción, cuento que junto a El encargo de Gil, me parece uno de los mejores  de esta antología.

No merece la pena deshuesarlo sino invitar a que lo lean. Solo apuntaré que su autor maneja con sabiduría literaria un aparente costumbrismo que se hace añicos y deja tarumba al lector.

Conclusiones.

Insisto, Generación 21: nuevos narradores canarios es una antología necesaria. Es verdad que faltan otras tantas voces pero como adelanto de lo que hay sí que merece la pena como libro.

Libro que se tiene que leer como lo que es, ventanas que dan voz a un grupo de escritores que sin renunciar a su pasado ya ocupan nuestro presente.

Saludos, ¡resurrección!, desde este lado del ordenador.

Corre, corre, corre…

Viernes, Abril 22nd, 2011

“En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él.”

(La guerra de los mundos, 1898, H.G. Wells)

I.- UNA TRADICIÓN COMO OTRA CUALQUIERA

Lo hemos convertido en una tradición. Un amigo y yo quedamos de tanto en tanto para meternos en el cine y ver películas malas. Y cuando hablo de películas malas me estoy refiriendo a películas malas de verdad. 

Mi amigo y quien les escribe somos confesos seguidores del cine de ciencia ficción y de zombis pero como últimamente no se ruedan buenas películas de ciencia ficción ni de zombis, cuando salimos de la sala además de maldecir la estafa en la que voluntariamente hemos caído, aprovechamos el tiempo para echarnos unas risas porque gracias a estas escapadas tenemos una excusa para volver a una adolescencia me temo que ya perdida en la noche de los tiempos.

La última que nos tocó ver juntos fue Invasión a La Tierra: Batalla Los Ángeles (Jonathan Liebesman, 2011), una película que más de ciencia ficción es una película  bélica porque trata sobre un pelotón de Marines cuyos miembros responden a los estereotipos que hemos visto ya en numerosas películas de Marines. Es decir, heroico sargento que quiere superar el trauma de haber sido el único sobreviente de su grupo de combate en Irak; teniente inexperto, y soldada multirracial.

El enemigo en esta ocasión son unos extraterrestres que atacan nuestro planeta por su recurso natural más preciado –no, no se trata del petróleo–  como es el agua.

Huelga escribir que Invasión a La Tierra: Batalla Los Ángeles no vale un pimiento. Y no porque resulte ridículamente tópica, sino porque si no has hecho la mili (como es mi caso) se antoja un excesivo empacho de testosterona militar con denominación de origen Marine. Ese cuerpo del ejército norteamericano cuyo lema es ¡Semper Fidelis! Y que para darse ánimos se gritan unos a otros John Wayne, John Wayne tomando una vez más el nombre de ese hijo de puta que también sabía interpretar (dijo John Ford) en vano.

II.- HUBO OTRO TIEMPO EN QUE…

El caso es que ya no se hacen películas de ciencia ficción como las de antes. Y en este sentido sí que creo que la nostalgia no es un puto error.

Creo que el género cinematográficamente hablando arañó el cielo –como lo arañaron los titanes– en los años 50 del pasado siglo XX.

Esa década cuenta con un paquete de pequeñas producciones que lo explotaron con resultados más que aceptables y en muchos casos inquietantes.

Uno de esos títulos es El enigma de otro mundo (Christian Nyby, 1951), una producción de Howard Hawks que cumple precisamente en 2011 sesenta años. Volver a visionarla continúa provocándome sensaciones para nada encontradas. Y ello pese a que esta cinta cuenta con una potentísima puesta al día que firmó John Carpenter a principio de los 80.

De Carpenter es también, precisamente, 1997, Rescate en Nueva York, largometraje que cumple –ya ven ustedes– treinta años en 2011.

Sin embargo, si hay una película de ciencia ficción de los cincuenta que me atrapó, y cuya revisión se hace necesaria aunque pase el tiempo es La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956). Desde entonces se han rodado numerosas versiones de esta película pero la mejor sigue siendo la de Siegel.

Basada en la novela de Jack Finney, el filme narra la invasión de unas extrañas y vegetales criaturas del espacio exterior que crean réplicas exactas de los habitantes de un tranquilo pueblo de los Estados Unidos.

Los protagonistas de la cinta descubren que quienes fueron sus amigos y vecinos han sido sustituidos por estas réplicas. Réplicas que se comportan de una manera distante, fría. Son hombres, mujeres, ancianos y niños que carecen de emociones como los aprendices a cineastas a los que me refería en el post anterior. 

Siguiendo esta misma línea hay una pequeñita joya del género que bajo el extravagante título de Me casé con un monstruo del espacio exterior (Gene Fowler Jr, 1958) continúa explorando el simulacro solo que desde la intimidad de la alcoba.

La misma corriente se puede también detectar en la aún fascinante Invasores de Marte (William Cameron Menzies,1953); y renunciando al enemigo que se hace pasar por uno de los nuestros, guardo grato recuerdo de aquellas películas que sacaron todo el jugo posible al fenómeno del gigantismo por culpa de la energía atómica.

III.- ¡ACABEMOS CON LOS BICHOS!

Me refiero a filme tan extraordinarios como Them! La humanidad en peligro (Gordon Douglas, 1954), donde lo cotidiano se hace añicos ante una amenaza que, mientras no se muestra, resulta terrorífica. Esta película cuenta además con uno de los mejores inicios del género al mostrarnos a una niña en estado catatónico que deambula por un paraje desértico.

Jack Arnold daría una vuelta de tuerca al gigantismo en su imprescindible El increíble hombre menguante (1957), basada en la novela del mismo título de Richard Mathenson, probablemente el mejor escritor de fantasía de todos los tiempos.

Arnold jugaría también con bichos gigantes en su más que correcta Tarántula y se apuntaría a la corriente de los extraterrestres pueden ser también buenos en Llegó del más allá (1953), basada en un relato de Ray Bradbury, aunque en este capítulo el título más recordado continúe siendo Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951) pero más que por su mensaje pacifista por el robot que acompaña a esa especie de heraldo de las naciones unidas del espacio exterior que responde al nombre de Gort.

IV.- ESA NOSTALGIA, HUMANO…

Hay muchas más películas. Algunas de ellas malas de solemnidad pero otras excelentes como la trilogía del doctor Quartermass (El experimento del dr. Quatermass, Val Guest, 1955; Quatermass 2. Enemy from Space, Val Guest, 1957 y Quatermass and the pit, Roy Ward Baker, 1967) y esa curiosa perla de ciencia ficción metafísica que continúa siendo Planeta prohibido (Fred McLeod Wilcox, 1956) y la injustamente olvidada La guerra de los mundos (Byron Haykin, 1953), que adapta muy libremente la recordada novela de H.G. Wells.

V.- UNA EXTRAÑA COINCIDENCIA

Lo curioso de todos estos títulos es que la mayoría se trataron de producciones de raquítico presupuesto, aunque la falta de dinero no escatimó la de la imaginación de sus guionistas y directores.

En todas ellas se da, además, las mismas constantes que en estos tiempos caracteriza a la ciencia ficción cinematográfica aunque se note una notable carencia de talento.

Léase la destrucción del planeta (en concreto de grandes núcleos urbanos como Nueva York o Los Ángeles) por extraterrestres. Y vistos desde casi todas las perspectivas. Es decir, desde la de un grupo de Marines con ganas de seguir dando tiros después de Irak y Afganistán o la de una pareja de civiles que solo quiere regresar a los Estados Unidos cruzando la frontera con México en la curiosa pero algo fatigosa Monster.

VI.- CONCLUSIONES

Que me parece curioso que el género recurra ahora a reinterpretar las cintas que se rodaron en los cincuenta, década en la que la amenaza al mundo occidental tuvo un nombre: el comunismo.

Hoy el miedo ha sido sustituido no ya por los musulmanes ni por lo narcotraficantes colombianos. No, el miedo hoy es mucho más peligroso y nos afecta a todos creando una sociedad bastante parecida a la que se reflejaba en la original La invasión de los ladrones de cuerpos.

Esa amenaza se llama crisis.

Y en toda crisis hay humanos que nutren como víctimas la ya amplia legión de desempleados y extraterrestres que no son los que aún conservan sus puestos de trabajo sino los que han hecho posible que de un plumazo desaparezca de nuestro diccionario las conquistas laborales que tanta sangre, sudor y lágrimas costó levantar en esta nuestra sociedad que hoy parece que rigen los marcianos.

O esos mismos invasores de Están vivos (1988), irregular pero políticamente incorrecta película del último profeta que nos queda del género: John Carpenter.

Saludos, al grito de ¡la unión hace la fuerza!, desde este lado del ordenador.

Salvo las emociones, todo fluye y nada permanece

Jueves, Abril 21st, 2011

Muchos aficionados al cine y también de profesionales que se están gestando sufren hoy del virus de la tarantinitis. Virus que si no es el original puede resultar muy perjudicial para la salud.

No es la tarantinitis de todas formas un mal nuevo en la historia del cine. A lo largo de su existencia han surgido cineastas que, por una u otra razón, han contaminado a compañeros de generación, quienes acabaron por mutar las intenciones de su autor original.

La tarantinitis y su contagio no son exclusivos así de estos tiempos enfermos. Ya que el fenómeno, o fenómenos, también se ha reproducido en el pasado con una asombrosa variedad de formas.

En las últimas décadas del siglo pasado se inoculó en algunos espectadores lo que hoy se llama cine de autor. Hubo muchos autores que pese a su venenosa influencia siguen siendo respetados en nuestros días (no tanto sus imitadores) y otros tantos que cayeron en el olvido.

Estos autores fueron apropiados por aficionados a los que parecía les gustaba formar bandas apartes. Distinguirse del resto de cineastas y espectadores.

Manejaban y manejan sus propias claves, adoran (y adoraban) a unos dioses cuyo mensaje sostienen no llega a los demás.

La mayoría son incapaces sin embargo de darse cuenta que la presunta complejidad a la que rinden culto no es otra cosa que una gamberradas de arte y ensayo con la cual un espectador desarmado de prejuicios solo puede reírse porque no tiene temor a ser expulsado de ese y otros tantos círculos de iniciados.

Y es que en este curioso mundo paralelo al cine que es el de los aficionados al cine (espectadores y cineastas) hay un poco de todo. Como en botica.

Están los doctos, los que saben.

A estos puedes reconocerlos porque si hacen que hacen cine su mirada no se aparta de su ombligo. Es como si su trabajo no hubiese superado aún las influencias de otros cineastas que también hicieron lo mismo: mirarse sus ombligos.

Como espectadores, a los doctos antaño los detectabas porque se sentaban muy cerca de la pantalla, llevaban gafas y una espesa melena rebelde caía por sus chaquetas de pana.

También se encontraban (y se encuentran) los que hacen cine porque quieren hacer cine. Como aficionado entiendo que son los que tenían (y tienen) la manía de ir al cine varias veces por semana importándoles un pimiento la película que iban (van) a ver.

Me refiero a ese espectador avisado pero sin melena ni gafas que se sentaba (se sienta) algo atrás en la sala.

Por último está el cineasta y espectador despistado.

El primero es aquel que rueda películas porque piensa que es divertido. No se percata que esto es arte, algo muy serio a lo que habría que tomarse muy a broma. A veces, curiosamente, da en la diana y se convierte en autor de éxito.

El segundo es el que se encerraba (o se encierra) en un cine para que pase el tiempo. Y corre el riesgo de ser víctima de eso que llama cine de autor por varias razones.

La primera: suele salir de la sala sin entender nada de lo que ha visto.

La segunda: se siente profundamente estafado porque el filme era en blanco y negro y se exhibía en versión original con subtítulos en castellano.

Desgraciadamente, estos grupúsculos de fieles que he citado, coinciden porque solo aprenden a rodar y a ver una manera de eso que llamamos cine.

Es decir, que desechan y lo que es peor, desprecian, otros caminos por los que transitar intelectualmente.

Y no creo que esto sea bueno.

Porque salvo las emociones, todo fluye y nada permanece. 

La primera vez que vi El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais, fue en la televisión. Estaba en casa de unos amigos y fijé la mirada en la pantalla porque me gustó lo que vi.

De hecho, y gracias a aquel visionado, la hice mía.

El año pasado en Marienbad es cine fantástico por sus acertijos, por mezclar realidad y fantasía. Presente con pasado y con futuro.

Y aún me fascina pese a ser consciente que el maldito paso del tiempo le ha hecho mucho daño. Pero a ella le debo, como a un amor que se fue, la emoción que me invadió cuando la descubrí por primera vez. 

La misma emoción que sentí cuando vi Godzilla.

El problema es que cambias como persona.

Y superas aquellos romances buscando siempre nuevos romances.

Y entiendes que quizá eso es lo que te hace diferente y hostil a los nuevos pastores que guían a su rebaño a lo que pretensiosamente llaman cine de autor.

Y entonces pienso

¿Acaso no se han dado cuenta que la única fe a la que merece la pena seguir es la de la emoción?

(*) La imagen corresponde a El año pasado en Marienbad, cinta de la que celebramos su cincuenta cumpleaños desde El Escobillón.

Saludos, costalero, desde este lado del ordenador.