Archive for Enero, 2016

Vaya par de gemelos

Martes, Enero 12th, 2016

Las crónicas narran que Londres fue una fiesta en los años sesenta y que en esa fiesta en la que se mezclaban celebridades, casposos aristócratas y burgueses que despertaban a la música pop, también contó con sus peculiares gángsteres, los más populares los Kray, hermanos gemelos nacidos y criados en uno de los barrios más inhóspitos de la capital y que han dado origen a dos películas: la primera de ellas dirigida por Peter Medak, y protagonizada por Gary y Martin Kemp, ambos miembros fundadores de Spandau Ballet, y ahora Legend, una cinta que firma Brian Helgeland y que protagoniza Tom Hardy, quien en un tour de fource, asume el papel de Ronald y Reginald Kray aunque el esfuerzo resulte fallido o, más que una coherente doble interpretación, una parodia, un remedo en ocasiones insultantemente aficionado de un quiero pero todavía no puedo de un actor que, al menos, aspira a que su carrera vaya más allá del apreciable atractivo físico que lo ha forjado como estrella.

En cuanto al relato, y aún admitiendo las licencias que el guionista se permite con respecto a la historia original, Legend no deja de ser otra película de y con mafiosos que continúa explotando la estela de quien ha hecho de este subgénero escuela: Martin Scorsese.

Resulta por ello inevitable observar en las escenas teñidas de violencia y en las fiesteras la mano del director de Uno de los nuestros, a quien imita sin rubor toda una nueva generación de cineastas que no se ha dado cuenta que, pese a que el calco quede bien, si no hay una historia ni personajes convincentes detrás el filme se desmorona, por mucho que se cuide la ambientación de aquel legendario Swinging London.

Y esto, a nuestro juicio, es lo que ocurre con esta nueva aportación al cine negro y criminal de Helgeland, quien drenó de sustancia un clásico del género como es A quemarropa en Payback, pese a que sí que aprobase y con nota tras los guiones de películas como Mystic River y L.A. Confidential, basadas en sendas obras de Dennis Lehane y James Ellroy, dos de los más grandes cultivadores actuales de la novela policiaca en los Estados Unidos de Norteamérica y en gran parte responsables de su revival.

Ya hemos dicho que la actuación de Tom Hardy como los hermanos Kray no va a pasar a la historia, pero destacamos que no pasará a la historia porque el espectador tiene casi siempre la sensación de que sea ora Ronald, ora Reginald, quien está detrás de ambos caracteres enfermos es, precisamente, Tom Hardy.

En este sentido, flaco favor se hace al observar la película en versión doblado porque borra con total premeditación y alevosía el que presumo ha sido también trabajo vocal del actor. Pero ya estamos curados de males, y asumimos con estoicismo el riesgo de ver un filme doblado porque viviendo en donde estamos –siete islas rodeadas por el mar de la infelicidad y la ignorancia– lo insólito, lo extraño, sería lo contrario cuando no debiera de ser. No, no debiera de ser.

Pero en fin, que así son las cosas.

Narrada en off por la primera esposa de Reginald Kray, y papel que interpreta Emily Browning, Legend no parece encontrar su lugar en el mundo, su centro en la tierra, ese pilar a través del cual aguantar todo el peso de una narración que si bien pretende detenerse en la apasionada historia de amor, titubea cuando araña la relación entre los dos hermanos (gemelos pero muy diferentes) y se decanta por contar muy por encima los negocios sucios y turbios que mantuvieron el nivel de vida de los hermanos y de los suyos a lo largo de aquella década tan loca. Parece, es más, que Helgeland pasa de puntilla por estos asuntos porque da por supuesto que el espectador conoce cómo trabajaba esta organización, pero eso puede resultar así en Inglaterra y se me apuran en el Reino Unido pero no más allá de sus fronteras… aunque los escobilloneros nos declaremos ciertamente iniciados en la tormentosa vida de los Kray.

Con todo, no me emociona ni me pone tierno Legend, y no creo que sea por la actuación de los actores que hacen lo que buenamente pueden, sino que achaco la culpa a una dirección que se limita a mostrar en pantalla lo que ya hemos visto tantas veces en esa misma pantalla grande: la ascensión y caída de un reyezuelo (en este caso hermanos gemelos) del crimen, a quien se presenta en sus dos mitades: la que encarna el glamour y otra la violencia.

Esto me hace concluir que es una lástima que con material tan esquizofrénico Helgeland haya sido incapaz de dotar a la película de otra consistencia, lo que hubiera facilitado reflexiones al menos más inquietantes que las que propone en esta convencional y larguísima y rutinaria crónica del crimen que es Legend.

Saludos, tarareo Hollywood Boulevard, desde este lado del ordenador.

Adiós al rey

Lunes, Enero 11th, 2016

Me dices que Bowie, David Bowie ha muerto y no sé por qué, lo primero que recuerdo es aquel tipo que cantaba muy desafinado sus canciones por toda la casa, intentando imitar al maestro con resultados patéticos y no aptos para la salud de tus propios oídos…

Veo al tipo paseando por el pasillo, con las manos que levanta y con las manos que te baja mientras un Mayor Tom (Space Oddity) de pena sale de su boca. Luego introduces el casete y le das a todo volumen para que la voz del auténtico, del irrepetible Bowie suene por toda la casa y silencie a ese remedo que, pese a todo, insiste y pone voz de falsete mientras la música inunda todos los rincones de un piso de Madrid que es probable que ya no vuelva a ver con estos mismos ojos…

Tuve la suerte de ver a Bowie en un directo. La gira no fue la mejor del artista, The Glass Spider Tour, pero era verlo actuar y moverse en el escenario y comprobar que la elegancia se lleva por dentro, que es imposible enseñarla –y si se enseña, se queda en simple barniz de buenas maneras– porque nace en las entrañas… Apenas guardo imágenes de aquel concierto salvo que terminé con una amiga reventándonos el cerebro y el estómago con Larios mezclados con tónica… Luego si pienso en aquel directo, me viene a la cabeza una inevitable y dolorosísima resaca…

Bowie seguía sonando mientras tanto en el transistor. Y el conocido del principio, ese personaje que describía brevemente en las primeras líneas, continuaba empeñado en cantar sus canciones aunque lo suyo no era lo de dedicarse a la canción.

Como actor, me gusta ver a David Bowie como Poncio Pilatos en la estimable La última tentación de Cristo, una película dirigida por Martin Scorsese que adapta muy por encima la novela de Nikos Kazantzakis. También como ambiguo mayor australiano en la intensa y filogay Feliz Navidad, Míster Lawrence, de Nagisa Oshima, un cineasta nipón que a mi generación le partió el alma y si se me permite el corazón; y de amanerado vampiro post moderno en El ansia, de Tony Scott, cinta que si por algo se recuerda es por el polvazo que Catherine Deneuve y Susan Sarandon se montan a lo largo de una cinta que resume el estético hedonismo de los años ochenta, una década en la que David Bowie se creyó que podía ser actor y al que evoco en Laberinto donde mide sus fuerzas contra una tierna y siempre inquietantemente bella Jennifer Connelly.

Hay más películas, y muchísimos discos, en los que Bowie sacó la cabeza del agujero y se empeñó en demostrarnos que no era gratuito que lo conocieran como el camaleón del rock… Aunque me atrevería a proclamarlo también como el camaleón a secas porque lo suyo es una historia de continua adaptación al medio y a los elementos que lo rodean. Una suerte prodigiosa por reinventarse una y otra vez…

Tanto, que incluso me hizo sospechar que podía ser posible. Me refiero a lo de reinventarse, aunque en unas islas tan pequeñas como en las que vivo eso sea tareas de titanes…

Una última imagen, uno de esos retales con forma de recuerdo que conservo en mi cada día más dispersa memoria: Un Honda Civic blanco que recorre las calles de una capital de provincias con la música a todo trapo.

Suena Heroes… Y canta David Bowie.

We can be Heroes

Just for one day

Repìto todavía como si de un mantra se tratara….

Saludos, sirenas, desde este lado del ordenador.

Pedro Lezcano, protagonista del Día de las Letras Canarias 2016

Viernes, Enero 8th, 2016

El Día de las Letras Canarias 2016 estará dedicado a Pedro Lezcano Montalvo (Madrid 1920-Gran Canaria 2002) por lo que además del  acto institucional se incluirá las publicaciones de una antología literaria y una revista divulgativa que se distribuirán en todas las islas, así como una exposición itinerante y la elaboración de juegos didáctico-literarios en torno a los campos en los que se desarrolló la vida del autor: literatura, ajedrez, teatro, política, micología, submarinismo, dibujo y naturaleza.

El calendario de actos se iniciará el 21 de febrero, Día de las Letras Canarias y fecha en la que se recuerda el fallecimiento de José de Viera y Clavijo, en cuya conmemoración se instituyó esta celebración, y a partir de entonces se celebrarán diversas actividades en honor a este escritor y poeta que, nacido en Madrid en 1920, se trasladó desde los nueve años con su familia a Gran Canaria, isla en la que cursó el bachillerato, estudios que completaría en Barcelona.

Pedro Lezcano estudió de Filosofía y Letras en la Universidad de La Laguna y terminó la especialidad de Filosofía pura en Madrid. Sus primeros poemas aparecieron en las revistas Garcilaso, Espadaña o Halcón y obtuvo el premio del Ateneo de Madrid por una obra de teatro, Desconfianza (1945).

Tras regresar a la isla para ejercer como impresor, actividad que compaginó con la poesía, en clara disidencia con la dictadura franquista, Lezcano apareció en la Antología cercada (1947) mientras que de su imprenta salían diversas colecciones de poesía de escritores canarios de la época.

Fundador del Teatro Insular de Cámara (1956-1968), junto con su hermano Ricardo, su creación se extiende a la narración y a estar presente en algunas de las empresas culturales de las Islas (Mensaje, Planas de poesía o Fablas) y a respaldar grupos como el denominado de Poesía Canaria Última.

Con la publicación de su poemario Consejo de paz (1965) fue sometido a un consejo de guerra y en 1982 firma uno de los poemas que definen su posición vital y en el que realiza una radiografía de la historia de Canarias, La maleta en el contexto del ingreso de España en la OTAN.

En 1988, publica Paloma o herramienta en la Biblioteca Básica Canaria.

En 1989 obtiene el Premio Canarias de Literatura.

Saludos, volver o no volver, esa es la cuestión, desde este lado del ordenador.

Nivaria Tejera, la escritora que se hartó de tanto “fusil, uniforme, de tanto patria o muerte”

Jueves, Enero 7th, 2016

INTRO

Nivaria Tejera (Cienfuegos, Cuba, 1929-París, 6 de enero de 2016)  plasmó parte de sus recuerdos de infancia en Tenerife en la novela El barranco, desgarrador testimonio de la Guerra Civil en la que su padre fue una de sus muchas víctimas. Exiliada con su familia a Cuba, colaboró en la revista Orígenes bajo la sombra de Lezama Lima, donde dio a conocer sus primeros poemas mientras se mostraba crítica con la dictadura de Fulgencio Batista. Tras el triunfo de la revolución castrista, que Nivaria Tejera apoyó en un principio, se exilió a París al no poder soportar una sociedad con “demasiado fusil, demasiada vigilancia individual y colectiva, demasiado uniforme, demasiados patria o muerte”. Autora también de Innumerables voces, La barrera fluídica o París escarabajo y Huir de la espiral, entre otros títulos, en el siguiente post entresacamos fragmentos de una entrevista que mantuvimos con la escritora y que se publicó en el desaparecido suplemento cultural 2+C del periódico La Opinión de Tenerife, el 13 de febrero de 2010.

HUELLA CANARIA Y CUBANA EN SU OBRA

“La huella canaria tanto como la cubana viajan en la obra a lo vivo: cada línea, reflexión, injerto lingüístico, imagen o perspectiva poética tal vez la revelen aquí y allá, pero todo ello ya anda disperso en la abstracción de la escritura que, por sí misma, disuelve en su complejidad el injerto autóctono. El lector las descubrirá si se identifica con sus diversos contenidos.”

SU NOVELA EL BARRANCO

“Leyéndolo se pude captar a fondo la desmedida pesadilla… Ya lo dejé explicado en el pequeño prefacio que acompañó la última edición canaria de El barranco, al que le remito, pero copio aquí algunas líneas: “Comencé a aislar sensaciones vagamente conservadas ahondando en ellas fragmentariamente, multiplicándolas, adivinándole tentadoras bifurcaciones. Así, inédita y sorpresiva, la intuición, con su magia de transmitir pensamiento a los recuerdos, avanzó en aquel evasivo acervo: es decir, asalto a un supuesto desconocido que fue ya siempre, para mí, la escritura… preguntándome si no sería ese abstracto deseo el que configura una escritura, y, su necesidad de transmitirlo, la elaboración de un estilo. La poesía protegería en su trapecio los vocablos… ellos transmutaban las absurdas realidades de la cotidiana guerra en una inédita sacudida, en un exaltante azar”. Esta cita, reducida, fue incluida en la dúctil y matizada entrevista que me hiciera el escritor Pío Serrano para la revista Encuentro de la cultura cubana.”

TRAS LAS HUELLAS DEL PADRE

“Tengo tantos recuerdos que…es mejor remitirle a un libro sobre mi padre de la cubana Victoria Sueiro editado por el Departamento Cultural del Cabildo de Fuerteventura: Bio- bibliografía del tinerfeño Saturnino Tejera. Allí hay todo cuanto pueda decirse de su vida y obra y, entrelíneas, mucho de la secreta afinidad que nos unía hasta su temprana muerte a los 56 años, producto de la injusta prisión que padeciera entre los mismos trances y lugares que el poeta García Cabrera, una de sus entrañables amistades.”

EXILIO

“A causa de esas diversas dictaduras que me han apresado desde la infancia, mi vida ha ido desembocando en un persistente exilio, y es claro que esa anomalía aparezca y marque mi escritura como parte esencial de su mensaje: es decir, cierto desquicio impulsivo que rebote la denuncia tajante de cuanto me fuera opresivo, lo que a su vez encamina mi instinto a una búsqueda lingüística en que la atmósfera predomina sobre la anécdota, lo que únicamente la intensidad de un estilo fragmentario puede condensar. Quiero decir, lo que Pierre Klossowski señalaba con inigualable exactitud sobre los aforismos kafkianos: “nada más dramático que esa intensidad sin cesar interrumpida por la insatisfacción, si cesar recuperada por la esperanza, con la certeza de una totalidad por conquistar”.

DESARRAIGO

“El desarraigo es evidente pero no creo que incida esencialmente en mi escritura, aunque forme parte de su paisaje y ocupe visceralmente el centro de mis reflexiones más secretas. Los ires-venires políticos de mi vida son tan frecuentes y repetitivos que uno ya se vuelve un espectador, y como espectador un crítico feroz de tanta farándula dictatorial. Uno deja de ser lo que ha sido fibra a fibra y sin saberlo deviene su propio desconocido, un ser a la deriva a redescubrir, a rehacer en cada vericueto. En mi libro Espero la noche para soñarte, Revolución describo ese estado que en definitiva orienta lo inconcluso o fragmentario de esa escritura.”

INSULARIDAD

Acaso esta particularidad de nacer y crecer en las islas, en la exuberancia que le es propia, conlleva su convulsión… Es decir, una recreación incontrolable de dotes y defectos no siempre de fácil control, lo que exige en ciertos espíritus una inclinación a la fuga, es decir, esa robusta soledad que ayuda a perennizar una identidad. En mí la isla, las islas, son un espacio mental extenso como la masa arenosa, rocosa, que las protege, he dicho alguna vez, y esta imagen acopla in profundis en calcomanía mi vida interior donde pulula a ciegas el balanceo a ese inconmensurable desconocido poético que almacenan los sueños, caudaloso espejo destilador en donde reposan vivencias que emergen luego en un desvelo creador. Para arrostrar una obra el escritor sea-isla en su inventiva con la misma dualidad que resiente el isleño ante el feroz océano al que se lanza como un suicida para limpiarse de su calcáreo. Pienso que nacer en el continente es tan casual como nacer en un archipiélago pero en ambos casos es la sensibilidad la que marca el ritmo de las brazadas. Eso sí, habrá inclinaciones, hábitos, un paisaje mental más o menos recio que los diferencia pues en el continental las vivencias son extraídas de otros giros geográficos, más constreñidos en el isleño por el maravilloso cerco del mar. Tal vez por las colonizaciones, tanto en Cuba como en Canarias, la llamada identidad a veces resulta un escollo.”

ROMPER CON LA REVOLUCIÓN CUBANA

“Una espantosa realidad: ¡¡cohabitar por tercera vez en mi vida con otra dictadura!! Demasiado fusil, demasiada vigilancia individual y colectiva, demasiado uniforme, demasiados patria o muerte opresivos usurpándonos la simple libertad de respirar, soñar, viajar, amar las cuatro estaciones, “el mundo ancho y ajeno” que loaba Ciro Alegría como meta del poeta; sí, todo ese carnaval de dictadores que como plantas carnívoras pululan desde siempre en nuestra América Latina impidiéndonos visualizar en la distancia una ruta luminosa que nos recuerde sus ríos, sus cielos, sus mares. Nada, sólo oscurantismo y castración.”

Saludos, fundimos a negro, desde este lado del ordenador.

La princesa Guayarmina ha muerto

Jueves, Enero 7th, 2016

No envejeció bien Silvana Pampanini (Roma, Lazio, 25 de septiembre de 1925-Ibídem, 6 de enero de 2016) y eso que en su juventud rivalizó en pantalla y en las salas de fiestas con mujeres de bandera como Sofia Loren, Gina Lollobrigida y Claudia Cardinale, entre otras, mientras era perseguida por una legión de paparazzis que no tenían –ni tendrán en sueños– la cara ni el cuerpo de Marcello Mastroianni.

La carrera cinematográfica de la Pampanini no está salpicada de grandes películas, aunque forma parte de la tierra que habito, una Canarias cada día más idiotizada y lela, porque hizo de la princesa Guayarmina en ese delirante largometraje que es Tirma, una cinta dirigida a dos manos por Paolo Moffa y Carlos Serrano de Osma en los años cincuenta del siglo XX, y que se rodó en Gran Canaria.

Basada en una obra teatral de Juan del Río Ayala, Tirma es más una película de aventuras que un filme histórico y riguroso con la leyenda que trata. De hecho, si alguna altura ha logrado con el paso de los años es que hay que verla con mirada distanciada e irónica y olvidar, en la medida en que se pueda, la reacción airada de expertos de la cultura aborigen como Cuscoy, quien escribió en un artículo que publicó el periódico El Día a propósito del estreno de la película: “¿Qué se pensará de sus primeros pobladores, que unas veces parecen indios iroqueses, otras veces polinesios, y otras veces senegaleses? Guayarmina pudo también llamarse Ojo de Amanecer, hija del cacique Búfalo Valiente, y nadie se hubiese extrañado. Quisiera saber uno el por qué de esos faycanes vestidos de franciscanos y esos guayres que se comportan en el tagoror de la misma forma que los caciques indios en torno a la fogata”.

Tirma no deja de ser así un western o una película de aventuras de serie B. O una especie de traducción de Pocahontas, solo que John Smith se llama don Hernán, papel que interpreta Mastroianni, y Pocahontas una Guayarmina que tiene las curvas de Silvana Pampanini. El tercero en discordia es Gustavo Rojo, que asume al capitán de los salvajes canarios Bentejuí, y que interpreta el actor Gustavo Rojo que, como todo el mundo debe saber, es hijo de esa mujer valiente y adelantada a su tiempo que fue la tinerfeña Mercedes Pinto, la autora de Él, una novela cuya versión cinematográfica dirigió Luis Buñuel.

Al margen de Tirma, que no fue precisamente su mejor película, Silvana Pampanini trabajó a las órdenes de otros cineastas, como el extraño y fascinante a ratos Armando Bó en Insaciable, una película rodada a la mayor gloria de la esposa del cineasta, la espectacular Isabel Sarli; y de Dino Rissi en una producción de encargo que lleva por título Un italiano en la Argentina.

Producida por Moffa, Pampanini compartiría protagonismo en Il Matrimonio con Vittorio De Sicca y Alberto Sordi y también bajo la tutela de Moffa aparecería en Allegro Scuadrone, aunque su carrera no terminó de trascender de la misma manera que las de otras compañeras de generación. Y no porque a la Pampanini le faltara talento y mucho menos que careciera de belleza ya que reunía a raudales estas cualidades, pero no tuvo lo que se dice mucha suerte quizá porque alternó géneros diversos sin ton ni son (comedia, policíaco, aventura) sin que terminara por ubicarse y, lo más importante, que los espectadores la identificaran en alguno de ellos.

Retirada del cine, Silvana Pampanini fue espaciando sus apariciones en la pantalla grande, aunque solían entrevistarla para televisión porque llegó a ser un icono del cine italiano en una de sus épocas de mayor esplendor, los años cincuenta.

No obstante, resulta amargo observarla pasado el tiempo. Con la edad, el físico de la actriz se fue estropeando y poco le ayudó a restablecer su antigua belleza varios operaciones de cirugía estética que la transformaron, si cabe, más en una parodia de lo que fue.

Por eso, resulta natural que prefiera recordarla como la princesa canaria que hizo temblar el corazón de don Hernán y Bentejuí, una mujer que más que princesa casi fue una diosa.

Una diosa del cine italiano.

Una diosa del cine.

(*) En la imagen, Silvana Pampanini y Marcello Mastroianni en Tirma (1954)

Saludos, se ha dicho, desde este lado del ordenador.

El caso es probar que he vivido

Martes, Enero 5th, 2016

“Haber llegado a la autobiografía no es nada bueno, porque supone que estamos de alguna manera al final, y ya hemos perdido la esperanza de ser otro, de no tener comienzo, y por lo tanto, de no tener fin, ese milagro al que se aspira por el poder, por la gloria o por el amor.

Ahora veo que habiendo sido todo lento resulta compacto y vivido aprisa, pero el caso es probar que he vivido y cómo he vivido, pues el que pruebe mejor que vivió quedará más entre los vivos.”

(*) La ilustración que encabeza estas líneas es una reinterpretación de La muerta viva, anónimo, a cargo de David Vela (2008).

(Automoribundia, Ramón Gómez de la Serna. Marenostrum, 2008)