Tener ‘algo’
Domingo, Noviembre 14th, 2010A la muchachada de mi generación les puso Jack Kerouack. Para muchos llegó a ser incluso una especie de feliz descubrimiento. No sé, igual fue por su huida hacia delante. A su noción de ponernos en el camino para descubrir que estamos vivos.
La primera novela que leí de Kerouack fue, obviamente, En el camino. Edición Club Bruguera. Escribo de hecho estas líneas con el volumen a mi lado. Se trata de uno de esos libros que tengo subrayados de cabo a rabo porque tuve una época en la que subrayaba los libros de cabo a rabo.
Subrayarlos (a lápiz) era señal de que el libro me estaba tocando. Llegando. Golpeando.
He aquí algunas de las frases subrayadas:
“Lucille nunca me comprendería porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Así es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión.”
“Todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida”.
“Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir”.
Tras terminar En el camino leí Los vagabundos del Drama (colección Libro Amigo, Bruguera) y mi borrachera con el escritor más beat de la beat generation llegó a extremos delirantes. Ya dije en su momento que es la novela que más me gusta del escritor pero no me pregunten por qué. Ha pasado tanto tiempo desde entonces que, probablemente, ya no me gusta ir corriendo detrás de la gente que está loca por vivir.
A partir de ese día, Kerouack como a gran parte de la muchachada que forma mi generación se convirtió en algo así como un escritor de cabecera. Un autor al que necesitábamos leer para sentirnos más vivos.
Desgraciadamente, esa sensación fue desapareciendo con otras novelas: Ángeles de desolación, Los subterráneos, La vanidad de los Duluoz, Big Sur, Satori en París… títulos todos ellos donde me topé con un escritor bastante egomaníaco que intentaba improvisar sin la originalidad de un músico de Bebop.
Descarté así a Kerouack de mis escritores de cabecera aunque cuando me encuentro con uno de sus libros en cualquier lado (la casa de un amigo o de un desconocido, en una librería y en cualquier rastro que valga la pena) el primero sentimiento que me asalta es el de cogerlo entre mis manos y buscar la lúcida borrachera en la que me sumergió siendo un jovencito que no tenía ni puta idea de cómo funcionaban las cosas.
Es verdad, no obstante, que todavía sigo sin tener ni puta idea de cómo funcionan las cosas pero digamos que mis adicciones literarias han ido (no evolucionado) por otros derroteros.
Escribo todo esto porque ha caído en mis manos una nueva novela del escritor. Se titula Pic (Ediciones Escalera), y apenas llega al centenar de páginas.
Escribo estas líneas porque ha sido leerla y notar (apenas duró unos minutos) esa sensación de lúcida borrachera que compartí con él cuando entendía la vida con la trascendente ingenuidad que se merece.
Como me suele pasar con otros libros, bastó leer la primera frase para que pensara aquí hay algo. No sé si profundo, pero sí algo.
“Nadie me ha querido nunca como yo me quiero, excepto mi madre, y está muerta”.
La novela se lee en nada. Y no por su escaso número de páginas. Es que te atrapa. Te golpea y ocasionalmente noquea.
Además, sabe a un título raro en la bibliografía del escritor. Es casi como un homenaje a la gran tradición de la literatura norteamericana de iniciación y aprendizaje. Y si bien casi todas las novelas de Kerouack son de iniciación y aprendizaje con Pic por una vez, y es un juicio muy particular como lector, es como si hubiera querido contarnos una ficción.
No por sus protagonistas, que son afroamericanos, sino por la manera en cómo lo cuenta.
Que nadie se llame a engaño, sin embargo, porque Pic (historia que fue publicada pocos años después de fallecer su autor) no es una obra maestra. Ni siquiera una novela que te taladra por dentro. Pero sí que se trata de un relato que te va contagiando ese algo que comentaba más arriba.
Un algo que no puedo traducir con palabras pero que de alguna manera te conmueve y te anima a seguir leyendo. Una novela, en definitiva, que explica el por qué Kerouack es –con toda la razón del mundo– un escritor que pone tanto a la muchachada de cualquier generación.
Saludos, una vez más en el camino, desde este lado del ordenador.