Archive for Agosto, 2011

Repetid conmigo: Buscavidas

Miércoles, Agosto 10th, 2011

Se cumple el cincuenta aniversario de la película que convirtió a Paul Newman en uno de los mejores buscavidas de la historia del cine. Vuelvo a ver el filme por puñetera casualidad el lunes por la noche. Una de esas largas y aparentemente catastróficas noches de verano en la que no hay nada que hacer salvo pasar calor y sudar.

Repasas tu deuvedeteca, te preguntas si son horas para tragarte un western o una de ciencia ficción o un drama o una comedia de las de antes y de repente tus ojos, sospechosamente, se quedan clavados en la carátula de El buscavidas. Y sientes por dentro que esa es la película que tienes que volver a ver porque algo o alguien (¿el fantasma de tus antepasados, el de Paul Newman, Jackie Gleason o Robert Rossen?) te dice que sí, que esa es la película que tienes que volver a ver para que recuperes tu fe en el cine americano. Ese que tanto te hizo feliz y que ahora apenas reconoces.

Claro que una película con diálogos tan demoledores como “Dime Bert:¿Cómo puedo perder? Ya no puedo perder, ya sé lo que es tener carácter. Lo aprendí en un hotel de Louisville con la muerte de una mujer a la que, entre tú y yo, ayudamos a destrozar. Hemos firmado un pacto de mutua tristeza y una inexpugnable oscuridad nos rodea”, El buscavidas es lo que se dice una obra maestra. Una cinta redonda, que te enseña a construirte como persona. Un filme con mensaje en unos tiempos tan necesitados de mensaje como los que vivimos.

La codicia no lleva a ninguna parte. El perdedor es solo aquel que no ha sabido hacerse fuerte con su propia debilidad. Ganar siempre tiene un precio. Y ese precio es la “inexpugnable oscuridad que nos rodea.”

Está manido decir que hay películas que crecen con el paso de los años pero es que con El buscavidas pasa precisamente eso. Es un filme al que la edad le sienta muy bien porque sigue resultando demoledoramente actual.

Esta historia de chico arrogante y diestro en el billar va más allá de la simple historia de un chico arrogante y diestro en el billar. Es también, lo más importante, la historia de una serie de personas que viven a la deriva, enterrados en su soledad. Todos ellos, absolutamente todos ellos –e incluyo a ese magnífico y cobarde malvado que encarna George C. Scott–  son vagabundos, seres errantes buscando la estrella de su destino.

Cada uno elude la realidad haciendo lo que mejor cree.

Eddie Felson/Newman jugando al billar. Sarah Packard/Piper Laurie, ahogando sus desgracias en botellas de alcohol. George C. Scott creyendo que controla a los demás con un chasquido de sus dedos e incluso el gordo de Minnesota, un artista del billar, al no haber sabido salir de tugurios como el que dirige Scott.

En todos ellos, obviando al personaje que encarna el mismo Scott, coexiste una dignidad de los vencidos que los hace humanos. Demasiados humanos.

Newman tras vencer a Minnesota se despide con un parco pero elegante: “Gordo, jugaste como un maestro.” El personaje de Piper Laurie mantiene un intenso diálogo con dobles y triples sentidos con un George C. Scott que, tras una fiesta decadente organizada por un multimillonario, concluye en un sacrificio que obligará a Felson/Newman a abrir los ojos.

Se ha hablado mucho al comentar esta película en las magistrales interpretaciones de Newman, Gleason y Scott, pero se suele olvidar a una Piper Laurie que hace de la fragilidad de su personaje una auténtica lección de interpretación. También lo dota de un erotismo inquietante. Solo una actriz de su talla podía ser capaz de soltar diálogos tan cínicos y amargos como “No estoy borracha, soy coja”; “dos barcos que se cruzan en la noche han de invitarse a desayunar” y “en realidad sí que quiero saberlo, lo que no quiero es preguntarlo” que aún hoy desarman.

Robert Rossen, que fue uno de tantos cineastas norteamericanos que figuraron en las Listas Negras de la que escapó tras delatar a algunos compañeros con su mismo pasado comunista, fue también el director de otros títulos claves de la historia del cine como el pugilístico y oscuro Cuerpo y alma, el más que reivindicable El político, ese extraño western chamánico que fue Llegaron a Cordura y del inquietante y tenebroso filme romántico Lilith.

Saludos, ¿debo insistir e insistir en recomendarla?, desde este lado del ordenador.

¡Puta vida!

Martes, Agosto 9th, 2011

Togo es un pequeño y estrecho país de África occidental, que limita con Ghana al oeste, Benín al este, Burkina Faso al norte, y el Océano Atlántico al sur. En este país nació hace ahora cincuenta años el escritor Sami Tchak (1960), probablemente uno de los autores más potentes y arriesgados de las nuevas literaturas africanas del que solo conozco una novela que haya sido traducida al castellano. Me refiero a su ácida y transgresora ¡Puta vida!, editada en 2003 por Ediciones de El Cobre.

Planteada como un largo monólogo, ¡Puta vida!, es una novela que nació, quiero pensar que conscientemente, con afán provocador. Aunque su provocación no va dirigida a los blanquitos que contaminan el mundo sino a los negritos que también hacen lo suyo para destrozar un poco más este planeta.

Estamos pues ante el relato de un hijo de inmigrantes que se considera tricolor o francés pese al color de la piel, y que mira a su padre como enojoso reflejo de un continente, África, con el que no siente ningún tipo de empatía. El protagonista de ¡Puta vida! a su manera es una especie de resignado filósofo callejero. Un urbanita que ha crecido leyendo a autores europeos que si bien es consciente que será casi toda su puta vida un ciudadano de segunda del primer mundo, al menos es un ciudadano de segunda en un país del primer mundo.

Advierto a todos aquellos lectores que quieran encontrar en esta novela un retrato amable de los inmigrantes que dejen el libro donde está, porque ¡Puta vida! son continuos puñetazos al estómago del buen rollismo europeo al proponer una catarata de críticas perversas a África como paraíso en la tierra. Con todas, Tchak sabe que su personaje es hijo de un tiempo donde ya no existen banderas sino el color del dinero, así que intenta acomodarse como francés de segunda en una sociedad de blancos, árabes, amarillos y negros de primera mientras hace de proxeneta de su prima y de su sobrina. De la primera, de la prima, está salvajemente enamorado, y toda su rabia y frustración la suelta a través de un sexo descarnado donde más que amor existe la comunión perfecta de los cuerpos.

A lo largo de toda esta novela, con influencias notables del Viaje al fin de la noche de Céline, Tchak nos muestra sin censuras que, efectivamente, la vida puede ser muy perra. Y emplea para ello una serie de situaciones que rayan en ocasiones con la pornografía más brutal. El lenguaje, que le viene de dentro, que le nace del alma, contribuye a amplificar su conformismo como ciudadano de segunda del primer mundo mientras no se corta un pelo en despreciar a su padre. Un racista no solo hacia los blancos, sino también hacia los árabes y los negros siempre y cuando estos no sean de su país de origen.

Los personajes que mejor salen parados de esta historia, con claves de Edipo pero del arrollo, son las mujeres. Mujeres desatadas, vitales, que usan sus cuerpos con una libertad que sonroja quizá porque han sido las primeras en darse cuenta que en Francia, el primer mundo, pueden ser mujeres sin estar atadas a los prejuicios tribales de donde proceden.

Ya les digo que ¡Puta vida! es un texto desarmante. Su autor no busca la compasión del lector hacia su protagonista, un hombre que solo aspira a vivir con cierta comodidad en un París que lo subyuga. Ciudad, además, que también forma parte de esta novela que sabe nadar en las peligrosas aguas de la comedia negra.

Tchak no se cansa de que su personaje reafirme su condición de francés de segundo porque dentro del cacao que tiene dentro de su cabeza ha nacido en el mismo país que Balzac o Zola. Es así un francés de nueva generación. Un francés con piel oscura, muy tostada como el café.

Pese a la violencia que empapa cada una de las páginas de esta novela revelación, de este título que provoca sarpullido y ocasionalmente repugnancia, ¡Puta vida! es un título a tener muy en cuenta para saber por donde se mueve la nueva dinámica literaria africana. Una literatura partida en muchas mitades, entre los que aún viven en el continente y los que han decidido por una u otra razón vivir en otro. También está la literatura que nos ofrecen los hijos africanos de Europa, quienes han puesto de manifiesto en sus obras esa rabia de vivir que sabe a literatura auténtica, de verdad. Que parece escrita desde la misma calle.

Saludos, aún noqueado, desde este lado del ordenador.

Mientras pasan las horas

Lunes, Agosto 8th, 2011

* Las Memorias de Alec Guiness se trata, probablemente, de una de las autobiografías más curiosas que he leído en mucho tiempo. Y escribo lo de curiosa porque más que hablar de su excelente carrera como actor, Guiness dedica el grueso de las páginas de este libro impagable y si quieren extraño a explicar su conversión a la fe católica en unos días como son los actuales donde hablar de religión parece cosa de chiste. El catolicismo también es una constante en la producción literaria de uno de los más grandes escritores del siglo XX. Me refiero a Graham Greene, quien reflexionó sobre la pérdida de la fe en algunas de sus mejores novelas. Se me viene a la cabeza El poder y la gloria entre otras. John Ford firmó la adaptación cinematográfica y contó con Henry Fonda en el papel protagonista, un sacerdote en plena guerra cristera en México.
Escribo estas líneas porque Cátedra acaba de publicar el tercer volumen de la trilogía Hombres en armas del excelente escritor británico Evelyn Waugh, y que conforman Hombres en armas, Oficiales y caballeros y Rendición incondicional. Waugh, católico, es autor de un puñado de novelas excepcionales aunque debido al éxito de la serie quizá su obra más conocida continúe siendo Retorno a Brideshead. Yo, que soy un poco raro, le tengo más cariño a Noticia bomba, libro en el que relata en clave de humor muy cafre sus experiencias como periodista. Noticia bomba la publicó en su día Anagrama y con suerte aún se puede pescar. Otras obras del escritor son sus más que recomendables Los seres queridos y Un puñado de polvo.

* Una buena noticia para los bunkermaníacosSajalín anuncia en su página web la publicación en septiembre de La fábrica de animales, de Edward Bunker. La fábrica de animales fue llevada al cine por Steve Buscemi, y relata sus primeras experiencias carcelarias. Sajalín ha publicado de Bunker: No hay bestia tan feroz, Perro come perro y Stark.

* Encuentro en el Rastro de la capital tinerfeña Memorias de un pornógrafo tímido, de Kenneth Patchen, poeta y escritor que está considerado como uno de los padres de la más tarde elogiada generación beat. Memorias de un pornógrafo tímido es una novela surreal y muy divertida, aunque para meterse en ella hay que dejar fuera prejuicios. La edición de la novela corresponde a la mítica colección Star Books, que como muchos saben fue la línea editorial de la ya mítica que puso en marcha Star, la legendaria revista contracultural española.

* Interesante artículo el que firma Javier Goñi el sábado pasado en El País sobre la novela El guanche en Venecia, del escritor canario Juan-Manuel García Ramos.

Saludos, mientras pasan las horas, desde este lado del ordenador.

Las reglas del club

Domingo, Agosto 7th, 2011

Bienvenidos al club.

La primera regla del Club de la lucha es: Nadie habla sobre el Club de la lucha.

La Segunda regla del Club de la lucha es: Ningún miembro habla sobre el Club de la lucha.

La tercera regla es: La pelea termina cuando uno de los contendientes grita “alto”, pierde la vertical o hace una señal.

La cuarta: Solo dos personas por pelea.

La quinta: Solo una pelea a la vez.

Sexta: Sin camisa y sin zapatos.

Séptima: Cada pelea dura lo que tiene que durar.

Octava: Si esta es tu primera noche en El Club de la lucha… entonces TIENES que pelear.

EL CLUB DE LA LUCHA (David Fincher, 1999).

Saludos, nubes oscuraaaas nos impideeeen ver, desde este lado del ordenador.

Novela y memoria sobre la Guerra (in)Civil en Canarias

Sábado, Agosto 6th, 2011

Canarias cuenta con una interesante producción literaria sobre la Guerra Civil donde se mezcla ficción y memoria a partes iguales. Este post solo pretende orientar sobre algunos títulos que considero, a mi juicio, recomendables para hacerse una idea de lo que podríamos llamar nuestra peculiar literatura sobre aquel conflicto, siendo conscientes que nos dejamos muchas obras en el tintero.

Se trata pues de un artículo que no nace con vocación investigadora ni de análisis, sino como guía de una serie de volúmenes que merecen ser recuperados por todos aquellos que estén interesados en conocer cómo desde los territorios de la imaginación y también del testimonio se nos ha contado con mejor o peor fortuna el drama de la Guerra Civil.

Para quien les escribe si hay tres títulos claves sobre este oscuro periodo de nuestra historia son El barranco, La prisión de Fyffes y Luchar por algo digno, de Nivaria Tejera, José Antonio Rial y Pedro Víctor Debrigode, respectivamente. No puedo olvidar tampoco la intimista La isla y los demonios, de Carmen Laforet y Sima Jinámar del periodista y escritor José Luis Morales, entre otros.

El barranco de Nivaria Tejera es un emotivo y desolador relato a medio camino entre la ficción y la memoria. La acción se desarrolla en La Laguna a principios del alzamiento y está contado a través de los ojos de una niña que asiste a la detención de su padre por ser afín a la II República, lo que supone una fractura para su infancia así como para la familia.

El barranco es para el especialista Claude Couffon la primera novela en español sobre la Guerra Civil, una reflexión muy discutible ya que se publicó antes en francés (Lettres Nouvelles, 1958) que en castellano.

El exilio interior es una de las grandes constantes en la producción literaria de su autora. Mujer que tras abandonar las islas con su familia recaló en Cuba, donde en su juventud abrazó los principios de la revolución cubana liderada por Fidel Castro hasta que ésta se escoró –ya sin máscaras– hacia el comunismo.

En una entrevista que mantuvo con el autor de este artículo (1) Nivaria Tejera reveló que una de las causas que la motivaron a escribir El barranco fue “la necesidad de despejar ese mundo interior que está tan intrincado en mi personalidad. Sentía, además, la poesía que podía extraer de todo aquello. Mi intelecto ya estaba establecido y me pareció que era un elemento de trabajo intenso para que comenzara a escribir.”

Y añadía: “Afortunadamente nunca perdemos la infancia. Lo que sí me costó fue llevarla a una posible lectura, a una escritura, a un estilo porque ya entonces quería crear un estilo agarrándome a esa terrible memoria infantil.”

La prisión de Fyffes de José Antonio Rial narra el encarcelamiento del autor en la improvisada cárcel que antaño había sido empaquetadora de plátanos.

Novela testimonio y de ambiente carcelario, Rial describe que mientras estuvo preso en Fyffes fue como “vivir en una cloaca.” Los presos republicanos estaban hacinados y sobre todos ellos pendía la sombra de la muerte.

José Antonio Rial (San Fernando, Cádiz, 1911-Caracas, Venezuela, 2009) se exilió a Venezuela donde continuó escribiendo y colaborando en distintos medios de comunicación de ese país. Algunos de sus libros son Venezuela Imán, Reverón, Jezabel, Segundo naufragio, Tiempo de espera y Las nereidas del faro.

Admirado por numerosos lectores aficionados a la novela de capa y espada de a peseta, Pedro Víctor Debrigode emplea también la ficción y la memoria en su antológica Luchar por algo digno. Obra que consta de dos partes, el primer volumen se desarrolla prácticamente en Tenerife donde el estallido de la Guerra Civil coge al protagonista mientras cumple servicio militar.

Las descripciones más estremecedoras del libro son las que se desarrollan en los barcos prisión anclados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife y donde el protagonista cumple con la ordenanzas militares mientras contempla como día sí, día no, muchos de los cautivos salen en pequeñas embarcaciones a alta mar para no regresar jamás.

Escrita sin florituras estilísticas, Luchar por algo digno (la segunda parte se titula El espía inocente) se trata a mi juicio de la mejor novela escrita hasta la fecha sobre la Guerra Civil y Canarias. Quizá porque se trata de la historia de un hombre que sin ideologías solo quiso vivir y que lo dejaran en paz.

Otro de los títulos más conocidos sobre aquella contienda fraticida escrito en y desde Canarias es Sima Jinámar, de José Luis Morales.

Según explicó el autor en una entrevista publicada en el diario El País, la novela la comenzó a escribirla en la cárcel por dos razones: “la primera, que allí tenía tiempo. Y luego, que en aquella ocasión la novela actuaba como salida y reflexión en un momento de crisis ideológica que yo sufría, era 1969, con toda la universidad española. Intentaba, por un lado, hablar de esa realidad que para mí era tan cercana, la de las islas, y por otro, dar a todo esto universalidad, romper el localismo. Porque, al final, los problemas no son exactamente locales, ¿no? Entonces ensayé con el lenguaje canario, rural y con sus ritmos. Te llamará la atención que hay mucha redundancia, que para mí es dialéctica. Y para romper el realismo elemental aparecían algunos personajes atemporales, míticos, que rompen el tiempo y universalizan la ficción.”

La novela, reeditada el año pasado por Turpin Editores, recopila una serie de  atrocidades de las que se habla aún en susurros en Gran Canaria.

Según Domingo Martín en su interesante blog Noticias de Agüimes, Sima Jinámar es el relato de un hombre al que “el sistema va engullendo. Y, aunque una de las habilidades de Morales es la de inventar topónimos (Anuwania, las Siete Mil Islas o Banicado son algunos nombres), a esta Sima le respetó el nombre original para que no quedara duda. Los setenta metros de profundidad de este tubo volcánico sirvieron de tumba para disidentes durante la dictadura julita, en la que transcurre la trama de la novela. Con tanto cadáver gritando historias, ‘intentaron dinamitarla después de la guerra, pero entonces la abrieron más’, recuerda José Luis Morales. ‘Es imposible dinamitar algo que es como una catedral de grande’”.

La Guerra Civil también ha producido excelentes novelas como La infinita guerra, de Luis León Barreto, y ha servido de inspiración para moldear el carácter de algunos de los protagonistas de sus historias en distintos escritores de la que ya se conoce como Generación 21 como son Víctor Álamo de la Rosa (El año se la seca, Campiro que y Terramores); Al sueño polar de golondrinas, de Álvaro Marcos Arvelo y Los días de Mercurio. La iniquinidad II, de Alexis Ravelo.

Álamo de la Rosa se basó en un conocido político herreño, Manuel Hernández Quintero, para su Manuel el huido de Terramores.

El año de la seca se ambienta en el periodo de postguerra en el territorio mítico de Isla Menor (El Hierro) mientra que en Campiro que da noticias de todas aquellas personas que al estallar la guerra buscaron refugio en cuevas y tubos volcánicos para no convertirse en víctimas de la represión militar.

Álvaro Marcos Arvelo parte de la fuga que emprendió el poeta gomero Pedro García Cabrera junto a otros presos políticos desde el campo de prisioneros de Villa Cisneros a Dakar, Senegal, en 1937, en una potente novela escrita en dos tiempos que coincide en los actuales con la llegada de un barco chatarra a Puerto Santo, universo imaginario del escritor y cuyo reflejo podría ser Tenerife y en cuyas oscuras bodegas viajan 152 inmigrantes subsaharianos.

En el otro extremo de la balanza se sitúa Alexis Ravelo, quien se despoja de la influencia de su popular detective privado Eladio Monroy para narrar en clave muy negra una historia de venganza en la mejor tradición del género en Los días de Mercurio. La iniquinidad II, donde su protagonista, un hombre del bando de los derrotados descubre un secreto bien guardado por parte de uno del bando vencedor. 

Parece que el también escritor Javier Hernández Velázquez retoma el pasado cainita que supuso el conflicto en su esperadísima novela El fondo de los charcos que en otoño de este año editará Baile del Sol.  

Otras obras a destacar son Mientras maduran las naranjas, de Cecilia Domínguez Luis, novela que recupera la memoria de la Guerra Civil en las islas a través de los recuerdos de Sara, una adolescente que vive el golpe de estado de Franco cuando tiene solo diez años; La fiesta de los infiernos, de Juan José Delgado, que ofrece una visión sobre aquellos años escrita desde el esperpento y, de manera tangencial, El árbol del bien y del mal de Juan José Armas Marcelo, novela que junto a Las naves quemadas le sirvió para fundar su imaginario universo de Salbago.

Luis León Barreto recurrirá también a la isla-símbolo, en su caso llamada Tamarán, para La infinita guerra, en la que profundiza en las imbricadas raíces que tejió el poder para justificar la represión a la que sometieron a la población de las Islas nada más declararse la Guerra Civil.

El periodista y escritor grancanario Alfonso O’Shanahan es autor de la interesante Solsticio de verano, una sorprendente novela de espías ambientada en la segunda mitad de los años treinta en Canarias que ha sabido envejecer muy bien con el paso del tiempo. 

En cuanto a recuerdos, destacaría Añoranzas prisioneras, del anarquista Antonio Rodríguez Bethencourt, libro en el que narra las aventuras de su compañero de presidio Antonio Tejera Afonso Antoñé; Memorias de un hijo del siglo, del socialista Juan Rodríguez Doreste; Once cárceles y un destierro, de Diógenes Díaz Cabrera; …Empieza a amanecer, de Constantino Aznar de Acevedo y La luz infinita, de Amílcar Morera Bravo, título en el que este escritor y médico natural de La Palma incluye varios relatos sobre su experiencia como sanitario del ejército nacional en diferentes frentes de la península.

También de un palmero es Con los parias de la tierra, memorias de quien fuera fundador de las Juventudes Comunistas de La Palma y destacado dirigente político durante la II República, Florisel Mendoza.

Y…

(1) El Perseguidor, número 23. Entrevista con Nivaria Tejera, “Ya no me siento exiliada en ninguna parte“.

Saludos, cantando ¡A las barricadas!, desde este lado del ordenador.

César, los que van a morir te saludan

Viernes, Agosto 5th, 2011

Si el cine tiene algo de magia –cosa que pongo en cuestión en los últimos tiempos como espectador–  es que ves películas rodeado de un público con el que no tienes nada que ver. Así que si el largometraje te aburre puedes además de bostezar estar al tanto de lo que comenta la gente que tienes al lado una vez te has adaptado al incómodo espectáculo de cómo meriendan. 

Recuperé este modo de ver películas esta misma tarde mientras veía por razones que para mi son obvias El origen del planeta de los simios (Rupert Wyatt, 2011), una nueva versión de La rebelión de los simios (J. Lee Thompson, 1972) que, como ya indiqué en este mismo blog, a mi me parece junto a El planeta de los simios las dos mejores películas de las cinco que se han realizado sobre mi especie.

Los simios, que regresaron a la pantalla grande en 2001 en una olvidable película dirigida por Tim Burton, vuelven ahora para contarnos el amanecer de su gloriosa revolución liderada por un chimpancé de nombre César pero sin el siniestro mensaje de La  rebelión de los simios.

Pero aún con esas –palabra de fan– no está mal planteada esta historia que transcurre en Frisco (San Francisco). En especial porque el largometraje está plagado de guiños para los que aún pertenecemos a la hermandad simiesca.

El filme comienza con una escena de cacería que obviamente recuerda a la escena de la cacería de la primera entrega. A César lo llaman ojos claros como Zira/Kim Hunter reconocía a Taylor/Charlton Heston en El planeta de los simios. Heston, de hecho, aparece en una pantalla de televisión en un momento de la película. Pero es que hay más. César arma una maqueta de la estatua de La Libertad. En el lugar donde lo encierran es reducido con agua a presión como reducían a Heston en su cautiverio y la esperadísima frase (ya es un clásico de la película original) “no pongas tus sucias manos encima mío, mono asqueroso”, la suelta un joven despreciable que pierde la razón cuando César habla.

Y lo que habla es un tributo a La rebelión en el planeta de los simios. Un parco No.

Pero les contaba que lo mejor que me ha pasado viendo esta irregular película fue vivir las reacciones de una pareja de adolescentes que tenía sentado a mi lado y que parecían revivir parecidas emociones a las que tuve cuando vi por primera vez El planeta de los simios.

Lo escribo porque esa gente estaba realmente hechizada viendo lo que le contaban en pantalla. Una incluso llegó a exclamar “habla” cuando César pronuncia NO.

NO. NO. NO.

Doctor No, es que No.

No.

Se encienden las luces de la sala de estos multicines que huelen a cotufas cuando finaliza El origen…  y me pregunto como simio maníaco, muy agradecido porque la cinta haya respetado a mis hermanos de raza, gorilas, chimpancés y orangutanes, cómo entendería esa pareja de adolescentes  el primer y cuarto capítulo de la serie original.

Saludos, doctor Zaius, doctor Zaius, desde este lado del ordenador.