Lo que es es y lo que no es también

Lunes, Julio 24th, 2017

El libro se titula La derrota de Nelson en Tenerife y lo encontré en uno de los puestos del Rastro, enterrado en una montaña de volúmenes de todas clases. El autor es Pedro Quintana Bencomo y el traductor un tal O. P.

Pese a que no se observa demasiado bien la editorial y el año de publicación, sospecho que tuvo que ser en los años veinte del siglo pasado ya que aún se puede leer en las primeras y amarillentas páginas Mil novecientos… y el arquito de lo que parece ser un 2…

Lo asombroso, además de su ya nada disimulada edad es que el ejemplar está en relativas buenas condiciones aunque le falta la contraportada y las páginas se despegan bruscamente si no se abre con mucho cuidado. En cuantro al contenido, merece la pena dar un trato privilegiado a esta obra de la que apenas he encontrado referencias salvo que su autor, el tal Pedro Quintana Perdomo, fue autor de un solo libro, el que encontré en el Rastro, y de varios poemas dispersos.

Lo interesante de La derrota de Nelson en Tenerife es que no se trata de un relato histórico sino de una ucronía escrita como si fuera una aplastante verdad histórica: Nelson fue derrotado en Tenerife aquel verano de 1797.  A continuación, el autor fabula en unas novecientas páginas sobre el devenir de la isla, ahora tan española como las otras seis, hasta el 2017, apretujándose acontecimientos y algunos de sus protagonistas.

La lectura, esa es la verdad, resulta en ocasiones tan realista que parece que lo que cuenta es lo que sucedió y esto te hace pensar mientras bebes el te de las cinco…

… La idea de que no hubo victoria de Nelson y que el sacrificio de sus valerosos hombres fue un fracaso.

La idea, desde entonces, no deja de inquietarme aunque para quitármela de encima se lo comenti a Mary, aunque ahora prefiere que la conozcan como Iballa, y que es la neighbor o vecina del tercero.

“Quita, quita kinegua con  patas”, me dice mientras salgo del ascensor.

Y no, no creo que fuera porque a Mary ahora Iballa  le dé igual ser descendiente de los que llegaron a Tenerife tras la gloriosa victoria de Nelson, sino porque escuchar tamaña sarta de sandeces no desmonta lo que es y lo que no es también.

Además, me da a mi en la nariz que el tal Bencomo es un pseudónimo de quien, presuntamente, figura como traductor de este libro: O. P.

La visión que propone el autor de una Canarias en manos de España es tan precisa y penosa que produce escalofríos. Casi estás allí y no levantándote cada mañana a bendecir la bandera de la Unión Jack, Dios salve a la Reina.

En la obra se describe como con el paso de los años se extendió por la superficie de las islas cultivos (plátano, caña, tomate) para más tarde, a partir de los años sesenta del siglo XX, sustituirlos por cemento y más cemento. El escritor describe torres y torres de apartamentos en las que se hacinan los descendientes que, 220 años antes, habían venido para conquistarla por las armas.

Los hijos de su graciosa majestad son descritos en este libro como tarados de la peor especie. Manadas que se tuestan al sol en las playas mientras consumen litros y litros de cerveza.

El libro cuenta también con capítulos muy tristes. Los que dedica a la Guerra Civil hacen poner los pelos de punta y que me enorgullezca un día más en ser ciudadano de la Gran Bretaña y no de un país que amedrenta a su gente.

Con estas y otras ideas callejeo por las calles de Nelson City, antes de Santa Cruz de Tenerife, mientras silbo la marcha del coronel Bogey agradecido de saber que las fantasías del libro son eso un puñado de fantasías.

Me detengo ante un cine y observo la cartelera. Como siempre y por estas fechas se reestrena El león de los mares (Alexander Korda, 1939), en la que Trevor Howard interpreta a Nelson y recrea los hechos de julio de 1797 en Tenerife. En otra, se exhibe Dunkerque (Christopher Nolan, 2017) lo que produce que mi azúcar patriótico se disparate tanto que en la plaza de La Victoria –antes de La Pila– me detenga y salude militarmente la estatua que recuerda la Gesta de sir Horacio Nelson y sus hombres.

Y vuelvo a leer emocionado la frase grabada en bronce que reproduce lo que dijo antes de lanzarse al ataque en las playas de la capital tinerfeña:

“mañana mi cabeza será coronada de laureles o cipreses.”

Saludos, God Save the Queen!, desde este lado del ordenador.

Bienvenido sea, Leonardo Padura

Jueves, Marzo 23rd, 2017

Apretada la agenda del escritor Leonardo Padura (La Habana 1955) durante su estancia en la isla de Tenerife. Este jueves, 23 de marzo y entre 12 a 12.30 horas firma libros el Círculo de Bellas Artes de Tenerife (Castillo, 43, Santa Cruz), entre las 12.00 y las 12.30 horas, en un acto que forma parte de la programación del Festival Atlántico del Género Negro Tenerife Noir y el viernes 24, a partir de las 19 horas mantendrá en  la Biblioteca Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife –en el edificio del TEA–,  una entrevista pública con los periodistas Eduardo García Rojas y Juan Cruz Ruiz.

A las 20 horas de ese mismo viernes Leonardo Padura participará en un cine forum tras la proyección del filme Vientos de La Habana, con el especialista Manuel Díaz Noda. Ya sin la presencia del escritor, las proyecciones de la película continúan durante el fin de semana en la sala audiovisual del TEA

Leonardo Padura es el creador de Mario Conde, protagonista de una serie que cuenta hasta ahora con ocho novelas publicadas, la última de ellas, Herejes (Tusquets, 2013).

Entre otras distinciones, el escritor cuenta con el Premio Nacional de Literatura de Cuba (2012); la Orden de las Artes y las Letras de Francia (2013) y Premio Princesa de Asturias de las Letras (2015).

Escritor y periodista, Leonardo Padura estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad de la Habana pero dejó el periodismo para concentrarse en la literatura en los años 90 del siglo pasado. Su primera novela, Fiebre de caballos, es una historia de amor. La experiencia periodística fue esencial para su desarrollo como escritor, porque le dio experiencias que no tenía y le permitió cambiar su estilo narrativo en relación a esta primera novela, según ha comentado.

Saludos, ay, si les contara, desde este lado del ordenador.

Enamorarse en Canarias según Cronin y Cummings

Lunes, Junio 1st, 2015

En las deácadas de los treinta y cuarenta las novelas de A. J. Cronin alcanzaron un notable éxito de ventas entre el público porque mezclaban turbulentos romances con historias protagonizadas por médicos y sacerdotes que realizaban misiones peligrosas en países abandonados de la mano de los dioses. Médico también de profesión, Cronin cuenta al menos con dos grandes títulos en los que se refleja sus obsesiones literarias: La ciudadela y Las llaves del reino, obras coherentes y también entretenidas cuyas constantes se atisban en sus primeros libros, irregulares aproximaciones al amor y a la medicina como Gran Canaria (1), cuya acción se desarrolla entre Tenerife y Gran Canaria y en la que pese a su objetiva sencillez, cuenta con cierta gracia por el retrato que ofrece de las islas y de sus gentes.

Como otras novelas de Cronin, Gran Canaria contó con una adaptación cinematográfica, más extravagante si cabe que su original literario, con notable atractivo para conocer cómo se reprodujo en estudio Tenerife y Gran Canaria, unas geografías en la que predominan el cartón piedra, las palmeras y el pico nevado del Teide, montaña que en el filme se ubica en… Gran Canaria.

Las cosas de Hollywood.

Tanto en la novela como en la película Gran Canaria narra la redención de su protagonista, un médico que vive sus horas más bajas tras fallecer algunos de sus pacientes tras probar en ellos una vacuna con la que esperaba salvarles la vida, y la historia de amor que mantiene con una mujer casada durante la travesía en barco, el Aureola, que los conduce a Gran Canaria y más tarde a Tenerife.

Alrededor de estos dos personajes orbitan una serie de secundarios, entre ellos una señora excéntrica que regenta un hotel de vida alegre, el Hemingway, un misionero y su hermana, y otros personajes que si bien no serán determinantes están ahí para dar consistencia al relato.

Un relato que comienza a moverse hacia adelante cuando el protagonista tiene que viajar a Tenerife para poner freno a un brote de fiebre amarilla que está diezmando a la población de La Laguna y sus alrededores.

La novela Gran Canaria fue publicada en 1933 y al año siguiente tuvo su adaptación al cine. Tras leer la novela y ver la película, cuesta bastante trabajo reconocer los paisajes insulares que proponen ambas historias, aunque en el caso del libro, algunas descripciones tengan chispa, en especial cuando la voz del narrador, la de Cronin, se permite valorar el territorio que pisan algunos de los personajes, muchos de los cuales califican de paraíso ya que se trata de un edén que preside el pico nevado del Teide.

No se trata Gran Canaria, tanto la novela como el filme, de un título a reivindicar, aunque reiteramos que sí que tiene interés si se lee y se observa con perspectiva e incluso entusiasmo arqueológico, ya que tratan de dos rarezas en la que se fabulan unas islas Canarias en la que se mezcla poca realidad y sí mucha ficción.

En la novela se lee: “hay un brote en Hermosa, una aldea en las proximidades de La Laguna” y descripciones coloridas del carácter ingenuo, tranquilo y feliz de sus habitantes, y que entronca con aquel espíritu aplatanado con el que las identificó Miguel de Unamuno.

El amor es dulce

Y el que lo desprecia un loco.

Aunque sabía poco español, el significado de las palabras le resultó claro.

Con impaciencia, como si buscara un antídoto para aquel dulzor, dirigió la vista a un punto algo lejano del muelle, donde había varios carros de altas ruedas tirados por unas mulas esqueléticas y melancólicas. Estaban a la espera de la carga. Una de las mulas tosió como un ser humano y agitó su corona de moscas, antes de tumbarse casi de pura debilidad. Pero el conductor, instalado en el pescante, no se alarmó en lo más mínimo; con las manos cruzadas sobre el vientre y una flor colocada tras la oreja, roncaba plácidamente.

Bruscamente, Harvey dio media vuelta, no podía soportar el espectáculo de aquellos miserables animales. En un instante, se contemplaba la belleza de la costa y la sublimidad del misterioso pico; un instante después, surgía el sórdido cuadro de aquella vida ínfima.”

La playa de Las Canteras es objeto también de la atención del narrador cuando una de las  protagonistas, Mary Fielding, aprovecha el rato para darse un chapuzón en el mar. Y unas páginas más adelante, ella misma elogia a Gran Canaria cuando dice:

“- Llaman a esta isla la Gran Canaria –murmuró Mary–. ¡Gran Canaria! Hay color y movimiento en el nombre. Cuando pienso en este viaje, lo pronuncio en mi interior. Gran Canaria. Es un nombre que emociona.”

A modo de curiosidad, resulta interesante cómo el paisaje de la capital grancanaria fascina a la joven protagonista mientras es el pico Teide es el que arroba al protagonista masculino.

“Maravillado, Harvey quedó contemplando el pico, inmóvil. Bella como algo celestial, la visión se apoderaba de su ser y le provocaba una aguda y sutil angustia. ¿Qué le impresionaba de tal modo? ¿Era el significado de la visión, o la simple belleza del cuadro’ Atónito, contenía el aliento; no podía soportar el cuadro y, al mismo tiempo, no podía apartar la vista.”

Los protagonistas de la novela y de la película vuelven a embarcarse en el Aureola para trasladarse a Tenerife, donde primero se alojan en La Orotava y más tarde en Santa Cruz, donde el médico tiene conocimiento del brote de fiebre amarilla que está acabando con la población de la vecina La Laguna y sus alrededores.

Llama la atención en esta novela que gran parte de la acción se desarrolle en Tenerife y no, precisamente, en Gran Canaria. Es en Tenerife donde el protagonista vuelve a ser persona cuando como médico se enfrenta a la epidemia, y en donde descubre que el amor que siente por Mary es muy fuerte, tan fuerte que determinará lo que haga a continuación.

Destaca además la descripción que ofrece de la isla con respecto a la de Gran Canaria. El Tenerife de Cronin, y no tanto en la película que resulta prácticamente idéntico, es mucho más sombrío que el de la isla vecina, aunque será aquí donde cuente con aliados entre la población local como la Marquesa, quien le abre las puertas de su hacienda Los Cisnes.

En la versión original del largometraje, y en concreto en la parte tinerfeña, los protagonistas además de hablar en inglés pronuncian un español macarrónico con los naturales del lugar, naturales cuyo español resulte igual de macarrónico y con sospechoso acento anglosajón por mucho sombrero mexicano que lleven sobre la cabeza y el maquillaje haya tiznado de negro sus rostros.

En este aspecto, no se diferencia gran cosa esta película de otras tantas que se rodaron aquellos mismo años, una fecha fundamental en el cine norteamericano porque andaba un poco tocado por los efectos devastadores de la crisis del 29. Eso explicaría el mensaje tanto literario como cinematográfico de Gran Canaria: el amor vence cualquier tipo de adversidad. Incluso a la muerte.

La película que dirige el también actor Irving Cummings fue una producción de Jesse L. Lasky para la Fox y, como ya se ha comentado, no se rodó en Canarias imagino que por razones de presupuesto. Los paisajes pues están recreados en estudio, aunque de tanto en tanto se incluyen imágenes reales probablemente cogidas de algún documental de aquellos años.

El filme, en contra de la novela, sí que se caracteriza por sus disparates geográficos. El más llamativo es el que ubica al Teide en Gran Canaria, un error que desató una agria polémica en la comunidad canaria establecida en la Cuba de aquellos años, leo en el catálogo de la Filmoteca Canaria Rodajes en Canarias, (1896 – 1950). Se representan además a los habitantes de ambas capitales canarias como una fauna de vagos a los que les gusta cantar y que los dejen en paz. Gente sencilla y aparentemente feliz, lo que explica el desorden de sus calles transitadas por hombres y mujeres con piel morena.

Sin embargo, y al margen del envoltorio, la película Gran Canaria si se analiza desde un punto de vista estrictamente cinematográfico sí que cuenta con sobresaliente interés. La fotografía, que firma Bert Glennon, está notablemente influenciada por el  expresionismo alemán, por lo que se mueve muy bien cuando remarca las sombras y se huye de otra luz. El trabajo de los actores que forman el reparto lo hace además muy bien, aunque vistos hoy llamen la atención por cómo gesticulan, aunque hay que recordar que las carreras artísticas de la mayoría de ellos procedía del cine mudo.

De hecho, la cinta está protagonizada por toda una estrella de aquellos años: Warner Baxter, así como por la encantadora Magde Evans, entre otros. El guión está firmado por Ernest Pascal, quien adapta con bastante fidelidad el original literario, y pese a que cómo producto de entretenimiento tanto el libro como la película no hayan sabido envejecer demasiado bien, insistimos que como curiosidad vale la pena recuperarla e incluso, si se perdonan los deslices que salpican su metraje, disfrutar con este clásico viejuno del cine.

Recomendamos, a modo de punto y final, la lectura que sobre la novela y el filme hicieron en su momento Carlos Platero Fernández y Gonzalo Pavés con los títulos de  La Playa de Las Canteras en la novela inglesa: Gran Canaria y Grand Canary: el viaje imaginado de la Fox, respectivamente.

NOTAS:

(1) Los fragmentos de la novela Gran Canaria que se reproducen en este texto están sacados de una edición del Círculo de Lectores, 1965. La traducción es de Joaquín Urnieta.

El Escobillón.com agradece a la Filmoteca Canaria el préstamo del largometraje Gran Canaria para la elaboración de este artículo.

Saludos, el cielo está azul, desde este lado del ordenador.

Cuando Su Alteza Serenísima vino a Tenerife

Sábado, Mayo 9th, 2015

Gérard de Villiers falleció el 31 de octubre de 2013 en París. Desaparecía el autor de la colección de novelas populares de espionaje SAS, algunos de cuyos ejemplares se pueden encontrar aún hoy en el Rastro de la capital tinerfeña.

SAS (Su Alteza Serenísima) es el nombre de la serie que lo hizo multimillonario, serie que inició su andadura hace cincuenta años tras publicar en Francia la primera aventura protagonizada por el príncipe Malko Linge (SAS en Estambul).

Entre las doscientas historias que dedicó al popular personaje descubro que ambientó una de ellas en las islas tras leer el interesante artículo Canarias como pretexto literario: un recorrido por las letras francesas que firman Clara Curell y José M. Oliver y que pueden encontrar en la revista Nerter (número 11, 2007).

La novela se titula Le disparu des Canaries y en ella el aristocrático agente secreto reclutado por la CIA se traslada a Tenerife para investigar si la muerte del multimillonario británico Rupert Sheffield ha sido natural o un asesinato. Las alarmas se disparan cuando Malko comprueba que en Tenerife se encuentra un comando israelí y otro iraní. 

Le disparu des Canaries se publicó en Francia en abril de 1992 y su argumento se inspira en la misteriosa muerte del magnate de la prensa Robert Maxwell cuando apareció su cuerpo flotando cerca de las costas de Gran Canaria a finales de 1991.

El hecho es que por lo rocambolesco del caso, y que se rumoreara que Maxwell trabajaba para los servicios secretos israelíes, era inevitable que este oscuro suceso tentara a Gérard de Villiers para que fantaseara sobre él y ofreciera de tacón una visión de Tenerife a través de los ojos de su héroe. 

Alberto Vázquez Figueroa haría lo mismo en Ciudadano Max, novela que también fue publicada en 1992 por Plaza y Janés. 

Por los fragmentos traducidos que he podido leer de Le disparu des Canaries, la mirada de Malko es implacable y ferozmente crítica con la isla. 

He aquí algunos ejemplos: 

“Malko llegó al aeropuerto de Los Rodeos después de cambiar el confort de Air France por el más modesto de Iberia. Se instaló en el hotel Mencey de Santa Cruz, frente a colinas peladas y calles que hacían pensar en Nápoles”.

“Tenerife parecía una ciudad desfasada pese a los miles de ingleses y escandinavos que se paseaban por la isla, desfigurada por filas de hormigón que eran como un muro frente al Atlántico”.

“Santa Cruz, con sus calles estrechas y escarpadas como Gibraltar, tenía el lado dormido de una ciudad de provincia”.

No he leído ninguna novela de SAS pero igual me animo este domingo y me hago con alguna que encuentre tirada –porque en el Rastro los libros se encuentran así, tirados– de las que se tradujeron y entre las que no está Le disparu de Canaries.

Las novelas de SAS, como las de Bond, fueron fruto de otro tiempo. Combinaron con éxito la ecuación sexo, intriga y acción, una fórmula que en las cuatro décadas en las que el autor mantuvo activo a Malko hizo que vendiera entre 120-150 millones libros en todo el mundo.

Sin embargo, y como Ian Fleming, Gérard de Villiers es uno de esos escritores populares que nunca existió ni para crítica ni para públicos cultivados aunque sospecho que muchos de ellos sí que lo conocían por tropezarse con sus novelas en el kiosco de la esquina.

Saludos, érase una vez…, desde este lado del ordenador.

La Colección Guanches se suma a los cómic que recrean el choque de culturas entre los primeros pobladores de Canarias y los europeos

Martes, Diciembre 9th, 2014

El parto ha sido largo, tan largo que se puede contar con los dedos de una mano: cuatro años. Lo que llama la atención, no ya por el excelente y cuidadoso trabajo, sino por el período de tiempo invertido y los vientos de polémica que en su día casi ponen en peligro su presentación. Presentación que tuvo lugar la mañana del martes, 9 de diciembre, en un acto oficial –con asistencia del presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero– para anunciar los tres primeros volúmenes de la Colección Guanches, una obra de Quique Ramos (guión) y Eduardo González (dibujo).

Con el respaldo del Ayuntamiento de Candelaria, los tres primeros álbumes de la colección son Antón Guanche: el encuentro entre dos mundos, La patria no está en venta: La Matanza de Acentejo y Los alzados de La Madera. Quedan pendiente de publicar: Las dos torres de la Corona, La tierra se pierde e Ichasagua, el último Mencey.

Solo hemos podido leer el último de los tres libros publicados, lo que ha despertado entusiasmo por ahondar también en los dos primeros de una serie que se suma a ese interés por reflejar a los pueblos aborígenes de las islas Canarias y su choque con la cultura europea que el año pasado abrió en este mismo espacio, los cómics, el dibujante y guionista Juan Carlos Mora con los tres volúmenes de Historias de guanches.

La Colección Guanches ha contado con el asesoramiento de los profesores y premios Canarias 2011 y 2014, Antonio Tejera Gaspar, Lothar Siemens Hernández, así como de Eduardo Aznar Vallejo, Octavio Rodríguez Delgado, y los profesores portugueses Alberto Vieira, director del Centro de Estudios Atlánticos, y Rui Carita, de la Universidad de Madeira.

El equipo de trabajo estuvo formado por más de un centenar de personas, además del guionista y dibujante, que se ocuparon de otras disciplinas ya que además de la versión cómic cuenta con una grabada en cinco idiomas, y en la que han participado actores y músicos.

Por lo pronto, se han repartido cinco mil ejemplares gratuitamente de Los alzados de La Madera en los centros de profesores para que las escuelas públicas de Canarias, Madeira, Azores y Cabo Verde accedan a sus contenidos, al contar esta iniciativa con el apoyo del Programa Transnacional Madeira, Azores y Canarias (MAC) 2007-2013 del Fondo Europeo de Desarrollo Regional.

* Si quieres conocer cómo ha tratado el cómic a los primeros pobladores de las islas pincha aquí.

Saludos, decimos, desde este lado del ordenador.

Leopoldo María Panero

Jueves, Marzo 6th, 2014

Se fue un poeta que nadó en contra de la corriente y probablemente por eso adquirió la categoría de leyenda en determinados círculos que, como siempre, reivindicaban su nombre sin apenas haberlo leído. Leopoldo María Panero fallece mientras dormía –una muerte agradecida y poética–  en un centro psiquiátrico de Las Palmas de Gran Canaria y las redes se incendian con palabras elogiosas en torno al poeta –insisten– maldito. Al orate que nunca fue de estrella de rock por mucho que se empeñaran sus seguidores…

Se le podía ver de vez en cuando por la isla que está justo enfrente de Gran Canaria, Tenerife, con su eterno cigarrillo colgado entre los labios. Hace dos años, de hecho, ofreció un recital poético en un conocido local lagunero sin que recitara, esa es la verdad, poesía. Pero qué más le daba a su público con tal de tener la vista clavada en ese caballero al que presuntamente se la había ido la pinza y fue uno de los protagonistas de un documental que, como el mismo Leopoldo María, alcanzó categoría de leyenda. Me refiero a El desencanto (Jaime Chávarri, 1976), un interesante trabajo que explora en las entrañas de familia tan peculiar, tan curiosa, tan extraña: Los Panero.

Tuvo que ser su condición de marginado lo que despertó tanta simpatía entre los que confesamos con ligero rubor que no leemos poesía. Pero entiendan los indignados que somos gente que solemos llevar las manos sucias y, en este sentido, Leopoldo María fue algo así como uno de los nuestros.

Basta con observar unas de sus fotografías y darse cuenta que detrás de esa mirada que parece ida, y de ese rostro en el que se aprecian las huellas del hartazgo, respira un espíritu que quiso ir a su bola. Ya juzgarán los especialistas el valor de su poesía, los que lo conocíamos solo por la película y también, aunque dicho con la boca pequeña para darle consistencia a la idea, de que pasaba los días en un centro psiquiátrico de la capital grancanaria, sentimos ahora, al conocer la noticia de su muerte, turbación.

Algo así como si nos abandonara un conocido que sabíamos que estaba ahí…

Los obituarios repiten en sus titulares la misma palabra: El último poeta maldito.

Maldito.

La maldición como mérito.

Imagino que a Leopoldo María le sudaría ese grado que lo distingue de otros poetas de su generación y de las que vinieron después tan preocupadas por descuartizarse a la mínima de cambio.

Alguien escribe sobre su condición de drogadicto, bisexual, alcohólico, comunista trotskista, preso, suicida reincidente y, finalmente, inquilino constante, desde su temprana juventud, de psiquiátricos, donde pasó las dos terceras partes de su vida, entregado a “una escritura absorbente y autocontemplativa”. Ya saben,  un tipo que nadaba en contra de la corriente y que si encontró alguna musa despistada por el camino debía de estar igual de colgado que él.

Un Leopoldo María que si existe algo más allá de este mundanal recorrido que es la vida estará esperando a que lo juzguen los dioses mientras fuma y fuma un cigarrillo tras otro.

En este mundo, mientras tanto, parece que se han acabado los poetas malditos.

Saludos, fundimos a negro, desde este lado del ordenador.